37º

┌─────❀◦❀◦❀─────┐

Wanda.

Moví un par de cosas dentro de casa, deseaba hacer algo que me mantuviese ocupada hasta un horario en que fuese prudente pensar en el llamado de Natalia. Hoy se veía un poco más como mi espacio, por otro lado, los mensajes de texto de mi esposo no dejaron de llegar en toda la tarde y ni siquiera los leí, no tuve tiempo de detenerme a pensar en qué contestar o en sí debía o no hacerlo. 

—Creo que eso es todo... —murmuré.

Me dejé caer sobre el sofá y tomando una respiración profunda sentí que todo mi cuerpo se tensó. Estoy agotada, y no sé si debería quejarme o no, pues sé que buscaba sentirme así para recordar la forma en que la pelirroja me hizo sentir. 

—Dios, ¿qué estoy haciendo? —dije tocando mis labios con la yema de los dedos —. No puedo sentirme así...

Podía recordar sus besos, su aliento, sus manos, la forma en que se sintió cuando bajó a besar mis muslos como si los reconociera, como si fuesen suyos. Como una mujer que intenta sentirse empoderada, casi siempre, intento no caer en el estereotipo de propiedad sobre el amor, pero ella me hizo sentir tan suya, con un par de besos y caricias donde debía, me sentía suya, y jamás dejé de ser mía. 

Observé la fotografía de mi familia en el fondo de mi móvil. Quiero que ella llame y no estar tanto tiempo sin verla, porque sé que eso significaría analizar demasiado la situación, ¿estoy dispuesta a pensar en la opinión de mi familia solo porque ella no llama? Dios, ni siquiera sé por qué deseo tanto no dejar de sentir esto.

Las horas pasaban y caí rendida en el sofá, no fui consciente hasta que, despertando casi a las nueve, oí un golpeteo fuerte contra la entrada. Fuera llovía como si el cielo se cayera en pedazos, y ni siquiera me sentía completamente despierta. Fui directo a la entrada y me encontré con Natalia temblando por la lluvia. 

—Dios, el clima en esta ciudad es impredecible —chilló y la metí de un tirón a la casa.   

—Lo noto, estás empapada —dije algo molesta y preocupada —. Dios, mírate.

Ella se quitó el gorro que cubría su cabello y rió al ver como el agua caía al suelo. Estornudó y luego se encogió de hombros viéndome sonriente.

—Creo que solo es agua, pero tenemos reservación en un restaurante exótico, agradéceme luego —susurró. Sus dientes castañeaban como si el calor de casa fuese insoportable para ella. 

—Natalia, vas a enfermar —dije tomando sus mejillas y viendo lo rojas que estaban —. No debiste...

—No, no permitiré que me regañes, necesitaba hacerlo. Quiero llevarte a un lindo sitio, supongo que ya conoces más de lo que puedo enseñarte y debía lucirme si trataba de llevarte a cenar —dijo atropellando sus palabras. Sus ojos estaban clavados en los míos y la imagen tierna de una pelirroja con el cabello húmedo, mejillas enrojecidas e ilusión huyendo hasta por sus poros me pareció atrapante.

No pude detener mis impulsos y la besé. La besé como si fuésemos dos enamoradas, no dos desconocidas que tuvieron la suerte de caer en los brazos de la otra, justo cuando nos derrumbamos. 

—Dios, bueno, creo que ya no me estás regañando —susurró contra mis labios.

Me alejé enrojecida, y algo turbada por todo lo que estaba pasando, ¿realmente no puedo detenerme cuando la tengo así de cerca? ¿está bien sentirme de esta manera?

—Creo que te dará fiebre, no sé si sea ideal salir de aquí. 

—Re-ser-va-ción, Wanda. Palabra aguda y con un significado claro. Iremos —dijo caminando tras de mí — ¿Por qué no deseas ir conmigo?

¿Es una cita? ¿Amigas o qué?

—No sé si sea ideal que tú y yo... Es decir, sí, quiero. Sé que deseaba ir contigo a algún sitio, pero creo que debemos hablar, no sé si deberíamos... —suspiré y ella enarcó una ceja. No sé cómo continuar.

—Wanda... —ella tomó mi mano —. Eres adorable, en serio... ¿Es por lo que ha estado ocurriendo? No quiero que sientas presión a hablarlo, no le des muchas vueltas. También es diferente para mí, pero no me estoy quejando y no planeo hacerlo, ¿bien?

—Creo que cada vez es más difícil para mí intentar no besarte, y no sé de qué manera nos deja eso. No quiero perder tu amistad, Natalia. Pero tampoco quiero dejar de sentirme así... —susurré.

No pude verla a los ojos. Esta vez no pude. 

—Tenemos un hermoso restaurante junto al mar, con una hermosa vista y deliciosos platillos para probar mientras hablamos de esto. No te estreses, piensa en un plan amistoso, ¿bien, querida? —dijo y sonreí —. Creo que ese es el apodo, eh...

Al levantar la mirada, vi esos ojos de un color verde brillante, viéndome, a mí y con adoración. Un brillo natural escapaba de sus orbes y se perdía en mi alma. Ella es mucho más que una persona a la que aprecio, solo que esta vez es todo tan diferente que no puedo evitar temer. Me siento a la deriva, pero aun así a flote. Ella me mantiene a flote, ¿es que acaso prefiero un huracán antes que una isla en medio de la nada? ¿Eso tiene sentido?

No tardé mucho en aceptar. Subimos al auto y ella condujo. No quise mirar por la ventanilla y notar que la noche seguía siendo la misma, siempre lo ha sido. Con James solo era una noche, ¿con Natalia también lo es o puede tener algo deslumbrante?

—¿Estás lista para disfrutar de un gran sitio? —preguntó tomando mi mano, la cual descansaba sobre mi muslo. Sonreí.

—Espero hacerlo —dije y ella sonrió de costado mientras ingresaba a un estacionamiento. 

El sitio estaba junto a la playa, el viaje no fue de más de treinta minutos, pero jamás había visto este sitio. Es un espacio con bellas terrazas a la luz de la luna, palmeras y con un bar Tiki rodeado por antorchas. Ella bajó y en menos de dos segundos estaba abriendo mi puerta, reí ante su gesto dulce, no me gustaba ser aquella chica que era tratada como una princesa todo el tiempo, pero ahora comprendía su intención. Ella en serio quiere hacerme sentir cómoda.

—Yo abriré tu puerta la próxima vez.

—Me relaja saber que estás considerando que habrá una segunda vez —dijo y sonreí.

De pronto una mujer castaña y delgada, de aspecto muy jovial se acercó con una sonrisa hasta nosotras.

—Buenas noches, bienvenidos a salón escarlata, el mejor bar y restaurante con temática costera y peninsular de la zona, ¿tienen reservación?

—Sí, a nombre de Clinton Barton —dijo ella y enarqué una ceja —. Nunca he venido antes, Clint se ha encargado de hacer la reserva por mí, le gusta este lugar. 

De pronto Natalia estiró el documento de identidad de Clint, pero la mujer sonrió y estiró su mano para estrechar la de mi acompañante pelirroja.

—Deseaba mucho poder charlar con usted, señorita Romanoff —dijo con un acento muy marcado. Natalia sonrió sin comprender demasiado la situación —. Mi hijo aún recuerda su heroica acción. Estoy sumamente agradecida con usted, no se preocupe por el consumo. Corre por parte de la casa —dijo y Natalia rió. 

—¿Es usted May Parker? —la mujer mayor asintió y Natalia se acercó a ella para darle un gran abrazo —. Dios, me alegra saber que su pequeño está bien, pero no es necesario que haga esto, lamento no haber llamado, no planeaba pedir una recompensa ni palmaditas en la espalda.

—Lo sé, una mujer de espíritu tan noble no es capaz. Es por eso que he tenido que buscar algo más sobre usted, he pensado en enviar flores a su estudio, pero no creía que fuese suficiente —dijo y Natalia rió —. Es en serio, creo que la mujer que ha salvado la vida de mi hijo se merece un trato mucho más personal y directo que solo un arreglo floral.

Bufé y ambas me observaron. ¿Ha sido muy obvio que me molesta como parece coquetearle descaradamente? Además, ¿qué tiene de malo un arreglo floral? Natalia me ha enviado uno y creo que fue lo mejor de toda mi luna de miel. 

—Oh, no, es en serio, soy una mujer que adora las flores, es un detalle honesto, pero no necesito que me agradezca, creo que hice lo que cualquier adulto responsable haría y eso debería ser suficiente. 

—Cualquiera menos su padre —dijo ella y me crucé de brazos viendo el resto del lugar —. Bueno, las dejaré disfrutar de su noche. La cuenta corre por la casa, pidan todo lo que deseen, no se preocupen por eso. Agradezca a su amigo Clinton que me recibió amablemente cuando he ido personalmente a verle para dar con usted. 

Luego de tomar las manos de Natalia una última vez, se alejó yendo hasta otros comensales. La pelirroja sonrió en mi dirección y elevó los pulgares, me giré para buscar una mesa intentando que no se notara lo estúpidamente celosa que me sentía. Creo que ni siquiera lo percibe de todas formas.  

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Natalia. 

—Creo que es buena elección. Por favor, un vino de aquellos y dos platillos con ostras, por favor —dije y el mesero asintió yéndose de allí —. Es un lindo sitio. 

—Tanto como la dueña, ¿no? —dijo Wanda sin verme a la cara. Bajó la mirada y noté que no planeaba decirlo.

Me sonrojé. Ella está celosa, es por eso que ha estado algo callada mientras veíamos el menú. Dios. 

—¿De qué hablas? Solo fue amable. Su hijo casi se rompe el cuello en el bar de mi mejor amigo, ni siquiera debía estar allí. Había una celebración de compromiso y estaba reservado, pero debía ahogar algunas penas, y me encontré con un pequeño de cuatro años colgando desde el barandal del segundo piso, ¿crees que no estaría agradecida de alguien que salvó a la persona que la hizo amar en algún punto?

Wanda suspiró. 

—No sé de qué hablas, porque no me parece importante su aspecto. Fue amable y me permitió darle a la mujer que sí me importa, una gran noche, eso planeo disfrutar. De ti y de mí, Wanda —dije y ella se acercó hasta mí, iba a besarme, pero el camarero llegó.

Se puso de pie. 

—Debo ir al baño.

Salió de nuestra zona y el mesero me observó en silencio. 

—¿He sido un infortunito? —preguntó y negué.

—No, no... Las propinas serán buenas, solo... Intenta no venir tan rápido. Gracias por la comida —dije y él asintió. 

Joder. ¿Acaso he sido muy dura con ella? Sé que no planeaba sentirse celosa, pero ni siquiera recordaba a la madre de aquel muchacho. A duras penas recuerdo como he llegado a mi casa aquella noche. 

—Wanda, me gustas... —susurré y jalé un poco mi cabello. ¿Cómo se lo digo sin hacerlo y sentir que la presiono?

Probé el primer bocado de ostras, y sentí un picor diferente en la receta. No recuerdo haber pedido picante en esto, planeaba disfrutar de afrodisiacos y ver cómo acababa esto, pero no...

Tomé el vaso de vino delante mío y traté de beberlo, sin embargo, todo el resto cayó al suelo, pues mi garganta parecía querer cerrarse, vi a Wanda entrar en el balcón y correr hasta mí.

—Natalia, ¿estás bien?

—Llama al camarero —dije y caí en el suelo, ella corrió para pedir ayuda, pero no dejó la habitación en ningún momento. 

Ella tomó mi mano e incluso lo hizo cuando llegó la ambulancia. Quería que la tierra me trague y me escupa en Marte, acababa de arruinar la primera gran cita con ella, luego de que hiciera parecer que la odiaba por pensar que coqueteaba con alguien más y, ni siquiera era capaz de hablar, porque comenzaba a ahogarme otra vez. 

¿Esto es lo que denominan amor romántico? ¿Hacer el ridículo una vez tras otra delante de la mujer más increíble que conoces? Soy una perdedora. 

Wanda acariciaba mis nudillos mientras yo fingía estar dormida. No quiero abrir los ojos y ver que ha cambiado la forma en que me ve, Dios. ¿Por qué pareciera que no sé caminar sin mis dos pies izquierdos? 

Nota de autor.

Tantas lunas, muchas lunas. Muchas gracias.

—Apolo. 




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top