❦Photography❦

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Emma sólo quería ir a un lugar bonito.

Emma sólo quería huir de su pasado.

Emma simplemente huyó de todos los problemas que la atormentaban, y terminó tan lejos de casa.

Emma terminó ni más ni menos que en la nada misma, donde cree que siempre ha pertenecido, pero no le importa.

No le importa porque ya nadie le hará daño, y porque aquella ciudad de luces artificiales la ha acogido con el viento y las lágrimas, y con el marchitar de su alma.

Pero ella está bien.

—¿No vas a comer?— escucha de pronto, sacándola con violencia de sus negruzcos pensamientos y haciendo que levante su mirada opaca, la cual capta a un chico de ojitos azules y curiosos. Emma le mira sin mucho interés para luego tocar vagamente su comida.

—No tengo hambre, perdón por hacer perder tu tiempo, pero...— murmura, buscando los pocos billetes en su pantalón para entregárselos —. Toma, es por la comida.

El de hebras plateadas la mira extrañado, para luego girar el rostro, como si no quisiera que alguien viera lo que va a hacer, y un poco más tranquilo, la pelirroja ve cómo le devuelve el dinero y corta la distancia un poco.

—No eres de por aquí, ¿cierto?— pregunta, a lo que ella titubea.

—No...

—Humm, eres extranjera— afirma entonces, causando que la chica con la vista perdida asienta débil. El mesero de sonrisa bonita frunce el ceño y lanza un lastimero suspiro, para posar su mano en el hombro femenino —. Si este es tu primer día, seguro no tienes donde quedarte.

—Me las arreglaré luego.

—Mi turno acaba en una hora, espérame y podré ayudarte, es peligroso que andes sola por una ciudad que no conoces.

—Pero...

—Mi nombre es Norman Minerva, y no te preocupes, soy un buen chico.

—Bienvenida a mi hogar, es pequeño y no es muy bonito, pero es lo único que tengo.— alega el chico junto al tintineo de sus llaves, extrañamente feliz de recibirla y decorando su rostro con una sonrisa amable. Emma se adentra y mira con detenimiento el cuarto, hay miles de libros viejos en una esquina, junto con algunos vinilos en la otra, además de una amplia ventana empañada de polvo y una adorable cocina vacía.

—Está bien, no hay ningún problema, es agradable.— pronuncia suave, haciendo que el albino sonría ampliamente y asienta animado, dejando algunas bolsas que trajo desde que salieron de su trabajo en la gastada mesa que decora el centro de la habitación.

—Si estás cansada puedes tomar un baño, no tengo problemas con eso, Emma.— recomienda Norman, acomodando una que otra cosa. La pelirroja asiente algo perdida, la actitud del chico la desconcertaba y eso no causaba en ella la mejor sensación, porque recuerda que nada es gratis en la vida, y que no puede haber gente tan buena.

Que no existe, y ella no quiere caer en mentiras de pesadilla que se muestran dulcemente pintadas de rosa inocencia.

—Yo...— balbucea, llamando la atención del muchacho, quería dejar las cosas claras —. Sólo para que entiendas, no voy a tener sexo contigo.— libera, como si se tratase de lo más nimio.

Norman para de limpiar su cámara para abrir en grande sus orbes cielo.

—¿Qué?— es lo único que se le ocurre decir.

—No quiero tener sexo contigo.— aclara firme la de orbes verdes, sintiéndose extraña al mirar con atención cómo la expresión del muchacho se pinta en decepción, sin embargo, este la borra rápidamente y respira, para sonreír muy débil.

Emma no le entiende.

—Ah... Te diría que te vayas por creer que te estoy ayudando únicamente para eso, no obstante, no lo haré porque no sé lo que has pasado para creer que debes dar algo a cambio por ayuda.— explica, regresando su atención a su vieja cámara y sonreírle a esta, como si fuese lo más valioso (y bueno, Emma cree que lo es después de analizar el cuarto en el que vive).

La pelirroja queda perpleja, sintiendo la culpa asfixiarla lentamente, haciendo que baje la mirada y mueva con nervios sus dedos. No lo entendía, o quizá lo hacía, sólo que le parecía extraño, porque si se pone a pensar, nunca nadie había sido tan bueno con ella.

—Yo...— murmura quedito —. Perdóname, no quería ofenderte.— admite, con vergüenza carmesí decorando sus mejillas y ojos hechos cristal por las lágrimas. Su actitud no había sido la correcta, pero al chico parece no importarle.

En realidad, el chico parece estar más atento en su vieja cámara.

—Tranquila, está bien, seguro tuviste una vida dura hasta aquí.— alega comprensivo, esta vez mirándola fijamente. Emma baja nuevamente su rostro, mientras siente cómo el muchacho se acerca y acaricia su hombro cálidamente, como si quisiera darle fuerzas.

Y es que, extrañamente, a Norman le dolía mucho mirar a esa chica.

—Quizá.

Los días dorados de otoño murieron, dando paso a los días grises y fríos de invierno, y aunque Emma en un inicio pensó quedarse en aquel pequeño cuarto durante solo una semana, ésta únicamente se extendió al lado de Norman, quien le había dicho que podía quedarse el tiempo que quisiera, hasta que ella se sintiera mejor.

—Creo que eso... No pasará nunca.— le contestó una vez, haciendo que el albino le mire, no con pena, sino con una dulce comprensión.

Emma se sentía tan extraña al ser tratada de una forma tan bonita, que le lastimaba.

—Créeme, ese día llegará, y sabrás que deberás dejar este lugar.— habló él, y la de hebras rojizas solo quería llorar.

Quería llorar por todo lo malo que le había pasado.

Quería llorar por todas las veces que se había lastimado.

Quería llorar por el hórrido pasado que ella misma había creado, únicamente para complacer a personas y no quedarse sola.

Quería llorar porque había sido abandonada por las personas que creía amar, y que nunca la amaron.

Quería llorar porque no sabía cuándo llegaría aquel día en que se sintiera bien, y qué haría cuando eso pasase, porque, según ella recuerda, nunca estuvo bien.

—Estoy tan perdida, Norman...

—No estás perdida— contestó, tan tranquilo y tan cálido, que en ese entonces, ella pensó que alguien como él no era real, no lo podía ser —, solo estás deambulando, Emma.

Y ante esas palabras, ella lloró.

Pero así como dijo el chico de la eterna y adorable sonrisa, lentamente todo en su corazón se calmó con los días fríos de invierno, y aunque para ella eran muchos, y sentía que se estaba aprovechando del buen corazón de Norman, este no demostraba molestia alguna por su estadía. Al contrario, el chico la trataba tan bien como el primer día en que se conocieron, y aunque al principio fue difícil para la pelirroja confiar en él, por más pura que pareciera su aura, ella terminó por tomarle cariño al muchacho de sonrisa bonita y mirada cálida.

Por eso, en esa noche iluminada por las luces ambarinas de los faroles, una tranquila Emma paseaba por la pequeña "sala" del chico, quien feliz terminaba de comer y lavaba los cubiertos que había utilizado.

Al danzar amena y descalza por esas cuatros paredes, la pelirroja por un pequeño y descuidado tropezón, hizo caer una manta blanca y polvorienta, dejando a la vista de sus orbes verdes un gran lienzo lleno de fotos.

—¿Quién es él?— preguntó enseguida, llamando la atención del albino.

—Oh...— murmuró Norman, marchitando la sonrisa que había en su rostro —. Es muy bello, ¿verdad?

—Sí, definitivamente lo es, y realmente es envidiable, ¿eres su acosador o algo así para tener tantas fotos de él?— interroga curiosa, acariciando las fotos esparcidas prolijamente en el lienzo, aquel que ahora ella sabía que siempre se escondía por una manta.

Norman suelta una risa.

—A veces me preocupa mucho lo que dices, Emma.— admite, y la pelirroja solo se encoje de hombros, pero ríe de igual forma.

—Lo siento lo siento, digo muchas veces lo primero que se me viene a la mente, ¿cómo se llama?

—Ray.

—Ray...— murmura feliz —. Es un nombre hermoso para un hermoso chico.

—Sí, claro que lo es.— afirma el muchacho, alejando con sutileza a la fémina para así volver a cubrir aquel lienzo repleto de fotografías. Emma se da cuenta de aquello, como también se da cuenta de la expresión dolorosa del albino, quien queda en silencio momentáneamente para luego soltar un suspiro lastimero.

A Emma le llena de tristeza eso, nunca había visto a Norman de esa forma.

—¿Es tu novio?— suelta la interrogante con timidez, y el albino parpadea con un ligero meneo de cabeza, sonriendo a la nada para luego depositar sus orbes de cielo bonito sobre ella.

—¿Quieres que te cuente algo gracioso de mí, Emma?— habla el muchacho, a lo que la nombrada asiente sin dudar.

—Claro.

—Soy el peor fotógrafo de todos.

—Eso no es cierto.— refuta la chica, con el ceño fruncido ante tal mentira, era evidente que Norman era un profesional, llevaba aquel arte en todo su ser y una clara muestra de eso eran todas las fotografías que había admirado de aquel joven.

Norman niega, haciendo que la pelirroja dibuje una mueca disgustada.

—Realmente lo soy, se supone que tengo una cámara para tomar fotos y conseguir algo de dinero, y antes lo hacía...— explica, tratando de sonar firme cuando su voz parece temblar cada vez que abre la boca. Emma se acerca y toma sus manos, Norman las aleja, como si no quisiera que ella lo tocara, ante eso la pelirroja baja la vista y el albino pide disculpas por su actitud, pero la chiquilla solo niega, porque ella también quiere ser igual de comprensiva como él, así que sonríe y le anima a continuar —. Antes podía, pero entonces conocí a alguien que eclipsó mi mundo... Lo amaba tanto, y también lo hacía mi arte, así que desde que lo conocí, nunca volví a tomarle fotos a alguien más que no sea él.

—¿A nadie?— interroga, algo extrañada.

Norman sonríe y asiente, con los orbes hechos triste cristal —Nadie, sólo a él.

—¿Y dónde está él ahora?

—Debe estar siendo hermoso por algún lado, ya sabes.— responde sonriente, acariciando su cámara para dejarla con delicadeza en la mesa del centro. Emma no pregunta más, entiende que algo malo pasó, algo que hace que el corazón del muchacho se marchite con gran facilidad.

La pelirroja suavemente deposita su mano en el hombro del contrario, quien sorprendido se tensa ante el contacto, sin embargo, al sentir los labios de la chica en su mejilla, se paraliza. Emma suelta una débil risa y regala palmaditas en la amplia espalda del más alto.

—El hermoso joven de tus fotografías... Tiene ojos de amor al mirar la cámara.

Emma sale de casa.

Norman llora un mar de lágrimas.

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No me preguntes qué hice, porque no sé qué hice ./////.)🌼

🌻¡Muchísimas gracias por leer, amada y amado lector, los amo mucho!🌻

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