5. Pasivo
—¿A dónde vas? —Robin jadea y lo mira apartarse. Camilo abre un cajón y saca algo, sostiene dos cosas en la mano. Después se acerca y se para a un lado de la cama, trae una tira de condones saborizados, mira a Robin y se los suelta sobre el pecho. Él mueve las manos queriéndolos sostener en el aire, pero no puede, los agarra cuando ya tocan su piel.
—¿Qué? ¿Querés que te lo chupe?
—¿Querés chupármelo? Es tu decisión.
—Sí que quiero —Y dice en tono más bajo—. Imbécil.
—Elegí el sabor.
Robin mira que son de diferentes sabores, ve de frutilla, ese le parece un asco, sigue viendo y encuentra uno que le gusta. Lo abre.
—¿No te enoja?
—¿Eh? —No es una pregunta, Camilo piensa: «¿En serio piensa que me hace enojar? No soy tan agresivo, ¿o lo soy?»
—Que no me guste el semen.
Camilo se ríe y en sus ojos las patas de gallo que se le marcan le suman atractivo, Robin lo mira y aprieta los dientes, le quiere borrar la risa de un golpe, pero también se está excitando solo con verlo reír así, se lame el labio superior.
Y Camilo dice: —Callate, no a todos les tiene que gustar lo mismo. Chupalo y callate ¿querés?
Se mantiene de pie y Robin se tira de la cama, queda de rodillas delante de la erección goteante, abre el condón y mira para arriba, Camilo lo mira atentamente, quiere ver esa boca bien, ver cómo se lo come y lo disfruta.
Robin le pone el condón y se lo hace. Se lo chupa mientras lo saborea. Camilo se pone algo sumiso mientras recibe sus succiones, gime y se queja diciendo algunas palabras halagadoras, que hacen a Robin quererlo coger tanto como se lo hizo a él. Lo quiere poseer hasta dejarlo sin poder caminar. Pero no le va a ser tan fácil, porque después de correrse, Camilo está que explota otra vez, desea hundirse en Robin tanto como quiera.
—Te portaste bien, ganaste que te coja de nuevo.
—¿Gané decís? ¿No querés ganar vos? Podemos... invertir posiciones.
—No. Tirate a la cama —Camilo lo sostiene del pelo y lo empuja. Le sostiene las manos y lo da vuelta, lo deja de cara a la almohada sin dejarlo quejarse.
Y sosteniéndole las muñecas, ambos forcejean.
—¿Qué haces? —Robin mueve las manos.
—Te ato. Antes no dijiste nada, que te pasa ahora, estás de insolente de nuevo, dejame que te lo meta y te vas a olvidar de ser así...
—Pfff, no me voy a olvidar de llevarte la contraria. ¡Idiota! Viejo idi... —La boca de Robin se ve llena con dos dedos de repente, y bueno, sus argumentos pierden fuerza, se entrega y empieza a chuparlos. Camilo le sostiene ambas muñecas con solo una mano. Lo ata con una cuerda suave, creada para ese fin, atar personas. Se frota el pene alzándolo y se saca el condón, busca ese agujero que desea y se mete en Robin sin esperar. Él quiere llevarle la contraria un poco más, pero al sentir esa verga adentro olvida todo. Pero igual dice algo para que lo monte con más furia.
—No la tenés tan grande, casi no...
—¿Qué? —Camilo se deja de mover y espera.
—Eso... Ah —dice y jadea recibiendo el embiste duro de Camilo—. No la siento.
Lo sostiene del pelo y tira de él: —¿Qué dijiste?
—Tuve más grandes adentro —Miente Robin y sonríe de lado cuando Camilo lo penetra con más rabia una y otra vez. Él le gime recibiéndolo y repite que no lo siente tanto, todo para que Camilo se ponga más furioso.
—Sabes que no te creo, nene.
—No me creas, igual no lo podés saber.
—No seré el más grande, pero sí el más rico —Dice Camilo sosteniéndolo del pelo otra vez y después une sus bocas, lo besa metiéndole la lengua y ahogándolo. Su pene y lengua dominan a Robin y están dentro de él.
La cara de Robin está roja, cree que está al límite del desmayo, se asfixia, pero no quiere parar, no quiere que pare ni se aleje.
—Viejo idiota... ¡Ahh! Eso duele, dame más...
Camilo le muerde el hombro porque ya se está corriendo adentro de ese culo que lo recibe con gusto. El semen moja el interior de Robin y maldice.
—No te corras adentro, hijo de...
Camilo le tapa la boca con la mano y su pelvis se mueve más veces, terminando de eyacular tanto como quiera adentro de Robin. Suspira.
—Ahhh, así es como tenés que estar... calladito y sumiso. Abriéndote para mí.
Lentamente le destapa la boca. Robin gime y jadea, no dice nada. Camilo lo da vuelta sin desatarle las manos y lo mira a los ojos. Robin está extrañamente silencioso.
—¿Qué te pasa? ¿Estás enojado en serio? —dice Camilo.
Robin gira la cara y Camilo lo sostiene para mirar qué le pasa.
—Estoy. Desatame.
—No te voy a desatar. El que manda acá soy yo, ¿no lo sabés?
—Sí, viejo, ya sé que sos el jefe de todo, pero dejame que...
—Tu papi no está satisfecho, abrite de nuevo.
Robin no puede empujarlo con las manos, pero sí lo hace con los pies. Lo sostiene del estómago, alejándolo.
—Eso que tenés no es tan grande como para hacerme desearte —dice sin reírse y su pie lo empuja de nuevo. Camilo le abre las piernas y cae sobre él—. Ahhh, me duelen los brazos, ¡viejo de mierda!
—Me parece que te olvidaste cómo tenés que decirme... —Camilo está sobre Robin y se presiona contra él. Lo mira de cerca y le huele el pelo. Cierra los ojos— Estoy esperando...
—Mmmhh —Robin finge pensarlo—. No me acuerdo...
—¿Quién es tu papi?
—Alguien que no conocés.
—¡Yo! —Camilo le tira de la oreja y se mueve sobre Robin.
—Me estás cansando, viejo.
—Decime viejo una vez más y no te vas a acordar ni en qué siglo vivís.
—Ay, está bien, cogeme, papi. A ver si esta vez sí te siento. ¿Eso querés que te diga?
Robin quiere seguir, quiere que Camilo lo siga cogiendo hasta que lo desmaye. Abre las piernas y las cierra alrededor de las caderas de Camilo. Esta vez, Camilo se pone un condón. Pasa la mano por la pierna de Robin y por su muslo, después se la sostiene y lo abre. Robin tiene los ojos cerrados y está queriendo reprimir sus sonidos.
—Gemí...
Robin abre los ojos y lo mira: —¿Qué?
—Gemí todo lo que quieras, hacelo.
—Voy a hacer lo que quiera, cuando quiera.
Camilo ya no lo quiere oír, se mete con facilidad en el agujero y le levanta la otra pierna, el agujero se abre dejándolo pasar y su pene roza las paredes muchas veces. Tantas que Robin pierde la noción de quién es, apenas se acuerda que está ahí desde la mañana y que no vive con el hombre que lo está penetrando.
La piel de Robin está mojada y sudorosa, Camilo le pasa la lengua por el pecho y su cuerpo se mueve de nuevo entrando y saliendo. La salvajada con la que lo hacen los deja adoloridos y cansados, los dos se duermen al terminar.
***
Horas después, Camilo se despierta por la llamada que está esperando, no llega a responder el teléfono, pero sabe que el momento llegó. Sale del cuarto y se alista para la reunión. De su armario en el otro dormitorio saca ropa limpia y unos tiradores blancos. Se los pone en el pantalón oscuro y sobre la camisa negra. Es un hombre monocromático y no ama el color.
Antes de abrir a los visitantes, comprueba en la habitación de luces raras que Robin siga durmiendo. Poco a poco van llegando y en la sala de reuniones siete se sientan. Él ocupa el sitio de más poder, en la silla alta tras un escritorio, tres se acomodan entre unos sillones de uno y dos cuerpos, otros dos se sientan en un par de sillas del siglo quince junto a la mesa del alcohol, solo uno no se sienta, este permanece parado junto a la ventana, es el más alto y atractivo entre los visitantes.
No pasa mucho tiempo hasta que Robin se despierta y manotea la cama a su lado, se da cuenta de que tiene ambas manos libres. Está solo y todo está silencioso. Se cubre la cintura con una sábana y camina por la casa, buscándolo. Primero busca en la cocina y después en el dormitorio en el que despertó por primera vez, asume que Camilo se fue. Y piensa: «¡No puede dejarme acá, ni siquiera sé dónde es este lugar ni cómo volver a mi apartamento!» Sigue buscando y oye unas voces, son varios hombres hablando. Se vuelve más silencioso y logra oír gran parte de la conversación.
—¿Cuál es el plan, Camilo? ¿Robar cuando van a depositar los del camión blindado?
—¿Hacer explotar uno e ir a robar otro como la última vez? —dice uno de los que está sentado.
—No, esta vez vamos a ser parásitos.
—¿Qué?
—Sé dónde van a robar los otros, así que mientras ellos están distraídos tiroteándose con la policía, porque alguien los va a llamar avisándoles del robo, nosotros nos vamos a llevar la plata. Un helicóptero va a estar pintado como policial, ese se va a llevar el cajero.
—¿Volando? Eso va a llamar la atención.
Camilo habla: —Pero no va a ir ahí la plata.
—Claaaro. Camilo siempre piensa en todo —dice el que está junto al alcohol—. ¿Dónde va a estar la plata?
Camilo responde: —En un túnel.
—Pero... hay concreto y metal abajo, no creas que es tan fácil.
El hombre en la ventana habla: —Eso ya lo tengo pensado, hay que calentar el suelo.
—¿Y para que los billetes no se manchen de tinta cuando lo abrimos?
—Para eso... —empieza a decir Camilo, pero otro lo interrumpe.
—Hay que inundarlo y meterle un diluyente.
—Exacto —Camilo aprueba su astucia.
—¿Y los billetes?
—No les pasa nada, tenemos una máquina para secarlos —habla de nuevo el que está contra la ventana.
—¿Cuándo querés hacerlo?
Camilo anota algo en una hoja y dice: —El quince —Les muestra el papel, todos leen la fecha, que no es la que pronuncia. La hoja dice "El 10".
—Tenemos quince días —Recalca uno, precauciones como estas nunca están de más en esas reuniones. Todos lo saben, decir en voz alta una fecha y hacer el robo en otra es fundamental para que sus planes no sean descubiertos o bloqueados.
—¿Entendieron la idea?
—Sí —Asienten tres.
—Yo no termino de entender...
—Después les mando todo anotado. Y encriptado.
—Como siempre, encriptando todo Camilo.
Los colegas se paran y lo empiezan a saludar, después van hacia la puerta y Camilo les dice algo más.
—Esperen, tengo que avisar algo. La próxima reunión no se va a poder hacer acá.
—¿Por?
—Regalé la casa.
—¡Camilo!
—¿A quién?
—¿A un putito?
—¿Otro más, Camilo? Qué imbécil te pones cuando te calientan la ver...
—Dejalo, ya va a aprender, que haga lo que quiera con sus casas...
—¡No aprendés más! Siempre te hacen lo mismo tus putitos.
Camilo los interrumpe, ya sabe cómo son, ya se veía venir las críticas, que sabe que son ciertas, pero no hay nada que pueda hacer, es débil.
—No importa, se la di porque quiero, ustedes hacen lo que quieren con su plata, ¿por qué no puedo hacer lo mismo? Como si ustedes no cogieran con putas, ¿la diferencia es porque a mí me gustan los hombres?
—No, sabés que no es eso.
—Claro que no, Camilo, hacé lo que quieras, nos vamos.
—Sí, nos vamos. No los oigas —le dice el que está parado al lado de la ventana y todavía no lo saludó.
—Nos preocupamos, ya estás viejo, por eso...
—¡Afuera! Déjenme, váyanse. Vayan a trabajar.
Al oír eso, Robin sabe que se tiene que esconder, no le da el tiempo, la sábana le cubre la cintura, pero su piel expuesta está muy marcada, por los chupones, los golpes en las mejillas, las muñecas enrojecidas, porque aunque lo que usó para atarlo era suave, él igual forcejeó. Los que van saliendo lo observan, algunos chiflan compadeciéndolo por ese maltrato, lo que no saben es que él disfrutó cada segundo, los mira a todos con desafío, con sus insensibles ojos azules, según la opinión de Camilo.
El último en salir es el alto que conoce a Camilo mejor que los otros y sabe bien que así es como trata a sus amantes.
—¡Suerte! —le dice a Robin.
—Igual.
El que no sale y permanece sentado mirando a Robin es Camilo. Lo está mirando muy serio.
—¿Qué hacés ahí?
—Nada.
—¿Escuchaste todo?
—No...
—Oíste todo el plan —Afirma Camilo.
—No oí nada, ¿qué plan? ¿Quiénes eran?
—Amigos, ¿te gustó alguno?
—No los vi bien —Miente Robin, pero enseguida el bicho de portarse mal y molestarlo lo pica—. Bueno, el alto está bueno, me dejaría maltratar si es él —Ladea el rostro y entrecierra los ojos viendo si obtiene alguna reacción.
—Yo también soy alto —Es su respuesta, se para y lo mira de arriba a abajo.
Afuera ya es de noche y las olas del mar son más fuertes ahora, es el único sonido que se oye cuando Camilo se para y le da la espalda para ir a la ventana, Robin le mira la espalda y mira más abajo.
Camilo abre las ventanas de par en par, la brisa con salitre entra al lugar.
—¿Sabés dónde estamos? —dice, mirándolo.
—Sí, en mi casa. Quiero una copia de esos papeles que firmé.
—No los tengo.
—Sí que los tenés, el abogado te los dejó.
—Los guardé por las dudas —Camilo se acerca al escritorio y Robin se acerca a él, un fuerte deseo de poseerlo lo dominan de repente.
Camilo está mirando una carpeta abierta.
—¿Por qué hacés eso? No sé por qué sigo hablándote... me querés atar para que no diga nada, y no digo con las esposas, es en sentido... figurado.
—Sentido figurado, sí. No vas a decir nada o ya sabés lo que te puedo hacer —dice, sin mirarlo.
—¿Qué?
—Secuestrarte, torturarte...
Robin lo corta antes de que siga: —¿Violarme?
Camilo cierra la carpeta y dándose la vuelta lo mira.
—Ja, eso no es algo que te vaya a hacer. Te encanta que te penetre, que te maltrate —Lo mira de arriba a abajo.
Robin creyó que había podido engañarlo, pero su cuerpo es su peor enemigo, todo lo que Camilo dijo era verdad. Le encanta que lo posea.
Se acerca más y le toca el pecho y pregunta: —¿Qué van a robar? —Le empieza a desabotonar la camisa poco a poco. Camilo no responde, pero se deja. Robin termina de desabotonarle la camisa. Puede oler ese perfume que Camilo se roció después de bañarse— Ese perfume, ¿es muy caro? —dice, inhalando en la piel en un intento de admirar el buen gusto del otro— Me gusta...
—Mucho —responde Camilo—. Es de marca, ¿lo querés?
Robin no responde, le gusta olerlo en Camilo, no piensa en ponérselo él. Solo le encanta olerlo en esa piel canela. Le descorre los tiradores y se los saca rápido, como un bruto, después de un tirón le abre la camisa, le mira el pecho y los pezones que aparecen para su vista. Lo empuja hacia atrás. Camilo queda sentado en el escritorio.
Justo en ese momento entra alguien.
:::
¡Gracias por leer! #Jo
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top