Función Extra | "Καταγωγής" |
| Español: "Orígenes" |
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| Canción de Multimedia: The Phantom of The Opera - Andrew Lloyd Webber |
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Un año después del Cirujano
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Adam "Alfa" Ángeles
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—Todo va muy bien, Lázaro —exclamé con una sonrisa—. Las reparaciones van a quedar de maravilla.
—¡Reviviremos el Teatro, Adam! —respondió emocionado el carpintero. Asentí y bajé la mirada a los planos.
Hacía ya un año que comenzamos con la reconstrucción del Gran Teatro Real y sin la mano del Cirujano sobre nuestros cuellos todo ha sido más fácil, además de, por supuesto, la integración y ayuda entre comunidades.
Todo esto debido a que nuestro aliado más fuerte había vuelto. John, nuestro antiguo Médico, nos liberó y pudo enseñarnos el camino correcto, volviéndose nuestro embajador.
Y sin la necesidad de aferrarnos a descabelladas ideas para que la sociedad volviera a su cúspide, hemos regresado a la normalidad y con eso, llegó el Arrabal, que nos ha estado apoyando en todo este proceso.
Incluidos los nuevos planos que nos trazó Odette.
—Va a quedar genial... —murmuré mientras enrollaba la enorme lámina.
Después de aquel día en que me convertí en el líder interino de nuestra compañía teatral del Ágora, la gente ha adoptado una sonrisa y los pasillos de nuestro Teatro han vuelto a brillar.
—¡Adam! —una voz juvenil me llamó a lo lejos—. ¡Ya casi están aquí!
Giré y me encontré a un niño de trece años de nariz nubia, ojos rasgados y cabello rebelde; dentro de una faz diamantada. Sonreí y miré mi reloj; era ya casi la hora en que vendría la "mejor amiga" de Ícaro Zeus. El tren estaría a punto de llegar.
—Se me fue el tiempo, pequeño —respondí con dulzura—. ¿Puedes ir a recibirlos?
Ícaro asintió y salió corriendo hacia las escaleras, no tan-eléctricas. Los murales estaban siendo repintados y había andamios por doquier, hecho que dificultaba el paso de la electricidad.
—¿Vienen hoy? —preguntó Lázaro mientras bajaba de la escalera metálica. Yo asentí, él miró su Reloj-Comunicador—. ¿No es muy tarde?
—John tiene una junta con el Consejo del Olimpo esta noche —respondí entregando los planos—. Y los niños organizaron una pijamada aquí, para pasar el rato.
El carpintero abrió un porta planos e introdujo el pedazo de papel.
—Teniendo tanta tecnología, ¿no nos pudieron hacer planos holográficos? —preguntó negando.
—Sabes que no confío en la tecnología —respondí mientras me limpiaba el sudor y me quitaba la camisa—. Da gracias a que te dejo usar ese reloj tuyo; prefiero todo a la antigua.
»Sigue pendiente con las mejoras —añadí mientras me acomodaba la playera de tirantes—. En dos horas da por concluida la jornada y mándalos a descansar. Se lo merecen.
Lázaro hizo un saludo militar, imitando sus viejos papeles de extra, yo reí y elevé mi mano para despedirme.
Tendría que reunirme con la gente del Arrabal.
Los pasillos que dividían al Gran Teatro Real con su estación de Metro fueron lo primero que reconstruimos; el piso fue reemplazado con placas de mica oscura, a lo cual, hizo necesario la reparación de las luces neón, cambiando lo multicolor tétrico por blanco amistoso.
La biotita reflecta hacia las paredes blancas recién pintadas y, a cada tantos metros, los murales brillaban por el marco de led colocado. El ambiente se sentía bastante ligero, me transportaba a esa antigua hermosa época teatral.
Con una sonrisa en el rostro, bajé por las escaleras de mármol negro —ya que las eléctricas seguían en reparación— y me encontré con una red de metro que recién estaba comenzando a funcionar.
El improvisado vagón había llegado a la estación. Zeus estaba abrazando a sus amigos. Saqué de mi pequeña mochila una bolsita con la kriptonita del Médico.
—¡Eh, John! —exclamé y el susodicho volteó—. Atrápalos.
Con la gracia de un venado sobre un lago congelado, atrapó el paquete.
—¡Ja! —bromeé mientras le tendían la mano—. Al parecer tu prótesis va mejorando con los reflejos; ¿Gabriella está trabajando en modificaciones?
—Día y noche —respondió John mientras nos dábamos un abrazo—. Esa niña va a terminar fabricándome todo el brazo entero.
—Me da gusto que poco a poco recuperes la movilidad —añadí sincero, mientras saludaba a los niños. John abría su bolsita de cacahuates—. ¿Cómo están hoy, Semidioses?
Los tres niños sonrieron. Que hayamos dejado las viejas costumbres, no quiere decir que los nombres y referencias griegas hayan desaparecido; es decir, al final de todo esto es un teatro.
—¡Super! —exclamó Alhena, sus ojitos brillaron y cambiaron al púrpura de su madre—. Me encanta venir a esta estación, es hermosa.
—Emocionado —añadió Félix con su seriedad característica—. Y lamentamos estar aquí molestando.
—¡Amo el Teatro! —completó Sonea, mientras abrazaba a Ícaro por la cintura—. ¡Estamos emocionados porque hoy nos contarás la historia!
John, quien estaba lanzando cacahuates al aire y los atrapaba con su boca, me comenzó a analizar. Me puse nervioso.
—Vayan adelantándose —interrumpí, colocando las manos sobre los hombros de Zeus—. El Médico y yo tenemos cosas que atender.
Los cuatro niños asintieron y emprendieron el camino al teatro, entre risas y bromas.
Una vez que los niños habían subido la escalera, saqué otro pequeño papel de mi mochila y se lo tendí a John. Este lo tomó con su clásica mirada de análisis.
—¿Estás diciendo que no tienen los recursos suficientes? —preguntó Hunter. Yo asentí.
—Es el mayor problema que hay —respondí, mientras comenzábamos a caminar—. Tenemos la mano de obra, pero la verdad es que nos estamos quedando sin recursos; si seguimos arreglando el Teatro nos quedaremos sin nada para antes del invierno.
—¿Y qué ocurriría si pasa eso?
—Tendríamos que ir a una zona inexplorada —añadí con miedo—. A la Zona cero...
El Médico giró y me detuvo en seco. Él me miró a los ojos y negó.
—Jamás —susurró—. Ir ahí significa volver a donde...
—A donde tu mejor amigo desapareció...
Cuando comenzamos los lazos, nos enteramos de la existencia de Afar Assaf, aquella persona que salvó a todas las personas que amaba. Era un estúpido, siempre nos lo pintaban así; pero había hecho su sacrificio para mantener el orden de las cosas.
—Sabes que nadie ha ido ahí en años —añadió mientras se masajeaba el brazo robótico—. No sabemos qué hay ahí, los contadores registran altos niveles de riesgo.
Inhalé y exhalé de forma profunda. Cada vez que él venía, era la misma pelea.
Desde hacía ya tres meses, habíamos estado en este dilema. El Ágora necesita los materiales y dentro de la Zona Cero, se encontraba un enorme almacén de materiales; de ahí podríamos reconstruir el Teatro completo.
Pero John no había dejado que nadie se acerque a ese lugar, desde hace trece años.
—Solo te aviso. —Puse mi mano sobre su hombro. Él me miró profundamente—. El Consejo del Olimpo va a poner las cartas sobre la mesa; ellos ya tienen preparada su excursión para esta noche, pero necesitan al Arrabal.
—Lo intentaré —exhaló de frustración y siguió caminando. Ya habíamos llegado a la pasarela—. Iremos, pero solo a ese dichoso Almacén.
—Irás —corregí, él me miró de reojo. Yo levanté las manos en defensa propia—. Me quedaré con los niños, quedamos en que hoy les contaría la historia.
—¿Qué historia? —Lanzó otro cacahuate al aire, atrapándolo con la boca sonriendo victoriosamente.
—Les prometí que conocerían la historia de Garrett...
John seguía caminando. Había cambiado su estado.
Masajeó su brazo robótico por reflejo, sacando el bisturí negro.
Odiaba recordar al Cirujano.
Eran las diez de la noche.
El Consejo del Olimpo se había reunido con el Médico y a mi me habían dejado fuera de la reunión porque ya tenía un compromiso con Ícaro y sus amigos.
—¿Ya nos contarás la historia? —preguntó Cirilla mientras se recostaba en el piso.
Habíamos acondicionado la vieja habitación de los Bacanales; ahora era el cuarto de juegos de Zeus.
—¿En serio quieren conocer la historia? —pregunté mientras me sentaba en la silla mecedora. Amaba esa silla.
Todos asintieron, excepto Ícaro, el cual tenía la cabeza agachada.
—¿Zeus? —pregunté y él elevó su rostro—. ¿Quieres conocer el origen del Cirujano?
—Tengo miedo —respondió sincero—. De lo que fue mi padre y en cómo, transformó a mamá...
—Fueron dos personas increíbles, independientemente de su estado, ellos lograron mucho, tanto bueno como malo —respondí.
Asintió. Todos los presentes aplaudieron.
—Bueno, comencemos por el principio... En la época de las grandes artes.
»En la época de la gran compañía teatral del Ágora.
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Garrett
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Bajé mi mirada y revisé nuevamente el itinerario. Todo estaba listo para la parte más importante de la obra. Las luces, los vestuarios, los asistentes, ¡todo estaba listo!
Todos los actores estaban corriendo a sus posiciones porque se acercaba la parte más intensa de la obra, la aparición de nuestro fantasma.
—¡Ha llegado la hora! —exclamé por el auricular y la orquesta comenzó a tocar, la enorme estancia del Gran Teatro Real comenzó a ovacionar el comienzo—. ¡Comenzamos!
Las luces se encendieron, el telón de boca se abrió y comenzó la magia.
El vestuario de Christine había sido recreado a la perfección, los vestidos de la época fueron confeccionados por los mejores sastres de la ciudad y las maquillistas se habían lucido.
El reflector enfocó a una mujer sentada, peinando su cabellera frente al falso espejo, en el que aparecería la magia.
—In sleep he sang to me. In dreams he came. That voice which calls to me . And speaks my name. —Cantando por todo lo alto, una ovación de pie recibió a Christine, interpretada por mi madre, Bella—. And do I dream again? For now I find... The Phantom of the Opera is there... Inside my mind...
Una señal más a los escenógrafos para cambiar el falso cristal para hacer la aparición del Fantasma, interpretado por nuestro líder de la compañía, Adler Murphy, el cual estaría observando a Christine con majestuosidad.
—Sing once again with me. Our strange duet. My power over you. Grows stronger yet. —Tras otra ovación del público, Adler estiró su mano derecha e hizo una pequeña propuesta que Bella aceptaría con pudor—. And though you turn from me. To glance behind. The Phantom of the Opera is there... Inside your mind....
—Those who have seen your face. Draw back in fear. —Tomó la mano y entró a través del espejo. El escenario cambió rápidamente y unas falsas escaleras aparecieron ante los ojos de los asistentes—. I am the mask you wear.
—It 's me they hear —terminó la frase de Christine y terminaron de bajar las escaleras. Una vez más, el escenario cambió, un enorme alcantarillado, con un bote esperando apareció.
—Your spirit and your voice. In one combined
—My spirit and my voice. In one combined —cantaron al unísono.
Ambos actores subieron al bote y el Fantasma comenzó a remar, siguiendo el cauce del río
—The Phantom of the Opera is there... Inside your mind...
—The Phantom of the Opera is here... Inside my mind...
—He 's there, The Phantom of the Opera... —De las paredes brotaron cantos del coro, siguiendo la dramatización. Las luces comenzaron a apagarse tras ellos
—Beware, The Phantom of the Opera... —añadió Christine, alzando su voz soprana, impactando a la audiencia por su timbre.
—Sing... Sing for me, my Angel of music. Sing my Angel... —Soltó el remo y el barco siguió la corriente, para tomar por la cintura a Christine y acercarse mientras ella se relajaba en sus brazos—. Sing for me... Sing... Sing my Angel... Sing for me!
Un último esfuerzo de Christine sonó, dejando atónitos a los asistentes por la agudeza de su voz.
—He 's there, The Phantom of the Opera. —El coro dijo la última estrofa y ambos actores se encontraban cerca, uno del otro, esperando la finalización.
Una ovación enorme resonó por todo el lugar, embriagándome de felicidad. Con una seña, las luces se apagaron,el telón de boca se cerró y todos tras bambalinas celebramos.
El primer acto había sido un éxito.
Después de dos horas de intensa puesta, los asistentes se habían retirado complacidos con nuestra primera actuación. Yo estaba embriagado de felicidad porque por primera vez, una de mis ideas había resultado un éxito.
Todos los actores se encontraban en sus camerinos mientras que yo, me encontraba caminando por el escenario y viendo la magnificencia del lugar.
Desde que tenía memoria, crecí con el Teatro y, a su vez, la compañía teatral de Ágora lo hizo conmigo. Alcanzamos la gloria hace unos cuantos años, cuando yo entré a estudiar Medicina en la Universidad Pública.
Exhalé de felicidad y caminé al borde de la duela, me senté a observar el enorme candelabro que poco a poco, adquiría más belleza con el paso de los días.
—¡Amor! —exclamó una voz femenina. Giré y sonreí.
Ahí se encontraba Dayan Hepburn, mi mejor amiga y, en un futuro, prometida. Caminó con lentitud y se sentó a mi derecha, recargando su cabeza sobre mi hombro. Exhaló con profundidad.
—¿Cansada? —pregunté y ella asintió cerrando sus ojitos.
—Has hecho una de las obras que más nos ha exigido.
—Y lo han hecho demasiado bien...
—No lo suficiente, pudimos haber hecho más.
—¿Qué no escuchaste la ovación de la gente, Day? —pregunté con nostalgia—. Nos amaron.
—Sí, pero creo que podemos mejorar —añadió moviendo sus piernitas—. A mitad de obra casi nos quedamos sin voz; la ópera exige demasiado para nosotros. Es algo totalmente nuevo.
—Prometo que con los ensayos será mejor —aseguré y deposité un beso sobre su cabello—. Pero por hoy, hay que disfrutar la noche, que nos hemos ganado eso.
—¿Vamos al Refugio? —preguntó y tomó mi mano. Yo elevé mi vista y observé los palcos, siempre había sentido que algo había ahí.
—Esperemos un poco más —dije finalmente y recorrí su mano con mi pulgar—. Disfrutemos del Gran Teatro Real un poco más.
Un estruendo violento nos despertó, Dayan y yo nos habíamos quedado dormidos en nuestro Refugio.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella soñolienta
—No sé, déjame ver.
Me incorporé y caminé hacia la puerta del balcón. No había el usual brillo matutino. Abrí la puerta y miles de sonidos de dolor llegaron a mis oídos.
El cielo estaba teñido de colores fríos, un azul índigo envolvía toda la ciudad, las personas corrían de un lado a otro, automóviles volcados y en llamas; mientras que, unos cuantos intentaban entrar por la fuerza al Gran Teatro Real.
Un rayo me empujó hacia atrás, cayendo enfrente de mí. Provocando el derrumbe de concreto sobre la vía pública, aplastando a los transeúntes distraídos. Las puertas del Teatro se abrieron de inmediato y una ola de gente corrió para estar segura dentro.
Traté de incorporarme pero otros tres rayos impactaron enfrente de mí, provocando el desprendimiento de un enorme escombro.
Corrí hacia la balaustrada y vi cómo cayó e interrumpió la entrada de gente, a su vez, una enorme capa de niebla cubrió la calle, impidiendo la vista. El Gran Teatro Real había perdido su puerta.
Entré corriendo al Refugio y desperté a Dayan.
—¿Qué ocurre? —preguntó y otro rayo impactó, abracé a la pelinegra por instinto.
—Debemos bajar.
El vestíbulo se encontraba abarrotado de gente llorando, sufriendo y, en otros casos, tratando de entender qué estaba ocurriendo. La compañía del Ágora se hospedaba en las habitaciones del Gran Teatro Real, por lo cual, pudieron auxiliar todos esas insistencias.
—Hijo... —exclamó mi mamá al verme, ella estaba con su bata y cabello recogido. Me dio uno de los abrazos más fuertes que recuerdo—. ¿Están bien?
—Sí, estábamos en el Refugio cuando escuchamos todo —respondí abrazándola más fuerte—. ¿Qué ocurrió?
—Nadie sabe —respondió Adam, la pareja de mamá—. Esta mañana el cielo comenzó a comportarse de forma rara y de pronto vinieron soldados desde el Metro asegurando el área.
—Traían vagones enteros de suministros, nos ordenaron no salir —añadió Adler con los brazos cruzados—. Muchos de ellos volvieron a los túneles, pocos son los que se quedaron a custodiar la entrada.
—¿Por qué alguien entraría...? —preguntó Day cruzada de brazos.
—Porque esto es Patrimonio de la Humanidad —interrumpió un soldado, vestido con camuflaje negro—. Me presento, soy Omega, Sargento del escuadrón restante.
—¿Por qué lo están protegiendo? —preguntó Adler, haciéndole frente al soldado.
—Solo seguí órdenes —respondió enojado Omega—. Sé tan poco como ustedes.
»¿Cuál es la jerarquía de este lugar? —preguntó y sacó unos Relojes-Comunicadores.
—Yo, soy el líder de la compañía —dijo Murphy. Omega le entregó un Reloj-Comunicador.
—Bien, de ahora en adelante eres Alfa —indicó y digitó algo sobre su muñeca—. ¿Quiénes siguen?
—Bella, ella es quién guía los ensayos, después está Garrett, nuestro actual director y, de ahí, sigue Adam, él es quién hace los panfletos.
—Bien, ellos serán Beta, Gamma y Delta respectivamente —tendió los aparatos a cada uno, el único que negó el regalo, fue Adam—. Tómalo.
—No —respondió firme el moreno—. No soy partidario de la tecnología.
—Como quieras —dijo enojado y dio media vuelta—. Ustedes se encargarán del orden y nosotros de la seguridad, intentaremos que nadie penetre el Metro. —Caminó y se detuvo ante la Puerta del Tártaro—. «Hic locus est, ubi mors gauder succurrere vitae» —leyó con detenimiento—. Lindo lema para un Teatro...
Con la partida de Omega los cinco nos observamos mutuamente, con una sola duda.
¿Qué había ocurrido?
Los meses pasaron y la gente se había logrado establecer en el Gran Teatro Real pero había miles de problemas. Mi madre nos había metido las costumbres griegas para una sociedad democrática, nos convertimos en el Ágora.
La gente llegaba de afuera, personas que no estaban listas para someterse a las reglas de la comunidad. Y esto dio pie al comienzo del derramamiento de sangre.
Un superviviente asesinó a su esposa a golpes, con la excusa de "no seguir con las tradiciones". El estúpido fue encerrado por Omega en el almacén del Gran Teatro Real.
¿Cómo someter a un criminal? Era la pregunta que todos los días tratábamos de responder. Las tensiones sobre cómo llevar la Anomalía Climática nos estaban transformando.
—Una obra —dijo Adler rompiendo el silencio, yo reí de forma nasal.
—¿Cómo planeas que hagamos eso? —pregunté mientras me tronaba los dedos a causa del estrés.
—Fácil —continuó Murphy—. No tenemos por qué ser bárbaros ni hacer castigos; si mantenemos a los invitados como ciudadanos libres con acceso a la cultura, estoy seguro que ellos van a respetar las órdenes.
—No seas iluso, Adler —interrumpí su discurso—. Si no controlamos las revueltas, ¿que te hará pensar que vivimos en el Ágora?
—¡Porque creo en la sociedad! —exclamó, dando un golpe sobre la mesa. Todos los presentes giraron a vernos—. Y si no te gusta, eres bienvenido a irte del Gran Teatro Real.
Indignado, me incorporé con la intención de irme de la sala. Day me tomó por el brazo con delicadeza.
—Suéltame, Dayan —susurré molesto. Solo quería salir de ahí.
De un movimiento, abrí la puerta del Consejo del Olimpo y caminé frustrado hasta dar con una pared, recargue mi cabeza contra esta. ¿Por qué era incapaz de entender que nada de esto saldría bien? Estábamos perdiendo el control, solo necesitábamos algo para que todo siguiera su curso.
—Te escuché allá dentro. —La voz ronca de Omega me hizo abrir los ojos, comencé a reír.
—¿Ah sí? Y dime, ¿también estás a favor de que sigamos haciendo obras de teatro, ignorando todo lo que ha pasado? —pregunté con desdicha.
—No, estoy a favor de lo que dices —respondió y se recargó en la pared. Había dejado de usar su armadura y comenzó a vestir con prendas negras—. Pero también tienes que aprender a jugar sucio.
—¿A qué te refieres? —pregunté, era incapaz de descifrar lo que estaba diciendo. Él negó.
—Tienes que seguirle el juego, hazle creer que él ganó. Que tiene al Ágora en la palma de su mano y cuando no se lo espere, hazte con el control.
—Es decir...
—Crea una obra. —Tronó sus vértebras y miró hacia la puerta del Consejo del Olimpo—. Y usa eso para tomar el control.
—¿Y qué ganaría con una nueva obra? —volví a cuestionar.
—Alguien se tiene que manchar las manos, ¿no lo crees? —Hizo otra pausa y me observó de reojo—. ¿Te atreves a ser parte de esto?
Omega se alejó, dejándome solo en ese pasillo. Pensando.
Acerca de la nueva obra que vendría.
Los días pasaron y mis lazos con Omega se hicieron más fuertes. Tenía noción de qué haríamos, de cómo tomaría el control total del Ágora.
De cómo me ganaría el respeto de todos.
Presenté mi propuesta al Consejo, una nueva obra. Con la novedad de solo tener un actor en escena y por supuesto, todos aceptaron. Y en definitiva, sabía a dónde atacar.
—¿Y quién sería el actor principal? —preguntó Adam revisando el falso guión que les había otorgado.
Me incorporé y caminé hacia atrás de Adler, colocando mis manos sobre sus hombros.
—Por supuesto que el mejor actor de toda la compañía.
Adler Murphy sonrió, su ego se había alzado y eso había provocado el primer paso para mi plan.
—¿Y las demás cosas? ¿Quién haría qué cosa? —preguntó mi madre.
—Tranquila, ya lo tengo cubierto —respondí acercándome a la puerta y comenzaron a entrar los pocos guardias de Omega—. Mandé en una búsqueda a Omega por algunas cosas.
—Está bien... —dijo Day dudando—. ¿Y qué piensas hacer después de eso?
—Bien preguntado, querida —señalé y la pantalla holográfica se encendió, mostrando a Dionisio—. Tenemos que darle las gracias a Dionisio, poco después de la obra, habrá un Bacanal para celebrar.
»La encargada eres tú, busca a las chicas más guapas y atractivas de todo el Ágora y llevalas a la habitación maestra, el ex-camerino del Actor Principal.
Los gritos no se hicieron esperar, las protestas acerca de mi idea fueron variadas, hasta que cierto líder dio un golpe en la mesa.
—No, en definitiva no puedes hacer eso, Garrett —exclamó molesto Adler—. Eso es prostitución y también ese es mi camerino.
—Sabía que dirías eso...
Hice una breve seña y los guardias tomaron por los brazos a Alfa, sometiéndolo.
—¿Qué están haciendo? ¡Suéltenme!
—Adler Murphy, quedas arrestado por los crímenes de insubordinación y protección de crímenes dentro de las instalaciones —recité con una sonrisa—. Tienes derecho a guardar silencio y serás trasladado al Calabozo mientras determinamos la fecha de tu juicio.
»Además de, esperar la fecha de tu última actuación en el Gran Teatro Real.
Asentí y los guardias se llevaron a Adler, el cual, comenzó a lanzar maldiciones. La puerta se cerró y me senté en el lugar de Alfa.
—Bien, ¿alguna otra objeción? —pregunté y todos negaron—. Bien, es hora de comenzar a purificar el mundo...
Al cabo de unas semanas, el Consejo del Olimpo fue disuelto, la seguridad en el Gran Teatro Real se dobló y la gente perdió su libertad, además de ser notificada de una nueva obra: "Escena de Apertura" la nombramos, con una nueva y emocionante tradición a Baco.
Mi madre tenía miedo de mis planes pero me siguió a costa de amenazas. Ella sería la nueva cara del Ágora mientras que yo, seguiría siendo alguien más.
Todos estaban siguiendo el juego que había tejido.
Los sastres habían confeccionado los ropajes que utilizarían los actores, los escenarios estaban construidos y puestos sobre la duela. Los asientos y luces brillaban, esperaban la llegada de los últimos toques.
Volví a recorrer los pasillos del escenario, sentándome en la primera fila.
—Parece que fue hace un millón de años que no hablamos —susurró Dayan, sentándose a mi lado.
—Han pasado tantas cosas —respondí cansado—. ¿Ya encontraste a las chicas?
—Sí, treinta y cinco fueron reclutadas —sacó una hoja de papel y me la entregó—. Ellas son.
—Gracias —guardé la hoja y cerré mis ojos—. Sabes, tú no vas a participar en el Bacanal; solo quiero que seas su líder moral, no que te involucres.
—¿Quieres que yo...?
—Sí, que me ayudes en toda esta farsa —extendí mis manos al cielo, viendo el candelabro—. Estoy cansado de seguir aquí.
—Hay que huir, la Escena de Apertura no nos necesita. Podemos...
—Te equivocas, Day —giré y la confronté—. Yo soy el otro actor.
—Eso es imposible.
—No, no lo es —respondí y estiré el verdadero guión—. Alguien tiene que mancharse las manos, purificar este lugar.
—¡Es imposible!
—No lo es —musité y le robé un beso, ella se quitó, se sentía ofendida—. Necesitamos controlar a la gente, entregarles un personaje que purifique, que sea nuestro "emblema". Nuestro "mito", la figura con la cuál hacer justicia e infundir miedo en el corazón de los impuros.
—No hay manera de que salgas limpio de aquí.
—Nunca dije que saldría —añadí y estiré mis piernas—. Una vez que comience, sé que no voy a poder parar. Tú eres libre de irte, no te detendré.
Un breve silencio incómodo hizo su presencia, quizás Dayam me había abandonado.
En mi letargo, sentí su toque femenino en mi mano.
—Te apoyaré —susurró y me besó—. Pero tendrás que encerrarlo aquí.
Ella volvió a recargar su cabeza sobre mi hombro y abrí mis ojos, para observar por última vez aquel lugar que me volvía loco.
Nos quedamos en silencio. Esperando la llegada de los toques finales para la ponencia.
«—Hic locus est, ubi mors gauder succurrere vitae —»susurré y me vi en el espejo. Los ropajes blancos se amoldaron a mi cuerpo de la mejor manera
—«Aquí está el lugar donde la muerte disfruta ayudando a la vida» —respondió mi madre recargada en la puerta del Camerino—. ¿Eres consciente de que desde pequeño esa frase te ha definido?
—Sí, mamá —suspiré y me senté en la pequeña banca.
—¿Qué tienes?
—No quiero hacerlo —respondí tallándome la cara—. Siento que si entro ahí va a pasar algo malo, ¡lo siento mucho, mamá!
—Tranquilo, hijo. —Puso su mano sobre mi espalda, tratándome de consolar—. Entiendo qué vas a hacer, todos estamos contigo.
—¿Aún si me convierto en un monstruo? —pregunté con las lágrimas al borde. Ella asintió.
—Vamos a entrar a una nueva etapa, la Anomalía Climática nos obliga a esto —respondió con un ligero toque de duda—. Tenemos que darle las gracias a los Dioses y con la purificación todo saldrá bien.
Se incorporó y se marchó, dejándome en mi debate mental.
Toda la planeación estaba a punto de culminar y yo aquí, llorando y lamentando lo que haría. Miré al espejo y juré que pude notar una figura erguida, con las manos sobre la espalda, con la pulcritud que mantiene un Cirujano.
Me incorporé y me quité la parte superior del vestuario.
Faltaba un nombre para el personaje.
Y lo había encontrado.
Si algo caracterizaba al Teatro, era que tras Bambalinas, previo a la puesta, siempre había jaleo. Personas afinando los últimos detalles, maquillistas arreglando cosas de improviso, actores yendo al servicio a causa de los nervios.
Y, en mi caso, siempre era ayudando a quien lo necesitara.
Pero ahora todo estaba solo, yo no era el director. Era el único actor, la única persona que estaría aquí.
Todos los habitantes del Ágora estaban esperando afuera, intentando contener la emoción porque por fin, después de mucho, la compañía estrenaría otra obra.
Pero el panfleto de información era escaso.
Y todos tenían la expectativa.
Tenía toda la vestimenta lista, lo único que faltaba eran apagar las luces.
Suspiré y de un golpe el teatro se quedó en silencio, expectante por lo que ocurriría.
Omega se encargaría de abrir el telón y manejar las luces. De seguir el guión.
Una voz misteriosa daba la bienvenida a la gente e iniciaba el espectáculo con una sola pregunta.
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¿Te atreves a ser parte de la Obra?
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¿?
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La Puerta del Tártaro fue cerrada; los asistentes, vestidos con sus mejores trajes, habían tomado asiento y el enorme candelabro brillaba por encima de todos.
Un anciano músico recorrió el pasillo hasta el escenario, con el mejor traje jamás confeccionado, toda la estancia se quedó embelesada por tremendo acto.
Observé mi reloj, el tiempo iba perfecto. El comienzo de una nueva era estaba por llegar. El anciano obtuvo su violín y las luces se apagaron. El telón se abrió y los ligeros golpes de la batuta fantasmal resonaron por todo el recinto, dando comienzo a la errática melodía.
Las luces del escenario se encendieron, dejando ver la hermosa escenografía preparada por la compañía del Ágora.
Las duela y paredes blancas reflejon la luz hasta rebotar con las paredes de mármol. En su centro, la mesa de Mayo se encontraba preparada con todos los instrumentos de cirugía, desconocidos para la mayoría de asistentes.
Los de corte, de hemostasia, de tracción y de sutura acomodados para su facilidad en la parte superior y en contraparte, se encontraba las piezas para la extracción y disección a lado de la mesa de riñón, por debajo de la charola de gasas
La sala de quirófano había sido recreada a la perfección, pero faltaba una sola cosa.
Tres personas entraron a escena, empujando una camilla verde helecho, con un paciente atado con correas de cuero, impidiendo su movilidad.
Ahí, se encontraba Adler Murphy, el líder de la compañía teatral. Unos a otros, los asistentes, miraban expectantes ante aquella puesta. Adler Murphy jamás había aceptado estar en un papel que no fuese el principal.
Todos los asistentes rieron ante su reacción mientras observé el programa que previamente me había otorgado Bella; "Adler Murphy, como artista principal". Sonrío y mi pie da un ligero golpe en el piso, todo marcha bien.
Las tres personas dejaron en el centro la camilla, desapareciendo y dejando al actor principal solo en escena. Los gemidos y gritos comienzan a salir de la pequeña mordaza que tenía puesta.
Los invitados de las primeras filas se comienzan a percatarse de ello, queriendo ir en su ayuda. Algo malo iba a pasar, sentían que algo maligno se aproximaba.
El anciano músico corta de forma súbita la melodía, el Gran Teatro Real calla, todos expectantes de lo que a continuación vendrá.
Un Mi en Primera Cuerda junto a un Re en Cuarta Cuerda comienzan a sonar, hay un frío que comienza a penetrar cada estructura ósea de los invitados.
Las luces se apagaron una vez más, iluminando únicamente a Adler; una segunda luz apareció, dirigiéndose a la derecha del escenario.
Un hombre vestido con ropa blanca, pulcramente lavada y con un nombre peculiar sobre esta, "Cirujano" bordado por encima de su bolsillo delantero entra con las manos protegidas con guantes de nitrilo apoyadas sobre la espalda, con su faz cubierta por su mascara y gorra quirúrgica, mirando por encima a los demás asistentes con altanería. Aquel actor misterioso se plantó en el centro del escenario, muy cerca del borde de la duela y dio una reverencia.
Por instinto, un aplauso llega hasta sus oídos. Por dentro, el misterioso actor se encontraba feliz.
Porque después de mucho tiempo, podría demostrar que él merece más relevancia dentro del Gran Teatro Real. Nervioso, asiente a nuestro anciano músico, provocando que vuelva a iniciar la melodía.
El "Cirujano" había comenzado su escena.
El Cirujano caminó lentamente hacia su paciente, los pasos en la duela acrecientan el frío de la estancia; se plantó frente al aterrorizado Adler, era momento de que pague por todas las injusticias que había desatado desde el comienzo de la Anomalía Climática.
El Cirujano obtuvo las tijeras y las observa reflejar la luz, asiente. Será el primer recurso que utilizará. Con torpeza, comenzó a cortar la ropa que cubría el cuerpo del actor principal, los sollozos recorrían los pasillos hasta llegar a las butacas y oídos de cada espectador.
Tomó una de las pequeñas jeringas y la comenzó a analizar, los años en su intento de estudiar medicina lo llevaron a comprender las maravillas de los analgésicos y extensores. La insertó sobre su vena torácica interna y aguantó unos minutos, la anestesia tardaría unos cuantos minutos en llegar a la vía sanguínea y, así, inhibir su sistema nervioso.
Adler comenzó a ser consciente de lo que está ocurriendo, movió desesperadamente sus extremidades con la esperanza de liberarse pero el Cirujano colocó sus dedos sobre su boca mientras negaba.
No había escapatoria.
Tomó nuevamente un pequeño Bisturí Negro e hizo un pequeño corte sobre la mejilla del individuo. En sus ojos se veía la sorpresa, el dolor era inexistente en su humanidad, una nueva sacudida dio una señal a los asistentes para que sepan lo que acaba de pasar.
Nuestro actor principal comenzó a mecer la cabeza, lado a lado, de forma rítmica hasta alcanzar su estado de concentración. Vuelve a empuñar el Bisturí Negro, dispuesto a realizar los cortes.
De forma dramática, prosiguió a trazar una "Y" en el torso del individuo. El corte de la dermis y epidermis no fue el más limpio, ya que, la sangre brotó de forma salvaje, empapando la ropa de nuestro Cirujano, el cual, resopló de mala gana, tenía que mejorar su técnica.
Perforó la grasa muscular, dejando limpios los músculos que componen el cuerpo humano. Ante tal acto, los asistentes cerraron los ojos con repulsión, ellos pensaban que venían a una simple obra de teatro no a una ejecución en vivo.
Sonrió ante la cara de asco de los invitados, la purificación del Gran Teatro Real había comenzado.
Nuestro Actor Principal retiró la mordaza de Adler y los gritos desgarradores resonaron por todo el recinto, calando hasta los tuétanos de nuestros invitados. Muchos de ellos intentaron retirarse mas las fuerzas de seguridad lo impidieron, tenían que terminar la obra.
Todo mientras el Cirujano dejó el Bisturí Negro a un lado y poniendo su atención al instrumental, una respiración profunda de su parte se hizo presente y tomó las tijeras por impulso. Esta vez, para desaparecer más prendas de Adler; los pedazos de tela son cortados sin patrón alguno, sin preocuparse por el desastre que vendrá; el cuerpo de Adler Murphy quedaba al aire libre.
Los asistentes horrorizados, lucharon de forma desesperada ante los guardias pero era imposible, no había escape mientras que las madres, al ver tal trato, intentaron taparle los ojos y oídos a los niños.
El trauma comenzó a ser evidente, era necesario proseguir con el libreto.
Todo mientras un hacha afilada se encontraba en las manos del Cirujano. Si quería mandar un mensaje directo y rápido, sacrificaría la limpieza. Cerró sus ojos y elevó la empuñadura.
El aire de la estancia fue cortado por la caída del metal. Los asistentes giraron sorprendidos, observando el grotesco espectáculo. La velocidad de la gravedad provocó la ruptura de la piel, músculo, ligamentos y huesos de Adler Murphy.
Gemidos de desesperación y frustración penetraron los oídos de cada niño, haciendo que ellos comenzaran a llorar.
Y ante la mirada de terror de los asistentes, la pierna derecha de Adler Murphy había sido cercenada por completo.
—¿Por qué haces esto? —preguntó Adler entre sollozos, sin poder sentir dolor.
—Porque nadie más lo hará —respondió el Cirujano volviendo a empuñar el hacha y repitiendo el proceso.
Piernas y brazos fueron separadas del tronco del hombre, dejando caer los ríos de sangre. Una ofrenda nueva para los Dioses Griegos.
Adler cerró los ojos, la pérdida de líquido vital comenzó a mermar su esperanza. Estaba decidido a terminar como un mártir.
Pero el Cirujano no está contento con el resultado. Los invitados comienzan a correr, pero aún faltaba algo más.
Faltaba ese sentimiento que debía lograr Adler Murphy.
Con pericia, detuvo la hemorragia, así como, la muerte prematura de nuestro ponente. Tomó una inyección de adrenalina y la colocó directo al corazón. Provocando el regreso apresurado muerto en vida.
Aliviado, una vez más tomó un Bisturí Negro aún más pequeño y filoso, para volver a acercarse al tórax del individuo.
Con un esfuerzo enorme, cortó las fibras musculares hasta dejar huesos y órganos al aire libre. La sangre volvió a empaparlo por el quiebre de los vasos sanguíneos.
La gente comienza a acercarse al escenario, intentando detener esta locura. Personas con negras vestiduras salieron detrás del escenario y montaron guardia debajo de este, impidiendo que corten la escena.
Mientras que otros, se acercaron a las salidas para detener el flujo de personas.
El Cirujano quería mandar un mensaje. Y lo conseguiría.
Adler Murphy se estaba arrepintiendo, los malos tratos y el libertinaje que había instaurado en el Gran Teatro Real fueron malas decisiones.
—Mátame de una vez —susurró, la pérdida de sangre le había hecho perder la voz.
El Cirujano sonrió y negó.
—Todavía no —respondió y observó al anciano músico. Estaba orgulloso de cómo no había dejado de tocar aún en las condiciones actuales—. Falta nuestro gran final, Adler.
El susodicho volvía a perder la consciencia por segunda vez, nuestro actor principal resopló de ira, ningún acto patético iba a arruinar su momento y como si de un golpe se tratase, inyectó una dosis más fuerte de adrenalina en sobre su corazón, provocando la reacción de pálpito buscada.
Un golpe seco de la duela, provocó que todo el auditorio girase en su dirección. El Bisturí Negro había sido soltado, esta vez, vendría algo peor.
La sierra de Hueso fue empuñada, algo completamente nuevo y no presenciado nunca.
Con la mano libre, recorrió de punta a mango el filo, asintiendo de forma incomprensible.
Debía deshacerse del esternón y sus uniones, las costillas; con destreza, cortó del primer al séptimo par de costillas verdaderas, provocando un grito de Adler; la anestesia se estaba pasando.
El crujir de los osteocitos acompañaba el violín de fondo. Adler no podía huir, no podía morir; solo podía contemplar su muerte.
Su dolorosa muerte.
Los siguientes eran el octavo y noveno par de costillas falsas, un enorme problema al ser cartílago provocó más esfuerzo por parte del Cirujano y de las muescas del instrumento.
Por último, los tres pares de costillas flotantes no resultaron mayor problema.
La fuerte unión se había quebrantado.
Soltando la sierra, nuestro actor principal desprendió totalmente el esternón de las clavículas provocando otro grito desgarrador.
Nuestros invitados habían comenzado a cohibirse. Mujeres y niños abrazados en el piso, llorando y tratando de evitar la vista del espectáculo; hombres detenidos ante el asombro y otros cuantos desesperados, intentando abrir las Puertas del Tártaro sin éxito alguno.
Los órganos estaban libres, el verdadero objetivo había comenzado.
Con la ayuda de una palanca, la camilla de Adler Murphy se elevó hasta estar perpendicular con el suelo mismo, dándoles una vista perfecta a los asistentes. Los huesos cayeron al piso, mientras que, las extremidades comenzaban colgar; al igual que una vez había sido el líder de la compañía teatral.
Todos los presentes se quedaron sin habla.
Un último Bisturí Negro fue tomado. El más pequeño, el más preciso, el más filoso.
Se acercó a sus genitales y de un tajo cortó el escroto, dejando una hemorragia total caer sobre la duela. Los testículos del hombre quedaron colgando, unidos por el fino conducto deferente y epidídimo.
Observé mi reloj, tenía siete minutos para la muerte total.
Tirando el pequeño Bisturí hacia el público, provocando gritos y llantos en las filas principales, volvió a tomar el primer Bisturí Negro, aquel con el que había comenzado su tan esperada escena.
Esa mirada penetrante indicaba una sola cosa.
Una extracción segura de órganos.
Cortó y retiró el hígado.
Cortó y retiró la vesícula biliar.
Cortó y retiró el estómago, provocando que el ácido clorhídrico se derramara sobre los órganos circundantes y quemándolos.
Adler Murphy comenzó a llorar, el dolor era incontenible, pero aún así, la sensación de sueño lo comenzó a invadir.
Volví a observar mi reloj, cuatro minutos para la muerte total.
La música crece, llega al punto máximo. Los asistentes comenzaron a ver al anciano músico, el cual, no se había detenido.
De una movida poco ortodoxa, retiró las vísceras delgadas del interior y las cortó, provocando el derramamiento de ácido restante sobre el piso.
Palpó la parte quemada, el intestino grueso desprendía un olor característico a carne quemada y lo inhaló, un olor que, de alguna forma, le había parecido exquisito.
Cortó las vísceras gruesas y poco a poco lo sacó hasta dejar la parte del colon sigmoideo, la parte más sucia de una persona.
El abdomen había sido vaciado poco a poco, Adler se sentía culpable al haber sido sometido previamente al IS-Core, aquel químico que le ayudaba a la recuperación de una persona y que, nuestro Cirujano, sabía aprovechar para maximizar sus cualidades.
Podía haber muerto hace mucho, ahora, solo esperaba que concluyera la grotesca presentación.
Inconscientemente bajé mi mirada y vi que mi pie había comenzado a traquetear rápidamente, mi respiración estaba muy por encima de un nivel normal. Traté de calmarme y cerré los ojos.
Inhalé y exhalé profundamente, tratando de controlarme. Era la primera vez que mi mente era sometida a tal espectáculo. Abrí mis ojos y nuevamente observé mi reloj.
Tan sólo le quedan cincuenta segundos.
El Cirujano comenzó a mover el cuello, denotando cansancio. Pero sigue como todo buen actor, dándolo todo hasta el final
Empuñó nuevamente el Bisturí Negro y cortó los pulmones. La respiración fue cortada súbitamente, provocando jadeos en Adler.
Estaba esperando la muerte como una vieja amiga.
El Cirujano se quitó las gafas y lo observó directamente a los ojos. Él quería que supiera que el autor de esta obra fue su pupilo.
Aquella persona que jamás respetó y humilló en los papeles más bajos. Garrett sonrió ante su obra, estaba feliz porque por fin había logrado controlar todo.
Elevó nuevamente el Bisturí Negro, con la mano libre tomó la vena pulmonar y cortó dejando que la sangre brote.
Tomó la entrada de la arteria aorta y cortó, dejando el corazón sin un flujo de líquido ferroso.
Las luces se apagaron.
Adler Murphy abrió por última vez sus ojos y observó al público anonadado. El silencio se instauró en el recinto. Niños, mujeres y hombres; asistentes o actores giraron hacia el escenario, el cual, se iluminó en un solo punto. Las pisadas del Cirujano resonaron por el lugar.
Nuestro actor principal caminó alzando un perfecto corazón humano sobre sus manos, las luces se iluminaban y el cuerpo de Adler Murphy se encontraba sin vida.
Adler Murphy, murió
El anciano músico, se detuvo.
La melodía, lentamente desapareció.
Y el Cirujano observó a la gente horrorizada.
El silencio se apropió de la estancia.
El Cirujano dio una pequeña reverencia.
No hubo aplausos. No hubo agradecimientos.
Las luces se apagaron, dejando petrificados a los asistentes. Con la duda flotando sobre el aire.
Con la intriga de saber quién es aquella persona que se hizo nombrar el Cirujano.
——————————
Garrett
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Logré quitarme el cubrebocas una vez que el telón se cerró. Mi cuerpo se encontraba lleno de adrenalina, podía escuchar los gritos y llantos de los asistentes. Jamás pensaron que alguien haría lo que acababa de hacer.
Mi corazón bombeaba con demasiada sangre, tenía que buscar una forma de sacarla.
—Lo hice... —susurré y miré el corazón sin vida de Adler.
Cerré los ojos, había cometido un asesinato enfrente de miles de personas. Era un criminal...
—¿Qué hice...?
Unas palmadas comenzaron a escucharse a lo lejos, las luces auxiliares se encendieron y mostraron la figura de Omega caminando hacia el centro del escenario.
—Jamás imaginé que hicieras esto —señaló la locura que acababa de cometer, silbó de forma completa—. ¿La tortura era parte del acto?
—No, no originalmente —respondí depositando el corazón en la Charola de Riñón—. Solo quería que fuera una ejecución normal, no pensé que...
—Que tu ira domine tus acciones —completó Omega—. Tranquilo, suele pasarnos a todos. Más cuando no sabemos cómo actuar.
—¿Estás...?
—Apoyando al Cirujano —respondió y señaló la multitud—. ¿Escuchas eso? Es la humanidad arrepintiéndose por todo lo que hizo; Gamma, les diste una nueva dirección, un nuevo sentido.
»El Cirujano impedirá que más personas mueran, que niños sobrevivan, que todo prospere. —Hizo una pequeña pausa y me tendió una banda negra—. El Cirujano es lo que eres ahora, Gamma.
—No quiero ser eso...
—Enciérralo aquí, enciérralo en su palacio. Deja que descanse y a los nuevos muestrales el lugar, muéstrale las escenas —añadió tomando la cabeza de Adler—. Entrena a uno de mis muchachos para que él sea el de repuesto, el que engañará a la gente.
»Sé la cara y con quien siempre pueden confiar.
Guardé silencio y miré la gorra ensangrentada que me había quitado, tenía razón Omega en todo. El Cirujano será el estandarte del lugar.
—¿Qué harás con él? —preguntó Omega, señalando el cuerpo sin vida de Adler.
—Llévatelo —respondí de forma fría—. Cocinen con su carne y usenla en el Bacanal. ¡Hoy será el inicio de una nueva era!
Di media vuelta y me dirigí a mi camerino, tenía que limpiarme muy bien para lo que estaba por venir.
Usualmente, los pasillos del Vestíbulo del Gran Teatro Real siempre se encontraban abarrotados de gente pero después de que las Puertas del Tártaro fueran selladas, ni un alma se atrevía a salir de sus aposentos.
Habían pasado tres días desde que el Cirujano se hizo presente
No había ningún ruido. Ningún murmullo. Ninguna queja. El miedo dominaba el lugar.
Poco después de la muerte de Adler, Bella fue declarada líder del Ágora, Adam se convirtió en el nuevo Beta, dejando a un lado su antiguo acrónimo.
Todos fueron enviados a distintos lugares para trabajar, distinta jerarquía y distintas bandas de colores para identificarlos. Pocos fueron los dichosos de conservar su rango anterior.
Ahí se incluía la antigua compañía teatral.
Volví a ser uno más en las filas de la civilización. Un esclavo más del Cirujano, alguien que movía a todos en este lugar.
El Bacanal se celebraría ese mismo día, cumpliendo el plazo que Omega había dado para la cocción y creación de alimentos exóticos con la carne de Córdova. Y todo el mundo estaba invitado.
Las treinta y cinco mujeres habían sido galardonadas con las mejores túnicas griegas que los sastres podrían hacer. Cada una fue maquillada y adornada para el harem que se aproximaba.
El Camerino Principal estaba listo para recibir a las Bacantes.
Mi creación estaba finalizada.
Abrí las puertas y los seleccionados entraron anonadados por la decoración.
Mi sonrisa les dio una bienvenida y la música comenzó.
El harem hacia Dionisio, marcaba un glorioso inicio de una nueva era.
La era del Cirujano.
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Adam "Alpha" Ángeles
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Los años pasaron, las escenas fueron cada vez más recurrentes, con excusas que rayaban en lo ridículo y, a consecuencia, los Bacanales crecían hasta hacerse más grandes y grotescos.
La noche se nos había pasado, los niños estaban dormidos, excepto Alhena, la cual escuchaba atentamente la historia.
—¿Y cuánto tiempo tardó en llegar el tío John? —preguntó la niña de los ojos cambiantes.
—No recuerdo muy bien, quizás fueron dos o un año y medio después —señalé de memoria—. Pero sí estoy seguro que él salvó la vida de todos.
—¿Porque acabó con Garrett? —volvió a preguntar y un bostezo salió de sí.
—John es todo lo que Garrett nunca pudo ser —respondí sacando el collar de Dayan—. A Garrett lo corrompió el poder, la inocencia, las palabras bonitas de Oliver. Él pudo ser un lucero en esa catástrofe.
—Pero siguió sus impulsos —analizó Ciri. Yo asentí—. Por eso el tío John jamás actúa por impulso, es la rectitud y bondad hecha persona.
—Exacto, pequeña. —Guardé nuevamente el collar, algún día sería de alguien—. John fue nuestro salvador, aunque he de admitir que si Garrett no hubiera creado su personaje, él estaría aquí y la historia sería otra.
Me incorporé y la pequeña de ojos cambiantes se recostó a un lado de su mejor amiga, el cansancio se notaba, aun ella teniendo los genes de su madre.
—¿Algún día volverán las obras? —preguntó acomodando su almohada.
—Quizás —respondí estirando mis vértebras,
—Buenas noches, Alfa —susurró Alhena.
—Descansa, Ciri...
Caminé hacia la puerta y apagué la luz, los niños habían dormido con la historia de origen de este lugar.
—Parece que ya están dormidos —dijo el Médico una vez que cerré la puerta—. Una lástima que no pude decirle buenas noches a Sone.
—¿Ya terminó tan pronto? —pregunté y él asintió. Señalé el camino—. Hablemos en la oficina.
John asintió y comenzamos a recorrer los pasillos del Gran Teatro Real.
Uno de los lugares que se buscó restaurar fue la antigua oficina de Bella, la maltratada habitación fue mi proyecto personal y estoy contento de que por fin, ese sitio estuviera completo.
Las cortinas habían sido quitadas para darle espacio a la luz solar y los tonos oscuros fueron reemplazados por blanco. Además de, haber tirado todas las órdenes molestas que el Cirujano había creado.
Ahora, al ser de noche, una única lámpara nos iluminaba.
—¿Qué ocurrió? —pregunté tomando asiento. John se encontraba un poco cansado del viaje, esperaba hacer esto rápido.
—Expusieron sus puntos —respondió el Médico—. Como embajador del Arrabal, tuvimos por fin las negociaciones finales acerca de ir a la Zona Cero.
—¿Y bien?
—Accedimos. —Celebré el triunfo. Por fin colaboraríamos juntos—. Con una sola condición.
—¿Cuál es?
—No pueden tener ayuda del Arrabal, excepto de gente que ya ha estado aquí y conoce cómo funcionan las cosas.
Giré mi cabeza, no podía comprender a qué se refería John.
—Como sea, solo yo puedo venir a su ayuda y, lamentablemente, no puedo por la enfermedad de Mei —añadió al ver mi faz—. Pero sí hay alguien más que estuvo aquí...
—Oh no...
—Sí, a él me refiero.
Me incorporé molesto y lancé un pisapapeles a la pared.
—¡Sabes que él es peligroso! —exclamé furioso—. Él podría corromper de nuevo el Ágora.
—No en este caso —respondió con calma.
—¿Por qué lo dices?
—Julia, ella vendrá con él.
—¿Quién es ella?
—Su esposa.
Comencé a reírme por lo ridículo que sonaba la condición de John. ¿Cómo un asesino podía tener esposa?
—Bien, si acepto ¿por cuánto tiempo Julia estaría aquí?
—El tiempo que tarden las mejoras o las incursiones —respondió sacando el permiso de transporte que acordamos entre comunidades—. Necesito que los firmes.
—¿Estás loco, cierto?
—Es normal para mí.
—Jamás entenderé cómo es que nos salvaste.
John se incorporó y caminó hacia la puerta.
—Simple, odio a los abusivos —susurró y una sonrisa salió de su faz—. ¿Puedo dormir en mi habitación?
—Claro, sigue siendo la habitación del Médico.
Con un movimiento de cabeza, John salió del despacho, dejándome con la orden.
—Confío en ti, John Hunter —susurré y firmé las hojas.
¿Qué encontraríamos en la Zona Cero?
N. de A.
¡Feliz cumpleaños, Cirujano!
Usualmente inicio estas notas de autor de forma común, pero voy a explayarme un poquito.
Hace dos años (cuatro año con esta edición), en esta misma fecha que está siendo publicado este especial. Nació el Cirujano.
La idea del personaje llegó a mi mente debido a tanta mierda que estaba pasando en su momento, quería desaparecer, morir, volverme indiferente para la sociedad.
Quería matar al niño que era, a ese niño que sufría por la incompetencia de sus padres. Por aquellas noches de llanto y sufrimiento. Por eso, el Cirujano nació, para mi terapia personal.
Phoenix's Madness es una novela que me ayudó muchísimo hace dos años (cuatro años a partir de esta edición), me hizo madurar y darme cuenta que yo podía con todo. Por eso, el Cirujano es el personaje más especial y distinto que alguna vez crearé.
Les doy las gracias por todo el inmenso apoyo que tuvo, tiene y tendrá esta historia, que, poco a poco, se convirtió en la historia que es. Jamás pensé que John fuese un personaje diseñado para mi terapia, para mi crecimiento, para entender que todos tenemos dos lados pero nosotros mismos decidimos qué quiere mostrar.
Gracias, muchas gracias por todo el apoyo y amor que tiene esta historia; por todas las palabras de aliento y críticas que he recibido en los últimos días. Hoy, cuatro años después de aquel día, he corregido completamente la historia, ahora es perfecta y lo más cercano a una obra maestra para mí.
Así que, este día que en teoría es mi celebración de cumpleaños número veinte (y que a mi jamás me ha gustado celebrarla), les digo, GRACIAS. Y cuatro años después de que mi vida se fuera al carajo, muchísimas gracias de nuevo por todo.
Porque por ustedes estoy aquí, porque vieron mi transición. Mi forma de madurar.
Hoy es el segundo aniversario del Cirujano y estoy muy feliz de celebrar con ustedes.
Porque pronto volveremos al Ágora.
Volveremos con mejores cosas para así, tener una novela increíble; cualquier observación siempre leo y trato de responder los comentarios. Ustedes hicieron este libro.
Me despido, no sin antes, volver a decirles gracias; este viaje está comenzando. Yo soy Haz y nos leeremos en otra ocasión.
Hasta entonces, ¡vota, comenta y comparte!
¡Farewell!
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