44. Mollfüñ

—¡Nikolaj!

Alcanzo a cogerlo de los brazos, evitando que caiga. La sangre gotea de su camisa. Su rostro tiene varias heridas también, cortes profundos, su cabello rubio tiene tonalidades rojizas, manchado por la sangre. Intento caminar con él a cuestas, pero no soy tan fuerte. Sammy continúa ladrando. Miro hacia la casa.

—¡Aukan! ¡Isabel! —grito desesperada. Coloco una mano en la mejilla de Nikolaj—. Nikolaj —le llamo. Sus heridas no están sanando—. ¡Aukan!

La puerta de la casa se abre de par en par. Ambos me miran, por unos segundos se quedan paralizados, pero luego ambos recobran el movimiento y corren hacia mí. Aukan salta la cerca y me ayuda a tomarlo en brazos. Mi hermana estira los brazos cuando nos acercamos a la cerca. Mientras yo paso ella lo sostiene, y luego esperamos a Aukan.

Caminamos rápidamente hasta la casa. Sammy nos sigue, olfateando los pies de Nikolaj, llenos de sangre. Isabel nos abre la puerta y nos deja pasar.

—¿A dónde lo ponemos? —le pregunto a Aukan, haciendo mi mayor esfuerzo por caminar rápido.

—A la mesa de la cocina —replica, pensando con toda rapidez.

Isabel pasa delante de nosotros. Entramos a la cocina. No lo piensa más, y bota todo lo que hay sobre la mesa, dándonos espacio para colocar a Nikolaj.

—Aquí —dice. Coge sus piernas y entre los tres, con gran esfuerzo, lo colocamos sobre la mesa—. ¿Ahora qué?

Aukan se queda mirándolo. Nuestras ropas manchadas con sangre. Pasa el dorso de la mano por su frente sudorosa.

—Aukan —le llamo con urgencia.

—¡No lo sé! —exclama, mirándome con ojos desorbitados—. Solo voy en segundo de medicina, y no soy experto en anatomía vampírica.

Respiro hondo, sintiéndome desesperada, impotente. No sé qué hacer.

—No está sanando —comento. Mi hermana y Aukan me miran—. Él sana automáticamente cuando le hieren —explico. Isabel mira a Aukan.

—¿Qué harías si fuese humano? —le pregunta. Aukan traga saliva, mirando a Nikolaj.

—Controlar la hemorragia —responde. Miro a Isabel y asiento.

—Trae el botiquín, tela, gasa, lo que sea —le digo, ella sale corriendo de la cocina.

Volteo y tomo varios paños de cocina. Aukan le abre la camisa. Observamos su torso, tiene varias heridas de forma circular, de las cuales sale sangre continuamente. Hago caso omiso al revoltijo que se produce en mi estómago y coloco los paños encima. Aukan me imita, las heridas son múltiples, pero los paños alcanzan.

—Presiona con fuerza —me indica.

Intento presionar con mis manos, pero no me alcanza para todas. Isabel llega y coloca el botiquín junto a las piernas de Nikolaj. Observa su abdomen, su piel se torna blanca como el papel.

—Isabel, necesitamos tus manos. Has presión en las heridas —le ordena Aukan. Isabel no reacciona—. ¡Isabel!

Sacude la cabeza y se acerca. Coloca sus manos sobre las heridas. Nikolaj suelta un quejido. Los tres lo miramos.

—Nikolaj —le llamo. Suelta otro quejido.

—Lau... —balbucea. Frunzo el ceño—. Laurel...

—¿Qué ha dicho? —pregunta Aukan.

Miro a Nikolaj, sin entender. Vuelvo mis ojos a las heridas.

—Laurel —murmuro.

—¿Qué tiene que ver eso? —pregunta Isabel.

Saco el paño de la herida, veo una de las heridas más grandes.

—Sofía ¿Qué haces? —me pregunta Aukan.

Tomo una gran bocanada de aire y meto mis dedos en la herida.

—¡Sofía! —exclama  Aukan.

—Creo que voy a vomitar —dice Isabel.

Mis dedos notan algo duro. Lo tomo y lo saco. Aukan y yo lo observamos.

—¿Qué es eso? —pregunta Aukan.

Observo el trozo de madera ensangrentado. Mis ojos se abren en sorpresa al darme cuenta de lo que Nikolaj quería decir. Miro a Aukan.

—Es laurel —le digo, vuelvo mi vista a su abdomen—. Le han herido con laurel. Tenemos que quitárselo de las heridas, o no va a sanar nunca.

Aukan actúa rápidamente. Saca los paños y sin dubitación mete sus dedos dentro de las heridas, sacando los trozos de madera dentro de estos. Isabel se aparta, asqueada. Yo hago lo mismo y saco la mayor cantidad que puedo.

—Aquí hay astillas, no podemos sacarlo todo —comenta Aukan. Asiento. Levanto la cabeza y miro a mi hermana.

—Isabel, trae agua. Debemos limpiar las heridas —le ordeno.

Traga saliva y se acerca al fregadero. Coge un jarro y lo llena de agua. Se acerca con este a mi lado.

—Bien, apoyémoslo de este lado. Tú lo sujetas e Isabel tira agua mientras yo limpio con esta las heridas —indica Aukan.

Con ayuda de Aukan, lo apoyamos a un costado. Nikolaj suspira. Me subo a la mesa y me arrodillo, dejando su espalda apoyada en mis piernas, mientras con mis brazos afirmo su brazo y hombro. Isabel comienza a echar el agua y Aukan busca más trozos de laurel en las heridas. Nikolaj suelta un gruñido y su espalda se tensa. Acerco una mano a su rostro y acaricio su mejilla.

—Tranquilo, ya va a pasar —le susurro.

—Listo —dice Aukan.

Isabel me ayuda a recostarlo nuevamente. El agua mezclada con sangre escurre por la mesa hasta el suelo. Aukan abre el botiquín y busca apósitos y gasas. Me entrega unas cuantas a mí y a Isabel.

—Colóquenlas en las heridas.

Inmediatamente le obedecemos. Apretamos las gasas sobre las heridas. Nikolaj continúa igual de pálido pero se queja más. Supongo que es una buena señal.

—¿Ahora qué? —le pregunta Isabel.

Aukan levanta la cabeza y nos mira.

—Llamar a una ambulancia ¿yo que sé? —replica.

—Aukan, piensa. Sé que sabes. Solo necesitas calmarte y concentrarte —le digo.

Aukan suspira y vuelve a mirar el abdomen de Nikolaj.

—No es lo mismo —dice, sacudiendo la cabeza—, se supone que él sanará.

—Aukan, concéntrate —le repito.

—Limpiar, contener la hemorragia... —balbucea para sí mismo—. Si fuera un paciente normal, revisaría signos vitales y el grado de extensión de la herida, el compromiso de vasos...

—En español —le pido. Me mira ofuscado.

—Ninguna de esas cosas aplica para él, Sofía —replica.

Suspiro. Vuelvo a mirar el rostro de Nikolaj.

—Parece muerto —comenta Isabel.

—¡Cállate! —le grito.

—Isabel, no ayudas —le dice Aukan.

—¡Lo siento! Estoy nerviosa ¿de acuerdo? —exclama ella.

Nikolaj tiene los ojos cerrados. Su boca entreabierta, siento su pecho subir y bajar a un ritmo lento. Me fijo en los cortes en la cara. Uno le llega desde la mandíbula al labio inferior, otro en su mejilla. Los demás son algo más pequeños, en su frente, pómulo y cuello.

—¿Y si lo vendamos? —pregunta Isabel.

—No... no lo sé —responde Aukan.

Algo me inquieta de su rostro. Algo está mal. Miro la herida bajo mi mano derecha. Levanto el apósito.

—Sofía, no. Hay que darle tiempo —me regaña Aukan.

—No está sanando —susurro, negando con la cabeza—. Pensé que el laurel no lo dejaba sanar, pero sigue sin hacerlo.

—¿Crees que tenga algo más dentro de las heridas? —pregunta Aukan.

—Por favor no vuelvan a meter las manos en ellas, creo que vomitaré —suplica Isabel. Niego con la cabeza.

—Si un paciente tuyo no dejara de sangrar, ¿Qué harías? —le pregunto a Aukan. Él parpadea y mira las heridas.

—Colocar más presión, haría un torniquete si fuese una extremidad, vería la arteria, le daría volumen... —Se calla y me mira—. Le daría suero. Le pondría una vía venosa y le daría suero fisiológico, o le haría una transfusión.

Lo quedo mirando.

—No es por ser aguafiestas, pero dudo mucho que se le pueda poner una vía venosa a un vampiro, y no tenemos suero —le dice Isabel.

—Lo sé, Isabel, soy consciente de ello —le responde Aukan, molesto.

—¿Entonces qué? —insiste ella.

—No lo sé —responde Aukan.

—Necesita sangre —digo. Ambos me miran.

—¿Sangre? —pregunta Isabel. Aukan mira a Nikolaj.

—Sí —afirma. Vuelve a mirarme—. Necesita sangre.

—¿Cómo demonios vamos a conseguir sangre? —pregunta Isabel.

Volteo y miro el rostro de Nikolaj.

—Él bebe sangre de animal —replica Aukan. Mi hermana suelta un bufido.

—¿Y qué quieres? ¿Salir y cazar un pájaro? —pregunta con sarcasmo.

—No lo sé, Isabel —espeta Aukan—, tal vez podrías ir tú.

Miro la encimera. Un cuchillo se encuentra allí, sobre el mesón.

—¡Pero si yo no he matado ni una mosca! —exclama Isabel.

—¿Y tú crees que yo sí sé cazar? —pregunta Aukan con exasperación.

Sangre. Nikolaj necesita sangre. Necesita alimentarse.

—Entonces... ¿qué? ¿Buscamos un conejo y luego qué? —pregunta Isabel.

—No lo sé, le damos la sangre —replica Aukan.

—¿En un vaso? —pregunta Isabel.

No lo pienso más. Cojo el cuchillo y corto mi muñeca izquierda sin más preámbulos.

—Auch.

—¡Sofía! —exclama Isabel.

Me acerco al rostro de Nikolaj, la sangre gotea por mi mano.

—Sofía, ¿Qué crees que estás haciendo? —pregunta Aukan nervioso.

Abro la boca de Nikolaj y coloco mi muñeca sangrante sobre sus labios.

—Nikolaj —le llamo. Aukan se me acerca y me toma del brazo derecho.

—Sofía, no —dice furioso. Lo empujo.

—Nikolaj, bebe —le digo.

—¡Sofía! —me grita Aukan.

—¡Necesita sangre! —exclamo. Pego más mi muñeca a su boca—. Nikolaj...

—Pero no así —me dice Aukan. Lo miro molesta.

—¿Tienes una mejor idea? —espeto.

Aukan respira enfurecido. Vuelvo mi vista a Nikolaj, comienza a mover su boca.

—Nikolaj.

Abre más la boca y entierra sus colmillos en mi piel con fuerza.

—¡Ah! —me quejo. Dolió más de lo que pensaba. Estiro mis dedos en respuesta. Muerdo mi labio y contengo un grito.

Siento como va succionando mi sangre. Sus manos aprisionan mi brazo, acercándolo más a su boca. Respiro agitada, nerviosa.

—Ya no sangra —musita Isabel.

—Sofi —me llama Aukan.

Trago saliva, me siento algo mareada. Pero no pienso apartarme, él necesita sangre. Necesita recuperarse.

De pronto, abre sus ojos, el brillo escarlata brilla en todo su esplendor. Levanto las cejas y suspiro aliviada. El escarlata comienza a desaparecer y el azul de sus ojos se hace presente. Aprieta sus manos entorno a mi brazo y, con esfuerzo me aparta de golpe, haciéndome trastabillar hacia atrás. Isabel me ataja. Él se sienta en la mesa, mostrando sus colmillos. Coloco mi mano sobre la muñeca herida. Isabel tirita junto a mí.

Nikolaj aprieta los dientes y tensa la mandíbula. Cierra los ojos con fuerza. Aukan lo mira con ojos entrecerrados, atento a cualquiera de sus movimientos. Vuelve a abrir los ojos, esta vez, con sus típicos ojos de hielo. Traga y respira con dificultad.

—Estoy... bien —dice entrecortadamente.

Vuelve a recostarse. Aukan lo sigue mirando con recelo, pero revisa sus heridas. Levanta la cabeza y me mira.

—Está sanando —informa Aukan.

Sonrío y miro a Nikolaj. Está vivo.

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