Mi primero de muchos "Holas"

Caminaba lentamente, estaba a dos pasos para ingresar a la puerta del patio delantero, miré el largo pasto sin podar y la desgastada casa del perro vacía.

Estaba frente a frente de la reja, tenía una pesada y gruesa cadena con un candado cerrado que la unía, solté un suspiro y saqué la llave de mi bolsillo del pantalón.

Abrí el candado con tranquilidad, no es como si fuese demasiado importante que entrase o no, ya había dejado de ser útil hace años.

Desde el accidente perdí todo lo que amé, y es imposible que lo vuelva a recuperar.

Caminé hacia la puerta de la casa, escuchaba los gritos de los gemelos luchando por el control remoto, Cucky ladraba sin parar, otra vez lo dejaron entrar.

Reí al pensar las marcas de las patas enlodadas en el suelo, como siempre se vienen los gritos de Kyoka, regañándoles.

A mi y a ellos, porque yo aceptaré que esté el cachorro jugando con Hikaru y Hana, ellos siempre me piden con sus caritas de perro que les de permiso y yo obviamente les digo que sí.

Coloqué la llave en la manilla y recordé ese líquido carmesí brotando de mi frente.

Cerré los ojos e ingresé al interior de la casa.

Maldita memoria, siempre recordando los bellos momentos y luego repentinamente los malos para opacarlos.

La sala de estar estaba vacía, como si nada hubiese pasado, observé el suelo en búsqueda de huellas, al parecer las limpiaron.

Me mordí el labio al cruzar por la habitación de Hikaru, el sonido de su teclado siendo tocado, era una hermosa melodía, sabía que él sería mejor que yo.

Abrí un poco la puerta de la habitación de Hana, al parecer estaba jugando con sus muñecas.

Le cerré la puerta en silencio, apreté mis puños, cerré los ojos con fuerza, quería despertar de una vez por todas.

Ingresé al baño, me lavé las manos y me miré al espejo, últimamente mi cabello lo había descuidado, estaba demasiado largo y tenía un par de canas.

Me sequé las manos y salí del baño, fui a la cocina y saqué una bebida en lata del refrigerador y me eché en el sofá.

Abrí la bebida y estalló salpicando mi camisa y pantalones.

La vida era una mierda, pero esas manchas me recordaron ese día en que la volví a ver.

Sonreí con amargura, y cerré los ojos intentando sumergirme en los buenos recuerdos.

Recuerdo tener 17 años y estaba corriendo agotado en plena luz del día, el calor era horrible y húmedo.

Siempre he odiado el calor, pero desde ese caluroso día comenzó mi gusto por las bebidas en lata.

Caminando por la vereda me topé con el reciente restaurante de la familia Jiro, si no me equivoco llevaba solo un año abierta, sin dudas era muy llamativa, parecía haber sido sacada de esas películas antiguas de los años 50' o 70'.

Ingresé al local, tenía demasiada curiosidad y al fin tenía la necesidad, y el tiempo de comprar algo.

Cuando abrí la puerta los colores pasteles del lugar me sorprendieron, los asientos de cuero, el suelo de baldosas blancas y negras, brillaban ante la limpieza, al igual que los mesones.

Era un entorno agradable, y era cómodo para cualquier tipo de personas, ya sean adolescentes o familias.

Y se podía notar con la cantidad de personas que habían comprando helados y pasteles para llevar, sin olvidar las personas sentadas comiendo.

En los últimos asientos vi a unos chicos de mi edad comiendo alegres y bebiendo sus malteadas.

Se veían tan despreocupados, sin preocupaciones reales, el deber de la mayoría son los estudios y comportarse.

Y luego estaban los chicos como yo, que prefieren dejar el sistema educativo y sus hogares por el miedo de ser lastimado.

La diferencia mía con las de otros chicos que vivían en ese lugar, es solo suerte.

Solo robé un poco de dinero de ellos para subir en un bus y largarme a otro lugar donde nadie volvería a lastimarme.

Al recordar miré mis manos, siempre he odiado esta memoria, con el simple hecho de recordar a la perfección cada momento en que sufrí en mi vida sin omisiones por el shock, me causa escalofríos.

Siempre he creído que mi memoria sería la causante de mi sufrimiento.

Y lo es.

Luego de unos largos minutos de espera compré una fría lata de Coca Cola, y una hamburguesa.

Deseaba sentarme en esos asientos de cuero llamativos.

Esa era una de las ventajas de trabajar, tenías tu propio dinero y eras tu mismo quien lo manejaba.

Y al ser una persona soltera, que no tiene vicios y es desinteresada en los productos materiales que no sean de utilidad, puede darse el gusto de vez en cuando comprar algo delicioso para comer.

Me senté en los asientos, eran cómodos, nunca me había sentado en algo así.

Sonreí al pensar que el asiento que uso para tocar el piano fuese tan cómodo como estos.

Odiaba estar tantas horas sentado, a veces me paraba para tocar el piano, todos creían que era para darle un toque al espectáculo, pero los motivos eran completamente distintos.

Sentía demasiada incomodidad en el cuerpo, principalmente en las rodillas, pero estaba seguro de que eso no era nada en comparación hacia otros duros trabajos.

Cuando llegó la comida le agradecí a la joven camarera, era muy interesante verla usar patines.

El ambiente era totalmente distinto al del bar, en ese lugar todo era oscuro y las personas que iban siempre eran adultos que tenían un carácter depresivo.

Al menos mi meta era alegrarles un poco las noches con mis canciones, ya que en ese punto mis melodías eran más alegres.

Me gustaba ser el pianista de bar, fue mi primer trabajo y mi favorito, pero crecer significa buscar mejores oportunidades.

Abrí la lata de la bebida y estalló mojando por completo mi camiseta, parte de la mesa y el suelo.

Recuerdo que iba a decir unas cuantas groserías en voz baja, pero alguien llegó rápidamente.

-Disculpa lo sucedido con la bebida- Dijo esa voz que se quedaría marcada por el resto de mi vida.

Era el sonido más hermoso, incluso superaba a cualquier melodía que había escuchado en ese entonces y actualmente.

La miré y abrí los ojos sorprendido, era esa chica de cabellos morados, era Kyoka.

No supe que decir, hace mucho que no hablaba con chicas de mi edad, y mucho menos una chica como ella.

De cerca era más hermosa, en la oscuridad se veía bien, pero a la luz del día se veía mejor.

Sentía mi corazón palpitar como loco, no tenía idea de lo que ocurría, ¿Era posible sentirse enamorado de alguien a quien jamás le has hablado?

Al parecer en mi caso sí, y me agradaba ese loco sentimiento.

Ella me miró extrañada y comenzó a secar la mesa con un paño, sorprendido me detuve a analizar la situación.

Al parecer Kyoka era una camarera del lugar.

Una vez que terminó dijo de forma educada -Te vamos a traer otra bebida por lo sucedido.

Es en ese momento en que se me salió un tímido y nervioso "hola".

Me sentía muy avergonzado, no tenía ningún sentido la palabra, pero quería decirla.

Lamentablemente ella se había ido y otro chico dejó la bebida.

Había perdido mi primera oportunidad para poder al fin conocerla, pero al menos sabía que ella trabajaba en ese local y en algún momento podría decirle "hola".

Esa noche toqué el piano más emocionado que nunca, me sentía feliz de que por fin la había encontrado.

-¡Te encontré mi chica de los sueños!

Las personas aplaudían, me sentía estúpidamente enamorado.

Abrí los ojos y continué bebiendo mi Coca Cola, me gustaba recordar esos sucesos repentinamente, en definitiva era una maldición, pero sin ellos estaría solo en esta casa.

Miré el reloj de la pared, eran las siete de la tarde, tenía que preparar la cena.

Me levanté del sofá, y caminé hacia la habitación de Hana, iba a golpear la puerta, pero negué con la cabeza.

Al pasar frente a la habitación de Hikaru, decidí mejor ignorar el sonido del teclado, no tenía sentido abrir la puerta y encontrar solo un recuerdo del pasado.

El comer solo ya se había convertido en algo natural y amargo, el silencio era molesto, mi vida siempre tuvo sonido, ya sean los gritos de mis padres, el bullicio del bar, el piano, Kyoka y los gemelos.

Los dos últimos son mis favoritos, odiaba mi situación, pero simplemente no podía superar todo, estaba encerrado en estos recuerdos.

Al terminar de comer, fui al baño para ducharme, necesitaba una buena ducha antes de dormir.

El agua tibia caía sobre mi cabeza, el sonido era complemente relajante, el mejor momento del día es cuando me baño, solo el agua y yo.

Miré la regadera y dejé que el agua cayese en mi frente, cerré los ojos y sonreí.

Recuerdo como comencé a comer la mayoría del tiempo en ese restaurante, ya no era solo para ver a Kyoka, me daba gusto estar en ese lugar, era un contraste a mi vida nocturna.

Datos interesantes que descubrí, Kyoka era la hija de los dueños del lugar, solo eso aprendí de ella, tampoco quería ser un acosador y preguntarles a otros como era esa chica.

Quería descubrir quién era Kyoka Jiro en persona, conocerla de verdad, no quería que otros me dijesen cómo era su forma de ser, porque puede que estén equivocados y quiero que sea una sorpresa todo lo que provenga de ella.

Desgraciadamente, Kyoka nunca me servía la comida, meses asistiendo a ese restaurante esperando conocerla de esa forma casual, sin forzar nada y parecer un acosador, pero el destino no quería que yo le hablase.

Seis meses habían pasado desde que comencé a ir a ese restaurante, durante ese tiempo el matrimonio Jiro colocó instrumentos musicales y un pequeño escenario, en el cual ciertos días durante la noche eran tocados por músicos.

En mi caso siempre me llamó la atención ese pequeño piano llamativo de color violeta, quería tocarlo, pero no podía llegar y simplemente sentarme en el banquillo y tocar.

Un día no lo soporté más, vi a Kyoka hablando con un chico muy atractivo, éste le coqueteaba y ella lo ignoraba completamente, eso me alegró un poco.

Pero yo quería demostrarle lo genial que podía llegar a ser, sin tener que hablarle, porque sabía que a este paso nunca lo haría.

Me levanté del asiento con determinación, nunca tuve pánico escénico y sé que no me equivocaré.

Las personas se me quedaron mirando extrañadas, pero los ignoré y fui al lugar con una sonrisa de oreja a oreja.

Me senté los camareros me observaron, por un momento vi cómo Kyoka me iba a decir algo, pero hice oídos sordos, me senté y comencé hacer lo que mejor se me daba en el mundo.

Tocar el piano.

-Desearía decirte Hola...

Comencé a tocar más rápido, en ese momento éramos la música y yo, nadie podía distraerme hasta terminar la canción.

-Solo soy un pianista de bar, no sé que más te podría dar...

Lentamente fui bajando el ritmo, me gustaba ese piano, tenía algo especial, ni idea qué, sonaba igual que otros, tal vez era el lugar o que al fin podía tocarle una canción a la chica de mis sueños.

Al dejar de tocar escuché los aplausos, no sabía cuánto había tardado en terminar, pero habían más personas, me sentía un tanto avergonzado ante el nuevo público, pero alguien se me acercó.

-Kaminari, no sabía que tocabas aquí también- Dijo el Señor Kirishima emocionado -Me alegra verte en un lugar así, tienes veinte años, un lugar más alegre es ideal para ti.

Sonreí ante lo dicho, ¿Cómo decirle a ese agradable señor que recién cumplí diecisiete y que me conoció con tan solo quince años?

Solo el dueño sabe mi edad real, un secreto que le pedí solo para no tener que volver a las calles, obviamente un adolescente no puede trabajar en un bar.

-Solo vengo a comer a este lugar, decidí tocar el piano por curiosidad- Mentí, no iba a decirle que lo hice para darme a conocer a la chica que me gusta, pero que no conozco.

Me bajé del escenario y miré el reloj de mi muñeca, debía irme al bar para ayudar a acomodar las cosas antes de que abriesen sus puertas.

Muchos podrían decir que mi vida en esa época era monótona, pero no era en absoluto aburrida, siempre habían nuevas personas en el bar, creaba distintas canciones, ninguna noche era igual a la anterior.

Esa noche toqué emocionado, no tenía idea si Kyoka entendió que cada palabra era para ella, y mucho menos si le gustó mi voz o como toqué, pero esa era mi forma de decirle hola, debo admitir que era poco convencional.

Al día siguiente volví al restaurante, iba a pedir una hamburguesa y ella me atendió, abrí la boca para decir algo, pero otra vez me acobardé.

-Hola, me gusta como tocas el piano- Dijo ella sonriéndome.

Esa fue la primera sonrisa que ella me regaló, y con ello comprendí que mi corazón le pertenecía a una persona que ni siquiera yo mismo conocía, y vaya que me daba miedo conocerla.

-Muchas gracias- Dije con nerviosismo y continué -Mi nombre es Kaminari Denki.

-Un gusto Kaminari, soy Jiro Kyoka- Dijo divertida -Aunque supongo que ya lo sabes, después de todo vienes todo el tiempo a comer.

Abrí la boca sorprendido, sentí mi rostro arder, al menos sé que nunca fui invisible para ella.

-Pensé que seguirías quedándote callado observándome como un acosador- Dijo sin más, no parecía para nada enojada, en realidad sonreía divertida al decir eso.

-Para tener veinte años eres muy cobarde- Dijo sin más -Aunque te ves más joven, pensé que de seguro tenías catorce.

Fruncí el ceño ante lo dicho, cobarde no lo iba a negar si nos referimos a hablarle a las chicas, pero ¿catorce años?

-Tengo diecisiete años, no soy un niñato- Dije amurrado ante lo dicho.

Ella río por lo dicho y respondió -Así que tienes mi edad... ¿Por qué el Señor Kirishima dijo que tenías esa edad?

Al decir eso me puso nervioso, podía ser la chica de mis sueños, pero tan estúpido no era para decirle a la primera "hui y debo fingir ser mayor para poder trabajar y tener techo".

-Algún día te lo contaré- Dije con un intento fallido de chico misterioso.

Kyoka levantó una ceja extrañada, iba a decir algo, pero la interrumpí -No le digas a nadie mi edad, me harías un gran favor.

-Okey- Dijo con una leve sonrisa, luego preguntó qué era lo que quería...

Por mi mente pasó la frase "una cita", pero dije -Una hamburguesa y una Coca Cola por favor.

Ella se marchó, y a los minutos trajo dos hamburguesas y dos Coca Colas...

Hoy en día atesoro ese recuerdo como una primera cita.

Abrí los ojos y golpeé con mi puño la pared de la ducha.

Ducharme era lo mejor, porque mis mejillas son limpiadas rápidamente por el agua, ¿Qué mejor que las lágrimas se vayan con el agua de la ducha?

Sonreí con amargura y luego sollocé, ¿Por qué no fui yo?

¿Por qué la vida intenta arrebatarme al amor de mi vida?

Salí de la ducha, otra noche más sin ella a mi lado, otra noche más sumergido en las pesadillas del pasado.

Odio amar.

Extraño las noches en familia, extraño enseñarle a los niños tocar el piano, extraño escucharla cantar.

Amarla duele.

Pero duele más dejar de amarla...

Kyoka, regresa a mi.

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