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FEDERICO POV.

"Dos amores tiene aquel hombre apuesto en apariencia, podrido por dentro a causa de traumas pasados.
¿Qué sería del cliché sin un protagonista con traumas pasados? Para él existen dos clases de féminas, aquella con la que ha sentado cabeza ante los ojos de sus allegados, que le hace pensar que su vida es pacífica y dichosa, que suspira por él en un hogar donde el amor ha sido asesinado por la rutina, ella era significado de decir adiós a aquellas maravillosas aventuras y sentimientos de libertad que aún sin ser un jóven en su etapa revolucionaria, seguían arraigados a él.

Después está aquella señorita que con el simple movimiento de su cabello azabache como las noches de penumbra despierta sus más bajas pasiones, le recuerda que su instinto aventurero sigue quemándose en su piel, que está vivo no solo en cuerpo, sino también en alma y corazón. Los pocos momentos vividos a su lado han sido pura adrenalina pasajera, aunque no tuviera atadura alguna, seguramente no serían felices. La emoción, pasión desbordada y las miradas carnívoras como las noches en que fundían sus cuerpos desaparecerían como lo hace el viento, sin dejar rastro y solo con la sensación de un roce."

Los días posteriores a que supe del embarazo de mi prometida habían sido un infierno, peor que el descrito por Dante en la Divina Comedia.

Un par de días traté de ser cariñoso con ella, pero todo se fue a la mierda en cuanto me topé con la realidad que iba a ser padre, que venía en camino una pequeña parte de mi. Me sentía molesto conmigo mismo, atónito y entre la espada y la pared porque yo siempre me fijé como meta en la vida no tener hijos.

Quizás quienes me conozcan tienen la perspectiva que gozo de un autoestima alta, egocentrismo quizás y en cierta parte lo es, pero desde que fui adolescente tuve claro que ningún niño en el mundo merece un ser tan hijo de puta como yo de padre.

He hecho tantas cosas malas que me aterra pensar que ese ser pueda pagarlas, jamás olvidaré a aquella chiquilla a la que dañé apenas habiendo cumplido su mayoría de edad, nunca me perdoné por eso.

Mi infancia no fue fácil, mi madre murió cuando yo tenía seis años de cáncer, no entraré en detalles, pero eso no fue lo peor. Es decir, tenía claro que mi padre era un hombre muy estricto, pero nunca me imaginé que él alguna vez me dañaría de tal forma, cosa que no me he atrevido a compartir con nadie, ni siquiera con Isabel.

Llevo días sin hablar con ella, la escucho llorar hasta quedarse dormida y luego tengo pesadillas con el feto pidiéndome que ya no le haga daño, ella pregunta qué pasa, pero decido ignorarla, no quiero estar cerca de ella, quizás eso sea lo mejor.

De alguna manera, Helena se ha convertido en mi refugio, las horas que me aferro a su cuerpo me hacen olvidar el martirio que estoy viviendo.

- Necesito hablar contigo, no podemos seguir así - dijo Isabel sacándome de mis pensamientos.

Lucía deteriorada, demacrada, pálida y su arreglo personal era decadente, era muy obvio que estaba deprimida y el culpable era yo, sus ojos hinchados me hacían sentir aún más culpable cuando cada vez que me dirigía la mirada se acariciaba el vientre.

Asentí.

- Quise darte un tiempo para que reaccionaras, pero veo que todo va peor. Si tú no quieres este bebé, si no quieres estar con nosotros, no te sientas obligado, te dejo libre. No seré ni la primera ni la última madre soltera - se acercó a mí y dulcificó el tono de voz para envolverme en un abrazo.

- No habrá reproches Federico, ya no. Puedes irte y hacer pedazos tu vida, pero si algún día quieres volver, las puertas de este apartamento siempre estarán abiertas, al igual que los brazos de tu hijo que te amará, aunque yo ya te haya olvidado - suspiró y se puso de pie.

No dije nada, solo pasé la mano por mi frente, no sabía a donde ir ni qué hacer.

Por supuesto, pensé.

Para evitar problemas, guardé el número de Helena con el nombre del decano de la facultad.

Todo era silencio, crucé la puerta sin saber si volvería, tenía que pensar qué hacer. Por un lado, aunque no quiero tener hijos, no significa que quiera que les pase algo a él y a su madre que no ha hecho más que entregarme su vida.

También pienso en Helena, aunque he querido hacerme el tonto, estoy seguro que se está enamorando de mi, yo la quiero y sí, la considero especial, pero no me estoy enamorando de ella. No podría dejarla ahora que tiene tantos problemas, eso le rompería el corazón y por lo que he podido notar en ella, es que es muy temperamental y cambia de humor fácilmente, se deprime por cualquier cosa. Aunque me siento identificado con su vacío paternal.

Estaba bajando del carro frente a casa de Helena, cuando sentí que había alguien atrás de mi y para mí mala suerte era el pendejo novio de ella, ese hijo de mil putas que seguramente había tomado aquellas fotos.

Lo miré despectivamente.

- ¿Qué quiere López? - pregunté de mala gana.

- Quiero hablar con usted, es importante -

- Ahora que lo dice, yo también tengo algo que preguntarle, pero ahora no tengo tiempo - dije arrogante y pude ver la furia en sus ojos, era unos centímetros más alto que yo, pero no me intimidaba.

- No se haga el bobo, yo sé bien que usted se está acostando con ella, pero tiene razón, este no es lugar para hablar -

- El lunes lo veo en mi oficina de la facultad. Allá arreglaremos cuentas - sentencié y seguí caminando hasta llegar a mi destino.

Cuando se abrió la puerta, me encontré con una mujer que destilaba amor, emoción y excitación por cada uno de sus poros, cosa que me enternecia y me hacía sentir más miserable al no poder corresponder.

- Hola - sonrió y se abalanzó sobre mi envolviendome con sus piernas.

Le di un beso dulce como pocas veces en la vida había dado, ella era como esa mujer que a todo hombre de mi edad le gustaría tener, entregada por completo, más joven, ardiente y por qué no decirlo, bonita y para la edad que tiene aún inocente o al menos eso me demostró la noche que se entregó a mí.

La cargué y la recosté en el sofá, la casa de ella era tan bonita a pesar de ser humilde, tenía un toque hogareño y acogedor que me transmitía una especie de unión familiar que yo no tuve.

Ella me acarició el rostro y yo besé su mano, quería tratarla como la princesa que era, al menos si no podía amarla, quería que disfrutara e hiciera realidad la fantasía de estar con su profesor, que se sintiera libre conmigo y enseñarle todo lo que ella estuviera dispuesta a aprender, que olvidara sus problemas como yo lo hago cuando estamos juntos.

Esperaba que quizás cuando la tormenta pase, ella y yo pudiéramos ser amigos sin ningún tinte sexual.

Al cabo de cinco minutos ella ya estaba semidesnuda, solo con una tanga roja puesta, tenía el conejo símbolo de Playboy en ella, detalle que me arrancó una risa que también se le contagió a mi amante.

Después de deleitarme con sus labios que ya no estaban perfectamente maquillados, quise bajar hasta su cuello, deposite besos calientes y húmedos, pasaba mi lengua lentamente y acariciaba mi piel con mi barba, eso le arrancaba pequeños gemidos.

- ¡Ay profesor! - dijo y entendí que debía culminar su excitación con mis palabras.

- Helena, no sabe como la deseo. Su piel morena y ardiente ha sido mi tormento desde que la conocí - pronuncié en su oído con el tono de voz más bajo que pude.

Por un largo rato pasé mi barba lentamente por sus pechos, dando pequeños mordiscos en sus pezones, medianos y redondos como naranjas que me encanta exprimir.

Mi lengua caliente recorría su cuerpo, mi aliento se fusionó con el sudor de su piel. La flor de su cuerpo era lo que me volvía loco, cerré los ojos para más placer y di pequeños besos en esos labios que a diferencia de los de su boca, eran carnosos y me dispuse a pasar mi barba en su exterior.

Helena se estremecía, se aferraba y apretaba un cojín que estaba en aquel sofá que era testigo de nuestra pasión.

Desde mi ángulo pude visualizar una botella de chocolate líquido y vino a mi mente lo que ustedes se imaginan, convertiría a De Franco en mi postre favorito.

Sin previo aviso, me puse de pie.

- No abra los ojos, ya regreso - dije jadeante.

Corrí hasta la mesa y cogí la botella.

Volví y froté una cantidad moderada del chocolate en los pechos de Helena, me los comía como si fuera un león y ellos mi presa favorita, mi boca estaba aferrada con fuerza a sus pechos, como si de un bebé lactante se tratara, los lamí hasta que no quedó ni una gota.

La azabache estaba fascinada con mi idea, tanto que solo sonrió y volvió a cerrar los ojos cuando vió el contenido sobre su cuerpo.

- ¿Quiere seguir siendo mi alumna favorita? -

- Ajá - se lamió los labios.

- Desnúdame cariño y los dieces serán infinitos -

- Le cambio los dieces por orgasmos - guiñó el ojo y pasó las manos por mi pecho que aún no estaba desnudo.

- Trato hecho -

Cambió de posición y empezó a quitarme el pantalón, con mi ayuda porque tuvo problemas para sacarme el cincho.

Quiso besar mi miembro, pero no la dejé, hoy quería que todo el placer fuera de ella.

- Fede, tengo una idea. Y ¿si me pones chocolate allá abajo? - propuso apenada.

- Me gusta -

Con mucho cuidado puse un poco de chocolate en el exterior de aquel manjar que iba a devorar, empecé lamiendo suavemente con movimientos circulares el exterior sin dejar rastro de aquel dulce para después adentrarme en su punto de placer.

Seguramente lo único que se escuchaba en la cuadra entera eran los gemidos de ella, era bastante escandalosa y eso me volvía más loco.

Me sentía renovado y listo para continuar con todo.

- ¿Qué posición le gustaría hacer hoy? - pregunté sacando un condón de mi bolsillo.

Estaba sudando casi a mares solo por la excitación que yo le había producido, pude notar que había alcanzado el orgasmo solo con el toque de mi lengua en el centro de su cuerpo.

- Quiero lo tradicional, dejemos lo nuevo para después - respondió con un brillo especial en los ojos, el brillo de una mujer que hacía el amor con el hombre que amaba e idealizaba.

Me sentía como un invasor en su cuerpo, a pesar que ella me había dejado voluntariamente la puerta abierta para acceder a este.

Con todo el cariño del mundo, mi llave se introdujo en su cuerpo y cantó en su cerradura que era totalmente mía.

Arañó mi espalda, lo cual lejos de dolerme me excitó mucho más y mi cuerpo se movía al son de sus gemidos, era como una especie de sinfonía donde yo tenía la batuta de la melodía y ella la intérprete que se dejaba guiar por mi.

Me envolvió en un fuerte abrazo con sus piernas enrolladas a mí alrededor y gritó mi nombre cuando alcanzó el cielo, de lo cual me sentí orgulloso, minutos después me uní a su paraíso.

Sentía que era un mejor hombre solo por el hecho de compartir habitación con esta mujer que me amaba con tanta devoción.

- Fue maravilloso, gracias - dijo besándome.

- No hay que agradecer, soy yo quien te da las gracias por entregarte a mí en cuerpo y alma - era la verdad, no le mentí.

- Te quiero Federico - respondió recostada en mi pecho.

- Gracias cariño, también te quiero - acaricié su mejilla tiernamente.

- ¿Cómo está su madre, arreglaron todo? - volví a preguntar.

- No, ella se fue - su voz dió paso a la tristeza.

- Pero va a volver, es solo un tiempo - aclaró.

- Entiendo, ¿habló con su padre? -

- No quiero verlo. Siempre he estado resentida con él, nunca me dedicó mucho tiempo - contestó mirando hacia la nada.

- Sabe, algún día le contaré mi secreto. Solo le puedo decir que mi padre es peor que el suyo, me dañó la vida - suspiré.

- Puedes confiar en mí, lo que sea cuentas conmigo. Solo quisiera que esto no se acabara porque no sé cómo respondería mi corazón a tu ausencia - exclamó hundiéndose aún más en mi pecho.

- Ayer le dije que usted es muy especial para mí, lo último que quiero es hacerle daño - clavé mi mirada en sus ojos marrones que emanaban ternura, como un cachorro que pide cariño.

- ¿Te puedo preguntar algo? -

- Dime lo que quieras princesa -

- No, mejor no. Es que no quiero arruinar el momento o qué pienses que soy muy intensa o loca - levantó la mirada y quiso peinar su cabello con los dedos, estaba apenada.

- Si queremos que esto funcione, tenemos que tenernos confianza, le prometo que no se va a arruinar nada - la tomé de la mano y atraje hacía mi pecho de nuevo.

- Yo quería saber... ¿qué somos tú y yo? - bajó el tono de voz y jugaba con los vellos de mi pecho, esperando una respuesta, una esperanza.

No sabía que decirle, desviar el tema no serviría, una mentira elegante no funcionaría por mucho tiempo y la verdad solo mataría un corazón que guardaba el más ardiente amor por un hombre que no valía ni sus propias culpas.

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Espero que el capítulo haya sido de su agrado, les agradecería si me dejaran su opinión en un comentario y una estrellita, sus votos y comentarios son muy importantes.

Capítulo dedicado con todo mi cariño a >>>> karly_padilla @mony_alvarado RogelLix AnmarMegu user87619685 shaparrita_21

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Gracias por leer, los amo ❤

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