15°
Wanda.
Natalia se fue acompañada por Harold en el auto de la familia, le he pedido que se encargue de llevar a la señorita Romanova hasta la puerta de su casa, o de lo contrario Pietro se quedará sin novia.
—¡¿Crees que yo busqué esto?! —gritó mamá.
Mi padre no contestó. Pasó junto a ella y se metió hasta su oficina.
—Erik, debemos hablar.
—Irina, he dicho mi última palabra. No tendré otra conversación sobre el tema, es lo último que digo.
Los seguí entrando tras ellos en el despacho de mi padre. He aquí el lugar más especial de la casa, lleno de todo el reconocimiento de un gran hombre...
—No, no es lo último que dirás. No puedes —insistió.
—¿Por qué discuten? ¿Qué ocurrió en el doctor?
—Amor, ve al salón. Este asunto no te corresponde.
—¿Asunto? —dijo mamá enrojecida por la rabia —. Erik Lehnsherr, no es solo un asunto. Se trata de tu hijo.
—¿Le ha ocurrido algo a Pietro? —pregunté espantada.
El mundo se detuvo. Mi respiración era irregular. Traté de inhalar con fuerza, pero mi pecho dolía.
—No, amor. Tus hermanos están bien. Irina, no hagas esto más grande de lo que realmente...
—¡No te atrevas a minimizarlo, Erik! No te permitiré decidir por esto, por mí... —dijo secando sus lágrimas.
—¿Mamá? —dije tomando su mano. Papá apartó la mirada, no dijo más.
Mi madre pasó una de sus manos por sus cabellos canos, lo observó como si no reconociera al hombre tras el escritorio, y lo sé, porque mi madre se veía espantada, y perdida.. Justo como yo con James.
—¿Me dirás qué ocurre o tendré que preguntarle a ella? —dije rápidamente.
Él suspiró. Lo vi encender uno de sus puros y girar la silla de cuero para darme la espalda.
—No preguntes más. Es algo que tendrás que olvidar, y también tu madre...
Su voz se quebró, pero no me permitió verle. Papá jamás dejaría que alguien lo viese débil...
En cuanto salí de su despacho, vi a mamá hablar con Balbina, una mujer inglesa que trabajaba con nosotros desde que soy adolescente.
—No sé que hacer, Balbina. Estoy... Sola en esto, él no entiende razones.
—El señor Lehnsherr ha de estar espantado, señora... No creo que sea por algo en específico...
—¿Espantarse? Ambos sabíamos la posibilidad, no puede simplemente ignorar el hecho y fingir que abortar es lo mejor. No es lo que deseo.
—¿Qué? —pregunté entrando en la cocina. Mamá se giró avergonzada, y Balbina rápidamente habló.
—Niña Wanda, usted no debería escuchar tras las puertas.
—Balbina, he oído lo que han dicho. Mamá...—me acerqué a paso lento — ¿Acaso tú...?
—Sí, cariño. Tengo seis semanas y media. Casi dos meses —susurró cabizbaja.
—Mamá...
No supe qué decir. No era algo que me enojaba como a papá, pero sin embargo me preocupaba como mamá con su edad sería capaz de enfrentar una situación de estas.
—No quiero... que lo hagas ver como un problema, tengo demasiado con tu padre pidiéndome que olvide el "asunto" —sollozó.
Me senté a su lado para tratar de contenerla, no me gusta verla así.
Balbina le acercó una taza de té, y luego otra para mí. Salió en silencio de la cocina y mi madre permaneció con la mirada perdida. Debe estar pensando en muchas cosas...
Un hijo. Un nuevo bebé con 53 años en la espalda, solo puedo pensar en los más de cinco motivos por los que me preocuparía que continúe con este embarazo.
—¿Te encuentras más calmada? —pregunté.
Ella suspiró.
—He estado calmada todo el tiempo, me aterra... Me entristece, más bien, considerar que mi matrimonio acabará.
—Mamá, creo que eso es demasiado extremo de pensar. No considero que papá y tú deban... —comencé y ella negó.
—Wanda, tu padre no desea este bebé, por las razones que tenga. Ambos elegimos que él usaría la protección para protegerme de los efectos de los métodos anticonceptivos femeninos, no quiso una vasectomía, ¿qué esperaba? Porque no creo que fuese algo más que un bebé.
Ella tiene un punto, es decir, lo acordaron, pero papá... Debe estar muy asustado de perder a la mujer de su vida, es preocupante pensar en todo lo que pueden sentir.
—Tal vez está asustado.
—Los exámenes han ido bien, Wanda. Mi salud está bien, yo... Creo que a tu padre no le interesa eso, sino más bien los problemas que pueda tener el bebé.
—Es algo que se debe considerar.
—¡Es mi hijo, Wanda! —insistió —. Si alguien me hubiese dicho que alguno de ustedes tres, tendría una dificultad, yo jamás... No podría tomar esa decisión, son mis hijos, y los amo, más que a nada.
Mi madre sollozó, se puso en pie yendo hasta la encimera. Apoyó las manos contra el mármol, y me pidió espacio. Salí de la cocina sin intentar hacerla entrar en razón, yo no soy madre, desconozco el sentimiento y también lo que sentiría si mi bebé tuviese complicaciones.
Llegué a mi habitación y leí los mensajes de mi esposo.
James B. | cariño, intento no seguir pensando en esto, darte tu espacio, creer que solo fue un impulso, pero en serio no deseo compartir una cama por el resto de mi vida con alguien que no seas tú, Wanda. Eres la mujer de mi vida. 10:20
James B. | fui un imbécil, lo reconozco. Cometí un error y cargaré con eso por siempre, pero deseo arreglar todo. Quiero que confíes en mí. 10:23
James B| Wanda, dame una oportunidad real. Dame ese regalo. 10:25
Los leí, un nudo se alojó en mi garganta, y mis ojos se llenaron de las lágrimas más amargas de todo el mundo.
Lo extraño. Extraño dormir entre sus brazos, sus besos, sus caricias, extraño sentirme como cuando éramos novios, cuando realmente nada malo podría ocurrirnos. Cuando no sabía que él no me amaba en serio... Porque eso dice mi hermano, y mi madre concuerda...
—No puedo... —susurré llevando el móvil hasta mi pecho.
Las lágrimas seguían cayendo sin detenerse, y los pensamientos sobre mi esposo eran cada vez más hostiles.
Me levanté y tomé un viejo lienzo con un par de rayones, necesito distraerme y la única manera adecuada es pintar algo o de lo contrario le contestaré a James, y me arrepentiré luego. Como con mi boda...
[~~~]
Natalia.
El agua escurría por mi cabello húmedo, la camiseta se me pegaba por culpa de eso. Lo detesto, que sensación más desastroza.
—¡Una entrega para la señorita Romanova!
—¡En camino! —dije al interfono y tomé mi móvil.
Le he enviado un par de mensajes a Clint para saber si deseaba verse hoy conmigo, ya que sus hijos se fueron de viaje hoy temprano, y su ánimo estaba por los suelos, sin embargo me ha ignorado.
Abrí la puerta de un tirón, pues en ocasiones se traba. Cosas de casa vieja.
—Soy yo, ¿debo firmar? —pregunté dejando la toalla en la zona de los abrigos.
Unas gotas empaparon mis pies, por lo que me tardé en notar las hermosas flores delante mío.
—Pues, con un beso me basta —dijo Pietro enseñando su rostro tras las hermosas flores.
—Pietro... no era necesario —dije enternecida por su gesto.
—Tal vez no, pero mi hermana insistió en que te merecías esto y más, y tiene razón... —susurró acercándose a mis labios.
Lo besé y sonreí contra sus lindos labios delgados.
—Son preciosas...
Mis manos pasaron por su cuello, él me besó, y con su único brazo libre, me levantó.
—Unos lindos pensamientos para una linda chica que me fascina...
No sé por cuanto tiempo disfruté de sus besos, pero definitivamente no necesitaba detenerme. Él me sostenía como si yo fuese una delicada pluma, y yo le aferraba a él como si fuese una roca.
—Me gustas tanto... —admití rozando mi nariz con la suya. Él se sonrojó.
De forma lenta me dejó en el suelo, y sus manos tomaron la mía.
—Lamento no haber podido traerte. Tuve que resolver unas cosas, además ayer por la noche, Clinton necesitaba un acercamiento y...
—Gracias por ser tan bueno con mi mejor amigo.
—¿Bromeas? Es un encanto. Gran chico.
Pietro parecía sincero, siempre parecía serlo. La honestidad no era algo que le costaba a un hombre como él.
—Es un gran hombre, lo conozco desde la universidad, y en serio ha hecho de mi vida y la de otros, mucho mejor que antes.
—Es padre, ¿no? —dijo dejándome en el suelo.
Avancé para dejar los pensamientos en un lindo florero que mamá pintó en su momento.
—Sí, tiene al pequeño Nathaniel, y a sus dos mellizos bebés, Lila y Cooper. Su ex esposa los dio a luz un mes antes de la firma del divorcio... —hice una mueca.
Él se sentó en uno de los banquillos junto a la encimera, y noté como le daba vueltas a la situación.
—Tres niños. Es bastante joven para tener tres hijos.
—Tiene 32 es una edad buena para pensar en familia supongo —murmuré.
—Yo tengo 34, y no creo que esté pasado de fecha.
Sonreí.
—Tampoco lo creo, pero tengo 28, mi vida no acabará con los treinta, pero planeo tener hijos alguna vez.
Él asintió en silencio.
—¿A dónde va lo nuestro? —preguntó tomando mi mano —. Puedo... Asegurar que me siento por ti como jamás me sentí por otra mujer, y no quiero dejar de sentirme así.
Acerqué el dorso de mi mano hasta su mejilla, y lo acaricié. Es un buen hombre.
—Quiero ser honesta contigo, Pietro. Salí hace unos meses de la relación más larga que tuve en mi vida, y aunque ya no tengo contacto con él. Lo quiero, no me gustaría lastimarte, porque en serio me gustas, y me gusta como eres conmigo, la forma en que tratas a todos, yo...
—Se mi novia, luego pensaremos en lo que sentimos —dijo él —. No quiero perder esto, no luego de pasarme la vida de enfrentamiento en enfrentamiento, sin conseguir una mujer que me entregue la paz que tú me brindas.
No sabía que contestar, es decir, es rápido, muy intenso, pero no me gusta la idea de creer que por temor, dejaré escapar a quien realmente es para mí.
—Claro que sí —dije uniendo nuestros labios.
Pietro sonrió durante el beso, y me tomó por la cintura dejándome sobre su regazo.
No tardamos demasiado en llegar a mi habitación, esta vez ambos elegimos observarnos con adoración a los ojos mientras sentía su miembro tomar posesión de mi interior.
Escondí mi rostro en su cuello, aquella cadena plateada que tenía una descripción de su rango y zona se movía delante de mí con cada embestida, estaba obsesionada con ese movimiento continuo, el sudor que caía entre el vello en su pecho, y los lunares que adornaban su cuello y brazos.
—Pietro... —susurré manteniendo las manos fijas en su collar.
—Es por mi escuadrón —jadeó él y se lo quitó para dejarlo en mi mesita de noche.
—Es lindo, me gusta como se te ve... —admití perturbada por su lejanía.
Realmente quiero seguir en esto. Lo atraje de un tirón, y él volvió a besarme, tomó mis manos y las dejó sobre mi cabeza. El vaivén de sus caderas no dejaba indiferente a mis gemidos que escapaban de mí como si cada embestida fuese una nota diferente en un pentagrama armado por el Dios del sexo. Definitivamente es muy bueno en esto.
En cuanto acabamos, un llamado lo obligó a irse, prometiendo volver mañana.
Entre mis cuestionamientos sobre mi relación con aquel hombre uniformado, mi ex, y el hecho de que ninguna de mis amigas lo conoce, excepto por Clint... noté que algo brillaba en la mesita de noche. Su cadena de plata con una inscripción.
James H. Howlett.
James, ¿es un lugar?
Para no perderla, acomodé el collar en mi cuello. Observé mi reflejo en el espejo del baño, y sonreí al ver las marcas de Pietro en mí.
Ya deseo verlo.
Natalia|creo que ya tengo novio, Clint. ¿Esto me hace más interesante que tú?
Mi mejor amigo leyó rápidamente el mensaje.
Ha de estar emocionado.
Nota:
1/(?)
—Apolo.
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