34. Turpu

No sé lo que anda mal conmigo. Pero no puedo evitarlo, no puedo evitar sentirme así. No era solo el hecho de volver a la escuela. Era tener que volver a ver a Héctor. ¿Cómo podía sentirme así de quien era mi novio? Está mal.

En el momento en que lo vi, supe que no podía seguir así. Pero como la cobarde que era, me dediqué a evitarlo durante todo el día. Melisa me acompañaba, ayudándome a escabullirme. Por supuesto, ella no paraba de charlar sobre sus vacaciones, de cómo conoció a una extranjera alemana y de que en serio le gustaba. Me alegraba por ella, después de todo lo que sufrió por Pamela, merecía ser feliz con alguien que realmente la apreciara.

—¿Vas a decirme lo que ronda por esa cabecita tuya? —pregunta de pronto, sacándome de mi trance. Parpadeo perpleja.

—¿A qué te refieres?

—Te he dejado estar porque quería ventilar todo lo de la alemana, pero ya es suficiente. Tienes que decirme lo que está pasando —explica. Desvío la mirada a mi regazo, jugando con mis dedos.

—Héctor...

—No —me interrumpe, levanto la cabeza para mirarla—, esto no es solo por Héctor. Algo más te pasa, Sofi.

Me quedo mirándola en silencio. Era realmente una desventaja lo mucho que me conocía en estas circunstancias. No había forma de hablar de Nikolaj sin exponer, al menos, que era un misterioso chico que rondaba mi casa por las noches. Eso ya sonaba lo suficientemente espeluznante como para además añadirle todo el rollo vampírico.

¿Entonces que hacía? Tomar la única opción que me quedaba: mentir. E iba a tener que ser lo más convincente posible. En los programas de asesinos seriales, los policías siempre dicen que en un interrogatorio, lo mejor es apegarse lo máximo posible a la verdad. Y eso es justamente lo que iba a hacer. A medias.

—Estoy... confundida —admito. Melisa arquea una ceja y se inclina, generando un ambiente más confidente.

—Continúa —dice, mirándome con suspicacia. Mi cerebro elabora la frase, buscando las palabras adecuadas para expresarme. Frunzo el ceño y miro mis manos.

—Creo que... me gusta alguien más. —No era precisamente alguien, más bien algo. O tal vez alguien, la verdad no sé cómo decirle a un vampiro.

—Ya sabía yo —dice Melisa, resoplando. Levanto la cabeza y la miro.

—¿Qué? —pregunto sin entender. Melisa rueda los ojos y me mira con una sonrisa compasiva.

—Lo presentía hace mucho. Pero tú eras la ciega.

—Meli, en serio no tengo idea de que estás hablando —confieso. ¿Cómo podía saber de quién era si vivía básicamente entre las sombras? Melisa rueda los ojos.

—Vamos, Sofi. Era obvio. Tú y Aukan están cortados por la misma tijera, se complementan a la perfección. Es obvio que iban a surgir sentimientos más allá de su amistad —replica.

La miro boquiabierta. Ella cree que estoy hablando de Aukan.

No, Melisa. No es Aukan, es un vampiro de ciento ochenta años llamado Nikolaj.

Melisa me  había dado una salida. Y la iba a tomar.

—Tienes razón —miento, haciendo una mueca. Es impresionante lo buena que me volví mintiendo en este último tiempo—. Me gusta Aukan. Creo que de hace un tiempo.

—Lo sabía —dice, asintiendo repetidamente—, son el uno para el otro.

Sonrío. No me gustaba mentir, menos aún a mi mejor amiga. Pero esta situación lo ameritaba. Además, que simplemente mienta sobre la persona que me gusta, no es tan terrible.

—¿Y qué vas a hacer con Héctor? —pregunta.

Suspiro. Eso era lo terrible, estar con alguien al que no quieres. Ni él ni yo merecíamos eso, pero soy demasiado cobarde, no quiero herirlo. Esperaba que aquella pausa que él había propuesto lo hiciera a él dar el paso de romper, pero con sus llamadas, y la forma en que me miraba en clases, entendí que no. Que debía romperle el corazón.

—Sé lo que tengo que hacer —respondo con amargura. Melisa sonríe y me da unas palmaditas en el brazo.

—Es mejor así, rápido. Estar en un tira y afloja cuando claramente la relación no funciona... está mal —me anima. Sé que lo ice por su experiencia con Pamela. Le sonrío agradecida.

—Basta de amargura —digo, sacudiendo la cabeza—. ¿Cuándo voy a conocer a esta chica? No recuerdo cuál dijiste que era su nombre.

Melisa ríe nerviosa y se sonroja.

—Liane. Y aún no la vas a conocer porque no somos nada, simplemente... hablamos —replica, restándole importancia. Pero la conozco lo suficiente como para saber que por dentro está que explota de alegría.

Cuando las clases llegan a su fin, tomo una gran bocanada de aire y me decido a hacer lo que por tanto tiempo he estado posponiendo. Le digo a Melisa que se adelante. Camino lentamente hacia la salida. Aukan me había dicho ayer que vendría a buscarme. Supongo que me alegraba que al menos tendría a mi mejor amigo  mi lado para darme ánimos cuando terminara con Héctor.

Diviso a Héctor charlando junto a sus amigos. Lo miro, esperando que se me acerque. En el momento en que nuestras miradas se cruzan, Héctor les dice algo a sus amigos y se despide de ellos, para luego acercarse a mí. Me detengo, nerviosa de lo que él fuera a decir.

—Hola —saluda incómodo. Esbozo un amago de sonrisa.

—Hola —replico. Debo decirlo, debo atreverme y decírselo.

—¿Crees que... podamos hablar? —pregunta, rascándose la nuca. Justamente lo que yo quería pedirle.

—Claro —afirmo. ¿En qué dirección ira esta conversación? ¿Qué es lo que él piensa?

—Estuviste... ausente —comenta—, durante todas las vacaciones no nos vimos una sola vez.

—¿No era ese el punto de nuestra pausa? —pregunto. Héctor frunce el ceño.

—Se supone que igual nos veríamos si queríamos —replica. Miro el suelo. Si queríamos...

—Estaba... ocupada. —¿Por qué miento? ¿Por qué no soy capaz de decirle que no quería verlo?

Nos quedamos en silencio por unos minutos. Levanto la cabeza para mirarlo. Héctor tiene el ceño fruncido y juega con sus pies. Dilo me digo a mi misma. Abro la boca para hablar, pero me veo interrumpida por mi mejor amigo.

—¡Sofi! —grita Aukan desde la entrada. Héctor se voltea. Aukan está junto a Isabel y sus amigas. Aukan me saluda animado con la mano.

Héctor voltea a mirarme. Le indico a Aukan con la mano que me espere un poco. Luego, miro a Héctor.

—Tengo que irme, Aukan llegó recién de Concepción —le digo a Héctor. Su semblante deja ver lo molesto que está.

—¿Es en serio? —pregunta enojado. Su actitud me deja perpleja.

—Si... vino a buscarme. A mí y a Isabel, no puedo dejar que me espere —replico. Héctor suelta un bufido.

—Sofía, hace dos semanas que no hablamos. Prácticamente no hemos hablado, y ahora que por fin tenemos un tiempo para conversar las cosas, te vas a largar con otro tipo —espeta. Me cruzo de brazos.

—En primer lugar, estábamos en pausa, la idea era no hablar ni vernos. Tú mismo lo dijiste. —Su semblante no cambia—. Segundo, Aukan no es un "tipo". Es mi mejor amigo, no lo veo hace más de dos semanas y ha tenido la amabilidad de venir a buscarme a pesar de lo cansado que está después de viajar.

—¡Yo no te he visto hace dos semanas! —exclama molesto, llamando la atención de algunos estudiantes a nuestro lado—. Honestamente, Sofi. Casi pareciera que no estás interesada. Para eso mejor rompemos.

Muerdo mi labio, tomo una gran bocanada de aire y me armo de valor.

—Tal vez deberíamos —sentencio.

Su expresión de molestia cambia a sorpresa. Parpadea incrédulo, mirándome, aun sin poder creer lo que he dicho.

—¿Qué?

Trago saliva y miro el suelo, sintiéndome incapaz de enfrentar sus ojos castaños.

—Creo... creo que deberíamos romper. Estamos discutiendo todo el tiempo, no tiene caso seguir juntos. —Lo miro de reojo. Frunce el ceño.

—Sofi... —susurra. Traga saliva y mira a los lados, preocupado de que los demás puedan estar escuchándonos. Vuelve a posar sus ojos en mí—. ¿Hay... alguien más? ¿Es eso?

Cierro los ojos y niego con la cabeza.

—No...

—Sé que hemos peleado mucho, pero... yo te amo. Esto es solo un mal momento —dice. Lo miro, odio ser así de mala, pero no puedo seguir fingiendo que siento algo por él, que quiero estar con él.

—No, no lo es —murmullo—. No puedo seguir haciendo esto, Héctor. Lo siento.

Comienzo a caminar pero me agarra del brazo, haciéndome voltear.

—Sofía —dice suplicante. Mi labio inferior tirita. Odio hacerle daño.

—Héctor... —Muerdo mi labio, sé lo que debo decir, y me duele—. Yo... ya no siento lo mismo.

En el momento que digo aquellas desgarradoras palabras, Héctor suelta mi brazo. Puedo ver como sus ojos se humedecen. Agacho la cabeza, no puedo seguir en aquel lugar, y no creo que él quiera seguir viéndome.

Doy media vuelta y camino apresurada hasta donde se encuentra Aukan. Me sonríe, pero al verme, nota enseguida que algo va mal. Isabel y sus amigas me miran curiosas. Le sonrío a Aukan y lo abrazo. Me separo de él y miro a mi hermana.

—¿Lista? —pregunto.

—Hace rato —replica algo borde, y vuelve a mirar a sus amigas.

Le doy una corta sonrisa a Aukan y observo entre la gente como Héctor se dirige al estacionamiento a paso presuroso, seguido de un amigo.

—¿Estás bien? —me pregunta Aukan en voz baja. Lo miro y asiento.

—Acabo de romper con Héctor —le informo. Abre los ojos, sorprendido.

—¿Qué? —Niego con la cabeza.

—En casa te explico —le digo, señalando con la cabeza a mi hermana y sus amigas chismosas.

Desearía poder decir que me siento mal. Que me duele. Que le quiero y que me arrepiento. Pero en cambio, siento culpa. Culpa porque no siento nada de eso, ni una sola pizca. Culpa porque me siento aliviada. Porque no siento nada por él.

Culpa porque no puedo dejar de pensar en Nikolaj, y en que lo veré esta noche.

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