22°
Natalia.
—Que agrado volver a tenerte aquí, cielo. No te esperaba —dijo Irina sin soltarme.
Acaricié su espalda por unos segundos y elegí distanciarme para aclarar por qué me encontraba en su hogar en la hora de la comida, sin una invitación, sin su hijo y buscando a su hija.
—Lo lamento, creo que Wanda olvidó mencionar que hoy nos veríamos, ¿está en casa? —pregunté —. He venido por ella.
Irina rió con gracia.
—Cariño, creo que tendrás que esperar unos minutos, ven conmigo —nos adentramos en la casa —. Wanda ha llegado algo tarde y me parece mucho que aún no está presentable...
Oímos unos pasos en la escalera y la castaña apareció. Traía el cabello húmedo y un rostro cansado.
—Se me hizo tarde —dijo agitada —. Ven conmigo. Mamá, di a Happy que necesito...
—He traído el auto —dije rápidamente.
Ella sonrió. Nadie dijo nada, por lo que solo seguimos hacía arriba. Su habitación olía a perfume dulce y agua vaporizada.
—Lamento el desorden, acabo de salir de ducharme. Te vi llegar y bajé corriendo, por suerte mamá no te ha hecho un tour por las fotografías de mi familia —giró los ojos.
Sonreí.
—No es eso lo que realmente me preocupaba. Creo que fue un alivio saber que llegaste con vida y no me dijo que seguías fuera con tres botellas de Whisky encima.
—No bebo demasiado Whisky, no te preocupes —dijo con ironía.
—¿Qué ocurrió ayer por la noche? —pregunté.
La castaña acomodó su cabello aún húmedo en un rodete mal hecho. Tomé la toalla junto a su guardarropa y se la puse en el cuello para que no sintiera lo incómodo que es tener la piel húmeda luego del baño. Detesto esa sensación. Ella levantó la mirada desde su cama y me sonrió.
—Gracias, Natalia. Odio tener la piel húmeda por culpa de las gotas.
—Algo más que tenemos en común, además de nuestro gusto por emborracharnos y poner en riesgo nuestra vida —comenté con gracia.
Wanda suspiró y extendió su móvil con la pantalla encendida. Es de alta gama, debe tener una gran cámara.
—¿Quién es? ¿tu esposo? —pregunté al ver la fotografía.
—No, pero es idéntico y le parecí linda —dijo rápidamente. Enarqué una ceja y ella bajó el móvil —. Sé que suena estúpido, ni siquiera sé que pretendo al tener su número aquí...
—Oh, yo creo que sabes... —comenté. Ella lo considera atractivo, eso es seguro.
Se ha casado con un tipo que parece su gemelo, malvado, claro está.
—No, no lo sé... —se puso de pie y me observó —. O tal vez sí, tal vez lo sé, pero me aterra saberlo. ¡Es tan complejo! —se dejó caer sobre la cama.
—¿Es complejo tener un amigo?
—No, eso no... Aunque no tengo amigos que... Ya sabes, no sé si realmente confío en la amistad entre un hombre y una mujer, yo... James solía decir que no confiaba en los soldados que conocen a papá y me saludan por ello. Esperaba que, al ser esposos, ellos dejaran de hacerlo... —explicó.
Inhalé profundamente. No sé cómo una mujer tan lista puede estar enamorada de semejante neandertal.
—¿Y le funcionó?
—No lo sé, no hemos estado cerca de militares más allá de la reunión de mis padres, y en ese momento tuve la fortuna de conocerte... —dijo tomando mi mano con una sonrisa en los labios.
Correspondí a su sonrisa y acaricié sus nudillos con mi pulgar. Observé el lugar intentando que mi mente creara una respuesta creativa para dar, soy a quién peor han amado, ¿qué se supone que diga?
Noté los crayones que le he entregado sobre un cuaderno de dibujo. Sonreí. Creo que si ha sido un regalo útil.
—¿Planeas volver con él? —pregunté.
No contestó de inmediato, de hecho, se quedó varios segundos en silencio y eso debería contar como una respuesta, pero no soy de quienes creen en el silencio como argumento de consideración.
—Quién sabe.
—Pues, ya te diré yo, que sí no lo sabes tú, no creo encontrar una respuesta dentro de mí —dije recostándome a su lado en la cama.
Ella suspiró.
—Gracias por venir a verificar cómo me encontraba. En serio mis amigas no pueden saber que mi matrimonio del que hablamos hace años y planificamos con tanto esfuerzo, no está ni cerca de funcionar.
Sonreí.
—¿Alguna vez dejas de agradecer? —pregunté.
Ella sonrió. Me apoyé sobre mis codos para verla.
—¿Alguna vez dejas de hacer cosas agradables?
—No las hago para que agradezcas. Las hago para que te sientas bien, me agradas y me gusta tu hermano, ¿no debo ser una buena cuñada para que me aceptes?
—Buen punto. Lo lograste, no quiero que esté con alguien más. Si terminan, seguramente te pida que te quedes y lo dejaré irse —bromeó.
Reí.
—Espero que no termine. Estoy cansada de no tener amor de verdad... Tu hermano me hace sentir más cerca de mi meta —comenté.
Ella se levantó.
—Esto merece ser tratado en una cafetería, con unos deliciosos expresos descafeinados. Vamos.
—Te llevaré en mi auto. Espero que no sea un problema —dije rápidamente. Ella asintió.
—Nunca he ido a ningún sitio sin Happy, supongo que para todo hay una primera vez.
—¿Es una especie de guardaespaldas? —pregunté y ella negó — ¿Qué es?
—Mi chofer. Bueno, el chofer de casa, ya sabes...
Reí.
—Por supuesto, lo típico —giré los ojos.
Bajamos la escalera, y vi como Irina acomodaba unos objetos en la alfombra en un orden específico, los observaba con nostalgia y podía notar que realmente no buscaba deshacerse de nada, simplemente los acomodaba.
—Mamá, saldremos a...
La mujer castaña levantó la mirada y las lágrimas escurrieron por sus mejillas, mi corazón enamorado del amor de mi madre me hizo tener una tristeza capaz de llevarme a casa de la dulce Melina para abrazarla toda la noche como cuando era una niña pequeña. Oh, Dios, amo tanto a mi madre.
—Hey... ¿qué ocurre? —preguntó Wanda abrazando a su madre.
Irina suspiró y besó el rostro de la castaña casi idéntica a ella.
—Simplemente extraño cuando ustedes eran mis bebés —susurró y me observó —. Natalia, cariño, ven aquí un momento. Les enseñaré algo.
Irina se dedicó a mostrarnos cada cosa que guardó con amor, detrás de cada pequeño trozo de tela, juguete, biberón, fotografía, calcetines y todo lo que podía ver, no solo estaba claro que ella mantenía un sumo respeto a cada cosa, sino que, además, un dolor enorme la abrumaba cada que mencionaba lo unidos que se encontraban ella y su esposo en cada espera.
—Fueron momentos muy dulces. Tu padre en serio estaba tan emocionado, quería comerse el mundo, y que todos supieran que tras él estábamos Pietro y yo, Pietro, Wanda y yo... Oh, Dios... Y Peter... Él deseaba tanto otro niño.
Wanda la veía con los ojos cristalizados, ella claramente está afectada, pero no sé si sea de las que huyen cuando alguien de su familia los necesita. Jamás me ha tocado ser esa mujer de todas formas, solo hemos sido mamá y yo, creo que por eso comprendo tanto la forma en que se siente. O creo que puedo leerla, lo que en mi mente es igual.
—Mamá, sé que tal vez sientes que papá está distante, pero...
—Amor, no solo lo siento, lo noto. Pero no es necesario hablar de esto ahora...
—¿Entonces cuándo, mamá? —preguntó Wanda —. Porque ese bebé crece y...
—Wanda...
Oh, entonces sigo teniendo buen ojo.
Wanda me observó sonrojada, hice una mueca. Creo que se arrepiente de haberme negado el embarazo de su madre, o quizá no tenía ni idea de eso.
—Tal vez debería hablar con él si cree que es apropiado, y disculpe que me meta en este asunto, pero ser una madre soltera no es un mal camino. Las madres hacen casi todo el trabajo de todas formas... —sonreí.
—¡Natalia! —se quejó la castaña. Irina sonrió.
—Eres un encanto, cielo. Sé que tu madre hizo un trabajo espectacular por la forma en que eres, y lo mucho que mi dulce Pietro, y mi adorada Wanda, te quieren... —dijo ella. Wanda me observó en silencio. Creo que ella desconocía eso de mí.
—Agradezco que tenga una buena imagen de mí, pero creo que... A lo que me gustaría llegar es a algo muy sencillo. Usted es una mujer que, aunque en compañía de su esposo, crió a tres niños, hizo el mayor esfuerzo, conozco mejor a Pietro, sé que es increíbles}, es por eso que somos pareja, pero, además, conozco a Wanda, y es una gran persona... Sé que Peter debe ser exactamente igual, a su manera... No dudaría un solo segundo en que usted sabe lo que hace, y ese bebé estará en buenas manos.
Irina extendió sus brazos y me rodeó con ellos mientras Wanda secaba sus lágrimas con ternura encapsulada en la mirada. Creo que le agrado a mi suegra...
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Wanda.
En la cafetería no podía dejar de pensar en mi madre, allí en el suelo, recolectando recuerdos a través de vejestorios. No he comprendido en lo más mínimo la maternidad, y no se debe a mi poca experiencia, porque sigo siendo diez años más grande que Peter, pude ayudar a mamá en su momento, amaba a mi lindo hermano y sus rulos con aroma a bebé, pero no me siento capaz de entender por qué mi madre desea tanto arriesgar el amor de mi padre y su vida para dar a luz a un bebé, luego de criar a sus hijos y no tener la misma energía que tenía hace veinte años.
—Tu café va a enfriarse —dijo la pelirroja mientras removía la pequeña varilla contra su taza.
—Lo sé... Da igual —murmuré —. Lamento que este momento sea tan intenso o aburrido, tengo demasiado en la cabeza.
—Apágate por un minuto —dijo ella.
Suspiré. Las gotas de lluvia caían por el ventanal de la cafetería. Podía ver a miles de personas ir con sus abrigos en la calle de frente y todos se veían tan abrumados como yo me siento en este momento. Nada cambia.
—No puedo.
—Puedes. Ayer lo has hecho, por la noche. En el auto has dicho que fue una velada fantástica con tus amigos, ellos cuidaron de ti hasta que llegaste a tu casa. Puedo cuidar de ti hasta que regreses a tu casa. No pienses tanto.
Natalia lo decía con una naturalidad especial, ese era un buen regalo, poder apagarme por unos minutos...
—No sé si realmente pueda. Nunca vi a mi familia sentirse tan rota, creo que papá sigue muy molesto por no verme junto a James y no sé si me siento lista para irme, sobre todo ahora que sabes... Lo que ocurre. No podría.
—¿Pietro sabe?
—Solo yo. Me he enterado por accidente y no sé qué tan bueno sea aquello. Mi madre desea tener al bebé, papá al igual que yo, cree que es riesgoso, sin embargo, papá ha estado demasiado irritable. No sé si debería decirte esto, pero golpeó a Peter, sé que mi hermano pequeño es complejo de entender, pero no es un mal niño.
—¿Tu padre es muy controlador?
Negué.
—Él solo desea lo mejor para la familia, le ha costado llegar hasta donde lo hizo, y creo que le preocupa que su familia no sea el ejemplo de buena vida que hemos sido.
—¿Es por eso que realizan tantas festividades al año?
—Alguien hizo la tarea... —bromeé y ella rió. Linda sonrisa.
—Pietro me contó un par de cosas antes de conocerlos. Supongo que puedo decir que manejo lo necesario.
No deseaba hablar mucho más sobre mi familia, quería tomar su oferta de desconectarme, y lo haría.
—Y, sin embargo, yo no sé nada sobre ti, excepto que todo mundo te llama Nataska, pero tu nombre real es Natalia.
Ella sonrió.
—Natasha suena mucho mejor cuando lo dices tú —dijo. Me he sonrojado.
—¿No se dice así?
—Es como quieras... —insistió —. Y no lo digo por hacerte sentir bien. Suena increíble cuando tú lo dices.
Sonreí.
—Gracias... Creo que es mi mayor problema, papá me puso a estudiar idiomas de pequeña y manejo los suficientes como para que mi entonación sea extraña.
—Extrañamente linda, Wanda. Eres una mujer muy lista, además, de inteligente.
Natalia bebió de su café señalándole al mozo que deseaba un poco más. Sonreí viéndola, es muy amable con todo mundo, y conmigo no hace más que ser un ángel caído del cielo, eso me hace sentir diferente a la manera en que me siento con mis otras amigas, creo que no podría estar charlando de esta manera tan libre y sintiéndome tan bien conmigo misma si fuese por estar junto a ellas bebiendo un café. Seguramente los temas de conversación serían los ingresos de la semana, uñas, maquillaje, salones costosos, hombres, sus trabajos como dueñas y jefas...
—¿Sabes? desde que te conocí en el día de mi boda y pude reír con lo ocurrido con el vestido, no dejo de pensar en que eres esa clase de persona que llega a la vida de los demás a darles tanta luz, porque te sobra demasiado.
Ella sonrió.
—Solo soy algo inquieta, quizá un poco ridícula. Me gusta saber qué puedo hacerte reír, Wanda. Me agradas, mucho más allá de mi plan inicial de ganarme tu aprobación para robar a tu atractivo hermano.
Sonreí.
—Pietro tiene tanta suerte de hallarte. No puedo creer que mientras todos pensábamos que sería el soltero codiciado en la eternidad de nuestras fiestas, de pronto encontrara a... —mi mirada se cruzó con la suya —. La mejor mujer que podría encontrar.
Ella bajó la mirada, sus mejillas se tornaron de un rosa intenso, y la vi juguetear nerviosa con sus dedos.
—Pues yo tuve suerte de encontrarlo... Creo que, sin él, habría sido una solterona el resto de mi vida.
Negué. Es imposible.
—No te creo.
—Dos años con el mismo chico. Me dejó, volvió una semana antes de su boda, se acostó conmigo y me confesó que no veía un futuro a mi lado porque cree que no me tomo nada en serio. ¿Lo peor? creí que sería el padre de mis hijos, si eso no es serio, entonces no sé lo que es.
—No... —cubrí mi boca con mis manos —. Es un idiota. No puedo creerlo, ¿quién sería capaz de dejarte? —me quejé.
Ella sonrió.
Nuestras miradas volvieron a cruzarse.
—Es lo mismo que me pregunto sobre ti...
Se veía sincera. Un calor agradable me inundó, ella en serio me agrada. Me agrada tanto que agradezco que Pietro no esté aquí y así yo pueda tener su atención completa para mí. Me hace sentir cómoda, y creo que puedo olvidarme de los problemas cuando estoy a su lado.
Nota:
3/4
—Apolo.
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