Capítulo 8


La segunda cosa más difícil que hice ese día fue regresar a la sala. Aun tras lavar mi rostro con agua fría en un intento por disimular mi pequeña crisis, sabía que era en vano. Sin importar lo que hiciera, él sabría que había llorado, y tal vez lo peor era que luciera indiferente ante el hecho. Sentí su mirada analizar cada centímetro de mi ser, desde la camiseta que no era mía hasta el gastado de mis botas por la carrera o mis ojos enrojecidos. Si no volví a intentar golpearlo, fue porque Jack se mantuvo a mi lado y era consciente que me detendría al menor movimiento.

La primera cosa más difícil que hice ese día, fue coger el móvil de Jack y sostenerlo frente a Orlando Bright con la mayor firmeza que fui capaz de encontrar en mi actual estado. Había hecho una promesa, y quizás al cumplirla estaba aceptando romper a la persona que más me importaba en este mundo, pero tenía una palabra que mantener. Orlando me miró sin comprender, pero yo no cedí con mi seria mirada.

—Si quieres hablar, llamarás a Ethan y le dirás que venga ahora mismo, o juro que la pelea que habrás tenido con mamá cuando te pidió el divorcio será poco en comparación a lo que haré —dije.

—Tú eras quien me estaba buscando —respondió él.

—Llamas ahora mismo a tu hijo, a quien le dejaste un trauma de por vida con tus acciones, o yo haré que el MI6 te encierre por desertor.

—Planeaba reunirme con él esta tarde —Orlando cogió el móvil de mi mano.

—No me importa. Hazlo. Ahora.

—Por Cristo, solo envía un texto —soltó Josh y echó su cabeza hacia atrás al bostezar—. Es demasiado temprano para tanto drama.

—Y tú no te metas, mentiroso —respondí y él solo se encogió de hombros.

—Me han llamado cosas peores.

—¿Desde cuándo lo conoces?

—No seas dura contigo, Emma, al creer equivocarte. Brady es muy bueno en fundirse con el ambiente para que nadie le preste atención —dijo Orlando mientras escribía un mensaje y me devolvió el móvil—. Listo.

—¿Ni siquiera te llamas Josh? —pregunté mirándolo sin terminar de creerlo.

—Programa irlandés de protección de testigos. Te cambian la identidad y luego de casi toda una vida en Londres, el acento inglés se te pega —respondió Josh.

—Un nombre que sonara similar al de su tío haría que cualquier niño confiara inconscientemente en él —completó Orlando.

Los golpearía, a ambos, pero Jack se aclaró la garganta antes que pudiera hacer algo y me forcé a permanecer quieta. No era justo. Se suponía que esto sería en mis términos cuando yo lo deseara. Quizás debí haber pensando más en qué haría cuando lo encontrara, pero esa opción no había parecido cercana. Ni siquiera acepté una taza de té cuando Josh me ofreció, quería permanecer lo más lejos que fuera posible de ellos.

—¿Tú estás mejor de la cabeza, Jackpot? —preguntó Orlando cogiendo una taza—. Luces mejor.

—Todavía me faltan algunos recuerdos y la mayoría están en desorden, pero estoy mejor —respondió Jack con cuidado.

—Es normal. Conocí un caso o dos como tú, nada que el tiempo y la rutina no reparen. También es normal que quieras ponerte del lado de Emma dada la relación sentimental —respondió él—. Ella está en su derecho a estar furiosa conmigo.

—¿Por qué me salvaste?

—Hicimos un pacto de caballeros cuando eras un niño. No te preocupes si no lo recuerdas, eras muy pequeño. Te dije que velaría por tu vida mientras fueras un buen hombre, y tuviste unos buenos años de deslices cubriendo a Lionel con el MI6 así que quedaste por tu cuenta, pero luego te enderezaste. Cumplo con mi palabra.

—¿Por qué ahora? —pregunté sin poder evitarlo.

Nada era tan simple. Empujé de lado cualquier sentimiento personal, aun cuando podía sentir la rabia ardiendo en mi sangre. Y ningún espía soltaba toda la información tan fácil. No cuando era el bien más valioso que poseíamos. Me frustraba que Orlando Bright resultara tan ilegible. Tal vez era demasiado bueno, o tal vez sabía cómo comportarse para molestarme y que mi razón no fuera del todo clara.

—Un buen profesor deja que su estudiante descubra las soluciones por su cuenta —respondió él como si fuera una lección—. Calculé que para ahora ya habrías deducido lo que hice. Yo también supe del conde de Saint Germain gracias a la CIA y unas escuchas para armar la operación Condor.

—Así es como supiste que estaba en sudamérica, y enviaste a Cecilia Carter a buscarlo por ti —respondí y Orlando sonrió complacido por mi deducción—. ¿Mandaste a un reemplazante al muere?

—Suicida. El conde de Saint Germain ofrece lo que llama eutanasia a algunos, si coinciden con las características de sus clientes. Asumo que ahora debe haber mudado su negocio a la Deep Web y ser mucho más sencillo de contactar a posibles candidatos. Él deseaba morir, yo vivir, un porcentaje de lo que pagué se le entregó a quien nombró heredero.

—¿El médico que certificó tu muerte?

—Doble-agente. Trabajaba para el IRA. Lo hubieran eliminado al instante de saberse en esa época. Yo lo sabía, no lo delaté.

—Lo chantajeaste.

—Un favor se devuelve con otro favor, Emma.

—No apareció en Pandora.

—Si pagas el doble, Dreyfus te da un nombre y lo elimina de su registro. Me sorprende que no lo hayas descubierto todavía.

A esta altura, no dudaba en que Dreyfus hubiera reiniciado su negocio, comprando y vendiendo nombres de traidores. Pero el pago doble para removerlo de la lista... Tenía sentido. Ser el único con ese conocimiento entregaba mayor poder. Y tal vez no estaba segura de qué resultaba más impactante, cuánto sabía Orlando Bright o la maestría con la que manejaba sus conocimientos a su favor.

—Desapareció hace un año el agente —murmuré.

—Lo ayudé a fingir un M.I.A. Así nadie lo interrogaría por mí. Sabía que no tardarías en buscarme. ¿Esto responde todas tus preguntas? ¿Basta para que confíes en mí?

—No confío en nadie.

—No esperaba menos de ti.

Él sonrió mientras me miraba. Tal vez lo peor, era que en serio parecía fascinado por el encuentro, incluso cuando yo no podía pensar en nada más que mantener tanta distancia como fuera posible. Mi cuerpo estaba demasiado tenso, y aun así no lograba relajarme para ocultar mis emociones. Solo podía pensar en Ethan metiéndose en mi cama aterrado porque los hombres de traje lo fueran a buscar, en mamá fregando su cubertería de plata hasta que sus uñas habían sangrado mientras hablaba de un funeral, en la exigencia de John al no perdonarse ningún desliz que pudiera poner en peligro lo que quedara de su familia. ¿Y papá estaba feliz como si no fuera responsable de nada?

—Ya no se puede confiar en nadie en esta vida —respondí, mi mirada desviándose a Josh.

—No seas dura con Brady, nunca fingió nada contigo. Todo lo que viviste con él fue real. La única diferencia, es que me llamaba cada noche para contarme de ti y Ethan, y Brigitte. Ella no quiso aceptar dinero de mi parte para mantenerlos, así que le di a Brady mi dinero para que le compre esta misma casa.

—Deberías haber visto su expresión cuando Brigitte se negó, desestabilizando su perfecto plan —dijo Josh levantando su taza de té—. Incluso la retraté. Fue bueno pasar los días contigo, Em, mientras duró.

—¿Te vas? —pregunté sorprendida.

—Es un objetivo también. Tiene todo lo que necesita para desaparecer por unas semanas —respondió papá—. ¿Jackpot, puedes ayudarlo con el cambio de apariencia? Solo necesitamos que engañe las cámaras de Saint Pancras.

Josh terminó de desayunar y le pidió a Jack que lo acompañara a su estudio. No aguanté mucho tiempo a solas con Orlando Bright, Ethan tampoco tardó en llegar. Tan pronto como lo vi entrar, partí al piso de arriba. No deseaba presenciar la emotiva reunión, aun cuando la quebrada voz de mi hermano me siguió hasta que me encerré en mi habitación. Tenía derecho a actuar como una adolescente promedio al menos por una hora.

No era justo. Y no quería sentirme así. Era inmaduro y tonto y caprichoso, y nada conveniente dada la situación, pero había una opresión en mi pecho que se había instalado tan pronto como había cruzado la puerta principal y no podía quitarme de encima. Se suponía que fuera más fuerte que esto, era una espía. Pero, de nuevo, había un motivo por el cual agentes no tenían permitido tomar casos que pudieran involucrarlos emocionalmente.

Suspiré y eché mi cabeza hacia atrás. Era estúpido, pero tal vez fuera el hecho de saber que ya no tenía el control lo que más me afectaba. Él se había adelantado, se había oculto de mí todo este tiempo cuando podría llevar semanas en Londres, y había esperado hasta que descubriera la verdad, como un adulto dándole tiempo a una niña en un juego para hacerle creer que tenía posibilidad de ganar. Yo no había hecho nada. Orlando Bright ni siquiera me conocía, y había sabido cuánto me tomaría descifrar su engaño.

Me había vencido.

Podía parecer lo contrario, y él podría callar para dejarme creer que yo había ganado, pero del primer momento él había manejado esta situación a su antojo y tenido el absoluto control. Y no debería sentirme mal al respecto, después de todo era mayor que yo y me superaba en experiencia y entrenamiento, pero eso no cambiaba la sensación de haber sido utilizada y haber hecho exactamente lo que él esperaba que hiciera. ¿Tan previsible resultaba en realidad? ¿Sería igual de evidente para Lionel? Ese pensamiento tan solo lograba aterrarme.

Me quedé quieta al escuchar el golpe en la puerta. No respondí cuando Jack me preguntó si estaba bien, ni cuando se despidió diciendo que estaba llegando tarde al trabajo. Habíamos acordado que estar en orden con los hombres de traje era prioridad, aunque eso implicara que él tuviera que pasar horas en los cuarteles ayudando con datos e información relevante de criminales que recordara. Jamás pondría en riesgo lo que tanto le había costado recuperar, y este era un asunto de la familia Bright.

No pude disfrutar ni una hora de mi soledad sin que Ethan llamara también y se deslizara dentro sin siquiera preguntar. Él se sentó junto a mí en la ventana, ignorando los auriculares en mis orejas o la novela en mis manos. Estaba sonriendo, más radiante de lo que alguna vez lo había visto, y aunque se había lavado el rostro y pretendía disimular, el brillo en sus ojos delataba que había estado un buen rato llorando. Suspiré y terminé por bajar el libro tras quitarme un auricular.

—Gracias, por mantener tu promesa y avisarme —murmuró él—. Papá dice que lo obligaste.

—Eres mi hermano, eres más importante que cual haya sido su plan.

—No te gusta.

—Es un mentiroso.

—Y tú una actriz.

—No es lo mismo.

—¿No serías capaz de hacer cualquier cosa por proteger nuestra familia?

—Si has venido aquí como mediador...

—Estoy aquí porque soy quien mejor te conoce, y esto es como cuando éramos niños y te enojabas conmigo porque había pasado tiempo con papá y tú no.

—Él no me importa.

—¿Entonces por qué lo investigaste?

—Porque burló a Lionel y estoy metida en el mismo problema.

—¿Si eres tan buena actriz, cómo diferencias cuando intentas engañarte a ti misma? —preguntó Ethan mirándome—. Dale una oportunidad. Déjale contarte su versión de los hechos.

—¿Qué? ¿Que era más sencillo huir y dejarnos por nuestra cuenta que afrontar sus problemas?

—Conoces al enemigo mejor que yo como para saber cuán peligroso es. Te estás comportando como una adolescente.

—Soy una adolescente, y tengo derecho a mis problemas parentales también.

—Puedes tenerlos una vez que no haya una amenaza de muerte sobre ti. Ahora, lo necesitas, y papá vino para ayudarnos.

—¿Acaso soy la única que se pregunta qué hizo para que Lionel lo odie tanto? Está bien, quizás no conozca a Orlando Bright, pero conozco a Lionel Roland, y ese sujeto ni siquiera se preocupa por sus hijos como para ponerle tanta dedicación a su rival. Hay algo que no nos está diciendo, lo que sea que haya sucedido entre ellos para que el odio de Lionel persista incluso ahora y hacia nosotros solo por ser sus hijos. ¿Cómo se supone que confíe en él, si no sabemos qué inició esto?

Fue un instante, pero pude ver el dolor en sus ojos ante mi acusación. Ethan no estaba pensando con claridad, o tal vez era yo quien no lo estaba haciendo. Él no debería confiar tan ciegamente en papá, y yo tampoco rehusar su ayuda cuando la necesitaba. Pero había algo que simplemente no estaba bien, lo sabía, y ser la única que no parecía cómoda con la situación no hacía nada más que enloquecerme.

—Si estás así porque él nunca pasó tiempo contigo... —comenzó Ethan.

—Yo te dejé dormir en mi cama y consolé cuando creíste que había muerto. Yo presencié cómo mamá lloraba en secreto por él. Yo estuve estas semanas acompañando a John, y viéndolo luchar con su culpa. ¿Y papá se atreve a aparecer y sonreír como si no hubiera hecho nada? Yo vi a esta familia sufrir y sangrar por su farsa, y resigné todo lo que tenía por mantenerla entera. Viví todos estos años para hacerte feliz, porque no soportaría de nuevo verte como esa noche. Le seguí a mamá el juego que ella deseara, con tal que se autoengañara y dejara de sufrir. Me esforcé todos estos meses para que mi entrenamiento superara las expectativas de John, así él dejaría de ver a su hermano en mí y temiera que la historia se repitiera.

—Dale una oportunidad.

—No quiero —admití en un susurro, Ethan suspiró al escucharme.

—Sé que esto no es sencillo para ti, pero no deberías dudar de sus intenciones. Podría haberse quedado en el anonimato, pero está aquí poniendo de nuevo todo en riesgo por nosotros.

—Es un mentiroso, manipulador...

—No lo es.

—¡Es como yo! —grité sin poder contenerme más y me estremecí ante esas palabras, podía sentir las lágrimas en mis mejillas—. Es como yo, y no le importa lo que tenga que hacer para lograr lo que cree correcto ni a quien deba lastimar en el camino.

—No eres así.

—¿Crees que no sé ahora mismo lo que debo decir para ponerte en su contra? ¿Piensas que no soy capaz de verte sufrir, y no hacer nada? Sé hace semanas que está vivo, y callé mientras te retorcías en tu agonía. Miento. Constantemente. No hay nadie en este mundo a quien no haya engañado deliberadamente. ¿Quieres saber a cuántos he chantajeado? ¿A cuántos amenazado con sus temores más profundos para que hagan lo que yo deseo? Y él es igual, lo sé. Soy horrible.

Ethan me abrazó. No sabía cuándo había comenzado a llorar, pero ahora no podía controlarlo. Era consciente de todo lo que había hecho, y sabía que hasta ahora no habían sido más que vacías amenazas. ¿Pero qué me aseguraba que no sería capaz de cumplirlas algún día? ¿Qué me separaba de los sujetos malos, cuando me aprovechaba de este modo de los demás? Todos los miedos que callaba, de pronto eran demasiado sencillos de soltar en frente de Ethan. Jamás podría con Jack, era una cobarde temiendo el rechazo.

—Esta vida, a veces implica tener un corazón demasiado frío —murmuró Ethan sosteniéndome contra su cuerpo—. La justicia es helada, Emma. Los ángeles son guerreros sanguinarios y despiadados, no seres bondadosos y misericordiosos. No creas que el bien recae en ser dócil y perdonar todas las ofensas, porque entonces no habría seguridad. No te culpes por ser dura cuando debiste, ni por lo que has tenido que hacer por mantener el orden. El bien recae en saber quiénes merecen compasión, y quiénes no. Tu mayor virtud es un juicio claro y justo, pero incluso un juez debe sentenciar castigos cuando la situación lo demanda. No eres horrible.

—Eres mi hermano, por supuesto que no creerás eso.

—A veces la mente de tu hermano puede ser en serio un agujero horrible. A veces no puedo evitar pensar que algunas personas deberían morir, y sé que soy capaz de matarlas con placer, incluso si el sujeto ya está reducido y no representa amenaza alguna. Y solo me detengo, porque no es mi derecho decidir quién vive y quién muere en este mundo. No hay nadie puro en esta vida, es imposible serlo cuando hemos visto al mal a los ojos tantas veces, como para que algo se empiece a reflejar en nuestra propia mirada. Lo importante es que te mires al espejo cada día, para recordarte quién eres y cómo debes ser.

—¿Confías en él? —pregunté.

—Mi opinión jamás debe condicionar la tuya. No confíes si eso quieres, no esperes nada de papá si eso deseas, pero no dudes en que puede ayudarnos. Y decidas lo que decidas, lo aceptaré.

Cerré los ojos un instante, sin haber imaginado cuánto necesitaba oír esas palabras. Una parte de mí había temido el modo en que mi hermano respondería a mis acusaciones, esperando que reaccionara de un modo emocional defendiéndolo sin fundamentos, pero él era más fuerte que eso. Al menos hoy, estaba manejando la situación mejor que yo definitivamente.

—Sigo sin olvidarme que te aprovechaste de una chica para sacarle información —susurré y él rió.

—¿Tengo que creer que tú nunca coqueteaste con nadie para sacarle información?

—Coquetear no es lo mismo que invitar a salir.

—No mentí al decirte que me gustaba. Tal vez la invite a salir una segunda vez.

—O ella lo haga primero —respondí y me encogí de hombros al sentir su mirada en mí—. Te gustan las chicas que toman la iniciativa. No me sorprendería si ella ya te escribió. ¿Tienes un plan en mente?

—Primero, me gustaría sacarte de este problema antes de ocuparme de mi vida amorosa.

—¿No puedes hacer las dos cosas a la vez?

—Eres más importante para mí que cualquier otra chica, Em. ¿Quieres saber un secreto? —preguntó con diversión.

—¿Qué?

—Siempre que estoy en una situación difícil, imagino lo que haré cuando la misión acabe. Me ayuda a creer que todo saldrá bien y volveré a casa. Cuando venzamos a Lionel, pediremos comida árabe y nos pasaremos toda la noche viendo films de espías en casa. Buscaremos una función en el Globe para ir. Podríamos incluso pasar una semana en la residencia de verano de los Bright.

—¿Ese es tu plan?

—Tienes dos modos de irte a dormir por las noches. Preocupándote por todo lo que puede salir mal, o pensando en todos tus planes con futuros felices. Resulta que es más sencillo conciliar el sueño con la segunda opción.

—Temo que me resulta imposible dejar de pensar a mí.

Ethan rió, y por ese efímero momento todo se sintió bien. Luego alguien llamó a la puerta y cualquier posible sonrisa se borró de mi rostro. Sabía que solo podía ser una persona, también sabía que no podía evitarlo para siempre. Necesitaba poner en orden mis emociones, porque jamás podría vencer a Lionel sola, ni prescindir de su ayuda.

Asentí una sola vez cuando Ethan me miró antes de soltarme y ponerse de pie. Orlando Bright se mantuvo junto a la puerta hasta que mi hermano partió. No lo miré, ni siquiera sabía cómo referirme a él. ¿Agente? ¿Papá? ¿Algún apodo que nunca había escuchado en mi vida y le gustaba? Arrastró una silla y se sentó frente a mí, y tomó cada pizca de mi ser no alejarme como deseaba. El silencio que siguió pareció eterno. Vamos, habían pasado años desde mi última escena de niña malcriada, no podía haber vuelto a caer en esto.

—Si quieres un consejo, cuanto más concentrada estés en mantener bajo control tu lenguaje corporal, más evidente es para el ojo experto —comentó él y me ofreció una sonrisa—. Te olvidas de replicar los gestos inconscientes. Dejas de parpadear, no tocas tu rostro, incluso la respiración no es ideal al ser consciente de esta. Es imposible replicar una respiración normal cuando piensas en esta.

—¿Es esa tu forma de romper el hielo? —pregunté.

—Me gustaría estar más cerca si debo ser honesto —respondió mirando el escaso metro entre nosotros—. Pero sé que no te sientes cómoda en cercanía de desconocidos. En Paris...

—No es tu asunto.

—Eres mi hija.

—Mi certificado de nacimiento no incluye tu nombre.

—¿Crees que no puedo cambiar eso con una llamada? Tengo una excelente abogada para solucionar todo.

—¿Qué quieres?

—Conoces mi historia, sabes por qué hice todo lo que hice, pero tus ojos son duros en mí. Así que aquí estoy para decirte que todo lo que hice fue fríamente pensado como imaginas, y soy culpable de cual sea el horror que pienses de mí, porque solo así tal vez logre zanjar esta distancia entre nosotros. También has herido a personas que amas de un modo demasiado profundo, y solo me ves como una versión más experimentada y despiadada de ti.

Ni siquiera consideré la idea que pudiera haber oído mi conversación con Ethan, él no lo necesitaba. No tenía modo de saber si su lenguaje físico era real o fingido, si en serio se sentía tan cómodo recostado hacia atrás en la silla o era solo una farsa para hacerme bajar la guardia. Suspiré. El tema era que, con los espías, la información era lo más valioso con lo que se podía negociar y él estaba aquí para eso.

—Más te vale que tengas una buena justificación, porque has lastimado a Ethan de un modo indescriptible y nadie es más valioso que mi hermano —respondí.

—¿Crees que no padecí cada segundo estando lejos sabiendo lo que él debía presenciar? ¿Piensas que no me desesperé ante la idea de estar sobreestimando a mi hijo y si podría lidiar con una escena así?

—¡Nadie debería hacerlo! ¿Qué clase de frío ser tienes que ser, para obligar a tu hijo a ver el supuesto asesinato de su padre?

—No se suponía que viera.

—Era un niño. ¿Cuándo un niño obedece algo así?

—Necesitaba que Brigitte se preocupara más por Ethan, que por mí, o se pondría a investigar y ya perdí una hermana por eso. Vivien me había jurado que se había retirado para siempre y no se volvería a involucrar, y yo creí en su palabra.

—Nunca debes confiar en nadie.

—Jackpot tiene un nivel de desconfianza superior al del agente promedio, no dejes que te afecte.

—¿Y se supone que debo creer que lo llamas así porque te pareció un lindo apodo? —pregunté sin evitar mirarlo con acusación—. ¿Acaso él es tu premio mayor? ¿Debo creer que es una coincidencia que Cecilia Carter te conociera?

—¿Quieres que te confirme que quise aprovecharme de ella? Porque eso es ciertamente lo que piensas aunque no lo digas —respondió Orlando apoyándose sobre sus rodillas y sosteniéndome la mirada sin problema—. Ella era débil de voluntad y hablaba enseguida ante un poco de encanto y amabilidad, como cualquier avecilla herida a la que le ofreces comida y cariño. Era lo más cercano a Lionel, y un contacto útil por sus conocimientos. Quería encontrar al conde de Saint Germain y sabía que ella podría guiarme. Tan solo necesitaba convencerla de que necesitaba mi ayuda para huir, y podría enviarla a sudamérica para que hiciera el trabajo por mí. Ahí lo tienes. Le sonreí y me junté con ella las suficientes veces, y esperé a que llegara a tal punto de desesperación que cuando le dijera de huir, lo haría en el acto.

—Abandonando a su hijo.

—Supongo que era más inteligente de lo que parecía y pasó el suficiente tiempo con Lionel para reconocer a otro manipulador —él suspiró, cediendo por primera vez al mirar sus manos—. El día que naciste, estaba soleado. Recuerdo que pensé que eso debía ser un buen augurio. Era verano, Brigitte estaba descansando en su habitación, Ethan no dejaba de decir que quería verte de cerca y yo era el hombre más feliz del mundo por tercera vez. Eras pequeña y rosada y yo no podía dejar de mirarte desde el corredor a la sala de recién nacidos. Ni siquiera le había avisado a John o el resto de mi familia, quería que fueras solo mía por un momento. Pero él supo de algún modo. Él siempre sabía cuando algo bueno me sucedía.

—Ya sé que Lionel te amenazó con nosotros.

—¿Sabes también lo sencillo que es para un hombre adulto, romper el cuello de un niño de tres años? —Orlando levantó la cabeza para mirarme—. Estuvo en el hospital también. Su eterno recordatorio de que según él, no merezco ser feliz. Recuerdo que sostuvo la cabeza de Ethan entre sus manos, justo delante de mí, y tu hermano era demasiado pequeño e inocente como para comprender que era cuestión de un simple movimiento para que lo desnucara. Ethan pensaba que era un amigo, un juego. ¿Crees que eso es fácil? Aplastar el cráneo de un bebé lo es todavía más. A Lionel no le importaba si yo lo mataba en el acto, en medio de una zona pública, si al menos lograba llevarse a alguno de ustedes. Y yo sabía que no podía hacer nada más que escuchar lo que tenía para decir, y aceptar cuan frágil en realidad era mi vida. Porque esto definitivamente no sería vida, sin Brigitte o ustedes. Se fue, y yo me negué a reconocerte como mi hija. Sabes cómo siguió la historia. No te voy a mentir, no creas que me sentí culpable al encontrar al menos una persona que le importaba de algún modo y creer que podía utilizarlo contra él.

—¿Lo amenazaste con Jack? —pregunté con indignación.

—Le intenté hacer un favor a tu chico. Cuando no tenía que presenciar cómo Lionel golpeaba a su madre, lo golpeaba a él. Su heterocromía no es natural, es a causa de una herida. ¿Has visto a Bowie? Es similar. Lionel lo tiró por las escaleras, el crío tuvo suerte de solo haber sacado sangrado interno. Por eso los escáneres no leen sus ojos como similares, uno tiene el iris contaminado. Y yo obligué a un médico a hacer pasar su caso por uno natural y ocultar que podía provocar un error en el sistema, para que nadie intentara aprovecharse de él.

—Cecilia lo abandonó cuando la heterocromía apareció y Lionel se interesó. Lo usaste para chantajearlo.

—Una lástima que Cecilia lo hubiera intuido y abandonado, o Lionel hubiera dejado de meterse con mi familia porque solo yo hubiera sabido dónde estaba su preciado hijo —respondió Orlando con aburrimiento—. Pero supongo que tantas veces de caerle bien al chico funcionó. Decía que quería trabajar conmigo. ¿Puedes creerlo? La planificación a largo plazo funciona, si ahora Jackpot es un agente y está de este lado. Me hubiera encantado ver la expresión de Lionel cuando gané esa jugada.

—Jack no es alguien que usar.

—¿Quieres que te diga que me aproveché de su amnesia para que me contara de ti?

—Quiero que dejes de hablar de los demás como si fueran piezas de un juego.

—¿Lo amas? —preguntó tomándome totalmente desprevenida.

—¿Qué?

—¿Conoces la diferencia entre amar y querer a alguien? Cuando quieres a alguien, le deseas lo mejor. Cuando amas a alguien, no solo le deseas lo mejor, sino que serías capaz de atacar a cualquiera que le haga daño. Mataría por mi familia, Emma. No me duda el pulso al decirlo. Y tú estás furiosa conmigo, porque crees que lastimé a las personas que amas. No era mi plan separarlo de su madre. No estoy de acuerdo con lo que hizo Cecilia, porque yo jamás los hubiera abandonado de poder llevarlos conmigo, pero no siempre puedes prever cómo actuarán los demás. Es imposible tener el control absoluto. Ciertamente lo es, si tu opinión no depende de mí.

—Entonces deja de lastimar a quienes amo, si quieres que te dé una oportunidad.

—Sé que te lastimé también al rechazarte de niña, y está bien si me cul...

—¡Esto no es sobre mí! —grité enseguida.

Él me miró un largo y silencioso segundo, notando que había respondido demasiado rápido y la furia brillando en mis ojos. Quizás Ethan tenía razón, y me estaba engañando a mí misma también, pero me negaba a transformar esto en una situación de niña resentida por padre ausente. Me negaba a reconocer que todo lo que Orlando Bright había hecho, tal vez lo hubiera hecho también de estar en su lugar.

—Sigues siendo lo más hermoso que he hecho —comentó él y sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba—. Y no creas que me daré por vencido contigo. Déjame solucionar algo que yo empecé hace años y no deberías haber heredado. Luego, si me lo permites, no dejaré de intentarlo hasta ganar tu corazón.

—¿Y si no quiero?

—Sigues necesitando un instructor para mejorar tu deducción. John es un asco. Tienes un talento en bruto, pero como cualquier piedra, debe ser pulida. Y, Emma, los diamantes también cortan. No creas que solo sirven para ser bonitos.

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