1. Conociendo a Russo

—Puedes dar mucho más, Minerva.

El director de la Biblioteca Estatal de la Ciudad de Milán ha sido implacable en su decisión. No puedo seguir trabajando para el edificio debido a mi torpeza y a un descuido que le costará miles de dólares a la institución que no se recuperan con el aporte de los socios sino que tendrá que destinarse parte de los fondos públicos anuales a fin de restaurar el desastre que cometí.

—Lo siento tanto, señor.

Mis mejillas están rojas y me cuesta mucho no contener el llanto mientras le hablo.

—Me encargaré de restaurarlo en cuanto sea posible—le prometo.

—Ya hemos puesto en aviso a su familia, señorita Ruggeri.

—¿Qué? ¿Mi familia lo sabe?

Ya puedo escuchar la voz de mi madre recordándome por qué no fue buena idea elegir graduarme en la carrera de bibliotecología. Una vez recibida, me costó mucho encontrar trabajo que sea remunerado, una herida grave para una familia de altas expectativas tal como es la mía.

—Lo hemos tenido que hacer—me informa el director—, los gastos implicados superan lo acotados que estamos con el presupuesto que nos asignan.

—Yo me haré cargo de los gastos—prometo.

—Su madre lo hará. Ya asumió el compromiso y nos efectuará la transferencia en las próximas horas.

—Mi madre no tenía por qué enterarse de esto.

—Nos hemos visto en la obligación.

Definitivamente hice realidad una de mis mayores pesadillas. Nunca quise que algo así me sucediera, pero siempre le temí. Tropezar en los pasillos de la biblioteca y tirar abajo una estantería completa que la detuvo solo una de las paredes laterales.

Ahora sólo me queda no arruinar las cosas con el director, ya que ha tomado la diplomacia de llamarle a mi madre sin que yo me entere y ver si al menos me da una carta de recomendación.

—Claro—asiento sin más—. Busco mis cosas, ¿no?

—Ya las tiene en una caja sobre el mostrador.

Cielos. Siempre tuve la sospecha de que no me querían en este lugar porque me costó entender los antiguos códigos que tienen o la obsoleta manera de clasificación de textos que llevan, quizás a eso se deba que cada vez pierdan más prestigio por parte de la comunidad o que no les actualicen presupuestos.

Después de todo, quizás este lugar no era para mí.

—Le enviaré su carta de recomendación por mail—me promete el director y no me limito a decirle nada una vez que me dirijo hasta el mostrador de recepción para recoger una caja con mis cosas. No hay más que una taza para el café, dos libros, un abrigo y una foto de mi perro.

Cuando salgo, encuentro el auto de mamá aparcado en la puerta. Por algún motivo, ya me esperaba que estuviese aquí.

Abro la puerta del Volkswagen blanco y meto mi caja en el asiento de atrás para yo sentarme en el de acompañante. Ella está frente al volante.

Doy un suspiro y miro mi reflejo por el espejo lateral. Mi cabello negro está demasiado ondulado por la humedad del clima y lo único que hago a fin de intentar controlarlo es correrlo a un costado para ver a los ojos mi reflejo, los ojos color turquesa en medio de mi piel pálida, resaltando también mis labios rojizos de tanto que me los he mordido mientras tuve que tolerar el reto por parte del director. ¿Qué tan equivocada estás, Minerva? Solo quieres hacer las cosas bien, sólo quieres hacer tu propio nombre haciendo lo que amas y no viéndote obligada a lo que tu familia quiera someterte, no es tan difícil.

—No digas "te lo dije"—le pido a mamá.

—De hecho, esperaba que sucedieran otras cosas. No...esto.

—Pues sí, aparentemente soy peor de lo que esperabas. Lamento ser una decepción.

—Hija, ¿con qué dinero ibas a pagar eso?

—No importa. Iba a trabajar para conseguirlo.

—El sueldo ínfimo que ganabas aquí iba a tener que ser tu ahorro de un año y medio para pagar las estanterías y los libros que se arruinaron.

—¿Vas a recordarme cuánto dinero tienes tú y mi incapacidad para hacerlo por mi cuenta?

—No pongo en duda tu capacidad, hija. Estás para mucho más que para estar encerrada en la biblioteca estatal.

—Yo creo que aquí uno puede hacer grandes cosas.

—Detrás de un mostrador.

—Lamento que lo veas sólo de ese modo.

—Hija, ya sabes que...

—No, mamá. No iré a trabajar a tu estudio.

Mamá es dueña de un importante estudio jurídico en Milán. Desde el comienzo su interés era que pueda doctorarme en Derecho o en cuestiones legales para ser la sucesora de lo que pudo hacer tras cobrarle la demanda a papá y sacarle buena parte de su fortuna también hecha en cuestiones jurídicas, gracias al divorcio prematuro que tuvieron. Hoy se siguen viendo, pero no viven juntos. Son exactamente la clase de personas que yo no quisiera ser.

—No estaba insinuando eso—agrega—, no esta vez.

—Déjame enviar algunos currículums.

—Hija, no harás eso.

—No quiero que me resuelvas la vida.

Eso ya me ha traído problemas en más de una ocasión. Estoy segura de que el cargo en la biblioteca estatal me lo intervino con sus contactos para que me acepten, no creo que cueste que me tomen en otro lugar luego de tener una buena carta de recomendación de esta institución.

—No te estoy resolviendo la vida, hija. Sabes que podrías tener un futuro promisorio.

—Siempre que no dejen de señalarme con el dedo en tanto "la hija de". Quiero hacer mi carrera y gracias por tus altas expectativas, pero confío en mi capacidad.

¿O no lo hago? Es que cuanto más me quiere resolver la vida, más dudo de mí misma.

—Te graduaste en tres años de una carrera de cinco, ¿crees que no pienso en que tienes capacidad para lograr algo enorme con tus propios medios? Solo estoy ofreciendo un puntapié para que consigas encuadrar en el lugar adecuado. Que una torpeza que le puede suceder a cualquiera no termine condenando tus antecedentes de currícula.

—Bueno, entonces ¿cuál es el plan?

Ella suspira y empieza a conducir.

—Estaba pensando en...hablar con Enzo.

—¿Tu marido? Olvídalo.

—No me refería a que trabajes con él. Dudo que en la clínica psiquiátrica pidan bibliotecóloga, aunque no vendría mal una biblioteca para sus pacientes. Estaba pensando en que le pida un puesto para ti a su hermano, a Piero.

—¿Russo?

Ese hombre se supone que es algo así como mi tío político. Es el hermano menor de Enzo, el tercer marido de mamá. Personas que vienen de una clase acomodada, de esas que sólo se vinculan entre sí, pero que no me gusta en absoluto la manera que tienen de relacionarse. He visto demasiadas cosas en mi corta vida como para seguirme sorprendiendo.

—Sabes lo pésima idea que es eso, ¿verdad? Mezclar familia y trabajo.

—No hay relación con Piero más que eventos familiares grandes. Tu tío no es una persona que le guste andar haciendo sociales con la gente.

—¡No es mi tío! Por favor, mamá, ni siquiera sé si decir que sería tu marido. Además, estás con Enzo y te sigues viendo con papá.

Ella me mira como si hubiese encontrado al demonio y vuelve rápido la vista al frente.

—¿Qué estás diciendo, Minerva?

—No lo sigas ocultando, mamá. Ya lo sé. No soy estúpida.

—Cuidado con el tono que usas conmigo. Y tanto mi intimidad como la de tu padre es asunto nuestro, así como la tuya en la que no tenemos por qué involucrarnos más que para educarte.

¿Mi intimidad? Exceptuando que me tocaron padres adictos al sexo y a las aventuras cuando a mi no me ha tocado ni de broma un hombre jamás. Debería frecuentar más fiestas, pero no es mi estilo.

—Mamá—intento volver al tema antes de que todo se desbarranque—, no creo que sea buena idea pedirle trabajo a Russo. Y no vuelvas a decirle que es tío mío. Apenas tiene siete años más que yo.

—Lo quieras o no, ahora somos familia. Y debes aceptar a Enzo como él te ha aceptado a ti.

—Yo lo acepto, el asunto es que cuando me acostumbre, seguramente ya estarás con tu quinto marido.

—Lo único que terminarás consiguiendo es que te suelte la mano y dejes de contar con mi ayuda, Minerva.

—No harías eso.

Ella se queda en silencio. Siempre amenaza con lo mismo, pero nunca lo concreta porque tanto a mí como a mi hermano nos ama y no puede dejar de meterse en nuestras vidas. El asunto es que él fue mucho más condescendiente estudiando Derecho y ahora siendo un abogado en el bufete de mamá.

—Tienes una cita con Russo mañana por la mañana.

—¿Qué?

—Se lo he pedido en cuanto me han notificado de tu despido.

—¡Mamá!

—Y espero que no desaproveches esta oportunidad porque será la última vez que cuentes con mi ayuda. ¿Estamos?

Por algún motivo, no consigo estar segura, pero hay dos pensamientos que cruzan en este momento por mi cabeza:

1. Tengo la sensación de que mi madre está harta y realmente puede que ésta sea en verdad la última vez que me brinde su apoyo genuino.

Y 2. Piero Russo es un tipo insoportable, con mal genio y rehúye a eventos sociales o familiares, un punto a su favor para que me piense la idea de sumarme a su empresa como una cadete más. Aunque me suene a "PÉSIMA IDEA" creo estar preparada para equivocarme...

...una vez más.

Que empiece la aventura, ¿no?

_______________

#PieroRusso #TodoTuyo

______________

¿Leíste antes esta historia? ¿Te gustó? ¿Quién imaginas en el rol de Minerva?

www.instagram.com/luisavilaok

www.twitter.com/luisavila595

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top