🌊 11 🌊

🌊 «Final: El último tesoro» 🌊

Disparó. Una tras otra, las fechas alcanzaban sus objetivos, viciando el aire con los alaridos de las bestias y el hedor de su sangre mezclándose con la sal del mar. A pesar de los esfuerzos, parecía imposible contener el ataque. Por cada monstruo que los piratas abatían, otros tres emergían de las profundidades, dispuestos a despedazarlos.

Sehun cayó de espaldas, el arco impidiendo que aquel monstruo le hincara los colmillos y el costado del bote lastimándole la espalda al doblarse sobre el borde. Había girado a tiempo para evitar que la sirena lo empujara al lanzarse a la superficie, justo cuando el arquero se hallaba concentrado en arremeter contra una de sus compañeras.

No podía creer que hubiera sido tan tonto como para dejarse engatusar por su hechizo, aunque justo ahora de nada le servía arrepentirse. Jamás olvidaría lo que aquel instante de debilidad suponía, el momento en que Luhan le fue arrebatado quedando grabado a fuego en su memoria.

Habría saltado para seguirlo cuando uno de esos monstruos le arrastró al abismo, pero antes siquiera de que pudiera acercarse al borde del bote, las sirenas volvieron al ataque. Consciente de que para recuperar a su chico, primero tendría que deshacerse de todas esas criaturas, Sehun se propuso aniquilarlas, brindarle tiempo a su gente para tomar la ventaja y, con suerte...

Sería inútil fingir que no deseaba que Luhan se quitara de encima a la bestia y regresara a su lado, después de todo, era un pirata y más importante aún, era su pirata. «No me dejaría tan fácilmente, antes lucharía para volver conmigo e incluso si perdiera, esperaría a que fuera por él» se dijo.

Fue en ese momento que distinguió un objeto conocido.

Había ido a rodar por el suelo cuando Luhan fue raptado, pero no cabía duda que se trataba de su espada, la misma que el arquero le hubiera entregado al comenzar sus lecciones de esgrima. Sehun se estiro para recuperarla, todavía con una bestia encima, intentando que sus dedos rodearan el mango, antes de que el arco cediera y la sirena acabara por devorarlo.

El chillido que el monstruo soltó al sentir el filo de su espada, le permitió arrojarla lejos y recuperar su posición. Irene blandía uno de los remos contra una de las bestias, mientras que Chanyeol parecía haber encontrado la forma de saltar del bote a una de las rocas más cercanas, desde la cual disparaba a diestra y siniestra.

Debían encontrar la forma de llegar la playa, al menos, su hermana y el intendente tendrían que hacerlo, pues Sehun se negaba a apartarse del agua hasta que Luhan volviera a sus brazos. Iba a soltar la espada y regresar al arco y las flechas, cuando una sustancia viscosa descendiendo por la hoja atrajo su atención.

No había usado la espada para nada más que asesinar sirenas, así que aquello debía ser su sangre.

Recordó la idea de Chanyeol sobre incendiar el barco para ahuyentar a las criaturas. Todavía le parecía una locura, aunque cuando el intendente lo propuso, estaba seguro que Irene había estado a nada de apremiarlo a hacerlo. ¿En qué estaría pensando su hermana? ¿Prefería que quedaran varados en la isla, mientras no murieran a manos de las sirenas?

Fuera lo que fuera, Sehun esperaba que la capitana comprendiera que había estado siguiendo sus órdenes cuando tomó una de las flechas en el carcaj y antes de colocarla en el arco, se detuvo para embadurnar la punta con el líquido espeso que ensuciaba la espada de Luhan. No sabía que motivaba aquella acción, simplemente, le pareció una buena idea.

— ¡Por las barbas de Neptuno! — exclamó Irene, a su lado.

El fuego que acababa de provocar, no habría sido tan intenso de no haber bañado la flecha con la sangre del enemigo. Sehun torció una sonrisa al ver estallar una de las farolas, chispas saltando fuera y pescando lo que hubiera cerca. El banderín, una de las sogas, incluso los mapas sobre la mesita a la que su chico se encaramaba.

— ¡Hombre, apunta a la escotilla! — gritó Chanyeol, desde su roca.

Sehun asintió de forma casi imperceptible.

— ¡Todos abajo! — ordenó Irene y los hombres que quedaban en los botes, no dudaron en hacerle caso.

La siguiente vez que algo estalló, el Dragón del mar se estremeció. La flecha había alcanzado el suministro de explosivos que mantenían cerca en caso de ataque y al detonar, el fuego se extendió como la hiedra y convirtió el barco en una gigantesca hoguera que, incluso mientras se caía a pedazos, sirvió para lo que los piratas necesitaban.

— Debemos irnos — espetó la capitana, ni bien librarse de una de las pocas sirenas que preferían atacarlos a salvar el pellejo... o las escamas, lo que fuera.

— No puedo irme aún, nu-i.

— Eso no está a discusión — rugió Irene, acercándose lo suficiente como para tirar de sus túnicas.

Conocía la razón por la que su hermano se negaba a ir a la playa, ella misma quería saltar al agua y nadar hasta donde dieran sus pulmones para encontrar a Luhan, pero había visto suficiente en la dirección por la que se lo llevaron y no creía que el chico siguiera cerca de donde estaban. «Sigue vivo, no sé cómo... pero debe estarlo» pensó.

Forcejeó un poco para conseguir que el menor se moviera, pero no fue hasta que las aguas se sacudieron debido al hundimiento del barco a sus espaldas, que Sehun reaccionó y la siguió. En la playa, observando el escenario en ruinas de su última batalla, el arquero tardó apenas unos minutos en comprender que aquella no era una victoria.

Cuando las rodillas cedieron y las lágrimas rodaron amargas por sus mejillas, Irene se acuclilló para envolverlo en un fraternal abrazo. El dolor que sentían, no tardó en extenderse entre los miembros de la tripulación y es que todos ahí, tenían docenas de motivos por los que perder a Luhan dolía, igual que si les hubieran arrebatado un hermano.

Apartándose del resto, no queriendo que nadie advirtiera la mueca tristona que ocupaba su rostro, el intendente se detuvo un par de metros más allá, esforzándose por contener la culpa y el dolor que hacían punzar su corazón. «No llegué a decírselo, se fue creyendo que lo odiaba y ahora jamás podré...»

El hilo de sus pensamientos se interrumpió cuando la figura de alguien caminando por la playa atrajo su atención. Las nubes habían danzado hasta cubrir la luna, así que era una noche oscura y ya ni siquiera los escombros del barco alcanzaban a iluminarlos. Chanyeol entrecerró los ojos, intentado distinguir a quien se acercaba. ¿Sería uno de los suyos o las leyendas eran ciertas y a una sirena despistada le habían surgido piernas al terminar en la playa?

Fue demasiado tarde para ocultar su alegría, cuando el hombrecito (porque era un hombre y no uno cualquiera) se plantó a escaso metro de donde él y todavía con la expresión boba que solía ocupar su rostro, dijo:

— ¿Por qué lloran todos? ¡Vencimos a esas anchoas!

El intendente ahogó una sonrisa, no cabía duda que Luhan era y seguiría siendo el renacuajo más tonto y molesto que hubiera conocido jamás. Aun así, le daba gusto que estuviera gusto, aunque el alivio que ello le provocaba jamás sería equiparable a la felicidad de cierto arquero, cuya silueta pasó zumbando a su lado ni bien escuchar la voz de su adorado ciervo.

— Creí que te había perdido — musitó Sehun, a puertas de su oído, envolviendo al castaño en un fuerte abrazo. Luhan se dejó hacer, contento de estar de vuelta en los brazos de su pirata.

— Vas a tener que esforzarte un poco más para deshacerte de mí.

— Eres tan tonto, mi amor — suspiró el pelinegro — Pero no importa, te amo como no tienes idea.

— También te amo, Sehun — rio el mayor, un instante antes de apartarse y buscar sus labios.

🌊

—...fue cuando el barco estalló y el agua se agitó, arrastrándome con ella. Me golpeé con una roca, la misma que me ayudó a salir a la superficie.

La historia de cómo Luhan había sobrevivido al ataque, sólo después de haber luchado para quitarse de encima a una sirena, parecía amenizar la expedición y distraer a sus amigos.

Irene se había negado a que exploraran la isla hasta las primeras horas del amanecer, recibiendo el apoyo de la tripulación, bien porque sus hombres odiaban la idea de merodear por un lugar como ese a mitad de la noche o bien porque se hallaban lo suficientemente cansados después de la batalla como para pensar en nada que no fuera descansar y quizás hasta dormitar.

Apenas el cielo aclaró, la capitana urgió a todos a levantarse y poner manos a la obra. No sabían dónde comenzar a buscar el tesoro, pero las montañas que se alzaban un par de kilómetros al este les parecían el mejor sitio para iniciar la búsqueda. El avance no resultó rápido, sino todo lo contrario y es que era varios los miembros que resultaron heridos durante el ataque de las sirenas.

— ¿Y en qué punto te rompiste la pata? Porque hasta donde entendí, esa arpía sólo te arañó la mitad de arriba — comentó Jongdae, andando a su lado.

Sehun rio por lo bajo, llevaba al castaño sobre la espalda, igual que si se tratara de un koala pachón y aunque no era fácil caminar así, tampoco se quejaba. No volvería a apartarse de Luhan, al menos hasta que estuvieran bien lejos de esa maldita isla.

— No está rota — admitió Luhan, con vergüenza — Sólo me torcí un poco el tobillo al salir del agua, puedo caminar perfectamente.

— Entonces, ¿por qué...?

— A diferencia de algunos debiluchos, yo sí puedo ir por ahí con mi chico a cuestas — se mofó Sehun.

El contramaestre dejó escapar un gritito indignado, antes de girarse y correr hacia Minseok, quien casi le arrancó los cabellos cuando lo tomó entre sus brazos y le echó sobre su hombro. No fue mucho después, cuando por fin ubicaron el pie de la montaña. Había una abertura por la que podían ingresar, el túnel que se formaba entre la roca resultando estrecho y resbaladizo.

Sehun accedió a bajarlo ni bien percatarse que sería peligroso caminar llevándolo a cuestas, aunque no soltó su mano en ningún momento y Luhan se lo agradeció, porque además de la incomodidad en el tobillo y el nerviosismo que le provocaba llegar a tropezar, él tampoco quería estar lejos de su arquero. Suficiente había tenido la noche pasada.

Comenzaron a adentrarse en la montaña, al principio siguiendo el sendero que pese a lo irregular del suelo, no subía, ni bajaba o se desviaba. Entonces llegaron al acantilado, la cueva continuaba formando un círculo gigantesco, pero el camino se limitaba a los bordes de la roca, dejando al centro la abertura que debía medir unos quince o veinte metros. Descendieron con cuidado.

A cada paso que daban, el sonido del agua parecía intensificarse, lo que sugería otra entrada a la montaña por la que el mar que rodeaba la isla pudiera filtrarse. Luhan no quería pensar en lo que tendrían que hacer para salir, encontraran el tesoro o no y es que, para empezar, ni siquiera tenían un barco.

— ¿Eso es luz? — preguntó Kyung Soo, a espaldas del arquero y su pareja.

— ¡No! Deprisa de todos, volvamos ahora — apremió Jongdae, con dramatismo — ¡Todavía somos demasiado jóvenes como para recorrer el camino hacia la luz!

— Alguien ciérrele el pico, joder — rugió Chanyeol, encabezando la marcha. Kyung Soo obedeció al intendente y terminó por atizar un buen zape a la cabeza de Chen.

Los quejidos del contramaestre les acompañaron hasta que alcanzaron el final del túnel y descubrieron el enorme arco que formaba un segundo acceso a la montaña, permitiendo que la luz se filtrara y también, que barcos encallaran. O quizás fuera más acertado, decir que la entrada a la cueva ofrecía el escondite perfecto para que un pirata muy audaz ocultara el mayor tesoro jamás visto.

— Caballeros, les presento al Princesa Andrómeda — espetó Irene, con verdadera admiración tiñéndole la voz.

🌊

Según la leyenda, cuando los reinos se aliaron para combatir la amenaza pirata, un bucanero osado reunió todas las riquezas que sus camaradas hubieran coleccionado y emprendió la búsqueda del escondite perfecto, dejando atrás tres pergaminos, pedazos de tela en cuya tinta se ocultaban las pistas para descubrir la ruta que conduciría a los aventureros al último tesoro pirata.

Han-goong debió estar loco cuando decidió que sus indicios habrían de llevarles a una isla de muerte y un montón de problemillas extra, pero la nueva tripulación del Princesa Andrómeda no diría que se lo reprochaban. Al contrario, gracias a ese orate tenían ahora riquezas suficientes como para obsequiarse una buena vida o, al menos, unos cuántos años de comodidad y diversión.

— ¿El curso? — preguntó Chanyeol, una vez estuvieron a bordo de la nave y listos para emprender el viaje a donde fuera que su capitana deseara conducirlos.

Por decisión unánime, Irene continuaba al mando de la tripulación y es que, cuando la chica mencionó que a un barco nuevo le correspondía un capitán nuevo, todos votaron para designar a quien se convertiría en su dirigente, el nombre de la dama encabezando las propuestas por iniciativa de Luhan, quien pegó de saltos para hacerse escuchar, hasta que el tobillo volvió a dolerle.

— Aún no lo he...

Antes de que la capitana pudiera responder, Jaehyun advirtió de un navío dirigiéndose hacia ellos por el este. No se habían alejado más que unos pocos kilómetros de la isla y ya que nadie deseaba repetir un encontronazo con las sirenas, decidieron seguir de largo, en lugar de desviarse y sortear al barco contrario.

Trepado de las jarcias, Jongdae distinguió que aquel navío ostentaba la bandera de la guardia, el escudo de Sanya acompañando su insignia.

— No saben que somos nosotros, aprovechemos la ventaja y demos vuelta, antes de que lo descubran — le dijo a la capitana, al volver a cubierta y compartir su información. Luhan, quien se hallaba firmemente abrazado a su pirata, se adelantó.

— Podemos rodear la isla sin acercarnos demasiado y están bastante lejos, no nos alcanzarán.

— ¿Entiendes lo que dices? — Irene parecía escéptica — Niño, ellos vienen por ti. ¿Acaso no quieres volver a casa?

— Y-Yo...

— Tu padre podría venir con ellos, Han — intervino Sehun, con suavidad — Hace meses que no ve a su hijo, probablemente creyera que jamás lo haría de nuevo. Alivia su dolor, vuelve a casa y no dejes que sienta que te ha perdido.

Mientras hablaban el barco de la guardia les dio alcance. Su capitán, Wang Ziyi, había ordenado que colocaran el navío por el costado de estribor del Princesa Andrómeda y la guardia que le acompañaba, ya se encontraba en posición cuando ambas naves se alinearon. Tal como Sehun había dicho, Lu Qinghe iba a bordo y pareció emocionarse al ver a su hijo.

La guardia deslizó el puente y Sehun ayudó a Luhan a subir, sus dedos negándose a soltarle la mano cuando llegó el momento de cruzar. Comprendía que aquello tenía que suceder y aunque le doliera, entendería si al final su chico decidía volver a casa con su familia.

— ¡Te extrañé tanto! — exclamó Qinghe, envolviendo a su hijo en brazos. Luhan sentía que en cualquier momento las lágrimas escaparían por sus ojos, pero se negaba a soltarlas y terminar haciendo sentir peor a su papá.

— También te extrañé, no hubo día en que no pensara en ti.

— Ahora estás a salvo, mi pequeño torpe. E iremos a casa, con...

— Papá, no puedo ir contigo — espetó, apartándose de poco en poco para enfrentar al hombre.

— Hijo, ¿qué tonterías estás diciendo?

El dolor que aquello le provocaba era visible, pero por más que el castaño quisiera evitárselo, había tomado una decisión respecto a ello y no pensaba cambiar de opinión.

— Al fin he encontrado mi lugar, papá. No quiero pasar la vida atrapado entre murallas, viendo a todos cumplir mis sueños y no atreverme a correr riesgos. Sé que el mar es peligroso y misterioso, pero no me asusta. Esa gente de allá, son todos mis amigos, me han enseñado un montón de cosas y no quiero dejarlos, sobre todo al arquero.

De todas las reacciones que esperaba que su papá tuviera, Qinghe hizo lo único que Luhan no había previsto. Suspiró cansinamente y aun entre sus abatimiento, encontró las fuerzas que necesitaba para sonreír.

— Siempre temí que lo descubrieras, que el mar te atrajera como a tu madre. Ella también quería ser libre. Desde que encontró ese pergamino, nada volvió a ser igual. Odié cada viaje que hizo, odié a los piratas y al mismo mar, pero sobre todo, me odié a mí mismo por no comprenderla. Al final, cometí el mismo error contigo.

— No lo fue — aseguró Luhan — Pero lo será si me obligas a regresar.

Qinghe lo abrazó, susurró el «te amo» que lo acompañaría durante sus días de aventura y para sorpresa de los piratas y de la misma guardia, dejó que cruzara una vez más el puente. Irene no entendía lo que sucedía, pero aun así, ordenó retomar el curso cuando Luhan se lo pidió y vio al castaño llegar donde su hermano.

Sehun parecía sorprendido, confundido, aunque el corazón le latía con fuerza y no negaría que disfrutara de la sensación de tener de vuelta al castaño. Había creído que podría soltarlo, que sería capaz de vivir sin su presencia, sin sus sonrisas, sin el calor de su cuerpo. Qué equivocado había estado. Cuando Luhan lo abrazó, comprendió todo.

Le había pedido que volviera a su hogar y era ahí a donde el castaño había regresado, luego de despedirse de su padre y prometerle que algún día volverían a verse. No le daba la espalda a su familia, simplemente, admitía que ahora su corazón se dividía entre Qinghe, la tripulación y el hombre que lo sujetaba en esos momentos.

— Bienvenido a bordo, mi amor — susurró Sehun, contra su oído.

— Se siente bien esto de ser pirata — rio Luhan.

Los chicos festejaron a su modo que el castaño se quedara con ellos y que la guardia no los hubiera llevado presos. Ninguno ahí sabía lo que les depararía la vida, pero incluso si el curso era incierto, sus galeras rebosaban de tesoros y aventuras era lo último que podría faltar en un barco pirata. 

Para Luhan y Sehun, no importaba mucho lo que viniera, mientras estuvieran juntos. Y lo estarían, hasta que el sol iluminara las noches o el mar se convirtiera en arena.

🌊 F I N 🌊

Una historia más que llega a su fin y como siempre, nada de esto habría sido posible sin ustedes ✨ Como saben, esta es la primera vez que escribo algo parecido, así que espero haber estado a la altura de lo que ustedes y un HunHan piratas, merecen. 
A todos, muchísimas gracias por seguir apoyando mi trabajo y gracias infinitas por seguir dándole amor al HunHan 💕Espero seguir encontrándonos en el futuro, con todo lo que esta humilde maceta todavía tiene para ofrecerles. Cariños a todos/as y que nunca muera la shipp patrona.

🌱 Maceto-san 🌱

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top