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Popularmente se dice que todo se paga en esta vida, desde las maldades más inocentes hasta cuando se daña el corazón de quien no lo merece. Eso era quizás lo que le estaba pasando al profesor Rivelles, siempre engreído bajo un velo de decencia que escondía a un alma fría, déspota, egoísta y también destrozada en pedazos desde la infancia.
Simplemente estaba atónito, no podía creer que su prometida lo estuviera engañando, pero su incognita más grande era quién podria ser, el tipo ya se sentia la ultima coca cola del desierto y este suceso habia penetrado en lo mas profundo de su ego, clavandole una espina casi imposible de quitar. De cualquier manera iba a averiguar quien era, él no estaba acostumbrado a compartir nada y menos a una mujer, sabía que era un mujeriego, un bastardo, pero le dolia profundamente estar siendo engañado y fue entonces cuando una duda muy oscura asaltó su mente, y ¿si el hijo que esperaba Isabel no era suyo?
Esa pregunta no lo dejó dormir en las siguientes noches, estaba demasiado encariñado con el bebé y deseaba con toda su alma que fuera una niña, una princesa tan hermosa y alegre como su prometida, una criatura a la cual pudiera amar realmente como nadie lo amo a él, nunca.
Isabel dormia placidamente, él simplemente se limitaba a mirarla y a pensar en estrategias para descubirla, la había seguido el día anterior sin éxito, casa, centro comercial, un restaurante habian marcado la rutina de Isabel ese día, nada fuera de lo común, pero Federico estaba como un perro con rabia por no poder seguir leyendo los mensajes que le mandaba aquella persona a la rubia, ya que esta le habia puesto clave al celular.
Era tanta la angustia de Federico que hasta se arrepentia de haber regresado con Helena, habia sido tan jodidamente rara toda la semana, actuaba nerviosa, temerosa, muy empalogosa pero no quiso verlo muy seguido en estos días, cuando antes era ella quien rogaba por un minuto más a su lado. Sin duda, ambas mujeres estaban matando al sujeto causandole una ansiedad terrible y un poco de paranoia.
Mientras tanto, Helena no había podido hablar con Emmanuel, este no le respondía los mensajes y llamadas y cada vez que iba a su casa no estaba, tampoco lo había visto en la universidad y cuando le preguntaba al papá de este la única explicación era que el moreno había salido de la ciudad por motivos personales, se habia ido el mismo día en que ella regresó de la playa con Federico.
Se sentia muy preocupada, habia tenido episodios de taquicardia por no saber de su novio, temía que hubiera hecho alguna locura al enterarse que le era infiel de nuevo, no sabía qué hacer y no quería ver a Federico hasta que Emmanuel apareciera para resolver todo.
Casi media noche y sin poder dormir, sonó su celular el que constestó sin mucho ánimo, era su novio.
- Amor, ¿cómo estás? - preguntó
- ¿Cómo estoy? ¡JODIDAMENTE PREOCUPADA POR TI, MALDITO DESCONSIDERADO!
- Perdóname corazón, pero te tengo una sorpresa. Hablamos mañana en la universidad, te amo te amo - colgó rápidamente sin dejar espacio para que ella respondiera.
Hijo de puta repetia ella en su mente, aunque ya sabía que Emmanuel estaba bien, no se resolvia nada, estaba más aungustiada que antes. ¿Cuál era la dichosa sorpresa de la que hablaba su novio? ¿Por qué habia salido una semana de la ciudad?
Esa noche fue un martirio, una pesadilla de la que sentia que no podía salir, su corazon se aceleraba y su estomago se contaria con los pensamientos retorcidos que su mente le sembraba en el corazón.
Se levantó a las 4am, más temprano de lo habitual. La ducha fría le sentó de maravilla, tardó un buen rato en el baño, aunque estaba más relajada no tenía hambre y si comía algo, seguro lo vomitaría. Su madre se despertó más tarde, aún no estaba bien del todo y seguro le llevaría un tiempo volver a su estado de animo normal despues de lo que le hizo el padre de Helena.
- Buenos días mami - saludó con bajo tono de voz.
- Buenos días cariño, ¿y eso que te levantaste tan temprano?
- No pude dormir, tuve otro ataque de taquicardia, ¿tú, cómo estás?-
- Un poco mejor, a la que veo mal es a ti. ¿Es por Emmnuel?
- No, el imbecil ese ya apareció -
- No deberias tratarlo así, ese muchacho es tan lindo-
- Si claro- se levantó de la silla donde estaba, le dió un beso a su madre y se fue a la universidad.
El trayecto de Helena hacia la uniersidad siempre era el mismo, el autobus más lento que una cucaracha, clima frío como el cliche de Wattpad que es y los edificios que contaminaban el cielo azul en el que ella deseaba perderse.
Llegó a la universidad con pasos lentos, sin voluntad hasta que Angie pasó a su lado poniéndole una mano en el hombro.
- Lena, mujer ¡TIENES QUE CONTARME'
- Después de clases gorda - contestó
- Mi vida- susurró Emmanuel en su oído y dándole un beso en la mejilla
- Hola - contestó indiferente mirándolo con rabia.
- Amor mío, acá frente a tu amiga, frente a todos quiero gritar que ¡TE AMO! y mi pregunta es si ¿QUIERES CASARTE CONMIGO? - preguntó arrodillandose y sacando una pequeña cajita blanca de su pantalón.
Helena estaba totalmente estúpida, como si le hubieran extraido cada uno de sus sentidos, no podía reaccionar, estaba muda. Su amiga, estaba sorprendida igual, tenía el ceño fruncido por que según ella, Helena había vuelto con el profesor. La ventaja era que al ser más temprano, no había tantos estudiantes, pero los pocos que habían miraban a la pareja con burla por la infidelidad de ella.
- Quizas no sea el momento, pero encontré esto- dijo sacando la prueba falsa de embarazo que encontró en casa de Helena.
Helena seguía muda.
- Sé que estás esperando un hijo mió y quiero que seamos una familia-
- Emmanuel callate - respondió ella con la voz entrecortada.
Helena detestaba esa parte de Emmanuel, lo efusivo y poco discreto que era, odiaba sentirse observada, puesta en ridículo por culpa del moreno que parecía no importarle nada.
Ninguno sintió la fría presencia de Federico acercarse y menos contaba con que dijera lo siguiente
- Felicidades señorita De Franco, seguro será un hermoso bebé castaño como su padre - con una sonrisa sínica y reprimiendo la risa por lo que acababa de decir, se alejó lentamente.
Helena estaba aturdida, ni siquiera pudo contemplar la reacción de Emmanuel ni la de nadie porque su corazon se aceleró tanto que todo se oscureció a su alrededor, tanto o más que la vida de ella y de su amante, un hipócrita con disfraz de profesor de finanzas.
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Holaaaaa, primero que nada quiero pedirles disculpas por estos casi dos años en los que no publiqué ningún capítulo.
También quiero agradecer a todas esas personas que estuvieron preguntando por la actualización.
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