50. Külleñu
Mi corazón se detiene mientras veo a Melisa caer al suelo.
Muerta.
Está muerta.
Muerta. Muerta, muerta, muerta. Sin vida.
—¡NO! —grito, acercándome a la barandilla, sintiendo el dolor expandirse por mi cuerpo, como si rompiera.
Nikolaj me agarra de la cintura y me afirma contra su cuerpo.
—¡No! —sollozo, gritando descontrolada.
Veo a Liane sonreír sádicamente. El cuerpo de Melisa cae, los que están cerca lo notan, mientras que los demás continúan bailando, disfrutando de la fiesta. Me derrumbo en los brazos de Nikolaj. No puedo creerlo, no soy capaz de procesarlo. Me falta el aire.
—Esto es tu culpa, tuya y de Nikolaj —dice Jochem, con un tono despreocupado. Como si la vida de mi mejor amiga no valiera nada—. Si no me llevas hasta el piuchén, mataré a cada uno de los seres queridos de tu amada Sofía, hasta matarla a ella.
Muerta, Melisa está muerta. Muerta.
Liane salta y llega junto a Jochem, le da una mirada significativa a Nikolaj.
—Sofie —llama Nikolaj. Las lágrimas comienzan a salir de mis ojos y sollozo incontrolablemente.
—Hola, Nikolaj —dice, con voz seductora.
—Sofie, mírame —me pide Nikolaj—. Tenemos que irnos.
Nikolaj me toma en brazos, me aferro a su cuello. No puedo reaccionar, solo sé que lo necesito, y que Melisa está muerta.
Muerta...
Las palabras resuenan en mi cabeza.
Escucho como la gente comienza a alarmarse por Melisa. Creo que saltamos, no estoy segura. Pero cuando estamos saliendo, logro ver por sobre su hombro el cuerpo de mi amiga, la sangre saliendo de su cabeza, su cuello torcido.
Siento que ya no soy yo. Que mi cuerpo llora solo, me ahogo entre sollozos. Escucho a alguien vomitar.
—¿Nikolaj? —le pregunta Aukan.
—Debemos irnos —le dice él. No puedo controlarme.
—Sofi... ¿Qué mierda ha pasado? —pregunta.
—Aukan, debemos irnos ya —le dice Nikolaj con tono severo.
Alguien se queja. Tirito, pero no por el frío. Es mi cuerpo en shock que no es capaz de reaccionar, es como si hubiese ocurrido un cortocircuito en mi cerebro.
—Deja a Héctor ahí, debemos irnos —le dice Nikolaj.
—¿Cómo voy a dejarlo aquí? —pregunta Aukan.
—Pronto llegará gente aquí fuera, va a estar bien —insiste Nikolaj, exasperado.
—¿Qué le pasa a Sofi? ¿Dónde está Melisa? —pregunta. Mis llantos se intensifican. Nikolaj gruñe.
—Es hora de irnos —masculla.
La puerta del coche se abre y entramos. Nikolaj me acurruca entre sus brazos. Limpia mis mejillas con sus manos y me abraza con fuerza. No hay nada que pueda calmarme, nada que me haga reaccionar, nada que disminuya el dolor que siento. Es como una cuchilla fría enterrándose en mi pecho.
—Llama Isabel, dile que nos abra. Sofie no está en condiciones de nada —le ordena Nikolaj.
Siento a Aukan hablar por teléfono. Nikolaj besa mi mejilla, me sostiene con firmeza. Susurra palabras en mi oído, aunque solo logro captar "alles wird gut", que significa "todo estará bien". No entiendo como todo estará bien. Acabo de ver como mataron a sangre fría a mi mejor amiga desde los seis años.
El coche se detiene, mis sollozos se calman un poco. Bajamos del auto, Nikolaj me tiene entre sus brazos. A una velocidad supernatural, llegamos a mi habitación. Se sienta conmigo en la cama. Escucho pasos. Con la visión borrosa por mis lágrimas, veo a Aukan e Isabel en el marco de mi puerta, mirando sin entender. Nikolaj sigue susurrando en mi oído.
—¿Qué ocurrió? —pregunta mi hermana en voz baja.
—No lo sé —responde Aukan.
—Alles wird gut —susurra Nikolaj. Respiro lo más profundo que puedo, sigo sintiendo que me falta el aire.
El teléfono de alguien suena. Isabel arruga el entrecejo, y deja caer su teléfono al suelo, haciendo gran ruido.
—¿Isabel? —pregunta Aukan.
—Melisa... —susurra, conmocionada—. Melisa... Melisa está...
—Muerta —termino la frase por ella. Levanto la cabeza y los miro. Aukan tiene los ojos bien abiertos, Isabel mira el suelo, sin entender—. Está muerta.
Hundo mi cara en el cuello de Nikolaj y me abraza.
Siento que mi cerebro es incapaz de procesar lo que ocurre después. Me mantengo en aquella posición, aferrada a Nikolaj, como si me estuviese hundiendo en el mar y él fuese mi salvavidas. No sé cuánto tiempo pasa, lloro en silencio, pensando en Melisa. Las imágenes de Liane torciendo su cuello se repiten una y otra vez en mi cabeza hasta el cansancio, hasta que ya soy incapaz de pensar algo concreto y me quedo quieta, sintiendo como el sueño me va ganando hasta que de pronto, desaparezco.
Cuando abro los ojos, la poca luz que se cuela por la ventana deja entrever que es más de mediodía, pero no parece que hubiera sol. Mi mejilla está apoyada en el pecho de Nikolaj, y puedo escuchar el lento latir de su corazón. Me levanto lentamente y lo miro. Sus brazos abrazan mi cintura.
Me encuentro sus ojos de hielo mirándome. Siento mis ojos hinchados, mi boca seca. Soy consciente de lo ocurrido en la madrugada, pero o estoy muy cansada o me quede sin lágrimas para seguir llorando.
—¿Cómo estás? —pregunta en un susurro. No sé cómo empezar a responder esa pregunta.
—Tengo sed —musito.
Nikolaj asiente. Estira el brazo y coge un vaso de agua. Me lo entrega. Bebo grandes sorbos hasta terminar todo el contenido. Le entrego el vaso a Nikolaj y él lo deja en mi mesita de noche.
Me mira. Estira su mano y acaricia mi mejilla. Cierro los ojos, es agradable sentir su piel fría sobre la mía.
—¿Quieres bajar a comer algo? —pregunta. Niego con la cabeza.
Abro los ojos, mirando a nada en particular.
—Quiero ir al lago.
Nikolaj se sienta y acuna mi rostro entre sus manos. Esboza una tierna sonrisa y asiente. Se levanta y se acerca a la ventana, yo le imito. Abre la cortina y luego la ventana. El día está gris, silencioso. Voltea a mirarme. Me toma entre sus brazos, y en menos de un segundo, estamos en el jardín. Avanza con su velocidad inhumana y me deposita en la arena, a orillas del lago. Mis pies descalzos reciben el agua fría y suspiro, disfrutando de esta. Cierro los ojos, mis pensamientos están más ordenados, la conmoción ha pasado.
—¿Mis padres? —pregunto en voz baja.
—Fueron con los padres de Melisa —replica.
—Bien —susurro. No quería verlos ahora, recién había podido dejar de llorar y calmar mi mente entre todo el dolor.
—Isabel les ha convencido de que querías estar sola. La historia es que Aukan y tú venían de regreso cuando recibieron las noticias. Isabel está dentro. Aukan está en su casa.
Asiento.
Abro los ojos y miro el lago, las nubes reflejándose en el agua. A pesar del dolor, la angustia y la tristeza, tengo muy clara una cosa: esto no es culpa nuestra. Ni mía, ni de Nikolaj. Lo intentamos engañar y fallamos, pero el problema no somos nosotros, sino Jochem. Él es el sádico, él es el responsable de dar las órdenes. Él.
—No puedes volver con Jochem —susurro. Por el rabillo del ojo, veo que Nikolaj se mantiene junto a mí, quieto, observándome.
—No —concuerda él.
—No podemos dejar que gane. No podemos dejar que mate al piuchén —continúo.
—No.
Volteo y lo miro.
—Nadie estará seguro mientras él siga existiendo.
Nikolaj no dice nada, me mira en silencio.
—Tenemos que matarlo —sentencio.
Nikolaj tarda unos segundos, mirándome a los ojos, pero finalmente asiente.
—Lo haremos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top