Capítulo 19
El baño fue una tortura, y no solo por el hecho de que fuera la abuela quien me ayudara a limpiarme mientras murmuraba cosas sobre cómo los hombres subestimaban la resistencia de una mujer. Mi cuerpo apenas estaba respondiendo como para levantar los brazos cuando ella me lo indicaba para fregarme la piel. Los hematomas ya habían comenzado a formarse en todas partes, y dolían peor que cualquier otra cosa que hubiera experimentado en mi corta vida de agente. Y eso era mucho decir.
El agua fría era una tortura, el agua caliente todavía peor, y la abuela fregaba como si fuera una noche ideal para hacer una limpieza de cutis. Para el momento en que me dejó libre y me dio una bata, no sabía cuánto de mi piel estaba enrojecida debido a la pelea o al trato reciente. Prácticamente me arrastré de regreso a mi habitación, mis músculos no sentían nada a esta altura.
Mamá me estaba esperando dentro, sentada en el borde de mi cama. Se puso de pie enseguida al verme, pero no dijo nada. Mantuvo su semblante de negocios a pesar de que el dolor era evidente en sus ojos. Pretendí que esta era como cualquier otra vez que regresaba de una pelea de box, solo unos golpes menores que desaparecerían de aquí a una semana y nada que una capa de maquillaje no pudiera ocultar. Ella no parecía para nada convencida.
Me senté en el tocador al no poder aguantar mucho más de pie. Mamá no me dejó hacer nada. Se adelantó al coger el cepillo y comenzar a desenredar mi cabello. Suspiré con desgana al ser consciente del desastre que era. Me fijé en mi reflejo queriendo creer que las oscuras marcas alrededor de mi cuello eran en realidad algún tipo de collar. Mi garganta dolía por la presión sufrida. Mi mandíbula y parte de mi mejilla estaban violetas, mi labio partido. Esto estaría difícil de disimular con simple maquillaje.
—¿Será siempre así? —preguntó mamá intentando mantener su voz de trabajo.
—Admito que esta fue la peor hasta ahora —respondí—. Pero sí, suele haber peleas.
—Entonces aprende a defenderte mejor.
—Eso estoy haciendo.
—Bien —dijo ella y resopló—. Eres una Stonem, y los Stonem siempre regresamos más fuertes. ¿Lo golpeaste?
—Vencí.
—¿Y le has dejado un buen recordatorio de que no vuelva a meterse contigo?
—Eso quiero creer.
—¿Acaso tú...? ¿Ha pasado que...? —ella apretó sus labios, luchando por encontrar las palabras—. ¿Alguna vez hiciste algo más que un golpe?
—Solo una vez —admití—. Era ese hombre o Jack. No me gusta pensar en ello.
—Lo siento.
—No me gustan las armas tampoco, o dañar a otros. Tal vez por eso recibí esta paliza. Hubiera sido mejor si simplemente hubiera atacado. ¿No?
—No hubieras sido mi Emma —respondió mamá y deslizó con cariño una mano por mi mejilla buena—. Nunca te arrepientas de cómo eres. Aunque temo que este cabello no tiene solución.
—¿Hay que cortarlo? —pregunté y suspiré con resignación cuando ella asintió—. Hay unas tijeras en mi mesa de noche.
—Volverá a crecer —dijo mamá yendo a buscarlas.
Ese no era el punto. Miré de nuevo mi reflejo, observando los largos mechones de delante. El tajo había sido por atrás y había preferido no fijarme en cómo había quedado. Mamá se paró detrás de mí y cogió un puñado para comenzar con su labor. El susurro de las tijeras ante el primer corte casi me sacó un escalofrío. Años de cuidar el largo para perderlo de este modo... No pude evitar que una lágrima se deslizara fuera de mi ojo, tal vez porque aquí era el fin de Emma Stonem.
—Será chic, y más cómodo para las altas temperaturas —murmuró ella mientras cortaba apenas por arriba de mis hombros—. Y podemos conseguir esas cremas de crecimiento rápido y nutrición y...
—Está bien —respondí.
—Podemos ir a la peluquería juntas cuando esto termine. Me cortaré el cabello también —dijo ella y reí.
—No me quiero parecer a ti.
—Lo hubieras pensado antes de desarrollar esa actitud.
—¿Quién me dio el ejemplo?
—Agradece que saliste a mí y no a tu padre, entonces sí hubieras sido un problema de criar —dijo mamá y dudó un instante—. ¿Tú y él...?
—No lo sé. Creo que vamos a intentar trabajar en ello.
—Suenas con dudas.
—Quiero que tome la responsabilidad de todo lo que hizo. No solo de nosotros. Quiero que vaya al MI6, y sea juzgado como cualquier otro que abandonó su puesto. Nada de privilegios o carisma, porque eso causó este problema en primer lugar. Él cometió un error, tiene que asumirlo y pagar como cualquier otro, no al modo de Orlando Bright. Tal vez, entonces, pueda perdonarlo.
—¿Y se lo has dicho?
—No todavía.
—Pues deberías. Creo que si se lo pides, lo hará.
—Ni siquiera tendría que pedírselo.
—Eres muy justa, Emma, y eso es algo de lo que más orgullosa estoy de ti. Pero recuerda que Orlando pasó años alejado de sus hijos, y ahora que están cerca de nuevo, le pides que se entregue corriendo el riesgo de ser encarcelado por desertor —dijo mamá y sacudió su cabeza—. Lo que dices, es lo que él ya me dijo que pedirías. Y esa fue la respuesta que me dio. No quiere dejarlos de nuevo.
—¿Y ustedes?
—Ese es otro asunto por el que no debes preocuparte.
—No tengo la ilusión de una familia feliz como Ethan —dije sosteniéndole la mirada en el espejo—. Pero no permitas que mi situación con papá determine la tuya. Lo que sea que tenga con él, llevará tiempo construirse, porque es algo que nunca existió. No es tu caso.
—¿Cuándo te volviste tan sabia? —preguntó ella.
—Tuve un buen ejemplo a seguir —respondí sonriendo.
—Eso no cambia que estás castigada de por vida por lo que hiciste esta noche —sentenció mamá e hice un sonido de queja.
—¡Pero salvé a alguien! ¡Y detuve un criminal!
—Desobedeciste, ayudaste a Ethan en un plan suicida y dejaste inconsciente a tu padre.
—¡Esa no fui yo!
—No me importa, porque Ethan no hubiera podido ir sin tu ayuda —dijo ella y suspiré con derrota.
—¿Al menos has podido ver a Diana? ¿Cómo está? —pregunté y mamá calló por un momento que pareció eterno.
—Ella... necesita espacio. No quiere estar cerca de nadie ahora mismo, mucho menos un hombre. Es comprensible, dado lo que pasó.
—¿Crees que pueda hablar con ella? —pregunté, pero mamá negó con la cabeza.
—Está muy alterada. Liz se está ocupando. Déjala descansar.
—Es mi amiga.
—Lo sé, pero ahora no es un buen momento, Em.
—¿Y cómo está Ethan?
—¿En serio tenemos que pretender que no sabemos que él se está desangrando por todo lo sucedido? —preguntó mamá.
—Deberías ir a hablar con él —respondí—. Te necesita. Está furioso conmigo por engañarlo para que estuviera a salvo, pero a ti te escuchará. Dile que lo siento.
—Y tú deberías descansar —dijo ella dejando las tijeras a un lado—. Ha sido una noche muy larga para todos. Por favor, no vuelvas a hacer nada similar.
—Sabes que no puedo prometerte eso, mamá.
—Entonces al menos recupérate antes de hacerlo.
—Lo intentaré.
Le sonreí en un intento por restarle importancia, como si mi cuerpo entero no estuviera roto. Ella se inclinó y me dio un suave beso en la mejilla antes de partir. Abrió la puerta, saludando con un asentimiento a Jack al encontrarlo allí para luego desaparecer. Él dudo un instante, aun en el marco, para luegoentrar y cerrar la puerta detrás.
Lucía como si la preocupación llevara horas carcomiéndolo. Era imperceptible para quien no lo conociera tanto como yo, pero allí estaba. El cabello despeinado en algunos sitios, sus camiseta arrugada, la falta de zapatos o lo alerta que lucía a pesar de que debería estar durmiendo. Cualquier buen agente aprovecharía el tiempo de seguridad para recuperar el sueño perdido por la misión.
—Te queda lindo, tu cabello —dijo él luego de un largo silencio y cogí un mechón para evaluar su nuevo largo.
—No quería cortarlo —admití con tristeza—. Creí que aguantaría más a esta vida. Me gustaba más antes.
—A mí me gusta de ambos modos —dijo Jack y sonreí sin poder evitarlo al mirarlo.
—Eres mi novio. Te gusta mi corazón, no mi aspecto. Creo que ya hemos pasado el tiempo de simple atracción física. Te he visto tras una paliza y eras atractivo para mí. Ahora es tu turno.
Jack se acercó hasta mí y me extendió una mano. La acepté sin dudarlo, dejando que tirara de mí para levantarme y me envolviera en un abrazo. Estaba bien. Estábamos bien. Su cuerpo se sentía cálido y familiar contra el mío. Y Jack estaba ileso, a pesar de lucir como si él fuera quien había sido golpeado de todo modo posible.
—La próxima vez, al menos avísame si planeas ponerte en peligro de ese modo —susurró él—. Si lo hubiera sabido, hubiera intervenido antes.
—¿Qué es lo que estuviste haciendo?
—Evitando que Brandon nos delatara.
—Brandon estaba fumando cuando los dejamos, no olías a humo luego. Eres un buen mentiroso, pero no creas que el amor me ciega. ¿Qué te traes entre manos?
—¿Qué te traes tú entre manos? —preguntó Jack, pero no respondí—. Supongo que ambos tenemos secretos.
—Así es como suele funcionar entre espías. ¿Debo sospechar de ti?
—Sabes dónde está mi lealtad.
—También sé que Antoine asesinó a Cam, seguramente creyendo que eso me afectaría —dije y me alejé para poder mirarlo a los ojos—. Algo que no hubiera sucedido si fuera cierto que Sam está trabajando con Lionel como dices, porque él sabe que ya no había relación alguna entre Cam y yo. Si vas a mentirme en tu respuesta, hazlo de un modo directo, siempre intentas distraerme con algo cuando mientes para que no lo note.
La situación no estaba para seguir con juegos, menos considerando todo lo que estaba en riesgo. Una sola vez me había confiado, eso le había tomado a Antoine para ir tras Diana y asesinar a Cam. Un simple desliz, y ahora no deseaba imaginar los horrores que Diana habría tenido que soportar o el estado en que debía encontrarse Ethan. No podía volver a permitirme algo similar.
Me hice a un lado para dejarlo pasar. Jack se acercó hasta mi tocador, cogiendo la silla y girándola para poder sentarse y enfrentarme. Ya no quedaba rastro alguno de amabilidad en su rostro, quizás porque no había lugar para sentimientos aquí. Este era el chico capaz de negociar con cualquiera, agente o criminal, con tal de conseguir lo que deseara, el mismo que por años había engañado al MI6 y si la situación hubiera sido distinta nunca hubieran logrado atrapar. Tal vez Alicia tuviera razón, podías sacar a una persona del crimen, pero no al criminal de una persona, y tal vez lo peor era que a una parte de mí le gustaba esta faceta de Jack. Genial, era una chica Bright.
—¿Tenemos que hacer esto? —preguntó él apoyándose sobre sus rodillas.
—Mentiste deliberadamente a mi familia con información falsa —respondí—. Puedes hablar, o puedo gritar y tendrás que enfrentarte a unos Bright bastante alterados esta noche. ¿Alguna vez te he dicho por qué Ethan y yo le tememos tanto a nuestra abuela?
—No luce como una mujer que desafiarías —dijo Jack.
—Vinimos a pasar un fin de semana aquí por invitación suya. Una mañana nos levantó, llevó hasta el jardín trasero y puso un chaleco antibalas a cada uno. Nos dio dos armas. Nos obligó a dispararnos directo al corazón para que le demostráramos que la misión es más importante que cualquier sentimiento personal —dije con una fría calma—. Tuve que dispararle a mi hermano, porque me dijo que sino lo haría ella con los ojos cerrados. Entonces no creas que parpadearé al entregarte si Ethan está en riesgo con lo que sea que estés haciendo.
—Sabes que jamás pondría en riesgo la vida de tu hermano.
—Mentiste.
—Con un dato irrelevante.
—No importa. Lo hiciste. ¿Qué me asegura que no lo has hecho más de una vez? ¿Cómo sé que siempre fue irrelevante?
—¿Tan poco piensas de mí?
—No confío en nadie.
—Yo tampoco.
—¿Cómo contactaste a Truman? —pregunté.
—Lo llamé —respondió Jack.
—John confiscó los móviles de todos.
—Segunda línea. Los hombres de traje nunca fueron muy difíciles de burlar para mí —dijo Jack y se encogió de hombros—. Eres más perceptiva que tu padre, eso sí debo reconocerlo, o tal vez yo soy más descuidado frente a ti. Ambas opciones son posibles.
—Te conozco de antes que él —dije y apenas contuve una sonrisa—. Y temo que mi prima suele dar buenos consejos. ¿Entonces qué andas haciendo, Jack?
—Negocios.
—¿Y qué ganas con ello?
—¿Si salen bien? Todo.
—¿Y si salen mal?
—Bueno, al menos ya habré considerado esas opciones y tendré una respuesta entonces —Jack me miró—. ¿Qué hay de ti?
—Dame una buena razón para no insistir por más detalles —dije acercándome y él cogió mi mano enseguida para sostenerla contra el interior de su muñeca.
—Dime si estoy mintiendo. Me conoces. Jamás haría algo que te perjudicara a ti, a Ethan, o al resto de tu familia luego de todo lo que han hecho por mí. Sigo queriendo ser de los chicos buenos.
—¿Ahora es cuando dices que el plan implica que yo no sepa? —pregunté.
—Eres una chica lista —dijo Jack y se inclinó para besar mi mano—. Lo que estoy haciendo, no sé si estarás de acuerdo o no, pero siento que es lo correcto y solemos coincidir en lo que creemos correcto. Te prometo que no estoy poniendo a nadie en peligro, solo a mí.
—Me importas.
—Entonces tengo que creer que estarás para salvarme si lo necesito —respondió él y me sonrió.
—¿Y cómo sabré si debo hacerlo? —pregunté.
—Una clave, la única que solo tú podrías reconocer. Si la escuchas, entonces sabrás que quizás aposté demasiado.
Por supuesto, porque con Jack todo siempre debía ser un misterio hasta el final, incluso esto. Suspiré al mirarlo. No había amenaza alguna en toda su expresión. Él era incapaz de hacerme daño, pero al menos con un poco de presión había reconocido el peligro que andaba corriendo. La abuela tenía razón, los hombres eran demasiado orgullosos como para creer que podían solos contra todo.
—Espero sea algo de Shakespeare —dije sonriendo y Jack me sonrió de regreso.
—No todo está relacionado con el teatro, Bright.
—¿Entonces cómo pretendes que llame mi atención para notar que es una clave?
—Eres imposible.
—Y tú un tonto que debería decirme si anda tomando algún riesgo —dije y retrocedí hasta dejarme caer sobre mi cama al no aguantar más—. Al menos te dejé una señal en la escuela. ¿Sabes? No te avisé antes porque sabía que me detendrías, pero te consideré dentro del plan. Haz lo mismo conmigo, así estaré atenta por si me necesitas. No quiero fallarte.
—Nunca lo haces.
—Nunca se siente como si todos corrieran peligro. Dudo que el plan de mi padre asegure tu bienestar, soy honesta en eso. A él solo le importan sus hijos. Tal vez por eso tampoco me llevo del todo bien, no quiero aceptar que sea tan egoísta —admití mirando el techo—. No quiero pensar que yo sería igual, si todos aseguran que me parezco tanto a él. No quiero ser así. Porque papá no estaba y yo no entendía, y después fue fácil creer que no me importaba, y luego me dije que no podía culparlo si había muerto por protegernos, pero ahora sí está y sí importó y sí puedo culparlo. Y creo que sí tengo problemas con mi padre. Puedo permitirme ser una adolescente caprichosa en eso. ¿Verdad?
—No soy exactamente un referente en cuanto a asuntos familiares, Bright —respondió Jack—. Pero Orlando es del tipo que escucha y se preocupa por ti, aprovecha eso si quieres hablarle para intentar ponerle orden al asunto.
—Tal vez —dije y suspiré—. Estaba molesto por lo que hice.
—Pusiste tu vida en peligro.
—¿No es algo común en este trabajo?
—Tu padre no tuvo tiempo de ponerse al día contigo o tomar bien su lugar, y ya le andas haciendo pasar por la crisis de criar una adolescente que hace lo que quiere sin importarle el peligro —dijo Jack y me apoyé sobre mis codos para mirarlo.
—¡Ja! ¡Entonces sí sabes de cosas normales también! —señalé—. Conoces la crisis paterna de criar adolescentes.
—No, lo escuché quejándose de eso con John —dijo Jack y volví a echarme para atrás con desilusión—. Deberías hablar más con Orlando.
—Hay otras prioridades ahora.
—Quizás no entienda mucho de familias, pero he visto como es la tuya. Son leales y se cuidan entre ustedes, e incluso estando enfrentados no dudan en ayudarse. No te prives de algo así, ya habrá tiempo luego para reclamos y caprichos. Orlando no estuvo antes, pero está ahora para ti. La cuestión es si quieres dejarle estar.
—¿Tú qué harías? —pregunté y Jack sonrió con tristeza.
—Creo que es evidente. Temo que soy la otra cara de la moneda, busqué sin descanso a alguien solo para encontrar rechazo. No creas que no te envidio.
—Él es responsable de que tu madre se marchara, Jack.
—Ella decidió eso por su cuenta. Con o sin conveniencia, Orlando la ayudó cuando nadie más lo hizo. No puedo ignorar eso. Y ya tuve tiempo de hablar con él y tengo mi opinión formada, pero no debería condicionar la tuya.
—Es difícil. Mi cabeza tampoco está en ello esta noche —confesé—. ¿Has visto a Diana?
—No está bien.
Cerré los ojos ante esas palabras, era previsible. Jack nunca había sido de dar rodeos al momento de comunicar una mala noticia. La habíamos encontrado con vida, eso no cambiaba que quizás hubiéramos llegado demasiado tarde, y mientras que las heridas exteriores podrían curarse, las interiores eran otra historia. Antoine había sido el monstruo de sus pesadillas de niña y ahora él solo se había asegurado de recordarle que algunos monstruos eran reales.
—Te entiendes con ella mejor que yo. Necesita a alguien —dije—. Si es cierto que no le permite a Ethan acercarse, entonces...
—No puedes ocuparte de todo. Ya es tarde, Bright —dijo Jack y se puso de pie—. Y necesitas descansar. ¿Cómo te sientes?
—Temo que estaré delicada por unos buenos días. Casi deseo que Kevin esté aquí con sus mil píldoras para el dolor.
—Eso es extremo.
—¿Verdad que sí?
—Duerme, y si necesitas algo...
—Soy una chica grande y tengo fuerza como para arrastrarme con orgullo hasta la puerta de Alicia al menos —dije sonriendo.
Jack rió al escucharme. Con cuidado me ayudó a moverme para que pudiera meterme debajo de las sábanas. Ahora que el efecto de la adrenalina se había extinguido, mis huesos prácticamente gritaban por un descanso. Rozó sus labios contra mi frente al momento de despedirse antes de marchar y, aunque todo mi ser ansiaba su compañía, estaba lo suficientemente rota como para saber que el más mínimo roce me dolería. Lo dejé partir, no creía ser capaz de soportar siquiera un abrazo.
Cerré los ojos, intentando ignorar el dolor en todas partes. Internamente me repetí que no había nada quebrado, como si eso bastara para convencer a mi cuerpo de que no se quejara tanto y me dejara dormir. No era tan sencillo. Tampoco era como si pudiera tomar más analgésicos, ya había pasado la cuota de lo recomendable. ¿Me lo tenía merecido por lo que había hecho? Probablemente. ¿Pensaba aceptar que así era? Nunca.
Los segundos se arrastraron lentamente hasta convertirse en minutos, o tal vez horas. Fuera por el agotamiento o los medicamentos, el tiempo había perdido sentido absoluto. Odiaba ese estado medio entre el sueño y la conciencia, ningún buen descanso podía salir de ello. Luché por mantener cualquier pensamiento de Diana alejado de mi mente o definitivamente no podría conciliar el sueño.
No dije nada al escuchar el ruido de la puerta, tampoco al sentir el peso echarse detrás de mí en el otro extremo de la cama. Por un instante, mi corazón se contrajo ante el recuerdo de otra noche similar. Esto tenía que ser malo. Me mantuve de espaldas, dándole el espacio que necesitase mientras luchaba por pensar qué hacer.
—Como me patees dormido, te echaré, Ethan —susurré.
Silencio. Estiré una mano hacia atrás, ignorando la agonía en mi muñeca, solo para encontrar la suya. Tal como había sospechado, Ethan me había buscado primero. Sus dedos se entrelazaron con los míos, teniendo cuidado de no lastimarme al sentir mi piel lastimada. O tal vez el agarre de mi hermano era frágil por otro motivo. No podía negarlo, Lionel había ganado esta jugada.
—Estaremos bien —susurré.
—No lo sé —respondió él.
—Se supone que uno de los dos debe decir que estaremos bien. Si tú no puedes, entonces yo lo haré. Y Diana estará bien, es una chica fuerte.
—Yo permití que esto pasara, Em.
—Nunca.
—Si no la hubiera ignorado...
—De todos modos hubiera sucedido. Jack no la estaba ignorando, incluso se reunió con ella varias veces y le pidió que se fuera de la ciudad porque era peligroso, y aun así se le pasó a él también. Ella escogió quedarse.
—No es su culpa.
—Nunca diría que lo es, pero era consciente del riesgo.
—Se quedó por mí.
—Deja de culparte, hermano —dije y bostecé—. Es demasiado tarde para tener cargas de consciencia. No estás solo en esto. Todos somos responsables. Piensa que Di ahora está a salvo.
—Si hubiera estado para ella...
—Lo estás ahora, que es cuando más importa —susurré y apreté sus dedos—. Dale tiempo.
—No la has visto.
—No, pero yo no cuestionaré el diagnóstico de la abuela.
—Me atacó, Emma. Estaba gritando y llorando, y estaba aterrada. De mí —dijo Ethan y su voz tembló—. ¿Cómo pudiste hacerme eso?
—Porque Antoine te conoce y durante años pensó cómo enfrentarte, y valoro más tu vida que cual fuera la diferencia entre que fueras tú o yo por Diana.
—Eres fría.
—Y a veces hipócrita.
—Me temía, Emma —repitió él—. Nunca antes me había mirado de ese modo. Deberías haber ido tú.
—Hubiera reaccionado igual al verte a ti o cualquier hombre. Tal vez también me hubiera atacado. Lo siento.
—¿Puedes ayudarla?
—Ese tipo de heridas las tiene que curar uno mismo desde adentro.
—Por favor —suplicó él.
—Estaremos bien —repetí—. Y cuando todo esto acabe, tendremos el resto del verano por delante para disfrutar. Podremos ir a navegar como te gusta, y cenar en ese restaurante de comida árabe que amas, y podrás volver a pasar tiempo con papá como cuando eras niño. Estaremos bien, porque nos tenemos el uno al otro, y si tú no puedes continuar esta noche, entonces estoy aquí para hacerlo por ambos. Vamos, normalmente yo soy la dramática y tú el optimista.
—Nunca fallé, no así —susurró Ethan.
—No lo sabías, ni tenías modo de saberlo. No dejes que Antoine te venza en tu mente.
—Casi te mata.
—No oses subestimar mi resistencia.
—Lucías como si no estuvieras respirando en el auto, Emma. ¿Tienes idea del susto que me diste? Porque juro que mi corazón se detuvo en ese momento, y ahora duele de solo pensar en lo herida que andas.
—¿Crees que no me dolió a mí del mismo modo tras el caso Pandora? Te torturaron por días, Ethan. Puedo recitar cada herida que eso te dejó. Esta es la vida que escogimos.
—Eso no cambia que duela.
—Siempre lo hará. A ambos.
—¿Crees que en algún momento mejore?
—¿Crees que en algún momento nos dejemos de amar? —pregunté en respuesta—. He visto cómo se miran John y papá, temo que esto no cambia con el tiempo.
—Que descanses, Em.
—Buenas noches, Ethan.
No solté su mano, incluso cuando el agarre de mi hermano tardó demasiado en aflojarse. Tal vez, si sentía que tenía algo a lo cual aferrarse, podría sobrevivir esta noche y enfrentarse a las pesadillas que seguro tendría. Yo, por mi parte, debía aceptar que tenía unos buenos días por delante con demasiado moretones que soportar.
*********************************************************************
Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top