5. La VIP de Russo

Una suerte de lobbies se extiende alrededor del local. Hay una extensa barra con un cuadrilátero central donde tengo la ligera sensación de que aquí no van a boxear sino dar rienda a suelta a una turbia lucha libre, seguramente.

—Esto es demasiado turbio—dice mi amiga al oído.

—Ya lo creo...

—¿Qué hacemos?

—No me siento cómoda con él aquí. Vamos.

—¿Estás loca? Ven, nos hagamos cargo de tu maquillaje.

Avanzamos en busca de los baños y dando con el de mujeres. De camino puedo sentir la oscura mirada de Russo tras nosotras al igual que la de sus amigos que hablan entre ellos mientras una camarera tan elegante como sexy se acerca para tomarles el pedido.

Este momento es horrible, seguramente le dirá a mamá que estuve aquí. Okay, no es cierto, no tiene ninguna clase de contacto con mi familia, de hecho. Nos considera tan poco lazo como yo a los suyos. Y si mi madre se enterase que he salido a sociabilizar como una chica común en un lugar del nivel que ella espera, de seguro que lo último en lo que pensará será en castigarme, de adolescente le llamaba ella a mis compañeras de clases para que me inviten a alguna fiesta o a cenar o al cine, sin embargo, nunca entendió que hacía mejores amistades con los chicos del club de lectura que en medio de toda esta gente. Hubo un tiempo que me gustaba el fútbol, sin embargo, nunca me apoyó enviándome a un club tal cual le pedí, creo que ese fue el único acercamiento (infructuoso) que tuve hacia el deporte, siempre he estado muy concentrada en mi intelectualidad.

Lo cual corroboro al ingresar al tocador lleno de espejos, palabras ploteadas con el nombre del lugar en frases que intentan levantar la autoestima a las chicas que entran, algunas solo para retocarse el make up como es mi caso.

—Mírame a mí—me pide ella, colocándome de costado respecto de los espejos. No es necesario obstruir los lavatorios para dejarle hacer su trabajo. Debe ser el único baño en un lugar transitado en el que no debo hacer fila junto a otras chicas para poder orinar con el tiempo cronometrado.

—No es necesario que lo intentes—le advierto.

—¿Cómo que no? Hazme caso.

—Quiero irme.

—Pídemelo mientras haces una O con la boca.

Lo hago mientras ella me coloca el labial.

—Quioro ormo o oso—le digo como me sale mientras se lo pido. Ella suelta una risotada.

—Ahora dame un motivo que sea convincente y me lo pensaré.

—Uso.

"Russo."

—¿Dejarás que la presencia de un hombre que te intimida implica que te la pases mal esta noche?

Ella aparta el labial mientras me indica marcar una "P" con la boca. Lo hago mientras veo cómo cambia en algo mi boca. Luego ella saca un lápiz de labios.

—Las fiestas no son lo mío, Gin...

—Déjame trabajar, quieres.

Suelto una risita ante la molestia que le ocasiono y ella ríe también. No consigo imaginarme cómo sería mi vida si dependiese de ella como mi asesora de imagen, ya le hubiese sacado canas de todos colores.

—Ahora mira hacia arriba—me indica, sacando la ametralladora que odio: lápiz de ojos.

—No, por favor.

—Es líquido y si lloras, no se corre.

—¡No quiero llorar!

—Te la aguantas entonces.

Santo cielo.

Aprendiendo a ser femenina con mi mejor amiga, episodio mil. Este tipo de situaciones ya las hemos vivido antes, pero esta vez la presión es mayor por el contexto que nos rodea.

Luego de que apenas consigo sentir la molestia del color líquido para delinear los ojos, me miro al espejo. Debo admitir que esa pinta artifical generada por mi amiga ha conseguido distar mucho de lo que esperaba realmente.

—No parezco yo—admito, mientras dibuja dos pequeños puntos rojos en mis mejillas con el labial colorado y me lo difumina dándome algo de color a mi piel que raras veces ha visto la luz del sol.

—Pareces una versión nocturna de ti. Será hasta que te acostumbres.

Suelto un resoplido y asiento, entendiendo que no la haré cambiar de opinión. Ella se retoca el brillo de labios, guardándolo nuevamente en su cartera, me ajusta la falda y a continuación, me conduce camino a los leones.

Una vez fuera, nos acercamos a la barra donde pedimos unos tragos. No tengo mucha idea al respecto, aunque mi amiga parece ser mucho más ávida al respecto ya que sin mirar la carta pide vino blanco.

—¿Por qué blanco?—le pregunto.

—El mejor Viogner que tenga.

—No me estás dando la mejor definición.

—Ya verás.

—¿Qué tal es eso de martini o gin tonic?

—Puede ser una siguiente opción.

Debe haberse vuelto loca.

Pero antes de que los tragos lleguen, un hombre me habla desde el lado opuesto y coloca un grueso vaso de vidrio con hielos delante de mí.

—¿Invito yo?—pregunta.

Me vuelvo y descubro que se trata de un hombre de unos treinta años, con el cabello ondulado y hoyuelos en las mejillas. Es fornido, elegante, atractivo y con aires de suficiencia que me repelen de inmediato.

—Estamos bien—le digo.

—Preferiríamos un trago que hayamos visto la botella desde la que se sirvió—aclara mi amiga.

—Claro—dice el sujeto—. El bourbon es mío. ¿Qué se les ofrece de beber?

—Ya hemos pedido—le digo.

Y entonces reconozco que este es uno de los que entró acompañando a Piero. ¿Qué le sucede? Echo rápidamente un vistazo en la dirección del lobby donde están los visitantes indeseados, descubriendo que miran a su amigo y sueltan alguna risotada. ¿De qué se trata esto? ¿Apuesta a ver quién se lleva a las chicas a la cama?

El barman trae las bebidas, sin embargo él se opone:

—Lo que ellas pidan añádelo a mi cuenta.

Parece que se conocen ya que se saludan con una amplia sonrisa. Okay, ya veo quiénes son las desubicadas aquí, pensé que este local era nuevo.

—Podemos pagarlo—le digo.

Gina clava sus uñas en mi brazo:

—No seas tan cruel, amiga. Está intentando ser amable con nosotras.

—¿Ves? Tu amiga entienden mis intenciones—él le guiña un ojo.

Y empiezo a sentirme demás aquí.

—¿Qué clase de intenciones?—pregunta ella, con picardía.

—Buenas y malas—le contesta, haciéndome sentir terriblemente incómoda quedando al medio.

—Me interesan ambas, pero podemos empezar por las segundas.

—Okay, creo que iré a dar una vuelta—le digo, tomando mi trago, esta vez con un poco de molestia añado—: Todo lo que pida será a cuenta del señor. ¿Cómo te llamas?—le pregunto. Él parece interpretarlo como ligue.

—Raimond. ¿Y tú?

—Okay, Raimond, que tengas linda noche.

—Mine, ¿dónde vas?—me pregunta ella.

—A conocer este maravilloso lugar.

—Lo siento—dice ella—, debo ir con mi amiga.

—No, no, quédate. Si me aburro regreso. Y créeme que regresaré—le juro.

Ella conoce mi tono y asiente.

Cielos.

Me aparto finalmente con la copa en mi mano y ando entre la gente que pasa observando a chicas alrededor de la barra circular que se dejan vender por una copa a hombres que les hablan como si se las fuesen a comer en cualquier momento, una pareja de chicas se besa en el lobby, algunos hombres comparten chicas de un lado a otro entendiendo que este también es un lugar con putas. Encuentro finalmente uno de los juegos de living vacío con una máquina de pinball con muchos colores. Me acerco a esta y me pregunto si se podrá jugar. La observo, comprendiendo que es de utilería ya que tiene dibujos muy estrafalarios y sexuales en su interior.

Mierda. Me acerco al juego de sillones y saco mi móvil.

Un camarero se acerca a los pocos segundos. Cuando levanto la vista me encuentro un dios griego bronceado, vistiendo boxers negros, moño y un torso perfectamente musculado al descubierto.

—¿Se le ofrece algo de beber?—pregunta.

Yo trago saliva.

—Ejem...estoy bien con mi copa...gracias.

—Claro. ¿Le enviamos una chica o un chico? ¿O qué le gusta?

—¿Qué?

—El lobby.

—Estoy bien—reitero—, estoy acá porque quería sentarme.

—Claro—asiente y se retira.

Está a punto de darme algo luego de lo que acaba de suceder.

Sin embargo, regresa el sujeto ya sin la bandeja y con una caja de bombones.

—Sírvase uno, por favor—me ofrece.

—Dije que estoy bien. Cuando me termine la copa me iré.

—Invitación de la casa.

Veo los bombones y la caja parece ser de licor, sumamente elegante. Si algo hay a lo que no pueda resistirme es el chocolate.

—E...está bien—añado y observo lo que me ofrece—. ¿Son todos iguales?

—Los de abajo tienen mayor intensidad.

—¿Más alcohol?

—Algo así.

Él me dedica una sonrisa de muchos dientes. Un chico tan atractivo con tanto músculo al descubierto y chocolate son una combinación difícil de resistir.

Hasta que alcanzo a tomar uno y una persona se coloca de pie a mi lado indicándole al muchacho:

—¿La estás intentando drogar?

Piero está de pie con una copa en sus manos. Su tono es firme.

—Es invitación de la casa, señor.

—¿Le dijiste qué es?

—Chocolates, señor. ¿Se le ofrece?

—Ya los he probado. Al carajo—. Luego se vuelve a mí y me dice—: ¿Has probado antes eso?

—Ejem...no, ¿qué problema hay?

Sus ojos son desafiantes, oscuros a la luz tenue del local cuya música retumba en mis oídos.

—Por favor, aléjate de ella—le dice al chico.

Éste me mira a mí:

—Si se le ofrece algo, me avisa.

—Claro—le digo mientras lo veo marcharse.

Piero se vuelve a mí y me pregunta mientras sigue de pie:

—¿Tu madre sabe que estás aquí?

—¿Disculpa?

—Este no es un lugar para gente como tú.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—Creí que no te sentías cómoda tuteándome, Minerva.

—En la oficina. Esto es mi vida privada, no entiendo por qué te metes.

Él se toma asiento a mi lado y me dice manteniendo el tono serio e inflexible:

—¿Desde hace cuántos sales? No parece ser esa clase de personas. Mucho menos a un sitio como éste.

—Tengo veintidós años, puedo hacer lo que se me dé la gana.

—Tu amiga te arrastró hasta acá, ¿verdad?

—Gina me acompañó.

—Ella ya sabía que yo iba a venir hoy. Mis agentes me envían reportes de todas las personas que revisan mi actividad en redes. Es una stalker.

Sus palabras encienden una alarme en mi cabeza porque alguna vez registré sus perfiles públicos.

—¿Eso es legal?—le pregunto.

—Es prevención de ataques informáticos. Quiero que te vayas.

—¡¿PERDONA?!

—Que te vayas, este lugar es peligroso para gente como tú.

—Pues, fíjate que me la estaba pasando bien hasta que llegaste.

—Estaban a punto de drogarte para luego meterte una puta o un puto que te llevase a la cama y asaltarte. Lo hacen cuando ven presas fáciles como tú.

—Me estoy sintiendo insultada, Piero.

—Trátame con más respeto que soy tu tío.

—NO LO ERES.

Una ligera media sonrisa aparece en su rostro, dándome un vuelco en el estómago al notarlo. Tiene una belleza magnífica cuando sonríe, lástima que no lo haga más seguido.

—Entonces déjame acompañarte. No es seguro que andes sola.

—Estoy con mi amiga.

—Tu amiga quiere marcharse con mi amigo.

Los miro y descubro que ya están riendo demasiado cerca. Diablos. No puedo hacerle esto.

—Te pediré tónica. Esa bebida tiene demasiado alcohol.

—Preferiría que te alejes de mí, Piero.

—No lo quieres. Te cuento que leí tu carpeta. Estoy asombrado, quisiera hablar contigo de ello.

—¿Mi...carpeta? ¿La leíste?

—Sí. Espero que no te moleste que hablemos de trabajo en una discoteca de estrípers VIP, Minerva. ¿Lo quieres antes o después del show? Podría sorprenderte lo que estás a punto de ver.

____________

#PieroRusso #TodoTuyo #TodaMía

____________

www.instagram.com/luisavilaok

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top