7. No te metas con Russo
Las mujeres arriba del ring empiezan a gemir mientras permanecen hechas un nudo en el suelo aferradas una a la otra como si fuese una relación sexual más que una pelea. A lo lejos, no alcanzo a distinguir qué están haciendo, pero todo indica un mismo camino.
Sin embargo, el show no es devoto de mi confianza en este momento que las cosas están siendo mucho más complicadas justo a mi lado.
—Amigo, cálmate—le dice el chico, sacudiendo hacia atrás los rulos de su cabello. Piero avanza en posición desafiante hacia él.
Algunas personas alrededor prestan atención con molestia a lo que está sucediendo, siendo nada agradable para sus sucios gustos que les distraigan de lo que está sucediendo; en ningún momento las chicas no se distraen de su propio espectáculo.
Uno de los guardias de seguridad no demora en llegar, quizá le he llamado con mi expresión cargada de angustia. Es un matón que tiene más pinta de mafioso ex carcelario que un integrante de seguridad privada en una pista VIP del club más famoso de la ciudad; sin juzgar en verdad que su pinta me inspira desconfianza.
—¿Va todo bien por acá?
Su tono acusador se dirige más bien hacia el chico que pedí momentos atrás quien no estaba haciendo nada de malo, en lugar del problemático de Russo quien permanece frente a mí en una actitud de perro que no me gusta en absoluto. Su gesto permanece impasible, las mandíbulas se le marcan de lo evidente que se hace el hecho de presionarlas. ¿Quién diría que este poderoso magnate sería alguien con serios problemas para controlar sus impulsos?
—Lo mismo me pregunto yo—dice el chico de ojos grises. Expuesto en sus pantaloncillos de cuero parece un tanto más vulnerable, de no ser por los músculos de su cintura que quedan justo a la altura de mis ojos.
—¿Qué hiciste esta vez, Adriano?
—Juro que no hice nada.
Decidida a no dejar que me sigan pasando por encima, me pongo de pie y busco con torpeza o pena las palabras indicadas:
—Yo le pedí que viniera—señalo.
—Pero cambiaste de opinión—afirma Piero, saltando con gesto de pocos amigos. ¿Con qué derecho se atreve a omitir lo que quiero o lo que a mí me parece?
—¿El señor la está molestando?—me pregunta el guardia de seguridad y no entiendo bien a cuál de los dos se refiere.
—Yo solo estoy haciendo mi trabajo—se justifica el chico.
—Venga, Adriano, no es atípico que otra vez andes metido en problemas. ¿No puedes simplemente hacer tu trabajo como todos?
—¡Esta vez no tengo idea qué le ha picado a este!
—Procura mantener el respeto cuando te dirijas a mí—le dice Piero y, la verdad, es que su tono amenazante comienza a preocuparme demasiado.
—De hecho, ya me iba—aseguro, tomando mi cartera y abriéndome paso entre los tres. Esto va encaminado a un problema en el que no quiero estar metida.
—No tienes que hacer eso—responde Russo como si no estuviese matoneando a un prostituto ahora mismo.
Demasiado tarde. Mi orgullo y el alcohol admiten que pueda actuar más de lo que puedo dudar. He tomado mi decisión e intento pasar por un costado hasta librarme de esos tres, no sé cuál de todos me da más miedo.
Gina se acerca a toda prisa, me alegra que no me haya perdido de vista aún dejando de lado su ligue de esta noche.
—Amiga, ¿qué sucede?—me pregunta, acomodándose a mi lado.
—Quiero irme. Quédate, me pediré un taxi.
—¿Por qué? ¿Te hizo algo?
—Russo es un idiota.
—Me refería al estriper.
—¿Qué? No.
Para peor de males, parece que le he metido en problemas con el sujeto de seguridad. No obstante, me ha parecido que es moneda corriente que el chico ande metido en complicaciones, no quisiera que por mi culpa deba ligarse algo más que además le ponga en riesgo su condición laboral.
¿Puedo pensar "condiciones laborales" para alguien que trabaja como él? No quiero sonar prejuiciosa, pero no creo que tenga las mejores condiciones haciendo lo que hace, sin considerar su escultural cuerpo que debe ser bastante usado cada noche.
Sigo avanzando entre la gente con mi amiga a mi lado, intentando detenerme.
—Cuéntame qué ha sucedido—me pide.
Yo no freno en ningún momento.
—Se piensa que por haberme contratado voy a hacer todo lo que él me diga.—La furia atraviesa mi voz, el enojo, la bronca de lo que pasa.
—¿Pero qué hacía ese chico ahí?
—Te cuento cuando me baje el enojo.
—¿Piero te ofreció un trío con él? ¿Te hizo una propuesta sexual?
—¡¿Qué?! ¡No!
—Aguarda, Minerva. Aún no salgas. Necesito orinar.
Ya hemos salido de la sala VIP por lo que tenemos que acceder a uno de los tocadores tradicionales donde la fila avanza, por suerte.
Una vez que espero a que ella haga lo suyo, me quedo observando a la gente bailar, divertirse, sin clasificaciones de lujo o prostitución evidente. El día en que eso me divierta será porque ya no seré yo misma en ese momento, espero que ese día no llegue...no llegue pronto.
De todos modos, comienza a asaltarme la duda de cuánto esto que acaba de suceder pueda implicar problemas en mi lugar de trabajo. Ya dejé la carpeta en su poder, es suya, no mía, cualquier proyecto que salga de ahí no cuenta con autoría intelectual o algo parecido. Puede que además de haber regalado mi propuesta, tenga problemas con mi futuro y los planes que había diseñado para estos. Será la ocasión en que mi madre termine de quitarme el apoyo, asunto que intento desafiar constantemente, pero que me genera bastante temor porque sin sus contactos creo que estaré en problemas.
Durante un segundo me espabila creer ver un rostro conocido, el cual desaparece y me reniego al respecto.
—Estoy, vamos—me advierte Gina.
—Por favor.
—¿Qué pasó con Russo?—me sigue picando al tiempo que nos apartamos, buscando la salida.
—Se puso mandón.
—¿Te hizo alguna propuesta?
—¿De qué?
—Su amigo me dijo que es algo así como un follador compulsivo. No me extrañaría que te haya dado miedo que quisiera...
—¡No, Gina! ¡Sería casi...incestuoso!
—Tú misma me aclaraste varias veces que no es tu tío.
Le miro durante un instante y descubro que su ceja hacia arriba me está intimidando junto a una risita poco agradable para la sangre caliente bajo mi piel que deja mis mejillas como salsa de tomate.
—Pues, no lo es, por suerte no hay lazos de sangre entre mi familia y la suya. Aún así, no iré a hacerle caso como si fuese una niña.
Y aunque no hubiese lazo entre nosotros de ninguna clase, no accedería a nada sexual, mucho menos con Adriano, ¡no sé en qué estaba pensando cuando le pedí que viniera!
Con ellos ni con nadie, de hecho, porque mi experiencia en el asunto es básicamente nula y me genera mucho temor algún encuentro de ese estilo. Aspecto que Gina conoce de mí y por ello me pincha con la idea de que tengo que "dar de una vez por todas" con el indicado.
Ya fuera del lugar, nos detenemos en la puerta a la espera de un taxi. El aire fresco en contraposición al ambiente viciado de allá adentro me impacta con notoria diferencia.
—Santo cielo... Lo siento—le digo a Gina tras un suspiro mientras me abrazo los codos—. No quería obturarte la cita de esta noche.
—Descuida, le di mi número. Me lo pidió. Esperemos que escriba.
—¿Él te trató bien?
—Un caballero. Además que está buenísimo.
—Me alegro. Mira, ahí viene uno, vamos.
Un coche se acerca haciéndonos seña de luces para encaminarse hasta nosotras, descubriendo que estamos esperando en qué marcharnos.
—Algún día tendrás que dejar de negar que eres millonaria y aceptar que tu madre te regale un coche—me dice al oído.
—Nunca.
Lamentablemente la noche tiene preparadas todas sus cartas para hacerme la vida imposible; soy capaz de corroborarlo apenas un segundo después cuando escucho:
—¡Minerva!
La voz del infierno me llega desde atrás. Gina me presiona un codo mientras se da la vuelta y descubre que Russo viene aligerando el paso en busca de nosotras. ¿Es posible que esta noche termina en una comisaría denunciándole por acoso?
El taxi ya está detenido al frente.
—Déjenme acercarlas—su voz suena agitada—. Creí que ya se habían ido. Permítanme al menos que las acerque a sus casas.
—No es necesario—anticipo, llamando a la diosa de las agallas para que saque las palabras de mi garganta—: ¿O también vas a asegurarte de que llegue a casa para no tener que delatarme con mi madre? ¿O vengarse con la carpeta o con la reciente vinculación laboral que se ha generado? No sé cuál sea el absurdo plan que haya cruzado por sus pensamientos, señor Russo.
—Este malentendido no afectará tu desempeño laboral, Minerva.
El sujeto del coche toca el claxon.
—Eso sería muy poco profesional—salta Gina en mi defensa.
—Vamos, yo les llevo donde quieran ir—insiste, endureciendo el gesto, quizá para purgar su conciencia—. No aceptaré un no por respuesta.
—Lamento herir ese ego—le contesto—. Pero no puedes obligarnos a subir a tu auto.
Estoy segura de que mi amiga debe estar admirada de las fuerzas que saco no sé de dónde con tal de poder dirigirle palabras coherentes cuando sé que mi garganta está temblando en este preciso instante. Los ojos esmeralda de Piero se ven mucho más oscuros esta noche, quizá sea por el alcohol que los tiene dilatados o por la tenue luz nocturna.
No obstante, para sorpresa de todos, un grupo de chicas suben al taxi dejándonos abandonadas sin ninguna clase de escrúpulos. ¿Con qué derecho...?
Tras unos segundos de silencio viendo cómo se marcha dejándome el corazón por los pies, es él quien se atreve a interferir:
—¿Y bien?—pregunta Russo en tono provocador—. Creo que el destino me acaba de dar la derecha en esto.
______________
#PieroRusso #TodoTuyo #TodaMía
______________
¡Hola! ¿Qué te parece la aparición de Adriano? ¿A quién imaginas en el papel? ¿Y a quién imaginas para Gina?
¿Alguien acá ya leyó este libro al igual que la segunda parte?
Les leo.
Gracias por estar ahí, les adoro
L.
www.instagram.com/luisavilaok
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top