CAPITULO 4: Un saludo inesperado


Sin darse cuenta la tormenta había pasado, la historia de Aquilo devoro el tiempo para aquellos que la escucharon.

-Y esa es la historia, mi historia, espero que sepan valorar lo que acaba de salir de mis labios, nunca nadie ha conocido esta historia y espero que así siga.

Las palabras de Aquilo suenan más a una advertencia que a un consejo, da el último trago a su botella antes de levantarse.

-Necesito un último favor mi Señora. -Dice Aquilo antes de irse.

-Eso depende del favor muchacho -Exclama la Señora pirata.

-Necesito que me lleve al lugar donde murió Davy Jones, si lo hace serviré en su nombre hasta entonces y después de eso nunca más me volverán a ver, ¿tenemos un trato mi señora?

-De acuerdo muchacho tenemos un trato, ahora ustedes dos lárguense, que mañana zarparemos hacia la isla naufragio.

Los dos piratas dejan el camarote para volver a sus puestos.

-Dios ya es de noche y me toca guardia. -Menciona tristemente la mano derecha de matrona Ching.

-Yo te cubro mano derecha. -Responde Aquilo.

-No me llamo mano derecha, mi nombre es Raizó y ¿estás seguro con tomar mi turno?, tú tampoco has dormido.

-Ya he dormido suficiente en esta vida.

-Cierto, lo había olvidado. -Dice Raizo con una risa. -Bien te tomo la palabra iré a dormir.

Raizo parte para dormir, mientras que Aquilo hace guardia nocturna, deambulando por el barco como un alma en pena que no puede encontrar la paz eterna, postrado en el nido del cuervo se sienta para tener una mejor vista, pero por momentos pierde la mirada con la luna.

-Cómo puede existir algo así en la oscuridad. -Aquilo suspiraba al ver luna, su deslumbrante belleza lo hipnotizaba.

Aun sumergido en sus pensamiento se percata de un sonido recorriendo el viento. -¿Qué es ese sonido? -Aquilo con gran destreza cruza la flota de una nave a otra buscando el origen del aquel canto.

Se detiene en un barco donde la melodía sonaba más fuerte, Aquilo observa a su alrededor y nota que no hay nadie haciendo guardia, pero eso era el menor de sus preocupaciones, deambulando un poco por barco observo una persona sentada en el bauprés, aquella persona era quien emitía la extraña melodía.

Cuando vio de más de cerca vio que se trataba de una mujer con una gran cabellera blanca y en su pelo un velo tan claro como el cielo que cruzaba de un lado a otro, vestida con un largo vestido blanco con un listón verde en la cintura, su piel era tan blanca como la espuma del mar.

—¿Eres un fantasma? —Habla Aquilo mientras le apunta con su pistola y levemente jala el martillo para disparar.

La dama voltea asustada solo para observar el cañón de la pistola frente a ella. —Que saludo tan inesperado. —Dice la mujer con una delicada voz que haría que las propias sirenas murieran de celos. —Que grosero no soy un fantasma, además ¿así saludas a todos?

—¿Qué dices?, si estoy siendo educado, generalmente los polizontes no llegan a escuchar mis palabras, solo llegan a sentir el frio acero de mi espada en su garganta. -Responde Aquilo con cierto enojo. -Dime, ¿Cómo es que subiste a un barco sin darnos cuenta?

-Solo si bajas el arma o, ¿me tienes miedo?

Las despreocupadas palabras de la mujer molestan a Aquilo, pero termina accediendo a su petición. -Bien tú ganas. -La mujer muy enérgica se levanta y toma la mano de Aquilo. -Soy Diana mucho gusto hombre del mar.

Aquilo extramente se sorprende por la reacción de la mujer, queda sin palabras por la amabilidad que desprendía, da dos pasos atrás mientras desenvaina su espada. -Eso, eso fue raro. -Aquilo no estaba acostumbrado a las muestras de afecto.

-Aww... Pobre pequeño hombre de mar. -Dice Diana con una sonrisa burlona.

-Cállate, no quiero escuchar eso de alguien como tú. -Dispara al aire para aliviar un poco su enojo.

-Era una broma, disculpa si te moleste, solo que no estoy acostumbrada a dialogar con la gente de la superficie.

-¿Superficie?

En eso la gente sale a cubierta preguntando quienes los atacaban. -Vaya solo es Aquilo. -Dicen todos como un coro de feos ángeles.

-Si yo dispare, solo estaba... -En eso Aquilo nota que la mujer no estaba junto a él. -Estaba... olvídenlo.

Aquilo se prepara para regresar al barco de la Señora pirata. -Antes de irme les quiero decir algo. -Los piratas se emocionan por las palabras que vayan a salir de Aquilo. -Si vuelvo aquí de noche y no veo a un vigilante cuidando el barco, mandare a todos a dormir con los peces.

La emoción de los piratas fue hundida de un cañonazo por las palabras de Aquilo. -Sí, señor -Respondieron todos con un tono de niños regañados.

La noche siguió sin problemas hasta el salir del sol, Aquilo no reporto el extraño incidente con la mujer; toda la flota se puso en marcha y zarparon rumbo a la Isla Naufragio, Aquilo aún seguía las órdenes de Matrona Ching de acuerdo con el trato que habían hecho.

-Aquilo.

-¿Qué sucede Raizo? -Cuestiona Aquilo a la mano derecha.

-¿Dormirás? -Mientras le toma el hombro.

-Lo dudo, no creo vaya a dormir en los próximos meses. -Raizo no puede contener la alegría ante la respuesta de Aquilo, mientras que el solo lo observa con desprecio. -Bien, yo hare la guardia nocturna de aquí hasta que lleguemos a la Isla Naufragio, así que aprovecha. -Antes de que se diera cuenta Raizo se había ido a dormir.

La noche había caído en su totalidad, la calma reinaba en la flota entera, la marea del mar meneaba sutilmente a los barcos como una delicada cuna de bebes, mientras que Aquilo observaba a la luna en el nido del cuervo.

-Maldito Raizo Mala agradecido, sé que no duermo pero no significa que quiera hacer su trabajo. -Liberando un suspiro al viento. -Por lo menos puedo contemplar la luna de noche.

-Yo creo que el mar es más hermoso. -Dice Diana, quien está siendo apuntada por Aquilo. -Tienes una pésima forma de saludar ¿sabes?

Aquilo baja la pistola. -No estoy de humor para tratar con extraños fantasmas, solo déjame en paz.

-Y sigues con eso, no soy ningún fantasma, soy Diana hija de la diosa de la luna Selene. -Diana observa que Aquilo no muestra ningún interés después de escuchar sus palabras. -No pareces sorprendido.

-Porque debería estarlo, ya he tratado con dioses en el pasado, no es algo nuevo para mí, la verdadera pregunta es, ¿Qué haces aquí?

-Me gusta estar cerca del mar, me da una extraña sensación de felicidad y calma, pero se me tiene prohibido bajar, así que vengo a escondidas de mi madre.

-¿Por qué?

-Mi madre me dijo que por naturaleza la luna y el mar no pueden estar juntos.

Aquilo empieza a reír con gran euforia.

-¿Y a ti que te pasa?, ¿Por qué te ríes de mi tragedia?

-Por la ironía de que la luna y el mar no puedan estar juntos.

-Y eso ¿qué tiene de gracioso?

-Que estamos platicando uno junto al otro.

-Sigo sin entender hombre del mar.

Aquilo se pega en la frente con la palma de su mano. -Es verdad, no me he presentado, soy Aquilo hijo de la diosa del mar Calypso.

-...¿diosa del mar?, ¿hijo? -Diana tardo un momento antes de entender lo que significaba. -Entonces también eres un dios

-No, mi padre fue un hombre mortal que se enamoró del mar, por lo que solo soy mitad dios, mitad mortal.

-Vaya una historia de amor, quisiera escucharla pero tengo que regresar antes de que noten que no estoy.

-Yo no diría que es exactamente una historia de amor.

Diana nota cierta tristeza en el comentario de Aquilo. -Creo que no soy la única que sufre por su madre.

-Supongo.

Y como una estrella fugaz partió hacia el cielo, frente a los ojos de Aquilo

-Eso fue muy llamativo, ¿Por qué lo dioses son así?

Noche tras noche disfrutaban de su compañía, compartiendo historias, otras noches solo conversaban sobre el mar y la luna, o simplemente Diana cantaba mientras que Aquilo se relajaba, llegaron a forjar una amistad que rompía con el orden de la naturaleza, una que solo el destino estaba consciente de su duración; La travesía siguió de esa forma hasta la Isla Naufragio la cual había llegado a su fin en un abrir y cerrar de ojos.

-Aquilo, aquí culmina nuestro trato y tu lazo con nuestra flota, es hora de que sigas por tu cuenta, espero mucho de ti muchacho

-Gracias Maestra por todo. -Aquilo hace una reverencia en forma de gratitud.

-No te olvides de mí cuando seas una leyenda de los mares. -Dice Raizo como despedida para Aquilo.

-Claro que no, mano derecha. -Dice burlonamente, mientras se dan un apretón de manos.

Aquilo se postra en la orilla del barco, pero antes de saltar al mar observa por última vez a la tripulación, aquellas personas que lo trataron como un igual, todos los buenos recuerdos que forjo junto a ellos habían llegado a su fin y sin pestañar salta al mar donde empieza a bucear hacia las profundidades.

Poco a poco la luz se va quedando atrás, la oscuridad consume en su totalidad a Aquilo, pero para alguien que fue exiliado aun abismo de eterna oscuridad eso no significaba un problema, a lo lejos se podía aprecian una luz danzante que se acercaba poco a poco hacia donde estaba Aquilo.

-Mi pequeño amigo. -Dice Aquilo mientras acariciaba a la extraña criatura, la misma que fue creada en su encierro.

Juntos empezaron a bucear en las profundidades del mar buscando una señal de su padre, hasta que un pequeño destello llamo la atención de Aquilo, se acercó con cuidado y observo que el destello provenía de un colgante que reflejaba la luz de su criatura.

Estiro su brazo tomar el objeto, pero al momento de jalarlo la tierra se levanta desenterrando un cadáver, del cual tenía enlazado el colgante; Aquilo suelta el colgante y toma entre sus brazos el cuerpo, solo le habia vastado un segundo para entender que aquel cadaver era el de su padre.

-Y-yo... Lo siento tanto. -Dice con la voz quebrada, un encuentro totalmente diferente a lo que soñó de niño.

-Este si es un saludo inesperado. -Suena detrás de Aquilo.

Un extraño resplandor acompaña la voz, Aquilo voltea lentamente solo para contemplar el alma de aquel cadáver manifestándose frente a él.

-¿Quién eres muchacho? -Pregunto al sorprendido Aquilo.

Sentimientos encontrados recorrían el cuerpo de Aquilo, toda su vida pensó en cada palabra que diría al encontrarse con él, pero nunca pensó en lo difícil que era hablar con alguien quien desconocía de su existencia.

Con gran fuerza empuña su mano, solo para lanzarle un puñetazo que atraviesa el espíritu de su padre. -¡Grandísimo idiota! -Jones se queda inmute ante la acción de Aquilo -¡Soy Aquilo!... Tu hijo.

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