8. Russo nunca pierde

Muchas veces me costó llegar a entender el motivo por el cual mis padres seguían viéndose aún después de cerrar su divorcio bastante prematuro en mi vida. Seguían reuniéndose en casa, en sus oficinas, no paraban de hablar sobre asuntos legales que les dejaban fuera esta vez sino de casos que llevaban cada uno en paralelo mientras yo jugaba, hacía tareas o leía. Siempre la escuela y la ficción resultaron idóneas vías de escape ante la vil indiferencia de mi madre o de mi padre quienes sólo se dirigían a mí cada vez que se trataban de asuntos académicos o que presionaban sus expectativas hacia mi desempeño académico o deportivo. En el primero conseguía cumplir las expectativas, pero el segundo nunca fue de su agrado.

El problema es que se olvidaron de que yo estaba creciendo, de que seguían hablando, discutiendo, viéndose y seguramente que acostándose porque, aunque papá tenía sus novias y mamá andaba en algo, sabía que él se quedaba a dormir en la casa. Mi adolescencia transcurrió con una confusión inmensa, sumándole que esos negocios que ellos trabajaban, esos casos que les tenía tan atentos no eran más que estafas de grandes empresarios a sus empleados o estafas a ancianos por sus jubilaciones. Atacaban gente vulnerable para beneficiar a grandes poderosos y así fueron amasando sus fortunas. No soy estúpida, jamás me blanquearon esto, pero basta con tener al menos dos dedos de frente para ser consciente de que ese discurso de que debo ser inteligente y emprendedora está demás cuando los aliados son gente tan poderosa como tramposa. Un mundo en el que jamás quise estar involucrada, pero que mi hermano mayor, quien nunca fue muy compañero, ya que la play station o los juegos de vídeo siempre le resultaron mucho mejores, de hecho, tampoco es que haya tenido mucha iniciativa en su vida o buena vida académica, mamá tuvo que timar a varios directivos para que le pasen de año y no repita cursos. Desde chico él sí se familiarizó con este mundo y ahora es parte con alto rango del bufete de mamá, nexo para efectuar negocios con el de papá.

¿Alguna vez me vi tentada a seguirles la corriente e involucrarme en la carrera de Derecho para llegar a ser algún día una sucia abogada de renombre en la ciudad? Admito que sí, me lo planteé varias veces, sobre todo cuando tenía que iniciar los cursos preparatorios a la universidad, no obstante, entré en crisis una vez que me enteré que mi madre estaba en pareja, se casaría, sin dejar de acostarse con mi padre y, lo que es peor, Enzo, la nueva pareja de mamá, siempre estuvo al tanto. Una situación de acuerdos oscuros que los vinculaba tanto en negocios como en la vida íntima, a lo cual siempre le rehuí. Lo cual posiblemente explica por qué renegué tanto tiempo de mi vida sexual, descubrir aspectos básicos en la escuela me provocó largos periodos de aislamiento y terrores nocturnos que derivaron en un par de visitas al psiquiatra, amistad de mi nuevo padrastro.

La medicación no hizo más que amordazar mis temores y horrores, me limité a no permanecer atenta a mi sintonía interior sino a dormir, quizá demasiado. La suspendí a escondidas, ya que no podía leer ni estudiar, me estaba quitando la poco que me devolvía a la vida. Hasta que conocí a quien hoy es mi mejor amiga gracias a la carrera universitaria, a desentonar con docentes arcaicos y a compartir gustos literarios por la novela rosa, aspecto bastante degradado entre altos elitistas de la literatura. Gina conoce mi vida de punta a punta, el tiempo me dio la garantía de que podía confiar en ella, pero sostiene una postura de que debo despojarme de prejuicios, superar mi pasado y aferrarme a mi presente para argumentar un mejor porvenir. Le creo, confío en ello, pero me cuesta, se trata de mis propios demonios internos con los que he de luchar y no es tarea sencilla...

Hace lo que puede y si ahora mismo está en el asiento de atrás del Volvo de Russo es porque intenta hacer lo mejor para mí. Piensa que de esta manera colabora, pero este sujeto es tan parte como su hermano o como mi madre de lo que sea que hayan tramado cada uno para desplegar sus propios imperios. No tengo ganas de vincularme afectivamente, aunque haya un lazo de familia que nos una o ella piense que puede llegar a ocurrir algo más, idea que me saco rápidamente de la cabeza, negando cualquier sospecha de acercamiento a este imbécil con dinero.

—Por favor, pueden dejarme a mí primera—propone Gina.

—No es necesario—le suelto siendo lo último que deseo el hecho de quedarme a solar con este hombre quien está más cerca de lo que había permanecido jamás.

—No me parece mala idea—interviene Piero—, además, luego podré tener un momento para saludar a tu madre y saber dónde viven. Dicen que no es mala idea contar con la familia.

—Ten—Gina pasa su móvil con la ubicación en GPS que él transfiere a la pantalla del coche a la derecha—. No es lejos de aquí. ¿No te molesta que te tutee, verdad?

—No lo acostumbro, pero preferiría mantener las distancias de respeto.

¿Disculpa? Vaya si será cabrón.

—Recién salimos de un bar de estripers y exiges mantener la elegancia—le suelto.

—¿Eso es lo que dirás a tu madre? Yo no tendré problemas al respecto, pero algo me dice que ella hará preguntas. Si quieres, le contamos sobre tu pedido particular y la llegada de ese tal Adriano.

—Preferiría que no te bajes a saludar. Además, mi madre duerme a esta hora.

—Tu madre tiene más vida nocturna que tú—asegura.

—¿Estás insultando a mi madre?

—No, te estoy gastando una broma a ti.

Gina interviene desde atrás:

—He de admitir en defensa de mi amiga que esas bromas no tienen nada de gracia, señor Russo. Puede bromear sin faltarle el respeto.

—Agradezco su consejo. La próxima vez se lo pediré si se me antoja ponerlo en práctica. No soy un irrespetuoso, les estoy haciendo el favor de devolverlas sanas y salvas a sus casas.

—No te lo hemos pedido—intervengo.

—Esa es la mejor parte.

Evidentemente este hombre no va a dar el brazo a torcer.

Un ligero silencio de segundos se instala entre nosotros a lo que Piero consiente encendiendo su estéreo en un semáforo.

—¿Qué les gustaría escuchar?—pregunta.

Yo le fulmino con la mirada.

—Intento ser amigable—añade sin una pizca de calidez en su voz, de hecho, es más como un robot de ojazos y hombros anchos—. Disculpen si desconozco algunas normas esenciales de trato con otras personas, suelo ser bastante apático.

—En eso debo darte la derecha—le digo.

—Enséñenos su música, señor Russo—propone Gina.

Esta vez soy yo quien se da la vuelta para confrontarla. ¿Estás conmigo o contra mí, amiga?

—No sé si sea de gusto para ustedes—anticipa.

Ya pon la maldita canción y termina el viaje.

Entonces conecta su móvil y comienzo a escuchar el ruido de guitarras, de hecho, un sonido que me resulta bastante familiar. La sensual voz ronca de Bill Dess comienza a cantar dejándome asombrada de lo que escucho.

"Dices que lo he perdido,

dices que debo irme.

No pelearé contigo, chica.

Sé que tienes razón

y que yo estoy equivocado."

—¿Lost de game?—pregunto, muy asombrada—. ¿En verdad tú escuchas a Two Feet?

—¿Qué? ¿En verdad ustedes escuchan a Two Feet?

—No me metan en esa bolsa que no tengo idea quién es—Gina se echa hacia atrás.

—¿Es broma? Es mi banda favorita—le digo.

—Mmmm. No tengo bandas favoritas, pero admito que suenan bien. Son mi música de fondo cuando co... Cuando conduzco.

¿Cuando co...nduce? ¿Por qué se detuvo ahí? Parece haber cambiado rápidamente de idea.

—Este es mi vecindario—dice ella.

—Vaya, no podrás quedarte para escuchar otra canción—dice él. Lejos de lamentarse, parece estar siendo tajante en echarla.

—Algo me dice que no lamentaría mi ausencia, señor Russo.

Sus palabras son determinantes. Saca el móvil del lugar del GPS y se lo lleva, despidiéndose de ambos con palabras que bien conozco:

—Cuídense.

Vaya si no tendrá doble intención, una gran ventaja de conocer a Gina.

—Claro—asegura él quien probablemente captó la doble intención.

Una vez que estamos a solas, el ambiente se vuelve mucho más tenso.

—Ahora busco la dirección y te pasaré las indicaciones—le digo.

—¿Sentiste que esas dos copas te emborracharon?—pregunta él, volviendo a la calle, en busca de una avenida.

—¿Qué? Para nada.

—¿Y te gustó el cosmo?

—¿Cosmopolitan?

—Claro. Hubiese sido mejor si ese segundo trago no me lo hubiera interrumpido un matón.

—¿Dejarías que el matón lo compense invitándote ese trago que te interrumpió?

Me vuelvo a él, asombrada. Vaya, esto ya empieza a darme miedo de verdad.

—Vamos—insiste—, en verdad me interesa hablar sobre esa carpeta.

—Puede ser mañana en la oficina.

—Podrás tomarte el día. Ya te dije que tienes flexibilidad horaria.

—No puedo. Quiero ir, quiero ser responsable con mis obligaciones.

—En ese caso, te dejo ir si accedes a ese segundo cosmo y hablamos de la carpeta. ¿Qué dices?

Trago saliva, confundida.

¿Qué tan malo puede llegar a ser? ¿O productivo? Espero que la segunda opción sea la adecuada.

—Que sea un cosmopolitan de arándanos. Me dejó intrigada—digo por fin—, luego me devuelves a casa sin chistar.


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#PieroRusso #TodoTuyo #TodaMía

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¡Hola! ¿Les gusta el cosmopolitan? ¿Te tomarías uno con Russo o con Adriano?

Gracias por estar ahí, les adoro

L.

www.instagram.com/luisavilaok

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