41°

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Wanda.

La luz tenue de algunas lámparas que Natalia conservaba sobre los mesones me permitía admirar las formas y relieves de su cuerpo entre las sombras. Su piel suave y las sombras que bailaban sobre ella no hacían más que mantenerme concentrada en mi labor. La humedad sobre mi muslo, sus movimientos apresurados y la forma en que cerraba los ojos e intentaba no llegar al orgasmo me mantenían desesperada. Solo quiero hacerla sentir bien.

-¿Puedo acercarme más? -susurré en su oído. Ella sonrió contra mi cuello.

-Soy tuya.

Uní nuestros labios. Deslicé mi mano por el borde de sus húmedos muslos y llegué hasta aquel monte sobresaliente y humeante de deseo.

La toqué justo como disfrutaba hacerlo conmigo misma cuando jugaba por las noches. De la misma manera en que imaginaba que ella podría tocarme, igual como en mis sueños donde el cabello pelirrojo y una voz ronca se apropiaban de toda escena.

-Dame un minuto -susurré y lamí el lóbulo de su oreja.

Ella jadeó sin siquiera poder decir algo más. Sus labios me buscaron con desesperación. Mantuvo los roces de su muslo contra mi sexo, lo que volvía cada vez menos sencillo mantener la calma. Quería acabar ya, quería hacerla sentir mi placer y que fuese suyo.

Su orgasmo empapó mis dedos y el mío la acompaño mientras nuestras respiraciones se mezclaban y el ardor en nuestras pieles seguía pareciendo traído del mismo infierno. Justo donde debería arder si mis abuelos supieran de esto.

-Mierda, Wanda... -se quejó aferrada a mi espalda. Sonreí, intentaba recuperar el aliento.

-Te quiero tanto -admití -. Y sí, te extraño mucho cuando estás lejos.

Los ojos grandes y atigrados de la pelirroja examinaron los míos hasta que una sonrisa creció en sus gruesos labios. Nos besamos por unos minutos mientras el calor de nuestros cuerpos nos cobijaba en el sofá.

Acaricié su cabello con delicadeza, pues quería sentirla tan mía que no debiera pensar en nada más. Tal como esa noche donde ambas bebimos y perdimos la cabeza por el cuerpo de la otra.

-Estamos sobrias... -susurró como si leyera mi mente. Asentí.

-Muy sobrias de realidad.

-Pero ebrias... -se detuvo. Creo que ella quería decir "ebrias de amor", pero aquello sería complicarnos las cosas. Tanto que no podemos.

-¿Te he dicho lo mucho que me gusta tu voz ronca? -pregunté. Ella negó, pegó su mejilla a mi pecho para oír los latidos de mi corazón asustado -. Pues me gusta...

-Tú me gustas, Wanda... Tanto.

Sonreí.

Ella me besó y volví a sentirme indefensa. Su cuerpo subió sobre el mío, me dejó bajo sus brazos fuertes y me permití tranquilidad. Ella tenía el control de la situación otra vez. A lo lejos, se oía el sonido lejano de la lluvia golpeando contra las ventanas, un eco de sus propios latidos apresurados.

Podía oler el suave perfume de su piel, una mezcla de lavanda y algo indefiniblemente suyo. Me volvía loca esa sensación de tenerla tan cerca, tan admirable, tan respirable, tan bella. Sus caricias eran ligeras, apenas un susurro sobre mi piel, pero cada toque dejaba un rastro de fuego, la pasión existía nuevamente, y era por una mujer. Por Natalia...

-¿Estoy soñando o eres real? -pregunté bajando mis manos a sus caderas anchas.

Ella sonrió.

-¿Parece un sueño? -preguntó para luego besarme dulcemente.

-Mhm... No lo sé, deberías despertarme a besos... -pedí. Ella me besó.

Compartimos el sabor del cariño en diferentes besos, con diferente intensidad, era mágico. Esa burbuja solo podría reventarse con algo absurdo. Así fue, un llamado. Mi madre.

-¿Quién es?

-Mamá -dije levantándome.

La camiseta de Natalia y mi braga, solo eso necesité para huir bajo la mirada atenta de mi romántica acompañante y espía.

-¿Hola? ¿Mamá?

Del otro lado de la línea sentí su respiración apresurada. Ella no estaba bien. Mi corazón se aceleró instantáneamente.

-¡Wanda! Que bien que contestas. Pietro no aparece -era Peter.

-Cariño, ¿qué ocurre? ¿mamá está bien?

-¡Mamá se ha caído en casa! Papá no responde a mis mensajes. No sé qué ocurre, ni qué hacer.

Oí a Harold hablar de fondo. Mamá se quejó y mi piel se erizo. Dios mío.

-¿Peter? Dame con Happy.

-Ahora -dijo él -. Ven, ma.

-Harold, ¿está bien?

-No lo sé, pequeña. Los llevaré al hospital donde trabaja su doctora. Balbina se contactó con ella. Jarvis intenta contactar a tu padre, no sabemos dónde está.

Maldije su terquedad. Él debería estar allí con su esposa.

-Envíame los datos. Vete cuanto antes, estaré por allí.

-Vaya con cuidado, por favor.

No contesté. Regresé cuanto antes al salón y mientras temblaba comencé a recoger mis cosas. ¿Es el karma?

-¿Todo bien? - la pelirroja preguntó. No contesté -¿Querida?

-No sé... -balbuceé y mi móvil cayó al suelo.

Natalia lo recogió y nuestros ojos conectaron. Fue imposible mantener las lágrimas. Comencé a llorar y sin dudarlo, ella me rodeó con sus brazos.

-Tengo tanto miedo -susurré contra su pecho. Ella acarició mi cabello.

-¿Qué ocurre, preciosa?

Como pude expliqué lo que recordaba, y a dónde debía ir. Ella no tardó en estar lista. No estaba consciente de mucho, solo podía sentir su mano tomar la mía y llevarme con seguridad fuera. Con toda la seguridad que me faltaba en este momento. Ella manejó por las calles mientras me encomendaba a cada familiar fallecido, a cada santo y a cada Dios con el que alguna vez creí comulgar.

Nada me relajaba, la música de la radio me ponía de los nervios. Ella pareció notarlo.

-Estaremos allí en menos de dos minutos. No me sueltes la mano -murmuró besando mis nudillos -. Todo estará bien, y quién sabe, quizá Lorna se reirá de todo el susto que te ha metido. A todos.

Sonreí de forma suave.

Lorna. Mi hermanita.

Mi madre... Dios. Mi madre debe estar bien. Esto no es justo. No puedo perderla. No debí apoyarla. No debí permitir que este embarazo continuara. Estoy tan asustada ahora mismo. No deseo esto. No puedo perder a mi madre.

Sollocé y sentí que podría vomitar en cualquier momento.

-Detén el auto -pedí. Natalia se detuvo en la esquina.

Bajé corriendo y no pude evitarlo. Me sentía asqueada.

-Shs... Con calma- dijo ella. Sentí su mano acariciar mi espalda. Apartó mi cabello y luego me acercó una botella con agua.

Ella realmente estaba aquí. Cuidándome.

Llegamos hasta el hospital, entramos corriendo. Vi a Peter, sin embargo, me costaba entender lo que ocurría. Natalia hablaba con todos, incluso me llevó hasta una zona en donde se encontraba la doctora Jean. Ambas hablaron, ignoré aquello porque no podía concentrarme en nada más allá de desear ver a mi madre.

-Wanda, sígueme.

La oía como si me hablara desde el otro lado del pasillo. Ella estaba frente a mí.

-Ve, estarás bien. Ve con tu mamá -dijo Natalia y besó mi mejilla. Me alejé nerviosa, sin entender mucho.

Seguí a la doctora con pasos apresurados. Es difícil caminar al ritmo de una cirujana, sobre todo partera.

-Debes utilizar la mascarilla y los guantes, te daré un minuto y luego entras en la habitación, ¿bien?

Negué. Quiero vomitar.

-No me dejes -pedí.

Necesito ver a Natalia. No puedo seguir sola.

La doctora Grey me ayudó con ciertos implementos, tomó mi rostro y me obligó a verla a los ojos.

-Wanda. Entiendo que estás en un severo estado de pánico. Tu madre está bien, puedes respirar. Estamos a una puerta de la sala de parto, necesito que te calmes y pienses en que a diez pasos estarás tomando la mano de la mujer que te trajo al mundo, mientras ella, tú, mis chicas y yo, daremos todo para que la pequeña Lorna llegue sin complicaciones.

¡¿Ya viene?!

-¿Lorna?

Respiré profundamente y seguí el camino hacía aquella puerta blanca. En cuanto entré vi a mi madre en el centro de la habitación, retorciéndose en una camilla. Noté la iluminación cálida de la sala de partos, el ambiente incluso era mucho más agradable que fuera, pues había llovido y estaba abochornado.

-¿Wanda? Cielo, estás aquí.

Mamá estaba allí, sonriente, respirando a penas y con el rostro perlado en sudor.

-Estoy aquí, mamá... -dije tomando su mano.

Al rededor de la cama, las enfermeras y la doctora Grey se encontraban preparando lo necesario para que el parto se llevase a cabo. Una nueva contracción recorrió el cuerpo de mi madre, haciéndola arquearse ligeramente mientras el dolor se intensificaba, podía notarlo en su rostro. Sentía cómo la presión aumentaba, cada ola de dolor más intensa que la anterior, presionó mis dedos entre los suyos y sequé el sudor de su frente antes de besarla.

-Tú puedes, mamá. Vamos, Lorna está cerca.

Mi madre miraba con los ojos llenos de miedo y ansiedad. ¿Todo iría bien? ¿Sería capaz de soportar el dolor? Su respiración se aceleraba con cada contracción, el miedo a lo desconocido nublando sus pensamientos, ella era una mujer de cincuenta y tres años, ni uno menos. Estaba allí, casi dando a luz a su nueva hija.

-Cuidarás de ella, dime que sí -susurró. Tragué la saliva que mantenía acumulada en la boca.

-Lo haré, mamá. Lo haré contigo, y siempre. Prometo que estaré para ella. Natalia y yo, estamos muy emocionadas por esto... -dije atropellando mis palabras.

Ella sonrió.

A pesar del dolor, había momentos de esperanza y emoción. Pensaba en Peter al nacer, cómo fue reconocerle, ver sus manitos y mofletes regordetes, recordándole que pronto lo tendría en sus brazos. La expectativa de conocer a mi hermanita me llenaba de una energía renovada.

-Bien, mamá. Tú puedes -dijo la doctora Grey -. Solo comienza a pujar, estaremos aquí. Lorna puede venir ya mismo si así se lo permites.

Sostuve la mano de mi madre con firmeza, transmitiéndole fuerza y amor. Cada vez que una contracción la sacudía, aprovechaba para susurrarle palabras de aliento, mientras la enfermera le acariciaba suavemente la frente, limpiando el sudor.

-Lo estás haciendo increíble, Irina. Ya falta menos -dijo Grey.

-Estoy aquí contigo, no estás sola -añadió la doctora enfermera con una sonrisa tranquilizadora.

-Y yo, mamá. Estoy aquí.

Las contracciones se volvieron más frecuentes y dolorosas. Mi madre apretaba los dientes y empujaba con todas sus fuerzas cada vez que la doctora se lo pedía. Finalmente, sintió una presión inmensa y luego una liberación repentina mientras el bebé comenzaba a salir, ella me demostraba cada emoción a través de apretones certeros en los nudillos. Mierda, duele.

Los sonidos de monitores y susurros llenaban el aire, mientras el reloj en la pared marcaba el tiempo con un ritmo constante. De pronto oímos un llanto, seguido de un grito de dolor por parte de mi madre, ella levantó la espalda de la cama y lo siguiente que vi, sé que no lo olvidaré jamás.

Una bebé ensangrentada, llorando y gritando con el aliento de un recién nacido, sin expectativas, pero con todo el mundo por delante. Era el sonido más hermoso que había escuchado jamás. Las lágrimas de agotamiento de mi madre se mezclaron con lágrimas de alegría, eso era seguro.

-Lorna... -susurré y ella asintió.

-Es tu hermanita...

La doctora le entregó a su bebé, envuelto en una manta suave. Mi madre miró a su Lorna por primera vez, sus ojos llenos de amor y asombro. La sostuvo contra su pecho, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo y escuchando sus primeros sonidos suaves. Acerqué el rostro a ambas y mi madre besó mi mejilla y luego la de Lorna.

-Mis chicas... -susurró agotada. Sonreí dejando que toda la ansiedad explotara en lágrimas de alegría. Lorna ha nacido.

-Debemos llevárnosla para hacerle un par de exámenes. Irina debes descansar. Wanda, ven conmigo -dijo Grey -. Felicitaciones a ambas. La enfermera se encargará de los papeleos.

Mi madre sonrió y besó a Lorna por última vez antes de dársela a la enfermera y firmar un par de cosas, me alejé con Grey, pero no sin antes besar las pequeñas manos descueradas de mi hermanita. Es una hermosa niña de nariz respingada.

-Felicidades. ¿El padre?

-Mi padre no está en la ciudad -mentí. Ni siquiera sé por qué debo seguir cubriendo la situación. Pero es mi padre... Joder. Cómo no voy a protegerlo.

-De acuerdo, tu madre verá aquello del apellido. Tus familiares te esperan. Felicidades otra vez, nos veremos en un rato. Debo quitarme todo esto para atender a tu hermanita.

Asentí, y la rodeé con mis brazos como agradecimiento antes de correr fuera quitándome los implementos en el camino. En cuanto empujé la puerta que daba a la sala de espera, la vi a ella. Natalia se levantó y corrí a sus brazos con emoción. Ella me presionó contra su cuerpo sin preguntar.

-Ha nacido Lorna.

-¡Dios bendito! -gritó Balbina levantando sus implementos de tejido y abrazando a Harold.

-¡Soy hermano mayor! -gritó Peter y saltó sobre la espalda de Happy quién no dejaba de reír ante la emoción de mi pequeño.

-Felicidades, linda... -susurró Natalia acariciando mi rostro y despejándolo de mis mechones sueltos de cabello. Sonreí. Deseaba besarla, más no podía -. Yo también lo quiero, podremos celebrar luego...

Suspiré.

-Gracias...

Me aparté para abrazar a Peter. Él comenzó a llorar por la emoción, pero distinguí el enojo en su voz cuando nombró a papá.

-Erik es un imbécil. Mamá no merecía esto, Lorna tampoco... Él... Él...-dijo y se detuvo. Le costaba respirar.

-Cielo, ve con calma. No importa eso ahora. Tenemos a Lorna, quieres conocerla, ¿no? Es pequeñísima. Me recuerda a ti.

Él rió. Me rodeó con sus brazos sin soltarme, mientras Natalia enviaba una nota de voz a Pietro, suspiré. Sería tan sencillo que tuviésemos la vida del otro...

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Natalia.

-No creo que tu padre esté muy contento con ello -murmuré mientras acariciaba su muslo.

Wanda suspiró.

-Es la decisión de mamá. Sé que sabrán llevarlo de la mejor manera. Seguro estaba ocupado...

-Crees mucho en él, ¿no?

Wanda se sentó en la cama.

-Es mi padre, no puedo no hacerlo. Es un hombre importante, por ende, está ocupado. No creo que esté incomunicado sin tener motivos. Además, envió flores a mamá... -murmuró. Asentí.

Honestamente, no sé si quedan hombres buenos en su rango.

-¿Estás emocionada por Lorna? -pregunté para cambiar de tema.

-Muy. Es lindo, sobre todo ahora que sé que estarán bien. Mi mayor temor era ese. Que mamá o Lorna no estuviesen bien, que alguna... No sobreviviera. Sé que tiene a las mejores cuidándola.

-Jean Grey... -murmuré yo. Ella enarcó una ceja -. No he dicho nada.

-Deja de pensar tanto en la doctora Grey. Me agrada, no permitas que deje de hacerlo.

Reí tomando su cintura. La dejé bajo mi cuerpo.

-¿Cómo sería capaz de hacer que te disguste? Es agradable, después de todo.

Wanda me dejó bajo su cuerpo esta vez.

-Justo así. No me interesa que te parezca agradable. Eres mía -murmuró -. Espero que lo entiendas.

La besé sin permitirle dudar de mi respuesta. Hemos tenido las horas posteriores al parto para dormir, luego de estar el tiempo suficiente acompañando a su madre y de que Irina muy amablemente me dejara ayudarla, pues comenté que mi ahijada me había hecho ser buena con los bebés. Hemos pedido algo de desayunar, y luego vimos "La boda de mi mejor amigo", ahora solo estamos dedicándonos a hablar, disfrutar y pasar un poco más de tiempo juntas.

Ella no lo sabe, pero he cancelado dos sesiones para quedarme con ella en la cama. Y cancelaría dos más.

-Me encantas... -dije y suspiré contra su boca.

-¿Qué te ha dicho Pietro?

-Estaba algo lejos. Intentará llegar durante la noche...

Y es que, no puedo seguir ocultándole esto a Wanda, pues mi mejor amigo tuvo una linda noche con su hermano. Luego de que Pietro consiguiera que sus hijos estuviesen esta semana con él, ambos decidieron irse a un pueblo algo lejos para pasarlo con ellos. Bueno, Pietro decidió acompañarlos, solo que debe regresar debido a... Lorna. No quiere dejar sola a su madre, mucho menos si no sabe cuándo deberá volver al trabajo.

-Espero que Clint consiga los repuestos que necesitaba. Fue muy dulce de parte de Pietro querer acompañarlo para que no conduzca tanto.

-Sobre todo por los pequeños... -murmuré -. Bueno, son cercanos... Linda amistad.

Ella asintió y volvió a besarme. La foto de James apareció en el móvil de la castaña. Joder, lo que me faltaba.

-Oh...

Ella lo notó. Ninguna quería despegarse, pero sabíamos que el deber llamaba.

-No quiero... -susurró y besé su cabello.

-Encontraremos la forma de vernos... -susurré acariciando su cabello -. Contesta, cariño...

Ella me besó nuevamente, pero con desesperación. Sus manos tomaron mi cintura y yo pasé las mías por su cuello. El móvil seguía haciéndole coro a nuestra sonata de amantes.

-Te quiero mucho -dijo rápidamente. Tomó sus cosas y se puso de pie -. Debo irme.

Asentí.

-También te quiero. Avísame cuando estés en tu casa...

Ella unió nuestros labios.

-Te extraño mucho desde ahora...

Sonreí.

-Sabía que no me extrañabas poco.

Ella se fue de casa, dejándome con el corazón acelerado y su sabor en la mente. No sé cómo podré no perder la calma sin ella aquí. Fue una gran noche...

Nota.

Nos vemos. Alguna vez.

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