11

A horas de la tarde llegó Angelique a mi casa, con su habitual ropa negra y maquillaje que destacaba sus eléctricos ojos que hipnotizaban a su novio castaño. La verdad era una relación que yo envidiaba mucho, eran tan estables y destilaban amor por los poros, sentimiento que yo ya no sentía hacia Emmanuel.

— ¿Por qué quieres maquillarte tan bien hoy? — me preguntó mientras yo estaba sentada frente al espejo.

— Por nada, ya sabes de vez en cuando es bueno verse bien — mentí.

— Sé que me mientes, no te maquillaré hasta que me digas la verdad. Confía en mi, somos amigas desde hace cuatro años — dijo dolida cruzándose de brazos.

— Es que tengo una cita con Emmanuel —

— Eso no es cierto, mi novio lo vió hace un rato y se veía bastante molesto y triste según él. Así que ve aflojando la lengua — advirtió seria jugando con la brocha del rubor y unas sombras que olían a chocolate.

— Está bien, pero prométeme que no se lo dirás a nadie, ni siquiera a Aly —

— Lo prometo. Esto debe ser muy fuerte, nunca le hemos ocultado nada a Aly —

— Voy a verme con Federico Rivelles, el catedrático de finanzas — solté de golpe, mi amiga piel de nieve ni siquiera se inmutó.

— Ya sospechaba que algo raro se traían, se nota en la mirada de él por como te observa, es algo muy obvio — rompió el silencio acariciandose el mentón.

— Y ¿qué pasará con Emmanuel? Si quieres jugar con el Señor Rivelles, tienes que terminar tu relación con Emmanuel, no es justo que lo engañes. Disculpa si te molesta mi comentario, pero es la verdad —

En efecto, me molestaba su comentario, pero tenía toda la razón. No era justo lastimar a Emmanuel, pero no sabía cómo cortarlo, simplemente no me salían las palabras y ya me veía venir todo su drama encima con sus ruegos empalagosos, no quería hacerle daño.

— Lo sé, pero no sabría como la verdad — bajé la mirada.

En ese momento tocaron la puerta, bajé a abrir y era mi novio, llevaba un ramo gigante de rosas rojas. Sentí como si un balde de agua fría me cayera encima, ¿por qué Emmanuel era así? Aún lo quiero, pero hay algo que me impide seguir la relación, quizás soy yo, talvez él u otro hombre.

— Mi princesa, solo vine a pedirte perdón. Sé que me he pasado de la raya estos últimos días, pero por favor dame otra oportunidad, ¿si? —

— Emmanuel...no sé qué decirte la verdad, últimamente me he sentido muy mal con tu actitud — al fin y al cabo le estaba diciendo la verdad.

Angelique me miraba ceñuda desde las escaleras.

Invité a pasar a mi novio, con semejante ramo no podía ser descortés de ninguna forma, al contrario, me sentía más comprometida.

Ni yo sabía lo que sentía.

Me dió el ramo de flores y me envolvió en un abrazo fuerte y cálido, me sentí protegida y amada. Así era él, un tipo guapo y dulce, caballeroso y fiel por el que cualquiera mataría, yo lo hice, pero ahora no sé que siento.

No sé en que momento empecé a sentir estas cosas por Federico, es decir, lo acabo de conocer. Esto es tan estúpido, no me puede gustar un tipo en un par de semanas de conocerlo, ¿qué clase de cliché es este?

— Simplemente quiero decirte que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, mi amante, mi novia, mi amiga, mi todo. Quiero que sepas que quiero mi futuro junto a ti, envejecer juntos rodeados de nuestros nietos y morir tomados de la mano para descansar en paz el uno junto al otro. Lo lamento amor mío — culminó su discurso.

Lo que decía Emmanuel era tan hermoso que cualquier mujer le haría un altar ahí mismo por el simple hecho que estaba siendo totalmente sincero, pero yo no, solo quería que se fuera para ir a putear y seducir al Señor Rivelles, así es, llámenme zorra.

Se preguntarán, ¿cómo puedo cambiar a un tipo así por otro que apenas acabo de conocer y que seguramente solo quiere acostarse conmigo? Pués no tengo la respuesta, juzguen ustedes.

Me besó intensamente, tanto que podía sentir su amor y su idolatría hacia mi, definitivamente yo era su centro de existencia.

— ¿Quieres ir a cenar en un rato? Sería a mi casa porque ando corto de dinero mi amor, pero ya sabes que me encanta prepararte la cena — me guiñó el ojo.

— No puedo porque...

— Tiene un compromiso conmigo, prometió ayudarme en algo — interrumpió Angelique.

— Supongo que no puedo contra una noche de chicas — dijo resignado y preguntó si podía ser mañana, a lo que tuve que decir que sí, él no se merecía mi desprecio.

Me abrazó y besó nuevamente, salió de mi casa con una sonrisa, como si su mundo se acabará de reconstruir.

Le di las gracias a Angelique, era una excelente amiga, me apoyaba aunque no estuviese de acuerdo con mis estupideces, he ahí el significado de verdadera amistad.

Al cabo de unos minutos me había maquillado de una manera perfecta, ella sabía como manejar los tonos de sombra, los polvos, todo. Me miré al espejo y parecía una muñequita frágil de porcelana. Opté por un vestido color vino, corto igual que el que había usado para la clase y unos tacones a juego.

— Te ves muy bonita, solo espero que el juego lo manejes tú y no él. Piensa en lo que te dije de Emmanuel y complace bien a Rivelles para que el parcial sea fácil — rió.

Después de unos minutos, llegué al bar con ese toque nostálgico y bohemio que lo caracterizaba.

Ahí estaba mi cita, ese papasote tan relajado como siempre y su vestimenta informal fuera de las aulas me volvían loca.

— Buenas noches Señor Rivelles — me acerqué a su mesa, la de la esquina en penumbras iluminada por la luz más tenue que apenas alcanzaba aquella esquina.

— De Franco, que guapa. Pero dígame Federico, no estamos en finanzas — sonrió.

Javier me miraba expectante, seguramente se estará preguntando por qué no lo saludé, pero ya habría tiempo más tarde.

— Gracias, y ¿cómo ha estado, ya está mejor? — pregunté sabiendo que no me diría la verdad de golpe.

— Hay cosas en la vida Helena que no tienen solución y uno no puede darles marcha atrás aunque quisiera, por desgracia — dijo amargado bebiendo su habitual cerveza extranjera.

— Todo tiene solución en esta vida, menos la muerte. Así dice mi madre — traté de subirle el ánimo.

— Pués su madre está equivocada, lo mío no tiene remedio, estoy jodido —

Vaya que debía ser grave, tenía que descubrir que le pasaba sea como sea.

— ¿Qué hay de la caminata que me prometió? Creo que ahora es buen momento — volvió a decir.

Nos paramos de la mesa y salimos del bar, se me olvidó despedirme de Javier.

El cielo estaba hermoso, limpio y las estrellas brillaban más que nunca, el viento acariciaba mi piel como si de un regalo de la vida se tratara, el clima era perfecto y más con este tipo que dubitativo miraba a su alrededor, me miraba a mi y no sabía que era lo que pensaba, ¿qué lo aturdirá tanto?

— ¿Me contará lo que lo está atormentando? —

Seguíamos caminando sin un rumbo definido, hasta que llegamos a un parque solitario, él seguia sin hablar perdido entre sus pensamientos, pero parecía disfrutar la caminata.

Nos sentamos en una banca del parque, en medio de la nada, solo adornado por la luz de la luna. Sin un alma, a lo lejos pude apreciar a un vagabundo con un perro, de ahí, solo él, la luna y yo.

— Cuénteme de usted De Franco, dígame lo que sea — rompió el silencio.

— Pués no hay mucho que contar, soy una persona bastante monótona. Mi padre es una basura, mi madre es lo mejor del mundo, tengo dos amigas maravillosas, me encanta escribir romance y creo que es todo...

— ¿Y su novio? ¿Qué significa para usted? — preguntó mirándome fijamente y suspirando.

— Él y yo no estamos bien hace mucho tiempo, ya no siento lo mismo y me hace sentir presionada todo el tiempo — no estaba mintiendo, era ls verdad, pero empezaba a sentir remordimiento.

Me tomó la mano y la apretó de una forma que me erizó todos los vellos del cuerpo, el corazón acelerado como una olla en pleno punto de ebullición.

— A veces dejamos del lado a quienes de verdad nos aman por un simple capricho. Estoy seguro que si ese tipo no la merece, nadie más...

Como por obra del destino empezó a llover fuerte, salimos corriendo hasta un callejón sin salida para refugiarnos, cosa que fue de lo más inútil.

Agitados con la ropa mojada, no pude evitar fijarme que él se veía más sexy que nunca, era todo un espectáculo. Lo que sentía se estaba convirtiendo en algo más que una atracción, talvez había pasado a ser una obsesión. Las gotas de agua que corrían por su cabello castaño, su pecho bien marcado bajo esa ropa húmeda que me invitaban a devorarlo ahí mismo.

Sentía las piernas de gelatina, de pronto él habló.

— ¿Quiere saber lo que me atormenta De Franco? — interrogó cansado.

— Si, ¿me lo dirá? — respondí exaltada.

Se acercó a mi y me acorraló contra la pared con sus manos, comenzó a besarme desmesuradamente, me tardé un poco en responder por la impresión.

Puse mis manos alrededor de su cuello y recorría su espalda, quería tocarlo y sentirlo todo, era mío y que excitación en un callejón oscuro a las 11pm mi fantasia sexual se estuviera haciendo realidad.

Él devoraba mis labios, los mordía marcando su territorio de una forma agresiva que me hacia gemir con un simple beso a diferencia de Emmanuel que sus besos eran de lo más tierno. No sé por qué de repente pensé en él.

Federico decidió seguir más allá y metió una de sus manos bajo mi vestido acariciando mi entre pierna con sus manos grandes y húmedas, estaba enloquecida de placer. Me subió el vestido mientras yo seguía gimiendo y pude escucharlo a él también, se desprendían gemidos roncos y deliciosos en mi oído cuando me devoraba el cuello, pude sentir que me dejó una marca y no me importó en absoluto, estaba perdida en mi fantasía.

Acariciaba mi vagina sin pudor alguno por encima de mi hilo dental rojo, agresivo y sin titubeos introdujo un dedo dentro de mi, no pude ahogar el grito de placer y lo vi sonreir, me bajó un tirante del vestido y empezó a besarme un hombro mientras seguia jugando dentro de mi con su dedo, era un placer indescriptible, la lujuria estaba apoderada de mi, estaba loca por él.

Mi parte íntima cada vez se ponía más húmeda, nunca me había sentido así. Estaba atrapada entre sus brazos que me acorralaban como su presa, me encantaba serlo.

Sentí otro dedo dentro de mi cavidad, sabía como moverlos en mi clítoris, trazaba pequeños círculos que me volvían loca, con la otra mano me acariciaba un seno sin ningún toque de dulzura.

Finalmente no pude contenerme y una sensación rara y electrizante me invadió la espina dorsal y toda la vagina, sentí mojarse mi entre pierna, ¿era un orgasmo?

— Me encanta esto Señor Rivelles — alcancé a decir.

— Lo sé — me calló con otro beso.

De golpe lo sentí alejarse, se notaba perturbado, quizás estaba arrepentido. Su cabello despeinado hacían juego con sus pupilas dilatadas por el momento de placer y la confusión.

— Esto no puede ser Helena, discúlpeme. Vaya a casa de su novio y sea felíz, yo haré lo mismo — dijo en un tono nervioso, pero tajante. Se fué a paso rápido y no lo pude alcanzar porque estaba casi desnuda, ni siquiera pude replicar.

Arreglé mi vestido, con el cabello como si me hubiese caído un rayo y las lágrimas a punto de caer caminé a casa.

¿Por qué él me había dejado así ?

¿Qué le había pasado, tenía miedo de que nos descubrieran o era algo más?

¿Estaba casado?

Emmanuel lo mataría si se entera, ¿qué voy a hacer?

Esa y otras preguntas me atormentaron el resto de la noche.

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Subí capítulo para festejar que la historia llegó a los 20k de lecturas, nada de esto sería posible sin ustedes y solo me resta decirles muchisimas gracias, los amo ❤❤❤

Espero sus votos y comentarios, como notarán no soy tan buena escribiendo smut, pero espero les haya gustado el capítulo.



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