Capítulo 2- Hipnosis
Una semana después
Úrsula:
Tal vez estaba entrando al infierno.
¿Por qué no ir de vuelta?
Inútilmente intenté olvidarlo. Pero es imposible. ¿Quién podría olvidarse de una persona que te flecha como si fuera una maldición divina?
Nunca había sentido esto tan fuerte por alguien (y eso que recién comienza esta historia).
Pero Matt parece de esas personas que te convencen de quedarte o buscarlos sin la necesidad de que lo expresen en palabras.
¿Y él cómo será?
¿Por qué tiene tal poder de seducción?
¿Será de esas personas que logran nublarte por completo y dejarte evocado a su control?
¿Le habré llamado la atención?
Ay por dios, parezco una adolescente. Ni sé si lo volveré a ver. Tal vez es un artista famoso que recorre distintos museos, tal vez se fue muy lejos, como tus fantasías, Úrsula.
Aunque quisieras verlo otra vez.
Quisieras experimentar todo lo que parece saber.
¿Qué tan profundo en expresión será su arte erótico?
Y él, siendo artista, es dueño de sus fantasías y creador de sus pinturas.
Inefable.
—Estoy loca— contesto mirándome al espejo mientras elijo un labial de color violeta. — ¿En serio volverás a ese museo?— prosigo hablando conmigo misma— ¿Qué tanta hipnosis pudo generarte Matthew Stone para que desees profundamente verlo otra vez?
Finalizo de repasar el color en mis labios y peino mi cabello con los dedos hacia delante. Su color negro opaca profundamente con mi piel blanca. Llevo puesto una pollera de jean con un top negro.
Me miro por última vez en el reflejo para finalmente salir a las calles de la ciudad.
***
El museo frente a mis ojos. Recuerdo aquella noche misteriosa que paralizó mi vida por completo en el momento que decidí entrar. Jamás pensé sentirme tan atraída a algo. Porque eso significaba ingresar a este lugar, dejarte indagar en tu propia lujuria, sentir un tirón con fuerza hacia sus obras para que aprecies el placer, para que quieras tenerlo, para que imagines y despiertes tus más perversas fantasías.
En el arte todo está permitido. Y eso lo tengo en claro desde aquella noche.
Su nombre resuena en mi mente de todas las maneras posibles. Su fuerte mirada fue imposible de olvidar, su esencia y su presencia. Todo de él me llamó tanto la atención.
Entro decidida, o sin saber que estoy buscando, pero en el fondo queriendo deleitarme. Eso seguro. Observo atentamente a mí alrededor, como la primera noche. El ambiente esta tornado de personas muy elegantes, que fuman y beben mientras entregan su mirada a cada una de las obras. Personas iluminadas con ojos de fuego e incentivo, con curiosidad y perversidad.
Me detengo de manera repentina para contemplar una obra; mujer desnuda, acostada y un hombre que experimenta su zona íntima con las manos en tanto no deja de observarla. Ella con su boca muerde fuerte sus labios mirando hacia arriba. Sobre este dibujo, pequeños destellos de pétalos rojos, dándole una burbuja perfecta.
—Grata sorpresa, señorita Lee — susurra su voz detrás de mí generando un fuerte palpitar de mi corazón— No me olvido de su extraña reacción la primera vez que vio mis obras— siento su sensual tono sobre mi oído. Él.
— ¿Disculpa?— reacciono ante sus palabras.
¿Extraña reacción?
Ríe y escucho su suave carcajada ahora desde mi otro oído.
Maldita sea juego ASMR (Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma) de mensajes al oído de un lado para el otro.
— ¿No eres ni capaz de mirarme, Úrsula?—coquetea.
La verdad no, no puedo mirarte porque me hipnotizarías otra vez.
—Pero está bien. Pareciera que es la primera vez que entraste a un museo erótico, es un mundo nuevo cuando lo descubres.
Si claro, si conociera mi mente.
— ¿Sabes algo? El sexo es plena lujuria— sus palabras me generan nervios inexplicables— pero lleva mucha más energía y pasión cuando lo compartes con alguien a quien realmente admires en todas sus fases, a quien ames y disfrutes. Se vuelve una droga cuando es con la persona correcta. Si es con cualquiera, no se disfruta de igual manera. Es una afirmación.
Mi mirada se desvía hacia abajo recordando las penosas primeras experiencias sexuales que tuve con el idiota de Michael. E inmediatamente me nace un sentimiento de bronca en mi mente y cuerpo.
La furia se apodera de mí invocando los pensamientos que no deseaba.
— ¿Acaso eres psicólogo además de artista? No eres el centro del mundo, he venido por el arte, no por ti. ¿Qué pretendes?
— ¿Qué te sucede? Te estoy hablando con respeto e informando de mí arte. No era para que se lo tome tan literal.
Carajo... ¿Empecé una discusión a causa de una furia interna?
—Te haces el inocente y debes ser de esos que conquistan con tal de llevarse chicas a la cama ¿Verdad? No pretendas que sea una más.
Ríe fuerte ante mí, tal vez, inútil declaración. Michael en mi mente lo arruinó todo.
— ¿Sabes? No te recomendaría que vengas a un museo erótico si no te permites hablar del sexo con libertad, no porque pienses que los artistas quieren conquistar a sus espectadores.
—Suerte con tus obras, y que conquistes más chicas, con lo atractivo que eres debes abusar de eso.
Me despido firme con mis palabras aunque una ola de nervios y enojo se avecina completamente por mi cuerpo. Nunca pensé que un pasado afectaría tanto mi presente, maldito Michael. Él me traumó por completo.
La fresca brisa choca contra mí al salir del museo. Y una gota cae sobre mi cabello. Dos gotas. Tres gotas. De repente una lluvia torrencial me avecina y aún me quedan quince cuadras por caminar.
— ¡¿Qué más?! — grito fastidiosa y parezco llamar la atención de muchos conductores en sus respectivos autos. Imbéciles. Uno de ellos pasa a mi lado a plena velocidad para terminar de empaparme.
Me sale un grito feroz, impulsivo e incontrolable. Y sin sentido empiezo a llorar. La lluvia no se compara con lo destrozada que estoy. Nada se compara con la infernal caída de agua desde mi interior.
— ¿Me brindaría su mano, por favor? — escucho nuevamente aquella voz que resuena de manera constante.
Cuando levanto la mirada, Matthew se encuentra con un paraguas. Su otra mano espera ansiosa levantarme. Siento mis ojos vidriosos por la explosión de lágrimas.
Inconscientemente me levanto junto a él.
—Gracias, estoy bien. Seguiré caminando— prosigo neutra.
—Úrsula Lee, déjame llevarte a tu casa. Es peligrosa esta lluvia— contesta intentando convencerme.
Me detengo observando la ciudad. Mi corazón empieza a latir sintiéndose extraño.
Doy media vuelta y me acerco hacia él notando que ese pequeño nudo de mi pecho empieza a desaparecer. Su mirada es tan potente que no podría soportar sostenerla.
Nos subimos a su auto y puedo sentir cómo empiezo a estar tensa en su cercanía.
Evidentemente esta noche soy un volcán de emociones incontrolables.
—Disculpa si fui grosero— agrega mientras con una sola mano gira a la perfección el volante.
Sus manos me provocan escalofríos.
Todo de él me provoca escalofríos. Y aun no entiendo cuál es la razón de sentir tanto magnetismo por alguien que recién conozco.
Contrólate, Úrsula.
—Yo lo fui, es que...— freno inmediatamente mis palabras. Suspiro fuerte.
—No debes darme explicaciones. Todos tenemos razones que nos duelen en nuestra alma y explotan en cuestiones mínimas.
¿Cómo leyó mi mente?
—Sí, gracias. Exactamente eso. Disculpa.
—Ya... no es nada. ¿Dónde vives?
—Diez cuadras derechas y cinco al costado izquierdo. Primer departamento.
—¿Escuchas música?
—A ver, sorpréndeme como tal artista que eres. — inevitablemente coqueteo con quien discutía hace media hora en el museo.
Gira mirándome de costado y una pequeña sonrisa se escapa de su rostro.
—Ah, y gracias por decirme atractivo. No soy un abusador de eso, Úrsula Lee. Tú también eres atractiva aunque bastante curiosa.
Siento mis mejillas incendiarse y prefiero pasar desapercibida de tal comentario.
Desvía la mirada hacia su Iphone para colocar canciones aleatorias.
Su... maldita... sonrisa.
Su manera perfecta de ser delicado y a la vez impulsivo en mínimas acciones.
Ya, contrólate Úrsula. ¿Qué mierda me genera este hombre?
—Soda Stereo y Gustavo Cerati son mi perdición— continúa orgulloso de sí mismo— él es muy artístico, habla mucho de todo. Sus canciones son sublimes.
—Si, algo conozco— contesto.
Empieza a sonar artefacto, canción que reconozco de inmediato y me coloca en una situación de extrema rareza pero me limito como si no supiera lo que estoy escuchando.
Es una melodía tan perfecta con una letra muy potente. Cerati es capaz de llevarte a otro mundo en cuestión de minutos.
—En esta canción él dice, que por más tecnología que haya en el futuro, no habrá nunca ningún artefacto capaz de suplantar sentimientos. El humano seguirá sintiendo por más que lo quiera controlar, sentirá con tal intensidad todo tipo de sensaciones. Solo o acompañado. Jamás dejará de sentir. Jamás podrá evitarlo. Lo puedes reprimir o liberar, pero la acción de sentir te acompañará como tu mejor amigo o tu peor enemigo.
Quedo perpleja ante su profundo análisis y un leve temblor recorre mi abdomen. Siento mi rostro incendiarse otra vez con esas simples palabras que laten fuerte sobre toda mi persona.
—Destino, Úrsula Lee.
— ¿Qué? — pregunto confundida mirándolo atenta.
—Que llegamos al destino— sonríe en tanto agarra su caja de cigarrillos para tomar ansiosamente uno— que tengas buena noche, Úrsula Lee.
Recapacito de la situación y me doy cuenta que sí, estoy frente a mi departamento. Maldita hipnotización Matthew Stone.
—Gracias, igualmente— abro la puerta y me dispongo a bajar.
— ¿Te volveré a ver? — Pregunta de manera repentina — no me contestes. Buenas noches.
Sube la ventanilla para finalmente desaparecer del espacio.
¿Quieres volver a verme, curioso artista?
Entro rápidamente a mi departamento a causa de la torrencial lluvia.
Me dirijo al baño para quitarme toda la ropa empapada. Lleno la bañera de agua caliente y me sumerjo lentamente en ella.
Suena suave la canción de Cerati en mi mente.
Cierro los ojos sumergiéndome en mis fantasías.
Recuerdo aquella noche que entré al museo.
Su voz sensual invade todos mis sentidos.
Su cuerpo, sus manos, sus facciones, todo de él pasa por mi mente en imágenes provocando su atención.
Me relajo cada vez más y más.
Mis manos inconscientemente buscan satisfacer mis pensamientos, bajan de manera lenta, tocando y apreciando.
"El humano seguirá sintiendo por más que lo quiera controlar, sentirá con tal intensidad todo tipo de sensaciones. Solo o acompañado. Jamás dejará de sentir."
Mi corazón palpita con tal necesidad que podría desbocarse.
"Jamás podrá evitarlo. Lo puedes reprimir o liberar, pero la acción de sentir te acompañará como tu mejor amigo o tu peor enemigo."
Lo puedes liberar. Lo quiero liberar.
Mis labios se humedecen y mi cabeza cae desplomada hacia el respaldo de la bañera.
"Jamás dejará de sentir"
—Matthew— suspiro fuera de mi persona. Ahora soy completamente de él en mis fantasías, mi mente y mis sueños. Mis dedos se introducen en mi fondo provocándome así escalofríos intensos. Mi cabello mojado toca mi espalda, las burbujas brindan una sensación única.
No dejo de tocarme y sentir, dejo de reprimir el fuego interno que va naciendo dentro de mí.
El cosquilleo me consume elevandome en un infierno y en una quema intensa de mi abdomen. Mis piernas tiemblan. Tiemblan mucho.
Lo libero, lo libero completamente. Muerdo, gimo y suspiro descontrolada.
Siento esa corriente eléctrica dentro de mí, siento una liberación inmensa. Abro los ojos y sonrío levemente mientras pienso, como la primera noche que entré al museo, que estoy entrando tal vez, al infierno.
Y por primera vez, no me molesta en absoluto entrar al infierno.
Artefacto- Gustavo Cerati:
Dame algo dulce nena
Suelo volver amargo
Quiero tenerte así por horas
Y horas
No es una charla de computadoras
Es un presagio más feliz
Mundos imaginarios
Están frotando en el aire
Pasan por nuestros cuerpos
Ecos de mil radares
¿Cuánto te afecta?
Nadie lo sabe.
Ningún engaño te hace feliz
Es un presagio más feliz
Esto no es un invento
Para pasar el rato
No hay ningún artefacto
Que sea visionario
https://youtu.be/zhf8guZ41dY
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