4. Insolente

Camilo permanece tras Robin, se apoya en él con toda la intención de que lo sienta, no niega que el toque de color le queda bien, de ese modo es como le cumple el capricho del naranja horroroso, un color que le recuerda a la pobreza, a basura.

—¿Hasta cuándo querés seguir con este juego?

—Hasta que me aburras, nene.

—No entiendo para qué va a venir el abogado, ¿vos... con un abogado?

—¿Yo qué? ¿Porque soy un ladrón? ¿Por eso lo decís?

—Mmmhh, no solo ladrón...

—Ahh, entonces sos de esos, ¿de los que se creen todo lo que sale en el informativo?

—No, pero hay videos... tuyos... secuestrando... las cámaras lo registraron.

—¡Nene! —Camilo le huele la nuca y le gruñe ahí, aparentando enojo.

—Papi, solo preguntaba, calmate —Robin no entiende, pero ya no siente una pizca de miedo con ese hombre.

—Y bueno, si soy ladrón y todo eso que pensás que soy claro que voy a necesitar un abogado para cuando me atrapen, pero... ¿pensás que no uso un apoderado para mis propiedades?

—No lo había pensado.

—Claro que no pensás... si aceptaste mi propuesta tan fácil. Te podría haber matado si fuera el asesino que todos dicen que soy. ¿Por qué aceptaste?

Eso mismo se sigue preguntando Robin. «¿Qué fue, aburrimiento, decepción, odio hacia el mundo y la vida? ¿Búsqueda de algo nuevo y emocionante? ¿Intriga?»

—Por la casa —responde.

Camilo escucha su respuesta y le sostiene el tirador derecho, se lo empieza a deslizar por el hombro. Robin exhala y espera, siente la presión tiesa que Camilo le hace contra su trasero, todavía siente algo deslizándose entre sus piernas, a pesar de que se bañó y se metió los dedos para sacarse el semen de la noche pasada, no pudo sacarlo todo. Y piensa: «Ya me estoy aflojando, solo por ese movimiento sensual que hace mientras descorre el tirador, solo porque me está desvistiendo. ¿Cuándo me volví en esto tan lascivo? Le respondí que acepté por la casa, ¡un carajo que fue por la casa! Tengo mi apartamento, ¡no necesito nada de él!»

—¿Cuándo me las vas a transferir?

—Cuando llegue el abogado.

Robin no cree que sea cierto. Camilo le descorre el otro tirador. Desliza las manos desde los lados de Robin y baja hasta la cintura del pantalón, las pasa por adelante y sobre los tiradores, que se prenden ahí.

—Pará, me vestís y desvestís a cada rato...

—¿Y? —Camilo apoya la cabeza en el hombro de Robin y desengancha un tirador, Robin le sostiene la mano, pero Camilo usa la otra para desenganchar el segundo, y rápidamente la desliza a la espalda para cinchar del enganche ahí, se los saca y los tira al suelo. Lo sostiene del estómago con las dos manos y camina hacia atrás, llevándoselo con él.

—¿Y el abog... —Robin no puede terminar de hablar porque Camilo le tapa la boca con la mano y ambos terminan en el sillón, este es más amplio que el de la discoteca, y más limpio. Robin queda sentado sobre Camilo y sigue dándole la espalda.

—¿Lo sentís? ¿Ves cómo me ponés?

Ahora puede sentir mejor el bulto agrandándose dentro del pantalón de Camilo. Robin niega y se desliza hacia adelante simulando querer huir, solloza y se mueve fingiendo sentirse incómodo por esa situación. Camilo lo aprieta más impidiéndole moverse. Lo atrapa anclando un brazo en su cintura y sentándolo más sobre él. Robin lo siente mejor y el sollozo fingido se transforma en un gemido auténtico, uno que enseguida disimula con un quejido, pero Camilo no le cree, él deja de taparle la boca y le pasa la mano por la pierna con lentitud, evitando tocar más adentro, es para hacerlo desear ese toque, para dejarlo con las ganas.

Al tener la boca destapada, Robin ya no puede camuflar los jadeos, exhala e inhala y mira esa mano que lo acaricia, siente el cuerpo más ligero. Camilo lo toca con cuidado, lento, cruel. Desliza los dedos por la pierna y después por el muslo, amagando tocar más adentro.

—Papi, ¿qué hacés?

—Te trato bien, con cuidado, te cuido.

—¿Me tratás bien? —Le dice Robin para provocarlo, le gusta hacerlo enojar.

—¿Preferís esto? —Robin no lo ve, pero Camilo alza una ceja por lo que le va a hacer, la mano va directo a la entrepierna de Robin, le sostiene el pene y aprieta, aprieta demasiado y Robin grita.

—¡Me duele! ¡Imbécil! —jadea.

—¿Te duele? —dice con burla, enseguida deja de apretar y le besa la nuca— ¿Ahora? —Le chupa la piel y le desabotona la camisa para poder besarle mejor la espalda. Mete la mano bajo la camisa y lo pellizca a veces y otras lo acaricia. La piel de Robin se estremece y eriza. Se vuelve a quejar, finge dolor.

—¡Auuh! Papi, duele.

Robin se derrite al sentirlo así tras él, por sentir esas manos tocándolo, sus quejidos graves mientras lo toca y lo lame. Hace la cabeza a un lado dejando que le bese el cuello, le sostiene una mano y se la lleva a la boca. Camilo tiene dedos grandes y largos, le chupa dos juntos y Camilo empieza a mover su pelvis, rozándolo y queriéndolo penetrar incluso con la ropa puesta.

—¿Te duele? —dice Camilo después de soltar la piel que acaba de chupar hasta dejar roja y marcada— ¿Acá? —Cierra la mano sobre el pene de Robin.

—Sí —Consigue decir Robin todavía con los dedos en la boca, los succiona.

—¿Y ahora? —deja de apretar y solo desliza la mano por encima del pantalón, de arriba a abajo.

—¡Hijo de puta! —dice sacándose los dedos de la boca y le aprieta el brazo al sentir el pene de Camilo, que ya se está rozando en la entrada en la que se quiere hundir.

—Ese no es modo de hablarle a tu papi.

—Me hacés enojar —Se mueve de adelante a atrás, rozándose con la erección.

—¿Yo te hago enojar?

—¡Callate, hijo de puta! ¡Cogem...! ¿Qué?

El timbre sonando le corta la petición, el abogado acaba de llegar. Ambos se inmovilizan. Camilo odia al abogado ahora, y Robin siente todo su cuerpo arder, desde la entrepierna hasta las orejas, y piensa: «¡Otra vez le iba a pedir que me cogiera! El nivel de libido que me provoca este loco es algo nuevo. Lo odio. Lo voy a matar cuando se duerma.»

***

—Entonces, Robin, firmá acá, acá, acá, acá y acá —dice el abogado pasando página tras página.

—¿Qué es todo esto? ¿Lo puedo leer aunque sea?

—No hay tiempo, hijo. ¿No confiás en tu padre? —dice Camilo jugando un juego enfermo según lo que corre por la mente de Robin en ese instante.

—¿Un hijo que tuviste a los diecisiete, Camilo?

—Sí, lo supe hace poco, su madre murió y no pude dejarlo en la calle, mirale la cara.

—Se te parece. Hasta se visten igual.

Robin frunce el ceño, no se parecen en nada, el abogado debe estar demasiado bien pagado como para creerse todas esas mentiras y fingir tanto.

—De a poco le estoy enseñando sobre el buen vestir. ¿Y no te parece correcto que le enseñe a portarse bien también? —Camilo desliza una mano por la pierna de Robin.

—¿Pero no es grande para eso?

—Pero tengo que recuperar el tiempo perdido y ser un buen padre para él.

Robin termina de firmar y apoya la lapicera en la mesa con fuerza, aprieta los dientes, está furioso. Mira abajo y golpea la mano de Camilo, la piel suena y el que recibe el golpe se queja.

—Mirá, me acaba de pegar, esto no está bien.

—Eso no está bien, los hijos no deben golpear a los padres —dice el abogado complaciendo con palabras a su cliente.

Robin explota y habla: —Y los padres tampoco a sus hijos —Enseguida se para y se aleja.

Camilo sostiene los papeles y comprueba las firmas en todas las páginas, sonríe cuando llega al último, parece más feliz él que el que está recibiendo la casa. Pero claro que Robin alcanzó a leer algunas líneas y firmó igualmente, aceptó lo que ese contrato le pedía, se enfurece porque Camilo lo cree idiota. Él ya no está a la vista en esa sala y Camilo se encarga de acompañar al abogado a la puerta. Regresa buscándolo, pero Robin no está dentro de la casa. El chapoteo desde afuera lo hace mirar.

Se acaba de tirar a la piscina, Robin no piensa desaprovechar un lujo así. Camilo sale y mira la ropa que el nene se sacó, la camisa está enroscada y el pantalón yace arrugado a un lado de la escalera de la piscina. Lo mira dentro del agua aún vistiendo el calzoncillo, el insolente nada en el fondo profundo. Camilo se inclina y levanta toda la ropa del suelo, comienza a alisarla y cuelga el pantalón en el respaldo de una silla, sostiene la camisa y la huele, inhala ese aroma de rebelde impregnado, Robin lo ve hacer eso porque emerge en ese momento, y chista.

—Enfermo —murmura, aunque eso es algo que le gusta ver.

Camilo no se da cuenta de que está siendo observado, sus ojos están cerrados. Le da la espalda a la piscina y cuelga la camisa en otra silla. Se sienta, y es ahí cuando ve a Robin, y ve que lo está mirando con esos insensibles ojos azules, una sonrisa se dibuja en su boca, muestra los dientes y después se vuelve a hundir. Llega al fondo otra vez, y nada de un lado al otro. Dos minutos después sale a la superficie para respirar, mira hacia las sillas buscando a Camilo, no lo ve ahí, solo ve la ropa de ambos, entonces es cuando oye el agua moverse tras él.

Camilo es sigiloso y entra sin salpicar, la piscina tiene un desnivel, es más profunda del lado donde Robin está ahora. Camilo está en el otro extremo, entrando lento. Robin se mantiene en el lado profundo, lo mira esperando a que se acerque, pero Camilo no lo hace.

—¿Qué te pasa? —le dice, hostigándolo— ¿Te gusta mi piscina? —Por los papeles que firmó ahora la casa le pertenece.

—¿Cómo la vas a mantener?

—¿Qué te importa? Si quiero puedo echarte de mi casa ahora... o la puedo vender, eso sería lo mejor. ¿Cuánto vale? —Robin leyó en el contrato que se le prohibía venderla.

—Veinte millones.

—Mentira. ¿De pesos?

—Sí. Eso vale.

—¿Cómo la compraste?

—Negocios... que es mejor que no sepas.

—¿Con negocios querés decir robos?

—No, dije negocios.

—Está bien, lo que digas, entonces... ¿qué vamos a hacer?

—¿Qué es lo que querés... nene?

Camilo no lo había vuelto a nombrar, solo le decía "nene", ni una vez le había vuelto a decir por su nombre, y siguiendo con ese juego, él tampoco le dijo Camilo otra vez, tal vez lo pensaba demasiado, sabía que era un objeto para él, eso es lo que había aceptado, y no es que quisiera algo más, pero el hombre insistía en querer seguirlo tratando como a un niño y a eso a Robin le empezaba a fastidiar.

—Quiero que vengas hasta acá.

Camilo duda, nadar no le sale bien.

—Vení vos —dice y se moja la cabeza, ve a Robin nadando hasta él.

—Acá estoy... papi —Robin se ríe por decir esa palabra estúpida.

—Más cerca.

Robin se para delante de él y posa las manos en los hombros de Camilo, pero él le sostiene la cabeza y la presiona hacia abajo, haciéndolo arrodillarse. Le presiona la cabeza contra su pene por debajo del agua. Robin se hace hacia atrás, ahogado por el agua que lo envuelve.

—Chupala, insolente —dice Camilo con un gesto serio. Robin lo mira sin hablar—. Chupala, ya veo que aguantás bien sin respirar bajo el agua.

Robin escupe el agua que tragó y tose hasta que puede respirar bien, mira arriba otra vez, Camilo alza una ceja en la espera de que su petición se cumpla.

—Soy insolente pero te hago caso a veces, ¿o no?

Entonces Robin baja la vista y le sostiene el calzoncillo por los costados, se lo empieza a bajar, lo desliza con lentitud y ve aparecer aquel pene grande y ya gordo que la noche anterior estuvo adentro de él. Que lo había cogido y que lo hizo gozar tan bien. Se lo come abajo del agua, de repente agua y carne están en su boca, el agua con cierto sabor a cloro se mezcla con el sabor del pene que chupa y succiona.

«Me lo merezco, el que me trate así, pero esto no es ningún castigo, al contrario, él también lo sabe, ¿pero por qué se siente tan bien esto?»

Su boca se siente llena, palpitante, lame por los costados como si fuera un helado largo, es que hacerle eso le gusta, lo quiere saborear bien. Mueve la lengua rápido, quiere lamerlo todo a la vez, parece que no puede lamerlo tanto como quiere, parece ansioso porque no quiere dejar de tenerlo en la boca. La mano de Camilo en su nuca lo obliga a tragárselo hasta sentir la punta en la campanilla. El agua se cuela hasta su estómago, presiente la arcada, pero Robin quiere más. Cierra la boca en torno al pene y lo roza con los dientes a propósito, busca alguna reacción agresiva, pero no obtiene respuestas. Sigue. La mano en su nuca se enreda en su pelo y lo hace hacia atrás, y hacia arriba. Robin tiene el rostro enrojecido por la falta de oxígeno, el agua se escurre desde su boca hacia abajo, la siente muy abierta, muy vacía, jadea y jadea mientras recupera el aire y mira a Camilo, que mira al cielo mientras lo oye jadear.

—Más —dice sin mirarlo. Robin se vuelva a enfrentar al pene y lo sostiene con ambas manos, primero lo estimula con una para volverlo a parar, lo mueve guiándolo a su boca que le suplica para comérselo de nuevo. La sensación al recibirlo es mejor que antes, ahí está de nuevo esa verga que se deja abrazar por su lengua y paladar, por la suave y sensible piel de su boca. Robin saborea sal, y siente lo viscoso del presemen desde la punta del glande, aleja la boca y lo limpia con la mano, traga agua para diluir ese sabor y lo vuelve a chupar por los lados, y ahora usa la mano, pero se aparta. Camilo lo mira, Robin se está limpiando la lengua con la mano y el agua.

—¿Qué hacés?

—No me gusta.

—¿Qué no te gusta? ¡Qué insolente de mierda que sos!

—El sabor del semen —Camilo se ensombrece y Robin aumenta el movimiento de la mano, con la otra le toca el abdomen, araña y Camilo gime, olvida lo que iba a decir. Robin sonríe y aumenta el movimiento de la mano, siente el pene en su palma moviéndose a la par. Se hincha y se engrosa y el propio quiere un contacto también.

—Mmhh —Camilo gime de nuevo.

—¿Más, papi?

—Mmmhh... Sí —Camilo vuelve a apoyar las manos en la cabeza de Robin, le tira del pelo en tanto su pene está pasando por la palma que lo estimula—. Sí, bien, más, más, lo hacés bien. Uff.

El glande otra vez libera presemen y Camilo se queja. Robin no lo había oído hacer un sonido así de necesitado, de rogarle tanto. En su mano el pene late, todavía sosteniéndolo, Robin se pone de pie y vuelve a bombear con la mano, le busca la boca y lo besa. Camilo no llega a abrir los ojos cuando siente la lengua entrometiéndose en su boca apretada. Las lenguas se rozan en un espacio entre ambas bocas, primero una arriba y después la otra. Robin es bastante fuerte en todo su cuerpo y lo está controlando, lo está sometiendo, Camilo puede darse cuenta de eso y se lo permite en el tiempo en que lo está masturbando, porque sabe tocarlo bien. El beso bruto lo hace eyacular y Robin deja de tocarlo, posa los brazos en los hombros de Camilo y se besan otra vez, pero más lento.

Robin mueve la lengua tocando la otra y adelanta la cabeza, deja que Camilo le meta la lengua esta vez, la recibe y juguetea y con una media sonrisa lo abraza mientras se deja besar, adelanta una pierna y hace que su pene, que aún no sale de su calzoncillo, se roce con el de Camilo. Vuelve a moverse y ladea el rostro para cambiar el ángulo del beso y sus labios lubricados se rozan en la nueva posición. Robin entrelaza las manos tras la espalda de Camilo y le jadea en la boca, lo atrae contra sí y se lo lleva hacia la profundidad del agua.

Camilo se tiene que abrazar a Robin mientras se deja llevar hasta el otro extremo. Robin lo suelta en la profundidad y lo empuja contra el borde, Camilo no sabe nadar y pierde pie, manotea el agua hasta sostenerse de la escalera. Robin llega y lo presiona contra ahí, Camilo reacciona y lo empuja, pero Robin vuelve a acercarse y lo empuja de nuevo. Robin se ríe y se acerca de nuevo. Es entonces cuando Camilo abre la mano y Robin cierra los ojos viéndola venir, termina en su mejilla. No le importa. Sonríe y se acerca, Camilo usa la otra mano para repetir la acción.

—¿Qué hice, papi?

—Ya te dije que a mí no me controlás.

—¿Estás seguro? —Robin se burla y se hunde en el agua, nada de un lado a otro y se mantiene a flote algo alejado. El calzoncillo de Camilo hace tiempo quedó en el fondo. Robin mira a su papi y baja la vista por su cuerpo a través del agua— ¿Querés que traiga tu carísima ropa interior del fondo? Ya vi que no sabés nadar. ¡Jajaja! ¿Le tenés miedo al agua? —Se burla.

—No.

—Está bien. Como digas.

—Acercate, vení.

—¿Por qué tenés esta piscina tan honda y...? Tenías... Ahora es mía. ¿Y no sabés nadar?

—No te importa.

Robin se acerca pero no se pone sobre Camilo.

—Sí, tenés razón, no me importa —dice a su lado y sin mirarlo se sostiene del borde, se hunde unos centímetros y se impulsa hacia arriba, sale de la piscina. El agua chorrea hacia el césped a su alrededor y bajo sus pies, sigue goteando cuando entra a la casa y va camino a la habitación para ver si encuentra otra ropa. No llega ahí, lo sorprende Camilo y lo sostiene del pelo, lo aprieta contra una puerta, está desnudo y mojado, el agua también le chorrea. Mientras lo presiona busca el pestillo y abre, lo empuja.

A la vez que sigue siendo empujado, Robin camina para atrás buscando algo en lo que apoyarse, observa a su alrededor, es un cuarto oscuro pero se encienden unas luces rojas y verdes parecidas a las de la discoteca.

—¿Qué me vas a hacer? ¿Sos ese tipo de enfermo de las películas? —Mira todo mientras Camilo se aferra a su cuerpo.

—No sé qué decís, no veo esas idioteces —Lo sostiene de la garganta.

Hay una cama, Robin retrocede hasta ella, sus piernas sienten el borde y Camilo lo empuja, se deja caer y se sienta, Camilo lo empuja de nuevo, lo acuesta y le baja el calzoncillo. Robin ya está bien duro, su pene se levanta enseguida, se hace para atrás porque quiere acomodarse en la cama pero Camilo le sostiene las piernas y lo acerca, Robin ya las está abriendo y mordiéndose el labio. Camilo cae sobre él. Le sostiene las manos sobre la cabeza y se demora un poco buscando algo, Robin siente el cuero en sus muñecas y después no las puede mover, mira arriba y ve que se las está atando. El cuerpo sobre él se siente pesado, y grande, y caliente. Camilo sigue tocando las esposas que le está terminando de cerrar. Robin lo tiene muy cerca, abre la boca y le lame el pecho, se mueve queriendo seguir lamiéndolo pero Camilo se hace para atrás, se miran un segundo pero no demasiado. Camilo le abre más las piernas y no espera nada, no le mete un dedo ni le pone lubricante, se sostiene el pene y lo guía a la entrada. Robin gruñe y lo recibe bien, su agujero ya lo deseaba, su interior lo pedía, abriga al miembro que se introduce. Se siente abierto, demasiado abierto para lo que está acostumbrado. Las embestidas empiezan y Robin lo acepta rápido, colabora en el movimiento arqueándose y abriéndose para su papi caro.

—Ah... Ahmmm... Mmhh ¡Más! —Robin gime y se queja y tiene los ojos entrecerrados, ve el trabajo que hace Camilo, está muy centrado en penetrarlo, no lo mira, le está sosteniendo la pierna, sus dedos se están clavando en él.

—¡Más! ¡Matame!

—¿Querés que te mate?

—Mmmhh... ¡Sí! Por favor... Haceme desmayar...

Robin ataca y levanta la otra pierna, la sube al hombro de Camilo, que ahora respira más pesado y pierde el control de su pelvis, la verga no deja de entrar y salir penetrando y el chapoteo aumenta, se oye el sonido de las pieles mojadas que se deslizan, los nervios sensitivos en la unión de los cuerpos les producen el placer. Robin cierra los ojos y lo siente pegándole bien adentro.

—Papi... ¡Ahhj! —No termina la frase y olvida lo que va a decir. Igual es algo sin sentido.

—¿Qué?

La boca de Camilo está muy lejos y Robin necesita lamer algo, abre la boca queriendo hablar y saca la lengua pero no dice nada, se queja, murmura. Camilo se prende a su cadera, lo sostiene y lo empuja hacia atrás metiéndole el pene en ese movimiento furioso, una y otra vez. La cama empieza a chillar, los embistes son duros y atroces. Las sábanas están mojadas, por el agua de la piscina y por sus transpiraciones. Las manos restringidas de Robin se sacuden sin poderlo tocar.

—¡Desatame! —Exige.

Cuando Camilo se apoya sobre él, Robin le muerde el brazo y después le chupa el lóbulo de la oreja, Camilo le lame el cuello y Robin ya tiene más cerca lo que quería, mueve la cara y le encuentra los labios. Se besan mientras Camilo desliza una mano por el brazo de Robin y le sostiene una de las que tiene atada. Su idea es desatarlo, pero el beso y la necesidad con la que Robin se lo roba le hacen olvidar su tarea. En tanto, su pelvis sigue en su vaivén y el pene perfora el agujero, clavándose duro en el interior sensible.

Robin siente su intestino colmado, no se reconoce pero ya eso no le importa. Descubre que ser cogido sin piedad es algo que le encanta. Sentirlo bien adentro, todo viscoso y enterrado en su piel. Rompe el beso y Camilo lo mira, un hilo de saliva los une.

—Ahmmm... —murmura Robin.

—¡Qué bien te dejás coger, nene! —le dice y ahora se mueve más lento, precisa descansar un poco.

—Mmhhh... —Robin sigue sintiendo el palpitar de sus cuerpos juntos. Camilo le desata las manos.

—Tocate.

—Sí, papi —Robin baja la mano y le cierra en su propio pene—. ¿Así? —Finge no saber hacerlo, se mira la mano y después va subiendo la mirada recorriendo el cuerpo que lo está montando, sus ojos lo recorren, pasan por su vientre, el abdomen y el pecho, suben a su rostro, por su boca, su nariz y termina en los ojos, que hace tiempo lo están viendo. Robin se moja los labios, lo hace de un modo muy seductor.

Camilo le envuelve la mano y la empieza a mover.

—Así —Y lo penetra a la vez que lo masturba.

—¡Me duele! —Robin jadea y su mano se mueve más rápido. Camilo lo deja de sostener y le aprieta la garganta, Robin sigue gimiendo.

Camilo deja de moverse para evaluar la verdad en sus palabras. Robin está jadeando y su pecho no deja de agitarse, además sigue mordiéndose los labios mientras se toca y mientras sus piernas permanecen abiertas y su culo sigue aceptándolo.

—Me duele...

—Mentira, no me sigas mintiendo —Igualmente afloja la fuerza con la que le aprieta la garganta.

Robin se ríe y Camilo lo monta, sus bolas golpean las nalgas de Robin, él las siente, lo siente todo de ese hombre peligroso, el olor y los sonidos que quiere disimular, sus manos y sus ojos estudiándolo.

—¿Sa-sa-sabés... qué-qué —Las sacudidas de Camilo no lo dejan terminar de hablar, Robin le golpea el pecho y la pelvis de Camilo se mueve con un poco de suavidad, esperando con el pene casi afuera.

—¿Qué mierda te pasa?

—¿Sabés qué es lo que me duele? —dice y Camilo se lo mete hasta la mitad y lo mira, esperando. Robin aprieta la sábana con una mano y mira al costado.

—¿Qué? Mi pene no tiene paciencia, apurate a hablar —El pene le ruega hundirse en ese culo hasta matarlo.

—Que no me volviste a llamar por mi nombre —Robin cierra los ojos y escucha la carcajada de Camilo y el pene hinchado llenándolo, las embestidas se reanudan brutales como antes, cogerlo es la gloria para él.

Robin lo mira y chista por esa respuesta, no esperaba otra cosa, pero no le importa. «Este viejo se mueve demasiado bien», piensa y lo vuelve a besar, el chupeteo de sus besos y de sus cuerpos es algo que le encanta oír, pero por el empuje de las embestidas el beso se tiene que cortar a cada instante, sus bocas permanecen cerca pero sin llegar a unirse. Robin lo abraza con una mano y se arquea cuando tocando el punto exacto Camilo lo hace correrse. Exhala sintiendo a todo su cuerpo aflojarse y segundos después Camilo se rompe adentro de él. Sale enseguida.

Robin todavía intenta recuperarse y agradece el que esta vez no se haya desmayado, es un avance. Camilo se masajea el pene y se le sienta en el pecho, el semen es expulsado y se lo salpica en la cara. Robin cierra los ojos y no oculta el asco en sus facciones.

—No me gusta.

—¿No lo vas a comer?

—No —Apoya la mano en la pierna de Camilo y lo araña como negación.

Camilo no insiste, ve que no miente, se lo limpia con la sábana y Robin se sorprende por el acto generoso. Esperaba alguna cachetada por decir que no, sigue mirando a Camilo que también lo mira.

Camilo se queda inmóvil mirándolo, le parece de lo más atrayente y lindo que vio hasta el momento, es joven, pero no le resta puntos porque lo ve como alguien seguro de lo que quiere. Aunque si le tuviera que buscar el lado negativo podría decir que bastantes veces, o casi todas, le lleva la contraria. Entonces concluye que eso tampoco le resta puntos, y si se dijera que no es ideal para él, se estaría mintiendo.

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