XXV | "Πύλη του Τάρταρου" |
| Español: Puerta del Tártaro |
John
—¿Cómo vamos a entrar? —preguntaba Hannah.
Después de saber el paradero de Sonea, no necesitamos la aprobación del Consejo.
Bueno, al menos yo no.
Era mi pelea, iba a acabar con todo esto pero, sorprendentemente, todos los cónsules aprobaron mi excursión. Y no iba solo.
Hannah, Eduardo y su guardia negra me iban a acompañar, Christina se quedaría junto a Gabriella y Odette para proteger al Arrabal.
Partimos casi al anochecer.
Y tengo el placer de anunciar que tardamos seis horas en llegar. Amo la tecnología que Gaby está implementando en el Metro. Durante nuestra travesía, le conté mi historia completa a Eduardo.
En estos instantes, podemos observar por una ventana al Gran Teatro Real. El paisaje es distinto al que me describieron hace años.
Las calles se encontraban limpias, sin chatarra, sin muerte. Los Antiguos habían comenzado a expandirse; la hermosa puerta de bronce y madera relucía y daba solemnidad a la fachada. Todos los cristales se encontraban reparados y a su vez, habían reparado los vitrales.
Parecía un teatro en condiciones, sin embargo, ahora era una fortaleza y ahora mismo estamos pensando cómo sacarlos de ahí.
—Tendrán la puerta hasta la madre de armas y munición —respondió Eduardo, mientras analizaba el improvisado croquis. Señaló con un dedo la puerta—. Ellos esperan que entremos por ahí.
—No es la única entrada —dije en voz baja. Los presentes posaron su mirada en mi—. Me refiero a que existe la entrada del Metro.
—Pero la derrumbarse... —exclamó Hanny.
—Lo sé —respondí—. Por eso sé que no se lo esperan.
» Miren. —Tomé la carta de las líneas del subterráneo, la puse encima del improvisado croquis—. Cuando escapé, dejé un carro de dinamita escondido, lejos del rango de explosión y oculto a las miradas.
—¿Que hiciste qué pendejada? —preguntó burlón Eduardo.
—Exploté la entrada hace años, esos datos no son de mayor importancia en estos instantes. —Alcé la mano para restarle importancia—. Como sea, si calculamos bien, podremos derribar la entrada del Metro y entrar por ahí.
—¿Pero eso no alertará a los demás? —Eduardo volvía a preguntar, estaba cruzado de brazos, reposando sobre la pared. Asentí—. Por eso, yo voy a entrar por la puerta principal.
—No —ordenó Hannah.
—Ellos me esperan a mi, no a ustedes. Si yo entro ustedes hacen estallar abajo y entrarán de forma rápida.
—Me niego a que te entreguemos. —El puño de mi esposa impactó en la mesa—. Me contaste una historia en donde la mayoría de personas importantes te odian; saliste apenas con vida, ¿y quieres entrar tú solo? ¡Ni pensarlo! Sigo siendo tu superior y te prohíbo que hagas...
—Lo hará —cortó Eduardo—. Sí, eres su superior; pero yo soy tu superior. Así que, entrarás y les harás creer que ganaron.
»Pero esos pendejos no se esperan que entremos por detrás...
—Sí, es lo que dije —respondí con obviedad.
—Creo que no me expliqué con cuidado. —Eduardo miró a través de la ventana—. Hay una entrada que ni ellos conocen, solo conocían los actores principales.
—¿Y tú cómo la conociste? —pregunté.
—Una vieja amiga, Kassandra, era actriz y una vez me enseñó ese pasadizo —respondió con ligereza—. Se encuentra en lo que ellos llamaron "el calabozo".
—¿Y es seguro? —preguntó Hannah. El viejo líder asintió—. Lo es, mis hombres se encuentran ahí y a todo eso, Hannah, irás con ellos.
—¿Por qué yo? —volvió a preguntar, atónita.
—Porque tienes mejor puntería que esos cabrones buenos para nada. —Giró y nos observó—. Y sobre todo, puedes llegar a ser muy culera con la gente, por eso tú vas a liberar a quién está ahí.
—¿Cómo sabes que sigue encerrado? —interrumpí.
—Si la historia que me contaste es cierta, sé que Beta seguirá encerrado y tendrá rencor hacia el Cirujano.
—¿Estás dispuesto a arriesgarte? —preguntó Hannah, con señales de molestia.
—Es eso o esperar a que si entramos solo por debajo no habrá sorpresas. Mira, si todo lo que me contaron es correcto y mi cabeza proceso todo; Samantha, Garrett y Adam estarán en el calabozo, o al menos solo Alpha. Si lo liberamos, nos ayudará y podremos contar con el Ágora como aliado.
—Decidido —rompí la conversación. Asentí ante el plan—. Eduardo entrará por el Metro, Han por el calabozo y yo por enfrente. Traeré a mi hija cueste lo que cueste.
—¡Ya era hora que te enojaras chingón! Carajo. —Eduardo posó su mano en mi hombro, provocándome un pequeño dolor—. Vamos por esos hijos de puta.
"Vamos por esos hijos de puta". Esa frase se me quedó en mi mente.
¿En qué me metí? Lo único que quería es enfrentarlos a ellos y que nadie saliera herido, por eso estaba plantando frente a la puerta.
Habían pasado tres horas desde que nos separamos. En teoría todo estaba listo y podía proceder con la seguridad de que no me van a acribillar.
Cerré los ojos e inhalé profundamente, me coloqué la bata por seguridad —para que supiesen que era yo— y para guardar mis armas. Exhalé y comencé a caminar.
—¡Estoy aquí, Cirujano! —grité frente a la entrada.
La enorme puerta se abrió ante mi exclamación, con una lentitud que me provocó ceguera momentánea y me dejó atónito. El lobby del Gran Teatro Real estaba casi vacío, una sola persona se encontraba parada en medio del recinto.
—Bienvenido a casa, John —dijo Dayan.
Los años le habían cobrado fractura, su cabello estaba cortado a la altura de los hombros, sus ojos cubiertos por una fina capa de maquillaje negro.
—¿Day? —pregunté anonadado. Mi cabeza comenzaba a pensar más rápido que la luz.
—Vamos, pasa... —Me dio la espalda y me acerqué—. Tenemos que hablar, principalmente de tus tonterías.
—Dayan, ¿qué ocurrió? —Ingresé al edificio. Seguía manteniendo esa frialdad de siempre.
—Tú, John, tú fuiste lo que pasó —respondió mientras se acercaba y tomaba un cuchillo y jugaba con él—. Cuando te fuiste, tuvimos que adaptarnos, hacer un esfuerzo sobrehumano para que el Ágora pudiera seguir prosperando.
—No tenía otra opción.
—Lo sabemos. —Asintió y me apuntó con el cuchillo—. Todos lo sabemos... Por eso queremos devolverte el favor.
—¿Cuál favor?
—Verás. —Alzó su mano libre y miles de rifles me apuntaron—. Nos hiciste más unidos, el temor se volvió nuestro mantra y mientras más queríamos escapar, más fuerza teníamos.
»A los días de que la anomalía climática desapareció, pudimos abrir la puerta; buscar comida y armas.
—Es imposible conseguir más armas.
—Te equivocas, ¿recuerdas dónde estamos? —levantó las manos y me hizo observar el lugar—. El Gran Teatro Real está en la calle más extranjera de todo el mundo, ¡estadounidenses venían a vernos a diario! Hoy nos lo pagaron con sus armas...
»Así que... ¿Últimas palabras?
—Sí, tengo algunas —dije confiado. A la par de que todo tenía sentido.
—¿Cuáles son? —preguntó con mayor seguridad.
—Deberías proteger tus otras entradas...
—¿De qué hablas...?
Una fuerte vibración en los cimientos se sintió, y a su vez, cientos de disparos fueron lanzados al aire . Tanto Dayan como yo, volamos y aterrizamos lejos del otro. Hannah había logrado llegar hasta mí y Eduardo se abría paso entre los túneles.
—Carajo. —Reí ante la situación—. Pudieron ser menos espectaculares ustedes...
—Siempre nos protegemos —dijo Hanny, mi esposa me tendió la mano para incorporarme. Se la acepté.
—Gracias, cielo, ¿Beta está seguro? —Ella asintió.
Me tendió una pistola y comenzamos a disparar a los integrantes del Ágora que iban tras nosotros.
—¿Dónde está Sonea? —preguntaba por encima de todo el ruido, yo apunté a la Puerta del Tártaro—. Ve por ella... Yo me encargo de esa perra.
—Lenguaje, Han. —Sonrió y levantó el dedo corazón—. Nunca vas a cambiar, ¿cierto?
—No...
—¡Hey, tortolos! —gritó Eduardo encima del ajetreo. Ambos volteamos—. ¿Podrían por favor ayudar? ¡Nos pueden dar una paliza!
—Ve por ella, Médico —dijo Hannah riendo. Me dio un beso fugaz y fue directo a atacar a Samantha—. ¡Acaba con el Cirujano!
—Oh, claro que sí...
La distancia que me separaba de aquella inscripción en latín eran unos cuantos pasos; mi caminar fue tan lento que hasta sentí que el mundo se movía lentamente.
—«Hic locus est, ubi mors gauder succurrere vitae» —leí en voz alta y recordé su significado—. «Aquí está el lugar donde la muerte disfruta ayudando a la vida»
Sabía por fin quién era el Cirujano. Por fin todas las piezas habían sido reveladas, sabía quién era ese tan temible dictador del Ágora, quién había mostrado todo esta pesadilla, quién me había llevado y lo más importante, quién había sido la persona más doble cara de todos, mostrándome su bondad con camaradería y esperanza.
Para este punto, también tú, deberías saberlo...
De una patada, empujé la Puerta del Tártaro y la luz que emanaba el pequeño recinto me cegó.
El Médico se enfrentaría contra el Cirujano.
...............
¡Quedan dos capítulos! ¿Listos para la tercera escena?
Estoy super emocionado por lo que viene. Porque esta escena la escribí hace más de un año...
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¡Farewell!
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