11. Txomüle

Salgo del coche y entro a mi casa. Sammy me recibe saltando, alegre de verme. Le revuelvo el cabello y me acerco a la cocina. Me sirvo un vaso de agua y bebo a grandes sorbos. Dejo el vaso en el mesón y suspiro.

Odiaba cuando Héctor tenía estos arrebatos. Odiaba cuando menospreciaba mi amistad con Aukan. Yo no era la clase de persona que le gustara discutir, menos aún por algo tan estúpido como eso.

Levanto la cabeza y fijo mis ojos en el bosque. No lo pienso más. Me acerco a la puerta, cambio mis botas elegantes por las de lluvia, me quito mi abrigo y me coloco mi impermeable. Cojo las llaves y salgo.

Pequeñas gotas comienzan a caer. Sammy no se ha movido, pero en cuanto cierro la puerta, comienza a ladrar. Sopeso unos segundos si sería mejor sacarlo pero, ya que está comenzando a llover, prefiero que no.

Me coloco la capucha y camino decidida hacia el bosque. Tal vez haya una casa escondida entre los árboles. Sea como sea, iba a encontrar el lugar en que Nikolaj vivía. Caminando a orillas del lago, me introduzco en el frondoso bosque, pendiente de siempre poder encontrar el camino de vuelta.

Las gotas de agua quedan atrapadas en las copas de los árboles. Me quito la capucha. Mis pasos son sonoros, escucho a varios pájaros aletear, escapando. Avanzo con premura. Aún no era de noche, pero en cualquier momento oscurecería.

Algo me agarra del brazo obligándome a voltear. La sangre se me hiela. Giro asustada y me encuentro con los ojos de hielo de Nikolaj.

Suspiro aliviada, aunque algo consternada de verlo aquí de día.

Su expresión me deja ver que está molesto. Tiene los labios apretados, el entrecejo arrugado, y la frialdad con la que sus ojos me miran, me hace estremecer.

Pero lo que más me sorprende de encontrarlo acá, es lo fría que su mano se siente en mi brazo. A pesar de tener tres capas de ropa gruesa, es como si él fuese hielo puro.

Levanta la barbilla y suelta mi brazo. Retrocede un paso, dejando entre nosotros la misma distancia de siempre. Parpadeo, aun atónita.

—Te dije que no vinieras al bosque —dice, con voz cortante. Entrecierro los ojos.

—Dijiste que no viniera de noche, no dijiste nada sobre el día —replico.

Por un instante levanta las cejas, pero luego vuelve a fruncir el ceño. Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro. Se escuchan los cantos de algunos pájaros. Bandurrias, chucaos, algunos carpinteros picando contra el tronco de un árbol. La lluvia cayendo sobre las hojas.

—Creí que solo venías de noche —comento. Traducción: creí que solo salías de noche.

—Dije que me gustaba la noche, no que solo saliera de noche —replica.

¿Quién eres?

—No deberías estar en el bosque, Sofie.

—¿Por qué? —pregunto. Suspira frustrado, negando con la cabeza.

—¿Por qué no puedes seguir simples instrucciones?

—Lo haría, si me explicaras la razón de estas. —Mi voz se escucha más ruda de lo que quería.

—Es peligroso ¿acaso no es razón suficiente? —pregunta.

—Por ahora —afirmo. Rueda los ojos.

Se da media vuelta y comienza a caminar en dirección al lago. Lo sigo.

—Entonces ¿vives por aquí cerca? —pregunto.

—Algo así —responde sin mirarme. Sus grandes zancadas me obligan a caminar rápido.

—¿Vas a decirme por qué no debo venir al bosque? —pregunto.

Nos detenemos a orillas del lago, las gotas caen al agua de manera rítmica. Nikolaj voltea y me mira, sus ojos me sobrecogen.

—No.

—No puedes esperar que te obedezca ciegamente. Ni siquiera te conozco —espeto. Entrecierra sus ojos y da unos pasos hacia mí, deteniéndose a medio metro.

—No espero nada de ti. Solo que le hagas caso a tu instinto de supervivencia —dice en voz baja, mi cuerpo tiembla.

—¿Y si no tuviera eso? —pregunto.

—Por tu bien, espero que si —replica.

Se aleja y me da la espalda, mirando el lago. Mi corazón late desbocado dentro de mi pecho. ¿Por qué demonios es tan críptico?

Me acerco a él, mirando su nuca. Me detengo a unos diez centímetros, observando su espalda delgada pero tonificada. La piel de su cuello es tan pálida como la de su rostro. Me pregunto que se sentirá tocarla.

—Mañana no estaré, es el...

—Solsticio de invierno —me interrumpe él. Voltea lentamente para mirarme de frente.

Su respuesta me sorprende. ¿Cómo es que lo sabe? Es de conocimiento público, lo sé. Pero él es un extranjero ¿no? aunque dijo que vivía hace bastante tiempo acá. ¿Cómo puede haber estado tanto tiempo acá sin que lo conociera?

—¿Quién eres? —pregunto en un susurro. Una sonrisa amarga se dibuja en sus labios. Se inclina, mirándome fijamente a los ojos. Siento mis mejillas enrojecerse y mi corazón a punto de salirse de mi pecho.

—Te estás haciendo la pregunta equivocada, Sofie —susurra. Está tan cerca que sería cosa de estirar el brazo y tocar su rostro.

—¿Qué significa eso? —pregunto con voz apenas audible. Su sonrisa se amplía.

—Espero que nunca lo sepas —replica.

Se aleja y vuelve su vista al lago. ¿A qué demonios se refiere?

Mi teléfono suena. Lo saco de mi bolsillo y leo. Es Aukan, viene para acá. Guardo el teléfono y miro a Nikolaj.

—Tengo que irme —le informo. No me mira, asiente en silencio. Camino hacia él, mi cercanía lo sorprende y retrocede unos pasos—. ¿Estarás aquí cuando vuelva?

No puedo ocultar la súplica en mis palabras. Sus ojos me miran con escrutinio. Temo que desaparezca, y sé que eso no está bien.

—Sí. Aunque espero que tú no —responde finalmente.

Frunzo el ceño pero no digo nada. En cambio, asiento y paso junto a él. Su mano vuelve a cerrarse entorno a mi brazo. El frío me recorre de pies a cabeza. Levanto la cabeza para mirarlo. Sus ojos ahora parecen hielo derretido. La forma en que me mira hace que sienta cosquillas en mi estómago.

—Cuídate —murmura, con total honestidad. Me descoloca por completo su actitud.

—Tú también —susurro, él sonríe.

Deja caer su mano, sus dedos rozan mi mano. Está tan frío como la nieve.

Algo aturdida, camino de vuelta a casa, volviendo a mirarlo repetidamente. Él se mantiene allí, quieto como una estatua, observándome, mientras la lluvia lo moja. Cuando llego al borde del bosque volteo, pero él ya se ha esfumado.

Cierro la puerta tras de mí, Sammy se lanza a mis brazos. Me quito el impermeable y las botas. Subo corriendo hasta mi habitación, no me había dado cuenta del frío que tenía estando allá afuera, aunque en comparación con la temperatura de Nikolaj, no era nada.

Me cambio de ropa mientras analizo profundamente sus palabras. Preocupada por su fría temperatura corporal. ¿Cómo alguien podía estar así de frío y seguir vivo?

Tocan a la puerta. Me termino de colocar el suéter y bajo corriendo seguida de Sammy, que mueve la cola entusiasmado.

Abro y el rostro sonriente de Aukan hace que se esfume mi mal humor y todas las preguntas que tenía con respecto a Nikolaj. Salto y lo abrazo, mientras él intenta entrar a casa.

Mari mari, lamgen —me saluda él.

Mari mari, wenüy —le digo yo. Me suelta y lo dejo entrar.

Se quita su impermeable y sus botas, sucias por el barro. Su piel olivácea es ligeramente más clara que la de Sayen, tiene el cabello negro corto, aunque aun así se le forman sus rizos. Los ojos algo rasgados de color café están decorados por suaves ojeras, la nariz recta tiene la punta roja debido al frío. Su boca pequeña y labios finos están algo morados por el frío.

Hacía más de cuatro meses que no lo veía. Lo extrañaba demasiado. Voltea a mirarme y me da una cálida sonrisa.

—¿Y tus padres? ¿Dónde está Isabel? Mamá me dijo lo de Elías, ¿Cómo está Héctor? —pregunta. Mi sonrisa se desvanece y suspiro.

—Mis papás están con Isabel en una comida donde los padres de Elías. Yo vine antes porque... tuve una discusión con Héctor —replico. Aukan hace una mueca.

—¿Una discusión el día del funeral de su primo? Vamos, sabes que simplemente está intentando desquitar su pena —dice Aukan. Ruedo los ojos.

—Ya sé, pero es que se ha enojado porque no quise acompañarlo a ver películas mañana por ir al We Tripantu. Y luego ha empezado con la perorata de que cada vez que vienes yo lo dejo de lado y esas cosas.

—Está celoso y dolido, no seas tan severa con él, Sofi —dice. Sacudo la cabeza. Caminamos hasta la sala de estar y nos sentamos en el sillón.

—Es que no lo entiendo. ¿Cómo puede estar celoso de ti? Es como si estuviese celoso de Isabel, quien por cierto, de nuevo estuvo rogándome por venir mañana —continúo. Aukan sacude la cabeza.

—No es de mí que está celoso, es de nuestra relación —dice él—. Tengo algo de sed ¿te molesta si me sirvo un poco de agua?

—Claro. Tu madre hizo sopaipillas, ¿Por qué no las traes y comemos mientras me cuentas de tus aventuras en Concepción? —le digo. Él asiente y se levanta.

Las palabras de Aukan quedan rondando en mi cabeza. No puedo dejar de analizarlas, pensar en ellas. Si Héctor no está celoso de Aukan, y está celoso de nuestra relación... ¿Qué demonios significa eso?

Y entonces lo entiendo.

No estaba pensando en ellas por lo ocurrido con Héctor, si no por lo que Nikolaj me ha dicho minutos atrás.

La pregunta no es quién es, sino qué es.

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