20°

Wanda.

La resaca era terrible. Tan terrible que incluso podía sentir como cada nervio de mi cerebro parecía querer huir.

—Maldita cefalea.

Me giré tratando de esconder el rostro entre las sábanas y noté que esta no era mi habitación, tampoco mi casa.

¿Dónde estoy?

Vi el mensaje junto a la cama. Una pastilla y un vaso con agua. "Para no morir de dolor"

Sonreí. Me tomé la pastilla y pasados quince minutos, tomé una ducha. En el baño se encontraba la ropa que presté a Natalia hace unas semanas. Huele muy bien.

Ella preparó todo antes de que yo me despertara, ¿cómo puede funcionar tan bien luego de todo lo que hemos bebido? No tiene sentido.

Joder. Ni siquiera recuerdo la cantidad de cervezas.

Salí de la habitación, y la vergüenza comenzó a florecer. Recordaba mi karaoke, recordaba la caída y sobre todo recordaba mi llanto previo a nuestro espectáculo en total ebriedad. Todo se ve menos grave con alcohol en el cuerpo...

—¿Hola? —dije entrando en la cocina. Bajé la mirada. No quiero verla a los ojos.

—Hola, he preparado tortitas. Espero te gusten, son de aquellas de microondas.

Ella dejó un plato delante mía.

—Y aquí tienes miel y salsas —insistió.

—Gracias... —murmuré.

Se ve delicioso honestamente. 

—No son hechos con harina integral, si es que así los prefieres —dijo ella —. Pero al menos podrás comer algo antes de decidir qué hacer durante el día. Mi madre suele decir que el desayuno es la comida más importante de todo el día.

—Tu madre tiene mucha razón, y sobre eso... No te preocupes, sé que estarán deliciosos —dije sonriente.

Natalia no se sentó conmigo, sin embargo, siguió observándome desde la esquina.

¿Ella no comerá?

—Va a enfriarse —comentó.

—¿No comerás conmigo?

—No suelo desayunar demasiado. Me cae pesado, y hoy tengo un par de sesiones agendadas, ya sabes. Trabajo y más trabajo.

Suspiré. Extraño trabajar.

—Desearía tener esos problemas. Mi ambiente laboral no era malo, estaba casi en todos los turnos con mis mejores amigos.

—¿El muchacho de lindo cabello?

Reí. Vis la adorará en cuanto le diga que han adulado su cabello.

—Sí, su nombre es Vision Odinson. Le dicen Vis, también tengo a Steven conmigo, es mucho menor que Vis y yo, pero lo adoptamos en cuanto llegó al hospital, y realmente somos una buena triada.

Ella sonrió.

—Me recuerda a lo que tengo con Kara y Lena, son pareja. Es como si ellas me hubieran adoptado.

—Oh, en este caso Vis está con Thor, mi otro amigo. Es su marido hace bastante. Steven es soltero, pero también gay. Tengo tres mejores amigos que son gay, grandes muchachos... —comenté.

Le di una mordida al panqueque y sonreí. Dios, es delicioso. El chocolate y la miel le dan un toque único, pero está cocinado al punto perfecto.

—¿Por qué aclaras aquello? —preguntó luego de unos segundos en silencio.

—¿Mhm? —pregunté con un trozo de panqueque en la boca.

—Que son grandes muchachos, es como si intentaras justificar su homosexualidad y no es algo malo.

—Oh, no, no. No soy homofóbica, yo en serio no, lamento haberte dado esa impresión —dije rápidamente —. Simplemente no sabía cómo decirlo, en serio son buenas personas.

—Mis mejores amigas son lesbianas, y son grandes mujeres, pero no debo explicarlo para que no las juzguen. Es su amor, y es lindo, anhelo lo que ellas tienen —dijo Natalia bastante seria.

Mierda. Joder. Creo que la he cagado.

—En serio no lo decía de mala manera, es solo que a mi padre no le agradan mis amigos, y estoy acostumbrada a comentar ciertas cosas después de otras. No quiero que crean que son monstruos o algo.

Ella rió de forma sarcástica y salió de la cocina.

Demonios. En serio no soy homofóbica, incluso encuentro linda a algunas chicas cada tanto, sé apreciar la belleza, yo...

—Son ellas.

Natalia entró con un cuadro de dos chicas. Una rubia y una pelinegra sosteniendo a una bebé.

—Que lindas... —comenté.

—Lucy es mi ahijada. Tiene dos meses. Casi cumplirá los tres, cuando nos encontramos estaba comprando algo para ella —dijo sonriente.

Su sonrisa me contagió aquella alegría. En serio las ama muchísimo, eso es dulce.

—Es lindo que ellas te consideren como la madrina de su bebé.

Ella asintió y cuando iba a dejar el cuadro sobre la encimera, la detuve tomando su mano.

—Lamento sonar idiota con todo esto. En serio no soy... No, no odiaría a alguien por amar diferente, el amor es solo eso, es amor. Es tan complejo que pedirle a alguien que ame de una sola forma es absurdo, es solo que... Mi ambiente me limita en ciertos temas, no soy homofóbica, no creo en la tolerancia, sino en el respeto, pero el respeto para quienes me rodean no es sinónimo de tolerar.

Ella no dijo nada. Acarició mi mano con lentitud y sonrió nuevamente.

—Lamento que sonara a la defensiva. Ellas son mis chicas, y yo defiendo a mis mujeres. En serio no quería asustarte. Somos amigas —insistió sonriente.

Sonreí también.

—Que alivio, porque estos panqueques definitivamente son algo a lo que podría acostumbrarme.

Ella levantó el empaque para enseñarlo.

—Cuatro dólares en una de las tiendas de la gasolinera —rió —. No me da el tiempo cuando trabajo fotografiando clubes nocturnos.

Me sonrojé. ¿Que ella qué?

—¿Donde la gente se desnuda?

Ella rió con fuerza.

Su risa era tan estruendosa que parecía quedarse sin aire incluso.

—Eso es un club diferente. Estos a los que voy son para festejar, ya sabes. Graduaciones, despedidas de soltero o simplemente fiestas. Incluso cumpleaños, te dejaré una tarjeta, quizá alguna vez te animes a ir —dijo ella y negué.

—No, no lo creo. No podría estar sola allí...

—Estaría yo —dijo rápidamente.

Sonreí.

—Bueno, es diferente en aquel caso.

Natalia extendió la tarjeta y enarqué una ceja. Dicho sitio me suena de algo, y no puedo recordar de donde.

De seguro es Peter quien me ha hablado de este sitio. Él debe conocerlo. Es probable.

[•••]

Natalia.

—¿Mis lindas chicas están listas para un día con la tía Nat? —pregunté sonriente.

Lucy seguía con sus manos en los costados y los ojitos cerrados.

—Creo que solo seremos tú y yo, Nat —Lena se encogió de hombros.

—¿Rubia?

—Tengo que encargarme de un nuevo departamento, preciosa —dijo ella besando a su esposa —. Pero Lena cuidará de ambas.

Bufé.

—Lena no me deja hacerle peinados —me quejé.

—No cualquiera puede tocar el cabello de una ejecutiva tan importante —aclaró la pelinegra.

—No cualquiera puede recibir una sesión de belleza de Natasha Romanoff —me quejé yo. 

—No me perderé de mucho —dijo Lena viéndome con desdén. 

Entrecerré los ojos. Ella no podía hablar en serio. 

—Ambas, ya basta. Debo irme y no deseo oír quejas. Si Lucy se despierta, estarán en problemas. Ambas —insistió Kara. 

—Hey, soy una visita. Debes tratarme bien —me quejé. Ella me ignoró. 

La rubia besó a su esposa y luego se despidió de mí con un cálido abrazo. Kara siempre huele bien, creo que es por eso que a Lena le gusta tanto. La gente que huele bien es atractiva y con lo pomposa que es mi pelinegra amiga, creo haber encontrado su talón de Aquiles.

—Todas aquí sabemos que no eres una visita hace bastantes años, Nat. Las amo —dijo yendo a la salida —. A las tres.

Vimos como la rubia desaparecía por la entrada y Lena sonrió. 

—¿Cerveza?

—Sabes cómo comprarme, querida Luthor. 

La vi alejarse en busca de un par de cervezas. Encendí el estéreo en un volumen respetable para no despertar a mi linda ahijada. 

—¿Qué tal la cena con tu fantástico novio musculoso? ¿Cuándo nos lo presentarás? —preguntó. 

Mientras abría mi cerveza, lo medité. No había pensado en el hecho de que Pietro se ha ido y no tengo idea de cuando regresará. No hay manera de contactarlo, excepto por Wanda y su familia. Debería preguntar a la castaña, quizá ella pueda decirme algo sobre mi novio.

—No quiero echar la sal a esto, pero no sé qué tan bueno sea que tuviese que marcharse días después de hacernos novios. 

Lena dio un largo sorbo a su cerveza y reí. Casi la ha acabado. Me sorprende como una empresaria de tanta oficina pueda beber como camionero. 

—¿A dónde ha ido?

—No lo sé. Su ubicación es secreta, eso me ha explicado hace mucho. Pietro es teniente y tiene un escuadrón fuera, en un sector protegido por el ejército. 

Ella se veía sorprendida, con esas cejas alzadas y la mueca en sus labios. No me agrada cuando Lena me ve así. 

—¿Por qué tu cambio de parejas siempre es tan abrupto?

—¿De qué hablas?

—Aún recuerdo al muchacho previo a Tony, un regalito del cielo —dijo con sarcasmo. 

—Bueno, no es relevante. Matt fue...

—¿Un idiota?

—Iba a decir que poco importante, no duramos mucho y no me proyecté jamás con él. Supongo que Tony fue la diferencia con Matt y todos los anteriores. 

—¿Y el soldadito de plomo en que categoría entra? ¿No merece un "Tony Award"?

—Ja, ja —giré mis ojos —. Él tiene su propia categoría. 

Lena rió. 

—Cuéntame más. Ha de ser muy bueno en todo, o debe tener el miembro lo suficientemente ancho como para mantenerte en silencio. 

Comencé a toser con fuerza al oírla decir aquello. 

—¡Lena!

De pronto el llanto de Lucy se hizo presente. Lena hizo una mueca. 

—Tú la despertaste, tú la ayudarás a dormir — dijo sin inmutarse. 

—Lena, jamás he estado con un bebé sin supervisión. 

—Eres su madrina y tutora legal en caso de que mi esposa y yo fallezcamos trágicamente. 

La bebé lloraba cada vez con más fuerza y ante la despreocupación de la ridícula a la que tendrá que decirle "mamá", tuve que ir a rescatarla. En cuanto empujé la puerta de su habitación, un dulce aroma a talco de bebé inundó mi olfato. 

—Hola, Lucy... He venido por ti, cielo.

Lentamente y con calma, me he acercado a la cuna, encontrándome con su rostro húmedo por las lágrimas. Dos meses y ya sé que será una hermosa bebé. 

Su llanto se calmó por unos segundos, y creí que estaba durmiendo, sin embargo, volvió y con creces a los segundos de la paz. 

—Okay, Lucy. Te llevaré al salón con tu madre la borracha de curvas lindas y veremos qué hacer, ¿bien?

La tomé en brazos y sentí como su pequeña boca se acercó a succionar mi cuello. Uh...

—¡Lena, tu hija me quiere comer! —chillé. 

Me giré para encontrarme a la pelinegra documentando todo. 

—El primer día en que la tía Natalia tomó a Lucy en brazos, quiero que cuando veas esto, sepas que tu tía es una cobarde, hija. 

Bufé. Las encías de la pequeña hicieron presión y traté de alejarla, pero solo conseguí lastimarme más, por lo que me detuve. 

—Lucy tiene un problema. De seguro ha visto las cochinadas que haces con su madre, y ya aprendió tus costumbres raras. 

Lena rió. 

—De seguro ha visto a su madre, no siempre la sexy es la culpable —dijo ella con su humildad notoria. 

—Ayúdame con tu bebé —pedí. 

Ella negó y observó sus uñas. 

—Alguna vez tendrás lindos bebés con el militar, debes comenzar a practicar ya mismo. Espero que mi hija sea de utilidad para ti —sonrió —. Iré a buscar algo en la oficina, te veo en media hora. Tiene dos biberones listos, solo debes calentarlos y esperar a que estén tibios para dárselos. Oh, sí, y no olvides dejarla reposar, pero intentar sacar sus gases antes de que duerma o le dolerá la pancita. Un beso, pelirroja. Las amo a ambas —dijo besando nuestros rostros. 

—Lena, no serías capaz...

—Me sorprende que luego de tantos años de amistad, no asumas que soy capaz de dejarte en un precipicio con tal de que aprendas algo. 

Salió del cuarto, la seguí por toda la casa quejándome, y sin embargo ella no escuchó. 

—Ahora sí somos solo tú y yo, Lucy. Las borrachas a las que llamarás madres han huido del país dejándote con una pelirroja negligente. 

Lucy sonrió, de pronto esa sonrisa se transformó en risa, y, de hecho, creo que si podré cuidar bien de ella. Un bebé de dos meses no puede ser un reto tan difícil, ¿no? Es decir, solo debe comer, no tener gases y dormir, ya está. Esto es pan comido. 

—Ya verán, les demostraremos que tú y yo no las necesitamos. 

La bebé rió dejando caer algo de saliva. 

—¿Cómo limpio eso? —pregunté. 

Nota: 

1/3

—Apolo.

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