2. Papi

¡ADVERTENCIA, ESTE TEXTO TIENE CONTENIDO HOMOSEXUAL EXPLÍCITO!

Un mes después, junto a los sobres con las cuentas a pagar, Robin recibe una invitación para ir a la discoteca. Esa invitación lo deja molesto, lee la tarjeta: "Quiero verte de nuevo. Hoy en mi discoteca. Sayonara, Robin." Definitivamente, Robin se dice que no irá, después de leerla la tira a la basura. Se prepara para ir a trabajar y sale de su apartamento dejando el lugar en un silencio total. Silencio y quietud, a excepción de los peces de la sala, cuatro peces dorados y blancos que van y vienen en un nado lento y sin emoción en su jaula de vidrio.

Así transcurre todo el día, la luz solar va disminuyendo hasta que se extingue y comienzan a encenderse las luces circundantes, menos las del apartamento de Robin, en el que todo está en penumbras. El gorgoteo de los peces es permanente, a esa hora un dispensador automático de alimento se activa y el polvo cae como una lluvia hacia el agua, flota unos segundos hasta que comienza a ser devorado por los peces. En poco, la superficie está limpia. Robin no tiene la paciencia para sacar a pasear a un perro todos los días o limpiar la arena y los pelos de los gatos, sabe que al regresar su apartamento estará tal como lo dejó; igual de sucio, o igual de limpio.

Ya de noche, Robin abre la puerta y deja su mochila en una silla, en las ventanas abiertas de los apartamentos de enfrente se ven familias, personas solas o parejas viendo la tele o cenando, en cambio, Robin está solo. Se saca los zapatos y afloja la camisa, la comienza a desabotonar con una mano mientras con la otra abre la heladera y saca una jarra con jugo natural de naranja, se la empina, toma directo de la jarra, se sienta en el banco de la cocina y mira el cubo de basura, se para de repente y camina hacia allí, mira a su interior. «Inevitablemente la tarjeta seguirá ahí», piensa. Y allí está.

***

Robin entra a la discoteca queriendo irse al instante, odia tanta aglomeración, todas esas personas juntas, todos los cuerpos pegajosos tocándose, bailando o delirando bajo los efectos de las drogas y el alcohol. Para él está bien beber, pero no para disociarse de la realidad, sino para sentir el sabor en su paladar. Sin saber qué hacer empuja personas hasta que llega a la barra, lee la lista de tragos empezando desde el más barato. Es el refresco con gas, sigue mirando, el siguiente es el jugo natural con ron, elige ese, combina a la perfección con su gusto. Se queda esperando allí, sentado en un taburete alto y con los codos apoyados en la barra, su mano bajo su pera, sumamente aburrido. Esa música no le mueve un pelo, es monótona, canción tras canción se oye y siente igual. Terminará ese trago y se irá.

«Tomo este trago y me voy», es lo que decide y continúa preguntándose: «¡¿Por qué mierda vine?!»

De repente, nota que alguien se sienta a su lado, no mira, sea hombre o mujer no desea iniciar ninguna banal charla, sobre el clima, sobre la música o el sabor de su trago. Hace una mueca y sigue bebiendo, pero una molesta mano le toca el hombro, finalmente frunce los labios y mira.

—¿Qué pasa? —dice, olvidando que ese hombre lo esperaba.

—Hola de nuevo, Robin —Camilo le sonríe—. También querías verme. ¿Por qué habrías venido sino?

—No, ya me iba —Robin se para.

Camilo hace lo mismo.

—Recién llegaste.

—¿Cómo lo sabe? Discúlpeme —Robin le observa el cuello, su clavícula expuesta, el pecho, el chaleco azul y la camisa abierta sin vergüenza. El hombre usa además una fragancia demasiado masculina, tentadora.

—No me hables con tanto respeto, ¿o querés que sea tu papi? Podría serlo.

Eso era cierto, Camilo tiene cuarenta, en tanto que Robin, veintitrés.

—¿Hablás de un padre que da dinero?

—Claro, lo que desees.

Robin se acerca más.

—¿Cuánto me darías por una noche? —Y acaba la pregunta, aclarando la propuesta que le hace— ¿Una noche cogiéndome? —Él pregunta solo por curiosidad, aunque podría considerar dejarse coger si la respuesta lo convence.

—Una hermosa casa de vacaciones solo para ti. Una grande y cara.

Robin lo mira fijo y piensa en las consecuencias y en las ventajas, en las posibilidades, le sostiene el brazo y desliza lentamente la mano hasta llegar a su hombro, se apoya y le responde al oído.

—Entonces sí, papi —Robin traga saliva, oírse decir eso le parece de lo más extraño, pero ya no le importa nada, su día laboral fue de lo más estresante y agitado, los clientes parecen cada día más idiotas e insoportables. «¿Por qué no usar el tiempo en ganar algo que valga... además gozando?», piensa.

Con el acuerdo aceptado, Camilo lo lleva a la habitación secreta. Una vez dentro sirve dos vasos de whisky, Robin piensa en rechazarlo, pero no sabe porqué, lo acepta, a él nunca le importa lo que los demás piensan de él, pero no quiere quedar mal con su nuevo papi, quiere demostrarle que tiene la garganta para beber ese whisky que no le gusta.

—No te gusta el whisky, hace un mes tomabas el mismo daikiri que hoy.

—Sí, me gusta —Robin sostiene el vaso y se lo empina, tomándoselo todo de una vez. El cuerpo parece prendérsele fuego por dentro y todo a su alrededor parece moverse de un lado a otro, de arriba abajo, en espirales y en círculos. La cabeza le da vueltas, se va cayendo a un costado, hacia el sillón que avista.

Camilo se acerca sonriendo y le dice: —Papi no te iba a decir nada por no beber.

—Perdón.

Robin le toma la mano y se la lleva a la boca, Camilo extiende un dedo y le roza los labios. Robin lame la punta del dedo y lo chupa, después se lo mete en la boca y succiona. A veces gime, a veces no hace nada. Camilo sonríe mirándolo hacerle eso mientras su entrepierna siente todo lo que en su dedo le hace. Le mete otro dedo, índice y medio están dentro de la boca de Robin, mojados y cubiertos de saliva son lamidos, chupados y succionados. Robin se lleva una mano dentro de su pantalón y se toca a sí mismo.

—Papi no te dijo que hicieras eso —Camilo lo regaña.

Robin le sostiene la mano alejándola de su boca para poder hablar.

—¡¿Qué querés?!

—No sabés jugar a esto. Papi va a tener que enseñarte.

Camilo le sostiene las manos juntas sobre la cabeza y se sienta sobre él, lo observa, tiene los ojos vidriosos y el aliento caliente. Robin viste como un deportista, lo dejaron entrar solamente porque Camilo lo autorizó. Su cara de desagrado al verlo vestir con tan mal gusto no la pudo ocultar, pero su atractivo rostro lo compensa, y por sus ojos vivos y desafiantes Camilo le perdonaría todo.

—Pa... pi, ¿qué tengo?

—Vestís de lo peor. Debería comprarte ropa para gente de tu edad.

—Pero tengo veintitrés.

—Después de los quince no tendrías que usar naranja.

—¡Vas a usar mi cuerpo y piel! ¿Qué te importa mi ropa? ¡Cogeme o dejame ir!

—No olvido tu castigo —dice y se acerca a su boca. La cubre con la suya tocándole los labios, metiendo enseguida la lengua. Mueve el rostro, buscando el ángulo para mejorar el beso. Después de probar su boca, Camilo le suelta las manos y se aparta, se saca el pantalón y el calzoncillo. Después sigue con el de Robin, él le mira el tamaño, el pene de su papi es más grande que todos los que vio antes. Camilo se inclina sobre él y le vuelve a sostener las dos manos con una sobre la cabeza mientras que la otra va directo a su propio pene.

Robin forcejea hasta zafar sus manos de la que lo aprietan, lo empuja del pecho. Camilo no se doblega y lo comienza a besar de nuevo, lo sostiene del cabello y Robin gime sin querer. Camilo tira de nuevo y Robin lo abraza, tocándole la espalda y metiendo las manos bajo la camisa, sintiendo su piel y cómo sus músculos se contraen al moverse, rompe el beso y dice: —¿Por qué demoraste tanto en buscarme?

—Porque me tenías miedo.

Robin jadea y se mueve para acomodarse mejor en el sillón.

—Más miedo me tenía a mí —responde y lo mira a los ojos, lo sostiene de la camisa y lo acerca para cubrirle la boca con la suya, las lenguas se rozan, saboreándose la una a la otra.

Después de besarse por varios minutos, Camilo se siente por explotar allá abajo, empieza a frotarse, a buscar el contacto de su pene con el otro pene, se mueve hacia adelante y lo encuentra rápido. El tacto de ambas pieles excita a los hombres, la sangre comienza a llegar a esa zona, la anticipación es mayor cuanto más se rozan. Camilo termina el beso y le baja el cierre de la campera naranja, debajo tiene una musculosa negra, Robin se la saca por su cuenta y luego desabotona los tres botones que quedan sin prender del chaleco de Camilo. Con rudeza le saca la camisa y el chaleco a la vez, descubre su pecho y su estómago plano. Robin se muerde el labio y Camilo también, una acción en espejo. Camilo se acerca otra vez a su boca, sus penes siguen rozándose mientras se besan.

De repente, Robin se está quejando: —¡Metelo ya!

—Con exigencias no hay recompensa.

—No puedo irme tarde... —Mañana entra a las ocho a trabajar, para llegar en hora tiene que levantarse seis y media.

—¿Por qué? —Camilo le besa el cuello mientras espera la respuesta, saca su lengua y lame sobre su pecho, bajando hasta su ombligo, Robin se estremece, los dedos de sus pies se contraen— ¿Tenés novio?

—Mmmhh —Robin parece asentir, pero es un gemido.

—No me molesta —dice Camilo y le mete dos dedos en la boca—. Chupalos bien.

Robin le sostiene la mano y deja de chupar para responder: —No tengo a nadie. Solo soy tuyo.

Camilo se enciende, su pene pulsa listo para enterrarse dentro de Robin, que vuelve a chuparle los dedos. Camilo recoge su chaleco y saca un lubricante que abre con los dientes, lo derrama sobre los dedos antes chupados por Robin.

—Abrí —le dice, indicando que abra las piernas. Robin accede y mira al techo, la fría sensación es molesta, la intromisión del dedo es rechazada por su cuerpo, aguanta y espera a que la incomodidad pase. Camilo mete un segundo dedo y mueve ambos dentro mirando las facciones de Robin y su cuerpo. Deja de mover los dedos y se acerca a su boca, un nuevo beso es compartido, ahora lo besa mientras mueve los dedos en su interior. Robin abre más las piernas y poco a poco se va aflojando por dentro. De repente, su interior abraza los dedos, palpitando a su alrededor, queriendo tenerlos más profundo.

—¡Metelo! —Es su súplica, y no habla de los dedos.

Camilo saca los dedos y encamina su pene entre las nalgas de Robin, se las abre con las manos y busca su entrada, posa su glande ahí, espera un poco y después empuja clavándose y vuelve a esperar, en segundos Robin se amolda y lo succiona con su trasero mucho más adentro que a los dedos. Lo siente como un enorme y duro bastón, que le provoca gritar, gemir, sonreír, permanecer en silencio cuando el aire se le corta al ser clavado así. Abre más las piernas dejando que Camilo lo manipule como quiera, le sube una pierna y la pone sobre su hombro, con ese ángulo de entrada su pene golpea más adentro, entrando y saliendo lubricado, caliente, duro y grande.

Entre ellos se oye el chapoteo del miembro entrando y saliendo. El pene de Camilo entra, pega en el punto exacto y sale. Entra, pega en el lugar acertado y vuelve a salir. Se mete con su glande rojizo y desbordante de líquido preseminal, golpea en el interior de Robin y se retira dejándolo vacío, necesitado de más de su papi, que sea ladrón o asesino no tiene importancia cuando lo está cogiendo como ningún otro se lo hizo antes. Las caderas de ambos se mueven como un pistón, hacia adelante y hacia atrás, Robin no quiere que lo saque otra vez, quiere que se lo entierre hasta donde sea físicamente posible, mueve su cuerpo hacia Camilo, entregándole todo su agujero.

—Ahh... Cogeme más. ¡Más!

—¿Más? —Camilo lo está dando todo, se retira del interior de Robin y lo empuja al suelo— Arrodillate —Le toca la espalda y le baja la cabeza mientras le eleva el trasero y vuelve a encaminar su pene dentro de él, lo penetra desde atrás y Robin grita de gusto, de estar siendo cogido con la potencia bruta de ese hombre.

—Ahhh... —Cierra los ojos y se muerde el labio— Es... perfecto —Es la última palabra completa que puede decir mientras el pene de Camilo está adentro.

Mientras lo monta, Camilo comienza a masturbarlo, el whisky que todavía sigue en Robin lo termina de marear. La mano de Camilo lo toca, envolviéndolo, la mueve de arriba a abajo y de abajo hacia arriba, notando los estremecimientos y aprendiendo qué es lo que a Robin le da más placer.

—¿Así?

—Mmmhh —responde, asintiendo.

Robin eleva otro poco el trasero, haciendo que Camilo lo clave mejor y que lo apriete más con su mano. El orgasmo está llegando, Robin apoya los antebrazos en el suelo y siente el alcohol yendo a su cerebro, los ojos le pesan y no puede ni intentar abrirlos, las piernas le tiemblan. Una sacudida en su espalda le indica que Camilo está en las últimas también, su glande se baña de semen y Robin lo siente por dentro, cómo su interior se empieza a mojar. La mano de Camilo no deja de masturbarlo, sus dedos gruesos y largos le sostienen el pene con firmeza y cuidado, y su mano es tan suave y gentil que hace que Robin se corra, y cuando lo hace lanza un suspiro desahogado.

Ya desestresado solo quiere dormir, sus rodillas y brazos ceden y se desmaya, queda de cara al suelo, pero Camilo no puede dejar de seguirlo penetrando hasta que el orgasmo lo envuelve adentro del trasero de Robin, que lo aprieta tan bien. Se corre dentro sacudiendo ambos cuerpos, recostado sobre la espalda de Robin lo llena de semen, y después sonríe.

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¡Gracias por leer!

#Jo

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