Capítulo 5

Hammerhead observó con cierta apatía cómo una soldado de Deimos, vestida con un uniforme gris en lugar de una armadura de Clase Terror, comenzaba a llenar con café una enorme taza metálica que había en la mesa, frente a él. Aquella mujer, que formaba parte del personal auxiliar de la base, no llevaba ninguna clase de arma, sino que sostenía en sus manos una enorme jarra de cafetera llena de aquel oscuro brebaje. Junto a ella, otro soldado de uniforme gris se mantenía junto al carrito de servicio que había estado empujando hasta hacía un momento, sobre el cual había algunas jarras de café extras y un pequeño surtido de refrigerios; la mayoría de ellos a base de soylent reciclado. No resultaba demasiado alentador preguntar por el origen de aquellos productos, si tenía en cuenta la batalla que había tenido lugar la semana anterior en Yersinia Terra, pero cuando aquella mujer terminó de llenar su taza y le ofreció una de las bandejas con comida, Hammerhead asintió. En pocos segundos, una pequeña bandeja de plástico rectangular llena de barras energéticas aún envasadas fue movida desde el carrito hasta aquella gran mesa oval, quedando justo frente al Goliat.

Cuando aquellos dos soldados se marcharon con el carrito en dirección a su izquierda, para atender al resto de participantes de aquella reunión recorriendo la mesa en el sentido de las agujas del reloj, Hammerhead sostuvo la taza que le habían llenado y se la acercó al rostro. Oler aquel líquido hizo que el rostro del Goliat dibujase una mueca de desagrado. Si las barras energéticas que le habían servido realmente estaban hechas con los subproductos generados por la batalla de Yersinia Terra, aquel café probablemente era también fango de aquel pantano recién hervido. Aún así, Hammerhead se apresuró a dar un largo sorbo de aquel brebaje antes de volver a dejar la taza en la mesa. La comida en el ejército de Phobos nunca había sido gran cosa; pero en el caso de Deimos, las raciones casi se encontraban al límite entre lo comestible y lo tóxico. Aunque Deimos disponía de muchas instalaciones y tecnología arrebatadas a las megacorporaciones que formaban Phobos, incluida la industria alimentaria, los mismos problemas que estaban afectando a toda la organización también le afectaban a aquel sector. Cada día que pasaba, las armas, armaduras y vehículos se producían de menor calidad, las construcciones llevaban más acero y menos oricalco, y por supuesto el soylent cada vez tenía peor sabor. Sin embargo, mientras desprecintaba de mala gana y se llevaba a la boca una de aquellas barras de proteínas recicladas, Hammerhead no se quejó. Aquella era la lucha que había elegido, hasta su última consecuencia. Si podía soportar las nuevas cicatrices que le había dejado aquella batalla, también podría soportar aquello.

Un característico sonido del roce de la punta de un rotulador escribiendo en un papel captó la atención de Hammerhead, quien apartó la mirada de aquella barra energética y miró hacia el frente. Justo delante suya, al otro lado de la mesa oval, se encontraba la Comandante Persephone, concentrada en utilizar su telequinesis para escribir en una de sus libretas. Aquella Banshee se había sentado en una silla hecha a su medida, de forma que sus tentáculos quedaban recogidos hacia delante y se esparcían ligeramente por debajo de la mesa, quedando fuera de vista. Aunque estuviese sentada delante suya, la distancia entre ambos supersoldados era de cinco metros, debido al enorme tamaño de aquella mesa metálica de color negro. En aquel momento, se encontraban en una amplia sala de reuniones situada en los niveles inferiores de una instalación secreta de Deimos. Aquel complejo subterráneo era una de las pocas instalaciones que habían construido ellos mismos, en lugar de arrebatársela a Phobos; un lugar cuya existencia era, en teoría, desconocida para sus detractores. Sin embargo, Hammerhead no habría puesto la mano en el fuego en favor del secretismo de aquel lugar.

La habitación era relativamente diáfana, a excepción de la presencia de aquella mesa oval de quince metros de largo y cinco de ancho, y de las seis sillas que había en torno a ella. Aquella sala medía diez metros de ancho y veinte de largo, y el techo se encontraba a unos seis metros de altura. Toda la estructura estaba hecha de paneles de oricalco, y la iluminación tenía el característico tono rojizo de las instalaciones diseñadas y construidas por personal y maquinaria de la HEC. De no haber sido porque todos los presentes estaban acostumbrados a aquella ambientación característica propia de Phobos, aquella fría habitación de paredes metálicas y pobre iluminación habría resultado extremadamente agobiante. Las paredes de los laterales de la habitación tenían el logotipo de Deimos pintado en cada uno de los paneles que la formaban, mientras que la pared del fondo, opuesta a la compuerta blindada de la entrada, estaba mayormente formada por una gran pantalla que mostraba un mapa estratégico con parte del territorio de Deimos. El mapa estaba enfocado en la provincia de Yersinia Terra, donde el conflicto entre las dos facciones aún se mantenía muy activo a pesar de la enorme cantidad de bajas que ambos bandos sufrieron la semana anterior. Un segundo mapa holográfico, proyectado directamente sobre la mesa, ofrecía una situación más detallada del frente norte, donde la frontera entre Phobos y Deimos sangraba como una herida abierta. A raíz del último conflicto, el territorio de Phobos había retrocedido casi cincuenta kilómetros, y las posiciones defensivas de Deimos se estaban trasladando más al norte para defender el nuevo territorio capturado. Aquella era una situación favorable, aunque probablemente demasiado efímera como para celebrarla.

Cuando terminó de escribir en aquella libreta, Persephone hizo una señal con la mano a Hammerhead, quien parecía concentrado en aquella barra de proteínas que se estaba comiendo. Cuando logró captar la atención del Goliat, la Banshee hizo levitar la libreta frente a él para que pudiera alcanzar a leer lo que había escrito.

- ¿Cómo están tus heridas, Marcus?- Preguntó Persephone, con unos trazos amplios y una escritura meticulosa.

Hammerhead dejó escapar un leve suspiro ante aquella pregunta. Él era un Goliat de Phobos, si nadie lo mataba ni desmembraba, no duraría mucho tiempo herido. Aquellas heridas que había recibido la semana anterior ya eran simples cicatrices perdidas entre el resto de su colección, y el dolor que le provocaron cuando estaban abiertas se había convertido en un vago recuerdo. En aquel momento, a pesar de encontrarse a salvo en una instalación subterránea fuertemente protegida, el Goliat llevaba puesto su equipo de combate completo; incluida su hacha, que descansaba apoyada contra la mesa, justo a su derecha. En comparación con él, su armadura en cambio no había tenido tanta suerte después de la batalla de Yersinia Terra. Casi la mitad de las placas de blindaje de oricalco habían tenido que ser reemplazadas por unas nuevas. Hasta que aquellas piezas no comenzasen a sufrir daños y desgaste en nuevas situaciones de combate, su aspecto pulido e impoluto contrastaría enormemente con el de las placas más antiguas, que habían sobrevivido con una integridad aceptable a todos los ataques que habían recibido y no habían necesitado ser reemplazadas.

Aunque Persephone estaba haciendo una pregunta cuya respuesta claramente conocía, Hammerhead no se sintió molesto por ello; no porque apreciase el hecho de que la Banshee se preocupase por él, sino porque al igual que ella, él también se aburría allí abajo. Apreciaba aquel desesperado intento por parte de la otra supersoldado de iniciar algún tipo de conversación. Al fin y al cabo, de entre todos los dirigentes de Deimos allí reunidos, era la única por la que podía llegar a sentir algo de respeto.

- Estoy bien- Respondió Hammerhead.

- Nadie lo diría, viéndote esas pintas- Dijo en voz alta una voz femenina unos metros a la izquierda del Goliat- Seguro que el día que te quites la armadura, finalmente te caes a trozos.

Hammerhead no cayó en la provocación, y evitó mirar hacia su izquierda. En aquel lugar, una mujer próxima a los cincuenta años, ataviada con una bata de laboratorio blanca, ocupaba una de las sillas en torno a aquella mesa oval. Su cabello, de un tono grisáceo, se encontraba recogido en una coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Tenía los ojos verdes, aunque casi no se apreciaba debido a los gruesos cristales de sus gafas. Su rostro había adoptado una mirada insidiosa y una sonrisa cruel mientras apartaba momentáneamente la mirada de la interfaz holográfica que había en la mesa, frente a ella, para mirar directamente al Comandante Hammerhead. Su bata de laboratorio tenía el logotipo de Prometheus Labs bordado en el hombro izquierdo, consistente en una cadena de ADN que se retorcía formando el símbolo del infinito. En su hombro derecho, en cambio, se encontraba bordado un logotipo de Phobos; el cual la propia científica se había negado en varias ocasiones a descoser y reemplazar por el de Deimos. Colgada de su cuello, en un collar, aquella mujer llevaba una tarjeta con sus credenciales de Prometheus Labs completamente a la vista, identificándose como la Doctora Agatha Olsson. Aunque aquellas credenciales, probablemente invalidadas por Prometheus Labs hacía ya veintidós años, la identificaban como una simple genetista, en aquel momento la Dra. Olsson era la Científica Jefe de Deimos, le gustase o no.

Cuando aquella científica habló, Persephone dedicó un segundo a mirar a Agatha, para a continuación apresurarse a apartar la mirada cuando la genetista pareció reparar en ello y se disponía cruzar su mirada con la de la Banshee. A pesar de la enorme diferencia que había aquella entre humana y el supersoldado de más de cuatro metros que había a su lado, irónicamente Persephone tenía mucho más miedo de ella que de alguien tan imponente como Hammerhead. Había muchos rumores siniestros alrededor de aquella mujer, los cuales Agatha ni confirmaba ni desmentía, pero su actitud y su forma de hacer las cosas hacían que la Banshee sospechase que todo aquello probablemente era cierto. No le costaba imaginarse a aquella mujer haciendo cosas horribles a gente que no se lo merecía dentro de aquellas siniestras instalaciones de Prometheus Labs que habían caído en manos de Deimos. Aquella mujer no era una simple humana rodeada de monstruos, sino más bien un monstruo más como cualquier otro.

Detrás de la Dra. Olsson, permaneciendo en pie y completamente inmóvil, se encontraba la razón por la que nadie le llevaba nunca la contraria a aquella mujer, por muy bocazas que fuese y por mucho que a menudo llegase a merecerse un escarmiento. Junto a Agatha, se encontraba un enorme Goliat ataviado también con una bata de laboratorio con los mismos logotipos que la suya. En el cuello, también llevaba colgadas unas credenciales de Prometheus Labs que le identificaban como Tyrant-03. Aquel Goliat era aún más alto que Hammerhead, aunque no llegaba a la estatura de Persephone; quedándose casi en los cinco metros de altura sin llegar a alcanzarlos. A simple vista, parecía sufrir algún tipo de hipertrofia muscular, que le hacía parecer incluso más musculoso que cualquier otro Goliat. Aunque Hammerhead era muy grande incluso para los estándares de un Goliat, el tamaño y la musculatura de Tyrant-03 eran imposibles de lograr sin realizar alguna alteración no autorizada de la fórmula para crear aquellos supersoldados. Aquel Goliat ilegalmente modificado nunca hablaba y nunca parecía tomar la iniciativa en nada; tan solo seguía a Agatha a todas partes, casi como si fuese su mascota. Él cargaba con todo el equipo que ella necesitase, obedecía todas sus órdenes y asesinaba brutalmente a cualquiera que se atreviese a actuar con hostilidad hacia su ama; hacia la que aquel silencioso monstruo parecía sentir un extremo e irracional terror.

- Joder... ¿tanto te costaba morirte de una vez en Yersinia Terra?- Preguntó Agatha, visiblemente malhumorada- No vamos a terminar nunca con esta mierda...

Agatha observó cómo aquella mujer le servía el café y dejó escapar un afligido suspiro, pero no la interrumpió. Sin embargo, cuando le ofreció algunas de aquellas barras energéticas que llevaban en el carrito, la científica arrugó el rostro en una mueca de asco y se apresuró a rechazarlas mediante un gesto con la mano.

- Odio esa mierda reciclada- Se quejó Agatha.

- Lo siento...- Se disculpó la soldado de Deimos que le había servido el café- Me temo que no puedo ofrecerle otra cosa.

- Me conformo con que me ofrezcas tu ausencia entonces- Respondió de mala gana la genetista- Venga, largo.

Tras dirigir una mirada nerviosa a Tyrant-03, que había comenzado también a arrugar la frente y parecía estar a punto de apartar a golpes a ambos soldados, ambos miembros del personal de servicio de la base se apresuraron a seguir empujando el carrito y alejarse de la Dra. Olsson. Una vez la dejaron sola, Agatha sostuvo la taza de café y la dirigió a sus labios, pero tan pronto como el olor que desprendía alcanzó sus fosas nasales, la científica se detuvo antes de beber y volvió a dejarla en la mesa. La calidad del café no era diferente de la de la comida que había rechazado. En aquellas circunstancias, prefería esperarse a que la reunión terminase y pudiera volver a alguno de sus laboratorios para comer allí. Las instalaciones de Prometheus Labs capturadas por Deimos no tenían muchas virtudes, pero al menos en sus cafeterías se servían proteínas sin reciclar. Si uno evitaba pensar en la procedencia de aquella carne que preparaban, aquellos laboratorios podían ser unos de los mejores lugares para comer en todo el territorio de Deimos.

- Dra. Olsson, le guste o no, ahora es una oficial de Deimos- Dijo una calmada voz masculina frente a la genetista- Debería actuar como tal.

Al oír aquella voz, Agatha miró en dirección al hombre que había frente a ella en la mesa oval, sentado unos metros a la derecha de Persephone. Se trataba de un representante de la HEC que, al igual que ella, de alguna forma había acabado formando parte de los altos mandos de Deimos pese a no sentir simpatía alguna por la organización. Aquel hombre, de apariencia formal, vestía un elegante uniforme consistente en un traje de chaqueta negro, con algunos detalles decorativos bordados en rojo. Su chaqueta tenía bordado en el hombro derecho el logotipo de Deimos, mientras que el hombro izquierdo tenía el logotipo de Heavy Engineering Colossus; el cual consistía en un hombre musculoso que, con gran esfuerzo, levantaba un gigantesco engranaje. Aunque tenía ya casi sesenta años, su rostro aparentaba muchos menos, dando la impresión de rondar los cuarenta; con arrugas muy poco marcadas. Su cabello corto y rubio estaba cuidadosamente peinado, y sus ojos marrones mantenían una mirada serena. Parecía ser completamente ajeno a la mala situación que Deimos estaba atravesando, y se tomaba la situación con una extrema calma, propia de alguien que en realidad no estaba arriesgando nada en aquel conflicto.

- Cierra el pico, Taggart- Le espetó Agatha.

- Es... Señor Taggart- Corrigió aquel representante de la HEC.

Agatha reunió toda la escasa fuerza de voluntad que le quedaba y resistió la tentación de lanzarle su maloliente taza de café a aquel hombre, mientras le veía rechazar educadamente todo lo que aquellos soldados que empujaban el carrito le ofrecían y los hacía pasarle de largo. Al igual que ella, Taggart en realidad no era un miembro de Deimos, a pesar de que también se hubiese convertido en uno de los subordinados de mayor confianza de la Comandante Aldrich. Sin embargo, mientras que ella se había convertido en parte del botín de guerra saqueado por Deimos tras una batalla perdida por Phobos y se había visto forzada a trabajar creando supersoldados para aquella organización, Taggart en cambio era un representante de la HEC enviado por el mismísimo Fabricador Principal para asistir a Deimos en el uso de cualquier instalación de aquella corporación que cayese en sus manos durante aquel conflicto.

Sin importar que Phobos y Deimos estuviesen en guerra, el actual dirigente de la HEC había llegado a un acuerdo con la Comandante Aldrich y le había enviado un asistente corporativo que supervisaría el buen funcionamiento de todas las fábricas y la correcta explotación de los recursos naturales de la región. A cambio de que se le permitiera proteger y preservar la propiedad de la HEC, Taggart se convertiría en un asistente financiero fiable y se comprometía a no actuar en contra de los intereses de Deimos. Aunque, por razones evidentes, aquel fue un acuerdo que la Comandante en Jefe recibió con mucho escepticismo, lo cierto era que aquel empresario demostró ser un administrador competente y muy leal al acuerdo que le había propuesto la HEC. Antes de que la Comandante Aldrich se diese cuenta, Taggart se había convertido en uno de los principales pilares que sostenían todo el peso de la organización y se había vuelto alguien irremplazable para Deimos. No le importaba quién ganase aquella guerra, porque la HEC seguiría trabajando con la nueva administración si es que Deimos lograba por algún casual derrotar a Phobos, y porque recuperarían las propiedades que les habían arrebatado si finalmente Phobos conseguía aplastar a Deimos. Aquello le permitía tomarse las cosas con una extrema calma a pesar de las circunstancias y permanecer concentrado en las labores que le habían sido asignadas por la HEC. Al fin y al cabo, si lograba preservar los recursos de la corporación y mantener prósperas las provincias perdidas por Phobos, la HEC le recompensaría generosamente cuando todo aquello terminase.

- ¿Señor?- Preguntó Agatha, riendo entre dientes- Te atribuyes demasiada dignidad para ser una marioneta tan desechable...

- Suficiente, Dra. Olsson- Riñó una afónica voz masculina proveniente del fondo de la habitación.

Agatha dirigió la mirada hacia su izquierda, para alcanzar a ver al Comandante Krieg, que se encontraba en la posición principal de aquella mesa oval. Aquel hombre de avanzada edad, que permanecía sentado con los codos apoyados en la mesa y los dedos de ambas manos entrecruzados, tenía una expresión agria en su arrugado y ensombrecido rostro. El segundo al mando de Deimos vestía un uniforme de oficial que conservaba desde que desertó de Phobos; al cual había descosido todos sus bordados. Pese a estar en interiores y encontrarse en una habitación pobremente iluminada, el Comandante Krieg llevaba puestas unas oscuras gafas de cristales tintados que ocultaban completamente sus ojos; algo que por alguna razón no parecía molestarle a la vista. Su cabello, canoso y de un tono gris claro, era corto y estaba cuidadosamente peinado hacia atrás. A diferencia de Taggart, que aparentaba menos edad de la que realmente tenía, Krieg exteriorizaba a simple vista el peso de todos los años que tenía y de la estresante vida que había llevado durante la última mitad de siglo. Sin embargo, pese a su apariencia tétrica y a su visible fragilidad, su figura tenía un cierto aire de imponencia; suficiente para causar que todos los presentes en aquella reunión le respetasen, aunque fuera solo por la estima que la Comandante en Jefe parecía tenerle a aquel hombre.

- Lo siento- Se disculpó Agatha, de mala gana y hablando entre dientes.

Un sonido característico de una taza llenándose llamó la atención de la Dra. Olsson, quien observó cómo aquellos soldados de Deimos servían café a la Comandante Persephone. Tras llenarle la taza, le dejaron una de aquellas bandejas de comida reciclada sobre la mesa, frente a ella. La Banshee les garabateó unas palabras de agradecimiento en aquella libreta que utilizaba para comunicarse y, cuando ambos soldados se retiraron en dirección hacia la compuerta de salida, Persephone se apresuró a desprecintar una de aquellas barras de proteínas. Mientras sus quitinosos y afilados dedos rasgaban el plástico de aquellas raciones, los ojos negros y rojos de la Banshee observaban con excesivo entusiasmo aquella desagradable barra de pasta marrón mientras el envoltorio era retirado. Cuando la Comandante de Deimos finalmente se llevó la barra a los labios y se introdujo la mitad de ella en la boca del primer mordisco, su rostro adoptó una expresión de regocijo y deleite poco habitual en ella, mientras comenzaba a masticarla.

Agatha frunció el ceño al ver cómo la Banshee disfrutaba de aquella comida reciclada. A diferencia del resto de los presentes en aquella habitación, no parecía que Persephone hubiera conocido otra cosa en su vida que aquellas barras de soylent, y no parecía echar de menos una comida decente. Verla disfrutar de aquella forma de unos nutrientes que, en el mejor de los casos eran insípidos, pero habitualmente eran asquerosos, resultaba casi adorable. Parecía una niña perdida a la que alguien le hubiera dado algo de comer tras una semana de hambruna. Si hubiera sido capaz de ignorar las garras, los tentáculos, los ojos rojos y los más de cinco metros de estatura de aquel monstruo, incluso alguien como la Dra. Olsson podría haber llegado a encontrar enternecedora aquella escena. Sin embargo, lo único que Agatha lograba sentir respecto a aquella Banshee hambrienta era una mezcla entre asco y desdén. Evitando pensar en el sabor de aquella comida reciclada, Agatha dirigió de nuevo la mirada en dirección hacia el Comandante Krieg.

- ¿Alguna novedad respecto a nuestra gran amiga?- Preguntó Agatha, con cierta apatía- ¿Al final nos honrará con su presencia o...?

El Comandante Krieg dirigió una fugaz mirada a la silla vacía que se encontraba al otro lado de la mesa de estrategia, justo frente a él. Tras dejar salir un largo suspiro, Krieg pulsó un botón que se encontraba frente a él, en la propia mesa oval, y desplegó una interfaz holográfica frente a él. Aquel grupo de teclados y pantallas, compuestos únicamente de luz emitida por los proyectores holográficos de la mesa, respondía a la presión y a los movimientos de la mano del Comandante Krieg tal y como lo habría hecho un hardware sólido.

- Trataré de insistir- Se limitó a responder Krieg.

- Si iba a dejarnos tirados otra vez, podría haberme ahorrado ese vuelo de tres mil kilómetros...- Se quejó Agatha.

- Tampoco es que tuvieras nada mejor que hacer- Murmuró Hammerhead.

Krieg ignoró cómo la científica y el supersoldado intercambiaban nuevamente algunas muestras de desprecio y se concentró en su interfaz holográfica. Realmente, no podía culpar a la Dra. Olsson por sentirse molesta ante aquella situación. La Comandante Aldrich nunca había sido alguien particularmente entusiasta, pero en los últimos años se había ido mostrando cada vez más distante. Tenía el poder para desequilibrar la balanza en favor de la organización que ella misma había fundado en prácticamente cualquier batalla; su sola presencia prácticamente equivalía a una victoria instantánea. Sin embargo, Satsuki se mostraba realmente reacia a enfrentarse directamente a Phobos. No tenía razones para temer por su vida cuando entraba en combate, pero sí que parecía estar dominada por el miedo a la hora de confrontar a su antigua organización. Aunque Krieg creía ser capaz de imaginarse las razones que la habían llevado a desarrollar aquella actitud apática, el comportamiento esquivo de la Comandante en Jefe, no ponía las cosas fáciles al oficial. Nunca conseguía hablar con ella del tema, y nunca lograba motivarla para que su actitud cambiase. Tan solo las situaciones extremas como la misión suicida de Hammerhead parecían capaces de ponerla entre la espada y la pared y motivarla a actuar; al menos por el momento.

Mientras el segundo al mando de Deimos consideraba sus opciones y trataba de pensar en una forma de convencer a la Comandante Aldrich para que asistiese a la reunión, finalmente un sonido característico hizo que todos los presentes reaccionasen. Hammerhead dejó de discutir con Agatha, Persephone se apresuró a terminarse la barra de soylent que se estaba comiendo y recuperar la compostura, Taggart encendió la interfaz holográfica que había frente a él en la mesa y Krieg dejó escapar otro suspiro mientras apagaba la suya. El proyector holográfico principal de aquella gran mesa oval moldeó la tenue luz rojiza de aquella habitación para formar un mensaje que indicaba una transmisión entrante, acompañado de un sonido de aviso. Dado el nivel de autorización máxima del que gozaba la Comandante en Jefe, la transmisión no requería de aprobación por parte de los presentes para que se estableciese un canal de comunicaciones.

Tan solo quedaba una silla libre en aquella habitación; la que se encontraba justo en frente del Comandante Krieg, en el lado opuesto de aquella larga mesa oval. Era la que se encontraba más cerca de la entrada, y una posición bastante inapropiada para la Comandante en Jefe. Sin embargo, la incapacidad de la Comandante Aldrich para personarse en aquella habitación hacía que tuviese que delegar en su segundo al mando para que se sentase en la posición central y manipulase la interfaz holográfica principal de aquella mesa y su mapa holográfico. En aquella silla que quedaba libre, un proyector holográfico conectado al sistema de comunicaciones de la mesa se encendió y comenzó a proyectar una figura luminosa de aspecto casi humano. A diferencia de la Comandante Aldrich real, aquella réplica holográfica no llegaba a los dos metros de altura, y su traslúcida presencia estaba compuesta únicamente por diferentes tonos de rojo. A pesar de aquel aspecto monocromático, se podían distinguir sus facciones y su indumentaria. La Comandante en Jefe no llevaba puesto su equipo de combate, sino que vestía un uniforme de oficial femenino de Deimos, similar al que llevaba Persephone; aunque un reto mucho mayor para los sastres de la organización debido a su talla. Su expresión facial tenía un aspecto cansado y apático. Incluso entre aquel espectáculo de luces rojas que era su silueta, se podía percibir la desmotivación en aquel traslúcido rostro.

- Siento el... retraso- Se disculpó Satsuki; su voz sonaba ligeramente distorsionada por culpa de la transmisión- He tenido... algunos problemas por aquí.

- Sus problemas son mis problemas, Comandante Aldrich- Respondió Taggart, hablando en un tono tranquilo y pausado, casi condescendiente- ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarla a resolverlos?

El holograma de Satsuki dirigió la mirada hacia Taggart. Desde su lado, en el canal de comunicaciones, podía ver aquella sala en la pantalla de su ordenador de mano, a través de una cámara situada aproximadamente donde se encontraban los ojos de su avatar holográfico. El aspecto elegante y la actitud serena de Taggart hicieron que la titán sintiera un escalofrío. No había muchas cosas capaces de ponerla nerviosa, pero aquel hombre sin duda era una de ellas. Su presencia en aquella habitación tenía demasiadas implicaciones pesimistas para ella.

Ya habían pasado cuarenta y ocho años desde que llegó a aquel acuerdo con el Dr. Asatur; su vida a cambio de la destrucción de Phobos. Satsuki había tenido claro desde que aceptó aquel acuerdo que destruir Phobos no sería tarea fácil, ni siquiera para la última supersoldado de Clase Titán que quedaba con vida en todo Acies. Sin embargo, cuando Asatur cumplió su parte de trato y revirtió el efecto del factor degenerativo de Prometheus Labs, Satsuki no dudó en ponerse manos a la obra para cumplir con su parte. Obviamente, destruir a su antigua organización no sería tan sencillo como irrumpir por la fuerza en Phobos Prime y asesinar al Comandante Black. Aquella acción, ya extremadamente difícil de por sí, probablemente solo haría que el siguiente en la cadena de mando ocupase su lugar o incluso provocaría que surgieran varias facciones independientes con la misma tecnología, recursos e intenciones de Phobos. Si realmente quería acabar con aquella organización y forzar a aquella alianza entre megacorporaciones a disolverse, tenía que lograr cortar el problema de raíz. Tenía que conseguir que aquellas corporaciones dejasen de ver Phobos como una iniciativa viable para afianzar su dominio sobre Acies. Aquello no solo implicaba localizar y eliminar a todas sus figuras más influyentes, sino también destruir sus redes logísticas y disrumpir toda su actividad económica. No se trataba de destruir Phobos Prime por la fuerza, sino de hacerla caer por su propio peso.

Aquello era algo que Satsuki sabía perfectamente, pero que odiaba con toda su alma. Desde que la convirtieron en titán, siempre le habían planteado problemas que se podían resolver por la simple fuerza bruta. Destruir se le daba bien; la habían creado para ello y habían hecho un gran trabajo con ella. Sin embargo, aquella no era una victoria que pudiera obtener por la fuerza. Desde que comenzó a oponerse a Phobos y se enfrentó directamente a las tropas de la organización para arrebatarles territorios, instalaciones y personal, en seguida se dio cuenta de que accidentalmente acababa de convertirse en la Comandante en Jefe de otra organización. Algo exactamente igual que Phobos, formada por los mismos miembros, la misma tecnología y la misma forma de hacer las cosas; con la única diferencia de que en lugar de empujar la frontera hacia fuera y atacar a Zyon o a otras naciones neutrales, ellos empujaban la frontera hacia dentro y trataban de retroceder en dirección a Phobia Aegis. Eran exactamente lo mismo que Phobos, pero habían perdido el rumbo; el miedo que sentían y les motivaba a hacer lo que hacían sencillamente avanzaba en una dirección diferente, pero no dejaba de ser lo mismo que utilizaba Phobos para mantener bajo control a sus miembros.

Ya casi había pasado medio siglo desde que empezó aquella pesadilla. Apenas había logrado arrebatarle un puñado de provincias a Phobos; una extensión de terreno de algo más de doce mil kilómetros de norte a sur y ocho mil de este a oeste. En aquel momento, aún había casi medio millón de kilómetros hacia el norte entre la frontera de Deimos y la de Phobia Aegis. Cuarenta y ocho años después, Satsuki no tenía la sensación de que Phobos Prime fuera menos inalcanzable de lo que lo había sido al principio. Y la mera presencia de Taggart en aquella habitación era un amargo recordatorio de ello. Taggart era un administrador competente y había demostrado que sus sospechas y su escepticismo al confiar en él eran algo infundado; aquel hombre realmente se estaba tomando en serio sus instrucciones de ayudar a Deimos a administrar las propiedades de la HEC que iban cayendo en manos de la organización.

Y aquel era precisamente el problema; a pesar de todo, Phobos no consideraba a Deimos una amenaza seria. No importaba que la semana anterior hubiese pasado una noche casi entera aniquilando a las fuerzas del Comandante Ironclaw y hubiese asesinado a sangre fría a medio millón de soldados de Phobos. Aquello no les había impresionado, las megacorporaciones de Phobos aún consideraban que los daños se encontraban dentro de un margen asumible y le habían mandado a un administrador para que la ayudase a gestionar su intento de destruirles a ellos mismos. Aunque fuese una titán, se sentía demasiado pequeña frente a semejante enemigo. Todo lo que ella lograba, las tropas de Phobos lo deshacían en cuestión de meses o incluso semanas. Si su territorio crecía más, se abrirían cada vez más frentes, y sería cada vez más inviable defenderlos todos como había tenido que hacer con Yersinia Terra.

A menudo, Satsuki tenía la tentación de, sencillamente, dejar que las tropas enemigas pasaran; que atravesasen sus posiciones defensivas y arrasasen con todo. Tenía la tentación de dejarles ganar. Sin embargo, la titán ya había mirado a la muerte a los ojos en una ocasión, y había quedado completamente aterrada al considerar seriamente la posibilidad de su propia muerte. Obviamente, las tropas de Phobos no tenían oportunidad alguna de acabar con ella, pero había un hombre que sí que había estado a punto de lograr matarla. El mismo hombre que la había forzado a iniciar aquella guerra. Satsuki no confiaba en el Dr. Asatur. Aquel metamorfo ya tuvo la sangre fría en una ocasión de estimar su vida útil y programar su muerte. El científico aseguraba haber salvado su vida y haber eliminado el factor degenerativo de Prometheus Labs, pero Satsuki no tenía razón alguna para confiar en alguien tan frío y calculador como él. Desde que empezó aquella guerra contra Phobos, la titán no había vuelto a ver a su creador, pero sabía perfectamente que él seguía allí, vigilándola. Y sabía que, si incumplía su palabra y no destruía a Phobos, habría consecuencias. No temía al ejército de Phobos; no le daban miedo los tanques Black, ni los misiles nucleares ni cualquier arma que pudieran desarrollar contra ella. Sin embargo, tenía un miedo más que justificado al Dr. Asatur. Aquel miedo era lo que la mantenía en movimiento; la fuente de su motivación. Del mismo modo que la mayoría de miembros de Deimos formaban parte de aquella organización en contra de su voluntad, por miedo a desafiarla a ella, la titán era tan prisionera de aquella organización como podía serlo cualquier soldado de Clase Terror.

Satsuki mantuvo la mirada de su avatar holográfico fija en los ojos de Taggart, intentando parecer más serena de lo que realmente estaba, mientras evitaba pensar en la condescendencia con la que sus enemigos la estaban tratando.

- No... - Respondió Satsuki- Gracias.

- Si necesita de mis servicios, por favor, no dude en recurrir a mí, Comandante Aldrich- Ofreció Taggart, manteniendo la misma compostura.

Tras aquellas palabras por parte de Taggart, toda la sala se sumió en un silencio incómodo durante unos segundos. Satsuki paseó la mirada por todos los presentes. Taggart la trataba como a una niña, Agatha la odiaba y no tenía problema en admitirlo, Persephone le tenía miedo y Hammerhead probablemente llevaba las últimas décadas intentando averiguar cómo matar a una titán. Y, sin embargo, a pesar de la incomodidad y la hostilidad, aquel variopinto grupo era lo más parecido a un grupo de amigos que tenía; si pasaba por alto el evidente hecho de que prácticamente eran sus rehenes. Al igual que ella, ninguno de los presentes realmente quería estar allí, a excepción quizás de Krieg. Aunque hubiesen pasado ya casi cincuenta años desde que fundó Deimos, en realidad Satsuki no había tenido demasiado éxito aprendiendo a liderar una organización. Cuando era Comandante de Phobos, acostumbraba a encargarse personalmente de la mayoría de situaciones de combate y delegar en sus asistentes para gestionar sus tropas; que hacían poco más que ir limpiando detrás suya mientras evitaban meterse en su camino. Nunca llegó a tener demasiadas dotes como líder, aunque en realidad nunca las había llegado a necesitar. Afortunadamente para ella, poco después de fundar Deimos conoció a Krieg; uno de los primeros oficiales de Phobos en unirse a ella y uno de los pocos que lo hizo voluntariamente. Durante los primeros años, cuando aún era algo más optimista respecto a su cruzada personal contra Phobos, Satsuki se limitó a hacer lo que siempre hacía; encargarse del trabajo sucio y dejar que alguien fuese tras ella limpiando y organizando el rastro de destrucción que ella dejaba a su paso. Krieg, que no tardó demasiado tiempo en convertirse en su segundo al mando, se encargaba de todo aquel trabajo administrativo del que ella siempre había odiado encargarse.

Sin embargo, el tiempo había pasado, el final de aquella guerra no parecía estar próximo, y el joven y prometedor oficial de Phobos que se le había unido ahora era un anciano. Aquella era una situación que aterrorizaba a Satsuki. Ella ya tenía ciento setenta y cuatro años, y no había envejecido un solo día desde que le inyectaron la fórmula Titán a sus veintiuno. Pero no había forma de que ningún humano sin modificar viviese tanto tiempo. Krieg se marchitaría y moriría en diez o veinte años, y el resto de sus compañeros humanos también tenían una vida útil mucho menor que la probable duración de aquel conflicto bélico en el que estaban envueltos. Aunque ya había rogado a Krieg que alargarse su vida mediante alguna fórmula de supersoldado, el Comandante se había negado a ello, alegando incompatibilidad con aquellos mutágenos; aunque Satsuki no estaba segura de si aquello realmente era cierto o era una excusa para no hacerlo. Ver como aquel hombre no parecía inmutarse ante su inminente final, que llegaría en las próximas décadas, hacía que Satsuki comenzase a ponerse tensa en su presencia. Ella recordaba con extrema nitidez el miedo que había sentido cuando su propia vida estuvo a punto de extinguirse a causa del factor degenerativo de Prometheus Labs, y había estado dispuesta a cualquier cosa con tal de salvar su propia vida. No entendía cómo aquel hombre podía ser tan apático respecto a su propia mortalidad. Una mortalidad que la dejaría a ella prácticamente sola, dirigiendo de mala manera a aquel aterrorizado ejército de esclavos que el oficial había estado manteniendo bajo control en su lugar durante casi medio siglo.

- Ahora que por fin estamos todos, podemos ir iniciando esta reunión semanal de nuestro círculo interno...- Comenzó a decir Krieg, rompiendo el tenso silencio.

- ¿Recordáis cuando estas reuniones semanales eran... semanales?- Preguntó Agatha, en tono sarcástico.

Satsuki evitó mirar fijamente a la Dra. Olsson, mientras escuchó cómo Hammerhead dejó salir una leve risa por lo bajo ante aquel comentario. La genetista tenía razón, y no tenía sentido discutir con ella. Aquellas reuniones, fundamentales para el buen funcionamiento de Deimos, requerían de su presencia para poder tener lugar. Sin embargo, la propia Comandante en Jefe las había estado eludiendo tanto como se lo había podido permitir desde hacía algunos años. Agatha tenía todo el derecho del mundo a estar molesta por aquella situación. Un nuevo silencio incómodo se produjo en la sala. Todos parecían esperar a que la Comandante en Jefe justificase sus ausencias, aunque en el fondo sabían que aquello no iba a suceder. En realidad, no había mucho que justificar.

- En adelante, hable solo cuando se le dé la palabra, Dra. Olsson- Amonestó Krieg, rompiendo por fin el silencio.

El Comandante Krieg dirigió una mirada de desaprobación a Satsuki. A pesar de las gafas tintadas que tapaban los ojos de aquel hombre, la titán no pasó por alto aquel gesto y comprendió al instante en qué había fallado. No debería haber permitido que aquella mujer le lanzase un ataque personal tan a ligera en presencia de los demás oficiales. Si ella no midiese trescientos metros y todo Deimos tuviera demasiado miedo de desafiarla, Satsuki estaba segura de que ya la habrían traicionado. No se estaba haciendo respetar por sus subordinados. Aunque a Satsuki nunca le había importado demasiado si le respetaban o no un grupo de personas que en cualquier momento podrían convertirse en una mancha roja en su suela si ella lo creía conveniente, entendía el mensaje que Krieg trataba de transmitirle. No podía ignorar su propia posición en aquella organización; no podía conformarse con que un grupo de asistentes gestionasen todo y fueran limpiando detrás suya. Necesitaba actuar como la Comandante en Jefe que se suponía que era.

- Tenemos varios asuntos que requieren ser tratados en esta sesión- Continuó Krieg, llevando las riendas de la reunión- En primer lugar... Comandante Hammerhead.

Hammerhead volvió a dejar escapar una leve risa, mientras el holograma de la Comandante en Jefe lo miraba con nerviosismo.

- Al final esta mierda irá en serio y todo...- Murmuró el Goliat entre dientes.

Satsuki guardó silencio, esperando a ver si el Comandante Krieg añadía algo más. Sin embargo, aquel oficial se dedicaba a mirar fijamente su holograma.

- ¿Qué medidas se tomarán, Comandante Aldrich?- Insistió Krieg.

Al escuchar aquellas palabras, Satsuki tardó unos segundos en reaccionar. Por "medidas", la titán entendía que se refería a medidas disciplinarias. Era cierto que Hammerhead la había coaccionado para que interviniera en la batalla de Yersinia Terra en contra de su voluntad, poniéndose en riesgo a sí mismo y a todo el frente norte para obligarla a actuar. La noche que aquello sucedió, Satsuki admitía haber estado realmente molesta con el Goliat hasta el punto de que no le habría importado si alguno de sus ataques se lo hubiera llevado por delante. Sin embargo, ya había pasado casi una semana desde aquel incidente. El paso del tiempo, unido a los buenos resultados para Deimos tras aquella batalla, habían calmado sus ánimos y la habían hecho olvidar cuánto había llegado a enfadarse con el Comandante Hammerhead aquella noche. En principio, no había planeado obligar al Goliat a asumir consecuencias por sus actos. Sin embargo, el Comandante Krieg seguía insistiéndole en que se tomase su papel dentro de la organización en serio y actuase como la líder que era. En aquel momento, Satsuki se preguntaba qué habría hecho en su situación el Comandante en Jefe Black. Le habría gustado tener algún precedente al respecto para poder imitar la decisión que hubiera tomado su antiguo jefe. Sin embargo, todo lo que podía hacer era improvisar un castigo que contentase a Krieg sin enfadar demasiado a Hammerhead.

Tanto Krieg como Hammerhead permanecían con la mirada fija en el holograma, mientras que Satsuki no sabía qué responder ante aquella situación. Si penalizaba a Hammerhead retirándole presupuesto o efectivos, lo único que lograría sería empeorar el conflicto en las provincias bajo el mando del Goliat. Si optaba por mandarlo fustigar o aplicarle cualquier castigo físico, el campo de batalla no se vería tan afectado, pero el Comandante Hammerhead no se tomaría muy bien que se le humillase delante de sus tropas. Resultaba difícil castigar a aquel supersoldado sin que la situación de alguna forma acabase salpicándole también a ella. Podría plantearse degradarlo, pero si estuviera dispuesta a renunciar a sus aptitudes como Comandante, entonces no tenía sentido haber acudido a salvarlo a Yersinia Terra.

- Marcus...- Comenzó a murmurar la distorsionada voz de Satsuki, con un perceptible tono de indecisión a pesar de la leve estática.

Antes de que la Comandante en Jefe llegase a decir nada, una libreta que levitaba se movió por el aire hasta situarse justo delante del objetivo de la cámara instalada en la silla que Satsuki utilizaba para observar aquella habitación. Con cierta dificultad, debido a la mala iluminación y a la calidad del video, la titán leyó aquellas palabras en su propia pantalla.

- No es justo que Marcus reciba una sanción por mi culpa- Intervino Persephone, con un trazo muy apresurado en su caligrafía- Por favor, sancióneme en su lugar.

Satsuki suspiró al leer aquellas palabras. La intervención de la Banshee solo añadía más leña a aquel fuego. La situación ya le resultaba lo suficiente complicada teniendo que lidiar tan solo con Krieg y Hammerhead. Aunque a Persephone casi nadie le tenía demasiado respeto y posiblemente podía humillarla en público o castigarla físicamente sin que tuviera un impacto negativo en el funcionamiento de la organización, en realidad Satsuki estaba segura de que aceptar la propuesta de la Banshee solo haría que Krieg se molestase con ella. Aquello no era solucionar aquel conflicto, sino eludirlo de la peor forma posible. Además, probablemente aquella Banshee no tenía la culpa de lo sucedido, por mucho que ella tratase de encubrir a Hammerhead. Conocía lo suficientemente bien a aquellos dos supersoldados como para imaginarse cuál había sido la situación más probable que había desencadenado aquel incidente.

- No, Irina. Marcus deberá responder personalmente por sus acciones- Se apresuró a negarse Satsuki, mientras su holograma miraba de reojo a Krieg.

- ¿Y cual será mi sanción exactamente, jefa?- Preguntó Hammerhead, sin darle demasiada importancia.


Hammerhead rio ruidosamente ante aquel anuncio. Aunque aquella reacción provocó que Satsuki se estremeciese levemente, la titán trató de mantenerse severa y firme en aquella decisión que había tomado sobre la marcha. Sin embargo, el Goliat no parecía tomarse demasiado en serio aquella sanción, y Satsuki no pudo evitar cuestionarse si acaso había cometido algún error tomando aquella decisión.

- Claro, por supuesto...- Aceptó Hammerhead, mientras se apoyaba cómodamente en el respaldo de la silla y daba otro sorbo al café- Mándame al nuevo con tiempo y lo pondré al día de cómo nos va la cosa por el frente...

Satsuki no estaba segura de qué se le pasaba por la cabeza a aquel Goliat. Quizás se lo tomaba de aquella forma porque sabía que era improbable que pudiera reemplazarlo sin más, o porque sencillamente no le importaba. En realidad, nunca había sabido qué le importaba realmente a aquel supersoldado. No parecía preocuparle el futuro de la organización, no se llevaba bien con sus subordinados ni con los otros comandantes y no se preocupaba demasiado por su éxito personal. A pesar de los buenos resultados que daba tanto entrando en combate como dirigiendo a sus tropas, Hammerhead siempre había resultado un subordinado difícil de manejar. El Goliat tenía la mente lo suficientemente fría como para distinguir entre el pensamiento racional y sus instintos de combate como supersoldado de Phobos, pero a pesar de ello, parecía entregarse a aquellos instintos de forma voluntaria y deliberada. En lugar de resistirse a la irracional sed de sangre que guiaba su mente, parecía haberla acogido como su principal meta en la vida. Hammerhead no quería asesinar al Comandante Black para destruir a Phobos; solo quería convertirse en el hombre que mató a Black. Al final, no era más que un demente lo suficientemente talentoso como para que su locura fuese algo asumible. Alguien que, en realidad, nunca llegaría a estar contento; por lo que no valía la pena tratar de contentarle.

Sin embargo, sí que había alguien en aquella habitación a quien Satsuki se esforzaba en contentar. La Comandante Aldrich observó con atención la reacción del Comandante Krieg ante su decisión, en busca de aprobación por su parte. Sin embargo, el oficial se mantuvo impasible ante aquella situación. Aunque no era lo que le habría gustado, Satsuki consideró su impasividad como una pequeña victoria. Al menos no se había quejado ante aquella medida que había decidido tomar. Si no estaba conforme con ella, al menos no había estado lo bastante disconforme como para decidir corregirla al respecto. Aquella parecía ser una buena señal.

- Informes de situación- Le recordó Krieg, cambiando bruscamente de tema.

El holograma de Satsuki se apresuró a asentir. A continuación, la Comandante en Jefe paseó rápidamente la mirada por la imagen que tenía en su pantalla, dando un rápido vistazo a sus subordinados. Tras ser amonestada por el Comandante Krieg, la Dra. Olsson se había limitado a hundir la mirada en un portapapeles que sostenía sobre su mano derecha, ignorando al resto de asistentes a aquella reunión. Aunque aquella mujer odiase estar allí y no sintiera la más mínima simpatía por ella o por el resto de oficiales, era plenamente consciente de que había una línea que no debía cruzar a la hora de hacer enfadar a Krieg o a la Comandante en Jefe. Era bastante probable que no hablase si no la incitaba a ello, después de que la hubieran mandado callar de aquella forma; aunque ello implicase dejar asuntos importantes sin atender. Satsuki llevaba algunos años pensando en reemplazar a aquella mujer y darle su puesto como Científica Jefe de Deimos y su posición en su círculo interno a alguien más leal y motivado. Sin embargo, sin llegar a ser tan brillante como el Dr. Asatur o algunos de los pesos pesados de Prometheus Labs, la Dra. Olsson seguía siendo innegablemente la mayor mente científica de todo Deimos. La necesitaba en aquella posición, le gustase o no. Aquello, por desgracia, implicaba también que necesitaba hacer esfuerzos por ganarse su favor; aunque en todos aquellos años aún no había tenido mucho éxito con ello.

- Agatha...- Llamó Satsuki.

La Dra. Olsson apartó la mirada de su portapapeles y la dirigió hacia el holograma de la Comandante en Jefe. Su rostro tenía una expresión amarga y molesta, y sus labios aún permanecían sellados. Más que respetar la autoridad del Comandante Krieg, lo que aquella genetista hacía era más bien un acto de desdén.

- ¿Algo de lo que informar?- Insistió Satsuki.

- La ciudad de Shileek atraviesa una crisis sanitaria desde hace un mes- Informó Agatha- Aún no sabemos si ha sido cosa de un ataque de Phobos o si alguien ha manipulado de forma inadecuada equipo de Clase Plaga, pero sí que hay indicios de Ambrosía. En cualquier caso, se ha producido el resultado esperable. Tenemos una insurrección, una epidemia, y las bajas civiles superaron el medio millón hace dos días.

Satsuki estuvo a punto de protestar y recriminarle a la científica que un incidente de semejante gravedad llevase un mes sin ser reportado. Sin embargo, la titán se contuvo y evitó decir nada que pudiese ser fácilmente usado en su contra. Llevaba mucho tiempo esquivando aquellas reuniones y eludiendo sus funciones como líder de la organización. La Dra. Olsson no había tenido prácticamente oportunidades para comunicarle aquel incidente, con ella ignorando todos los intentos de comunicación y saltándose aquellas reuniones de su círculo interno.

- Qué... ¿Qué medidas se están tomando?- Preguntó Satsuki, esforzándose por mantener la compostura.

Agatha se encogió de hombros y dedicó una mirada condescendiente a aquel holograma. Su agrio rostro dibujó una siniestra sonrisa.

- ¿Medidas para resolver el problema?- Preguntó Agatha- ¿O para dejarlo estar?

En aquel momento, Satsuki volvió a sentir un escalofrío parecido al que le provocó hablar con Taggart. Instintivamente, olvidando que sus oficiales podían ver su avatar holográfico y notarían su inseguridad, Satsuki agachó la mirada. No importaba que aquella mujer fuese una humana sin modificar y ella una titán. No importaba que se estuviesen comunicando a través de un emisor holográfico, desde miles de kilómetros de distancia. Ni siquiera importaba que ella fuese la Comandante en Jefe. Aquella científica había logrado intimidarla. Quizás fuese la aversión que Satsuki de por sí sentía hacia el personal de Prometheus Labs, o quizás fuese que cada incidente como el que aquella mujer le reportaba pareciese otro clavo más en el ataúd de Deimos.

- ¿Qué estamos haciendo para resolver el problema?- Se decidió a preguntar Satsuki, a regañadientes.

La científica dejó escapar una leve risa. Tuvo que recurrir a hacer uso de todo su autocontrol para no reprochar a la Comandante en Jefe que ella no estaba haciendo nada. Afortunadamente para ambas, logró contenerse y tomarse aquel asunto con la suficiente seriedad para no meterse en demasiados problemas.

- He destinado personal de seguridad de varios de mis laboratorios a las tropas en Shileek. Procedimientos estándares de contención de riesgos biológicos. Tropas de Clase Infierno- Explicó Agatha- Hemos establecido un perímetro y bloqueado las entradas y salidas de la ciudad. Estamos impidiendo que los afectados propaguen el efecto de la Ambrosía a asentamientos cercanos.

- Es... Un buen comienzo- Respondió Satsuki- ¿Qué opciones tenemos de detener el brote? ¿Hay alguna posibilidad de curar a la población?


- ¿Curarlos?- Preguntó la genetista, con fingida indignación- Cielo, esto no es una gripe, han inhalado Ambrosía. Una vez que el sujeto sufre la psicosis y la ira descontrolada que ese arma biológica produce, no se muestran especialmente cooperativos con el personal médico. A Prometheus Labs se le dan demasiado bien estas cosas. Ya deberías saberlo...

Satsuki se estremeció al recordar el factor degenerativo de Prometheus Labs con el que el Dr. Asatur había infectado a todas las titanes. Aquel sistema de autodestrucción biológico había sido capaz de esperar un siglo desde su inoculación y luego proceder a aniquilar a todas las demás titanes. Satsuki no era capaz siquiera de imaginar cómo funcionaría aquella enfermedad artificial para ser capaz de trabajar con tanta precisión y ofrecer unos resultados tan destructivos. Las armas biológicas desarrolladas por Prometheus Labs no eran ninguna broma. Aquella megacorporación tenía el poder y la tecnología suficiente como para crear a los supersoldados de Phobos, pero aquello no era ni de lejos lo único a lo que se dedicaban. El desarrollo de fármacos y armamento biológico eran una parte muy importante de sus funciones dentro de Phobos, al igual que la investigación psiónica. Prometheus Labs había diseñado la Ambrosía como una droga de combate para supersoldados, pero Terror Ballistics había descubierto un uso bastante más rentable para aquella sustancia si se producía en forma de gas y se obligaba a un sujeto humano a respirarlo. Llegados a ese punto, ganarle terreno a aquella infección sin sacrificar a la población requería de un personal y unos medios de los que Deimos sencillamente no disponía.

- Si de mí dependiera, ya habría ordenado a mis Clase Infierno que reduzcan toda la ciudad a cenizas- Declaró Agatha- Pero para que nadie me vaya a acusar de traición, necesitaría que la Comandante en Jefe lo autorizase...

- ¿Se sabe quién ha sido el responsable de esto?- Preguntó Hammerhead, mientras dejaba su taza vacía sobre la mesa.

La Dra. Olsson se encogió nuevamente de hombros mientras en aquella ocasión clavaba su mirada condescendiente en el Goliat. Incluso en aquel ambiente de penumbra, sus maliciosos ojos verdes eran claramente visibles a través de los gruesos cristales de sus gafas. A pesar de las terribles implicaciones de lo que estaba informando, aquella mujer realmente estaba disfrutando de aquella nefasta situación.

- Pues no se me ocurre quién podría querernos muertos...- Respondió Agatha con un exagerado sarcasmo.

- Phobos nunca haría algo así- Intervino Taggart, manteniendo su impasible actitud calmada.

Hammerhead dejó escapar un sonido a medio camino entre la risa y el gruñido al escuchar las palabras de aquel representante de la HEC.

- ¿Phobos nunca usaría un arma biológica contra población civil?- Preguntó Hammerhead, entre dientes- ¿Para qué te crees entonces que se crearon las tropas de Clase Plaga?

- No para diezmar su propia fuerza de trabajo, desde luego- Respondió Taggart, cruzando la mirada con el supersoldado- Desde el punto de vista de Phobos, estas provincias no se consideran perdidas; solo bajo una... gestión independiente temporal. Ninguna corporación autorizaría el exterminio de potencial fuerza de trabajo mediante un arma biológica. Este incidente probablemente se deba a la incompetencia del personal de alguien...

Taggart dirigió la mirada de nuevo hacia la Dra. Olsson. Al notar la acusación, Agatha arrugó la frente y se puso a la defensiva casi al instante.

- ¿Perdona? Mi departamento se encarga de la contención biológica, yo no saco mis Clase Plaga a desfilar por la calle- Se defendió la científica- Pregunta mejor a los dos Comandantes quién estaba moviendo Ambrosía.

Hammerhead se limitó a apretar los dientes y dejar salir un bufido, sin llegar a pronunciarse al respecto. Persephone, en cambio, se apresuró a garabatear en su libreta tan rápido como su telequinesis le permitía controlar aquel rotulador.

- Yo no tengo tropas de Clase Plaga- Escribió la Banshee.

Satsuki observó con cierta apatía cómo sus subordinados se pasaban la culpa de aquel desastre y se lanzaban acusaciones los unos a los otros durante casi un minuto más; con Agatha y Hammerhead elevando cada vez más el tono de voz mientras Taggart permanecía imperturbable y Persephone se encargaba de perturbarse por los dos mientras escribía cada vez más deprisa en su libreta. Aquel era un asunto del que le habría encantado desentenderse. En tiempos mejores, nadie se habría atrevido a hacerle perder el tiempo con algo así. Sin embargo, el Comandante Krieg permanecía ajeno a aquella discusión; escuchando todo lo que el resto de oficiales decía, pero sin participar. Tan solo permanecía atento a ella; observando, analizando y juzgando su forma de controlar aquella situación. Por mucho que estuviera tentada de cerrar el canal de comunicaciones y desaparecer, no podía permitirse desentenderse. Muy a su pesar, había llegado el momento de que interviniera y pusiera orden.

- Tenemos medio millón de muertos, y ahora resulta que no es culpa de nadie- Dijo la titán, intentando retomar el control de la situación.

Las palabras de la Comandante en Jefe provocaron que el resto de participantes de aquella reunión dejasen de discutir y dirigieran de nuevo todas las miradas hacia aquel holograma. A pesar de lo presionada que se sentía ante aquellas miradas, Satsuki se esforzó en mantenerse firme y no titubear.

- Llegados a este punto, de poco nos sirve saber quién es el responsable. Tenemos que solucionar esta situación antes de que vaya a peor- Sentenció Satsuki- La contención de amenazas biológicas, en cualquier caso, es responsabilidad tuya, Agatha...

- ¿Puedo quemar la ciudad entonces?- Preguntó Agatha, con demasiada calma, a pesar de las implicaciones de sus palabras.

- No, de ninguna manera- Se negó Satsuki- No podemos permitirnos descartar una ciudad de varios millones de habitantes así sin más. Necesitamos toda la ayuda posible para enfrentarnos a Phobos. Quemar nuestras infraestructuras y nuestra fuerza de trabajo es una opción impensable.

El rostro de Agatha adoptó una mueca de decepción al escuchar aquellas palabras. En aquel momento, no era necesario que la genetista se pronunciase al respecto para que Satsuki supiese en qué estaba pensando. Aquella mujer realmente había estado deseando ordenar aquel exterminio. No parecía ser una simple cuestión de que purgar Shileek de forma indiscriminada fuese la forma más sencilla y segura de detener la propagación de la Ambrosía; sino que más bien Agatha parecía encontrar algún tipo de placer enfermizo en aquel acto. Aquello no era algo que le sorprendiese. Incluso la propia Satsuki, a pesar de su distanciamiento con el resto de miembro de Deimos, había escuchado los rumores sobre lo que estaba sucediendo en las instalaciones de Prometheus Labs bajo el mando de la Dra. Olsson. Incluso a simple vista, parecía el tipo de persona que disfrutaría viendo arder a millones de personas.

Al igual que Hammerhead, Agatha era alguien demasiado inestable como para tenerla en una posición de tanta influencia y responsabilidad, pero del mismo modo que con el Goliat, Satsuki tampoco había logrado dar con una mejor opción para mantener ocupada aquella silla en su círculo interno. Por desgracia, enfrentándose al enemigo que se enfrentaba, no podía permitirse segundos mejores en nada. Necesitaba que su organización operase a marchas forzadas, si es que realmente quería tener alguna oportunidad contra Phobos. Cada mínima mejora de eficacia en el ejército, en la industria o en el departamento científico marcaba una diferencia enorme en aquel conflicto. Aquello, por desgracia, implicaba tener que tolerar a gente tan desquiciada y detestable como Agatha o Hammerhead, mientras siguiesen haciendo su trabajo como lo habían hecho hasta aquel momento.

- Entonces... ¿Qué esperas que haga?- Preguntó Agatha, de mala gana.

- Minimiza las pérdidas- Ordenó la titán.

- Como si fuera tan sencillo...- Protestó la genetista.

- Tú eres la Científica Jefe. Tú gestionas el personal e instalaciones de Prometheus Labs- Le recordó Satsuki- Se supone que tienes ese puesto porque estás capacitada para lidiar con esta situación ¿O acaso...?

Agatha cerró el puño, apretó los dientes y arrugó la frente. Incluso Tyrant-03, que permanecía a su espalda, parecía haber comenzado a sentirse agitado ante aquella situación. Era cierto que la científica odiaba estar en aquella habitación rodeada de aquellas personas, pero si estaba obligada a trabajar para Deimos, prefería ser su Científica Jefe antes que ser una genetista anónima más y pasar sus días creando supersoldados en un laboratorio capturado. No estaba dispuesta a arriesgar aquella posición favorable que, a pesar de todo, había logrado conseguir dentro de aquel barco que se hundía lentamente.

- Está bien... Me haré cargo- Aceptó Agatha- Mantendré el perímetro y trataré de localizar y evacuar a todos los ciudadanos sanos que pueda. Si se les deja a su aire, los infectados de Ambrosía deberían morir de deshidratación por sí mismos, de todas formas.

- Eso es lo que quería oír- Respondió Satsuki, con cierta satisfacción- Gracias, Dra. Olsson.

Sin responder a sus palabras, Agatha apartó la mirada de la Comandante en Jefe y procedió a activar su interfaz holográfica integrada en la mesa. Tan pronto como los proyectores holográficos frente a ella se activaron, la científica se aisló por completo del resto de miembros de aquella reunión y comenzó a perderse en sus propios asuntos. No tenía nada más que añadir, ni nada más de lo que informar. Ya tenía demasiados asuntos que atender antes incluso de que Satsuki le hubiese ordenado gestionar personalmente aquella crisis que atravesaba Shileek. Perder su valioso tiempo prestando atención a los problemas de resto de oficiales de Deimos era algo que sencillamente no podía permitirse, ni aunque le hubieran importado sus desdichas.

Con la Dra. Olsson enviando las primeras instrucciones a sus asistentes para gestionar por fin aquella crisis, el holograma de Satsuki finalmente apartó la mirada de la científica y paseó fugazmente la vista por el resto de oficiales. Por desgracia para ella, la reunión aún no había terminado. Aún tenía que lidiar con cualquier cosa que el resto de sus subordinados considerasen necesario reportar.

- Marcus- Llamó Satsuki, cediéndole el turno de palabra- ¿Algún asunto que reportar?

- Este café es una mierda- Respondió Hammerhead, al instante.

- Se supone que debes reportar novedades, simio estúpido- Refunfuñó Agatha, sin apartar la mirada de su interfaz.

Satsuki suspiró con cierto pesar ante las palabras del Goliat. Sabía perfectamente que Hammerhead no se quejaba en serio; aquel supersoldado era demasiado duro como para que un problema tan trivial le importunase. Sin embargo, resultaba una situación triste y lamentable que ni siquiera en aquella instalación secreta donde sus oficiales se reunían se pudieran ofrecer unas provisiones decentes. Ella misma podía dar fe de ello; aquel café era repugnante, y la comida era aún peor. Las instalaciones de reciclaje de nutrientes de las que disponían no daban para más; a duras penas disponían de la materia prima y la mano de obra para poder alimentar a la población y al ejército. La necesidad de disponer rápidamente de tropas, armamento y vehículos militares con los que enfrentar a sus incontables enemigos había forzado a Deimos a dedicar la mayor parte de su fuerza de trabajo a labores de minería y manufacturación. Como consecuencia de ello, no se había destinado el suficiente personal al sector agrario, y además el desarrollo industrial a marchas forzadas que todas sus provincias habían experimentado había dejado la mayor parte del territorio contaminado e infértil. Aunque resultase cómico a su retorcida manera escuchar cómo un Goliat veterano lleno de cicatrices se quejaba del sabor de aquella bebida, las implicaciones de aquella queja eran algo que también preocupaba y atormentaba a Satsuki. No en vano, ella misma tenía que tragarse de mala gana cientos de toneladas de aquellas horribles raciones recicladas cada día y rara vez podía beber algo que no fuese agua purificada artificialmente.

- Tomo nota, Marcus- Respondió Satsuki.

Apartando la mirada del Goliat, Satsuki fijó su atención en lo que hacía Taggart. El administrador de la HEC había estado manipulando su interfaz holográfica y el holograma frente a él hacía rato que mostraba una serie de gráficos y estadísticas. A juzgar por las líneas descendentes y los números de color rojo, lo que representaban todas aquellas infografías holográficas no eran precisamente buenas noticias. Por desgracia para ella, aunque realmente no quería escuchar lo que aquel hombre tuviera que decirle, la Comandante Aldrich respiró hondo y se dispuso a preguntar.

- Esos gráficos me están preocupando, Señor Taggart- Dijo Satsuki- ¿Qué tienes para reportar?

Taggart realizó un movimiento con la mano sobre su interfaz holográfica y uno de los gráficos que había frente a él fue transferido al proyector principal de aquella mesa, permitiendo que un holograma de mayor tamaño de aquel gráfico se mostrase en el centro de la habitación. Ante aquel despliegue de información, Satsuki no pasó por alto cómo el Krieg reaccionaba arrugando la frente y Persephone adoptaba una expresión de espanto en su amoratado rostro. Hammerhead refunfuñó algo difícilmente audible y prácticamente incomprensible. Satsuki dedicó un momento a mirar el gráfico en su pantalla, para poco después desistir. Ella no sabía cómo interpretar aquellos datos, más allá de lo estúpidamente evidente. No necesitaba que le mostrasen todos aquellos números rojos; tan solo necesitaba saber cuál era el problema que tenía que resolver.

- En las últimas dos semanas, se ha perdido el contacto con un total de trece cargueros de la HEC en las aguas cercanas al puerto de Brackken- Explicó Taggart- Además, por supuesto, de innumerables embarcaciones civiles dedicadas a la pesca y el transporte.

La Comandante Aldrich guardó silencio, esperando a que Taggart continuase con su informe, pero aquellas palabras provocaron que recordase un incidente relativamente reciente. Estaba prácticamente segura de que no era la primera vez que escuchaba aquella historia, con el mismo problema exactamente en el mismo lugar.

- Megafauna hostil- Anunció Taggart- Según los informes, se han avistado al menos dos criaturas de categoría kaiju en el espacio marítimo de la ciudad. No se ha podido identificar la especie, ni sabemos si están migrando o han montado su nido en aquellas aguas. Lo que sí podemos saber es cuántos créditos nos ha costado...

- ¡No me lo digas!- Interrumpió la Comandante Aldrich de forma abrupta- ¿No habíamos resuelto este problema ya hace...?

- Seis años- Se adelantó a responder Taggart.

- Seis años...- Repitió en voz baja Satsuki, de forma casi inconsciente.

Satsuki guardó silencio durante un instante, asustada por el propio paso del tiempo. No tenía la sensación de que aquello hubiera sucedido hacía más de unos pocos meses. Sin embargo, habían pasado ya seis años desde que había tenido que adentrarse personalmente en las frías y oscuras aguas de Argus para dar caza a aquellos monstruos marinos. Aquella guerra contra su antigua organización ya estaba próxima a durar medio siglo, y la titán había acabado por perder completamente la noción del tiempo. La sensación de no estar haciendo ningún progreso había hecho que casi no lograse distinguir un día de otro, o un año de otro. De no haber sido porque podía ver cómo Krieg, Taggart y Agatha envejecían lentamente, Satsuki habría jurado que había estado atrapada viviendo una y otra vez el mismo día desde hacía décadas.

- Seis años sin presencia kaiju en una ciudad costera de Argus no es una mala cifra, en realidad- Continuó Taggart- Pero era obvio que la situación no iba a durar demasiado más.

- Supongo que están esperando una intervención por mi parte- Refunfuñó Satsuki.

- Comandante Aldrich... Creo que si le pidiera que impidiese que nuestros empleados y mercancías sean devorados por animales salvajes, esa sería una petición razonable, ¿no le parece?- Sugirió Taggart, sin inmutarse.

El holograma de Satsuki frunció el ceño ante aquella sugerencia condescendiente por parte de Taggart. Sí, obviamente era una petición razonable. Ya tenían suficientes problemas sin que la megafauna marina se dedicase a hundir sus barcos; perder más recursos y personal era un lujo que no se podrían permitir. Sin embargo, aquella era una situación que la ponía a ella en una posición comprometida. Satsuki se esforzaba en no exteriorizarlo, pero en el fondo ella era plenamente consciente de que era una cobarde. La única razón por la que no tenía miedo a la hora de entrar en combate contra las tropas de Phobos o contra Zyon era porque sabía que sus armas no representaban ninguna amenaza para ella. Sin embargo, en los escasos momentos a lo largo de los años en los que su vida realmente había corrido peligro, Satsuki recordaba perfectamente cómo había reaccionado. La titán no había olvidado cuánto lloró, suplicó y se humilló para convencer al Dr. Asatur de que salvase su vida. A pesar de todo, no le había importado el precio a pagar, si gracias a ello había logrado salir con vida de aquella situación. Ningún precio sería excesivo, si con ello evitaba poner su vida en riesgo.

Satsuki ya se había enfrentado antes con megafauna de categoría kaiju; algunas de aquellas criaturas incluso mucho más grandes que ella. Ella no era una simple humana de trescientos metros, era una supersoldado de Phobos; podía fácilmente superar en fuerza física y durabilidad a casi cualquier monstruo que Erebus decidiese lanzar contra ella. Sin embargo, ella no era completamente invulnerable, y seguía habiendo situaciones que resultaban peligrosas para ella. Por muy fuerte y resistente que fuera, la megafauna de Argus jugaba con demasiada ventaja si se enfrentaba a ella en su territorio. Si una criatura marina de gran tamaño tiraba de ella hacia el fondo del mar, se ahogaría y moriría en aquellas siniestras aguas. Existiendo aquel riesgo, la muerte de algunos empleados de la HEC y la pérdida de mercancías parecían algo asumible. Obviamente, no se trataba de una situación que pudiese ignorar, pero la Comandante Aldrich no estaba dispuesta a recurrir a una solución que implicase arriesgar su propia vida.

- Está bien... Voy a enviar a Lyssa a Brackken para que se encargue de resolver este asunto- Respondió Satsuki, con firmeza.

Aquellas palabras por parte de la Comandante en Jefe de Deimos finalmente acabaron provocando que el Comandante Krieg rompiese su silencio sepulcral.

- La fuente de energía para los cañones de proyección psiónica de Lyssa es muy escasa- Le recordó Krieg, con cierta severidad.

- ¿Qué sentido tiene arrestar psíquicos incompatibles para convertirlos en baterías psiónicas, si no se les da uso?- Preguntó Taggart, apoyando en cierto modo la decisión de su superiora.

Persephone miró de reojo a Taggart, durante un segundo, para a continuación apartar rápidamente la mirada. Podía sentir cómo se le formaba un nudo en el estómago a causa de la ansiedad. Aquel comentario había desenterrado en su mente un gran número de recuerdos horribles que se esforzaba por olvidar. Afortunadamente para la Banshee, había sido una psíquica compatible; de lo contrario, en aquel momento ella probablemente habría sido parte de aquel recurso que estaban discutiendo cómo gestionar. Ya era demasiado tarde para que, por su parte, valiera la pena hacer algo al respecto. A pesar de todo, su situación no era tan terrible como la que vivían la mayoría de psíquicos en Phobos y Deimos. Sin embargo, Persephone realmente se arrepentía de no haber intentado huir cuando aún conservaba las piernas.

- Además, Phobos ahora tiene los Mk III- Añadió Satsuki- Es mejor mantener a Lyssa al margen de las batallas navales, por el momento.

- La serie Mk III de Serenity la hicieron por tu culpa, jefa- Dijo Hammerhead- Mira que cargarte un Hive Mind...

- Creo que aquello le costó más créditos en un solo día a la HEC que toda esta guerra en casi cincuenta años- Respondió Taggart, dibujando una sonrisa cruel en su calmado rostro- Provocaste una renovación de la megaflota y una consecuente remodelación de Atlantis Arisen.

Satsuki suspiró ante aquellas palabras. No era la primera vez que alguien le mencionaba aquel portaaviones de Phobos que había hundido y las consecuencias que tuvo aquel incidente. Sabiendo que resultaba así de fácil para un Comandante rebelde volver uno de sus Clase Serenity contra ellos, la HEC había retirado del servicio activo al instante a todos sus acorazados psiónicos. Como Lyssa seguía siendo un cabo suelto, y un enemigo de Phobos tenía un Clase Serenity, no bastaba con modificar el sistema de control de los acorazados; también era necesario que la serie Mk III superase ampliamente a la Mk II, para garantizar que la flota de Phobos saliese victoriosa de un posible enfrentamiento con Deimos. A raíz de aquel asunto, la HEC había comenzado a llenar los mares de Argus con una nueva generación de acorazados psiónicos con un armamento muy superior y dotados de voluntad propia. Llegados a aquel punto, robar a Lyssa más que suponer una ventaja, le había causado más problemas de los que ya tenía.

Mientras evitaba pensar en aquellas gigantescas moles de oricalco que recorrían Argus ansiosas de probar la nueva generación de cañones de proyección psiónica contra ella, Satsuki finalmente dirigió la mirada hacia la Comandante Persephone. La Banshee parecía haberse evadido completamente de la reunión. La mirada de sus ojos rojos y negros se encontraba perdida en la pared que había frente a ella, a espaldas de Hammerhead. Parecía haberse evadido completamente de aquella reunión; quizás pensando en sus propios problemas o reviviendo allí mismo algún trauma personal. En cualquier caso, había llegado el momento de hacer que su consciencia volviese a aquella fría y oscura habitación.

- ¿Irina?- Llamó Satsuki.

Persephone tardó unos segundos en reaccionar, pero cuando pasó a ser consciente de que la Comandante en Jefe de Deimos la llamaba, la Banshee se sobresaltó y se apresuró a buscar la libreta que había dejado sobre la mesa. En la página por la que estaba abierta aún seguían visibles las últimas palabras que había escrito, mientras todos discutían sobre quién había sido el culpable del incidente con la Ambrosía en Shileek. Rápidamente, Persephone se apresuró en arrancar aquellas páginas del blog mediante su telequinesis y arrugar aquellos folios mientras el rotulador se dirigía hacia una página en blanco y comenzaba a garabatear unas letras de forma apresurada.

- Todo parece ir bien por el frente norte- Escribió Persephone- Tras la batalla de Yersinia Terra, por el momento nuestro territorio se está expandiendo sin incidentes.

- Deberías haberte cargado al capullo de Ironclaw, jefa- Murmuró Hammerhead.

- No pude encontrarlo- Admitió Satsuki, con cierta indiferencia- Para cuando alcancé su búnker de mando, ya no estaba allí.

- Matar a Ironclaw es una decisión arriesgada- Intervino el Comandante Krieg- Ese Goliat es una vieja gloria que vive a costa de su reputación pasada. Los años le han vuelto irascible e impulsivo. Toma muchas malas decisiones, y eso nos favorece. Pero si lo matamos, podrían reemplazarlo por alguien más competente.

Cuando Krieg pronunció aquellas palabras, Persephone volvió a estremecerse. De forma involuntaria, sus quitinosos dedos comenzaron a temblarle levemente, emitiendo un característico sonido. La Banshee acercó su rotulador a la libreta y comenzó a dar los primeros trazos para escribir algo. Sin embargo, cuando notó que el Comandante Krieg la miraba, Persephone se apresuró a dejar de escribir y dejar la libreta boca abajo sobre la mesa, ocultando lo que había estado a punto de escribir.

- ¿Qué iba a decir, Comandante Persephone?- Inquirió Krieg.

Ante aquella petición, Persephone permaneció en silencio e inmóvil durante unos segundos, para a continuación volver a hacer levitar la libreta a regañadientes y comenzar a escribir de nuevo en aquella página. Todos en la habitación estaban pendientes de ella. Incluso la Dra. Olsson parecía estar mirando de reojo a su libreta mientras fingía mantener la vista fija en su interfaz holográfica. Aquello la estaba poniendo más nerviosa de lo que de por sí estaba, y la Banshee había comenzado a ruborizarse.

- Odio a Ironclaw- Escribió Persephone, con un trazo fino y tembloroso- Ojalá la Comandante Aldrich lo hubiese matado.

- ¡Ve y mátalo tú misma!- Le regañó Agatha, alzando levemente la mirada- Vaya una supersoldado más deprimente estás hecha.

- Eso me recuerda...- Dijo Hammerhead- ¿Llegaste a cargarte a ese tal Nihil?

Persephone asintió tímidamente, mientras evitaba mirar directamente a ninguno de los otros oficiales. Aunque sabía que había hecho lo que debía y la eliminación de aquel enemigo era una buena noticia para la organización, no se sentía especialmente orgullosa de lo que había hecho.

- Espero que le doliese mucho al muy capullo- Respondió Hammerhead, con un aparente buen humor.

Agatha apartó definitivamente la mirada de su interfaz holográfica y miró fijamente al Goliat. El supersoldado le devolvió la mirada mientras volvía a llevarse lentamente la taza de café a los labios. Persephone, que permanecía observando a ambos, se horrorizó al instante cuando notó que los labios de la genetista comenzaron a moverse. Aquellos dos estaban a punto de empezar otra vez.

- Los rumores se extienden como la pólvora, Marcus- Dijo la genetista, con una insidia más que evidente- ¿Habláis del Lich que te hirió algo más que el orgullo?

Hammerhead apretó los dientes. Aquella impertinente mujer estaba empezando a ir demasiado lejos con su cháchara irritante. Estaba siendo muy paciente con ella, debido al hecho de que también era una de las oficiales de mayor rango de Deimos, pero la tentación de romperle algunos huesos a aquella pequeña insolente empezaba a ser cada vez más difícil de resistir. La genetista probablemente no se habría atrevido a hacer gala de una lengua tan afilada si no se hubiese sentido tan protegida por su monstruoso guardaespaldas, pero Tyrant-03 no era lo que había retenido a Hammerhead de darle una lección de humildad a la Dra. Olsson. Era su propio autocontrol lo que se interponía entre él y la científica, y lo único que impedía que se quedase un puesto vacante en aquel círculo interno. Un autocontrol que no iba a durar para siempre, si las cosas seguían así.

- A pesar de todo, era menos insufrible que tú- Respondió Hammerhead.

- Vamos, no la tomes conmigo, Marcus- Se quejó Agatha- Fue mi departamento quien creó a la monstruita introvertida que te salvó el culo. Deberías estarme agradecido, de hecho.

- Te estaré agradecido el día que...

Antes de que Hammerhead llegase a terminar la frase, un característico sonido de pitido le interrumpió. En aquel momento, todas las miradas se volvieron nuevamente hacia Persephone, quien había vuelto a sobresaltarse de forma muy exagerada cuando su comunicador personal comenzó a sonar. La Banshee comenzó de nuevo a ruborizarse mientras torpemente trataba de extraer aquel dispositivo del bolsillo de su uniforme en el que se encontraba; un proceso que se le complicó enormemente debido a sus quitinosos dedos y al nerviosismo que se había apoderado de ella al sentirse observada. Cuando finalmente logró extraerlo, aquel pequeño ordenador de mano se escurrió casi al instante entre los tres dedos de su mano derecha y se precipitó en caída libre hacia el suelo. Afortunadamente, los rápidos reflejos y la telequinesis de la Banshee lograron atrapar a tiempo aquel dispositivo y evitar que se estrellase violentamente contra aquel oscuro panel de oricalco.

Persephone dirigió la afilada punta de uno de sus dedos a un botón del comunicador, y a continuación presionó el dispositivo contra su oído con ayuda de su telequinesis, mientras dedicaba una sonrisa nerviosa al resto de oficiales de aquella sala. Sabiendo que la Banshee no se encontraba a solas y no podía comunicarse verbalmente, el interlocutor que se encontraba al otro lado del canal de comunicaciones comenzó a hablar sin más tan pronto como Persephone respondió a la llamada. Debido al volumen realmente bajo de la comunicación entrante y a la excesiva distancia que había entre todos los miembros de aquel círculo interno alrededor de una mesa de un tamaño tan excesivo, al resto de oficiales de Deimos le resultaba imposible escuchar palabra alguna de lo que le estaban diciendo. Tan solo la expresión facial de la Banshee, que lentamente fue perdiendo la sonrisa hasta adoptar una expresión aterrada, podía dar una indicación a los demás sobre que algo malo estaba sucediendo. Los labios de Persephone se movieron levemente en una ocasión, como un mero acto reflejo que sobresaltó a todos los presentes e hizo que instintivamente se protegiesen los oídos. Sin embargo, la supersoldado se apresuró ella misma a llevarse la mano a la boca y silenciarse a sí misma, como un hábito que ella misma había ido adquiriendo con el tiempo. Su horrorizada mirada paseó frenéticamente por el resto de oficiales de Deimos. En aquel momento, resultaba evidente que la Banshee estaba deseando hablar, pero encontrándose allí con ellos no podía permitirse recurrir a la comunicación verbal.

- ¿Qué coño pasa ahora?- Preguntó Agatha, malhumorada.

Persephone dio un número específico de toques con uno de sus dedos al micrófono del comunicador; algo que quien se encontrase al otro lado del canal probablemente sabría interpretar. A continuación, hizo levitar nuevamente su libreta hasta situarla delante suya y comenzó a escribir frenéticamente en ella, mientras la voz que le hablaba al oído a través de aquel dispositivo continuaba hablando. Persephone continuó comunicándose con aquella persona dando toques a su comunicador durante casi un minuto más, mientras continuaba moviendo mediante su telequinesis aquellos rotuladores y seguía apuntando información en aquella libreta. Cuando el canal de comunicaciones finalmente se cerró, la Banshee dejó cuidadosamente aquel ordenador de mano en la mesa, frente a ella y dedicó un instante a leer lo que ella misma había escrito.

Tras dirigir una mirada nerviosa al resto de oficiales, Persephone arrancó mediante su telequinesis aquella hoja de la libreta y la arrugó hasta hacerla una bola, para a continuación comenzar a escribir a limpio y sintetizar la información que acababa de recibir. Tras unos segundos más, finalmente mostró al resto de sus compañeros lo que había escrito.

Hace unas horas se perdió todo el contacto conla ciudad de Santven. No es un fallo de comunicaciones, hemos enviado un equipode reconocimiento a investigar el incidente. La ciudad entera ha "desaparecidosin dejar rastro"- Explicó Persephone, transmitiendo por escrito las palabrastextuales de su asistente- Los exploradores informan que el lugar ha sidocompletamente devastado por un arma sin identificar. No hay supervivientes.

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