30º
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Natalia.
Pietro se encargó de cocinar la cena para Clint y para él, ambos estaban riendo cuando entré en casa, pero se detuvieron de golpe al verme. Sentía que les quitaba una parte de sí mismos, y me entristecí.
—Nat —Pietro fue el primero en hablar —. No te esperaba tan pronto, creí que tardarías más al... —negué y Clint se alejó de la mesa.
—No se molesten por mí. Ya cené —dije y avancé por la casa mientras los oía murmurar y llamarme.
No tengo cabeza para algo que no sea mi charla con Kara y Lena, ambas insisten en que no me estrese pensando demasiado y que simplemente lo asuma de la misma manera en que asumí que me gustaron todos mis exnovios.
—Dios, suena hasta ridículo —dije nerviosa y me metí en mi habitación.
Mi cama seguía revuelta con la presencia de Wanda, de la misma manera en que mi estómago me decía que ella era la nueva causante del revoloteo de las mariposas más inquietas que he sentido en mi vida.
—¿El hecho de que tu novio y yo estemos cenando solos mientras tú no estabas? Lo sé —dijo Clint entrando en el baño de mi habitación —. P-pero te prometo que no ha ocurrido nada, y de ninguna manera permitiría que mis sentimientos sean más fuertes que nuestra amistad...
—¿Qué? No, Clint. No se trata de ustedes, yo... —cerré la puerta tras él —. Creo que me gusta alguien más, eso es lo ridículo. Confío en ti, además, creo que estaría bien que Pietro canalizara sus emociones —dije rápidamente.
—Espera, ¿qué? —dijo incrédulo — ¿Por qué te gustaría alguien más? ¿Estás demente?
Giré los ojos.
—Sé que te gusta, pero cálmate —dije yo. Su rostro enrojeció.
—Uh.
—Pietro y yo terminamos.
—Pero él está viviendo aquí.
—No, se está quedando mientras encuentra el sentido de la vida o algo así. Creo que me gusta Wanda y no sé cómo sentirme sobre eso, ahora debo decírselo a Pietro y esto sintiéndome infiel como si no hubiese sido él quién sentó las bases de las mentiras primero —suspiré.
Clint bajó la mirada y rascó su barba.
—Joder con los hermanitos Lehnsherr.
No dije nada, seguí hasta la ducha y me dejé caer en el piso de esta mientras mi mejor amigo se sentaba en el suelo delante de la puerta.
—Estoy jodida. Mi relación perfecta existía solo en mi mente, conseguí una gran amiga y creo que lo arruiné, no solo conformándome con eso, creo que esa gran amiga me gusta. Tengo 28 años, no puedo redescubrirme ahora.
—Tengo 35, mírame aquí... Me gusta un muchacho —murmuró él y suspiré.
—Dios, ni siquiera te he preguntado qué tal estuvo todo, ¿fue difícil? —pregunté y él negó.
—Pietro es un caballero siempre. Incluso conmigo. Habló sobre ti, me preguntó por mis hijos, por el trabajo, luego de eso cenamos mientras me contaba algo de cuando era un niño pequeño sobre los fotógrafos y todo eso, y ya. Llegaste, ni siquiera mencionó la separación.
Reí.
—Él jamás me contó lo de los fotógrafos —Clint se sonrojó —. Creo que ambo tenemos claro lo mucho que le gustas a Pietro, pero no te atreves a acercarte.
—No planeo que mis sentimientos dañen a alguien que amo, Nat.
—Ni siquiera elegiste sentir esto, Clint. De poder elegir, no habría decidido que Wanda sea quien me... —me detuve —. Creo que entiendes a lo que voy.
Él asintió.
—Yo lo sé, y te entiendo, pero esta vez tengo la oportunidad de detenerme antes de dañarte. En tu caso, el señor Barnes es un idiota, y si ella te da un pase...
—Ni siquiera había pensado en James —susurré agotada —. Odio pensar en que todo puede ser un conflicto del cual no puedo escapar. El amor no debería ser esto, por qué siendo tan... Imposible, ¿suena tan tentadora?
Él sonrió.
—Dios, y... ¿Dices que notaste que te gustaba cuándo?
—Hoy, o ayer. No lo sé. Estaba ebria ayer, quién sabe.
—No hay mejor ayuda para aclararse que el alcohol... —susurró él — ¿Recuerdas la fiesta de final de semestre? —preguntó y enarqué una ceja —. Final del cuarto año de carrera.
Sonreí.
—Te embriagaste tanto que despertamos en el otro extremo de la ciudad en tu auto. Creí que tuvimos un accidente, pero solo nos dejaron allí porque fuimos incapaces de dar nuestra dirección real y nos dejaron fuera de la casa de uno de nuestros compañeros.
—Ed —dijo él—. Fue un buen momento.
Asentí, de pronto una idea brillante apareció en mi mente.
—¿Quieres beber con el soldadito de plomo?
—¿Él bebe? —preguntó Clint.
Oh, le falta mucho por saber.
Clint y yo bajamos a explicar nuestra idea a Pietro, quien rechazó amablemente la idea de beber, asegurando que alguien debía cuidarnos, sin embargo, eso pareció olvidársele luego de probar un poco de lo que Clint y yo preparamos. Honestamente fue una noche agradable, en la que pude olvidarme de los prejuicios que me envolvían en torno a la química notoria de estos dos, y que antes, encerrada dentro de mi burbuja hetero normada, no quise ver.
El ambiente cálido de mi hogar me hacía pensar en todo lo cegada que estaba a pensar en juntarlos, y en un momento de desesperación ignoré totalmente que ellos se gustan.
—¿Saben algo? —dije y ambos me observaron. Rompieron su trance —. Ustedes tienen demasiada química y me parece fatal que no estemos hablando de esto...
—Nat, no —dijo Clint rápidamente.
—No, ella tiene razón, Clinton —dijo Pietro y bebí de mi copa de champagne —. Tú y yo tenemos una buena conexión, de no ser por Natalia, yo no sería capaz de decírtelo. Bueno, de Natalia y este ron añejado —sonrió algo nervioso.
Clint me observó fijamente. Vi el temor en su mirada, él no deseaba perderme, ¿pero era acaso una buena amiga al privarlo de amar solo porque ambos tuvimos el desatino de querer al mismo hombre bueno? Es mi mejor amigo, y siempre querré cosas buenas para él. Me guste o no, Pietro es tan bueno que no podría no quererlo para Clint, incluso si me lastiman las dagas del desamor.
—Pietro, yo... Estoy ebrio, tú también y Nat...
—Nat cree que te ama —dije yo —. Te ama tanto que no desea hacerte perder tiempo buscando a alguien para amar, sabiendo que tienes a un buen hombre frente a ti —dije tomando la mano de Pietro para unirla con la de Clint —. Es tan bueno que me estresa...
Pietro suspiró y Clint simplemente se apartó de ambos.
—No, Nat. No puedo, esto es...
—Esto es la vida misma —susurré —. No es tan complejo cuando amas y es recíproco. No te sabotees.
—Pietro es un hombre de otra vida, Nat —dijo él y observó al mencionado —. Lo siento, Pietro. Sé que... Me gustas, y no sé cómo te sientes al respecto, pero no podemos estar juntos bajo ninguna circunstancia. Elegiste a mi mejor amiga, por los motivos que sean, acabaron su relación, pero eso no significa que haré un movimiento para tenerte, porque no corresponde a lo que un mejor amigo hace, y Nat... Es mi hermana, es más que solo alguien con quien bebo cerveza fría, hablo sobre cámaras y cambio clientes. Ella es la tía de mis hijos, es quién vivió conmigo cuando no podía comprarme un piso, le cambió los pañales a mi primer bebé y me apoyó cuando ni siquiera mi esposa lo hizo. Ella es quien menos merece que yo sea desleal a lo que significa para mí.
Pietro asintió en silencio y luego me observó.
—Natalia, agradezco lo que intentas hacer, y lo comprendo, pero creo que... Los valores de Clinton son más que admirables, y es su decisión final. Creo que debería retirarme y dejarlos charlar... —dijo y negué.
—Me gusta tu hermana —dije rápidamente y él se sonrojó.
—¿Qué?
—¿Sorpresa? —dije en un susurro. Clint se puso en guardia, espantado por la que pudiese ser la reacción de Pietro.
—¿Cómo pasó eso? ¿Ella lo sabe? ¿James lo sabe?
—Ni idea, no, y claro que no, ¿quieres que me deporten? —me quejé y Clint rió.
—Eso fue gracioso.
—Nadie deportará a nadie —dijo Pietro exaltado —. Dios, se me quitó la borrachera. ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Cómo querías que te lo diga? —dije molesta — ¡Ah, ya sé! Querido exnovio, me gusta tu hermana, no te preocupes, ve a cogerte a mi mejor amigo. Posdata, deja de comprar leche de almendras, es horrible. Punto, con amor, Nat, punto. Anota eso, Clint.
Pietro suspiró.
—Honestamente, no sé qué decir, y deja de quejarte sobre la leche de almendras. Ni siquiera tienes comida apta para desayunar —dijo él.
—Claro, porque desayunaba con tu hermana mientras te ibas a ser mi novio por correo —me quejé y Clint suspiró.
—¿Entonces es eso lo que hizo que te quieras acostar con mi hermana? ¿La distancia?
—¡No, por Dios! ¡Ya ni siquiera estamos juntos, Pietro! ¡Ni siquiera lo estábamos cuando noté que esto pasaba!
—¿Tú sabías? —se giró a ver a Clint. Él asintió y el soldado se vio lastimado por eso.
—Él se enteró hoy, Pietro.
—¿Entonces por qué no deseas darme una oportunidad? —dijo Pietro y Clint bufó.
—Acabas de reaccionar como un esposo controlador porque tu exnovia gusta de tu hermana, exnovia por la cual ni siquiera pudiste ser honesto contigo mismo, no me pidas que te dé una oportunidad cuando no sabes qué mierda quieres —dijo Clint molesto y Pietro se acercó molesto.
—Tú no sabes nada sobre mí —susurró molesto.
—Creo saber más sobre lo que eres que tú mismo. Rodeado de las mejores personas, yendo a las mejores escuelas y sufriendo porque tienes treinta y no has encontrado tu camino real. Seamos honestos, eres una marioneta de tu padre y ni siquiera serías capaz de pedirme una oportunidad de manera honesta, porque te preocupaste de mantener a Nat cerca de ti para poder crear un vínculo, ya que te aterraba ser tú mismo.
—¿Ah?, ¿sí? ¿Eso crees? —dijo acercándose más a Clint.
Bebí de la copa de vino que Pietro había dejado y me dediqué a ver la especie de Kdrama que habían montado estos dos. Creo que Netflix debería contratarlos para la próxima entrega de algún proyecto.
—No me das miedo.
—No planeo darte miedo —insistió Pietro.
—Ay, por favor. Ya bésense —dije molesta y empujé de una patada en la espalda a Clint.
El castaño se tambaleó y fue Pietro quien lo atrapó antes de que caiga, en ese momento se miraron a los ojos y debieron besarse, sin embargo, Clint se molestó tanto con él, que lo apartó.
—No me toques.
—No fue a propósito. Lamento atraparte cuando caminas torpe.
—No necesito que me atrapes. No es el ejército, John Watson —dijo Clint y reí.
Esto es patético. Es tan patético como verme a mí... Discutiendo con Wanda. Oh, Dios.
¿En qué pensaba? No, no pensaba. Estaba celosa y eso evita que piense. Soy una idiota.
—Dios, si tan solo se besaran y ya. Quieren hacerlo, dejen de molestarse mutuamente.
—No queremos —dijo Clint.
—No hables por mí —dijo Pietro.
Mi mejor amigo se molestó tanto que eligió besar mi mejilla y despedirse diciendo que dormiría en mi camioneta. No le dije nada. Después de Ikaris creo que acabaré por venderla.
—Eres un idiota —dije y Pietro levantó la mirada —. No digas que quieres besarlo.
—No lo dije.
—¡Pero bésalo! ¡Hazlo y ya! Él quiere acciones, hechos, no solo palabras y que te escondas bajo esos... Músculos sensuales y... —carraspeé —. Solo te pido que no lo hagas sufrir, estaré de tu lado y te apoyaré, pero si le haces daño a Clint, te arrancaré el pene con los dientes y luego haré que lo envíen a tu casa con la bandera de Estados Unidos, y tendrán que condecorarlo, será el teniente pene —dije y reí.
Dios. Estoy tan ebria cuando soy graciosa.
Oh, no, es decir, al revés. Soy tan ebria cuando estoy graciosa.
No, creo que tampoco era así.
—Nat, ven. Te llevaré a tu cama. Debes descansar, y sí. Eres muy graciosa cuando estás ebria, pero no deseo que condecoren a mi pene. Eso es insultante —dijo Clint y bufé mientras lo sentía tomarme en brazos.
—Aburrido. El capitán pene me parece un excelente nombre para una comedia para adultos.
—Deberías patentarlo, tesoro —insistió y asentí.
—Creo que lo haré...
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Nota.
Queda poco para la acción, no para que termine D:
—Apolo.
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