18 | Recuperar el tiempo perdido
Por mi mente rondan miles de preguntas mientras el taxi me lleva camino a casa de mi madre.
La charla con Ralen hace unos días me animó a comprar un billete, pero se me ocurrió la genial idea de no avisar a nadie y presentarme por sorpresa. No entiendo por qué me hallo tan nerviosa por volver. Mis ojos recorren cada rincón de Moonlight por el que pasamos y la nostalgia me invade.
No imaginaba cuánto echaba de menos mi hogar.
Apenas quedan unos minutos para llegar y los nervios van en aumento. Mi madre aún estará en el trabajo, pero seguro que Nina está en casa. Cómo extraño a mi abuela. Voy a intentar aprovechar los pocos días que esté aquí para llevarme a Londres un buen recuerdo de esta pequeña escapada.
—Pues ya estaría. —La voz del taxista rompe el silencio.
Fijo un segundo la vista en la casa que se encuentra a tan sólo unos metros de nosotros y después la poso en el conductor, que voltea en mi dirección.
—¿Cuánto es?
—Cinco dólares.
Asiento y rebusco en mi mochila hasta que doy con el monedero. Saco un billete de cinco dólares y se lo entrego. Después abandono el vehículo no sin antes recoger mi equipaje del maletero. El taxi arranca y me quedo sola en mitad de la calle. No permanezco mucho más tiempo de pie y emprendo el camino a casa. Cuando abro la puerta me invade un completo silencio.
Suelto las llaves sobre el mueble de madera del recibidor y me dirijo al salón. Casi me echo a llorar cuando veo a Nina recostada en su sillón favorito, con un libro entre las manos. No se ha dado cuenta de mi presencia. Trago saliva antes de hablar:
—Hola, abuela.
Ella voltea en mi dirección y abre los ojos sorprendida. Por la expresión de su cara, creo que piensa que se trata de un sueño, que realmente no estoy a escasos metros de ella. Soy la primera en romper la distancia que nos separa y me echo a sus brazos. Me rodea en un abrazo, sin emitir ninguna palabra, tan sólo disfrutando del contacto de la otra.
La echaba tanto de menos.
Aparta un mechón que me cae por la frente y lo coloca detrás de mi oreja. Por un segundo cierro los ojos, deseando que este momento se vuelva eterno.
—¿Qué haces aquí? —Se atreve a preguntar—. ¿Lo sabe tu madre?
Niego con la cabeza.
—Era una sorpresa —digo.
Me aparto y aprovecho para observar a mi abuela. Sigue tan guapa como siempre, pese a que el paso del tiempo cada vez se hace más notable en su piel. Acaricio su rostro y sin querer se me escapa una sonrisa. A veces nos preguntamos qué es la felicidad, y teniendo a Nina frente a mí sólo pienso en una cosa: estos pequeños momentos lo son.
—A tu madre le va a dar algo. —Ríe.
Como si la estuviera invocando, la puerta se abre y mi madre entra en el salón. Va tecleando algo en su móvil, pero cuando me ve casi se desmaya de la impresión. Suelta el bolso y el teléfono en el primer sitio que pilla y me rodea con los brazos. Diría que es un abrazo agradable, pero me estruja tan fuerte que creo que me desintegraré como un meteorito al entrar en la atmósfera de la Tierra.
—Mamá —digo como puedo—. Me voy a asfixiar.
—Carlene, deja respirar a tu hija.
Mi madre pasa las manos por toda mi cara y parpadea varias veces, asegurándose de que sigo en casa.
—Dime que no estoy soñando —pronuncia, aún con sorpresa.
—No lo estás. —Sonrío.
Recorro con la mirada el salón y todo se mantiene igual que cuando me fui. Hay alguna más planta decorando la estantería junto al televisor, pero las pinturas de Nina no se han movido de su sitio. Es otra cosa que extraño: verla dibujar. Recuerdo que antes de irme a estudiar a Londres, las tarde del sábado eran sólo para nosotras. Ella tomaba su cuaderno de dibujo y yo el mío de escritura.
Y en silencio disfrutábamos la compañía de la otra.
Nina se incorpora en su sillón.
—¿Cuánto vas a quedarte? —pregunta.
—Vuelvo a Londres en cuatro días.
Escucho suspirar a mi madre. Sé que tenía la esperanza de que me quedase más tiempo, pero en una semana empiezo el segundo cuatrimestre y quiero estar un par de días antes en la residencia para acomodarme.
—Margaret se pondrá muy contenta al saber que estás aquí —murmura mi madre.
Por un momento me había olvidado de Marga. Con el cansancio del viaje, más el entusiasmo de estar en casa de nuevo, mi cabeza se halla dispersa. Decido que más tarde la llamaré y quizá organizar una noche de chicas como cuando estábamos en el instituto. Con un buen cuenco de palomitas mientras nos pegamos una maratón de series o películas.
☆
Entro en la conversación de Whatsapp que tengo con Margaret —llevamos varios días sin intercambiar ningún mensaje— y pulso el icono de videollamada. Cuando veo que tarda en contestar, me dispongo a colgar pero de pronto su voz suena al otro lado.
—Estaba a punto de echarme la siesta —gruñe.
Ignoro su queja.
—¿No te suena el lugar en el que estoy?
Cambio la cámara y le muestro mi habitación. Durante los siguientes segundos no dice nada.
—Siena Moore —chilla mi nombre—. Dime que no me estás jodiendo. Que lo que acabo de ver es producto de mi imaginación y que no volveré a tomar un té negro en mi vida porque puede provocarme alucinaciones.
Estallo en carcajadas por sus ocurrencias.
—Es real —le aseguro para que se quede tranquila—. Puedes seguir tomando té negro sin problemas.
—¿Cuándo?
—Cuando tengas ganas.
—No, idiota. Que cuándo has llegado.
Creo que el cambio horario me está afectando al cerebro.
—Hace un par de horas. ¿Te apetece una maratón de películas en mi casa esta noche? —pregunto, a lo que añado—: Voy a pasarme por el supermercado a comprar chuches y guarrerías de ese tipo.
La sonrisa que se dibuja en su cara en cuanto pronuncio las últimas palabras me lo confirma. Está de acuerdo con mi plan. Pasar tiempo con Margaret es algo que echaba de menos mientras me encontraba en Londres. Sé que la compañía de Lorie es genial, pero Marga y yo hemos sido amigas desde la infancia y la amistad que tenemos cuesta cultivarla. Siempre nos hemos apoyado en los momentos difíciles y sé que pase lo que pase, podré contar con ella.
—Por cierto —Arquea una ceja, y me hago una idea de lo que va a preguntarme—. Me tendrás que enseñar una foto de ese bombón llamado Elijah, ¿no?
Retiro lo dicho sobre nuestra amistad. No quiero tener nada que ver con Margaret.
—Claro que sí —contesto.
En cambio, para mis adentros pienso: «Ya lo veremos». Y hablando de Elijah, hace varios días que no tengo noticias suyas. Me comentó que iría a pasar el fin de semana con su hermana a la nieve, pero tan sólo intercambiamos un par de mensajes. Decido dejar ese asunto a un lado y centrarme en lo que ocurre ahora. Estoy de vuelta en Moonlight.
Con el entusiasmo inicial no me había fijado en que Margaret se ha puesto mechas azul metálico. La quedan bastante bien. Saber que vamos a pasar la noche juntas como en los viejos tiempos me llena de una alegría incapaz de poner en palabras.
—En un par de horas estoy en tu casa, ¿vale? Antes tengo que limpiar el desastre que ha hecho Cailyn. —Suspira, nada conforme con ello.
—¿Cómo está? —pregunto.
Cuando me fui a Londres, su hermana pequeña tenía apenas cuatro años y ya era un trasto. Repartía los juguetes por toda la casa, se llevaba los rollos de papel higiénico y los usaba como lienzo para sus dibujos...
—Más bicho que nunca. Mi padre ha tenido la genial idea de comprarle unos paquetes de plastilina de varios colores y en vez de hacer figuras con ella... —Se detiene un segundo y aunque intenta mostrar su cabreo, es incapaz de ocultar la diversión—. La pared de su cuarto ahora está decorada con bolas de plastilina que ha pegado de manera estratégica.
Sé que no debería reírme porque la situación no es agradable, al menos para Margaret, pero sólo con pensar en ello, es imposible que no estalle en carcajadas. Siempre he echado en falta la compañía de una hermana o un hermano, pero cuando suceden este tipo de cosas, me alegra ser hija única.
—¡Eh! —protesta, cuando ve que no paro de reírme—. No es gracioso. Si quieres ven y me ayudas a limpiarlo.
Enseguida, niego con la cabeza.
—Lo siento, debo ir al supermercado —le guiño un ojo.
—Todo es culpa de mi padre por comprar la maldita plastilina y como ambos siguen en el trabajo, me toca comerme el marrón —dice con resignación.
—Al menos esta noche tomarás un poco de distancia y tendrás la oportunidad de relajarte. —Intento animarla.
Parece que funciona porque Margaret vuelve a sonreír.
—No puedo estar más agradecida. Te besaría los pies por haber venido y librarme de esta locura, aunque pensándolo mejor... Ugh, qué asco.
—Idiota. Por cierto, tengo que dejarte. ¡Suerte con eso, Marga!
—Nos vemos a la noche —dice antes de colgar.
Me dejo caer sobre mi cama. Cierro los ojos y me permito disfrutar la sensación de estar en mi habitación después de tanto tiempo. Sé que necesito este descanso para volver a la universidad con más fuerza.
☆
Estoy acomodando las cosas para la sesión de películas, cuando de un momento a otro la puerta de mi cuarto se abre de par en par. No tengo tiempo a reaccionar porque enseguida siento los brazos de Margaret rodearme. Me estruja contra ella con tanta fuerza que por un segundo creo que me asfixiaré.
—Marga... —digo como puedo—. Necesito respirar.
Entonces se aparta y siento de nuevo el aire en mis pulmones. Cuando por fin la tengo cara a cara, aprecio sus mechas azules y sonrío. Ojalá ese cambio de look me quedara igual de bien a mí. También descubro que se ha puesto un pendiente en la oreja. Me voy casi tres años y me cambian a mi amiga.
—Es que te he echado mucho de menos...
Es un momento alegre y no quiero llorar, pero algo se remueve dentro de mí cuando Margaret pronuncia esas palabras porque durante mi estancia en Londres he echado en falta muchas cosas que compartía con ella.
—Eres muy intensa, eh —Bromeo, pero eso provoca que reciba un golpe en el brazo por su parte—. ¿Lograste arreglar el desastre de tu hermana?
Bufa en cuanto saco a relucir el tema.
—Mejor ni me hables de ese trasto, porque tuve que raspar con tanta fuerza un trozo de plastilina que casi arranco la pintura de la pared.
Sé que no debería reírme, pero me imagino la situación y no puedo evitarlo. A veces echo un poco de menos no tener un hermano porque sé que mi infancia habría sido más interesante con esa compañía extra, aunque cuando Margaret me habla de las trastadas que hace la suya se me quitan un poco las ganas. Sin previo aviso se tira en mi cama sin mirar y casi me da un infarto al pensar que puede aplastar el portátil. Sé que es un mal sitio para dejarlo, pero al menos esta vez el ordenador está en el escritorio. Falsa alarma.
—Y bueno... —comienza a decir y ya me temo su interrogatorio—. ¿No tienes nada que mostrarme?
—Mira que eres cotilla, eh —le recrimino entre risas.
Su respuesta es un encogimiento de hombros.
—Para eso están las amigas.
Muy a mi pesar —bueno, quizá estoy exagerando un poco— le muestro el móvil. Un grito de sorpresa inunda la habitación seguido de un «Mmm, interesante» procedente de mi amiga. Extiendo la mano para que me devuelva el teléfono pero ella sigue curioseando la galería de fotos hasta que de pronto alza la cabeza y me observa con una gran sonrisa en su rostro, como si acabara de encontrar algo increíble.
—Vaya compañía te has buscado en Londres...
—La verdad es que Elijah es genial —concuerdo.
—El otro chico no se queda atrás —Me guiña un ojo—. ¿Se llamaba Ralen, no?
Asiento. Su pregunta tiene un matiz que no logro entender.
—¿Por qué lo dices con ese tono?
—Creo que tú y Ralen podríais encajar bien, pero...
No le dejo acabar la frase.
—No me gusta y además estoy con Elijah. No busques cosas donde no las hay.
—Era una simple opinión —responde, restándole importancia. A lo que añade—: Siena, ¿has pensado lo que hará cuando termines la universidad? Vivís lejos el uno del otro y las relaciones a distancia son complicadas...
Margaret tiene razón. Elijah me gusta mucho, pero no sé si estoy preparada para mantener una relación bajo esas condiciones, no quiero pasarlo mal. Bloqueo el móvil y opto por cambiar de tema. Estoy de vuelta en Moonlight para tomar un respiro de Londres y todo lo que implica, así que por hoy nada de pensar en el chico de ojos verdes. Sólo somos Margaret y yo recuperando el tiempo perdido.
¡Hola!
Sé que he tardado varias semanas en actualizar, pero ahora mismo no tengo mucha inspiración con esta novela, me hallo un poco bloqueada...
¿Qué os ha parecido la vuelta de Siena a Moonlight?
¿A quién amáis más: Lorie o Margaret? Yo admito que a las dos 💁🏻
¿Qué ocurrirá cuando Siena regrese a Londres?
Espero tener el próximo capítulo en dos semanas, un poco de paciencia 🥺. Muchísimas gracias por leer 💙
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