Capítulo 22
Dejé el libreto sobre mi rostro, intentando comprender si el teatro se inspiraba de la vida o la vida del teatro. Era increíble como una pequeña serie de eventos sin relación podían concluir en un problema de una magnitud sin precedentes. John había conocido a una chica bonita en un museo, Mimiko había aceptado la invitación de café de un joven encantador, y ambos habían comenzado a salir como dos personas normales sin sospechar de la vida secreta del otro. A Mimiko se le había encargado eliminar a un sospechoso que andaba metiendo sus narices donde no debía, a John se le había advertido que su caso por desmantelar una mafia local posiblemente implicara a un sicario pisando su rastro. Mimiko había fallado al atravesarlo con su katana, John había disparado sin ser letal.
Y papá había dejado sin vigilancia a Corine Laccard, porque su hermano mayor lo había llamado desangrándose en su propio departamento sin nadie más a quien acudir, porque él no podía confesar que había dejado escapar a una asesina o que su pareja lo había atacado. Porque John era un espía ejemplar y papá no hacía preguntas, porque ambos habían sido cómplices de un mismo crimen sin saberlo, y porque a ninguno le importaba condenar su vida por el otro. Fuera arruinando su presente, o renunciando a su futuro.
¿Entonces cómo juzgarlos? ¿Cómo culparlos cuando yo sabía que sería capaz de hacer cualquier cosa por Ethan? Si tuviera que escoger entre mi hermano o cualquier otra persona, sería una mentirosa al pretender dar alguna respuesta noble y no egoísta. Ethan siempre ganaría. Porque podía imaginar un mundo llorando cualquier otra pérdida, pero no podía imaginar un futuro sin Ethan en él.
—Luces miserable —comentó Alicia.
—Estoy en pena —me quejé.
Mi cuerpo no había dejado de doler desde la tarde anterior, y el frío de la compresa que sostenía contra mis costillas se había calado hasta mis huesos. Recostada en un sillón de la sala principal, solo podía pensar en quejarme y gemir como una cría enferma. Estaba harta de esto, pero todo dolía tanto. Mi cuerpo temblaba de frío, pero si retiraba la compresa el dolor era peor, y mi cabeza se sentía rellena de algodón por tantas píldoras para sentirme mejor.
—Eres una exagerada —continuó Alicia sentada en un sofá junto a mí, eligiendo entre cientos de trozos de tela distintas que Lucio sostenía para que ella evaluara el color de los manteles para su boda.
—¿Sí? Intenta tú estar en mi lugar.
—¿Crees que la zia Mimiko acepte matar a mi ex-cuñada si pago su cuota?
—Ella no es nuestra tía, y nada de negocios entre familia dijo la abuela.
—Y el pesado de John se atreve a cuestionar a mi Giorgio —murmuró ella y resopló con molestia—. Todos los hombres son unos hipócritas. Tu hermano con su pequeña gatita, John con su chica japonesa, Orlando...
—En serio no me encuentro en un estado para escucharte quejarte sobre nuestra familia.
—Señorita Emma...
—¿Qué? —grité.
Enseguida me arrepentí tan pronto como quité el libreto de mi rostro y vi a Douglas inclinado sobre mí. Él lucía tan afable que suspiré con culpa. Nada como estar condenada al reposo para convertirme en una chica insoportable.
—Lo siento —dije y él me sonrió.
—Está bien, entiendo estos días no deben ser de lo mejor para usted —respondió Douglas—. Tiene correo, señorita.
—¿En serio? —pregunté sentándome de un salto y gemí por el fuerte rayo de dolor en mi pecho.
—Tonta —murmuró Alicia y la silencié de una mirada.
—Avise cualquier otra cosa que necesite, señorita Emma —dijo Douglas entregándome un grueso sobre.
Sostuve el paquete sin estar segura de cómo podía sentirse tan liviano y pesado a la vez. Había una postal amarrada con una delgada cinta roja, una imagen del Ponte Vecchio pintada a mano a un lado. Una fluida letra en el dorso indicaba un "¡Mejora tu letra, la grafología te delata, mignone!". Puse los ojos en blanco sin poder contener mi sonrisa ante esas palabras. Evitar que mi estrés se notara por la forma de mis letras no había sido una prioridad al momento de escribirle, pero una parte de mí había extrañado nuestros pequeños desafíos.
Rasgué el sobre sin perder el tiempo para ver su contenido. Hojas tras hojas de cálculos, diagramas, suposiciones, bosquejos, incluso dibujos de posibles escenarios. Pasé rápido uno tras otro, captando tanta información como fuera posible mientras sentía mi corazón acelerarse con anticipación. Tenía coherencia lo escrito. De hecho, hasta sonaba posible. Y, por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía vencer.
—¡Hay una forma de entrar! —grité.
Casi al instante me arrepentí al sentir el ardor en mi garganta. Cierto, todavía no estaba para forzar mi voz. El resto de la familia se reunió en un tiempo récord en la sala, la abuela me regañó por gritar tan pronto como me vio. Espías, siempre se podía confiar en que estarían atentos a cualquier sonido para reaccionar. Ninguno dijo nada mientras dejaba los papeles sobre una mesa central para que todos pudieran verlos.
—Lionel nos supera en número. Ahora mismo debe andar tranquilo en su casa, seguro confiado en que no lo atacaremos allí. Pero no es tonto, de todos modos anda protegido. No se arriesgará a dejar algo al azar. Nuestra mejor opción sigue siendo el factor sorpresa. Si lo tomamos en su hogar, posiblemente tengamos una mejor posición que esperar a que él nos encuentre —dije—. Necesitamos tomar desprevenido a un hombre que nos está esperando.
—¿Entonces? —preguntó Ethan y señalé el dibujo de unas rejas.
—La mayoría de las grandes casas de la zona de Sandbach cuentan con su propio enrejado para delimitar su territorio. Conociendo a Lionel, debe estar electrificado y con cámaras —continué y Jack asintió cuando lo miré inquiriendo—. También sabemos que no podemos cortar la energía, porque sería sospechoso y cuenta con un equipo para restablecerla enseguida. Ahora, lo cierto es, ningún grupo electrógeno es tan potente como abastecer tan gran propiedad, sobre todo si las rejas exteriores están lejos de la casa y seguramente conectadas a otra fuente de energía. Ni siquiera los museos son capaces de cubrir todo un apagón. Debe haber algún sector de baja tensión.
—O sin energía en absoluto —dijo papá al comprender.
—Aun si el perímetro estuviera también conectado a la fuente primaria de energía, lo cual es poco probable, igual tendríamos unos segundos de margen entre el apagón y que la corriente se restablezca —dijo John.
—Oh, querido, esto me trae tan buenos recuerdos —dijo la abuela y le sonrió al abuelo—. Parece que tendremos que arruinar otra central eléctrica.
—Sigue el asunto de tomarlo por sorpresa, si espera un movimiento de este tipo —comentó Ethan.
—No si actuamos durante una tormenta eléctrica —respondí—. Podremos culpar al clima.
—Tendremos que dejar a toda la localidad sin energía —dijo el abuelo y la abuela solo lució más atraída por el desafío.
—En medio de rayos —dijo ella.
—No es habitual, pero podría ser una buena cubierta —dijo Jack finalmente y se inclinó para observar las anotaciones—. Los cálculos son muy precisos. Tendremos que actuar con rapidez o podríamos correr el riesgo de salir heridos si quieres actuar cerca de electricidad y metal en medio de una tormenta.
—Tendremos que usar mucha goma —respondí.
—O llevar un pararrayos e instalarlo lejos de nosotros —dijo Ethan observando los planos—. No debería ser peligroso con el cuidado adecuado. Franqueamos el perímetro. ¿Y luego qué?
—En el peor de los casos, tiene sensores de movimiento en el jardín y no logramos inhabilitarlos —dijo John.
—Creo que puedo llegar hasta la casa y desactivarlos sin delatarnos —dijo Jack y lo miré con preocupación.
—¿Estás seguro de saber bien dónde están los detectores? —pregunté.
—Puedo hacerlo —respondió él.
—Tendrán que actuar por tiempos, sin comunicaciones —dijo el abuelo.
—No será difícil sincronizar todos nuestros relojes —dijo papá—. Deberemos ocuparnos de los guardias exteriores en silencio.
—Kantan desu —murmuró Mimiko con aburrimiento.
Casi salté al verla sentada a un lado en un sillón, piernas cruzadas, demasiado concentrada limpiando su katana como para haberla notado antes. ¿Cuándo ella había aparecido? Su sigilo no era sano para mi corazón, ni para quien Mimiko decidiera que fuera su víctima. John simplemente se encogió de hombros ante la mirada de todos. Al parecer, ella había decidido ayudarnos a pesar de siempre lucir molesta. Tal vez era su modo de mostrar amor, con su espada en una mano y una mirada tan dura que incluso yo temía hablar en su presencia.
Solo por instinto me fijé en la escalera. Diana estaba allí también, observando tan silenciosa como un gato, su expresión delatando que ella sabía bien quién era el verdadero autor detrás de este plan. Ethan no tardó en notar lo mismo que yo. Fue un instante en que sus miradas se cruzaron, pero ella palideció completamente y huyó escaleras arriba. Ethan murmuró una rápida excusa antes de retirarse para ir tras Diana.
—Entonces pasamos el perímetro, cruzamos el jardín, llegamos hasta la casa... ¿Hay algo más en el plan de tu escurridizo ex-amante? —preguntó la abuela mirándome e hice una mueca.
—Fue solo un beso —dije.
—Dos —corrigió Jack y lo miré incrédula.
—¿Cómo siquiera sabes eso?
—Me pregunto dónde estaba el adulto responsable —comentó papá fijándose en John.
—Al menos cerca —respondió él— Vamos, Em. El americano, un posible ladrón... ¿No crees que ya tengo suficiente con tu hermano como para merecer un respiro por tu parte?
—¡Tú no eres nadie para hablar! —dije, y me paralicé tan pronto como sentí la helada mirada de Mimiko en mi espalda—. Y no se trata de un ladrón. Está retirado.
—Por eso besas solo chicos inteligentes —dijo la abuela.
Suspiré, tener mi agitada vida amorosa discutida por toda mi familia en frente de mi novio no era de lo mejor. John y papá siguieron echándose cosas en cara como cualquier par de hermanos, Alicia reclamaba por ser discriminada por salir con un criminal cuando no era la única, mamá intervino para defender mi vida privada, y todo fue un caos en cuestión de segundos. Bel Ami definitivamente se regocijaría de saber esto.
Aproveché el momento de distracción para escabullirme e ir tras Ethan. No había modo que fuera a quedarme cerca de los adultos con ese tema sobre la mesa. Además, en mi defensa, no había hecho nada malo. Los chicos habían sido apuestos, había dudado volverlos a ver... ¿Qué mal podría hacer un simple beso? Pero bueno, al parecer los espías altamente entrenados tenían problemas para comprender la vida del adolescente promedio.
Me detuve fuera de la habitación de Diana al escuchar los gritos. Algo pesado se rompió, no había modo en que yo fuera a estar cerca de la abuela cuando supiera de eso. Me incliné para poder observar a través del cerrojo. Ethan se mantenía alejado, sus manos levantadas en señal de ser inofensivo. Diana era otra historia, luciendo aterrada y enfurecida a la vez, como si quisiera golpearlo, pero no se atreviera a acercarse.
—Diana, por favor...
—¡Dijiste que nunca saldría! —dijo ella, su voz quebrada en todo modo posible—. ¡Me prometiste que te ocuparías de eso! ¡Juraste que jamás lo volvería a ver!
—Si la situación hubiera sido otra, no hubiera dudado ni un segundo en ir tras él apenas escapó.
—¡Mentiroso!
—Jamás traicionaría mi palabra, lo sabes.
—¡Y tú sabías lo que me haría si salía!
—Diana...
—¡Permitiste que esto me sucediera!
—Nunca —dijo Ethan de un modo determinante— Por favor, solo escúchame. Por favor. Lo que sea que tenga que hacer para que me perdones, solo pídemelo y lo haré, pero, por favor...
—Mátalo.
El silencio que siguió a esa simple orden pareció eterno. Deseé ser capaz de ver el rostro de mi hermano, solo para poder saber cómo estaba procesando la situación. Hombres como Antoine eran previsibles, ellos solo creían en un único modo de demostrarle a una mujer que podía controlarla. Las heridas que ahora Diana cargaban no debían ser nada en comparación con cómo se sentía por dentro, con lo que él le había hecho como para que pareciera al borde del pánico solo por estar a solas con Ethan.
—No puedo —dijo Ethan casi en un susurro, totalmente desarmado—. Pídeme cualquier otra cosa, excepto eso. No puedo.
—Dijiste lo que sea.
—Por favor no me hagas elegir.
—Si él hubiera ido por tu hermana lo hubieras matado sin dudarlo.
—No metas a Emma en esto.
—¿De qué me sirve mantenerte cerca si no eres útil en el único motivo por el que tolero tu compañía?
Incluso yo sentí el dolor de ese golpe bajo. Sí, eso era suficiente para mí. Me enderecé, ignorando cualquier protesta de mi cuerpo ante la falta de reposo. No había modo en que fuera a permitir que alguien tratara así a mi hermano, poco me importaba quién fuera o la situación. Jack apareció antes que pudiera entrar, cogiendo mi mano y tirando de mí lejos. No le permití alejarme más de unos pasos por el corredor antes de clavar mis pies en la alfombra. Mis músculos se quejaron, pero mi dolor no era nada en comparación al que debía estar sintiendo Ethan.
—No es tu asunto, Bright. Déjalos resolverlo por su cuenta —dijo Jack sin soltarme.
—Es mi hermano, es mi asunto —respondí.
—Diana no se encuentra bien como para que vayas a reclamarle cosas.
—Ella no es nadie para hablarle así a Ethan —dije sin ocultar mi molestia y él se giró para mirarme.
—Las chicas nos dicen cosas crueles cuando están dolidas. ¿Y qué? No es una novedad —respondió Jack y sacudí mi mano para que me soltara—. No te dejaré que vayas allí a hacerla sentir peor.
—Lo que le pasó no le da derecho a nada.
—Fue torturada en todo modo posible.
—Mi hermano...
—No es nuestro asunto —dijo Jack—. Lo tienen que resolver por su cuenta.
—Es mi hermano, y no dejaré que nadie lo trate de ese modo. Ella no tiene derecho a reclamarle nada —dije y Jack me sujetó por los hombros para detenerme cuando intenté regresar.
—En serio todos los Bright son hipócritas en algo —dijo sonriendo sin emoción y me miró a los ojos—. Ella es tu amiga también. No arruines eso ahora, solo porque estás molesta.
—No puedo dejarle herir a Ethan.
—Bright...
—No lo permitiré. Tal vez no lo entiendas, pero yo no puedo quedarme sin hacer nada mientras...
—Te amo —dijo él y callé enseguida, su agarre firme sobre mis hombros—. Y es porque te amo, que no puedo permitirte hacer esto. Porque es tu amiga y es mi amiga también, y te arrepentirás tan pronto como la dañes. Así que, por favor, no me hagas detenerte de otro modo.
Parpadeé, todavía estancada en sus primeras palabras. Me olvidé por completo de mis líneas. No sabía qué responder a eso, aunque tampoco tuve que esforzarme mucho al escuchar el ruido de la puerta detrás. Me giré enseguida solo para ver a Ethan salir tan agotado como si hubiera regresado de una misión imposible, y hubiera sido derrotado también. Él arrastró sus pies hasta nosotros.
—Para ser espías, ambos son bastante indiscretos —murmuró Ethan—. Quiere hablar contigo.
—Pero... —dije con duda y él sacudió la cabeza.
—No tú.
Bien, lo entendía, los criminales solo confiaban entre ellos. Jack asintió y me soltó sin decir nada. Lo vi desaparecer al otro lado del corredor, dentro de la habitación en donde Diana estaba. Eran amigos. Nunca antes había escuchado a Jack referirse a otra persona como su amigo, entonces tal vez no debería sorprenderme el modo protector en que la andaba acompañando estos días. Curvé mis dedos, permitiendo que mis yemas apenas rozaran la cinta roja que colgaba de mi muñeca. ¿Lo había dicho en serio?
—Luces como si hubieras visto un fantasma —comentó Ethan.
—Temo que Jack suele decir cosas importantes en el momento menos oportuno para distraerme —respondí.
—Si lo logra, entonces es admirable —dijo Ethan y suspiró rendido al pasar a mi lado—. Vamos, ya debemos haber armado una buena escena abajo. Y aprende a ser más discreta cuando espías a otros.
—No es mi culpa si tú eres demasiado bueno notando eso —dije y dudé un instante—. ¿Cómo estás?
—¿En serio me preguntas eso?
—Bueno...
—Creo que escuchaste suficiente para deducirlo por tu cuenta —dijo Ethan y junté valor para la siguiente pregunta.
—¿Vas a matar a Antoine?
—Por supuesto que no —respondió Ethan.
—Le dijiste que harías lo que fuera —dije y él suspiró con cansancio—. Y sé que no matas excepto que no te quede otra alternativa, pero...
—Cuando conocí por primera vez a Diana, me preguntó por qué me esforzaba por detener con vida. Le dije que no quería que tú tuvieras a un asesino por hermano —dijo él—. Por eso siempre pido libre tu cumpleaños, no pienso derramar sangre en ese día. Ella me pidió que escogiera. Matar al sujeto de sus pesadillas para que me perdone, o mantener mi propia promesa para poder abrazarte sin temer por la sangre en mis manos. Y eso hice.
—Si la amas, entonces no la pierdas por mí.
—Si ella en serio sintiera algo por mí, entonces no me obligaría a escoger.
—Hermano...
—Está bien —dijo Ethan y cerró sus ojos por un instante—. Tal vez sea mejor así. Solo un juguete que mantener cerca porque es capaz de vencer a Antoine Ferrière. No acabo de perder nada si lo miras de ese modo. De todos modos no era mi koishiteru.
—¿Qué eso? —pregunté—. Antes oí a John decirlo también. A Mimiko.
—Los japoneses son muy respetuosos del valor de las palabras, o se esfuerzan hasta lo inimaginable por conservarlo. Tienen tres formas distintas de decir te amo. Koishiteru se lo dices únicamente a una persona, esa con la que quieres pasar el resto de tu vida —respondió Ethan y se encogió de hombros—. Somos demasiado jóvenes como para siquiera pensar utilizarla. Tenía mis dudas antes, ahora solo todo quedó claro.
—No seas idiota —dije, y me adelanté para bloquearle el paso—. Esto no es lo que mamá nos enseñó. Cuando amas a alguien no te rindes ante el rechazo o te alejas porque te lastimó una vez, ni siquiera si ya no lo amas del modo romántico. Aun si ella ya no te provoca sentimientos como para una relación, es evidente que te sigue preocupando, sea como amiga o ex-amante. Entonces no seas tan idiota como para abandonarla a su suerte y pretender olvidarla, porque ya hiciste eso y mira cómo resultó. Y a mí no me engañas, te sientes responsable. Piensa lo que quieras para estar en paz contigo mismo ahora, pero no intentes engañarte. Y no seas tan tonto como para creer que Diana no siente nada por ti, porque te puedo asegurar lo contrario. Pregúntale a Jack cuántas veces le pidió de abandonar Londres, y ella se quedó. Por ti. No por mí, ni por él, ni por nadie más. Por ti, por si llegabas a necesitar su ayuda como fue en el pasado.
—Eres demasiado joven para sonar tan sabia en cuanto a corazones —dijo Ethan despeinándome al pasar a mi lado.
—¡Ey! —me quejé, girándome para seguirlo—. He interpretado los suficientes suicidios por amor como para entender un poco de qué va la cosa.
—No estoy pensando en suicidarme, Em —dijo él con su voz de hermano mayor lidiando con las tonterías de mi parte.
—Lo sé, no eres tan melodramático como para llegar a eso. Papá, por otra parte...
—Luces más cómoda respecto a él.
—Creo haber comprendido por qué hizo lo que hizo.
—¿Y?
—Temo que quizás sí sea tan fría como él en el fondo —admití y me encogí de hombros—. No te lo negaré, no a ti.
—¿Quiero saber qué hizo?
—Es su secreto, no mío. Ya tendré tiempo para pensar en mis sentimientos respecto a él cuando venzamos a Lionel.
—Suenas optimista.
—Un ladrón capaz de entrar a la casa del mismísimo Giorgio Difaccio sin ser atrapado nos dijo cómo burlar a Lionel, tenemos a una asesina japonesa, hoy pude bañarme sin ayuda... Déjame disfrutar de que está siendo un buen día.
Él rió, echando su cabeza apenas hacia atrás, y ese simple sonido fue mejor que cualquier otro medicamento para el dolor. No dije nada cuando Ethan me rodeó con un brazo y me pegó contra su cuerpo. No lucía tan dolido como había temido, quizás porque desde un principio había sido sincero sobre que ya no sentía lo mismo. Y, siendo honesta, aquello era lo único que en realidad me importaba.
Fue casi como si nunca hubiéramos abandonado la sala, o al menos eso pretendieron los adultos al no detener su charla cuando nos sumamos de nuevo. Papá se había aprovechado para quitarme mi lugar, adueñándose de mis papeles y hasta haciendo anotaciones en los márgenes. No me importó, tal vez luego pudiera utilizarlo para practicar mi grafología un poco. Me negaba a quedar en un segundo lugar ante Bel Ami.
—¿De qué me perdí? —pregunté por lo bajo, viendo cómo mamá y papá discutían.
—Hay una tormenta en cinco días en la zona —respondió John—. Tenemos que estar atentos, pero podría evolucionar para ser eléctrica.
—Entonces podría ser nuestra oportunidad —dijo Ethan—. ¿Tenemos plan?
—Estamos trabajando en eso.
—¿Y cuál es el problema? —pregunté mirando con precaución la discusión.
—Pues claramente estaremos en desventaja numérica —dijo John y suspiró—. Si queremos que funcione, tenemos que ser precisos y astutos. Y necesitaremos dar lo mejor de nosotros. Es eso o...
—Por cada día que pasa, Lionel tan solo hace otro movimiento. Ya hemos perdido a suficientes —dije—. No me importa el precio, esto debe terminar ahora.
—El plan de tu padre implica ocho personas —soltó Alicia sin más—. ¿Cómo te ves volviendo a la acción en cinco días, Em?
Muerta. Definitivamente muerta. Ni siquiera podría soportar un golpe, y no había modo en que me recuperara del todo en tan poco tiempo. ¿Lionel sabría de mi estado? ¿Si me preparaba bien, podría tolerarlo? Toqué apenas mis costillas, sintiendo el dolor al instante. Una cosa era aguantar unos cuántos golpes, nada que el boxeo no me hubiera enseñado, pero esto... Ni siquiera estaba segura de si podría correr.
—En todo caso es su decisión si tomar el caso o no —dijo Ethan y me guiñó un ojo cuando lo miré—. Se supone que está lo suficientemente entrenada como para saber si podrá tolerarlo. Es una de las primeras reglas, no hay lugar para emociones personales en una misión.
—Ustedes los espías son tan predecibles —dijo Alicia con aburrimiento—. Honor, como si eso al final valiera algo. Si yo armara el plan...
—No tienes capacidad de planeación —cortó John y ella lo miró con odio.
—Agradece que compartimos sangre —dijo Alicia entre dientes.
—¿O qué?
—Lo haré —dije antes que comenzaran con las amenazas y el silencio que siguió fue absoluto—. Puedo hacerlo. Eso es lo que implica ser agente. ¿No? Puedo esforzarme por estar bien para entonces. Soy buena arreglándomelas para sobrellevar lo que sea. Solo necesito saber cuál es mi rol.
Ethan tenía razón, no había lugar para tales cosas como egoísmo o sentimientos personales cuando se trataba de una misión, ni siquiera miedo. Estuviera o no en forma, si ellos me necesitaban, no podía negarme. No lo haría. Papá no me incluiría en su plan si en serio no quedara otra alternativa, tal vez porque necesitaba a alguien más previendo todo lo que él podría pasar por alto, o quizás porque necesitaba la seguridad de que alguien tomaría las decisiones objetivas si era necesario.
Intenté parecer segura de mis propias palabras, aun cuando por dentro estaba preguntándome cómo lo lograría. ¿Estaba aceptado un papel suicida? Me repetí a mí misma que Lionel no tenía modo de saber de mi estado. Me mantuve firme en mis palabras, mi decisión ya tomada a pesar de todo lo que pudieran objetar los demás. Si el peligro era inminente para mi familia, entonces no había modo que fuera a quedarme a un lado.
*********************************************************************
Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top