16

Las horas que faltaban para verlo por fin se habían ido.

Me ahorraré los detalles de mi maquillaje y vestimenta.

Salí a toda prisa de casa después de llamarle a mi madre para avisarle que llegaría tarde, igual ella tampoco estaría en casa esta noche, aunque pensaba que iba a salir con Emmanuel.

Había pedido un taxi, por ningún motivo iba a viajar en bus para ir a mi cita. Yo tenía tan mala suerte que seguro me asaltaban otra vez y no podría llegar a tiempo a la facultad o seguró llegaría como si me hubiera caído un rayo y él saldría huyendo por mi fealdad.

Me salvé de un asalto, pero no de un momento incómodo.

Parado y viéndome fijamente en la acera de enfrente estaba Emmanuel, obviamente seguía triste, se notaba y me quemaba la conciencia no poder hacer nada, pero estoy segura que el tiempo sanaría todo.

¿Lo peor? Él sabia por la manera en que iba arreglada que iba a encontrarme con él.

Decidí ignorarlo y me subí al taxi contando los minutos para llegar a mi destino.

Llegué a nuestro lugar de encuentro, justo afuera de la facultad de Ciencias Jurídicas.

Mi corazón en plena ebullición, el estómago un revoltijo y no precisamente de mariposas, las piernas inquietas al son de mis ganas de estar con él, cosa que jamás había experimentado con otro hombre, al menos no de esta forma tan desmesurada, tan fuerte como la pasión que me despertaba Federico.

Como si de una película romántica se tratará corrí a sus brazos que me refugiaron fuertemente, como si me hubiera esperado por mucho tiempo y no quisiera dejarme ir.

Al parecer en sus ratos libres a Rivelles le encantaba usar chaquetas de cuero que en esta ocasión era café, digno bad boy de wattpad que le gustaba jugar con las perlas blancas que se dibujaban en su sonrisa con el único propósito de hacerme palpitar la vagina.

- De Franco, al parecer una de sus cualidades es ser impuntual - dijo aún abrazándome para romper el silencio.

- Lo siento, no fue intencional- respondí apenada.

- Sabe las mejores cosas siempre tardan en llegar y si son maravillosas como usted jamás llegan de manera planeada, solo llegan para quedarse -

Esas palabras bastaron para hacerme sentir especial, justo lo que buscaba, alguien que me arrancara los pies del suelo con simples detalles.

Me solté de su abrazo, teníamos que atravesar el parqueo para llegar a su oficina.

Nos encontramos al vigilante, un tipo que parecía que se hubiese comido dos veces a si mismo, de unas cuatro décadas, piel morena, con una actitud jovial que el sueño ya había desvanecido.

- Buenas noches Señor Rivelles, adelante - introdujo una de las mil llaves que portaba y abrió el portón gigante que nos impedía el paso.

Federico me tomó de la mano, avanzando de manera despreocupada me atreví a preguntar.

- ¿Cómo y por qué el vigilante te deja entrar a esta hora a la facultad sin problemas? -

- Es sencillo, guardo muchos secretos, son la mejor llave - contestó suavemente.

La noche sin duda no nos favorecía, estaba el cielo sumamente nublado, como si lo que fuera a pasar a continuación no fuera bueno, quizás una advertencia de la madre naturaleza de lo que se avecinaba a mi vida al estar con el profesor castaño, quien me miraba dubitativo como si quisiera adivinar lo que estaba pensando.

Subimos tres pisos hasta llegar a su oficina, no me sorprendió encontrarme con un toque elegante y discreto como él, dos simples cuadros de arte abstracto, un portarretrato en el escritorio donde figuraba él abrazando a su hermana Isabel.

Bastante amplia la verdad, era perfectamente acogedora, tenía ese toque antiguo con sus paredes pintadas de un café nostálgico.

- ¿Quieres una copa de vino? - ofreció sonriendo, yo derretida solo asentí.

- Hoy particularmente la noto más nerviosa que de costumbre, hasta podría atreverme a decir que tiene miedo y no tiene porque, justo por eso estamos aquí, para conocernos mejor y sepa que no pasará nada que usted no quiera -

Nuevamente mi corazón cayó a sus pies, si algo me atraía de un hombre era precisamente el respeto que tiene por las mujeres. Al parecer todas las personas que me dijeron que Federico solo quería jugar conmigo se iban a tener que tragar sus palabras.

Sonreí triunfante.

- ¿Y esa sonrisa? ¿Trama hacerme algo malo? Espero no quiera violarme, soy virgen -

Literalmente exploté de la risa, la cuál era bastante extravagante, por no decir vulgar, pero de pronto me sentí tan en confianza con Federico que decidí deshacerme de todos los filtros de señorita educada que llevaba conmigo a cuestas casi siempre.

Él se unió a mi risa.

Me dió una copa de vino tinto, él se sentó en la silla giratoria que usa siempre y me indicó que me sentara en sus piernas, así lo hice, me recosté en su pecho con la copa aún en mi mano.

- Quisiera conocerla más a fondo, cuénteme que le gusta, que le apasiona, que la atormenta. Talvez y compartamos alguna afición o el mismo yugo - habló en un tono tan calmado, tan lleno de paz que me contagiaba ese mismo sentimiento.

¿Qué me apasiona? Usted.

¿Qué me atormenta? Usted, un padre que no me ama, una madre enferma y sobreprotectora.

Bebí un sorbo de mi copa, él me imitó.

- Antes de contestar su pregunta, me gustaría me aclarará lo de su hermana, Isabel -

Tenía que decirlo, jamás me metería con un hombre casado o con pareja, el karma llega y cuando pega es devastador.

Con dos dedos se acariciaba la barba que recién se había dejado, se veía tan intelectual de esa forma o quizás simplemente estaba maquinando su mentira, pero yo era lo suficientemente inteligente para darme cuenta si me mentía.

- Isabel, ella está embarazada de un mal tipo y a mi se me parte el corazón. No puedo dejarla sola, por eso vive conmigo - contestó sin titubeos.

- Y antes que nada, ¿tiene novia, esposa, hijos? Sea sincero por favor, si su respuesta es si, le prometo no volverlo a molestar - levanté mi mano en señal de juramento.

- Ninguna de esas, aunque no me creas estoy solo - sonrió del lado.

No le creí del todo, pero era muy pronto para ponerme en plan de mujer posesiva, ya el tiempo me dirá si es verdad.

- Sabe, me apasiona leer, ¿usted? - lo miré a los ojos que se le habían vuelto más claros, brillantes e hipnotizantes como el perfume que llevaba.

- Si claro, ¿que tipo de libros le gustan? -

- Lo último que leí fue la trilogía de Cincuenta Sombras de Grey, ¿usted que ha leído? - pregunté en un tono sexy para encaminar la conversación a algo más candente.

- No he leído esa trilogía, pero mi autor favorito es el Marques de Sade. ¿Lo conoce? - dijo lamiéndose los labios.

- No, pero intentaré leerlo para comentarlo -

- Me gustaría que ya que entramos en confianza me trates de tú y que me respondas si sigues con López -

- No, él y yo terminamos hace poco por diferencias personales -

Terminamos porque ya no podía ocultar mi calentura por usted.

- Aparte de Isabel, ¿tiene más familia? - la curiosidad me mataba.

- Mi madre murió hace ocho años -

Por primera vez pude ver el brillo de sus ojos apagarse, soy una estúpida que no debió preguntar eso.

Y como soy tan pendeja, seguí preguntando porque la curiosidad me dominaba en ese momento.

- ¿Qué hay de tu padre? -

Me exaltó un golpe que él dió justo en el escritorio, se había puesto furioso.

Un poco brusco me apartó de él, se levantó y empezó a golpear su cabeza fuertemente contra la pared.

Enseguida puse mi mano sobre su frente para evitar que se siguiera haciendo daño, pero unas pequeñas gotas de sangre comenzaban a salir.

Iba a decirle que fuéramos a mi casa para curarlo, pero vi que las lágrimas recorrían su rostro y no pude pronunciar palabra alguna.

Siempre había pensado que era un tipo hasta cierto punto frío y verlo llorar me escogía el corazón.

Quizas al igual que a mi su padre lo abandonó.

Lo abracé fuertemente, escondió su cabeza en mi pecho como un niño que se asusta del coco antes de dormir, repentinamente dejó de llorar, se apartó de mi y se dió la vuelta.

- Quiero hacerte mía, por favor - emitió con voz ronca y volvió a mirarme.

Estaba realmente confundida, esos cambios de humor no me gustaban, se supone que estaba triste y después me pide sexo.

Pero no podía negarme, por eso es que vine y debo contestar antes que el tipo cambie de opinión.

- No tienes que pedirlo, a eso venimos - contesté exaltada.

Él ni me había tocado y yo ya estaba excitada, mi vagina palpitaba solo por el hecho de tenerlo enfrente hablándome de sexo, parecía que tenía el corazón en los calzones.

- ¿Tienes audífonos? -

Ahora si estaba más confundida que nunca, sin duda Federico es el tipo más raro que he conocido.

- Si, pero eso no es importante - respondí molesta.

- Hazme caso, siéntate en el escritorio, ponte los audífonos y busca tu canción favorita - me guiñó un ojo.

Hice lo que me dijo, aparté todas sus cosas del escritorio, me senté y abrí un poco mis piernas.

La canción que seleccioné fue Wicked game, esa canción solía acompañarla de porno gay en mis tardes libres.

Sentí como él se acercaba y mi sudoración en aumento, mis senos eran los más afectados a pesar que llevaba el mismo vestido azul corto y escotado que lleve a clases hace un tiempo.

- Señorita Helena, quiero ser el autor de tus orgasmos - susurró en mi oído que estaba por demás caliente.

Beso mi boca humedamente, despacio y apasionadamente poniendo sus manos en mi cintura y yo aferrando las mías en su cuello.

Bajo a mi cuello depositando besos y pequeñas mordidas, cada una más excitante que la anterior.

- Deseo marcarte, déjame por favor-

Nunca había sido de mi gusto, pero quiero ser totalmente suya y para mi será un placer tener una prueba de que esto que estoy viviendo es real, que no solo es uno de mis sueños donde conozco al hombre perfecto para luego despertar y tener que lidiar con la triste realidad.

Asentí.

Empezó a absorber mi cuello como si de una fuente de vida se tratara, me excitaba el hecho de simplemente sentir que él me necesitaba, que quería mi cuerpo como yo ansiaba el suyo.

Lentamente besaba mis pechos por encima de mi ropa lo que provocó que sintiera ganas de arrancarme la ropa y suplicarle que calmara el fuego que ardía en mi interior.

Metió sus manos grandes y frías por debajo de mi vestido, acariciando mis calzones diminutos para luego amasar mis pechos de forma incesante, lo que hizo crecer mis pezones, ni el brassier que llevaba lograba ocultarlos.

Poco a poco fue quitando mi vestido, bajo a mis piernas besandolas centimetro por centímetro, las olfateaba por el olor a vainilla que despedía la crema que me puse antes de verlo, jadeaba fuerte como un animal salvaje que estaba a punto de cazar su presa.

La canción sonaba al ritmo de las caricias de Federico, empecé a respirar entrecortadamente.

Con sus dientes quitó mi ropa interior, pude sentir el roce de sus dientes sobre mi piel.

Completamente desnuda me acostó sobre el escritorio, me acariciaba de pies a cabeza, su mirada clavada en mi.

Empezo a rosar su barba en mis pechos, cerró los ojos y jadeaba por lo bajo haciendo pequeños círculos en mis pezones a lo que yo me retorcía, arqueaba la espalda, escalofríos me recorrían la zona íntima y la espalda.

Después de unos minutos así, bajo hasta mi vagina dando pequeños besos en el resto de mi cuerpo.

Introdujo su lengua, comenzó a jugar con mi clítoris de forma lenta y suave emitiendo pequeños sonidos producto del roce de su lengua.

Aumentó la velocidad dejándome fuera de la realidad por completo, ya ni siquiera escuchaba aquella canción excitante, todo me parecía tan vago, tan insignificante comparado al placer que estaba sintiendo.

Tomé una de sus manos, sentí mi cuerpo atrapado en un frenesí, con unas ganas inmensas de encogerme, me tomé un cabello y lo jalé, era desesperante esa sensación, como si al mismo tiempo quisiera que parará y siguiera dándome más placer.

Así es, había llegado al segundo orgasmo de mi vida, siendo Federico el dueño de ambos, quien me observaba desde mi parte baja levantando una ceja en señal de triunfo.

Finalmente se paró, se posó encima mío y me preguntó si estaba lista a lo que yo asentí, el volumen de la canción era muy bajo, pero ayudaba a sentir más las caricias del castaño.

Se desnudó por completo, no me dejó ayudarlo.

Su pene no era la típica anaconda, estaba realmente erecto y a eso le calcularía unos 18 centímetros ,es decir que en su estado normal mide menos.

Sentí un poco de dolor cuando entró en mi cuerpo, me abrazó dejando recaer el peso sobre sus codos.

Lento, apasionado, embriagante, esa era su marca al hacer el amor.

- No sabe cuanto desee este momento, estoy loco por usted - dijo rompiendo el silencio, excepto por los sonidos de la excitación que producían nuestros cuerpos, aplaudiendo el placer de quienes estaban unidos esta noche .

No pude responder, ni siquiera podría describir con palabras como me estaba sintiendo a pesar que no era virgen y sonará muy cliché, pero era la primera vez que me sentía así, tan viva y con ganas de comerme el mundo.

Parecerá mentira, pero estuvimos cincuenta minutos así. Sinceramente creí que probariamos otras posiciones, pero a él solo le nació estar encima mío hoy.

Después de tres orgasmos, me encuentro abrazada a él en la misma silla donde empezamos, por suerte él había traído una sabana para abrigarnos.

Sin duda es el momento más romántico de mi vida aunque la situación haya ocurrido de una forma tan sencilla, pero eso la hace especial, que él no era el típico hombre que pretendía ser un príncipe azul ni yo era una princesa virgen en apuros.

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