56. Püllü

No estoy muerta.

Es lo único en lo que puedo pensar.

No estoy muerta.

Y Nikolaj tampoco.

Mi cabeza palpita. Mi cuerpo se siente masacrado, adolorido. Soy consciente de que me encuentro acostada en algo duro, húmedo y frío. Un olor a quemado y moho inunda mis fosas nasales. No logro escuchar nada, unos pocos pasos de vez en cuando, y el crujir de la madera.

Intento abrir mis ojos, pero me cuesta. Es como si estuviese en el fondo de un agua espesa y oscura, y que esta me atrapara, impidiéndome salir a la superficie. Lucho con todas mis fuerzas, mi cuerpo maltratado no quiere cooperar.

Emito un leve quejido de dolor. Abro los ojos, por fin. Me cuesta acostumbrarme a la luminosidad. El sol brilla tan fuerte que encandila. Respiro agitada por el esfuerzo, no estoy bien, lo sé. Jochem, el coche, Nikolaj...

Lentamente volteo y observo lo que me rodea. Estoy en una pequeña habitación sin amueblar, la madera es vieja, desvencijada. Una pequeña ventana cuadrada en lo alto de la pared a mi izquierda permite que la luz se cuele.

Jochem, el coche, Nikolaj.

Tomo una gran bocanada de aire y me intento sentar. Ahogo un grito cuando el dolor atraviesa mi espalda. Miro mis manos, las palmas heridas, los rasguños en el dorso, la sangre seca. Observo mi pierna izquierda. El vidrio que se enterró en mi muslo ya no está, en cambio, alguien ha puesto un trozo de tela sobre esta. A pesar de lo machacado que está mi cuerpo, no parece que tenga nada grave. Lo que no entiendo es quién me ha curado, ni por qué. No tiene sentido que Jochem lo haga, a menos que...

Un fuerte golpe me sobresalta. Escucho a alguien gruñir. Me acerco a una de las paredes y me levanto como puedo. Más golpes, más rugidos. Escucho que hablan, discuten. Me acerco a la puerta, distingo que alguien habla alemán. ¿Nikolaj? No logro entender lo que hablan. Abro la puerta y observo la escena. Jochem y Nikolaj agazapados, preparados para atacar, mirándose con odio. Ambos me observan cuando abro. Nikolaj con alivio, Jochem con desprecio. Doy un paso hacia Nikolaj pero enseguida Jochem me corta el paso.

—¿Dónde crees que vas? —me pregunta. Frunzo el ceño. En otra ocasión, lo habría enfrentado, pero con el estado en que estoy, ni siquiera estoy segura de que pueda hablar.

—¡Déjala ir! —exclama Nikolaj furioso. Lo miro, la angustia está presente en sus ojos. Jochem se voltea a verlo.

—Todo es culpa tuya, hermanito. Si tú no hubieras atentado contra mí, no habría tenido que recurrir a esto, y lo sabes —replica Jochem, con aquel tono frío, imperturbable y siniestro.

Nikolaj me observa, siento como la desesperación crece en ambos. Estar tan cerca, con Jochem impidiéndonos estar juntos. Miro su brazo derecho al descubierto, su piel enrojecida, sanando. Es como si se hubiese quemado. Lleva una sudadera negra con capucha. Probablemente busco a pesar del sol. ¿Cómo se le ocurre hacer eso? ¿Arriesgarse de esa manera?

—Te he dicho, te llevaré hasta el piuchén, solo déjame llevarla a casa —ruega Nikolaj. Jochem niega con la cabeza.

—¿Crees que voy a confiar en tus palabras? ¡Has intentado asesinarme! —ruge con furia.

Retrocedo, temerosa. Era obvio que el plan de Nikolaj había fallado. Jochem voltea a mirarme y toma mi mentón con fuerza, obligándome a mirarlo. Ya no tiene heridas, luce como siempre, aunque más despeinado, con cierto grado de locura bailando en sus ojos.

—Mi hermano pequeño ha intentado asesinarme, y todo por culpa tuya —masculla. Lo miro con el profundo odio que siento por él.

—No es mi culpa que seas un psicópata de mierda —digo entre dientes.

Frunce los labios, mostrando sus dientes. Sus ojos comienzan a cambiar de color. Me empuja contra la pared, sus colmillos se alargan. Me remuevo inútilmente.

Crac.

Jochem exclama y me suelta, cayendo al suelo. Miro al frente. Nikolaj se oculta en las sombras. Ha destrozado una muralla de madera, dejando que la luz entre. En un abrir y cerrar de ojos llega a mi lado, sus manos se queman. Lo empujo nuevamente hacia las sombras y lo abrazo con todas mis fuerzas. Extrañaba su frío sobrenatural. Sus brazos me rodean, hunde su rostro en mi cuello.

Me separo y lo miro. Tengo tantas preguntas, tantas cosas que decirle. Miro hacia atrás, Jochem tiene toda su espalda quemada, la tela blanca de su camisa se ha manchado de sangre y se ha pegado a su piel. Gruñe adolorido.

—Escúchame, no tenemos mucho tiempo. Debemos irnos —me dice Nikolaj. Lo miro y asiento.

Me toma en sus brazos y salimos corriendo. Su mandíbula se tensa los rayos del sol que se cuelan por entre los árboles. Hace su mayor esfuerzo, pero aquel bosque no es tan frondoso, por lo que eventualmente tropieza y se queja.

—Nikolaj para —le digo. Ni siquiera vamos muy rápido, probablemente debido a que está herido.

Nikolaj intenta seguir pero cae de rodillas. Me apoyo en el suelo. Mi cuerpo adolorido. Intenta levantarse, pero veo como todo le duele. Me acerco, paso mis manos bajo sus brazos y lo arrastro con toda mi poca fuerza restante hasta un árbol, que le da toda la sombra.

Me dejo caer de espaldas al suelo, respirando agitada. Él está igual que yo.

—Tenemos que seguir —dice entrecortadamente.

—¿Qué pasó con el plan? —pregunto. Levanta la cabeza y me mira.

—No pudimos —niega—, atacamos... mató a Thorsten. Y por poco me mata a mí. Está desquiciado, Sofie. Ava y Siegfried se han ido, Liane está muerta... es peligroso. Hará lo que sea por asesinar al piuchén.

—¿Entonces? ¿Qué haremos? —pregunto. Nikolaj niega con la cabeza.

—Este no es tu problema. Él tiene razón, yo causé esto. Ahora debo arreglármelas para ver que hago. —sentencia. Frunzo el ceño, molesta.

—No —niego. Me mira y suspira—, él asesinó a Elías y a Melisa. E indirectamente, provocó la muerte de Héctor. No estoy involucrada por ti sino por mí, créeme.

Sofie...

—¡No! —exclamo—. Deja de apartarme, hace mucho tiempo que esto dejó de ser un asunto tuyo solamente. Jochem hostigó a mi hermana, amenazó a mi familia y mató a mi mejor amiga. No voy a quedarme de brazos cruzados, dejándote a ti solo enfrentarte a él.

Nikolaj me observa, en silencio. Respiro agitada, liberando toda la rabia que me embarga. Jamás creí que odiaría a alguien de la forma en que odio a Jochem. Destruyó a mi hermana, me convirtió en asesina.

Sin previo, Nikolaj toma mi rostro y me acerca a él. Captura mis labios con los suyos y me besa desenfrenado. La mezcla de angustia, desesperación, deseo, y necesidad que nos embarga, se deja sentir con claridad en aquel beso.

Se separa de mí, sus ojos de hielo observándome. Aquel beso tenía demasiada nostalgia, y me dejaba la sensación de que sería el último. Abre la boca para hablar pero la voz de alguien nos interrumpe.

—Que ternura me dan.

Volteamos. Jochem está de pie junto a nosotros. Solo ahí reparo en que la luz del sol ha desaparecido, probablemente por una nube que lo ha tapado.

Alguien me empuja contra un árbol. Un revoltijo borroso pelea, golpeando los árboles con tanta fuerza que algunos caen. Me levanto como puedo, mirando aquel espectáculo de titanes luchando. Alguien sale volando por los aires. Miro con angustia.

Sofie —escucho junto a mí. Me sobresalto. Nikolaj luce casi indemne, excepto por un largo corte en su mejilla izquierda—. Vamos.

Me toma en brazos y salimos corriendo. Me afirmo de su cuello, no tengo idea de a dónde vamos, pero debemos alejarnos de Jochem. El sol comienza a iluminar nuevamente, lo escucho quejarse. Comienza a disminuir la velocidad. Distingo donde estamos. A lo lejos, diviso la casa de Aukan. Nikolaj apenas camina, luchando contra las heridas de su cuerpo. Me bajo de su espalda y lo cubro como puedo, ayudándolo a caminar.

—¡Aukan! —grito desesperada. La nariz de Nikolaj sangra profusamente. Paso su brazo sobre mis hombros—. ¡Aukan!

Observo sus quemaduras. Miro mi palma. Las heridas cicatrizadas. Aprieto con fuerza los puños y con mis dedos las vuelvo a abrir. La sangre comienza a asomarse. Le acerco mi mano a su boca pero él se resiste. Sin embargo, no tiene la suficiente fuerza para alejarse, por lo que pego mi mano a su boca sin problemas, y aunque en un principio es reticente, termina abriéndola y bebiendo de mi sangre.

—¡¿Sofi?! —pregunta Aukan. Miro hacia delante.

—¡Ayúdame! —le suplico.

Aukan corre hacia nosotros y me ayuda a sostenerlo. No despego mi mano de la boca de Nikolaj, sus heridas no sanan, probablemente porque seguimos expuestos al sol. Entremos a trompicones a la casa de Aukan. Cierra la puerta tras nosotros, Nikolaj aleja su boca de mi mano y muerde mi muñeca. Aprieto los labios pero no me aparto. Está muy malherido, y todo por ir a rescatarme.

—Sofía —me regaña Aukan.

—¡Casi muere por ir a salvarme! —le espeto. Nikolaj me acerca a él, rodeando mi cintura con su brazo.

—¿Dónde estabas? ¿Qué ocurrió? Tus padres te creen muerta, Sofi —pregunta.

Nikolaj aleja mi muñeca de su boca y lame la herida. Aukan rápidamente se acerca y me coloca un pedazo de tela, mirando de mala gana a Nikolaj, quien me observa, acusándome con la mirada.

Sofie... —comienza a decir.

—¿Hasta cuándo vas a seguir regañándome por salvarte? —espeto molesta.

—Hasta que te des cuenta que no debes hacerlo —replica molesto.

—No, claro que no. Debo simplemente dejarte morir —bufo. Nikolaj frunce el ceño.

—¡No soporto verte en peligro! —exclama.

—¡Y yo no soporto verte herido!

Nos miramos en silencio, pero no porque la discusión haya acabado, sino porque la luz se ha ido nuevamente. Aukan nos mira como si fuésemos unos bichos raros.

—¿Qué...?

La puerta se abre de par en par. Nikolaj se posiciona rápidamente frente a nosotros. Algo nos empuja hacia atrás. Jochem me coge del brazo y me jala hacia él. Forcejeo, pero es inútil. Jochem me voltea y coloca su brazo sobre mi cuello, apretando. Apenas puedo respirar. Nikolaj se levanta, Aukan mira estupefacto.

—Ahora, querido bruder, has el favor de escucharme, o el frágil cuello de tu querida Sofía se partirá en dos —sentencia Jochem, suena tan discordante el tono calmo y sereno de su voz con aquellas duras palabras.

Nikolaj me mira, aprieta los dientes. Niego con la cabeza, no soy capaz de hablar.

—Está bien —musita Nikolaj. Me remuevo, pero Jochem aprieta aún más mi cuello.

—¿Dónde está? —pregunta Jochem.

—Primero suéltala —le exige. Jochem ríe.

—No, bruder. Tú no estás en condiciones de exigir nada —replica Jochem. Aukan se levanta del suelo.

—¡Que la sueltes! —grita. Jochem lo mira. Temo que vaya a hacerle algo.

—Pero si no salió el mejor amigo enamorado —se bufa Jochem. Aukan tensa la mandíbula—. Dime Nikolaj, ¿Por qué no lo has matado aún?

—Te daré el piuchén, Jochem. Solo déjala ir —insiste Nikolaj, ignorando sus palabras. Jochem aprieta mi cuello y me impide respirar. Aukan y Nikolaj dan un paso adelante.

—Me parece que no estás entendiendo —dice Jochem—, tú debes traer el piuchén acá, y cuando lo vea, solo ahí soltaré a tu querida humana.

Rasguño su brazo, pataleo. Siento mis pulmones luchar por conseguir algo de aire.

—¡Está aquí! —exclama Aukan. Nikolaj lo mira. Jochem sonríe, suelta su agarre. Toso, recuperándome.

—Parece que Aukan te quiere más que Nikolaj, Sofía —susurra en mi oído. Levanta la cabeza y los mira—. Enséñame.

Nikolaj comienza a caminar hacia la entrada junto a Aukan. Jochem sale por la puerta, conmigo entre sus brazos. No despego mis ojos de Nikolaj. Camina hasta el granero, le seguimos de cerca. Se detienen frente a la puerta. Miro suplicante. No lo hagan.

Aukan abre la puerta del granero y Nikolaj entra. Jochem ríe por lo bajo, disfrutando de mi sufrimiento. Nikolaj sale con el gallo entre sus brazos. Un gallo hermoso, uno que ya conocía. Uno que, en realidad, no es un gallo.

Veo los ojos de Jochem chispear. Dejo caer mis manos, rendida. Ya nada hará que Nikolaj vuelva a ser humano, nunca podremos detener a Jochem.

En mis dedos, una especie de ovalo pequeño cae. Miro mi mano, tocando aquella cosa. Abro mis ojos sorprendida. Por supuesto, desde aquel encuentro con Jochem, ocultaba un diente de ajo en mis ropas. Y este abrigo no había sido la excepción.

No lo pienso más. Miro a Jochem, sonríe ampliamente. Nikolaj me observa, arquea una ceja, sin entender nada.

Todo ocurre muy rápido.

Levanto mi mano y le echo el diente de ajo a la boca. Me suelta y caigo al suelo. Nikolaj se me acerca y me ayuda a levantarme, estrechándome entre sus brazos. Jochem escupe sangre y nos mira, furioso. Nikolaj sonríe, abrazo su torso. Y entonces, hace lo impensado: deja ir al piuchén.

Abro los ojos como platos, Aukan mira boquiabierto. El ave sale volando sin problemas, demostrando una vez más que no era un simple gallo. Jochem mira incrédulo. Su rostro se desfigura por la rabia. Sus ojos llamean odio, ya no parece humano, ni por asomo.

En una milésima de segundo nos agarra del cuello y nos levanta del suelo. Su mano aprieta cada vez más sobre nuestro cuello, con una fuerza descomunal. La vista se me nubla siento mi pecho quemarse.

Entonces Aukan le entierra un trozo de madera en el abdomen y nos suelta. Caemos al suelo, luchando por volver a enviar aire a nuestros pulmones. Nikolaj estira su mano y coge la mía.

—¿Estás bien? —pregunta con voz rasposa. Asiento.

Jochem se saca el tronco y Aukan retrocede. Del granero, saca la estaca de canelo de Nikolaj. Me siento en el suelo. Aukan intenta enterrarle la estaca, pero falla. Jochem se la quita. Y entonces lo veo: va a matar a Aukan.

—¡Aukan! —grito desesperada.

Me paralizo. Jochem sostiene del cuello a Aukan, sonríe de lado. Levanta la mano con la estaca, y cuando creo que se la va a enterrar, Nikolaj lo empuja y esta termina dándole de lleno en el pecho.

Mi mundo se detiene.

La respiración se me corta.

—¡NO! —exclamo.

Me levanto y corro hasta él. Su cuerpo cae al suelo. Jochem retrocede. Me agacho junto a Nikolaj y tomo su rostro entre sus manos. Estoy llorando, ni siquiera sé cuando comencé a llorar, pero mis lágrimas empañan mi visión.

—Nikolaj —sollozo.

Mi labio inferior tirita. Veo sus ojos de hielo, pero aquel brillo ha desaparecido. Ahora no son más que unos ojos azules, apagados.

Siento mi pecho abrirse, como si quedara expuesto, y alguien lo quemara a carne viva. Un grito desgarrador emana de mi garganta y me dejo caer sobre su cuerpo.

Nikolaj está muerto.

El dolor es insoportable. No puedo aguantarlo, es como si toda mi alma estuviese expuesta, y la estuvieran quemando poco a poco. Sollozo incontrolablemente, mi cuerpo se parte en mil pedazos, ya no siento nada más que dolor.

Cierro los ojos, quiero que aquello me consuma. No tengo fuerzas para seguir respirando. Mi cuerpo tiembla, y caigo en aquel espiral de dolor y depresión. Sin salida, sin esperanza.

Me rindo.

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