49. Takuangewe

Miro a mi alrededor. No deberíamos estar aquí. Primero, porque está a punto de amanecer, y segundo, porque estos terrenos son de alguien que perfectamente podría dispararnos sin dudarlo un solo segundo. Puede que Nikolaj no tenga problemas con ello, pero yo estoy bastante segura que con una bala moriría.

¿La razón por la que estamos acá? Ni puta idea. Nikolaj simplemente salió a cazar a medianoche y volvió a buscarme, sin decirme a donde veníamos ni darme explicaciones.

Estoy junto al cerco con alambre de púas esperando a que vuelva. Ni siquiera sé qué fue a hacer, pero me pidió quedarme aquí. Una brisa fría azota mi cara y suspiro aliviada. Nikolaj lleva un saco de tela en su mano, algo se mueve en su interior. Frunzo el ceño.

—¿Estás robando? —pregunto sorprendida.

—Vámonos, los perros me han notado —me dice, sin responder a mi pregunta.

Se voltea y me muestra su espalda. Quiero discutir, preguntarle que cojones hacemos acá, pero no quiero quedarme aquí más del tiempo necesario. Subo de un salto a su espalda y él comienza a correr con su abrumadora velocidad inhumana. Todo pasa borroso, como una bruma.

Se detiene de pronto. Escucho el sonido del agua cayendo. Me deposita en el suelo con cuidado. Estamos junto a la cascada, y según recuerdo, esto está cerca de la cueva donde duerme (si a lo que sea que hace se le puede llamar dormir). Lo miro y frunzo el ceño.

—¿Qué...? —Coloca su índice sobre su boca, me callo. Señala el bosque y luego su oreja.

El mensaje es claro: no hables, pueden escucharnos.

Asiento y deja caer su mano, sonriéndome. Me entrega el saco de tela. Lo cojo, aunque algo dudosa. No tengo idea de lo que hay dentro, ni por qué tanto secreto. Sin previo aviso, me toma en brazos. Ahogo un gritito y lo miro con los ojos abiertos de par en par. Él mira hacia arriba, dobla las rodillas y salta.

Cierro los ojos y abrazo el saco contra mi pecho. Siento los pies de Nikolaj pisar una superficie dura. El sonido reverbera en las paredes. Abro los ojos lentamente. Está completamente oscuro, puedo sentir de afuera el sonido de la cascada, mucho más potente. El lugar es muy húmedo.

No tengo que ser adivina para saber que estamos en la cueva de Nikolaj. Me deposita en el suelo y me quita el saco. Me tiende su mano, apenas logro ver con la poca luz de la luna que alcanza a iluminar el interior del lugar.

—Vamos —susurra.

Cojo su mano y comienza a caminar, guiándome en aquella negrura que parece infinita. Avanzamos unos pocos metros, doblando hacia la izquierda, y nos detenemos. Nikolaj me suelta. Intento ver que hay alrededor, pero me es imposible. Aquí estamos en oscuridad absoluta.

Clic.

Volteo a mi derecha y veo fuego. Nikolaj ha encendido la llama de una lámpara de aceite, muy antigua. Me sonríe.

—Bienvenida a mi "hogar", Sofie —dice, con tono juguetón.

Ahora que hay luz, soy capaz de observar el lugar. Las paredes de piedra y tierra, a unos lados artefactos antiguos, una pequeña pila de ropa. Hay una manta en el suelo, al lado de Nikolaj. Y libros, varios libros de aspecto viejo.

—¿Por qué estamos aquí? —pregunto sin entender. Nikolaj se sienta y señala con su mano el suelo.

—Siéntate —me dice.

—Nikolaj...

—Te explicaré todo, pero siéntate —me interrumpe.

Resoplo pero le hago caso. Me siento en el suelo de la cueva. El saco de tela sigue moviéndose, con lo que sea que haya en su interior.

—Te traje aquí por dos cosas. La primera, porque si Jochem sigue nuestro rastro y nos detecta juntos, creerá que simplemente estamos en otra de nuestras salidas nocturnas —comienza a decir. Levanto las cejas sorprendida. ¿Jochem puede seguirnos el rastro? Por supuesto que puede—. Y la segunda, para explicarte el plan.

—¿El plan? —pregunto.

—El plan para engañar a Jochem —afirma. Abro los ojos como platos.

—¿Qué?

—Me diste la idea esta noche. Y creo que podemos llevarlo a cabo, si somos rigurosos —explica. Frunzo el ceño.

—¿Y no podías explicármelo en casa? —pregunto, observando la cueva. La humedad cala mis huesos.

—No —niega Nikolaj—. La razón por la que tengo la cueva aquí es porque el sonido de la cascada impide que puedan escuchar desde fuera, tendrían que entrar a la cueva, y lo detectaría. Es el mejor lugar para esconderse de Jochem.

—De acuerdo... te escucho —digo, analizando la información que acabo de recibir.

—¿Recuerdas cuando te dije que Jochem buscaba mal, porque el piuchén que nos convirtió ya no se veía de la misma manera? —pregunta, yo asiento—. La forma del piuchén madura es la de un gallo. Pasan casi inadvertidos, son tal vez un poco más altos. Lo que los delata es la edad y que usualmente, el ganado cerca de ellos enflaquece con rapidez.

Nikolaj abre el saco y con sus manos saca lo que hay dentro: un hermoso gallo de cresta roja, plumas coloridas y brillantes. Me echo hacia atrás instintivamente.

—Nikolaj... —susurro.

—No te preocupes —me dice—, este no es un piuchén, este es un gallo normal, solo que más grande y muy hermoso.

Frunzo el ceño.

—¿Entonces por qué le has traído? —pregunto. Nikolaj me mira.

—¿Qué es lo que quiere Jochem? —pregunta.

—Matar al piuchén —replico sin pensarlo. Él asiente. Abro los ojos en sorpresa al comprender su plan—. Nikolaj...

—Sí —afirma—, voy a entregarle este gallo muerto y decirle que es el piuchén.

Nikolaj comienza a contarme con lujo de detalle su plan. Me pena matar a un animal que no tiene la culpa de nada, pero por otra parte, no le veo otra solución, considerando que la alternativa es que maten a mis amigos o a él incluso.

Cuando el cielo comienza a clarear, Nikolaj me vuelve a entregar el saco. Apaga la lámpara de aceite, me toma en brazos, y volvemos rápidamente a casa. Me aseguro de cerrar bien las cortinas y colocar pestillo a mi puerta antes de ir a la cama y desfallecer. Estaba muy cansada.

Por la tarde, cuando por fin me encontraba del todo despierta, y después de cenar con mis padres, llamé a Aukan y le pedí ropa para Nikolaj, más adecuada para ir a la fiesta. No parecía convencido de la idea de nosotros dos salir en público, pero tampoco podía darle más explicaciones.

La fiesta de la juventud era un secreto a voces. Celebrada en un club nocturno cercano a la playa Venado, se suponía que era para mayores de edad que celebraran el fin de su juventud, usando disfraces y jugando. Pero aquel espíritu pronto se desvirtuó y quedo como una fiesta juvenil, donde la gente se disfrazaba, bebía y bailaba. Y por supuesto, asistían jóvenes que aún no cumplían la mayoría de edad.

En su momento, recuerdo a Isabel entusiasmada por asistir a una de estas. Pero dadas las circunstancias actuales, ni siquiera había tocado el tema. Simplemente nos ayudó entregándonos unas simples máscaras venecianas de plástico. Era más que suficiente para que nos dejaran entrar a la fiesta.

La noche era fría, la luna llena brillaba en todo su esplendor. Mi madre creía que iría a casa de Aukan, quien se había ofrecido a irnos a dejar. Él por supuesto no tenía ni la más mínima intención de asistir a aquella fiesta, pero prefería mantener vigilado a Nikolaj, aún no se fiaba de él.

Aukan aparca en los estacionamientos de la playa. Se siente el retumbe de la música desde fuera. El ambiente es tenso. Volteo y miro a Nikolaj, el saco con el gallo muerto en su interior. Trago saliva.

—¿Me van a decir el puto plan? —pregunta Aukan, mirándonos a ambos.

—No podemos —admite Nikolaj. Aukan lo mira, frunciendo el ceño. Él le hace las mismas señas, indicando que nos escuchan. Resopla.

—Iré con ustedes —afirma.

—¡No! —exclamo—. Aukan, esto es peligroso.

—Por lo mismo debo estar ahí para ayudarte.

—No —niega Nikolaj—. Te necesitamos aquí.

—¿Qué? —pregunto. Nikolaj me observa.

—Si todo sale mal, si necesitas escapar... necesito saber que estarás a salvo —me dice. Niego con la cabeza.

—No.

Sofie —dice con súplica.

Miro mis manos, que juegan con la máscara. No me gusta pensar en que todo saldrá mal. En que debo separarme de él.

—Estaré aquí —afirma Aukan, otorgándome una cálida sonrisa.

Respiro hondo. Supongo que no me queda otra opción. Me coloco la máscara, Nikolaj la amarra con sus ágiles dedos. Volteo a mirarlo preocupada.

—Te veré dentro. —Sonríe, coloca una mano en mi mejilla. Asiento.

Salgo del coche y camino hacia la fila, sin mirar atrás. Me había colocado unos pantalones negros ceñidos y una linda blusa dorada sin mangas, que combinaba con mi máscara. Sobre esto un suéter de lana gris, muy delgado. Sabía que me daría calor dentro del club.

Coloco las manos en mis bolsillos, y miro la fila. Creo reconocer a algunos de mis compañeros.

Siento unos toquecitos en mi hombro, volteo y veo a una chica con el rostro maquillado como una catrina mexicana y un vestido de tul negro que deja al descubierto sus hombros.

—¿Melisa? —pregunto. Ella asiente—. ¡Vaya! Tu maquillaje está hermoso.

—Gracias —replica, y mira a su lado. Mi sonrisa desaparece cuando noto que a su lado está Liane, con un corsé rojo apretado y una capa negra. En la comisura de su boca hay sangre, espero que falsa.

—Hola, Sofía —me saluda, mostrando sus dientes blancos. Finjo una sonrisa.

—Hola —replico.

—¿Adivinas de que está disfrazada? —pregunta Melisa. Me quedo callada. Liane sacude su cabello hacia atrás y ríe.

—Soy una vampira —dice. Puedo ver el brillo escarlata asomarse en sus ojos.

La fila comienza a avanzar, para mi suerte, y nos permiten entrar. Inmediatamente me dirijo a la barra, cerca de las puertas que dan a la cocina, y por donde Nikolaj va a entrar.

Observo a mi alrededor. La música suena, tronando en mis oídos. Las luces y los disfraces me aturden un poco, pero me mantengo concentrada, buscando señales de la presencia de Jochem en el lugar.

La gente se apelotona en la barra, bebiendo alcohol como si fuese agua. No quito mis ojos de Melisa mientras bebe varios tragos de un contenido anaranjado, servidos en pequeños vasos de vidrios. Liane fija sus ojos en mí y sonríe. Toca el cuello de Melisa, pasando sus uñas por su piel. Lo que a Melisa parece gustarle, a mí me aterra.

No sé cuánto tiempo pasa, solo sé que la ansiedad me consume y no puedo dejar de mirar alrededor, en busca de Jochem.

Una mano fría toca mi espalda. Me tenso. Soy capaz de reconocer perfectamente que aquel frío gélido no es el de Nikolaj. Jochem se sienta junto a mí, lleva también una máscara veneciana, que cubre por completo su rostro. Se la levanta y me sonríe, con aquel aire siniestro que siempre lo acompaña.

—Un placer verte de nuevo, Sofía —dice, su voz dando cierto dejo de burla en sus palabras.

—Ojalá pudiera decir lo mismo, pero no se me da tan bien mentir —replico con brusquedad. Él ríe a mi lado. Se acerca a mí, intento alejarme pero afirma mi brazo. Lo miro asustada.

Pega sus labios a mi oreja, lo siento inspirar mi cabello. Tiemblo.

—Dime algo, Sofía. ¿Mi hermano nos deleitará con su presencia esta noche? —pregunta.

Me aparto de él, mirándolo con recelo. Su sonrisa maquiavélica se amplía.

En un abrir y cerrar de ojos, desaparece. Resoplo, miro a mi alrededor. No se ve por ninguna parte.

Mis ojos encuentran a Héctor, vestido como jugador de béisbol. Está sentado en un taburete del otro lado de la barra, y en su regazo, una chica pelirroja y ojos verdes algo rasgados. Es hermosa, y con toda seguridad, una vampira.

Por el rabillo del ojo, capto movimiento. Volteo. Nikolaj salta con cuidado la barra, para no levantar sospechas, y se me acerca. Le abrazo, hundiendo mi cabeza en su cuello. Besa mi coronilla, estrechándome entre sus brazos protectores.

—¿Dónde está? —pregunta en mi oído. Ambos queremos terminar con esto cuanto antes. Levanto la cabeza y lo miro.

—No lo sé. Hace unos segundos estaba conmigo y ahora... —Me callo. Él acaricia mi mejilla—. Liane está con Melisa, y creo que esa de ahí es Ava. —La señalo con la cabeza.

Nikolaj gira y la ve. Asiente.

—Debemos apartarlos de ellos —sentencia Nikolaj.

—¿Cómo? —pregunto. Vuelve a mirarme.

—Encárgate de Melisa, yo me las arreglaré con Héctor. Llévala con Aukan, es lo más seguro para ellos —replica. Frunzo el ceño.

—¿Qué harás? —pregunto. Él sonríe.

—Esto —dice, y acto seguido, levanta mi máscara, acuna mi rostro entre sus manos y me besa.

Me toma por sorpresa, pero le respondo, disfrutando de sus labios fríos, su lengua rozando la mía. Cuando se aleja, me entrega la máscara y señala con los ojos hacia Héctor. Lo veo. Nos mira con expresión colérica. Vuelvo a mirar a Nikolaj.

—No lo mates —le pido. Él ríe.

—¿No es ese el propósito de todo esto? ¿Evitar que lo maten?

Vuelvo a mirar a Héctor. Se ha levantado del asiento y tiene sus manos empuñadas. Miro a Nikolaj. Su pulgar acaricia mi labio inferior.

—Ve por Melisa —susurra.

Asiento. Me levanto del taburete y salgo pitando antes de que Héctor llegue. Miro hacia atrás cuando ya estoy entre la multitud. Héctor empuja a Nikolaj, quien ni se inmuta. El barista se le acerca y señala la puerta de salida. Nikolaj se le acerca, amenazador. Ya sé cuál es su plan, llevarlo fuera y por la fuerza llevarlo hasta el coche de Aukan. Tal vez dejarlo inconsciente en el proceso. Un puñetazo de su parte podía hacer el truco, y como estaba borracho, mañana no se acordaría de nada.

—¡Sofi! —grita alguien a mi izquierda.

Melisa se me acerca riendo. Está sola, y su maquillaje se ha corrido un poco. Se lanza sobre mí y debo usar toda mi fuerza para dejarla de pie.

—Melisa —digo, sorprendida de verla en aquel estado de euforia.

—¿Has visto a Liane? —pregunta. Niego con la cabeza. Debería aprovechar que no está con ella.

—¿Me acompañas al baño? —pregunto. Ella asiente.

Caminamos entre la gente y entramos al baño. Está lleno, pero aún hay cubículos vacíos. Melisa entra corriendo y se dirige a uno. Cae al suelo y vomita en la taza del baño. Arrugo la nariz pero no me alejo. No es la primera vez que la veo en este estado.

Saco un poco de papel y le sostengo el cabello, mientras escucho sus arcadas. Unos cubículos más allá, escucho a otra persona en las mismas condiciones.

—Creo que bebí mucho —comenta, le entrego el papel y limpia su boca, sacando parte de su maquillaje.

—Así parece —replico.

—Creo... creo que volveré a...

No alcanza a terminar su frase y nuevamente bota el contenido de su estómago. ¿Cómo voy a llevarla así al coche de Aukan?

Entonces se me ocurre una idea. Melisa no podrá salir de acá aunque quisiera. Solo debo mantenerla alejada de Liane, y que mejor que en este lugar, con olor a orines y vómitos. Me hago a un lado y cierro la puerta del cubículo.

No quería dejar a mi amiga así, pero debía ir con Nikolaj. Coloco el seguro y tiro de la pequeña palanca para romperlo, para que de esa manera no pueda abrir. Melisa continúa vomitando y gimoteando. Observo el suelo y luego el techo. Además de estar completamente asqueroso el piso, no creo que quepa debajo de la puerta. Pero el techo, por otro lado, no parece tan difícil.

Me subo al estanque de agua del inodoro y me afirmo de los lados. Miro a la pared. Apoyo mi mano allí y subo una pierna sobre las separaciones del cubículo. Unas chicas del cubículo contiguo se quejan, pero no les presto la más mínima atención. Logro subir ambas piernas sobre la madera y rápidamente me lanzo hacia afuera. Caigo en mis rodillas. Me levanto y sacudo mi pantalón. Lavo mis manos y salgo del baño.

Miro el lugar, buscando su máscara veneciana. Cruzo el mar de personas hasta el otro lado del club. Nada. Volteo. Tampoco hay señales de Jochem. No quiero pensar lo peor.

—Hola, Sofía —escucho a mi lado.

Volteo lentamente. Liane me mira con ojos entrecerrados.

—¿Has visto a Melisa? —pregunta, arqueando una ceja.

—No —replico a secas. Ladea la cabeza y sonríe burlona.

—No estarás buscando a Nikolaj, ¿o sí?

La ignoro. De pronto, siento su mano enguantada sobre mi cuello y me estampa contra la pared. Mi máscara cae, soy incapaz de respirar. La miro asustada.

—Respóndeme cuando te hablo —espeta. Mis manos golpean su brazo. Suelta mi cuello y me inclino hacia delante, tosiendo, recuperándome de la falta de aire—. Mírate. Una humana debilucha. ¿Qué demonios vio Nikolaj en ti?

Levanto la cabeza, mi mano en mi pecho que sube y baja, recuperándose. Sus ojos me miran con asco y odio. Un odio profundo. Frunzo el ceño.

—¿Es eso lo que te enoja? ¿Qué siendo humana y débil, Nikolaj prefirió fijarse en mí que en ti? —pregunto.

Toma mi cara con su mano, apretándome con fuerza. Frunce los labios y muestra sus colmillos. Sus ojos se han tornado completamente rojos.

—No eres más que un juguete desechable —escupe. Su mano me hace daño, duele.

Estiro mi mano con una hoja de laurel para colocársela en la cara pero agarra mi muñeca al vuelo. Ladea la cabeza y sonríe, arqueando una ceja.

—¿En serio querías hacerme daño con una hojita? —pregunta divertida.

—No, con esto —susurro.

Saco un puñado de orégano y se lo lanzo en toda la cara.

—¡Ah! —grita.

Me suelta y se echa hacia atrás, tapándose la cara con las manos. Aprovecho mis breves segundos de libertad y escapo. Nuestro encuentro ha pasado inadvertido entre la oscuridad y el gentío. Corro en dirección a la salida, cuando alguien me agarra del brazo. A través de la máscara logro ver sus ojos sádicos. Intento soltarme, pero es inútil. Jochem me lleva hasta unas escaleras que llevan a la zona exclusiva. En esta ocasión, estaba cerrada, pero al parecer Jochem la estaba ocupando.

Subo los escalones a trompicones y me lanza contra un sofá de cuero negro. Me intento levantar pero empuja mi hombro haciéndome caer nuevamente. Se quita la máscara y la deja sobre una mesa.

—¿Qué haces? —pregunto molesta. Él se encoge de hombros.

—Incentivando a mi hermanito —replica sin más.

Lo miro con odio. Solo me quedan unas pocas hojas de laurel, y no parece muy fácil escapar de él desde aquí. Miro la barandilla, analizando cuantos metros son hasta el primer piso. Jochem se para delante de mí y me mira divertido.

—Ni siquiera lo pienses —dice, adivinando mis pensamientos.

Me cruzo de brazos y miro hacia un lado. De pronto, se sienta junto a mí y coge mi muñeca. Trato de apartarme, más él ni se inmuta ante mis intentos. Observa la venda que cubre mi muñeca. Abro los ojos, asustada. Jochem me mira a los ojos con curiosidad.

—¿Alimentaste a mi hermano? —pregunta con incredulidad. Trago saliva. Una sonrisa se dibuja en su rostro, me estremezco—. Vaya, Sofía. Eres una caja de sorpresas. ¿Crees que podrías tener la misma consideración por tu cuñado?

Retrocedo, más él me toma del cabello y tira, exponiendo mi cuello.

—¡No! —ruego desesperada.

—Solo una degustación... —dice, arrastrando las palabras.

Siento su aliento contra mi cuello, me remuevo pero él solo afirma con más fuerza mi cabello. Su otra mano en mi cintura, acercándome a él.

—Suéltala —dice Nikolaj entre dientes.

Lo miro aliviada. Jochem me libera y rápidamente Nikolaj me toma entre sus brazos y me aparta de él. Coloca mi cabello tras mis orejas, me mira preocupado.

—¿Estás bien? —pregunta. Yo asiento.

—Pero que parejita más conmovedora —se burla Jochem. Nikolaj lo mira. Me esconde tras su cuerpo. Me aferro a su espalda, arrugando su camisa—. Entonces, ¿te has decidido? ¿Volverás con nosotros?

Nikolaj no dice nada y le lanza el saco a sus pies. Jochem frunce el ceño y se levanta, mirando el saco sin entender.

—Mejor que eso. Te ahorré la tarea —dice Nikolaj.

Jochem levanta la cabeza y lo mira. Se agacha y mete la mano al saco, para sacar el cuerpo muerto del gallo. Lo observa con detenimiento.

—Querías muerto al piuchén, allí está. Ahora puedes ser el maldito demonio sádico que eres para siempre —escupe Nikolaj.

Jochem se queda concentrado mirando el cuerpo inerte del pobre animal. Lo suelta, dejándolo caer al suelo. Su frialdad me perturba. Es despiadado, perverso.

Mira el suelo y menea la cabeza.

—Debo decir, hermano. Me sorprendes, realmente me sorprendes —dice. Coloca una mano en su pecho y resopla.

—Hice el trabajo sucio, ¿es lo que querías, no? —espeta Nikolaj. Jochem sonríe y asiente.

—Realmente te has superado a ti mismo. —Jochem aplaude—. Felicidades. Felicitaciones.

Lo miramos en silencio, vigilando atentamente cada uno de sus movimientos. No confiamos en él ni un poco.

—Muchas felicidades —repite Jochem—. De verdad, casi lo logran.

Abro los ojos, temerosa, Nikolaj me oculta aún más.

—Por poco me engañan —continúa—, por poco.

Se acerca a la barandilla y apoya sus manos en esta. Respira hondo y levanta la cabeza, mirando al frente.

—Pero no lo hicieron. —Voltea a mirarnos. Respiro frenéticamente, asustada. Jochem hace una mueca y mira al frente—. Liane.

Volteo en su dirección. Liane tiene a Melisa entre sus brazos, mi amiga borracha, sonriendo, mirando a quien cree que es su novia. Liane voltea a Melisa para que nos mire, ella me saluda con la mano.

No.

Coloca sus manos a ambos lados de la cabeza de Melisa, una sonrisa macabra dibujada en su rostro.

—¡No! —grita Nikolaj.

Liane mueve sus manos con rapidez y gira bruscamente el cuello de Melisa. Su cuerpo se desploma, y con la pierna, Liane empuja su cuerpo sin vida de mi mejor amiga por la barandilla, dejándolo caer al suelo.

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