34º
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Natalia.
Finalicé mi trabajo en la costa con un jugoso cheque y un almuerzo con mi madre, luego de dejarle en claro que la amaba, pero no me quedaría con ella toda una semana, ya que tengo un departamento propio, decidí ir a hacer algunas compras antes de ir a casa. No esperaba encontrarme con mi mejor amigo y mis mejores amigas en la entrada de mi casa, pero no pude negarme al ver a Lucy entre ellos.
—¿Es acaso el amor de mi vida? —pregunté con una gran sonrisa.
Ella avanzó con pasos inseguros hasta mí, mientras balbuceaba un dulce "ma-ma", eso enfurecía a Lena y me encantaba verlo.
—Sí, estoy aquí —dijo Clinton y giré los ojos.
—Ese seguramente sigue durmiendo en mi sofá —murmuré yo ganándome una mirada llena de odio por parte del castaño.
—No empieces.
—Problemas en el paraíso, me gusta —dijo Lena sonriente.
—Oh, no, Lena. Hemos venido con otro propósito, ¿no es así, Clint? —dijo Kara pasando su brazo sobre los hombros de mi amigo.
¿Desde cuándo son tan unidos? ¡Ellos solo se ven en mis cumpleaños!
—Uh, sí, tendremos una reunión entre amigos, en mi casa nueva. Ya sabes, no hemos festejado mi divorcio como corresponde, y creo que sería bueno que...
Metí la llave en la cerradura y suspiré.
—¿Llevo a Pietro?
—No —dijo él.
—Sí —dijo Lena —. Llévalo.
Empujé la puerta y todos los presentes nos encontramos con un recién bañado Pietro Lehnsherr, con la toalla envolviendo su cintura y el torso húmedo.
—Oh, hola... A todos —dijo sonriente —. Un placer, soy Pietro. No sabía que esperabas invitado —dijo hablándome —. Iré a ponerme algo de ropa. Ya regreso.
Se fue en dirección a mi habitación de invitados en donde tenía ropa nueva, aún no desea dormir allí, sigue insistiendo en que no se quedará mucho más, pero van casi tres semanas en las que duerme en el sofá. No es una queja, es lindo tener a alguien que prepare las cuatro comidas del día.
—Wow. Es poderoso —dijo Lena y Kara asintió.
—Entiendo, los entiendo a ambos —dijo mi rubia amiga.
Reí un poco, y Clint giró los ojos. Finge que no lo desea, pero se muere por besarlo. Creo que he superado muy bien esa situación, incluso Pietro me cuenta cómo se va sintiendo al respecto, me gusta aconsejarlo.
—Silencio —dijo un sonrojado Clint.
—¿Desde cuándo ustedes son amigos? —pregunté dejándome caer en el sofá. Lucy subió sobre mi regazo y tomó un adorno de la mesita de centro. Claro que la dejé. Es mi ahijada.
—Desde que nos invitó a la fiesta, además, tenemos amigos en común —dijo Lena mientras revisaba la billetera de Pietro.
—Es un militar, no un asesino —dije yo y ella se encogió de hombros.
—No es malo estar seguros —le tomó una fotografía a su cédula.
Kara se sentó a mi lado y tomó la mano de la pequeña Lucy, sé que va a decirme algo. La conozco.
—Ponte linda, quizá lo disfrutes más.
Eso fue todo, se vieron entre ellos y luego a mí.
—El soldadito no está invitado y es mi última palabra —dijo Clint antes de salir de mi casa.
—Ni siquiera me dijo el horario —me quejé.
—Para eso estamos aquí, irás con nosotras. Solo debemos ir a casa para dejar a Lucy con la niñera —dijo Lena. Suspiré —. Sabemos que no irás si no es con nosotras.
Ellas están en lo cierto. Podría quedarme en casa, viendo Bojack Horseman.
—Ni siquiera pienses en quedarte viendo esa estúpida serie. Nos iremos, pasaremos una buena noche. Estarás bien.
—¿Otra noche de fiesta? Justo lo que necesito. Más vueltas al enredo de mi cabeza —murmuré.
Lena palmeó mi espalda y Lucy le dio un manotazo. Dulce venganza.
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Wanda.
—Relájate o arruinarás todo, y no moví cielo, mar y tierra para que echaras a perder esta situación. Recuerda que nada es planeado, todo debe parecer natural.
—Oh, lo será, porque ni siquiera sé que planeas —me quejé viendo la puerta de la casa.
—Esa es la actitud, cielo —dijo Vis. Él se alejó con una sonrisa y mientras observaba su extravagante vestimenta, me cuestioné.
No puedo no hacerlo, busqué ayuda en mis amigos. No sé qué pasa conmigo y de pronto todo es extraño, pero no sé a qué va esto. Vis es un gran sujeto, pero no sé si sepa lo que hace, ¿una fiesta aprovechándome del viaje de mi esposo? Grandioso. James, Dios. James volverá, y muy pronto, ¿me seguiré sintiendo de la misma manera al verlo entrar por la puerta? ¿qué ocurre si realmente me gusta Natalia y..? ¿Qué ocurre si no soy heterosexual?
Un nudo se formaba en mi estómago, se enredaba más y más al igual que todas las dudas que se arremolinan en mi mente mientras espero que ella aparezca tras esa puerta, con su dulce e inocente sonrisa, con unos aires menos extrovertidos pero lo suficientemente seguros como para tenerme allí, delante suyo, rogando por una sonrisa.
—Hey, cálmate —Steven se detuvo a mi lado. Ambos veíamos las calles de Manhattan desde el piso de un amigo que nos inventaron hoy —. Te daré un consejo, solo si deseas tomarlo —dijo y me giré a verlo —. Disfruta de esto, la confusión no es para siempre, y es mejor confundirte intentándolo que dejarlo pasar y convertirte en un fantasma de lo que sentiste, pero no expresaste. Al final del día, somos lo que nos permitimos sentir, eso se queda, eso evoluciona, lo que callamos solo queda allí, torturándonos y ya.
Suspiré. Él tomó mi mano.
—Pareces saber mucho de esto, ¿no? —pregunté y él rió —. Extraño para alguien que sigue huyendo del amor.
—No huyo. Me estoy tomando el tiempo suficiente para sanar lo que Ramí dejó en mí. Quiero amarlo como se lo merecía, y en algún momento estaré listo para enamorarme. No aún.
—¿Cómo sabes cuando ya amaste demasiado a una persona? —pregunté entristecida. James no dejará de atormentarme.
—Cuando entiendes que ya no hay más de ti o en ti que esa persona necesite. Duele, pero es necesario afrontar ciertas ideas cuando las personas que pensamos que estarían para siempre, no lo harán. A veces quién menos esperamos, es quien más nos da, y quien debió quedarse, es el primero en tener que irse.
—Él no se ha ido —dije yo.
Steven suspiró y ambos notamos por el reflejo del ventanal que Natalia había llegado con un par de mujeres.
—Entonces, encárgate tú, déjalo ir. No es personal, pero hazte valer —susurró —. Ahora, te recomiendo ir a saludar —dijo con una sonrisa.
Correspondí a sus intentos de levantarme el ánimo, pero con un abrazo, luego de eso me dirigí al resto de los presentes. Todos charlaban y bebían como grandes amigos, aunque Natalia no conocía a ninguno de estos tres, o eso creo. Puede conocer a Vis. Todos conocen a Vis.
Natalia me saludó con normalidad, pero luego la vi alejarse para ir del lado de una rubia a la cual reconocí de inmediato. Ella se encargó de mi casa. Decoró todo el sitio.
Vis me miró como si quisiera asesinarme, pero dentro de mi paranoia celosa, no supe cómo actuar. Ella estaba allí, riendo con una chica con bellos ojos azules y cabello de princesa, ¿qué podría hacer? Se veía tan cercana como la sentía de mí. No soy especial.
—¿Les parece si ponemos la situación más interesante? Ya no es horario familiar —dijo Vis y levantó unas cervezas costosas. A James le encantan.
—Estoy adentro —dijo Natalia. Fue la primera en tomar una y beber de ella.
—Me agrada esta chica, Lena.
—Todo gracias a Kara —dijo la pelinegra besando a la rubia que estaba junto a Nat. Oh, ellas... Oh.
—Son como mis mamás —dijo Natalia riendo.
Thor le subió a la música y comenzó a bailar entre los invitados, tomó la cintura de su esposo y luego Steven se unió llevando a Clint hasta el centro del salón. Este departamento se parece mucho al de Natalia.
Las mujeres que parecían ser pareja comenzaron a bailar, por lo que Natalia y yo nos miramos en silencio. Bebió su cerveza de golpe y suspiró antes de volver a verme fijo. Ella movió su cuerpo al ritmo de la música mientras avanzaba hasta mí sin timidez. Le seguí el juego, bailé a su ritmo mientras los demás parecían desaparecer entre nosotras. Natalia tomó mi mano y me giró tarareando la canción de fondo.
—¿No bebes? —preguntó señalando las cervezas sobre el mesón.
Recordé a James diciendo que no eran bebidas para damas, y negué.
—No acostumbro a beberlas.
—Hazlo costumbre —dijo con una sonrisa y me llevó con ella para buscar dos.
Comenzamos a beber y bailar, la música siguió animando la reunión al igual que las risas y bromas de los demás presentes. Descubrí que Kara y Lena son esposas, también mejores amigas de Natalia, al igual que Clinton, son todos muy buenos amigos. Lena conoce a Vis, Kara también, y todo este revoltijo de amistades nos llevó a coincidir con alcohol y música de los 2000's.
Cuando mi poca estabilidad con la bebida me hizo sentirme ligera, decidí dejar de beber, pase lo que pase hoy, quiero recordarlo, deseo recordar sentirme así de bien y así de viva. Rodeada por los brazos de Thor, luego de Clint y en algún punto creo que, de la pelinegra y la rubia, todos bailamos. Estaba siendo asombroso, y cuando estábamos cansados, siendo perseguidos por la madrugada y el amanecer, nos dejamos caer sobre la alfombra para jugar con una botella vacía, pero llena de una juventud que creo, jamás sentí.
—Yo giraré esto y me iré al armario con quien salga —dijo Vis sonriente —. No se vale estar molesto luego —susurró antes de besar a Thor —. Espero que sea Wanda —agregó antes de girarla.
La botella cayó en Clinton y tomó su mano mientras todos gritábamos, incluido Thor. Ellos se metieron en el armario al final del pasillo, y cuando la puerta se abrió unos centímetros debido a un manotazo, los vimos besarse apasionadamente.
Thor suspiró y todos nos quedamos anonadados. Incluso creo que el alcohol se me estaba bajando, pero no dejaba de ser gracioso.
—Creo que me he puesto un poco —dijo Thor —. Si ese chico está soltero, le diré que Vis y yo queremos agregarle sazón a la habitación —dijo sonriente. Todos reímos.
—No lo estará por mucho —dijo Steven y nos observamos extrañados. Le ha gustado.
Pasados los siete minutos en el paraíso, ambos salieron con el cabello y la ropa revuelta, todos aplaudimos, incluso Thor quien besó a su esposo y le extendió la botella a Clinton. Clinton fue con Natalia hasta el armario, no supimos que ocurrió, pero el castaño salió mucho más acalorado que antes. La pelirroja se sentó con el labial intacto, pero una sonrisa avergonzada.
—De acuerdo, Nat, es tu turno. Hora de manifestar —dijo Lena a quien ya le pesaba la lengua.
La pelirroja no hizo contacto visual con nadie en la habitación. Simplemente giró la botella, y deseé que parara en mí, pero no lo hizo, fue directo a Thor. Mi amigo disfrutó de su momento, aunque al regresar me susurró un "perdón" al oído, y me ofreció de su cerveza, la cual acepté. Él giró la botella vacía y salí yo.
Natalia y yo nos observamos, y como si fuese una promesa, le sonreí. Me metí en el armario con Thor, y lo besé con vergüenza, no sabía cómo enfrentarme a esto, pero lo hice. Pasamos dos minutos solo dando picos al otro, pero acabamos compartiendo mucho más. Salí de allí sin entender qué ocurrió, pero decidida.
Giré la botella y me enfrenté a Natalia, estiré mi mano. Ella suspiró, me siguió y todos se quedaron en silencio. Nos metimos en el armario, que trágico y cómico. Muy irónico a su vez.
Ella suspiró. Yo observé sus labios.
—No tenemos que hacer nada que no desees —dije yo. Ella asintió y levantó la mirada.
—¿Puedo besar tu mejilla?
Asentí, la sentí acercarse a mi rostro. Inhalé su perfume, la sentí besar mi mejilla. Temblé un poco, giré el rostro, ella rozó su nariz con la mía, ambas parecíamos temerosas de la otra.
—¿Por qué no me besas? —susurré. Ella rió.
—Porque no sé si es lo que deseas.
—Creo que ya estamos aquí...
—No quiero besarte porque parece una tarea más —dijo alejándose algo avergonzada.
Eso es muy diferente a lo que James alguna vez me hizo sentir sobre el amor. Nuestro matrimonio incluso parecía una actividad más en su cronograma.
—No lo hagas entonces —dije y tomé su nuca para besarla.
Estrellé mis labios contra los suyos y cerré los ojos al verla hacer lo mismo. Sus manos se posaron sobre las mías y me alejó a los segundos.
—Ya tengo demasiadas amigas, Wanda.. —susurró contra mis labios —. Tenlo claro.
No dije nada, no me lo permitió. Me besó con agresividad y tanta hambre que mi espalda chocó contra la pared. Algunas cajas cayeron sobre ambas, ella me tomó por los muslos y me subió sobre una cajonera baja. Mis antebrazos rodearon su cuello, hundí mi lengua en su boca, el alcohol de ambas se mezclaba y me volvía una ebria idiota, una ebria de amor. Una ebria de algo diferente.
Descendí por su mentón y cuello, jalando su cabello para permitirme la zona de su manzana. Rasgué con mis dientes y ella empujó su cintura contra la mía, todo parecía poco importante en este momento. No deseo que acaben los siete minutos.
Volvimos a besarnos y esta vez yo le permití descansar en mi cuello mientras recuperábamos el aliento. Nuestros ojos se cruzaron y los besos regresaron más calmados, pero igual de hambrientos que antes.
—¿Todo bien? Ya van quince minutos —oí a Steven. Ella y yo nos observamos con una sonrisa.
Comenzamos a reír y nos besamos por última vez antes de salir del armario, no nos soltamos las manos ni siquiera al llegar a la alfombra.
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Nota.
wow, verdad.
y aún no leen el 35.
—Apolo.
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