6. Activo
—Camilo, me olvidé de... —Es uno de los visitantes, vuelve a buscar algo que se olvidó, no termina de hablar cuando ve aquella escena rara, a Camilo siendo sometido. Robin no mira atrás, no le importa que ese otro lo vea, sigue tocándolo y le descorre la camisa de debajo del pantalón, toca la piel y desliza los dedos por ese cuerpo bronceado— Las llaves —Termina de decir el intruso.
Camilo lo mira y asiente, después de encontrar las llaves sale sin decir nada más, cierra la puerta al salir. Robin escucha el chasquido del pestillo y mira la puerta cerrada, se va a asegurar de que nadie más vaya a entrar. Se aparta de Camilo y tranca la puerta con llave. Lo mira desde ahí.
Camilo se para, entonces Robin suelta la sábana que lo envuelve y deja que caiga al suelo, su pene rebota en tanto da los pasos hasta Camilo. Sabe que tiene que hacer algo distinto al resto, no quiere ser uno más, quiere poder marcar la diferencia en ese hombre que se acaba de conseguir, ser el único para él. Camilo lo mira un segundo, pero enseguida empieza a cerrarse y abotonarse la camisa.
Robin se le encima y le sostiene las manos, le vuelve a abrir la camisa saltando los tres botones que había cerrado.
—¿Qué hacés?
—Shhh...
—¿Qué? No me hagas callar, nene.
—Sentí celos... —dice Robin sosteniendo la tela y empujándola por los brazos de Camilo para sacársela—. Dejate...
—¿Dejarme qué?
—Que te lo haga, que seas el pasivo para mí.
—Nunca... ¿Qué creés que soy?
—Dejame —insiste Robin y le sostiene una pierna. Se las separa y mete la mano, le toca los muslos y la sigue moviendo hacia arriba, le frota la entrepierna sobre la tela.
—No. ¿Por qué?
Camilo se niega en palabras, pero no cierra las piernas, deja que Robin lo toque, él va deslizando la boca por el pecho y alrededor de los pezones de Camilo, le abre ambas piernas y se coloca entre ellas. Camilo pasa las manos tras la nuca de Robin y se deja tocar más abajo. La lengua de Robin lame los pezones erectos, lo toca con la punta de la lengua y con sus dientes le muerde uno, Camilo se queja y Robin se lo chupa después, hace lo mismo con el otro. Su lengua no para de moverse. Le chupa la piel y lo muerde a veces. Lo está trabajando para que ceda. Robin se mira, su pene está parado, pero no tanto como quisiera, sostiene la mano de Camilo y hace que lo toque.
—¿Podemos intercambiar? Dejame, papi.
Camilo entrecierra los ojos y aprieta la mano en torno al pene que ahora está duro. Con su palma rodeando lo que debería estar dentro de él, traga saliva, el tamaño no es para desestimar. Es más que aceptable. No esperaba una propuesta así, no responde, pero deja que Robin se cierna sobre él.
Robin se apoya en Camilo para llegar a lo que está en el escritorio y tirarlo todo al suelo. Un pisapapeles, un portalapiceras deja todo su contenido desparramado en el piso, un par de carpetas caen abriéndose, todo lo tira, lejos y cerca. Con la superficie vaciada le sostiene las piernas, lo empuja y se reclina sobre él. Bufa y gruñe y sin esperar le desabrocha el pantalón y se lo saca junto a la ropa interior. Los zapatos y las medias también.
Robin sonríe y lo mira desde arriba, esto no se lo esperaba, tal sumisión. Tiene que preguntar.
—¿No vas a decir nada?
—Ya dije que no...
—Pero tu cuerpo dice otra cosa, ¿no ves que somos iguales?
—¿Por qué querés hacer esto? Ya te di lo que querías...
—Porque no soy un aprovechado, quiero pagar por lo que obtuve... —Robin mira el cuerpo desnudo de Camilo, es la primera vez que lo puede observar así, está sentado en su escritorio sin nada de ropa, es una escena demasiado excitante, es una de las fantasías de Robin y no la va a desaprovechar. Lo sostiene de los hombros y se acerca, roza la nariz por la mejilla de Camilo y suspira, le pasa la lengua y después se la mete en la oreja, lo escucha jadeando, le habla al oído— Papi, solo esta vez, dejame hacértelo, quién sabe cuándo nos vamos a volver a ver, si es que eso pasa. Quién sabe.
Camilo jadea más sonoro ahora, lo atrae y Robin cae sobre él.
Robin pregunta: —¿No vas a rogar que te lo meta?
—Hablás demasiado, si querés hacerlo, hacelo o voy a cambiar de idea...
Robin no juega con su suerte y se apura.
—¿Sin lubricante?
Camilo mueve la mano y abre un cajón, revuelve sin mirar hasta que encuentra aquello que busca, un sobre de lubricante. Se lo da y Robin lo abre y se moja los dedos con eso, el resto se lo esparce en la punta del pene, le mete el dedo lubricado. Mete hasta la segunda falange sin miedo a las represalias. Mueve el dedo circularmente buscando abrirle el agujero. Evita decir algo que haga que Camilo lo patee o le pegue, aunque quiere que le pegue un poco.
—Nene —le gruñe—, dejá de jugar.
—Ay, perdón, pero estás muy cerrado —Camilo se mueve hacia adelante haciendo que Robin le meta todo el dedo.
—No sabés dilatar, ese es tu problema.
Robin gruñe, pero de rabia por esas palabras.
—No sabés lo furioso que me pone que me subestimes, me dan ganas de cogerte y hacerte gemir del deseo por más de mí. ¡De partirte al medio, hijo de puta! ¿Pensás que no sé nada? Es lo único que repetís a cada rato. Decís que soy chico, que soy idiota, que no sé jugar... —Robin aprieta los dientes y saca el dedo, se toca el pene para levantarlo de nuevo y el aire se le corta cuando su mejilla recibe una fuerte cachetada, le retumba en la cabeza y siente la nariz efervescer. Se la toca, piensa que va a ver sangre, pero no es así. Y como Camilo le está mirando el pene, él hace lo mismo. Las venas se engrosaron, está inflamado, muy parado.
Robin le sostiene las piernas y le araña los muslos, le aprieta los tobillos apuntando con su pene entre las nalgas de Camilo.
—Dejame a mí —dice y se acomoda buscando dirigir el miembro a su culo, se lo mete él mismo mientras Robin le besa el cuello. Ya está al borde del escritorio, sus piernas las sostiene firme Robin, tirando de él para poderse meter.
«Camilo está bastante apretado, parece ser que eso de ser pasivo no es lo suyo», piensa Robin. Se esfuerza hasta que puede entrar y las paredes de Camilo ceden a su tamaño. Y lo acepta y lo envuelve con su piel.
El pene termina de entrar y Camilo finalmente grita, hace mucho que no se deja penetrar, demasiados años que no siente uno así adentro. Que no tiene un amante que le responda con la misma agresividad a sus juegos de sumisión y control, con unas reglas que inventa él mismo, unas que espera que el otro entienda, pero que nunca se gasta en explicar.
La sacudida que Robin le da lo deja casi en el aire, él se encaja en su culo y lo está cogiendo con furia, casi como si quisiera hacerlo sufrir, pero logrando todo lo contrario. Los gemidos de Camilo se unen a los de Robin mientras da las embestidas profundas, atrayendo el cuerpo ajeno, que se deja enterrar.
Camilo pasa las manos tras la nuca de Robin y se sujeta así. El escritorio se comienza a deslizar por los empujes de Robin y cruza la mitad de la oficina hasta golpear la pared donde la ventana está abierta. Las olas se oyen más cerca ahora.
—Ne-ne ¿es... —Camilo jadea y Robin lo vuelve a penetrar sin dejarlo hablar.
—¡Callate! —Robin hace un movimiento pélvico ondulante buscándole el lugar que le corte el aire, lo empuja hacia atrás y la espalda de Camilo golpea el duro escritorio, Robin se monta sobre él alzándole las piernas— ¿Así que tenés más como yo?
Esa parte de la conversación que tuvo con sus colegas a Camilo no le molestó que Robin oyera, no pensó que le fuera a importar.
—¿Es... tás... celo... —El pene dentro de él pega en un sitio que lo hace callar otra vez y Robin lo sabe, que encontró su punto dulce, el lugar donde su pene tiene que morir y correrse ahí adentro, para dejarlo marcado y que termine con dolor de estómago por el semen que le va a meter cuando lo haga, cuando se corra en el viejo.
—¿Qué, viejo idiota? ¿Ya no me vas a... —La mano abierta de Camilo lo golpea otra vez. "Pegar", era el final de la frase. Claro que Camilo no va a aceptar ese trato con tanta facilidad, alza una ceja mirándolo, Robin se inmoviliza, se deja de mover y retira el pene poco a poco, Camilo siente su interior rompiéndose, esa es la sensación, teme por su cuerpo un instante cuando el tamaño del pene de Robin lo abandona. Robin se ríe con burla y lo mira, al rostro de preocupación y desconcierto de Camilo— ¡Hijo de puta! Me pegaste otra vez.
—Nene. No soy tan viejo, tengo cuarenta.
—Para mí sí sos.
—¡Y no me mandes a callar!
—¿El activo no es el que manda? Vos me hacías callar...
Camilo mueve la palma de la mano abierta hacia él, pero Robin ya lo leyó y se la sostiene, se la lleva a la boca y le lame el índice por fuera mientras lo mira a los ojos, después cierra los ojos y se lo mete a la boca, lo succiona tal como si fuera un pene y Camilo puede sentir su propio miembro palpitando.
—Hubo otros —dice.
Robin abre los ojos y separando los labios del dedo habla: —¿Los mataste? —Ahora se mete dos dedos juntos y lo mira, esperando por una respuesta.
—No, no funcionó... —Robin se saca los dedos de la boca y le mete esos dedos en la boca de Camilo.
—¿Por qué? —Camilo chupa sus propios dedos y Robin le sostiene la mano, se la saca de la boca para dejarlo responder.
—Cuando les di lo que querían se aburrieron de mí.
Y Robin responde sin pensar en lo que dice, es una genuina respuesta y obvia de decir para cualquiera, cree él.
—¡Idiotas! ¡Aburrirse de vos!
—Ja, eso pasa más veces de las que pensás —Camilo ya entiende cómo funcionan las mentes jóvenes, así han sido todos sus amantes, jóvenes e inmaduros, así es el tipo de hombre que atrae, ignorantes y superficiales.
—Pa... pi ¿en qué pensás? —Robin está deslizando las yemas de los dedos por su abdomen, viaja hacia donde empieza el vello púbico de Camilo y sigue bajando hasta hallar el pene, con el pulgar le roza el glande y lo mueve alrededor de la abertura ahí. Camilo suspira y se sostiene de sus hombros, cierra los ojos y su boca es tomada por la de Robin, besa sus labios golpeándose ambas frentes mientras su mano le recorre desde la punta a la base, tomándolo en toda su extensión, sintiendo con su palma las venas que se marcan como hilos gruesos, la piel se desliza junto con su mano.
Robin mira abajo, ambos penes están demasiado cerca, suma el propio y lo une a su mano y al de Camilo, le sostiene la mano para que también se masturben juntos mientras se besan.
Robin se separa del beso y hace la cabeza hacia atrás, mira a Camilo, ya lo tiene deseándolo, la boca de él se abre pidiéndole que lo vuelva a besar, pero Robin aparta la boca, voltea la cara a un lado.
—¡No! —dice.
Las manos todavía sostienen sus penes juntos, Camilo se lo aprieta, haciéndole doler. Robin lo empuja hacia atrás y lo pone de cara al escritorio. Camilo se da la vuelta rápido, negándose. Una cosa es dejar que se lo meta, pero no va a ser un perro para Robin.
—¿Qué hacés?
—Te lo voy a meter.
—No así, nene.
Quiere lograr una cercanía entre los dos y lo nombra: —¡Camilo! —Lo vuelve a dar vuelta.
Camilo se vuelve a poner de frente.
—¡Nene! —Se queja y abre las piernas.
Robin se ríe y sonríe, le levanta las piernas y espera otra negación.
—No —repite Camilo, pero le sostiene el pene y acerca su propio cuerpo.
Robin une sus cuerpos, se mete en ese culo que lo espera y lo recibe abriéndose y apretándolo. No puede quedarse quieto, lo empuja tanto que la cabeza de Camilo pega contra la pared cada vez que lo embiste.
—Qué malo soy, te voy a terminar matando en mi propia casa —dice intentando dejar de moverse y disculparse.
—Hablás mucho —Camilo no quiere hablar.
—¿Te gusta lo que te hago? —Pregunta Robin necesitando de su aprobación, se sorprende por hacer la pregunta.
—No mucho —Camilo dice eso, pero su espalda se arquea y aprieta el miembro dentro de él.
Robin lo sacude tanto como puede, quiere marcar la diferencia y se esmera en lograrlo. Y mientras lo embiste acerca la boca a la garganta de Camilo y lo marca en la piel. Lo muerde tanto como para hacerlo sangrar, no recibe más golpes, Camilo gruñe soportando... disfrutando.
La pared y la cabeza de Camilo se siguen golpeando, se queja de verdad ahora.
—¡Pará!
Robin lo sostiene de la cintura y lo mueve hacia atrás, pero su pelvis se mueve sin control, en dos embestidas la cabeza de Camilo encuentra la pared. Robin se harta de eso y lo sostiene de los brazos. Se aleja del escritorio con Camilo a cuestas, lo lleva hacia una pared y lo mantiene ahí. Lo penetra contra la pared hasta que se sacia, hasta que las piernas no le dan más y se le aflojan, comienzan a deslizarse hasta caer al suelo, pero no se pueden separar.
Todavía no se corrieron. Robin se mantuvo un tiempo disfrutando y haciéndolo desear alcanzar el orgasmo, pero sin dejarlo terminar. Aunque ahora él tampoco está muy feliz por eso, así que acomoda a Camilo hasta que lo sienta arriba de él, y en esa posición, mientras Camilo le monta el pene, Robin lo masturba.
—Ah... Mmhh... —Se queja Robin y después Camilo, sus reacciones parecen imitarse.
Robin tira del pene de Camilo cuando él se mueve cerrando las piernas y apretándolo con las paredes de su intestino. Aumentan esos intervalos más y más, y más, hasta que finalmente están por alcanzar el orgasmo.
—¿Estás cerca? —dice Robin interesado en verdad por hacérselo bien.
La posición en la que Camilo le monta el pene es más profunda que en el escritorio o la pared. Camilo apenas lo mira. Sus ojos están cerrados. Tampoco responde. En un momento deja de moverse. Y tras un extraño silencio, eyacula en la mano de Robin. Ver esa cara de orgasmo hace que Robin sienta su pene explotando adentro de ese culo, y eso pasa, porque tras sacudidas con movimientos desordenados, se corre adentro y lo llena con cada ola de placer.
Se separan. Camilo se aparta y termina acostado de lado en el suelo. Robin boca arriba, mirando al techo. Y sonríe.
Camilo se tapa la cara y le da la espalda, no sabe cómo va a poder ser visto como activo por este pibe, no entiende qué cables se le cruzaron en la cabeza cuando aceptó dejarse coger, es que... hacía tiempo que no le pedían algo así, los sumisos no tienen sorpresas, pero este... este sí lo sorprendió. Se dice que eso no va a volver a pasar, se jura y perjura, pero la realidad es que el nene supera todo lo anterior. Y piensa: «Lo hace bien... No, ¿qué bien? Perfecto».
¿Quién es el putito ahora? Es lo que piensa que dirían sus colegas, pero, ¿qué son esos términos? Si lo que hicieron no le hizo mal a nadie. Ellos pueden pensar lo que quieran. Estuvo bueno y eso es todo lo que le importa.
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