México, Jalisco

Durante dos años estudié Abogacía, pero al final parecía haber sido en vano, ya que mi hermano, el poderoso líder del cartel de Jalisco, quería que siguiera sus pasos en los mismos negocios. Enzo Fernández, también conocido como Sexo Fernández, fue un padre para mí cuando nos abandonaron, y sé que se involucró en este mundo por mi bienestar. Le debo todo a ese hombre y nunca podré quejarme, pues gracias a él nunca me faltó nada.
En este momento, mi hermano me pedía que dejara la Abogacía y me uniera al Cartel. Sin embargo, me preocupaba cuál sería mi rol en ese mundo, ya que los mafiosos suelen ser machistas y no aceptan fácilmente a mujeres en sus filas. La situación me dejaba cuestionándome si podría encontrar mi lugar en ese ambiente y enfrentar los desafíos que se presentarían.

Tenía que aceptar, pero mi condición iba a ser que si no me gustaba no me obligue a estar ahí.
Dividida me dirigí a su habitación. Cuando llegue, abrí la puerta y solté de mis labios

—Lo voy a hacer.—Me mira sorprendido y me sonríe.