Capítulo 2
Era extraño el modo en que la vida estaba regida por números. Conocía de memoria cuántos minutos una persona podía pasar sin respirar, sin quedarse con secuelas permanentes. El tiempo promedio que tardaba una ambulancia en llegar a la escena de un accidente. Incluso los valores del electrocardiograma que implicaban falta de riesgo.
La primera vez que había subido a un tren de larga distancia con Ethan, una persona había tenido un infarto. Incluso ahora no podía evitar preguntarme si no había sido una casualidad que mi hermano hubiera estado presente. Después de todo, las coincidencias no existían, y él había guardado la calma. Yo había entrado en pánico, gritando lo inseguro que era viajar sin personal médico listo para asistir. Él me había explicado que la probabilidad de tener un médico entre los pasajeros era lo suficientemente alta, para que las empresas se ahorraran ese gasto.
Y las personas confiaban en ello. En que siempre habría un doctor en un avión, tren, barco, calle. La cuestión era que nadie se detenía a pensar en esos detalles, hasta que lo inimaginable sucedía. Y quizás lo más sorprendente era, que nunca había pensado que ver a Maurice en tal estado, pudiera llegar a afectarme tanto.
—Le vendió el alma al diablo —susurró Andy, su mano temblorosa sobre la mía—. Es inmortal.
Casi sonreí, de no ser porque mi cuerpo parecía haber dejado de sentir. Sentados juntos en el hospital, ambos parecíamos igual de conmocionados por lo sucedido. A pesar de todos sus defectos y falta absoluta de compasión, ese hombre nos había forjado. Le había enseñado humildad y seguridad a una niña malcriada, y le había dado un lugar para ser libre y poder expresarse a un hijo presionado por sus padres políticos. Y eso, era algo que jamás podríamos devolverle.
—Necesito me digas los detalles de lo sucedido —pedí.
—No lo sé, Em. Ese vehículo estaba aparcado, y luego no lo estaba, y Maurice me empujó antes que me atropellara a mí. Yo debería estar allí.
—No hubieras sobrevivido al impacto —dije cerrando los ojos, intentando aferrarme a mi parte racional antes que mis sentimientos me cegaran—. Si eras el blanco y te golpeaba, debió ser pensado para matarte en el acto. ¿Matrícula?
—No me fijé.
—¿Persona al volante?
—Tampoco.
—Pediré las grabaciones de las cámaras de la calle, algo debe haber allí.
—No es tu culpa.
—Eres mi misión, y casi fallo. Yo te perdí de vista, y ahora Maurice tiene un respirador artificial por eso.
—¿Quién crees que haya sido?
—¿No es evidente? Brandon me retuvo. Las coincidencias no existen. Él quería que no estuviera contigo, y ambos sabemos que ya escogió bando.
—Sigue sin ser tu culpa.
—Eres mi responsabilidad.
—Soy tu amigo. Y como tal, no me gusta verte así. No puedes volver a cerrarte como la vez pasada, no de nuevo. Tienes que sentir. Si algo nos enseñó Maurice, es que las emociones nos hacen fuertes.
—Esto es serio, Andy. No es teatro.
—Por eso mismo, yo soy solo un blanco, pero tú eres el principal objetivo —dijo tomando mi mano con firmeza—. Tienes que sentir, para saber quién será el siguiente. Nuestros corazones son lo que nos diferencia de quienes nos hacen daño. ¿O en tantas obras todavía no lo has notado? El héroe actúa con el corazón, y el villano solo con la mente.
Tan solo... No supe qué responder a eso. Lo miré preguntándome cuándo se había vuelto tan sabio. ¿O siempre lo había sido? Desde la vez que nos habíamos conocido, Andy siempre había tenido las palabras adecuadas a recitar para asegurar mi estabilidad. Y la sonrisa que me dedicó en ese momento, casi me hizo olvidarme de la situación.
—A Maurice le gusta el drama, pero ambos sabemos que despertará para dirigir la obra aunque haga instalar la camilla en el teatro —dijo Andy.
—¿Sabes? Siempre tengo miedo que, si algo me sucede en misión, él encontrará el modo de revivirme y reclamarme por abandonar su obra —admití.
—Todos tememos lo mismo.
Me puse de pie tan pronto como el agente Scarlet llegó. Ni siquiera me permitió explicarme, simplemente me cogió por el brazo para arrastrarme fuera del hospital mientras dejaba a dos agentes del MI5 para hacerse cargo de Andy. Él sacudió una mano para despedirse, murmurando que me avisaría si Maurice llegaba a despertar o apenas tuviera noticias de su estado.
Había fallado.
Scarlet me metió dentro de un auto, y solo pude mirar mis manos mientras sentía el peso de la derrota. El agente nunca había confiado en mí, desde el primer momento había dejado en claro que solo esperaba el fracaso de mi parte, y la única misión en todo este tiempo que me había encomendado personalmente, había fallado. De no haber sido por Maurice, Andy no estaría aquí.
Era un sentimiento nuevo, el estar tan segura de algo solo para luego comprender qué tan equivocada había estado. Era distinto también. Mis misiones siempre habían involucrado a otros, y de fallar, personas podrían haber pagado el costo, pero nunca alguien tan cercano. Sabía que resultaba egoísta de mi parte, pero la culpa era más pesada cuando tenía un rostro conocido y un nombre. Por algún motivo se suponía que los agentes no debían tomar misiones que los involucraran personalmente.
—¿Me sacarán el caso? —pregunté.
—La seguridad del joven Parson siempre fue responsabilidad del MI5. Solo se reveló tu identidad para tranquilizar a su padre —respondió Scarlet.
—Él no quiere tener guardaespaldas siempre consigo.
—No es nuestra decisión para tomar.
—¿Servirá de algo si doy mi versión de los hechos?
—Olvida lo sucedido, Emma.
—Es un señuelo —suspiré al mirar el día gris por la ventana—. Lionel sabe que es un potencial objetivo, por eso fue primero por él. Así parece que alguien quiso herir a Andy, cuando la idea es ir por mí. Entonces ahora el Servicio Secreto se concentrará en la seguridad del hijo de un político. Es lo que yo hubiera hecho, desviar la atención.
—¿Piensas que no podemos cuidar de dos adolescentes a la vez? —preguntó Scarlet.
—Creo que él sabe muy bien cómo ustedes operan, y buscará el modo de llegar hasta mí. Lo delaté. ¿No es eso lo que siempre pasa en las películas cuando delatas al sujeto malo? El topo muere.
—Tienes muy poca fe en el MI6 —murmuró él.
—Tanto como tú tienes en mí. Debes estar feliz, ahora ya tienes tu prueba de que soy incapaz de cuidar a un simple civil —dije.
—No me alegra lo sucedido.
—Es evidente que no te agrado para nada, pero dudo que no tengas corazón como para alegrarte por una posible muerte.
—Te estás comportando como una cría —señaló Scarlet.
—Un imbécil me manoseó contra mi voluntad, mi mejor amigo casi es atropellado y mi director está internado en terapia intensiva. Perdóname si necesito cinco minutos al menos para comportarme como una adolescente normal —dije apresuradamente sin detenerme a respirar.
—Tus emociones no deberían superarte —Scarlet suspiró tras un largo rato—. Tómate solo cinco minutos.
—Gracias —respondí con desgana.
Apoyé la frente contra el frío cristal. Tanto como odiaba admitirlo, él tenía razón. No podía permitirme un momento de diva, incluso cuando todo había ido de mal en peor del instante en que Brandon me había arrinconado. El viejo miedo podía ser solo un fantasma, pero los recuerdos jamás me abandonarían. Tal vez ese era el único motivo por el que el agente Scarlet estaba tolerando mi drama adolescente.
—Cuanto más confíes en ti misma, es cuando más debes dudar de tus acciones —murmuró Scarlet tras un largo silencio.
—¿Qué?
—Es la lección más importante que tu padre me dejó. Cuando empiezas a actuar más por confianza en tu habilidad que por razón, es cuando comienzas a cometer errores. Estabas tan segura que puedes cuidar a tu amigo de cualquier cosa, que bajaste tu guardia. Eso es lo que sucede cuando te confías demasiado.
—¿Conociste a mi padre? —pregunté.
—Mi promedio en la academia no era bueno, jamás hubiera conseguido entrar al Servicio Secreto si él no me hubiera tomado como su asistente. Te pareces a él.
—Todos dicen eso.
—No por lo que todos creen —respondió Scarlet como si fuera evidente—. Orlando también me ponía de los nervios con sus irregularidades y tenía que cubrirlo. ¿O en serio creíste que una chica de tu edad podría engañar como lo hiciste durante tanto tiempo al MI6? Tu romance con el ex-agente, tus tratos con la mafia, tus affaires con criminales... ¿Piensas que no sé de las postales, tus encuentros con tu prima, y el tipo de persona con la que te juntas? ¿Que no investigué a todo con quien alguna vez tuviste contacto? ¿Quién crees que recoge tus diarios y se deshace de ellos antes que alguien más los vea?
—Siempre fuiste el primero en acusarme de posible traición. ¿Si tenías las pruebas, por qué no entregarlas?
—Quizás te acusaba, porque así esperaban que yo encontrara las pruebas, en vez de poner a otro a hacerlo.
Sonaba como una estrategia coherente, y no había nada en todo su aspecto que delatara una posible mentira. Scarlet siempre me había acusado de lo peor, parecía lógico entonces que el Servicio Secreto le hubiera encargado el investigarme en vez de darle ese trabajo a otro. Y a la vez, no tenía sentido. No había habido actuación alguna en su disgusto cada vez que me veía.
—¿Por qué eres quien siempre me busca? —pregunté—. Si tienes pruebas de tus acusaciones. ¿Por qué esconderlas? Me odias.
—Mi trabajo sería mucho más fácil sin ti, pero no te odio.
—Nunca quisiste que fuera parte del MI6 —acusé.
—Eso no va a cambiar. Sigo sin desearlo, pero eres una buena agente. No vas a renunciar, y ellos tampoco te despedirán —respondió él.
—Siempre me tratas como a una cría a ser sacada del medio.
—Porque eres mi Andrew Parson —su mirada se desvió una única vez de la carretera para que sintiera el peso de cada palabra—. Orlando fue mi mentor, el único que tuvo confianza en mí como para darme un trabajo y hoy soy quien soy gracias a él. Y su último encargo, antes de morir, fue que cuidara de ti. Así que imagínate cómo me habré sentido cuando supe que el MI6 quería reclutarte, o cómo lo hago cada vez que quieres coger una misión y lanzarte de lleno al peligro. No me he pasado toda tu vida cuidándote, vigilándote cada día de ida y regreso a la escuela, controlando a todo a quien intenta acercarse a ti, asegurándome que tengas dinero incluso para el maldito almuerzo cuando te lo olvidas en tu casa, para que tú intentes sabotearme sin descanso a cada oportunidad que tienes.
Bien, esa era demasiada información en demasiado poco tiempo. Si Scarlet se sentía como yo ahora mismo cada vez que tomaba una misión, entonces no me sorprendía que siempre me mirara como si hubiera arruinado sus mocasines favoritos al pisarlos con mis tacones. No me odiaba, solo estaba molesto porque le hacía imposible su trabajo.
No dije nada hasta que llegamos a los cuarteles del Servicio Secreto. Quizás, Scarlet tuviera razón. Tal vez había estado tan segura respecto a mi primera suposición, que no me había molestado en investigarlo como para descubrir la verdad, o siquiera dudar de mis creencias. ¿No era eso lo primero que Jack me había enseñado? ¿A no confiar en nadie, ni siquiera en mí misma? Después de todo, aquí estaba la prueba.
—Gracias —murmuré al bajarme del vehículo—. No tienes que cuidarme si no quieres, ya tengo edad para valerme por mi cuenta y tengo a otros.
—Tal vez, pero todavía te queda mucho por aprender —él lanzó una tarjeta en mi dirección que atajé enseguida—. Tu hermano está en el subsuelo tres, práctica de tiro. Y deja de sabotear mi misión, Emma, no haces que sea agradable mi día de trabajo.
—Intenta ser más agradable conmigo, y lo tendré en cuenta.
Le ofrecí una sonrisa de disculpas antes de dirigirme al elevador. Una vez que las puertas se cerraron, me permití tener mis diez segundos de crisis antes de empujar todo al fondo de mi mente. Andy estaba bien, Maurice estaría bien, tenía que mantenerme entera si deseaba lidiar con esto. No era como si existiera alguna escapatoria. Esta no era una misión que podía abandonar cuando quisiera.
Ethan era otra historia. Necesité la tarjeta de acceso para poder entrar al piso de la practica de tiro. Era el único allí. El horario, o tal vez este era el modo que mi hermano tenía de descargarse. Hubiera dado cualquier cosa por mis guantes de box y un saco, pero no podría controlarme del todo y no me arriesgaría a una posible lesión. Necesitaba mi cuerpo entero.
—Entonces... lo sabes —comenté al detenerme a su lado.
—¿Siquiera se te ocurrió llamarme al momento del incidente, o sigues creyendo que algo bueno saldrá de dejarme de lado? —me cubrí los oídos para protegerme del sonido del disparo cuando él apretó el gatillo.
—Eres lo primero en lo que pienso, sin importar la situación. Y es por eso mismo, que no puedo permitirme contactarte. Si están yendo tras las personas que me importan, no puedo demostrar que eres a quien quiero a mi lado cuando algo malo sucede, porque serás entonces lo primero que me quitarán.
—Soy tu hermano, vendrán por mí de todos modos. Y yo no dejaré que te enfrentes a esto sola.
—¿Puedes culparme por querer protegerte? ¿No hiciste tú lo mismo todos estos años al ocultarme tu vida? —pregunté.
—No soy un buen perdedor ante el karma, Em.
Él suspiró y bajo su arma. Su mirada se detuvo un instante en la camisa de hombre que llevaba puesta, pero no dijo nada. La paranoia lo estaba afectando más que a mí, era evidente por los oscuros arcos bajo sus ojos. Ethan había roto un nuevo record de tiempo en casa, y eso era mucho decir. Quería decirle que todo iba a estar bien, pero no había vuelto a ser el mismo desde que sus recuerdos sobre papá se habían revuelto, y ahora no dejaba de mirarme como si yo fuera a ser el próximo asesinato que no podría evitar.
—Lo sé. De todos modos, siempre te enteras de lo que me sucede enseguida. ¿Cómo va tu día? —su mirada se endureció enseguida ante esa pregunta y volvió a levantar su arma.
—El sujeto que mató a papá ahora quiere matar a mi hermana —Ethan disparó una vez—. Me enteré esta mañana que un criminal que arresté hace unos años escapó de prisión y no puedo tomar el caso porque tú eres mi prioridad —él disparó una segunda vez—. Dejé plantada a una agente para el almuerzo.
—Espera. ¿Qué? ¿Tienes una cita?
—Tenía una cita —él apretó el gatillo con frustración una vez más—. De todos modos ya no importa, es de esas chicas que solo te dan una oportunidad.
—¿Pero qué sucedió con...? —Ethan suspiró al soltar el arma.
—No puedo. No resisto más. Soy un romántico, me gustan las cosas a la antigua, y no puedo seguir luchando por alguien que se niega a darme su corazón —por un instante, el dolor fue absoluto en su mirada, pero la determinación en su rostro no cambió—. No puedo entregarme a alguien que ni siquiera se atreve a intentarlo solo conmigo. No quiero seguir siendo un juguete.
—Pensé que dijiste que su pasado era complicado.
—Lo es, y creí que con el tiempo tal vez cambiaría, pero no lo hizo y no puedo esperar más. No cuando me hace daño.
—¿Cuándo sucedió esto? —inquirí sin comprender.
—Tal vez no me gustó el modo en que te trató cuando recuperaste a Jack por creer en el amor, cuando ella claramente no lo hace —él se encogió de hombros al responder—. Ahí comprendí que sin importar lo que hiciera, ella no planeaba cambiar.
—No renuncies a quien amas por mí —dije.
—Puedes perder tu orgullo por amor, Em, pero jamás tu dignidad. Eso no es sano. Si alguna vez necesita algo de mi parte, la ayudaré, pero no puedo seguir haciendo esto.
—¿Cuánto tiempo llevas evitándola? —pregunté.
—Lo haré el suficiente para olvidar mis sentimientos —respondió él.
Dudé un instante antes de abrazarlo. Ethan dejó con cuidado el arma a un lado, seguro puesto, antes de rodearme con sus brazos. Él jamás demostraría cuánto podía llegar a afectarle algo, pero yo lo conocía lo suficiente como para entenderlo en su silencio. Y tanto como me agradaba Diana, esa no era una relación en la que pudiera opinar. Ella no iba a cambiar su estilo de vida, y él debía haber tenido suficiente tormento preguntándose con quién estaría cuando no estaba a su lado.
—Entonces esta agente... —comenté soltándolo y cogiendo el arma para tomar su lugar—. ¿Te gusta?
—Si no lo hiciera, no la habría invitado a almorzar —respondió Ethan apoyándose contra un muro para observarme.
—Creí que no querías tener nada con agentes. Algo sobre que son expertas investigando y conocen al menos siete modos de matarte.
—Tal vez me gusta lo suficiente para dejar de lado esa regla —dijo él sonriendo.
—Todavía no es mediodía. Si corres la alcanzarás —comenté.
—Eres un objetivo y fuiste atacada.
—Estoy bien y dentro de una de las instalaciones más seguras del Reino Unido. ¡Una cita es una misión mucho más importante que esto!
—No lo es.
—Eres mi hermano, y tu felicidad es mucho más importante que tu compañía mientras practico tiro —respondí y disparé una vez para mostrar mi punto—. Solo, toma este consejo de alguien que salió con más chicos de los que puede contar. No intentes sacar un clavo con otro clavo.
—No soy como tú en ese sentido.
—¡Gracias!
—Solo siendo honesto —dijo Ethan conteniendo una risa—. Y necesitas práctica.
—Ey, tu puntería no es perfecta tampoco —me quejé—. No diste en el centro.
—Pero me acerqué más que tú. No tienes que practicar si no quieres, no te gustan las armas.
—Menos me gusta no poder proteger a quienes amo.
—No te culpes mucho por lo sucedido. Y la próxima vez, me avisas.
—¿Tan seguro es que habrá una próxima vez? —pregunté mirando el blanco.
—No vencemos a los malos por esperar bien de ellos —respondió Ethan—. Y no enfrentes a este sola. La familia es lo único seguro que tenemos, o empiezas a confiar en mí y a involucrarme, o tendré que dejar de confiar en ti.
—No seas tan dramático.
—No seas tan descuidada.
Me contuvo de responderle al escuchar el ruido de la puerta, no era momento para que estuviéramos peleados. Ignoré a Ethan cuando se alejó para hablar con Jack y me concentré en el blanco. Él había dejado los protectores de oído a mi alcance, no los cogí. Necesitaba acostumbrarme a este sonido.
Primero Andy. De todas las posibilidades, debería haber previsto que irían primero por él, no estaba sorprendida, y aun así la frustración era más fuerte. Sabiendo todo, no había podido evitarlo. Maurice había pagado por mi exceso de confianza. Y Brandon...
Por un instante mi pulso falló de solo pensar en lo sucedido. La bala ni siquiera se acercó al blanco. No era justo. Se suponía que ya lo había superado. Me había demostrado a mí misma que era capaz de protegerme. No era justo. Él no tenía ningún derecho a traer de regreso un viejo miedo olvidado. No era nadie para lograrlo. Y tal vez, lo peor, era que Brandon había sabido lo que me provocaría.
Jack se apoyó contra el muro junto a mí para observarme. Sabía todo lo que debía tener en mente, y él debía saber que era en vano intentar discutir. No podía contarle lo de Brandon. Deseaba hacerlo. ¿Y entonces qué? ¿Volver a pasar por lo mismo de nuevo? ¿Siquiera él recordaría lo que casi había ocurrido, lo que había evitado?
—Lo conozco mejor que tú, debiste haberme llamado —dijo Jack.
—Por favor, no quiero tener de nuevo esta discusión, ya suficiente fue con Ethan.
—¿No piensas que tal vez tu hermano esté en lo correcto al preocuparse por ti? —Preguntó él.
—No quiero que esto interfiera con su vida —respondí.
—¿Qué querrías si los roles fueran distintos?
—No es el punto.
—Ethan se preocupa por ti. Yo lo hago. Si algo te sucede, no puedes no decirnos.
—Estoy bien.
—No lo estás.
Hubo tanta seguridad en su voz, que por un instante solo pude cerrar los ojos e inspirar profundamente para mantener el papel. Jack se puso detrás de mí, colocando sus manos sobre las mías para mejorar mi apunte. Contuve la respiración un momento antes de relajarme ante la familiaridad de su tacto.
Cuando le había dicho a mamá que él en serio me gustaba y quería que las cosas funcionaran entre ambos, su respuesta no había sido la que había esperado. Me había explicado que las relaciones solo funcionaban si ambas partes estaban dispuestas a dar todo de sí mismas sin abandonar lo que ya eran, y algunos días, eso podía implicar que uno diera más de lo que el otro era capaz. A veces, uno tendría que ser más fuerte por los dos cuando el otro no pudiera.
Él pateó apenas mi pie para separarlo más. No dije nada mientras se ocupaba de apenas corregir mi postura. Hoy no podía ser tan fuerte como otros días, pero sus manos fueron firmes al sostener las mías y su cercanía era todo lo que necesitaba. Hoy, él sería fuerte por los dos, y esperaría hasta que yo pudiera contarle todo lo sucedido.
—No vayas por el corazón si puedes evitarlo —susurró en mi oído—. Pierna y no podrá correr. Brazo y lo limitarás si tiene un arma. El hombro no es mortal, pero lo dejarás fuera de combate y es un objetivo fácil. Inténtalo.
Disparé. El impulso no me envió tan atrás como veces anteriores, la bala dio en el hombro de la figura. Ethan podía ser el mejor en muchas cosas, pero nadie superaba la puntería de Jack. Le puse el seguro al arma y quité el cargador antes de soltarla. Me di vuelta enseguida para abrazarlo.
Cerré los ojos un instante. Estaba a salvo, Andy también. Podía idear un modo de lidiar con esto si Lionel finalmente había decidido hacer su primer movimiento. Al menos la ansiedad y el temor de la espera ya no serían un problema. Solo necesitaba deducir cuál sería su siguiente paso. Podía pretender que tan solo se trataba de otra misión más.
—No fue una buena mañana —admití en un susurro.
—Lo sé —respondió Jack rodeándome con sus brazos.
—¿Cómo?
—Cuando más fuerte te muestras, es cuando más vulnerable te sientes —sonreí sin poder evitarlo al oírlo.
—Deberé mejorar mi actuación entonces.
—O aprender a pedir ayuda. No tienes que hacer todo por tu cuenta, Bright.
—¿Está mal no desear que los demás resulten heridos? —pregunté.
—No, pero está mal ponerte en peligro por no dejar que otros te ayuden —respondió Jack—. No confundas tu preocupación con tu orgullo.
—No puedo hacer esto sola, pero tampoco quiero que otro salga lastimado —confesé.
—Tal vez deberías aprender a confiar un poco más en el resto.
—Creí que la primera regla era jamás confiar en nadie, ni siquiera en uno mismo —dije levantando la mirada.
—Confía en sus habilidades, no sus intenciones —detalló Jack.
—¿Alguna vez dejarás de darme lecciones?
—Ese es el secreto para sobrevivir en este mundo, siempre seguir aprendiendo. ¿Tienes miedo? —preguntó él.
—Un poco.
—Eso está bien —dijo Jack tocando mi mejilla—. Me preocuparía si no lo tuvieras. El miedo nos hace atentos e inteligentes, es lo que evita que cometamos errores.
—¿Puedes hacerme un favor?
—No va a gustarme. ¿Verdad? —Jack me soltó y se pasó una mano por el cabello—. Siempre que preguntas, es porque no va a gustarme.
—Sigo teniendo que reunirme con John más tarde. ¿Puedes venir conmigo?
—Tu tío me odia.
—Él no te odia.
—Las pocas veces que me ha visto...
—Lo controlaré. Por favor, eres el único que ha visto a mi padre con vida y te necesito para resolver este misterio, porque si él logró burlar a Lionel...
Era una táctica muy baja, lo sabía, pero también era la pura verdad. Jack suspiró al escucharme y supe el momento exacto en que cedió. No tenía la menor idea de lo que John tenía en mente dado la hora y el lugar de la cita, pero al menos hoy no podía pretender que podía con todo por mi cuenta. Me puse de puntillas y lo besé cuando terminó por aceptar, ahora solo quedaba saber a qué se había referido John con lo de cazar un impostor.
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