38º

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Wanda. 

El rostro de Natalia estaba algo rígido, podía notar que intentaba seguir durmiendo, pues su respiración estaba agitada, y sus ojos se movían bajo sus párpados cerrados. Acaricié su rostro con suavidad, ella suspiró contra mi mano en el momento en que mis dedos rozaron sus labios gruesos. Su boca se abrió. 

—¿Sigues dormida? El doctor ha dicho que solo otro poco de suero y podremos irnos. Creo que ya no podrás comer nada del mar —susurré.

Ella me dejó ver sus ojos y parpadeó un poco acostumbrándose a la luz de la habitación. Tragó saliva con algo de dificultad e intentó sentarse en la camilla.

—¿Qué hora es? —preguntó y observé mi móvil. Mi fondo de pantalla ya no era mi marido, sino que una fotografía de Peter con cinco años. 

—La una de la madrugada casi —dije y ella suspiró.

—Lamento tanto... —negué, ella suspiró —. No planeaba que esto acabara así, te prometo que no tenía ni la menor idea sobre mi alergia y creí que sería una gran noche comiendo afrodisiacos. 

Reí suavemente y ella escondió su rostro entre sus manos. 

—¿Afrodisiacos? —dije y ella asintió — ¿Qué planes tenía, señorita Romanova? —pregunté con un tono bastante sugerente. 

—Supongo que no es necesario que lo explique ahora mismo —dijo ella y reí. En ese momento tomé su mentón para unir nuestros labios.

Natalia respondió al beso con más hambre de la que esperaba. Ella simplemente tomó la iniciativa y me hizo sentir indefensa, pequeña y deseosa de más, a pesar de sentirme descolocada. 

—Bueno, cálmate —susurré girándome a ver que nadie estuviese cerca. 

Ella suspiró con fuerza y rió.

—Lo siento, no me esperaba un beso luego de esta cita desastrosa. 

—Ni yo esperaba que me besaras en vez de a la dueña del restaurante, pero aquí estamos, ¿no? —dije 

—Wanda, ella es una mujer casada o divorciada no tengo ni la menor idea, pero... —dijo y se detuvo al ver mi rostro.

No habíamos mencionado mi matrimonio y la idea de que James era un fantasma mientras estaba lejos me atormentaba, porque sabía que su campaña no duraría demasiado y eso era debido a que mi padre lo quería cerca para ya tener a su propio nieto. Él esperaba la noticia del embarazo al regresar de la luna de miel, pero honestamente agradezco que el preservativo no fuese algo en discusión estando allí, James sabía que no podía exigirme nada. 

—No quiero pensar en eso aún —dije al ver cómo me veía con horror — ¿Es necesario para ti que lo hablemos?

—Solo es necesario para mí poder verte y acompañarte, lo demás puede esperar. Ni siquiera te sientas presionada a besarme por estar conmigo, yo...

—No te beso porque sienta que estoy obligada a hacerlo, te beso... Te beso porque cada vez que hablas deseo hacerlo, y no puedo reprimir eso, porque en serio no disfrutaba tanto de besar alguien hace muchísimo... 

Ella suspiró.

—Dios, que bueno que lo dices, porque me he comido una ostra, casi me he muerto y me estás besando ahora, no sabía cómo sentirme. No quería tener mal aliento o algo. 

Sonreí. Es una idiota.

—Hueles bien. Sabes bien —susurré y ella iba a decir algo, sin embargo, el doctor llegó hasta su habitación. 

Mientras el hombre canoso nos entregaba la información y le agendaba una cita para realizarse ciertos exámenes que requería, elegí guardar su expediente de la visita e ir hasta fuera donde el taxi nos esperaba. Natalia se encargó de su papeleo y luego llegó hasta allí.

Di la dirección de casa, esperaba que la pelirroja deseara acompañarme, en ningún momento manifestó dudas sobre eso, por lo que le agradecí sin decírselo. 

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Estando en casa no hice nada sino quitarme los tacones y dejarme caer sobre el sofá. Ella se sentó tímidamente a mi lado sin decir una palabra, excepto por elogiar algunas cosas que reconocía del trabajo de su mejor amiga. La chica rubia que está casada con la pelinegra definitivamente no tenía idea de su amistad con Vis, pero debí suponerlo al ver que él fue quién me recomendó su trabajo. 

—Es un gran sitio... —insistió comenzando a caminar por la sala de estar. 

—Lo es, y lo has dicho bastantes veces, ¿crees que debes halagar mi casa para poder pasar la noche aquí? —pregunté con una sonrisa y ella rió.

—Puedo irme si es lo que deseas, solo dime en qué momento. Mi camioneta está en el restaurante. 

Negué con anticipación. No deseaba que se fuese, el punto de venir aquí era compartir con ella otra vez. No quiero estar sola esta noche. 

—Quédate, por favor. Esta noche al menos... —pedí. 

Natalia sonrió. Esa sonrisa bastó para entender que aceptaba mi propuesta absurda e incluso que entendía que no podía darle una respuesta de inmediato, pero eso no me volvía una egoísta, simplemente no quiero complicarnos la vida con cosas que sabemos que no podemos darnos.

—No traigo pijama —susurró y tomó mi mentón para besarme suavemente —. Tendré que dormir desnuda. 

Me sonrojé. La sola idea de ver su cuerpo sin nada de ropa parecía excitante en mi mente, ni siquiera sabía cómo responder a su insinuación, pero estaba segura de que no tendría la fuerza de voluntad para detenerme una vez que su sujetador cayera al suelo.

—¿Quieres descansar ya? Ha sido agotador para ti. 

—Lo fue, pero no tengo pijam... —comenzó y tomé su mano para caminar hasta el final del pasillo en donde la habitación de James nos espera.

—Duerme desnuda si así lo deseas, no me molesta.

Ella rió y yo también. La complicidad que nos permitía conocernos como amigas parecía volverme una con sus sentidos, no sé qué tanta certeza podría tener de la relación que tenemos, pero al menos hay algo que no podría desconocer, y esa es la manera en que nos complementamos. 

Me detuve antes de empujar la puerta. No quiero que se desnude en esta habitación. No quiero pensar en James, no quiero oír su voz repitiendo que me ama mientras pienso en lo feliz que soy al sentir el aroma de Natalia tan cerca. 

—Sube las escaleras —pedí. Ella me miró extrañada —. Iré en unos minutos, solo debo buscar algo. 

Natalia tomó mi cintura con rudeza y me besó sin informarme. Creo que intentaba calmarme, pues la realidad parecía golpearme de pronto. No puedo esperar borrar a James y estar bien con inexistencia ilusoria. James estaba en algún rincón de la nación, ¿esperaba por mí? No lo sé, lo ha hecho todo este tiempo. No ha insistido en tocarme, en dormir conmigo, ni en besarme fuera de los eventos sociales, no sé si aún me ama... No quiero saberlo.

¿Yo lo amo? Cuando acepté continuar con la idea de matrimonio, lo hacía. Lo amaba, no imaginaba una vida sin su presencia, y de pronto no deseo que se cruce por mi mente, porque irrumpe en mis planes de tranquilidad, pero... ¿Es acaso válida esta nueva paz? Me parece que no, no si no veo un futuro como alguna vez lo hice con James.

—Te esperaré desnuda entonces.

Suspiré. Dios.

La vi alejarse y me metí en la habitación, allí estaba todo. O quizá no había nada.

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Natalia.

Me dediqué a ver el techo de la habitación mientras esperaba que la castaña decidiera aparecer por allí. No fui capaz de dejar siquiera que mi camiseta cayera al suelo.  Estaba petrificada por el pensamiento, mi mente era mucho más poderosa de lo que creía y me atrevo a decir que de las mil ideas que venían a mi cabeza sobre qué decir o hacer en cuanto Wanda entrara a la habitación, no podría hacer ni una sola. 

Este cuarto era completamente distinto al de abajo, más pequeño, pero también muy ordenado, tenía el aroma que emanaba de la piel de Wanda, el dulzor y la sobriedad de una mujer tan elegante, no olía a habitación de adolescente que tiene suerte de que su madre limpie por ella —Algo así como mi habitación — creo que jamás entenderé cómo después de todo, Wanda y yo acabamos en estas condiciones. 

Recorrí el pequeño espacio entre la estantería con libros y la cama que olía tan dulce como ella, me senté acariciando las sábanas y oí la puerta abrirse. Wanda estaba delante de mí, con una bata envolviendo su cuerpo y una botella de vino acompañada de dos copas.

—No podemos desperdiciar la noche, además, el doctor ha dicho que estaba bien beber un poco si no pasaban los cinco grados de alcohol —dijo sonriente. 

Mis ojos recorrieron su cuerpo y noté por la tela traslucida como bajo aquella bata de color rojizo, traía un conjunto del mismo tono y con algo de encaje. Mi garganta se secó un poco, y realmente temí que mis vías respiratorias volvieran a cerrarse luego del ridículo que hice durante la noche. 

—Estaré encantada de beber algo —dije y ella se sentó a mi lado.

Rellenó ambas copas y elevó la suya.

—A tu salud, pelirroja. 

Yo reí, chocamos las copas con suavidad y bebimos como una pareja de recién casados. Ella no apartaba sus ojos de los míos y no podía tranquilizarme ante eso. Deseaba que sus ojos dejaran de parecerme tan intensos, pero era imposible. ¿Cuál era mi problema aquí? Ella se veía tan tranquila y yo me sentía tan absurda, necesitaba descansar después de esta noche, pero aun así elegí besarla. Ella correspondió aquel beso, sus uñas fueron a mi nuca sin pensárselo más de un minuto. 

—No sé si sea una buena idea que tú y yo sigamos haciendo esto —susurró contra mis labios, pero, aunque por un momento creí que se alejaría, no lo hizo —. Me haces tan bien, y eso... Me hace tan mal, Natalia... 

—¿Por qué dices eso? —dije tomando su mentón. La besé una vez más. Ella subió sobre mi regazo moviendo sus caderas de forma tentadora. 

—Lo sabes... La situación es compleja...

—Tu esposo no es mi amigo —susurré contra sus labios. Ella rió y volvió a besarme.

Como si el hecho de no tener un lazo con el general idiota cambiara las cosas. 

—No lo es, ¿verdad? —preguntó contra mi boca. Solté un quejido como afirmación a su pregunta —¿Y yo? ¿Qué soy yo?

—Eres Wanda... —susurré —. Mi gran amiga... 

—¿Solo eso? —preguntó y reí —. No te rías así de mí...

No contesté nada, simplemente volví a besarla con el mismo deseo con el que llevaba besándola desde nuestros 7 minutos en aquel armario, subí sobre ella dejando su cuerpo contra la cama. Tomé su cintura delicada, Wanda abrió su bata lentamente y negué. 

—No sé si debamos ahora... —dije y ella suspiró —. También es lo que quiero, pero simplemente no... No sé si luego de esto seguiremos tomando todo con tanta normalidad. No deseo perderte —dije acariciando su mejilla. 

Ella besó mi mejilla. Cortamente. Solo fue un pico. 

—Hablaremos mejor de esto por la mañana —susurró y yo asentí. 

Ella cerró su bata y me acercó un pijama. La tomé. 

Solo por el deseo de probar su atención. Me desvestí delante suya. Ella me veía desde la cama, bebiendo el resto de su copa de vino y analizando mi cuerpo. Me quedé en ropa interior más tiempo del que debía.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunté y ella asintió.

—Totalmente. Tienes un lindo... Lindo cuerpo —dijo avanzando hasta tomar mi cintura entre sus manos —. Y no sé si podré soportar compartir la cama contigo y ese pedazo de tela...

—No me pondré pijama —dije rápidamente y sin dudarlo.

Wanda mordió su labio inferior y bajó los ojos hasta mi abdomen. 

—No hablo del pijama...

Oh...

—Es injusto que tu tengas tanta ropa entonces —dije y ella dejó caer su bata.

El conjunto rojo era digno de una noche de pasión que hoy, de forma lamentable, no tendríamos. Tragué saliva, y me acerqué a ella. Ambas estábamos sobre la cama compartiendo besos y caricias sabiendo que sería imposible llegar a más mientras no tuviéramos claro que haríamos con todo el deseo que sentíamos. La tensión ya no era soportable, al menos no para mí.

¿Dónde venden un buen libro sobre sexo entre dos mujeres? Hablaré con Lena. No con Kara, o tal vez sí. ¿Quiero romance o salvajismo? 

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