7. Intruso
—¿Y ahora qué? —dice Robin mientras se sienta.
—¿Qué de qué? —Camilo manotea a un lado la camisa y comienza a ponérsela sin siquiera mirarlo.
—Te gané, ¿eh? Camilo, te lo hice y te gustó —Robin se para y busca la sábana que dejó tirada a medio camino entre la puerta y el escritorio.
Camilo no responde y sigue vistiéndose, ahora se está poniendo el bóxer. Robin se envuelve la sábana y se acerca a la ventana para intentar ver algo, es de noche, afuera se perciben las luces de algunos botes pero no de ciudades cercanas. «¿Dónde mierda estamos? Es una isla... ¿pero en dónde?» Se sorprende cuando desde atrás Camilo se le encima y lo presiona contra el marco de la ventana.
—Te voy a tirar por la ventana si seguís pavoneándote así... ¿Sabés qué hay abajo?
—No me vas a tirar —dice Robin y hace la cabeza para atrás. Le lame la mejilla y Camilo vuelve a empujarlo, pero esta vez está duro y Robin lo siente frotándolo entre las nalgas—. ¿Si me tirás quién te va a coger como yo?
—No lo vas a hacer otra vez, ¿escuchaste?
—¿Por qué no?
—El único que la mete acá soy yo.
—Lo dice el que se corrió por tener mi pene adentro hace menos de diez minutos... Dudosas palabras, papi —Le sostiene la mano y la lleva a su pene para que Camilo lo sienta duro también.
—¡Nene! —Camilo apoya la mano en la espalda de Robin y lo empuja, medio cuerpo de Robin sobresale hacia afuera.
—Está bien, cambio mi discurso para no morir... ¡Lo cambio!
—A ver...
—¿Si me tirás quién va a dejarse coger como te gusta hacerlo? Ninguno de tus otros putitos te aguantó...
—¿Y vos sí?
—Claro, yo te entiendo...
Camilo lo hace hacia atrás y cierra la ventana. Robin se sienta en una de las sillas junto a la mesa del alcohol y se sirve un vaso de whisky. Se lo está llevando a la boca cuando Camilo se acerca y se lo saca de la mano.
—No tomes eso.
—Dámelo.
—No.
—Imbécil.
Camilo toma el contenido sin oír la queja de Robin, sale de la oficina con el vaso en la mano y lo deja en la cocina. En la habitación para dormir busca otra ropa para ponerse y se da una nueva ducha. Después de vestirse entra al vestidor y abre una puerta oculta, sube las escaleras de caracol hasta el siguiente piso y se enfrenta a una de las puertas allí, digita el código en el panel a un lado de esta y entra. Las luces con sensor de movimiento se encienden y mira atrás, a la puerta cerrándose, se asegura de estar solo. Se sienta frente al escritorio y en la computadora busca el archivo encriptado que debe enviarle a sus colegas.
Después de enviarlo recorre la casa buscando a Robin, camina de regreso a la oficina de la reunión mientras se cerciora con la mirada de que no está en ninguno de los lugares más visibles. Lo encuentra en la oficina. Robin duerme boca arriba en el suelo con los brazos extendidos como un cristo crucificado, la sábana sigue en su cintura pero le cubre hasta las rodillas, a un lado de su mano hay una botella de whisky vacía.
—Nene... —Lo llama sin obtener respuesta. Se arrodilla junto a él y acerca el oído a su boca, lo escucha respirando. Levanta la botella y la posa en la mesa. Después sostiene a Robin y lo recuesta en el sillón.
***
Son las seis de la mañana, todo es silencio, el agua en la pecera gorgotea, los peces de Robin siguen nadando como si nada, como si su amo no los hubiera dejado solos dos noches y un día entero. La alarma del celular suena a las seis y media y él despierta manoteando a un lado, al lugar donde dejó el aparato cargando la noche que fue a la discoteca, busca acallar el molesto origen del sonido que corta su grato sueño, un sueño en donde él es el nene de un... «Era un lindo viejo, no tan viejo en realidad... ¿un sugar daddy? Uno al que le gustaba pegarme, ¿por qué eso me hacía excitar tanto? Nunca me la habían puesto tan dura como ese idiota me la ponía».
Robin frunce el entrecejo y abre los ojos. Siente las mejillas hinchadas, los labios resecos y el cuerpo demasiado adolorido, todos sus músculos estuvieron trabajando demasiado, por no decir su trasero. Se levanta de la cama y se mira al espejo de cuerpo entero en el baño.
«¡Un sueño un carajo!» Ahí se ve todos los chupones, las marcas, las mordidas y los golpes. Su cuello tiene una marca que al tocarla le arde. No pierde más el tiempo y se apronta para irse a trabajar en tanto piensa en que Camilo lo escuchó y le hizo caso cuando le dijo que lo dejara en su apartamento, pero lo malo es que no tiene una manera de contactarlo. «¿Entonces solo nos vamos a ver cuando él quiera? ¿Quiero verlo de nuevo tan rápido? ¿Y si él se aburre de mí? Es mejor que pase el tiempo. No, no quiero verlo de nuevo... No estoy para ponerme a pensar en este tipo de cosas... Pero me hace enojar el que no me haya dicho el lugar exacto en el que está la casa y mucho menos me dio los papeles que firmé. ¡Me estafó! Aunque el pago lo hice con mi cuerpo... ¿Es válida la estafa si disfruté el modo de pagarle? Es un ladrón, es a lo que se dedica, ¿cómo pude creerle? Soy un idiota».
Después de ponerse la ropa de trabajo se mira al espejo.
—¡La puta madre! —Insulta hacia un invisible Camilo cuando ve que los moretones son evidentes en sus mejillas y cuello. Busca en los cajones de un mueble el maquillaje que su exnovia se olvidó cuando lo dejó, se cubre lo más visible con base. Antes de salir se rocía perfume, cierra la puerta de un portazo.
***
Robin está en la media hora de descanso del trabajo cuando recuerda que cuando se despertó en la casa de Camilo él le dejó usar el teléfono de la casa para llamar al trabajo. Considera entrar a escondidas a la oficina de su superior y revisar las llamadas recibidas, pero no lo hace, se dice que no vale la pena el gasto de energía y tiempo.
Pasan dos semanas de absoluto silencio, de ningún tipo de comunicación. Ahora Robin no está tan tranquilo como antes, hay una necesidad insaciable de volver a ser poseído por Camilo de la que no encuentra alguna explicación o alivio. Hacerlo por su cuenta no es lo mismo, desea los golpes y gruñidos del hombre. Su risa sarcástica y sus palabras arrogantes contra su oreja.
Piensa en sus posibilidades, una es esperar dos semanas más para irlo a buscar a la discoteca a fin de mes, la segunda es entrar a la oficina y sacar el número. «Mañana», piensa cuando la hora de salir llega.
Regresa a su apartamento por la noche, se descalza mientras se desabotona la camisa y abre la heladera buscando su jugo favorito, lo que ve dentro es algo diferente, hay un trago igual al que pidió en la discoteca la vez que lo derramó sobre Camilo. Cierra lentamente la heladera y se da vuelta, mira alrededor con cuidado y abre el cajón del mueble de la cocina, saca una cuchilla y camina con sigilo por el apartamento. El corazón se le acelera, golpea rápido contra su pecho.
Primero se encamina por el pasillo que da a la única habitación y al baño al final. Prende la luz del baño y mira adentro, descorre la cortina de la bañera y mira, no hay nada. Apaga la luz y cierra la puerta, enseguida entreabre la puerta del cuarto, prende la luz y patea la puerta para asustar a quien esté adentro. Mira a la cama, está destendida, pero claro, Robin nunca la tiende, no podría notar si alguien se recostó en ella. Mira a un lado donde está el ropero y lo abre, mira adentro. «Nadie inteligente usaría el ropero para esconderse si entró a robar. El único que pudo haber sido es él, ¿pero dónde está?»
Robin patea la puerta del cuarto para cerrarla y deja el cuchillo en la mesa de luz. Descorre todas las mantas y sábanas y las tira al suelo, parece un niño haciendo un berrinche. Vuelve a la cocina y abre de nuevo la heladera, saca el vaso con el trago y se lo toma. Se siente frustrado, enojado, desechado como un puto, es lo que piensa que es para Camilo. Lo que fue para Camilo. «Ya no quiero llamarlo... Ni verlo». Al menos eso es lo que piensa hasta la noche siguiente al volver del trabajo.
Después de abrir la puerta ve una tarjeta que dice: "Robin". Se agacha para levantar el papel y leer el otro lado: "Date la vuelta, nene". Otra vez el corazón se le acelera y se da la vuelta, dos manos se cierran sobre su garganta, camina hacia atrás metiéndose en el apartamento mientras el otro le da una patada a la puerta para cerrarla.
—Robin... —dice Camilo ladeando el rostro mientras lo observa.
Robin mueve las manos rápido y lo sostiene, une sus bocas con fuerza, sus labios chocan un segundo y después le muerde el labio y enseguida el mentón. Camilo afloja las manos y las desliza por la nuca de Robin, las baja y lo sostiene de los hombros. Robin no tiene ningún tiempo de ver cómo está vestido, supone que igual que antes, una cara camisa blanca, tiradores y pantalón oscuro.
Camilo lo voltea y lo pone de cara contra la puerta: —¿Nene, me extrañaste?
—No, hijo de puta —Camilo lo voltea de nuevo y le muerde el labio y le abre la camisa—. ¿Qué hacés?
—¡Nene!
—Papi...
Camilo lo vuelve a besar y sus lenguas se rozan dentro de la boca de Robin, él se siente invadido, siente el calor de Camilo, le suelta los tiradores y le descorre la camisa de dentro del pantalón, lo sostiene de los hombros e intercambian posiciones, lo empuja contra la puerta, pero Camilo da un paso adelante y lo empuja en respuesta.
—Respetá a tus mayores, nene —Camilo no piensa hacerle de pasivo otra vez, piensa: «Lo que me hizo fue un desliz, una equivocación». Su mano baja sin aviso y aprieta la erección de Robin—. Decís que no me extrañaste pero esto ya se está parando...
—¿Y? —Robin lo empuja y Camilo se golpea la cabeza con la puerta, el sonido contra la madera es seco.
Ahora sabe que tiene que disciplinarlo, su rostro se torna sombrío: —Eso me dolió. ¡Arrodillate! —Camilo ahora está más serio y hostil que nunca, Robin se da cuenta de que hizo mal, muy mal, piensa: «¿No era que disfrutaba de los golpes? ¿Solo yo los tengo que recibir?» Obedece al oír la nueva orden— ¡De rodillas. Ahora, dije! ¿No me escuchás, nene?
—Sí, papi, ¿soy un mal nene? —Robin cae de rodillas.
—Sí.
—Pero... ¿No te gustaba que te pegue?
—Pero no así, eso me dolió.
—¿Y no te puso duro?
—¡No! —Camilo no lo hace arrodillar para que se lo chupe sino que camina a su alrededor para observarlo— ¿No tenés puesto colores chillones? ¿Ves que así estás mejor?
—Odio esta ropa sin gracia —Robin todavía viste el traje del trabajo.
—Sacátela entonces... —Camilo se agacha y lo ayuda a sacarse el saco y la camisa. Después desliza una mano por la espalda de Robin hasta la cintura del pantalón, la otra la mueve por delante, por su estómago y ombligo y la baja para desprenderle el pantalón. Se lo abre y se lo baja. Enseguida empuja a Robin desde la nuca— ¿Querés gatear?
Robin sonríe y dice: —Creo que no...
—Ponete en cuatro —Robin hace lo que le pide y Camilo le saca el pantalón y ropa interior—. Ahh, esto es lo que quería ver.
—¿Qué? —dice Robin fingiendo inocencia.
—Verte así, abierto para mí.
—No es para vos.
—¿No?
Camilo deja caer con fuerza la palma de su mano contra la nalga de Robin, gime de tan solo saber que Camilo lo está mirando, siente su agujero palpitar al imaginar el momento en que el pene de Camilo lo esté embistiendo.
Camilo se desnuda de cintura para abajo y se masajea el pene buscando obtener una erección, algo que no le toma demasiado, el culo que más placer le da está esperándolo ahí. Se inclina sobre Robin y se apoya en su espalda, posa el pene entre sus nalgas y le sostiene la garganta con una mano mientras que con la otra va dirigiendo y metiendo el pene en el agujero de Robin, que abre las piernas para recibirlo y jadea al sentir el glande goteante abriéndose paso adentro de él.
—Mmm —Gime Robin al sentirlo.
—Ahhh —Se queja Camilo cuando ya los intestinos palpitantes de Robin lo exprimen, mueve la pelvis y se lo mete un poco más. Robin grita, no hubo lubricantes ni preparación previa. Las rodillas le tiemblan, las piernas se le sacuden, los brazos le duelen, sostiene todo el peso de Camilo mientras él intenta cogerlo—. No puedo entrar más. ¡Bajá! —dice Camilo al notar que esa no es la mejor posición para penetrarlo. Le empuja la cabeza haciendo que Robin toque el suelo con la mejilla y se entierra hasta la base—. Ahhh... —Suspira— Ahí es adónde quería ir, nene. Sos tan perfecto...
Camilo lo empieza a montar mientras Robin bajo él no retiene ningún quejido o gemido, su papi se lo está cogiendo otra vez, es lo que ansió todos los días anteriores, quiere volver a desmayarse con el pene hinchado de Camilo adentro.
—¡Más!
Oírlo pedirle más a Camilo lo hace sonreír, aumenta los embistes, ahora el sonido de la piel de su pelvis contra la de las nalgas de Robin se oye más alto y rápido. Ambos gimen a la vez y a intervalos después, porque Camilo siente a Robin recibirlo y abrirse. Robin percibe el roce del pene que lo explora en varios ángulos al entrar y salir. Mientras Camilo lo mete y lo saca, a veces se mueve a un costado, dándole la impresión de que este pene se duplica. Las piernas de Robin no resisten más y las baldosas sobre las que se apoya lo hacen resbalar.
Igual que la primera vez que lo hicieron, Robin queda acostado en el suelo con Camilo sobre él montándolo, no se desmaya. Camilo le respira en la nuca y Robin se estremece hasta la espalda baja. Camilo cierra la boca en el lóbulo de la oreja y muerde. Sigue apretando los dientes ahí mientras Robin grita y mueve su culo hacia atrás y arriba, dejando que Camilo lo monte tanto como quiera. Camilo muerde hasta saborear la sangre y la chupa, se bebe la sangre de Robin como si fuera un vampiro mientras su pene no deja de clavarse. Se mueve a un costado sosteniendo a Robin del abdomen, en esa posición le mueve una pierna hacia adelante para que el ángulo en que lo penetra mejore. Ahora sostiene el pene de Robin y cierra la mano en la punta, la mueve de arriba abajo en sintonía con las embestidas que le sigue dando.
—¿Ya te quedó claro quién es el activo?
Camilo mueve la mano con algo de suavidad, otorgándole una oleada electrizante a Robin, él alza una mano y le sostiene el rostro, quiere que lo bese antes de correrse porque no le va a responder. Abre la boca y saca la lengua esperando a que Camilo la lama. Y lo hace. Camilo le lame la lengua y la sostiene entre sus dientes. Robin lo sostiene de la nuca para que sus rostros se presionen y un nuevo beso es compartido. La mano de Camilo se mueve más rápido ahora buscando hacerlo llegar al orgasmo a la vez que él se corre adentro.
—¡Más! ¡Más! ¡Más! —Logra decir Robin y deja de hablar cuando eyacula en la mano de Camilo, que ahora le da unos empujes duros y firmes porque se está corriendo adentro de su culo.
—Te portaste bien, nene —dice Camilo sacando el pene y haciendo a Robin a un lado, él lo enfrenta y se le recuesta encima—. ¿Qué haces?
—Camilo... —Robin lo observa.
—¿Qué?
—Sos un hijo de puta, ¿por qué no me buscaste antes?
—¿Qué? ¿Te dejé mucho tiempo solo?
—La próxima vez no voy a dejar que hagas lo que quieras conmigo —dice pinchándolo con el dedo en el pecho.
Camilo se empieza a reír y Robin ve esas marcas de la edad en torno a sus ojos, se muerde el labio y su estómago se siente pesado. «¿Qué es esto que siento? O es un enamoramiento o dolor por el semen...» Cierra los ojos y niega por sus pensamientos.
Camilo se divierte y decide abrazarlo: —¿No me vas a dejar que te haga qué?
—Viejo idiota... ¿No me creés?
—No me digas "viejo". Decime "papi".
—Y vos no me digas "nene". Decime "Robin".
Ambos bufan al oír la petición del otro, pero ceden.
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