16. Mawün
No ha dejado de llover. Observo por la ventana como el manto de agua cae sin cesar. Aukan ya se ha ido, pero en tres semanas volvería. Eso era un consuelo.
Cierro la cortina y vuelvo a mi escritorio. Suspiro. Las letras escritas en mi cuaderno ya se me desdibujan, perdiendo todo sentido. He estado todo el día encerrada, algo que odio. Me ha costado mucho concentrarme en estudiar, ya que no podía evitar divagar sobre Nikolaj y lo que oculta.
Cierro mi cuaderno y miro mi computador. Muerdo mi labio, sopesando que hacer. Abro una pestaña en Google y dejo que mis dedos escriban en el teclado, sin pensarlo mucho.
Piuchén, leyendas mapuches.
Observo los resultados de mi búsqueda. Bajo hasta encontrar alguna página que me parezca de confianza. Abro varios enlaces y comienzo a leer.
Serpiente alada que habita los bosques...
...Fuerza poderosa capaz de derribar grandes árboles
Deja huellas de sangre en los troncos en que ha estado
Vive cerca de ríos y lagos
Emite agudos silbidos
Gran longevidad
Apariencia cambiante: ave, pez, murciélago, humanoide...
Cierro mi computadora de golpe. La mayoría coincide en lo mismo, y también con lo que dijo Nahuel. Repaso los hechos en mi cabeza: el silbido, la huella de sangre que encontré en un árbol, vive cerca del lago...
¿Tenía algo que ver con Nikolaj?
Sacudo la cabeza. Tal vez estoy imaginándome cosas. Después de todo, esas son solo leyendas. Tal vez estoy paranoica. Es cierto que Nikolaj es misterioso, pero de ahí a pensar que es alguna criatura mitológica, es un gran salto.
Tal vez es un prófugo de la justicia. Tal vez es un asesino serial. Tal vez pertenezca a una secta. Hay muchas otras explicaciones más lógicas que pueden ser factibles.
No.
Mi instinto me decía que no, y yo no podía rebatirla. No tenía pruebas de nada, más que una sola cosa: algo ocultaba.
Pero ¿qué?
Me levanto de un salto y salgo de mi habitación. Necesitaba despejarme, tomar algo de aire fresco. Estar encerrada me hacía mal. Bajo las escaleras y me apresuro a la puerta. El olor a kuchen de murta inunda mis fosas nasales. Me detengo frente a la cocina, mamá está junto al horno ajustando las perillas.
—¿A dónde vas? —pregunta, volteando a verme. Señalo la puerta.
—Quiero algo de aire fresco, estoy cansada de estudiar —replico.
—No te demores mucho, esto está por terminar —dice—. Abrígate, está lloviendo a cántaros.
Asiento y me alejo en dirección a la puerta. Me coloco mi impermeable y las botas, cojo la linterna, y abro la puerta.
Bajo los pequeños escalones del porche y me quedo quieta, admirando la lluvia. Me coloco la capucha, ya que me estoy mojando el cabello, y enciendo la linterna. Avanzo lentamente hacia el lago, que en la oscuridad, se ve como una masa negra de gran extensión.
¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo puedo llegar a creer en las fantasías? Pero no puedo negar lo que mis propios ojos han visto. No sé lo que Nikolaj sea, pero humano no parece. No del todo, al menos.
—Hace frío aquí fuera —dice una voz a mis espaldas. Trago saliva, ni siquiera lo escuche acercarse.
—Me gusta el frío —replico, controlando el temblor de mi voz. Volteo a mi derecha, Nikolaj me observa con curiosidad.
—Así veo —susurra, observándome. Su cabello empapado deja caer gotas de agua al suelo.
—¿No deberías estar en tu casa? —pregunto. Él sonríe.
—No —niega—. Digamos que no tengo a quien rendirle cuenta de mis actos.
—¿Qué hay de tu familia? —Se queda en silencio, el hielo de sus ojos se hace aún más presente—. ¿No tienes familia?
—No realmente —replica a secas, su voz suena algo más fría que antes.
—Entonces vives solo —afirmo. Sus ojos bajan a mi mejilla. Da un paso hacia mí, la lluvia moja parte de mi rostro, pero no me inmuto.
—No soy un ermitaño, si eso es lo que piensas —comenta. Estira su mano hasta mi rostro. Con la yema de sus dedos, roza mi mejilla y captura una gota que resbala por esta. Está tan helado que pareciera que hubiese metido su mano a un congelador.
—¿Entonces no vives solo? —adivino. Vuelve a mirarme a los ojos y deja caer su mano.
—No he dicho eso —replica, no paso por alto su evasiva.
—¿Por qué nunca respondes mis preguntas? —digo frustrada. Frunce el ceño.
—¿Para qué quieres saber?
—Para conocerte —replico, rodando los ojos.
—¿Y para qué quieres conocerme? —insiste. Silencio.
—No lo sé —murmuro—. ¿Es tan difícil responder?
Me mira con detenimiento. ¿Por qué simplemente no puedo dejar mi curiosidad? El enigma que él representa solo hace que quiera saber más y más sobre su vida y lo esconde.
—¿Qué tal si es mi turno de preguntar cosas? —pregunta, sin responderme. Me encojo de hombros.
—Tú ya sabes todo de mí —replico. Niega con la cabeza.
—Te equivocas, Sofie. Hay muchas cosas que aún no sé de ti. —La forma en que lo dice me hace estremecer.
—¿Qué quieres saber? —pregunto, con voz sofocada. Sonríe mostrando su blanca dentadura.
—Todo. Por ejemplo, tu color favorito, que es lo que más te gusta hacer, o el por qué no le has dicho a nadie de mí —replica. Siento mis mejillas sonrojarse.
—Verde. Y me gusta estar al aire libre, paseando por un bosque o nadando en el lago —replico, evadiendo su última pregunta. Nikolaj arquea una ceja.
—Veo que los roles se invierten, ahora eres tú la que no responde —murmura, con cierta satisfacción.
—¿Quién dice que no le he dicho a nadie de ti? —pregunto, intentando sonar ruda. Suelta una carcajada.
—Estoy bastante seguro que no hubieran dejado pasar el hecho de que un desconocido ronda cerca de tu casa —dice. Nos miramos en silencio, su mirada algo desafiante.
—No lo sé —admito finalmente—. Simplemente no lo he hecho.
—Una persona normal lo hubiera hecho.
—¿Quién dijo que yo era normal?
—Touché. —Sonríe él.
Lo miro, entrecerrando los ojos. Parece tan intrigado por mí como yo por él.
—¿Por qué te gusta tanto el bosque? —pregunta.
—No sé realmente. Supongo que me gusta sentir la vida que hay en ellos, y lo mucho que oculta —respondo. Sonríe.
—Te gustan los misterios —dice, y aunque no está preguntando, yo asiento.
—Se podría decir que sí.
—¿Es por eso que no dejas de hacerme preguntas?
—Probablemente —replico. La forma en que me mira me hace sonreír. Desvío la mirada, ligeramente cohibida.
—¡Sofía! —escucho que llama mamá desde la casa.
—Tienes que irte —afirma Nikolaj.
—Así parece —susurro—. ¿Puedes hacerme un favor?
Nikolaj frunce el ceño.
—¿Qué cosa? —pregunta alarmado.
—La próxima vez que esté lloviendo ¿puedes abrigarte? Siento que vas a morir congelado. —Mis palabras le causan gracia. Ríe despreocupado y asiente.
—De acuerdo.
Asiento y doy media vuelta para dirigirme a casa, pero su mano atrapa la mía. Un escalofrío me recorre. Volteo a verlo, él suelta mi mano.
—¿Puedes hacerme a mí un favor también? —pregunta. Parpadeo perpleja ante su petición.
—Claro —tartamudeo.
—Mañana por la tarde me gustaría mostrarte algo. ¿Crees que podrías ir al bosque antes de que oscurezca?
Abro los ojos, incrédula.
—¿Quieres que vaya al bosque? —pregunto, sin poder creer sus palabras. Él asiente.
—Estaré esperándote, no estarás sola —replica.
—¿No dijiste que era peligroso?
—Lo es —afirma—. Pero irás conmigo.
—¿Y tú vas a ahuyentar el peligro? —pregunto escéptica. Nikolaj ríe y sacude la cabeza.
—Algo así.
La parte lógica de mi cerebro me dice que ni en un millón de años, perfectamente puede ser un psicópata y asesinarme en medio del bosque, donde nunca seré encontrada. Las palabras de Rayen, la kimche, resuenan en mi cabeza. El mayor peligro está en mi misma. Pero ¿Qué pasa si estoy dividida? ¿A quién hago caso? ¿A ninguna de las dos parte?
Miro a Nikolaj, sus ojos de hielo esperando a mi respuesta. ¿Debería confiar en él? Desde luego que no. Pero no puedo evitar sentirme curiosa por lo que sea que quiere enseñarme.
—Está bien —respondo finalmente—, iré contigo mañana.
—Te estaré esperando, Sofie —susurra, con una amplia sonrisa.
Con la lluvia cayendo sobre sus hombros, lo observo alejarse hasta perderse en el bosque. Tal vez mañana sepa finalmente que era lo que ocultaba. O tal vez, desaparezca para siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top