En este momento, solo puedo mencionar a una persona. Claro que agradezco a los que están conmigo, familia, amigos y conocidos. Y los adoro. Pero no puedo evitar dedicarle este libro a mi ángel.

A mi ángel eterno, a mi abuela Rosa, que se encuentra en el cielo hace varios años, quien estuvo conmigo hasta mis once. Once, si, muy pequeña. Pero suficiente madura para recordar su sabiduría, su dulzura y su alma angelical.

Abuela, me encantaría que me veas en esta edad, que me hayas visto en la adolescencia, contarte todo lo que sueño y mis proyectos, sé que me hubieras escuchado con una alegría inmensa. Pero también soy consciente de que estás conmigo, de que lo sabes todo, de que me cuidas y mimas desde otro lado.

La imagen que nadie jamás podrá borrarme es cuando entraba a tu casa por esa puerta alta, y estabas sentada en la mesa con la calidez y la sonrisa más dulce que nunca voy a volver a encontrar.

A mis lectores, por el amor incondicional, porque estuvieron acá, dedicaron tiempo, energía y sus comentarios mimaron el corazón de esta chica. ¡Son una razón hermosa de mi existencia! Gracias, de verdad <3