Capítulo 25- Demonios en la mente
Advertencia: El siguiente capítulo contiene escenas de autolesiones.
Úrsula:
Sábado:
Bajo las escaleras de mi departamento con un vestido negro, strapple y de fiesta junto a unos tacones stilettos.
Mi cabello se encuentra formado con pequeños bucles en las puntas, dándole un toque diferente.
Mi rostro se encuentra radiante, los ojos brillan y despliegan su color a toda costa, acompañándose con un potente maquillaje de color negro, y por otro lado mis labios profundizan con un rojo atractivo.
En mis pasos delicados y con cuidado, encuentro a Matthew en el exterior del hall principal fumando un cigarrillo y apreciando las estrellas.
Lleva puesto un traje negro, combinando a la perfección su atractivo.
Me sonrojo internamente antes de salir y sorprenderlo.
Sus ojos se clavan de manera profunda en los míos, y su mirada se desvía atrevida hacia el vestido. Realmente estoy distinta a otras veces. Digamos que hoy estoy mucho más elegante.
En cambio en él la elegancia es natural. Tan perfecto.
—Buenas noches— susurro acercándome y dando el primer paso para dejarle un beso en su cálida mejilla. Su cercanía, su actitud y su perfume me enloquecen, como siempre.
Noto cierta tensión en mi saludo, al poco tiempo de separarnos me abre la puerta de su auto para subir. Río nerviosa para finalmente emprendernos en el viaje.
—Hace mucho no me vestía así, de hecho me siento rara— sonrío mirándolo. Si continuamos mirándonos así nos tomará la fuerza del infierno.
Él me dedica una sonrisa atrevida para volver la vista hacia el frente.
—De hecho la elegancia te queda espectacular— susurra en bajo, sonrojándose y soportando en sí mismo los nervios.
Acomodo un mechón atrás de mi oreja desviando la mirada en las estrellas.
Recuerdo nuestra intensa conversación de ayer, observo mi mochila y pienso si sería lo correcto o no.
— ¿Qué ocurre? — pregunta presintiendo mis pensamientos.
—Estuve pensando en lo que me dijiste ayer... y te agradezco, Matt.
—Ursu— me mira a los ojos rápidamente mientras su mano continúa girando el volante— no debes apurarlo. Solo cuando estas lista y por supuesto si quieres, me dejas todos tus cuadernos y yo me encargo de lo demás. Amalia tiene contactos de editoriales muy importantes, puedes contar con ella...
Sí, Matthew me ofreció luego de la intensa conversación en aquel balcón, la posibilidad de llevar mi manuscrito a conocidas editoriales donde Amalia tiene contactos responsables en el trabajo.
—Y, lo que te ofrecí es una posibilidad, pero si quieres. Si no quieres puedes buscar por otros lados...
—No, Matt, no. No es desconfianza. Fuiste el primero que leyó todo lo que oculto— me mira nuevamente, sonrojado y comprensivo— es la decisión. Nada más.
—Tienes tiempo.
—Ese es el tema, reflexioné del tiempo. Y ya no creo en la sobra de tiempo— bajo mi cabeza en busca de la mochila en la parte inferior del asiento. Sujeto los cuadernos con profunda nostalgia— lo haré ahora, y hasta con miedo, pero ahora. El mañana no existe. Te los entregaré a ti para que contactes a Amalia y se ocupe— susurro.
Matthew frena en una esquina al costado, observándome atento.
—Es verdad, el tiempo es ahora. Te felicito por saltar a un vacío desconocido, Úrsula— prosigue, estremeciéndome el alma. Una pequeña lagrima amenaza en mi mejilla. Sonrío para acomodarme nuevamente en el asiento.
Matthew sujeta los cuadernos para guardarlos en los asientos de atrás. Su mano se acomoda en mi rodilla y la piel se me eriza.
Nos encontramos con la mirada otra vez, profunda.
—Puedo presentir que te irá excelente, y que tienes esa sensación de liberar todo lo que te pasa y te enseña la vida junto a las experiencias. Lo veo, veo que hay chispas que no ven la hora de generar un incendio brutal — susurra.
Carajo, Matthew.
¿Cómo alguien puede ser capaz de leerte hasta la mismísima alma y el reflejo interno?
Las sensaciones y emociones me toman de una manera fuerte, generándome un leve temblor e invocando mis ojos con un ardor por la necesidad de llorar, pero llorar de alegría, de un sentimiento distinto, de que alguien me descubrió y me vio por primera vez en mis adentros, un sentimiento único.
Me avecino sin previo aviso a su boca, con la necesidad de sentir sus labios en los míos, en un pequeño beso pero lleno de demanda y de ternura. Nos separamos un pequeño instante y su mano acaricia mi mejilla mientras aprecio su cabello.
Vuelvo al asiento sonrojada y con la mirada otra vez, en las infinitas estrellas.
***
—Matthew Stone, amante del romanticismo— lo burlo cuando llegamos frente a un lujoso restaurante.
Él ríe en respuesta pidiendo mi brazo. Revoleo los ojos sonrojada para tomarlo.
—Muchas personas...
—Tienes que ir acostumbrándote, mira cuando estés en librerías firmando tus escritos o en conferencias importantes— susurra en mi oído mientras proseguimos caminando en un hall extenso.
Río en bajo por la ilusión de Matt. Soñar activamente.
— ¿Es nuevo el restaurante, verdad? — curioseo.
—Sí, sabes que no conozco del todo esta zona, pero sabía de su estreno por Vince...
Siento que las miradas nos comen, aunque hay muchas personas y el lugar es demasiado extenso, la mayoría nos contempla de manera fija.
—Relájate nena, es que perciben una química fatal y una belleza única— susurra apropósito Matt en mi oído, buscando la incomodidad y generando sensaciones en mi cuerpo.
—A ti te mirarán más, si eres atractivo... — contraataco.
—Vamos, a ti también. Solo deberías mirarte con mis ojos para apreciarte más— se acerca otra vez disimuladamente antes de sentarme en la silla— quien te sabe ver sabrá que eres un maldito fuego en el interior, Úrsula Lee— finaliza para despedirse hacia el otro extremo de la mesa.
Carajo. Intento disimular la jodida tensión que me provoca constantemente.
Se acerca un joven mesero con el anotador para encargar nuestro pedido y transcurren pocos minutos apreciando el lugar.
— ¿Cómo van las obras y las muestras? — bebo un poco de vino de mi copa, jugueteando torpemente con mi dedo en ella.
—Vince dijo que hay mucho más éxito, no me lo esperaba tanto.
Levanto las cejas sorprendida.
—Vamos... ¿Matthew Stone no se esperaba tanto éxito con semejantes obras artísticas capaces de prender a cualquiera? — vuelvo a contraatacar, divertida.
Matthew me dedica una mirada fugaz para después tocarse las manos.
—Con ganas de jugar, Úrsula...— me sonríe atrevido para saborear a continuación el vino— yo digo lo mismo, prepárate para el éxito porque con esos escritos...
Trago saliva. Mi rostro se transforma en seriedad, intimidándome al mismo tiempo que no dejo de mantenerle una mirada profunda.
"Amo tu mezcla de inocencia y lujuria, Úrsula"
— ¿Cuáles? ¿Los que te dediqué a ti? — curioseo, bebiendo más de la copa.
Jodido juego de idas y vueltas.
Él muerde sus labios, hinchándolos y coloreándolos en un rojizo por la presión ejercida. Mierda.
—Exacto, esos escritos eróticos...
—Y dime, ¿Qué te generó saber que todo eso lo escribí por ti? — provoco insinuando esas respuestas que me enloquecen.
—Que amamos provocarnos, Úrsula. Que somos insaciables, que solo buscamos prender más al otro, tu a través de las letras, yo a través del arte.
Nuestra mirada se pierde en nosotros, olvidándose de toda la presencia externa, como invocando un silencio donde el eco queda atrás y los ojos dicen todo, constantemente.
Siento temblar levemente, y reconozco que esta sensación con Matthew de provocarnos mutuamente me fascina.
Mi rostro se torna cálido desprendiendo calor en las mejillas y una sensación de sofoque. Me levanto hacia él, olvidándome de las personas y sus miradas.
—Debo ir al baño, ya vuelvo— finalizo sonrojada. Sé que después tendremos una buena noche como venimos teniendo en tanta química.
***
El eco de las personas conversando junto a la música alta queda atrás cuando entro al toilette. Sin embargo unos sonidos detrás de una puerta de los baños llaman mi atención: Risas pequeñas y habla en secreto que me resultan conocidas.
Quedo quieta observando el espejo de en frente, mientras otras personas entran y salen, sin embargo mi atención queda en ese pequeño baño, donde se retoma una conversación en voz alta, permitiéndome la escucha.
—Ay... ¿Pero qué dices? ¿Tanto te gusto? — susurra una joven.
¿Zara? ¿Es Zara?
—Michael... ya, no es lo correcto— prosigue con risitas.
No, no puede estar pasando esto.
—Es que estas muy linda. ¿Sientes culpa por Úrsula?
—Ella te superó, no debería estar mal porque esté contigo...— coquetea y escucho unos besos apasionados.
—Eres una maldita zorra, Zara. Y eso me prende más de lo que imaginas— continúa esa voz masculina odiosa.
Un shock me avecina. Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas de bronca, y mi mirada se pierde en el espejo, sintiendo la fuerza de mis nudillos apretados sobre la mesada.
—Úrsula mentía, decía que acababas en segundos, y a mí me haces sentir una reina— susurra en bajo.
—Úrsula era un desquite, siempre fue un desquite, si siempre tuvo la autoestima por el piso ¿Cómo no iba a pretender que la traten así?
Ambos ríen en bajo ante su último comentario.
— ¿O sea que conmigo es distinto?
—Muy distinto— finaliza.
Silencio, silencio eterno. Risas de fondo y susurros suaves con ruidos corporales.
Siento mi mundo caerse lentamente. Siento una fuerza demoníaca que me toma de vuelta sin marcha atrás, siento mi piel empalidecer, mi reflejo riéndose de mi inutilidad. Toda mi persona se petrifica dando lugar a ese odioso estado que tanto continúo trabajando. Pero que ahora se desmoronó el doble, el triple, haciéndome sentir lo peor.
"Úrsula era un desquite, siempre fue un desquite, si siempre tuvo la autoestima por el piso ¿Cómo no iba a pretender que la traten así?"
Muerdo mi mano sintiendo el sollozo profundo de mi parte, mirándome al espejo y odiándome.
Mi mejor amiga me traicionó.
El enojo me toma abruptamente para dar vuelta mi cuerpo y realizar una fuerte patada en fin de abrir la puerta donde se encuentran Zara y Michael. El ruido colapsa y asusta. Ellos se levantan rápido del inodoro, sorprendidos ante mi presencia, acomodándose la ropa.
Me encuentro con los ojos de Zara, Michael no me importa.
Zara no tiene rostro, parece muda, paralizada y quieta.
—Ursu— susurra asustada.
—Cállate— prosigo secando mis descontroladas lagrimas— ¿Sabes, Zara? No se trata de una cuestión de superar, porque a este idiota no lo quiero más, no sería tan inútil de continuar enganchada a él. Se trata de la actitud, se trata de que es la persona que más daño me hizo, y de que es una jodida mierda ¿Y encima te lo follas a mis espaldas?
Michael ríe en bajo. Maldito asco.
— ¿Tan baja la autoestima, Úrsula? ¿Por qué no te desquitas con otra cosa, eh?
Lo miro fulminante. Le dedico la peor de mis miradas, la del odio. La de un odio profundo.
—Tú cállate, porque te juro que el día menos pensado me verás en la cima, y algún día las personas sabrán que clase de mierda eres.
—Y de ti sabrán que eres una puta con todas las letras, Úrsula— exclama.
— ¿Qué?
—Que eres una puta— escupe como fuego sus palabras, intentando derrumbarme. Levanto mi mano inconscientemente y le pego fuerte en su rostro, dejando el sonido latente en la habitación. La mano me arde, pero nada se compara con el ardor de mi corazón por enterarme el engaño de Zara.
Vuelvo la mirada hacia ella.
—No lo entenderé nunca, Zara. Olvídate de mí, me perdiste...—susurro con mil emociones arriba mío. Continúo en shock. Una parálisis profunda en mis sensaciones.
— ¡Úrsula! — grita cuando me despido rápidamente del baño, cerrando la puerta con brusquedad para buscar la primer salida posible. Lo único que quiero es correr, escapar, no estar más.
Los demonios de la mente me toman, incitándome a eso. A la necesidad de desquitarme a mi manera, a la necesidad de dejar de existir en este plano pero no para bien, sino para mal. Completamente para mal.
Salgo por la salida trasera, sin que Matthew se entere.
Corro por las calles desorientada, buscando un lugar de alojo, hasta que en mi camino observo un hotel de fachada vieja y destruido, pero no importa. Necesito estar aislada.
—Eh nena— exclama un joven desagradable. Me mira de arriba hacia abajo con notoria atención. Me repugno ante su gesto— está bien, está bien— siento el olor a alcohol que libera de su boca— la nena no está de ánimos, la verdad, yo tampoco— ríe cayéndose en la calle. De su mochila se escapa un pequeño paquete con una sustancia.
—Vete imbécil si no quieres que te parta la boca de un puñetazo— gruño enojada. Este borracho decaído no puede ganarme.
Él ríe yéndose otra vez por otro lado de la calle. El paquete queda en la vereda, y mi energía de mierda por los demonios de la mente me incita a tomarlo.
Entro al hotel, despeinada y con el rostro hinchado. La recepcionista me mira extrañada para brindarme la llave de un dormitorio después de darle todo el dinero que tengo.
***
En mi mente no deja de resonar la escena una y otra vez, Michael y Zara. Mi mejor amiga con Michael. Mi mejor amiga con la persona que más daño me hizo. Mi mejor amiga traicionera. Michael odiándome junto a mi mejor amiga. Zara falsa. Falsa. Falsa.
Grito fuerte, desarmando toda la cama y rompiendo todo lo que veo a mi alrededor. Me dirijo a la pequeña heladerita del dormitorio para consumir todo el alcohol posible, haciendo notorio el efecto en pocos instantes.
Tomo, vomito, tomo, vomito. Bailo torpemente, intentando quitar las malas energías, aunque en realidad, el diablo se apoderó de mí en todo ser. Nada de lo que haga podrá evitarlo. Nada porque ya caí en ese maldito reflejo que se ríe de mí, en ese susurro que me incita a provocarme un peor estado, en ese fino hilo que amenaza mi vida y lo juego como una aventura. Una aventura espantosa.
El alcohol me sofoca, sintiendo calor en mi cuerpo. Las manos me tiemblan al sujetar otra botella y vomitar la anterior en poco espacio de tiempo. Todo se marea, todo me da vueltas.
Me dirijo al baño, observándome en el reflejo. Un maldito asco. Una maldita puta. Una idiota, una inútil.
Mi cabeza grita y explota de todas las maneras posibles, lloro y al instante enfurezco, lloro y al instante decaigo en el piso, lloro y al instante bailo queriendo sentirme bien.
Sensaciones juntas que son un revuelco de emociones, un revuelco de mierda que me paraliza.
Sujeto mi cabello con fuerza provocándome sentir ese tirón y dolor, rasguño mis manos sintiendo la presión innecesaria que realizo.
Ningún dolor o lastimadura, ningún estado anímico se compara con dejar de sentir en el alma.
Los pensamientos gritan, gritan, y continúan gritando. El mundo se desmorona. Mi mirada se pierde en el espejo, demostrando esos ojos verdes enfurecidos, tristes, inútiles. Mis manos arden por los daños. El demonio juega. Juega a ganarme la partida de tomar ese paquete desconocido. Juega a incitarme, a vencerme.
Tiemblo para abrir el paquete, y ante lágrimas desconsoladas, mi boca se inunda profundamente en esa sustancia que a los pocos instantes me duerme de manera instantánea.
***
La luz del sol se asoma en la ventana y me refriego contra el colchón sintiendo unas profundas puntadas en mi cabeza. Inmediatamente las ganas de vomitar me avecinan así que me dirijo al baño.
Libero todo mientras observo mi rostro en el espejo, completamente deteriorado.
Soy una estúpida, de dejar a Matthew en la cena sin explicación alguna. Él no me merece. No merece este desastre.
No merece a esta chica que no se sabe amar a sí misma.
Quiero llorar pero me duelen los pómulos, los ojos me arden por el mal cansancio y mi cuerpo se encuentra torpe.
Bajo las escaleras y las personas me observan de mala manera, llego a la recepcionista para dejarle la llave y le brindo más dinero que tenía en la mochila, pagando todo el desastre que dejé. Ella no dice nada, me mira con lástima para finalmente irse.
Lástima.
"Úrsula era un desquite, siempre fue un desquite, si siempre tuvo la autoestima por el piso ¿Cómo no iba a pretender que la traten así?"
No deja de sonar esa frase en mi mente una y otra vez, no deja de sonar la voz de Zara escuchando todo eso y sin reaccionar. No deja de sonar en mí los engaños, los fracasos, los demonios. Todo esto que soy.
Mi cabeza estalla en dolor cuando salgo a la calle y el cielo me sorprende. Quiero ir a casa, quiero desaparecer pero en mi lugar de refugio. Quiero dormir. Quiero llorar.
***
Subo las escaleras del departamento con cierta torpeza, hasta llegar a la puerta del mío. Sin embargo me llevo una sorpresa inesperada: Matthew.
No, por favor, no puede estar aquí. Las lágrimas corren por mis mejillas sin poder evitar un sollozo y un nudo inmenso en la garganta.
—Úrsula— susurra preocupado al notar mi apariencia— ¿Qué pasó?
Abro la puerta rápidamente aunque tenga la vista nublada de tanta agua.
No puedo. No puede verme así. No puedo sentirme peor.
— ¿Úrsula? — vuelve a pronunciar su dulce voz generándome más lágrimas. Una dulce voz que no encaja para nada conmigo.
—Matthew no— lo miro a los ojos y mi piel se enfría— no me mereces. No hablemos más ni nos veamos más, por favor. Déjame.
Silencio. Su rostro se encuentra perdido, intentando descifrarme.
Jamás descifrarías este desastre, Matthew.
—Soy un desastre ¿Sabes? ¡Soy un puto desastre! — libero sintiendo la sensación de ahogo—no puedes querer a este desastre, Matthew. Por favor... no quiero otro engaño más— trago saliva y seco mis lágrimas.
— ¿De qué hablas, Úrsula? — prosigue preocupado y confundido.
—Mi mejor amiga me engañó con Michael, ese estúpido que te conté el otro día, de eso hablo. Los vi en un baño del restaurante. Y él dijo que siempre fui un desquite, que por tener la autoestima por el piso me tratan así, claro, por supuesto que sí. Si soy una jodida mierda— me siento en el sillón, refregando mis manos en el rostro.
—Úrsula no...
— ¡Sí! ¡Soy una jodida mierda! — libero con bronca— y tú no mereces este desastre. No, no lo mereces. ¿Sabes lo que es verte tan perfecto, tan sabio, tan tranquilo? Y saber que yo puedo girarte el mundo para peor, no Matt. No me conoces.
—Déjame ayudarte, Úrsula— pronuncia quebrado.
—No tengo solución, Matthew.
Mierda. No estoy en mi mente. Estoy en el peor de mis lados.
— ¿Por qué dices que soy perfecto? — cambia la voz.
— ¡Lo eres! ¡Eres perfecto! Mírate, compárate. No me mereces.
— ¡Úrsula basta! — eleva la voz, clavándome una mirada profunda. Quedo quieta ante su exclamación — no soy perfecto. Yo también soy un desastre ¿Es que acaso crees que conoces mi vida completa? — Prosigue tomándose el cabello para revolotearlo— no todos somos malos, Úrsula. Nunca te haría daño ¿Qué no entiendes?
—No me mereces— susurro ahogada.
Sus ojos se clavan en los míos, y amenazan liberar lágrimas también.
—Yo también soy un desastre, Úrsula. Tuve un padrastro de mierda y a quien odio inmensamente, lo odio. Lo odio. No puedo desquitar ese sentimiento con nada. ¿Sabes lo que es tener tanto rencor en tu corazón? Mi madre murió por culpa de él, Úrsula. Así que tú no sabes toda la vida que tuve que pasar, deja de decirme perfecto. Soy un caos en mi interior, Úrsula— libera con bronca y lágrimas.
Quedo paralizada ante su declaración, sintiéndome aun peor. Sin embargo mi boca queda callada, como si tuviera una cinta sujetándola con fuerza, sin poder hablar ni emitir más.
Nos quedamos en silencio y mirándonos con esa profunda tristeza y bronca. Tal vez con los demonios que se entienden. Espejismo de mismas sensaciones.
Me dirijo hacia mi cuarto cerrando la puerta. No puedo más. No puedo.
Caigo con la cabeza apoyada en las rodillas, sentándome y lastimando mis manos con las uñas.
Escucho la puerta principal de mi hogar cerrarse también, y ante ese sonido, siento que el mundo se me cae más abajo, porque yo misma provoco el dolor en mí, y por primera vez en Matthew, que no lo merece en absoluto.
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