Capítulo 13


Tuvimos que separarnos, era el modo más seguro. Siendo fría, no se trataba de seguridad, sino de saber que al menos un grupo sobreviviría. Era una táctica clásica. La familia real viajaba separada para tener siempre un heredero por si algo le sucedía al otro, los directivos de importantes empresas lo hacían, incluso quienes conocían la fórmula de la Coca-Cola no podían tomar el mismo transporte al mismo tiempo.

Suspiré al observar a John trabajar al otro lado de la mesa. Habíamos conseguido un compartimento privado al menos. El tren no era tan malo. Habíamos tomado uno de los últimos en salir de Londres, y habíamos sido el último equipo también en hacerlo. Ethan y mamá habían rentado un vehículo para evitar cualquier rastro, y Jack y papá habían usado alguna de sus demasiadas identidades falsas para coger un avión. Si Lionel había pretendido rastrearnos y atacarnos, en vez de estar lamiendo su orgullo herido por el taser de mamá y reformulando su plan ahora que sabía de papá como yo sospechaba, entonces esto lo habría dejado sin pista alguna para encontrarnos.

—¿Le diste un arma a mi novio? —pregunté.

—Me pareció más conveniente que dejarlo comprarla en el mercado negro, de nuevo —respondió John sin levantar la mirada de mi móvil—. Firmé una autorización del MI6. No tendrá problemas.

—¿Planeabas mencionármelo en algún momento?

—Parecía irrelevante. No te preocupes, Em, no se meterá en problemas por ayudarnos con esto. No lo permitiré. Soy responsable de Carter hasta nuevo aviso.

—Al menos la próxima vez avisa —dije y eché mi cabeza hacia atrás—. Ya están sucediendo demasiadas cosas como para sumar otra preocupación. ¿Y por qué yo terminé contigo? ¿Quién armó los equipos?

—Orlando.

—Increíble que no haya intentando aprovechar para encerrarse horas conmigo o con mamá.

—Ethan y tú son los principales objetivos, no pueden ir juntos. Orlando y tú son nuestros mejores deductores, no pueden ir juntos. Yo no puedo ir con mi hermano. Es una lista larga de justificaciones, pero esta era la mejor opción.

Por supuesto. Tenía lógica, como todo lo que al parecer decidía papá. John seguía demasiado ocupado, jugueteando con el interior de mi teléfono como había hecho con el suyo o su computadora. Algo sobre inhabilitar cualquier opción de rastreo o función que lo conectara a una red. Yo seguía sorprendida por el simple hecho que supiera cómo sacar la carcaza de un iPhone. ¿No era eso un secreto de la CIA o similar?

—¿Y sabes por qué Lionel odia a papá? —pregunté mirándolo, él se detuvo un instante.

—Por eso ganó el golpe sobre el abrazo —respondió John retomando su trabajo, y continuó ante mi mirada—. Tu novio lo sabía. Era eso lo que ocultaba, lo que te advertí que presentía. Cree que tú le pediste que investigara aquello hace un tiempo, lo hizo. Me encontró en los cuarteles, me avisó que Orlando había aparecido y sugirió que a ti te vendría bien mi compañía, pero no sin antes decirme qué había sucedido para que su padre abandonara el deber y quisiera matar a Orlando.

—Lionel —corregí—. Su nombre es Lionel. No te refieras a él como el padre de Jack, no es algo que él disfrute.

—Sigue ocultando cosas —comentó John—. Pero es un buen chico. Si no te avisó a ti, me avisó a mí, y si no fui yo, habrá recurrido a otro. Es hábil administrándose, soltando la información conveniente a la persona indicada para conseguir el favor que desea a cambio.

—¿Crees que podremos vencer a Lionel? —pregunté y él se detuvo para mirarme.

—Creo que nuestro enemigo tuvo mucho tiempo para estudiarnos, y cuenta con muchos aliados. Pero nosotros somos buenos trabajando bajo presión y tenemos amigos —respondió John sosteniéndome la mirada—. Y si algo me ha enseñado una vida de experiencia, es que en una guerra prefiero a un camarada fiel que un aliado conveniente. Por eso es importante mantener buenas relaciones con quienes conocemos, Emma. Por eso siempre debes ser amable y hacer buenos contactos.

—¿Sabes cuál es el problema con los amigos? Te preocupas por ellos, y eso los hace posibles objetivos si alguien quiere herirte.

—Esa es la carga más difícil que aprenderás a llevar, pero es inevitable. No renunciamos a quienes amamos cuando corren peligro, del mismo modo que ellos no renunciarían a nosotros. No podemos controlarlos. No lo intentes. Confía en que pueden cuidarse, y si te necesitan, estarás allí para ayudarlos como ellos a ti.

—¿Y si alguien muere? —pregunté en un susurro.

—Entonces vive por ellos, y haz que su muerte valga —respondió John— Haz que se haga justicia. Y te puedo asegurar que Lionel responderá por todos sus actos, incluida la muerte de Vivien.

No podía discutir eso, no con John quien conocía ese dolor mejor que cualquiera. Seguía sin ser algo sencillo con lo cual lidiar. A mi edad, debería estar preocupada por la clásica crisis adolescente de a qué universidad ir y cuál estudio escoger, no el hecho que la vida de quienes amaba corría peligro. No dormiría nada en todo el viaje con esos pensamientos, ya suficiente tenía con intentar descifrar cómo tratar a mamá de ahora en adelante considerando que ella sabía todo.

—¿Amas a Mimiko?

—El amor es distinto cuando eres adulto de cuando eres joven —dijo John retomando su trabajo.

—¿Cómo? Yo siento que nunca cambiaría.

—Es más independiente. De joven, deseas pasar todo el tiempo posible con tu pareja. De grande, ya no es así, porque entendiste que la distancia no afecta de ningún modo los sentimientos. Pasas de planear citas o vacaciones, a planear cosas más serias, a largo plazo.

—¿A qué tanto renunciaste por culpa de papá? —pregunté con preocupación.

Él no respondió, tal vez porque era imposible de resumir en palabras. No volví a preguntar, el dolor evidente en su mirada. Había renunciado a mucho más que la simple idea del retiro junto a su pareja para cuidar de nosotros. No era justo.

El cielo ya comenzaba a clarear cuando llegamos a la estación. ¿El problema cuanto más al norte ibas? Menos duraba la noche en verano. Y, aunque se suponía que llevaba meses de entrenamiento para tolerar unos días de poco sueño, lo cierto era que mi cuerpo no terminaba de acostumbrarse al nivel de alerta de estas últimas semanas.

Douglas estaba esperándonos fuera. Tanto como quería escuchar la opinión del chofer de la familia Bright respecto a la situación (y la reacción de la abuela al saber de papá, esperaba que no hubiera implicado matarlo), me quedé dormida tan pronto como me subí al vehículo. Apenas fui capaz de arrastrar mis pies fuera del auto y hasta mi habitación una vez que llegamos a la residencia Bright, y luego dormirme incluso antes que mi cabeza tocara la almohada.

Estaba a salvo aquí, porque Lionel no tenía modo de saber dónde estábamos. Quizás por eso mi cuerpo cedió tan fácil. Estaba rodeada de adultos responsables que sabían manejar este tipo de situaciones y ya no era solo sobre mí. Jamás creí que esto se aplicaría también para el trabajo de espía, pero se sentía bien recurrir al adulto a cargo por ayuda.

Me desperté pasada la media mañana, mi improvisado bolso de huida a mis pies. Una ducha y un cambio de ropa después, me sentía lista como para hacerle frente al día. Me gustaría pretender que se trataban de unas simples vacaciones en la casa familiar, pero la realidad no podía estar más lejos de eso, y tanto como a una parte de mí le atraía la idea de pasar la mañana explorando los pasadizos secretos que todavía me quedaban por descubrir, lo primero era actualizarme sobre la situación.

Encontré a papá y John en la sala, discutiendo sobre los mejores modos de conseguir una conexión a Internet imposible de rastrear mientras revisaban todos los dispositivos de comunicación sobre una mesa. Al parecer se habían hecho con los móviles y ordenadores de todos, y desarmado hasta que no fueran riesgosos. Pasé de largo. No me sorprendía si mamá andaba evitándolos en otro rincón de la casa, o lo que fuera que estuvieran tramando Ethan y Jack.

Encontrar a quien buscaba me tomó varios minutos, y cruzar una buena parte del jardín. Llegué a temer que el terreno no tuviera fin, pero finalmente distinguí la delgada silueta de mi abuela a unos pocos metros de la fuente principal. Había cortado su cabello para que cayera recto apenas por encima de sus hombros y vestía como si estuviera en un torneo de golf. Balanceó sus caderas al levantar un palo, golpeó con fuerza una pequeña pelota blanca que voló unas treinta yardas antes de dar en lo que parecía un blanco con figura humana al otro extremo.

—Estás despierta. Bien —comentó ella cogiendo otra pelota para poner en el suelo—. Le diré a Douglas que te prepare un batido proteico. Una rica dieta es importante durante emergencias como estas, para evitar que tu cuerpo ceda ante el estrés y la presión. ¿Se te está cayendo el cabello?

—¿Qué? ¡No! —grité enseguida cogiendo un mechón de un modo protector.

—Entonces no andas lidiando tan mal con esto —respondió ella—. Me vas a dejar alimentarte, y vas a beber todo lo que yo diga sin importar cuan repugnante te resulte. Empezando por un buen batido proteico. Es tu castigo por callar todo esto, y para que tu cuerpo resista.

—¿Estoy en problemas? —pregunté, y ella se detuvo un instante al bajar sus lentes de sol para que la mirara a los ojos, suspiré—. Sí, sí lo estoy, pero cuando resolvamos esto.

—Chica astuta —dijo la abuela y volvió a concentrarse en su tiro—. Tendremos una reunión después del almuerzo para evaluar nuestras opciones y planear nuestra represalia.

—¿Represalia?

—Somos Bright, no nos escondemos como cobardes. Si ese muchacho quiere problemas, entonces le enseñaremos a no meterse con nuestra familia.

—Tiene sus motivos.

—Si yo intentara matar a todos quienes tengo mis motivos para desear muertos, acabaría con un décimo de Inglaterra.

—Abuela, tú eres bastante... pasional.

—Es normal desear matar a alguien, Emma. Lo anormal, es matar por deseo —ella golpeó la pelota, y levantó un puño con éxito al golpear su blanco—. Perfecto.

—¿No sería mejor jugar con un hoyo? —pregunté.

—Muchos negocios se realizan jugando al golf. Piénsalo. Amplios terrenos llenos de silencio y discreción, yardas enteras vacías... Y puedes atacar desde la distancia. ¿Sabías que si un proyectil pequeño y duro te golpea con la suficiente potencia en medio de tu pecho puede llegar a romper tu diafragma y matarte de un golpe al corazón? —dijo ella con tranquilidad y sonrió al preparar otra bola—. Una vez conseguí que un hombre se tragara una de mis pelotas de un tiro y muriera de asfixia. Eso sí es un hoyo en uno.

—Creo que prefiero mi tipo de misiones.

—Vamos a hacer algo, Emma. Toda ofensa merece ser respondida.

Manus manum lavat. Una mano lava la otra, lo dice en mi baño. No creo en el ojo por ojo —dije.

Honeste vivero, naeminem leadere et jus sum clique tribute —respondió la abuela—. Esas son las palabras que veo cada mañana. Vive honestamente, no dañes a otro y a cada quien su merecido.

No había modo que fuera a meterme en una discusión en latín con esa mujer cuando era evidente que perdería. El almuerzo no tardó en servirse tras eso a pesar de mi falta de desayuno, y fue tan terrible como podría haber imaginado. Mamá se sentó en un extremo de la larga mesa, reclamándole a gritos y furiosa a John por habernos metido a Ethan y a mí en el mundo de los espías. Él se defendía diciendo que nosotros se lo habíamos pedido y ya habíamos estado demasiado dentro para que nos sacara. Ella había escogido el lugar más alejado de papá mientras que él no dejaba de intentar llamar su atención, ignorando cualquier reclamo del abuelo y la abuela.

En otras palabras, resultaba que los adultos al final se comportaban como adolescentes también algunas veces. ¿Acaso era la única que no podía dejar de pensar en la inminente amenaza? Incluso Ethan y Jack parecían relajados, ambos comiendo a cada lado mío. ¿Yo me lo estaba tomando muy a pecho, o ellos ya tenían la experiencia suficiente como para guardar la calma en situaciones así?

—Necesitará ayuda si planea recuperarla —susurró Ethan mirando a papá.

—No me importa. No es nuestro asunto —respondí.

—Son nuestros padres.

—Y tú puedes tener la fantasía de la familia feliz, pero no es mi caso.

—¿Crees que tu madre esté molesta por el disparo? —preguntó Jack y suspiré.

—Si tu castigo no incluye limpiar el baño, entonces estás al mismo nivel que nosotros. Cree que la limpieza forzada instruye disciplina y humildad, y básicamente no volver a meter la pata —respondí.

—¿Por qué le disparaste a mi madre? —dijo Ethan.

—Lo siento. Parecía la mejor opción.

—¿En qué clase de escenario es esa la mejor opción?

—Lo fue, créeme —dije, Ethan sacudió su cabeza.

—Toma este consejo, no hagas lo mismo con la abuela —dijo mi hermano—. Ella te devolverá el disparo.

—No planeo hacerlo —respondió Jack.

—En serio, mantente alejado de la abuela —murmuré—. Hoy la vi practicar cómo matar a un hombre con un tiro de golf.

—Eso porque no la escuchaste a la mañana charlar con mamá sobre cómo armar una bomba casera con productos de limpieza —dijo Ethan y cerré los ojos un instante.

—Por favor dime que mamá no tomó nota.

Por supuesto, mamá lo había hecho. Tuvimos que pasar al salón principal cuando Douglas anunció que el postre estaba servido allí, aprovechando nuestro cambio para levantar la mesa del comedor. Todo se veía demasiado grande para tan pocas personas, tan opuesto al caos de invitados que había sido en Navidad. Me costaba imaginar a mis abuelos viviendo solos aquí, aunque tal vez pasaran la mayor parte del tiempo fuera en asuntos secretos.

Papá y John retomaron su trabajo con los dispositivos electrónicos, sentados juntos en un sillón revisando los aparatos en la baja mesa delante de ellos. Mamá mantenía la distancia como si hubiera una perimetral que cumplir, interesada en la charla de la abuela sobre cómo transformar elementos cotidianos en armas mortales. Nada bueno podía salir de eso. El abuelo parecía feliz de poder estar poniéndose al día con Ethan, Jack escuchando en silencio junto a ellos.

—Dime que tienes un plan —dije acercándome a papá y él me sonrió.

—Siempre lo tengo —respondió confiado.

—No lo parece.

—Pues si tú no lo has notado, entonces el enemigo menos —dijo sonriendo con conocimiento.

—Espero no implique otra herida de bala —comentó John mientras sacaba la carcaza de un móvil—. Brigitte casi me castra cuando vendé su pierna.

—En mi defensa, eso fue obra de Jackpot —respondió papá y John lo miró sorprendido.

—¿Se le escapó un tiro? Sus notas son bastante impresionantes en cuanto a puntería.

—Jack jamás erra un disparo —dije cruzándome de brazos—. Le apuntó a mamá. Ella cayó al suelo por eso, Lionel falló su tiro en consecuencia. Jack es más rápido.

—Es apenas un rasguño lo que tiene Brigitte. Ese tipo de precisión lleva años de entrenamiento —dijo John.

—¿No es obvio? El chico dispara desde que es un niño —respondió papá.

—No es sano desde tan joven —continuó John.

—Creo que tiene problemas para matar en cercanía, quizás esa sea la causa. ¿Quieres apostar? —preguntó papá.

—Él no es una apuesta —dije, pero de todos modos John tomó la mano que su hermano le ofrecía para cerrar el asunto.

—¡Ethan! —llamó papá, y mi hermano enseguida lo miró con atención—. ¿A qué edad mataste por primera vez?

—Trece años —respondió Ethan—. ¿Por qué?

—Fue una excepción. Se metió en problemas y era la única escapatoria, no es así con los demás agentes —susurró John.

Quizás lo peor era la naturalidad con la cual hablaban de matar, como si fuera parte del oficio. Lo era. Y yo todavía tenía algunas noches de pesadillas con el único sujeto que había asesinado. Mamá lucía como si fuera capaz de apuñalar con sus tacones a papá y John por haber hecho que su hijo derramara sangre. Nada de eso me importaba. Solo pude ver a Jack ponerse de pie y partir. Conocía esa expresión en su rostro.

—Te lo dije, debe haber matado más joven que Ethan —comentó papá también al verlo partir—. Dispara de niño.

—¿Siquiera tienes un poco de empatía? —pregunté sin ocultar mi molestia—. Tú sabes, tan bien como yo, que mi novio no se encuentra en una situación como para tocar recuerdos sensibles. Vuelve a hacer algo similar, y juro que no te hablaré por el resto de mi vida.

John lo palmeó con fuerza en la cabeza, soltándole lo que parecía una reprimenda en mandarín que papá respondió. No le di importancia a ninguno de los dos al momento de seguir a Jack fuera. Hacía un año, mi familia se había sentido demasiado chica con solo mamá y Ethan, ahora sentía que cada día más personas se sumaban y no tenía experiencia alguna en familias numerosas.

Encontré a Jack en la biblioteca. El lugar tenía demasiadas frases en latín como para comenzar a leerlas, cada una encima de una estantería. Libros recubrían los muros hasta el techo, yendo desde recreación personal hasta lo que parecían manuales de armas y técnicas de estrategia. Jack estaba apoyado contra el escritorio, la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados. No se inmutó al escucharme entrar, tampoco pareció importarle.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Tenía siete años —respondió él sin abrir los ojos—. Mereces saber el tipo de persona con la que andas. Tu hermano casi me duplicaba en edad y lo miran como si fuera inaudito siendo tan joven. Yo tenía siete años cuando maté a un hombre por primera vez, y no estaba en peligro.

—¿Te arrepientes?

—No lo sé —dijo luego de varios segundos y me miró—. Lo siento. No lo sé. Y no sé en qué tipo de persona me convierte eso.

—En alguien que ahora no mata, excepto que en serio no quede otra alternativa —respondí tranquilamente—. En alguien que se obsesionó tanto con su puntería para evitar matar, que incluso mi propio tío está impresionado por tu precisión. En alguien que ayer no pudo dispararle a Lionel a pesar de la amenaza que representa y todo el mal que ha hecho, todo el daño que te ha hecho, porque valoras más la vida.

—¿Y crees que eso es bueno? ¿Que compensa lo que hice?

—Creo que el joven que conozco, es diferente de lo que fue ese niño. No quiero psicoanalizarte —dije y suspiré—. Por favor, no me hagas psicoanalizarte. ¿Necesitas oírlo? Sé que guardas secretos, y que andas metido en algo bastante por fuera de las reglas de los hombres de traje, y que te cae bien mi papá a pesar de que pretendas estar de mi lado en mi tensa relación con él. ¿Y qué? ¿Cuántas veces yo me he reunido con gente a tus espaldas o he hecho cosas sin decirte? ¿Crees que me importa lo que hayas hecho de niño, sabiendo el tipo de hombre con el que estuviste obligado a convivir? Siendo honesta, ni siquiera sé cómo terminaste siendo buena persona siendo criado por Lionel, y estoy segura que eso debe ser porque mi padre te manipuló de niño, pero no quiero pensar mucho en eso porque es una de esas zonas grises donde actuó mal para bien y no sé qué pensar al respecto. ¿Crees que te juzgo?

—Deberías.

—¿Quieres saber con cuántos chicos salí? ¿Cuántos besé? Porque para mí es solo un número, pero para la sociedad es una perfecta razón para juzgarme a cada oportunidad que le doy. ¿Sabes cuál es el beneficio de haber estado con tantas personas? Cuando encuentras al indicado, lo reconoces enseguida —respondí y me acerqué para terminar frente a él—. Sé el tipo de persona que eres, y soy consciente del tipo de infancia que debiste haber tenido. No me pidas que te juzgue cuando el único responsable es Lionel, y cuando apenas fuiste dueño de tus actos, escogiste el camino contrario a cual sea que él te haya querido llevar. ¿Andas haciendo algo malo?

—No —dijo Jack, y cerró los ojos cuando toqué su mejilla—. No quiero hacer daño. No podría.

—Entonces no creas ni por un segundo que eres una mala persona, o que yo podría pensar eso de ti.

—Quería dormir —susurró Jack después de un largo silencio—. Papá estaba torturando a un hombre, llevaba noches así, y sus gritos no me dejaban dormir. Tenía miedo. Ya no aguantaba más. Así que fui a ver. Le pedí que lo dejara de lastimar porque quería dormir, pero él nunca me escuchaba. Le parecía débil. Decía que mi madre me había hecho débil. Y continuó. Yo no lo soportaba. Había un arma. La tomé, y vacié el cartucho en el hombre. Lo maté, porque quería dormir. ¿Qué tan horrible me hace eso?

No lo sabía, porque solo podía imaginarlo de niño, escondido debajo de su manta en una cama y tapándose los oídos, desesperado por dejar de oír aquello que llevaba noches y no le dejaba dormir. Pero Jack siempre había sido de juntar valor para enfrentar sus miedos. ¿Qué tan desesperado tendría que haber estado un niño, para ir a ver algo así? ¿Qué tanto para disparar?

—No volvió a llamarme débil —murmuró él—. Lo odié por eso, todavía lo hago. No deberías ser considerado fuerte, solo porque mataste a alguien.

—¿Te estás escuchando ahora? —pregunté en un susurro—. ¿En serio crees que alguien que piensa así puede ser malo? Lo siento si Orlando Bright te hizo revivir ese recuerdo.

—Está bien. Él solo está pensando en la seguridad de su familia, y conocer bien a quienes lo ayudan. Tenemos que volver.

—Lo sé —dije y suspiré—. Gracias por contarme. Sé que no es fácil para ti.

No respondió, solo cogió mi mano y me ofreció una débil sonrisa antes de alejarse. No tardé mucho en seguirlo. ¿Cuánto daño le había hecho Lionel realmente? ¿Cuántas cicatrices internas le había dejado? Jack nunca hablaba mucho de sí mismo, mucho menos de su pasado, y por cada cosa nueva que aprendía, no podía evitar temer al imaginarme todo el resto que debía callar. Y todo, porque en algún momento Orlando Bright se había confiado en una misión y fallado por ello.

Empujé esos pensamientos al fondo de mi cabeza, no había tiempo ahora para comenzar a cargar culpas. Encontré a los demás reunidos en la sala planeando el contraataque. Al parecer la abuela no había bromeado con lo de responder la ofensiva. Lionel no se detendría a menos que nosotros lo detuviéramos primero. Mamá mantenía su semblante de negocios, como si fuera normal escuchar a su hijo y la familia de su (ex)esposo discutir sobre armas y ataques. Casi quería que esta situación nunca terminara sabiendo cómo reaccionaría ella luego.

—Si lo atacamos en su residencia, no podremos usar armas de asalto —dijo el abuelo—. Debe haberlo previsto y aumentado su seguridad, necesitamos proteger el factor sorpresa.

—John está trabajando en un modo de asalto discreto —respondió papá sonriendo con picardía.

—De todos modos, revisé el inventario esta mañana y estamos cortos de arsenal —dijo Ethan y suspiró—. Si recurrimos al MI6, quedará en los registros y Lionel podría saberlo si tiene vigilado los proveedores. Necesitamos uno extraoficial.

—Ilegal —corrigió Jack y sacudió su cabeza—. Dudo que haya alguno en Inglaterra que mi padre no conozca. Lo sabrá si recurrimos a uno.

—Nada que no pueda solucionar —comentó la abuela restándole importancia.

Ethan me miró como señalando por qué la abuela debería darme miedo. Me encogí de hombros. Siendo honesta, a esta altura ya nada me sorprendía de esta familia. Parecía evidente quién llevaba el mando y entre espías, edad era sinónimo de letal, porque era todo un logro sobrevivir tantos años.

—Nuestro principal problema sigue siendo cómo entrar —dijo John—. No dudo de su seguridad, y debe tener alarmas por todas partes. Debe haber algún punto ciego en su sistema.

—No lo sé —admitió Jack—. Nadie nunca ha logrado meterse sin que él lo supiera. Necesitaríamos a un ladrón experto.

—Ninguno que conozcamos y no haya fallado —respondió Ethan y miró al resto—. ¿Alguna idea?

—De hecho, creo que yo puedo ocuparme —dije, recordando una antigua conversación y alguien demasiado ambicioso como para haberlo planeado—. ¿Tienen correo por aquí? Necesito escribir una carta.

*********************************************************************

Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top