Capítulo 22

- Pase lo que pase, no pierdas de vista el plan- Le recordó Asatur.

- Cállate...- Se limitó a responder la titán.

Satsuki estuvo tentada de apagar su comunicador, y posiblemente lo habría hecho si no hubiera necesitado soltar al menos una de las dos cosas que sostenía para lograr tener una mano libre que llevarse al cuello de su mono táctico y pulsar el botón. Llegados a aquel punto, el Dr. Asatur no hacía más que desestabilizarla mentalmente; los mensajes de aquel metamorfo no eran más que una distracción que no podía permitirse. Sin embargo, mantenía firmemente sujeta su espada en la mano derecha y aquel cilindro metálico en la izquierda, y no se atrevía a desprenderse temporalmente de ninguno de los dos. Ya se había enfrentado a Alisa antes y sabía perfectamente lo que su enemiga era capaz de hacer y lo rápido que todo podía torcerse. Aquel plan que Asatur y ella habían elaborado ni siquiera sería capaz de sostenerse por sí mismo si aquella titán psiónica no le daba al menos un cierto margen de maniobra. Todo aquello prácticamente podía considerarse una misión suicida, teniendo en cuenta cuantísimas cosas podían salir mal. En aquellas circunstancias, si detectar a su enemiga antes de que se le echase encima aumentaba sus posibilidades de salir airosa, aunque fuese un poco, tenía que hacer todo cuánto estuviera en su mano por lograrlo. Y aquel molesto zumbido en su cuello y las palabras de aquel científico, que estaba al borde de romper su fachada de falsa serenidad, no hacían más que saturarla sensorialmente y disminuir su capacidad de atención a su entorno.

Aquel cielo gris se oscurecía cada vez más a medida que el atardecer iba dando paso al anochecer. Una capa de densas nubes de color oscuro poco a poco estaba comenzando a cubrir la ciudad y oscureciendo el ambiente. En principio, la oscuridad por sí sola no suponía un impedimento para su agudizada visión, pero Satsuki no lograba vislumbrar lo que había a través de aquellas densas nubes negras. En aquel momento, su enemiga podría haber estado justo allí, a escasos kilómetros sobre su cabeza, y no habría tenido forma de saberlo. Si no hubiera sabido de primera mano lo excéntrica que era aquella titán y la enfermiza obsesión que tenía por ella, a Satsuki le habría preocupado que en aquel momento le hubieran estado apuntando con una lanza psiónica y que las garras de la muerte estuviesen a punto de cernirse sobre ella en cualquier momento. Sin embargo, Satsuki estaba segura de que, para bien o para mal, había llegado a conocer a Alisa lo suficiente como para sospechar que ella no haría eso. Aún no tenía claras las intenciones de su enemiga respecto a aquel encuentro; pero incluso en el peor de los casos, Satsuki daba por hecho que Alisa querría interactuar con ella al menos una última vez, incluso si después planeaba matarla como debía haber hecho en Kubeigh. Por muy persuasivo que el Comandante Black hubiera podido llegar a ser con aquella titán, era improbable que hubiera sido capaz de corregir su retorcida personalidad y forma de ver el mundo.

La Comandante Aldrich permaneció inmóvil con la mirada fija en dirección al norte, vigilando aquellas nubes mientras trataba de respirar hondo y se esforzaba por recuperar la calma. Estar nerviosa y asustada no la beneficiaba en absoluto, especialmente en una situación en la que tenía tanta desventaja. Si se volvía impulsiva y cometía errores, echaría a perder todo el plan y dejaría escapar su única oportunidad. La presencia del Dr. Asatur en Axork añadía otra capa de complicaciones a aquella situación. No solo debía lograr activar el inhibidor psiónico con éxito y neutralizar a Alisa antes de acabar muerta, sino que también tenía que asegurarse de que su creador sobreviviese a aquella batalla. Lo necesitaba vivo si es que aún tenía esperanzas de lograr librarse del factor de degeneración de Prometheus Labs. Pasase lo que pasase, no podía permitir que aquella instalación subterránea acabase destruida.

- ¡Los instrumentos de medición se están volviendo locos aquí abajo!- Anunció el Dr. Asatur a gritos a través del comunicador- Detecto una perturbación de naturaleza psiónica inmensa a diez kilómetros sobre la ciudad. Está aquí.

Satsuki no respondió. Su estómago se encogió ante aquellas palabras que el dispositivo de comunicaciones de su cuello le hacía llegar entre zumbidos. Se sentía como si en cualquier momento estuviese a punto de vomitar las tres mil toneladas de soylent que se había comido hacía poco más de dos horas. En realidad, no era necesario que el Dr. Asatur le informase de lo que captaban los instrumentos de medición psiónica de aquella instalación. Ella misma acababa de notar cómo las nubes comenzaban a moverse de forma extraña, como si algo las estuviese agitando. Era como si el viento hubiera comenzado a moverse de forma antinatural, arrastrado por una corriente de fuerzas externas; lo suficiente poderosas como para afectar drásticamente al paisaje en decenas de kilómetros a la redonda.

Mientras Satsuki trataba de vislumbrar la silueta de su enemiga a través de aquella gruesa capa de nubes grises, aquella otra titán definitivamente no quiso hacerse esperar. Como si se tratase de la apertura de una gigantesca cortina, una inmensa fuerza telequinética provocó una fortísima ráfaga de viento que arrastró las nubes en dos direcciones opuestas, prácticamente dividiendo el cielo sobre la ciudad en dos mitades. Y en el centro de aquel desplazamiento de nubes, levitando a poco menos de diez mil metros de altura, la silueta de Alisa se hizo perfectamente visible en aquella sección despejada del grisáceo cielo erebiano. Incluso a pesar de la diferencia de altura y la distancia, los brillantes ojos rojos de ambas titanes se encontraron al instante, y ambas se estremecieron ante el inminente encuentro, cada una por razones diferentes.

Lentamente, Alisa comenzó a descender sobre la ciudad de Axork. Mientras disminuía lentamente la altura de su levitación, Satsuki la siguió con la mirada, notando su propio cuerpo cada vez más tenso. Había comenzado a apretar el cilindro que sostenía en su mano izquierda con tanta fuerza que el metal había comenzado a quejarse y emitir sonidos de crujidos. Mientras su enemiga descendía y se acercaba cada vez más a ella y a la ciudad, la Comandante Aldrich la revisaba de arriba abajo. Seguía vistiendo un mono táctico de nanofibras de color negro, igual que el suyo. Sus botas seguían siendo un modelo obsoleto, sin tacón y sin emisor sísmico, algo que sin duda Alisa no necesitaba para arrasar todo a su alrededor en cuestión de segundos. En aquella ocasión, la titán psiónica no parecía haberse molestado en traer consigo ningún arma de filo, y ni siquiera parecía llevar en su indumentaria un acople magnético con el que sostener una cuchilla titánica. Mientras descendía, la fuerza telequinética que la hacía levitar continuaba desplazando las nubes a su alrededor y causaba que su cabello inmaculadamente blanco ondease ligeramente. Su rostro tenía una expresión difícil de interpretar. Sus ojos rojos dedicaban a la Comandante en Jefe de Deimos una mirada casi afligida, y sus labios estaban curvados en lo que parecía ser una sonrisa incómoda.

Al contrario de lo que Satsuki había asumido que haría, Alisa no llegó a posarse sobre la ciudad, causando un destrozo en el punto de aterrizaje. En lugar de eso, la titán psiónica de Phobos continuó disminuyendo la altura de su levitación hasta encontrarse a unos escasos quinientos metros del suelo, para a continuación simplemente detenerse y permanecer allí mismo, flotando grácilmente sobre la ciudad de Axork.

- Hola de nuevo, Satsuki...- Saludó Alisa, moviendo su mano derecha y acentuando la sonrisa forzada que mantenía en su rostro- Siento haber tardado tanto en volver a verte.

Satsuki permaneció con la mirada clavada en Alisa, mientras apretaba los dientes. Le temblaban ligeramente las piernas, y su cuerpo se estremecía solo con recordar lo que sucedió la última vez que se encontró con aquella otra titán. Solo con verla levitar, Satsuki podía sentir cómo las esperanzas de que aquel plan saliera bien no hacían otra cosa que disminuir. Asatur no había parado de insistirle en lo importante que era que Alisa estuviese cerca para que el efecto del inhibidor fuese lo suficientemente intenso. Y, sin embargo, si su enemiga simplemente no quería tomar tierra y comenzar a caminar, toda la estrategia se complicaba drásticamente. Sin importar cuánto se esforzase en improvisar otro plan, lo cierto era que no tenía ninguna manera real de obligarla a descender. Por mucho que se aferrase a aquella espada, Satsuki sabía que su arma era un simple apoyo emocional. Ya había intentado antes atravesar el campo de fuerza telequinético de Alisa y el de la Almirante Nakamura, y no había tenido éxito con ninguno de los dos. Incluso a pesar de su inmensa potencia física, la simple fuerza cinética era una forma relativamente ineficiente de quebrantar una barrera psiónica. A efectos prácticos, no tenía ninguna forma de causar daño a su enemiga si no lograba activar el inhibidor; y ni siquiera tenía garantías de que fuese a surgir una oportunidad de usarlo.

La Comandante Aldrich permaneció en completo silencio, manteniendo la mirada fija en los ojos de Alisa mientras intentaba controlar el temblor de sus piernas y se aferraba con ambas manos al equipamiento al que estaba confiando su vida. Cuando Alisa comenzó a desplazarse lentamente en su dirección y reducir la distancia entre ambas, el primer acto reflejo de Satsuki fue retroceder un paso, notando nuevamente como algo crujía bajo sus botas. Sin embargo, la Comandante en Jefe de Deimos respiró hondo y trató de mantenerse firme, no cediendo más terreno. Cuánto más se alejase del aquel punto, más podría complicarse la situación. Además, necesitaba que Alisa se acercase a ella, incluso si la idea de tener cerca a aquella siniestra mujer que la había tratado como a un juguete que romper y tirar le resultaba repulsiva.

- Veo que no te alegras de verme...- Dijo Alisa.

Al notar cómo Satsuki retrocedía, Alisa dejó de avanzar en su dirección y no intentó acercarse más a ella. A pesar de lo mucho que ansiaba recorrer los poco más de dos kilómetros que las separaban a ambas y abrazarse a aquella mujer, Alisa podía entender el resentimiento que la Comandante Aldrich sentía hacia ella. Naturalmente, en todos sus años cometiendo crímenes en Phobos Prime, nunca había dejado a ninguna de sus parejas de una noche vivir para encontrarse con ella otro día. Incluso si sus crímenes no hubieran sido lo suficientemente graves de por sí, sencillamente no podía permitir que nadie la delatase como psíquica. Aquello inevitablemente significaba que nunca había visto la reacción que alguien podría tener al encontrarse con ella una segunda vez. Sin embargo, ella misma había experimentado el terror y la impotencia de primera mano al desafiar al Comandante Black, y había aprendido lo que realmente era temer a alguien. Había pasado toda su vida como una depredadora que fantaseaba con algún día poder ser la presa, solo para descubrir por las malas cómo se sentía una presa. En cierto modo, Alisa podía imaginarse cómo debía de sentirse Satsuki. Aquella mujer había permanecido invicta durante siglo y medio, como una depredadora infalible, solo para ser convertida de repente en una presa. Y en aquel momento tenía frente a ella a quien había demostrado estar por encima de ella en aquella frívola dinámica de poder.

- Lo siento, Satsuki... Yo... Lo arruiné todo- Murmuró Alisa, bajando la mirada para evitar encontrarse con los aterrados ojos de Satsuki- Iba a ser tan perfecto... y lo eché a perder.

Satsuki frunció el ceño. Ya le había quedado claro con qué clase de persona estaba tratando cuando se enfrentó a ella en Kubeigh y cuando fue forzada a hacer todas aquellas cosas denigrantes. Sabía que Alisa no era alguien a quien valiese la pena escuchar. Sin embargo, no podía evitar preguntarse qué se le estaría pasando a aquella titán por aquella retorcida mente suya. Para su propia sorpresa, Satsuki tragó saliva y comenzó a hablar, esforzándose por que no le temblase la voz y sonar como la Comandante en Jefe que se suponía que era.

- ¿Echado a perder?- Preguntó Satsuki, con desdén- ¿Qué se supone que has echado a perder exactamente?

- Lo nuestro...- Respondió Alisa, con un fino hilo de voz.

Alisa volvió a levantar la mirada y comenzó de nuevo a levitar en dirección a Satsuki, acercándose lentamente mientras mantenía las manos donde la Comandante en Jefe de Deimos pudiera verlas, intentando resultar lo menos amenazadora posible.

- Yo... te prometí que todo sería diferente y que seríamos felices las dos juntas, ¿recuerdas?- Dijo Alisa, en un tono de voz apenado.

Satsuki no se molestó en responder. Por supuesto que recordaba lo que le había dicho en Kubeigh. Cada palabra que Alisa le había dicho en aquel momento y lugar había quedado grabada a fuego en sus recuerdos, y no de una buena manera. En aquel momento, estaba tentada de decirle que no había nada entre ellas, que solo la veía como a una enemiga y que no había forma de que ninguna de las estúpidas ideas que se le estaban pasando por la cabeza se hiciera realidad. Sin embargo, con aquella instalación subterránea justo a doscientos metros bajo sus pies, no era buena idea provocar a alguien tan inestable como Alisa. Quizás su cuerpo fuese capaz de encajar algunos ataques telequinéticos sin quebrantarse, pero Satsuki sabía perfectamente que ni la ciudad ni las instalaciones de Prometheus Labs eran tan resistentes como ella. En lugar de decirle a su enemiga lo que pensaba, Satsuki se limitó a guardar silencio y continuar midiendo la distancia entre ambas a medida que Alisa se acercaba lentamente, buscando una oportunidad.

Tras desplazarse apenas unos quinientos metros, Alisa se detuvo nuevamente y, en aquella ocasión, finalmente aterrizó sobre la ciudad. A diferencia de sus habituales aterrizajes bruscos y extremadamente destructivos, en aquella ocasión la titán psiónica se posó lentamente sobre una amplia calle de la ciudad justo bajo ella, causando que el asfalto crujiese bajo su peso y varios vehículos civiles abandonados quedasen completamente aplastados entre la suela de sus botas blindadas y el agrietado pavimento, pero sin causar una violenta oleada de destrucción. Varios edificios cercanos sufrieron daños estructurales menores, pero no llegaron a derrumbarse a causa del pequeño e inevitable seísmo que la titán provocó al posarse. Una vez sus pies finalmente estuvieron en contacto con el suelo, Alisa permaneció inmóvil durante unos segundos.

Al principio, Alisa mantuvo la mirada fija en Satsuki, recorriendo con sus ojos cada detalle del cuerpo de aquella otra titán. No pudo evitar morderse visiblemente los labios, incapaz de reprimir por completo sus propios pensamientos obscenos. Sin embargo, ver su esbelta y atractiva figura no le resultaba tan idílico como la primera vez. En aquella ocasión, contemplarla le traía recuerdos bastante agridulces. Recordaba aquella noche en Kubeigh, y recordaba cuánto había disfrutado de hacer realidad aquello con lo que había fantaseado desde que tenía uso de razón. Sin embargo, también sabía que se había ganado el odio más que justificado de la mujer que tanto amaba e idolatraba. No había forma de que pudiera arreglar el daño que había causado a la relación entre ambas. Al principio, había pensado que Satsuki no tardaría en perdonarla cuando resolviese todos sus problemas matando ella misma al Comandante Black y acabando con la guerra entre Phobos y Deimos. Sin embargo, incluso si las cosas realmente hubieran podido llegar a ser tan sencillas como poder simplemente comprar su perdón, al final había fracasado miserablemente y no tenía nada que ofrecer a Satsuki. Ni siquiera había sido capaz de cumplir su promesa. No había hecho nada para ganarse aquella redención.

- Aquel día, mientras volaba hacia Phobos Prime... No paraba de pensar en nosotras, ¿sabes? Y en aquel momento me dije a mí misma que moriría por ti si era necesario, Satsuki- Continuó hablando Alisa, con pesar- Pero cuando finalmente me topé de bruces con esa realidad...

Alisa volvió a alzar la mirada hacia ella, y Satsuki no pudo evitar notar que sus ojos estaban enrojecidos y unas lágrimas habían comenzado a descender por aquel rostro blanco como la nieve.

- ¡Tuve miedo, Satsuki!- Confesó Alisa entre sollozos- Te juro que no quiero hacerte más daño, pero...

- Ah, ¿no? ¿No me quieres hacer daño?- Interrumpió Satsuki, molesta ante los hipócritas lamentos de aquella otra titán- ¿Por eso vienes a matarme? ¿Otra vez?

Ante aquellas palabras, Alisa podía notar cómo algo se encogía dentro de ella. Sin pensárselo dos veces, la titán se dejó caer de rodillas, hundiendo sus rótulas en el frágil asfalto de aquella calle de la ciudad. La fuerza de aquel pesado impacto provocó que docenas de vehículos fuesen arrastrados por la onda de choque y varias estructuras a su alrededor se derrumbasen, convirtiéndose al instante en montañas de escombros que sepultaban las calles a su alrededor. En aquel momento Alisa ya no miraba a Satsuki desde arriba mientras levitaba. Se encontraba arrodillada, mirándola desde abajo y con lágrimas en sus ojos.

- ¡Por favor, Satsuki, déjame llevarte como prisionera a Phobia Aegis!- Le rogó Alisa- Déjame que le suplique a Black que te deje vivir. Te prometo que haré todo lo que sea necesario para conseguir que entre en razón ¡Aceptaré cualquier condición, haré lo que sea!

Satsuki no pudo evitar dejar salir una leve risa al escuchar aquellas palabras. Si el Dr. Asatur estaba escuchando aquella conversación a través de su comunicador, debía de estar furioso ante la idea de que ella se dejase llevar como prisionera ante el Comandante Black. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, el plan de Alisa ni siquiera habría parecido tan descabellado. Era cierto que le desagradaba profundamente aquella mujer, pero no podía negar que su aversión a matarla era sincera y su plan tenía algo de sentido. Aunque ella hubiera sido una enemiga de Phobos durante casi cincuenta años, también era una de las dos únicas titanes que existían. Seguía siendo un activo valioso que a los ejecutivos de Phobos les habría encantado poder recuperar. Con la mentalidad corporativa que caracterizaba a la organización, los ejecutivos no dudarían en priorizar el potencial beneficio y la recuperación de una inversión valiosa por encima de cualquier implicación ética y del absurdamente elevado número de vidas que se habían perdido a causa de sus acciones contra Phobos.

Sin embargo, aquello no era una opción; el propio Dr. Asatur ya se había asegurado de ello. Los científicos de la organización no habían logrado revertir el factor de expiración del antiguo Científico Jefe de Prometheus Labs cincuenta años atrás, y no había nada que hiciera pensar a Satsuki que la situación sería diferente cincuenta años después. En aquel momento, por tentadora que resultase la oferta de Alisa, traicionar al Dr. Asatur significaba una muerte segura para ella. Y capturar a su creador para entregarlo de nuevo al Dr. Moebius probablemente no supondría ninguna diferencia. Interrogarlo no serviría de nada. Satsuki no dudaba que Asatur estaría dispuesto a morir con tal de arrastrarla consigo; ya lo había demostrado aquella noche en Karmash.

- Hay cosas que ya es tarde para intentar arreglar, Alisa- Se negó Satsuki.

- ¡Siento lo que te hice!- Se disculpó Alisa entre sollozos, al tiempo que volvía a hundir la mirada en el agrietado asfalto bajo ella- Joder, fui una estúpida...

Con su enemiga arrodillada y emocionalmente vulnerable a poco más de un kilómetro de ella, Satsuki dio un sutil paso hacia delante. Los dedos de su mano derecha se aferraban con firmeza a la empuñadura de su cuchilla psiónica. Aunque se viese obligada a utilizarla a una mano, aquello no hacía aquella masiva hoja menos letal. Alisa permanecía de rodillas y cabizbaja. Sabía que se encontraba fuera de su campo visual, y aquella titán no había reaccionado a su primer paso poniéndose en guardia. Si quería una oportunidad para tomar la iniciativa en aquel combate, no podía esperar encontrar una mejor que aquella. Solo tenía que conseguir que aquel filo conectase una única vez contra Alisa, y ni siquiera necesitaría comprobar si el inhibidor psiónico realmente funcionaba.

Consciente de que su oportunidad de atacar era muy limitada y que la perdería si dudaba, Satsuki se lanzó al ataque. Los más de mil metros que las separaban a ambas eran prácticamente alcance de cuerpo a cuerpo para alguien de su tamaño y agilidad. Las botas de Satsuki se hundieron en el asfalto como si aquella superficie tuviera la firmeza de una capa de arena fina. La extrema presión que sus pasos ejercieron sobre aquel material provocó que el terreno se agrietase y se ondulase, formando pequeños montículos alrededor de sus pisadas. Satsuki rompió la barrera del sonido al desplazarse y recorrer aquel kilómetro en apenas una fracción de segundo. El desplazamiento de aire provocado por su propio cuerpo al moverse formó una onda de choque que impactó contra todo lo que se encontraba en aquella calle de la ciudad. Los vehículos abandonados y el mobiliario urbano fueron golpeados con fuerza, machacados y arrastrados por aquel pequeño cataclismo. La mayoría de cristales de las estructuras cercanas reventaron en mil pedazos al instante, y las secciones más vulnerables de las fachadas comenzaron a desmoronarse. Aquel arrebato de destrucción espontánea era tan solo una consecuencia colateral de toda aquella velocidad y aquella masa de impacto proyectada en una sola estocada de aquella masiva arma de filo, dirigida directamente contra el cuerpo arrodillado de Alisa.

La hoja del arma de Satsuki se detuvo en seco a menos de treinta metros del cuello de Alisa. El impacto de aquel metal de origen desconocido contra aquella barrera telequinética aparentemente infranqueable liberó una onda de choque residual que castigó aún más las estructuras alrededor de ambas titanes, que ya habían quedado considerablemente dañadas por culpa de los movimientos de ambas. Satsuki apretó los dientes con rabia y continuó haciendo fuerza para presionar la punta de su espada contra aquel campo de fuerza, con la irracional esperanza de lograr atravesarlo. Aunque ella misma no fuese psíquica, Satsuki sabía perfectamente que mantener aquella barrera activa requería energía y podía agotar al psíquico si se utilizaba de forma prolongada. Resultaba evidente que Alisa no era poderosa gracias a haber entrenado sus capacidades psiónicas, sino que lo era por el simple hecho de que su cerebro debía de pesar alrededor de cinco mil toneladas. Habiendo podido comprobar personalmente la falta de entrenamiento y sentido común de aquella mujer cuando se enfrentaron cuerpo a cuerpo en Kubeigh, Satsuki realmente había tenido la esperanza de que Alisa hubiera tenido la guardia baja y se hubiera confiado y distraído lo suficiente como para no tener activa aquella línea de defensa. Aquella otra titán realmente parecía haber estado más preocupada por justificar sus propias malas decisiones que por el inminente enfrentamiento entre ambas. Sin embargo, ni siquiera Alisa era tan necia como para desactivar su campo de fuerza psiónico en presencia de alguien que la quería muerta y solo necesitaría una fracción de segundo de vulnerabilidad para hacerla trizas.

Al notar cómo algo impactaba contra su campo de fuerza y sentir cómo todo a su alrededor comenzaba a desmoronarse ante el devastador avance de Satsuki, Alisa levantó la mirada y se encontró con los brillantes ojos rojos de aquella titán dedicándole una mirada de extremo resentimiento. La Comandante Aldrich seguía presionando insistentemente la espada contra su campo de fuerza, causándole una leve sensación de migraña al tener que proyectar una fuerza telequinética opuesta lo bastante poderosa como para frenar el avance de una fuerza tan imparable como aquella mujer. Cuando Alisa comenzó lentamente a ponerse de nuevo en pie, Satsuki retrocedió casi por acto reflejo, impulsándose hacia atrás de un salto que la desplazó algo más de kilómetro y medio, con intenciones de evitar el inminente contraataque. El brusco aterrizaje de más de un cuarto de millón de toneladas varias manzanas más al sur provocó que la tierra temblase y docenas de estructuras cercanas se desmoronasen hasta convertirse en irreconocibles pilas de escombros, completamente aplastadas bajo el cuerpo de aquella titán o demolidas por la onda expansiva del impacto. Sin embargo, aquel rápido contraataque que Satsuki esperaba no llegó. En lugar de eso, Alisa se limitó a ponerse en pie y dirigirse ambas manos hacia el rostro, tomándose un momento para secarse las lágrimas a sí misma.

- Vaya... realmente me odias, ¿verdad?- Preguntó Alisa, con pesar.

Satsuki no respondió a aquella pregunta. Le habría encantado gritar a pleno pulmón a aquella mujer que sí, que la odiaba con todas sus fuerzas. Le habría encantado decirle que todo había ido bien hasta que ella apareció de la nada y se lo quitó todo, despojándola de todos sus logros y de la reputación que le había llevado toda la vida labrarse. Sin embargo, incluso la propia Satsuki sabía que nada de aquello era cierto. A ella ya se lo habían quitado todo antes incluso de que Alisa naciera, y su mundo ya llevaba décadas desmoronándose antes de que se enfrentaran en Kubeigh. Alisa estaba lejos de ser la causa de sus problemas; ella tan solo había sido la gota que había colmado el vaso. De todos sus problemas, Alisa había sido el único que no había podido ignorar y el único que la había obligado a afrontar consecuencias. A pesar de todo el resentimiento que sentía hacia aquella otra titán, en realidad no la odiaba más de lo que odiaba a su propio creador. Al menos, en aquella ocasión, sabía que Alisa le haría daño en contra de su propia voluntad, que ya era más de lo que podría haber dicho del Dr. Asatur.

Lo que realmente pensaba era algo que no podía arriesgarse a decir en voz alta con el comunicador abierto y debía guardarse para sí misma. Echar la culpa a Alisa de su situación solo serviría para mentirse a sí misma y para evidenciar en voz alta lo muy herido que había quedado su orgullo. Satsuki respiró hondo y evitó decir nada de lo que pudiera arrepentirse. En aquel momento, las dos únicas personas en toda Acies que tenían la capacidad de acabar con su vida estaban escuchándola. Aquel conflicto no iba a solucionarse con palabras, aquello era evidente. Lo único que podían hacer sus palabras era agravar la nefasta situación en la que se encontraba. Lo único que podía hacer era esforzarse por mantener la mente fría y ceñirse al plan.

- Ambas sabemos a qué has venido aquí. No vas a fallarle al Comandante Black por segunda vez- Respondió Satsuki, tratando de sonar impasible- Acabemos con esto de una vez por todas.

Alisa dejó salir un largo suspiro. La Comandante Aldrich tenía razón. No podía permitirse volver a fallarle al Comandante en Jefe de Phobos. Había hecho todo lo que había estado en su mano por demorar aquel encuentro. Había tenido que matar a tantísima gente que, en lugar de asesinatos y crímenes de guerra, ya había empezado a actuar como los deshumanizados ejecutivos de Phobos y a ver solo números y estadísticas. No le importó convertirse en un monstruo con tal de tener una oportunidad de hacer suya a Satsuki, y cuando las tornas cambiaron, tampoco le importó convertirse en un monstruo aún peor con tal de intentar comprarle a ella algo más de tiempo de vida. Sin embargo, ya no había nadie más a quien pudiera matar para salvar a aquella mujer. Alisa sabía que la única vida que realmente debía apagarse para que Satsuki viviera era la suya propia. A lo largo del último mes, la idea de aceptar su propia muerte con tal de salvar a Satsuki se le había pasado por la cabeza varias veces. Sin embargo, la propia Alisa no tenía reparos en admitir que le faltaban agallas para tomar una decisión tan drástica. No estaba preparada para morir, y aunque lo hubiera estado, tampoco encontraba sentido a salvar a Satsuki si ella misma no estaría allí a su lado para admirarla.

La decisión ya estaba tomada. Tenía que matar a la mujer con la que estaba enfermizamente obsesionada. Iba a ser duro, y posiblemente lo lamentaría durante el resto de su vida, pero al menos Satsuki podría vivir en sus recuerdos; y ahora que era una titán y probablemente viviría cientos o incluso miles de años, Alisa suponía que con el tiempo las heridas de su retorcido corazón acabarían por sanarse. Con un firme movimiento de sus manos, Alisa terminó de secarse las lágrimas y centró de nuevo la mirada en Satsuki. Lentamente, la titán psiónica comenzó a levitar hasta elevarse algo más de cuatrocientos metros sobre el devastado distrito de Axork en el que ambas se encontraban.

- Siento que las cosas tengan que acabar así, Satsuki- Se lamentó Alisa por última vez- Al menos espero que no te importe concederme este último... baile.

Alisa dibujó una amplia sonrisa en sus labios. Aquella era su última noche junto a la Comandante Aldrich; la última oportunidad de estar con Satsuki, aunque fuese como enemigas. Solo con ver aquella fría expresión en el pálido rostro de aquella mujer mientras sus ojos rojos clavaban su mirada en ella, Alisa podía notar cómo su propio cuerpo se estremecía de excitación. Observó cómo las manos de Satsuki se aferraban a aquella espada y a aquel objeto cilíndrico mientras sus sentidos permanecían en alerta, como un depredador acorralado. A pesar de la abrumadora diferencia de poder entre ambas, la legendaria Comandante Aldrich seguía mostrándose desafiante, como si realmente pensase que tenía alguna oportunidad contra ella. Verla resultaba casi adorable desde su condescendiente punto de vista. No tenía intención de darse prisa y acabar rápido con aquel enfrentamiento. Tenían toda la noche por delante para ellas solas. Quería disfrutar de sus últimos momentos con la mujer que amaba antes de tener que matarla.

Dejándose llevar por aquella mala costumbre que aún no conseguía quitarse, Alisa realizó un movimiento de señalar con su mano derecha, con la intención de ayudarse a sí misma a guiar su propia mente a la hora de proyectar fuerzas telequinéticas. Aunque le habría gustado poder enfrentarse cuerpo a cuerpo a la Comandante Aldrich y sentir los puños de aquella mujer contra su cuerpo como ya lo había hecho la noche en la que se conocieron, Alisa no dudaba que en aquella ocasión Satsuki no dudaría en asestar un golpe letal a la menor oportunidad. Aquello significaba que aquel maravilloso dolor con el que le habría encantado embriagarse estaba completamente fuera de su alcance si pretendía sobrevivir a aquel encuentro. Si no podía dejar que Satsuki le hiciera daño, entonces lo único que podía hacer con ella era tratarla como a cualquier otra mujer a la que hubiese regalado su mortífero amor en aquellos siniestros callejones de Phobos Prime. La única actividad en la que podían participar ambas consistía en romper a aquella orgullosa titán; al menos hasta que Satsuki estuviese lo bastante asustada, dolorida y debilitada como para poder llevar a cabo algo más íntimo con ella. Evitando apuntar a zonas vitales, Alisa concentró sus capacidades telequinéticas para proyectar una gigantesca lanza psiónica en dirección a la Comandante Aldrich.

Ver el movimiento de la mano de Alisa puso en guardia a Satsuki. Durante su primer enfrentamiento contra aquella titán psiónica se había encontrado demasiado conmocionada como para reparar en aquella clase de detalles. Alisa tenía unas capacidades telequinéticas impresionantes gracias a su tamaño, pero cada gesto y movimiento por su parte revelaban que ella era cualquier cosa menos una soldado psiónica. Verse señalada por la mano de Alisa de aquella forma despertó en Satsuki un acto reflejo similar al que tuvo casi una semana atrás cuando vio los cañones Esper de la Almirante Nakamura apuntándole. Casi de forma instintiva, Satsuki se impulsó rápidamente hacia su izquierda, moviéndose de nuevo a velocidad supersónica y reduciendo a escombros cualquier frágil obstáculo que se interpusiese en su camino. Apenas una fracción de segundo después de que ella se apartase de donde se encontraba, un estallido se dejó oír en toda Axork. Incluso aunque la lanza psiónica de Alisa no había sido apuntada directamente contra los edificios de la ciudad y había sido disparada por encima de ellos, la simple onda de choque residual de aquel devastador ataque fue suficiente para dibujar un patrón lineal de destrucción que se extendía hasta las afueras de la ciudad. Cientos de edificios fueron reducidos a escombros, y una densa nube de polvo comenzó a elevarse y dispersarse en aquella dirección, arrastrada por el desplazamiento de aire causado por el ataque. Las calles de la ciudad quedaron irreconocibles, como si hubieran sido objetivo de un bombardeo en alfombra. Sin embargo, la Comandante Aldrich permaneció completamente ilesa, habiendo evitado por completo aquel ataque con un margen de casi dos kilómetros de distancia.

Satsuki respiró hondo y trató de evitar distraerse con los daños colaterales que tanto su movimiento evasivo como el ataque errado de Alisa habían causado a la ciudad. Axork estaba mayormente evacuada, y los ciudadanos que se habían negado a marcharse sabían a lo que se exponían. La ciudad y cualquiera que aún se encontrase en ella eran sacrificables con tal de lograr detener a Alisa. A diferencia de cuando se había enfrentado a la Almirante Nakamura, aquellos frágiles edificios oponían muchísimo menos resistencia a sus movimientos que desplazar millones de toneladas de agua a su paso; y sentir que tenía los pies en la tierra, lejos del mar, la tranquilizaba un poco. Aun así, evadir un proyectil completamente invisible y cuyo impacto era virtualmente instantáneo no era nada fácil. En el mejor de los casos, podía tratar de predecir cuándo Alisa lanzaría su ataque o tratar de mantenerse en movimiento para no ser un blanco fácil. Aquella titán psiónica frunció el ceño al mismo tiempo que giraba en el aire para encararse de nuevo con ella. No era capaz de disimular el hecho de que parecía estar sorprendida de que su ataque hubiese fallado.

- Vaya... unos reflejos a la altura de una leyenda, Satsuki...- Elogió Alisa, manteniendo una maliciosa sonrisa en los labios- Está bien, te seguiré el juego.

Alisa no había pasado por alto el hecho de que sus movimientos corporales la traicionaban. Sabía que cualquier psíquico experimentado debía aprender a desvincular las proyecciones telequinéticas de su mente con movimientos de sus brazos. Sin embargo, ella no era una psíquica experimentada. Sus capacidades telequinéticas habían despertado durante su adolescencia y, si no tenía en cuenta los casi diez años que había permanecido en coma inducido mientras la transformaban en titán, ella aún no llegaba siquiera a sus veinte. Era obvio que ella no tenía la habilidad ni la experiencia que podrían tener una Banshee o Siren con más de cien años de servicio, y no le avergonzaba admitirlo. Si se lo proponía, sabía que lograría realizar proyecciones telequinéticas simples solo con su mente, sin usar las manos. Al fin y al cabo, liberar ondas de choque ni siquiera era tan difícil; no requería práctica ni precisión alguna, solo un estallido espontáneo y descontrolado de poder telequinético. Sin embargo, ver a Satsuki lograr esquivar su ataque porque había visto los movimientos de su mano y se había anticipado a su proyección telequinética la hizo sentir un fugaz sentimiento de satisfacción. De alguna forma, había logrado imaginar una fugaz reversión de roles por unos segundos. Había logrado pensar que Satsuki quizás aún tuviera una oportunidad de ser la cazadora.

Aunque sabía que jugaba con fuego y arriesgaba su propia vida en el proceso, Alisa quería explorar más aquel sentimiento. No quería morir, pero una parte de ella realmente deseaba sentir la suela de las botas de Satsuki presionando contra su rostro y fantaseaba con la idea de que aquella espada lacerase su carne. Su mente era un caos en aquel momento. La parte de ella que temía a la muerte se enfrentaba a la que ansiaba jugar con la mujer más peligrosa de todo Acies. Dejándose llevar por aquel capricho espontáneo y abandonando el uso de la razón, Alisa continuó usando su mano derecha para dirigir a su mente en la proyección de nuevas fuerzas telequinéticas. Como si fuese una directora de orquesta dirigiendo una sinfonía de destrucción, Alisa realizó un grácil movimiento con su mano y rasgó el aire de izquierda a derecha en dirección a Satsuki, prácticamente anunciando su ataque al tiempo que enviaba una onda telequinética cortante en su dirección.

Satsuki analizó el movimiento que la mano derecha de Alisa trazó, observando la amplitud del corte que había descrito. Desde donde se encontraba, prácticamente había marcado una cuarta parte de la ciudad para quedar completamente asolada en los próximos segundos. Satsuki dirigió su mano izquierda hacia su costado derecho, resguardando el cilindro que sostenía con su propio cuerpo, al tiempo que exponía su hombro izquierdo al inminente ataque, ofreciendo la menor superficie de impacto posible. Apenas tenía una fracción de segundo para reaccionar y defenderse, y su instinto le decía que aquel corte telequinético era demasiado amplio como para poder evadirlo a tiempo. Con un movimiento de los dedos de su mano derecha, la Comandante Aldrich encendió el emisor psiónico de su espada al mismo tiempo que movía la hoja de forma que resguardase su costado izquierdo.

Las estructuras en frente de Alisa comenzaron a ser arrasadas por la energía residual de una proyección telequinética en cono horizontal que comenzó a desplazarse a unos doscientos metros de altura sobre la ciudad. A medida que se ensanchaba y aumentaba su área de efecto al recortar la distancia entre ambas, Satsuki pudo ver cómo en apenas una fracción de segundo miles de los edificios de Axork comenzaron a ser demolidos por una onda de choque descendente, quedando reducidos a escombros y polvo de cemento que, a su vez, eran arrastrados en la dirección del ataque, como si se tratase de una rompiente ola de acero y hormigón. Sin embargo, aquel daño colateral no era más que la destrucción residual causada por el fortísimo desplazamiento de aire llevado a cabo por aquella proyección telequinética; insignificante en comparación con la afilada e invisible cuchilla psiónica que había sido lanzada en su dirección. Satsuki apretó los dientes y se preparó para el impacto.

Las botas de Satsuki se hundieron varios metros en el asfalto cuando aquella inmensa corriente de energía cinética la golpeó de lleno. El campo de fuerza telequinético que su cuchilla psiónica había proyectado al adoptar una postura de bloqueo disipó parte de aquella onda cortante, pero aquel esfuerzo estaba claramente por encima de las capacidades de las baterías psiónicas del arma. El sistema de proyección telequinética de la cuchilla se apagó al instante después de amortiguar parcialmente el impacto, con todas sus fuentes de energía agotadas. Satsuki sintió como, a pesar de aquella atenuación, la onda cortante impactaba con fuerza en su espada y causaba que el arma se estremeciese en su mano. Aunque impactar contra aquel bloqueo disminuyó drásticamente las capacidades cortantes de aquella afilada proyección telequinética, aquello no salvó a Satsuki de sentir cómo todo su cuerpo era golpeado por aquel ataque. Su hombro recibió un fuerte impacto que la hizo desplazarse casi doscientos metros, arrastrada por aquella fuerza, dejando tras de sí un amplio surco en el asfalto bajo sus pies a medida que sus botas metálicas se hundían más en aquella frágil superficie.

Satsuki había logrado no perder el equilibrio y permanecer en pie, y consiguió escapar más o menos ilesa de aquella destructiva fuerza telequinética. Sin embargo, la ciudad a su alrededor no había corrido la misma suerte. El cuerpo de Satsuki había actuado como escudo y había bloqueado parte de aquella devastación, creando una pequeña área segura a sus espaldas donde algunas estructuras permanecieron en pie. Sin embargo, en el resto de la ciudad de Axork, todo lo que se encontraba entre Alisa y el límite de la ciudad había quedado reducido a un mar de escombros y chatarra. A excepción de algunas de las construcciones más robustas, que habían quedado gravemente dañadas pero no habían llegado a colapsar, la mayoría de edificios en el área afectada habían sido reducidos a ruinas. Los escombros más ligeros, que habían sido arrastrados por aquel desplazamiento de aire, habían sido lanzados en la dirección del ataque, fuera de los límites de la ciudad, causando una lluvia de acero y hormigón que hizo llover destrucción sobre barrios de chabolas del extrarradio e incluso devastando instalaciones agrícolas situadas a varios kilómetros de la castigada urbe. Una densa nube de polvo de escombros había amenazado con alzarse, pero el propio desplazamiento de aire provocado por aquella fuerza telequinética la había arrastrado en su mayor parte fuera de la ciudad, causando que el cielo y el horizonte a espaldas de Satsuki quedasen empañados por una densa mezcla de tonos grises y marrones.

- ¿Lo has protegido con tu propio cuerpo, en serio?- Preguntó Alisa, mientras reducía ligeramente la altura a la que levitaba y comenzaba a desplazarse en dirección hacia Satsuki- ¿Qué es esa cosa que tienes ahí, Satsuki? ¿Un arma? ¿Algo con lo que hacerme daño?

Satsuki volvió a encararse con su enemiga, abandonando aquella posición de bloqueo y volviendo a sostener su espada con normalidad. Sin soltar aquel cilindro negro, utilizó su mano izquierda para apartarse el pelo de la cara y hacer que su oscuro cabello, despeinado a causa de aquel ataque, volviese a caer tras sus hombros. Era cuestión de tiempo que Alisa mostrase interés en aquel cilindro al que se aferraba recelosamente; Satsuki ya había contado con ello desde un principio. Era lógico que asumiese que se trataba de un arma. Al fin y al cabo, después de que la diferencia de poder entre ambas hubiese quedado tan evidenciada tras su enfrentamiento en Kubeigh, resultaba obvio que ella no habría decidido enfrentarse a Alisa por segunda vez sin un plan. Incluso alguien como Alisa seguramente había sido capaz de dar por hecho que ella tendría un as en la manga o, de lo contrario, no se habría dejado encontrar tan fácilmente por su mayor enemiga.

- Estás a punto de averiguarlo- Respondió Satsuki, forzándose a sí misma a dibujar en sus labios una falsamente confiada sonrisa.

Con un rápido movimiento de su mano izquierda, Satsuki desplegó una aguja extensible de unos diez metros de longitud en uno de los extremos de aquel cilindro metálico. Aunque, completamente desplegado, aquel dispositivo tenía una longitud total de unos cuarenta metros, en la mano izquierda de Satsuki se asemejaba a un simple auto inyector metálico de color negro, no especialmente sobredimensionado.

- ¿Una jeringuilla?- Preguntó Alisa, entre risas- ¡Por favor, Satsuki! Sabes perfectamente que tú eres la única droga que yo necesito...

Lo siguiente que notó Satsuki fue como una fuerza telequinética comenzaba a actuar en torno a su mano izquierda. Alisa estaba a punto de intentar utilizar su telequinesis para intentar arrancar el inyector de entre sus dedos. Con un brusco movimiento, Satsuki agitó su mano izquierda y retrocedió unos pasos para evitar que la telequinesis de Alisa lograse fijar el objetivo en su mano. No dudaba que la mente de Alisa no sería lo suficientemente poderosa como para forzarla a abrir los dedos de su mano y arrebatarle aquel arma, pero aquello no significaba que el inyector no pudiese acabar dañado si ambas forcejeaban de aquella forma.

- Cuando pruebes esto, vas a tener más de mí de lo que vas a poder soportar- Le respondió Satsuki, en tono malicioso.

- ¿En serio?- Preguntó Alisa, con entusiasmo- Entonces... ¿Por qué no me lo das y me lo inyecto yo misma? Si es por ti, yo estoy dispuesta...

Alisa aumentó la velocidad a la que levitaba para recortar la distancia entre ambas al tiempo que extendía su mano derecha hacia Satsuki de forma invitante, insistiendo en su petición de que le entregase el inyector.

- Oh, ¿de verdad harías eso por mí?- Preguntó Satsuki, aceptando a regañadientes entrar en su juego.

- ¿Acaso lo dudas, cariño? Sabes muy bien que el sentido común no es mi punto fuerte- Respondió Alisa, al tiempo que le guiñaba un ojo a su enemiga- Vamos, Satsuki... dámelo...

Ante la insistencia de Alisa, Satsuki acabó sin darse cuenta dibujando una sonrisa casi sincera en su rostro. Aquella otra titán continuaba acercándose y recortando la distancia entre ambas, cruzando el desolado paisaje urbano mientras levitaba a escasos cien metros por encima del mar de destrucción que ella misma había desatado sobre la ciudad. Cuando ambas se encontraron a menos de quinientos metros, Satsuki optó por extender su brazo izquierdo, sosteniendo firmemente el inyector en su mano.

- Está bien, cógelo- Ofreció Satsuki.

El rostro de Alisa se contorneó durante un segundo en una expresión de sorpresa, como si no pudiese creer que realmente Satsuki hubiera accedido a entregarle aquella gigantesca jeringuilla que no había dudado en proteger usando su propio cuerpo como escudo. Satsuki permaneció firme, sosteniendo el inyector en su puño extendido mientras esperaba a que Alisa terminase de recortar la distancia entre ambas. Durante unos segundos, pudo sentir cómo unas fuerzas telequinéticas trataban tímidamente de arrancar el inyector de entre sus dedos, pero la Comandante Aldrich se limitó a negarse a abrir la mano y se mantuvo firme. En seguida, aquellas fuerzas telequinéticas dejaron de actuar sobre el inyector. Su invitación era más que evidente. Si quería cogerlo, no aceptaría que lo hiciera mediante su telequinesis, Alisa tendría que acercarse a cogerlo con su propia mano. Mientras los labios de Satsuki se esforzaban por que su sonrisa pareciera amable, los dedos de su mano derecha se aferraban a la empuñadura de su cuchilla psiónica, fantaseando con aquellos preciosos segundos en los que Alisa tendría que desactivar su campo de fuerza para poder coger el inyector.

Lenta y dubitativamente, Alisa redujo la altura de su levitación hasta acabar tomando tierra. Cuando sus botas entraron en contacto con aquel mar de escombros en el que ella misma había convertido varios distritos de la ciudad y se hundieron ligeramente en él, la titán psiónica recorrió caminando los últimos cientos de metros que la separaban de Satsuki. Cuando apenas un último paso separaba a ambas titanes, Alisa se detuvo con la mirada fija en aquel siniestro inyector que la Comandante Aldrich sostenía en su mano izquierda. Aunque su primer acto reflejo fue extender su propia mano para intentar coger el inyector, Alisa se detuvo a medio camino y alzó lentamente la mirada hasta los ojos rojos de Satsuki. Aquella mujer no estaba acostumbrada a sonreír, y su expresión facial lo evidenciaba. Era como si sus propios labios no estuvieran acostumbrados a curvarse de aquella forma. Acostumbrada a la habitual frialdad de la Comandante Aldrich, Alisa no pudo evitar sentir cierta incomodidad al ver a Satsuki sonreír.

Alisa permaneció unos segundos contemplando aquel rostro, con su mano a medio camino de intentar agarrar el cilindro. Sabía perfectamente que había hecho méritos de sobra para ganarse el desprecio de aquella mujer. Aquella sonrisa solo podía tener dos significados. O bien era falsa y trataba de guiarla a una trampa, o bien era tan sincera como insidiosa. Casi sin que ella misma se diera cuenta, la mano de Alisa comenzó a temblarle. Era evidente que Satsuki no tenía intención alguna de entregarle aquella enorme jeringa, de lo contrario no habría opuesto resistencia cuando trató de agarrarla con su telequinesis. Aquello era un truco para intentar agarrar su mano o incluso para rebanarle el brazo si lograba ser lo suficientemente rápida. Sin embargo, a pesar de lo evidente que resultaba, Alisa no era capaz de decidirse sin más a no morder aquel anzuelo. Incluso ante la posibilidad de perder una mano, su mente aún fantaseaba con lo que Satsuki le haría si lograba atraparla en combate cuerpo a cuerpo.

Durante unos segundos, Alisa llegó a abrir la boca, como si quisiese decir algo. Sin embargo, las palabras no salieron. No había nada que se le ocurriera decir que fuese a permitirle llevar las cosas a su terreno. A pesar de lo imposible que era su victoria, Satsuki realmente parecía decidida a intentar ganarle costase lo que costase. No había forma de convertir aquella batalla a muerte en otra oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías más enfermizas; no al menos sin que el precio por ello fuese su propia vida. Tras aquellos breves segundos de duda, Alisa finalmente salió de su lascivo trance y volvió a la realidad, retrocediendo unos pasos de forma instintiva y proyectando al instante un poderoso empujón telequinético contra la otra titán.

Satsuki apretó ligeramente los dientes al recibir aquel ataque telequinético a bocajarro. No había sido capaz de anticiparse a ello, realmente había llegado a creer que Alisa iba a atreverse a intentar coger el inyector y no había esperado aquel repentino empujón. Sin posibilidad alguna de esquivarla, Satsuki se vio arrastrada por aquella poderosa corriente telequinética, capaz de elevarla casi un kilómetro en el aire y lanzarla contra los límites de la ciudad a pesar de su inmenso peso. Arrastradas con ella, miles de toneladas de escombros que había depositadas en el suelo tras el anterior ataque de Alisa fueron también desplazadas por el empujón telequinético, volviendo a levantar una cortina de polvo y castigando los alrededores de Axork.

Aunque hubiese sido capaz de lanzarla por los aires como a una muñeca de trapo, aquel empujón no tuvo la suficiente fuerza de impacto como para causarle daños a Satsuki. La titán logró reorientarse en su caída y aterrizar en pie a algo más de tres kilómetros del punto desde donde había sido lanzada. Sus manos aún sostenían firmemente su espada y aquel inyector. Con un movimiento de cabeza, Satsuki volvió a apartarse el cabello del rostro y dirigió una fulminante mirada a Alisa.

- Vaya, ¿no confías en mí?- Preguntó Satsuki, fingiendo decepción.

- Ni siquiera yo voy a caer en algo tan obvio- Respondió Alisa con una sonrisa.

- Tú te lo pierdes entonces...

Tras pronunciar aquellas palabras, Satsuki comenzó a caminar lentamente para recortar distancias de nuevo, evitando seguir una trayectoria en línea recta. Aunque aquel empujón no le había causado daños, había vuelto a alejarla de Alisa y de la distancia de ataque óptima que había calculado. En aquel combate, en el que luchaba con semejante desventaja, el posicionamiento lo era todo para ella. Si quería que su gran oportunidad finalmente surgiese, necesitaba recuperar el terreno que acababa de perder. De lo contrario, el inhibidor no supondría una diferencia.

Alisa agrió la expresión de su rostro al escuchar las palabras de la Comandante Aldrich y ver cómo su enemiga volvía a intentar acercarse de forma precavida. A pesar de los evidentes riesgos que implicaba tratar a alguien tan peligrosa como Satsuki como a un juguete, no podía evitar sentir cierta rabia al pensar en aquella oportunidad que acababa de perder. Todo por culpa de aquella farsa de enfrentamiento al que se había visto arrastrada en contra de su voluntad. Estaba luchando una batalla a muerte en la que no podía perder, contra alguien a quien no quería matar. A su alrededor, a nadie le temblaba el dedo a la hora de señalarla y catalogarla como una demente, pero por más que pensaba sobre ello, Alisa no podía evitar pensar que eran los demás quienes parecían haber perdido el juicio. Black no había dudado en ordenar el asesinato de la Comandante Aldrich, a pesar de que parecía tratarse de un activo perfectamente recuperable para Phobos, y la propia Satsuki parecía preferir morir en aquella inútil batalla antes que aceptar su oferta de volver a la organización. Nadie parecía tener otro motivo para aquellas malas decisiones que no fuera obligarla a ella a ser miserable.

- Ya me he perdido muchas cosas por culpa de Phobos- Refunfuñó Alisa- Y no sé si estoy dispuesta a perderme esta última.

Durante unos segundos, Alisa siguió con la mirada a Satsuki mientras su enemiga trataba sutilmente de recortar distancias, claramente alerta para esquivar cualquier lanza o cuchilla psiónica que lanzase contra ella. Resultaba evidente que aquella situación podría llegar a durar horas si seguía conteniéndose. Desde que aún era humana, ya conocía muy bien a la Comandante Aldrich. Sabía que Satsuki podría pasarse toda la noche luchando sin cansarse, y además podría recuperarse rápidamente de cualquier herida no letal gracias a su prodigiosa fisiología. Alisa no dudaba que no sería la Comandante en Jefe de Deimos quien pusiera el límite a aquel enfrentamiento, sino más bien su propia paciencia. Sin embargo, para sorpresa de ella misma, Alisa no estaba disfrutando de aquella situación. Aunque se esforzase en exprimir sus sentimientos al máximo con cada interacción que experimentaba con la Comandante Aldrich, la sensación de estar posponiendo lo inevitable no paraba de atormentarla. Realmente no quería seguir adelante con aquello. Solo quería terminar lo que había empezado y quedarse a solas con sus propios lamentos lo antes posible.

De mala gana, Alisa se concentró en la posición de Satsuki y proyectó un conjunto de fuerzas telequinéticas convergentes. Casi como si fuese capaz de notarlas con anticipación, la Comandante Aldrich trató de evadir aquella proyección con un movimiento brusco, pero era prácticamente inútil. No había ningún hueco entre aquellas fuerzas por el que algo del tamaño de una titán pudiese escurrirse, aquella proyección era prácticamente una esfera que se encogió en torno a Satsuki hasta envolverla por completo, inmovilizándola para a continuación elevarla algunos cientos de metros en el aire con extrema facilidad, como si todos aquellas miles de toneladas de peso fuesen una carga liviana como una pluma.

- Satsuki, eres sencillamente magnífica, se mire por donde se mire...- Dijo Alisa, con un tono de voz que parecía alternar entre el pesar y el deleite- Pero esta es la realidad. No hay nada que puedas hacer contra mí.

Satsuki apretó los dientes con rabia, al tiempo que trataba de oponer toda la resistencia que podía a aquella opresiva fuerza telequinética que ejercía presión sobre ella por cada centímetro de su cuerpo. Aunque su fuerza física era capaz de plantar cara a la poderosa mente de Alisa, impidiendo que la inmovilizase por completo o que le arrebatase las armas que sostenía en sus manos, una vez que su enemiga la hacía levitar, ya no había nada que pudiese hacer para contraatacar. Al perder el contacto con el suelo, era incapaz de intentar desplazarse, quedando completamente a merced de aquellas fuerzas invisibles que actuaban sobre ella. No había olvidado aquella horrible sensación desde que Alisa la hizo levitar por primera vez en Kubeigh, y en todo el tiempo que había pasado preparándose para aquel enfrentamiento, no había sido capaz de idear ninguna forma de defenderse de aquel agarre telequinético. En aquel momento por mucho que le pesase, estaba completamente neutralizada hasta que Alisa decidiese soltarla.

- Hija de...- Trató de decir Satsuki.

La titán no tuvo ocasión de terminar aquel insulto. Tras haberla elevado algo más de dos kilómetros en el aire, Alisa realizó un brusco movimiento descendente con su brazo izquierdo, y a continuación Satsuki fue lanzada con extrema fuerza contra el suelo. La potencia del impacto fue tal que toda Axork se estremeció, como si diez proyectiles de un Cañón Armagedón hubiesen estallado en el mismo punto al mismo tiempo. En varios cientos de metros alrededor del punto de colisión los escombros que se habían acumulado sobre aquella devastada zona de la ciudad se elevaron de nuevo, arrastrados por la onda expansiva del impacto, como si se tratase de una violenta erupción de acero y hormigón que esparció aquellos materiales en kilómetros a la redonda, como una explosión de metralla. Incluso áreas de la ciudad que aún no habían sido dañadas recibieron parte de la onda expansiva de aquel golpe y la lluvia de cascotes, causando que varios cientos de estructuras se desmoronasen aún encontrándose a más de un kilómetro del epicentro de aquella espontánea destrucción.

Satsuki no pudo evitar dejar salir un dolorido gruñido al recibir aquel golpe. A lo largo de sus muchos años como supersoldado de Clase Titán, Satsuki había sido atacada con armas nucleares en múltiples ocasiones, y aquellas armas de destrucción masiva habían resultado prácticamente inútiles contra ella, apenas una molestia menor. Sin embargo, aquel impacto había demostrado tener un potencial destructivo comparable al de un misil nuclear sin necesidad de una carga explosiva, tan solo estampándola a ella contra el suelo como si se tratase de un proyectil sólido. Incluso aunque su cuerpo fuese mucho más fuerte y resistente que la superficie de hormigón, asfalto y roca sólida contra la que se había estrellado, aquello apenas amortiguaba el golpe. La fuerza de aquel lanzamiento contra el suelo seguía sintiéndose como recibir un martillazo a través de una almohada. Alrededor del punto de impacto donde Alisa la había hecho estrellarse, la colisión formó un cráter de casi cien metros de profundidad, agrietando visiblemente el terreno en cientos de metros a la redonda.

Tras recibir aquel contundente golpe, Satsuki ni siquiera tuvo tiempo de tratar de ponerse en pie. Alisa no la había liberado de aquel agarre tras estamparla contra el suelo. Con un nuevo movimiento de su brazo izquierdo para guiar a su propia mente, Alisa volvió a alzar de nuevo a Satsuki y procedió a agitarla y zarandearla con violencia en el aire antes de volver a elevarla varios kilómetros y lanzarla de nuevo contra la ciudad, apuntando a propósito contra áreas que aún no habían sido dañadas.

En aquella situación, Satsuki había perdido todo el poco control que tenía sobre aquel combate. Todo lo que podía hacer era cerrar los ojos, apretar los dientes y hacer lo posible por no soltar su espada ni su inyector, mientras trataba de no acabar clavándose su propia cuchilla psiónica en alguno de aquellos impactos. Cada uno de aquellos golpes retumbaba en todo su cuerpo y la dejaba cada vez más y más dolorida y conmocionada. Todo su cuerpo rotaba de forma descontrolada, arrastrado por aquellas fuerzas telequinéticas. Tras recibir un golpe en la cabeza que provocó que le pitasen los oídos, Satsuki fue incapaz de distinguir en qué posición se encontraba su propio cuerpo, incapaz de diferenciar arriba de abajo y no sabiendo qué parte de su cuerpo recibiría el siguiente impacto mientras Alisa continuaba utilizándola como una bola de demolición viviente con la que continuar devastando aquella castigada ciudad.

- ¿¡Qué suced... suki!? ¡Toda la insta... temblando!- Gritó la entrecortada voz del Dr. Asatur desde su dañado comunicador.

En aquel momento, incluso mientras recibía aquella terrible golpiza, Satsuki cayó en la cuenta de que la situación era aún peor de lo que de por sí le parecía. No solo estaba completamente inmovilizada y siendo vapuleada sin poder defenderse, sino que cada impacto de su cuerpo contra el suelo prácticamente provocaba un violento terremoto en toda Axork, y el terreno bajo ella cada vez tenía cráteres más grandes y grietas más profundas. Si Alisa continuaba así, era cuestión de tiempo que aquella instalación subterránea de Prometheus Labs acabase sepultada bajo millones de toneladas de escombros y roca sólida. Tenía que hacer algo para que aquella desquiciada mujer parase de hacer eso, sin importar el precio que tuviera que pagar para lograrlo.

Muy a su pesar, aun sabiendo cuánto complicaba las cosas al tomar aquella decisión, Satsuki relajó sus manos y dejó que tanto su espada como aquel inyector se escurriesen entre sus dedos y cayesen al suelo, justo cuando su cuerpo era de nuevo estampado con violencia contra un área intacta de la ciudad, abriendo otro devastador agujero en el asolado paisaje urbano de Axork.

- ¡Para, Alisa!- Gritó Satsuki, desesperada- ¡Por favor, para...!

Casi como si aquella súplica fuese lo que su enemiga había estado deseando oír desde el principio, Satsuki pudo notar al instante cómo aquella fuerza telequinética convergente que la había mantenido sujeta desaparecía al instante, liberándola de aquel agarre. Durante unos segundos, se hizo el silencio. Después de que aquellos estruendosos impactos hubiesen reducido la mayor parte de la ciudad a una superficie casi homogénea de ruina y escombros, finalmente la tormenta había terminado y la calma había vuelto. Satsuki jadeaba y respiraba con dificultad. La titán pudo notar un sabor metálico en su boca, y poco después escupió una bocanada de algunos miles de litros de sangre. Todo su cuerpo se sentía molido y magullado, y probablemente tenía también hemorragias internas que no era capaz de notar. Su mono de nanofibras, capaz de resistir impactos y condiciones extremas, nuevamente no había sido capaz de resistir ante Alisa, y el tejido estaba visiblemente raído y dañado, especialmente en torno a sus codos y rodillas.

La primera reacción de Satsuki cuando aquella locura se detuvo fue tratar de localizar su espada. Sin embargo, al tratar de incorporarse, la Comandante Aldrich sintió una fuerte punzada de dolor en el pecho, como si a pesar de su increíble durabilidad, finalmente alguna de sus costillas hubiese acabado cediendo ante aquellos impactos y se hubiese fracturado. La titán dejó salir un pequeño grito, que en seguida silenció ella misma al apretar los dientes, más a causa de la rabia e impotencia que sentía que por el propio dolor que se extendía por todo su cuerpo. Satsuki sabía que, en aquel momento, sus heridas eran la menor de sus preocupaciones. Su antinatural fisiología no tardaría en sanar todas aquellas magulladuras y hemorragias. Sin embargo, aquello solo serviría para darle a su enemiga una excusa para machacarla de nuevo; y cuando ella era machacada, todo el entorno a su alrededor recibía aún más castigo que ella misma. La instalación subterránea de Prometheus Labs aún no se encontraba completamente fuera de peligro.

Alisa recorrió de arriba abajo con la mirada el castigado cuerpo de Satsuki. Realmente se había empleado a fondo golpeándola de aquella forma. Su cabello estaba sucio y enmarañado, empapado con la sangre que manaba de una pequeña herida abierta en su cabeza y manchado por aquel polvo de escombros que se había levantado con cada impacto. Su rostro también se encontraba ensangrentado a causa de la bocanada de fluidos vitales que había escupido. Sin embargo, incluso molida a golpes, con una expresión de angustia y dolor en su rostro y su uniforme rasgado, Alisa solo podía pensar en lo magnífica que le seguía pareciendo aquella mujer. Si cuando aún era humana hubiese tratado así a alguna de sus víctimas, Alisa no dudaba que la habría acabado convirtiendo en pasta de carne al golpearla con tanta fuerza y violencia. Pero Satsuki estaba muy lejos de ser humana, y el hecho de que hubiera sobrevivido de una pieza a semejante sucesión de golpes lo reafirmaba. Toda la ciudad alrededor de ambas había quedado devastada como si hubiese recibido un bombardeo por saturación, pero la Comandante Aldrich apenas había sufrido algunas heridas leves durante aquel cataclismo; heridas de las que Alisa no dudaba que se recuperaría en pocos segundos. Sin embargo, aunque su cuerpo sanase, Alisa al menos esperaba que el espíritu de la Comandante Aldrich conservase los golpes que había recibido durante algo más de tiempo. Al menos el suficiente como para poder salirse con la suya.

Sin pensárselo demasiado, Alisa comenzó a caminar en dirección al lugar donde Satsuki aún se retorcía de dolor, a apenas tres kilómetros de distancia de donde ella se encontraba. En su camino, mientras se acercaba a ella, Alisa permaneció atenta a su alrededor, paseando la mirada por el mar de escombros en el que hundía sus botas metálicas con cada paso que daba. No tardó en encontrar lo que estaba buscando. Sin dejar de caminar, Alisa utilizó su telequinesis para atraer hacia su mano aquel inyector que Satsuki había protegido con tantísimo recelo durante todo el combate.

- ¿Te lo has pensado mejor, Satsuki?- Preguntó Alisa, mientras recorría los últimos pasos que separaban a ambas- ¿Te vienes conmigo a Phobia Aegis?

Satsuki no respondió inmediatamente a aquellas preguntas. La oficial de Deimos parecía encontrarse aún desorientada y aturdida por aquellos movimientos bruscos y todos aquellos golpes. Alisa se detuvo a escasos cien metros de ella, y centró por un momento su atención en el inyector que finalmente le había arrebatado. La aguja había quedado ligeramente torcida después de todos aquellos impactos. Sin embargo, no parecía que su contenido estuviese filtrándose ni goteando. El cilindro era completamente opaco y resultaba imposible discernir su contenido.

- ¿Qué era esto? ¿Ibas a envenenarme o algo?- Preguntó Alisa, con genuina curiosidad- Qué cruel eres conmigo, Satsuki.

Tras hacer aquellas preguntas, Alisa no pudo evitar reírse de aquella situación. Resultaba evidente que aquello debía de tratarse de alguna clase de neurotoxina que pudiese interferir con sus capacidades psiónicas, pero Satsuki debía de estar realmente desesperada para recurrir a una táctica tan insensata y destinada al fracaso. Si su espada no había sido capaz de atravesar su campo de fuerza, era imposible que Satsuki realmente hubiese pensado que a aquella aguja le iría mejor. Ni siquiera el antipsiónico más nocivo de toda Acies sería capaz de hacerle nada si la aguja no lograba ni rozar su piel. En cualquier caso, aquel inyector ya era un problema menos del que preocuparse. Sin dedicarle un último pensamiento, Alisa se limitó a hacerlo levitar de nuevo y alejarlo algunos cientos de metros de ella, para a continuación aplastarlo con su telequinesis como si se tratase de una lata de refresco. Cualquiera que fuese el material del que aquel cilindro estaba hecho, no fue capaz de resistir la presión que ejerció sobre él y cedió prácticamente al instante, derramando un líquido incoloro sobre las ruinas de Axork antes de finalmente caer como un peso muerto y unirse a ellas, como otra pieza de chatarra irreconocible más entre miles de toneladas de metal retorcido.

- Ahí va tu as en la manga, fuera lo que fuese- Sentenció Alisa, dejando salir una leve risa burlona- Parece que, después de todo, volvemos a estar en la misma situación que la última vez. La legendaria Comandante Aldrich, reducida a una muñequita indefensa en manos de una niña cruel...

Aunque la herida en su cabeza ya había comenzado a cicatrizar, Satsuki pudo notar cómo la sangre que ya había manado de ella alcanzaba su ojo derecho y la cegaba parcialmente. Aún continuaba jadeando, a pesar de que cada contracción de su diafragma le enviaba más señales de dolor. En su postura, aún tirada en el suelo yaciendo sobre su vientre, no alcanzaba a ver a Alisa, pero a juzgar por su voz, sabía que estaba justo tras ella, extremadamente cerca. Solo sentir que aquella mujer estaba allí, observándola mientras se retorcía en el suelo y luchaba por normalizar su respiración, la ponía enferma. De haber conservado la empuñadura de su espada entre sus dedos, quizás en aquel momento habría sentido la irrefrenable tentación de apretar los dientes, ignorar el dolor y tratar de ponerse en pie y atacarle de nuevo; sin embargo, la titán sabía que aquello era una causa perdida. Alisa no era lo bastante estúpida como para subestimarla y desactivar su campo de fuerza solo porque la hubiese logrado derribar.

A pesar de sentirse aún dolorida y desorientada, Satsuki movió ligeramente la cabeza a ambos lados y trató de ubicarse para saber en qué parte de la ciudad se encontraba. Su ojo derecho solo le enviaba imágenes borrosas y de un tono rojizo a su cerebro. Aquella ceguera parcial, junto al hecho de que el paisaje de Axork había cambiado drásticamente desde que ambas titanes habían comenzado a luchar, no facilitaba a Satsuki orientarse en medio de aquel yermo desolado en que habían convertido la ciudad. La mayoría de puntos de referencia que la Comandante Aldrich había memorizado para saber dónde se encontraba el punto que había marcado ya habían sido reducidos a escombros. Todo lo que podía hacer era orientarse vagamente comparando su posición actual con lo que su ojo limpio le permitía distinguir de las áreas parcialmente dañadas de la ciudad o los accidentes geográficos más evidentes alrededor de Axork. Tras pasar unos segundos tratando de recobrar el aliento y averiguar dónde se encontraba, Satsuki comenzó a arrastrarse penosamente en dirección hacia su izquierda. Se había quedado sin más opciones, si cometía un error más, sería el último que cometería en su vida. Aquella era su última oportunidad.

Alisa siguió con la mirada a su enemiga mientras la orgullosa Comandante Aldrich guardaba silencio y comenzaba a arrastrarse como un animal herido, casi como si tratase desesperadamente de buscar de nuevo su espada entre los escombros o simplemente alejarse de ella. Por simple acto reflejo, Alisa comenzó a seguirla, dando pasos cortos y lentos mientras se mantenía ligeramente a la derecha de su enemiga derrotada. Mientras Satsuki continuaba arrastrándose, su cuerpo iba dejando un rastro visible sobre la capa de escombros que cubría toda la superficie de la ciudad alrededor de ambas. El cuerpo de aquella titán prácticamente excavaba un surco de casi cien metros de ancho al desplazarse de aquella forma, compactando aquella caótica mezcla de chatarra y ruinas.

- ¿Dónde vas, Satsuki?- Preguntó Alisa, sin muchas esperanzas de que la otra titán se dignase a responderle- No vas a llegar muy lejos arrastrándote así.

A pesar de lo lastimosa que le resultaba aquella situación, Alisa no detuvo a su amada enemiga, y se limitó a seguirla, manteniéndose a su derecha y ligeramente por detrás suya, con la mirada fija en la espalda de su mono de nanofibras, donde el logotipo de Deimos se encontraba ligeramente rasguñado. Aquel panorama despertaba sentimientos confusos en Alisa. No era la primera vez que vivía aquella experiencia. Cuando vivía en Phobos Prime, había llegado a ser muy buena engañándose a sí misma e imaginándose que aquellas mujeres que habían tenido la desgracia de toparse con ella eran la Comandante Aldrich, y muchas de sus víctimas habían acabado en una situación parecida. No era su primera vez siguiendo de forma condescendiente a una mujer herida y atormentada que se arrastraba dejando tras de sí un rastro de su propia sangre, dispuesta a apoyarse sobre sus propios huesos rotos con tal de alejarse unos centímetros más del monstruo psiónico que le había hecho aquel daño. Sin embargo, muy en el fondo, Alisa siempre había sabido que ninguna de aquellas mujeres era la titán que era el centro de todos sus obsesivos pensamientos. Siempre había sabido que no eran más que otro juguete que romper y desechar, y no había sentido demasiada lástima al ver sufrir de aquella forma a todas aquellas impostoras.

Sin embargo, aquella situación era diferente. Aquella mujer no era otra oficinista de piel pálida y cabello negro volviendo a su apartamento tras terminar su turno de trabajo en un centro logístico de Phobos o una clínica de Prometheus Labs; aquella era la verdadera Satsuki Aldrich. Era la auténtica titán con la que había estado obsesionada desde que tenía uso de razón. Prácticamente había pasado toda su vida fantaseando con que llegase aquel momento. Romperla a ella debería haber sido la sensación más placentera y embriagante del mundo, teniendo en cuenta lo que ya les había hecho a tantas otras mujeres que habían tenido la mala suerte de parecerse vagamente a ella. Y aún así, incluso habiendo hecho ya daño a la verdadera Satsuki cuando se enfrentó a ella en Kubeigh, Alisa no lograba sentir lo mismo que ya había sentido cientos de veces. Debería haber estado más que mentalmente preparada para aquel momento, pero era evidente para ella misma que no lo estaba. Cuánto más tiempo pasaba viendo a Satsuki arrastrarse y más recordaba lo que siempre sentía al arrancar la vida a una de sus amantes de una noche, más se sentía Alisa como si estuviese a punto de perderlo todo.

- Satsuki...- Llamó Alisa, con un tono de voz casi tembloroso, prácticamente implorando por obtener una respuesta.

Alisa sintió cómo se le hacía un nudo en el estómago. Ya había recorrido casi dos kilómetros siguiendo a Satsuki mientras la Comandante en Jefe de Deimos se arrastraba. No sabía qué pretendía aquella mujer, no había forma de pudiese escapar ella, y tampoco tenía prácticamente ninguna oportunidad de contraatacar ahora que ni siquiera tenía su espada. Mientras se dirigía hacia Axork, siguiendo las indicaciones que los informantes de Phobos le habían dado para encontrar a Satsuki, se le habían pasado muchas cosas por la cabeza a Alisa. Si no podía redimir a aquella titán a los ojos del Comandante Black y recuperarla para Phobos, al menos había confiado en poder pasar una última noche con ella, igual que lo había hecho un mes atrás. Sin embargo, ahora que la tenía justo allí, completamente a su merced, Alisa no podía evitar sentirse sucia por todo lo que le había hecho a Satsuki aquella noche en Kubeigh. No dudaba que su negativa a darle una oportunidad de intentar arreglar las cosas estaba fuertemente motivada por lo que ella le había hecho; por la forma en que se había ganado su odio.

Tras dejar que su mente divagase durante unos segundos, Alisa dejó escapar un suspiro. Definitivamente, no era capaz de volver a abusar de Satsuki de aquella forma, ni siquiera a modo de una retorcida despedida. Solo había una forma digna de acabar aquello. Con sumo pesar, Alisa apuntó el dedo índice de su mano derecha hacia aquel raído logotipo de Deimos en la espalda de la Comandante Aldrich. Ya no quería jugar más con ella, no quería tratarla como a otro juguete roto del montón. Solo quería acabar con su sufrimiento y quedarse de una vez a solas con sus demonios personales. Para ello, sabía que tenía que apuntar a un punto vital. Si atravesaba el corazón de Satsuki con una lanza psiónica, esperaba poder poner fin a aquello de forma limpia.

Alisa cerró los ojos y respiró hondo. Podía sentir cómo aquel nudo en el estómago se hacía más intenso. Le temblada visiblemente el pulso. Cuando, segundos después, volvió a abrir los ojos, pudo notar cómo estaban empezando a lagrimear. Solo imaginarse la escena hacía que sintiese un escalofrío. Satsuki yaciendo muerta boca abajo en el suelo, sobre un charco de su propia sangre. Nunca más volvería a ver su rostro, nunca más le devolverían la mirada aquellos ojos rojos como rubíes, nunca más volvería a oír su voz. Aquella lanza psiónica atravesaría dos corazones de un solo disparo.

- ¡Satsuki!- Gritó Alisa, desesperada por una respuesta.

Alisa recortó rápidamente la escasa distancia que la separaba de Satsuki y se desplomó de rodillas junto a ella, desactivando la barrera psiónica que la envolvía y usando sus propios brazos para girarla y ponerla boca arriba, apoyándola en su regazo. No tenía agallas de hacerlo. No podía comparar aquello con ninguno de los anteriores crímenes que había cometido. Alisa no había dudado en matar gente inocente en los oscuros callejones de Phobos Prime, ni tampoco en borrar del mapa ciudades enteras siguiendo las órdenes de Black. Se había convertido en alguien irredimible, lo sabía perfectamente y no aspiraba a ganarse el perdón de nadie, ni siquiera el de Satsuki. Sin embargo, aún estaba a tiempo de perdonarse a sí misma si al menos no cometía aquel último error, si no extinguía la única vida que realmente le importaba. Tras darle la vuelta a Satsuki, Alisa se apresuró a retirarle el pelo del rostro y a sostener delicadamente su cabeza mientras trataba de limpiar la sangre que había descendido por su frente hasta introducirse en su ojo derecho.

- ¡Lo siento! ¡De verdad que lo siento, Satsuki!- Vociferó Alisa, haciendo que su voz retumbase en kilómetros a la redonda- Tú ganas, no puedo hacerlo...

Satsuki dirigió la mirada a los llorosos ojos de Alisa durante apenas un instante. Si las circunstancias hubiesen sido otras, quizás habría podido permitirse el lujo de dudar respecto a las intenciones de aquella otra titán. Sin embargo, Satsuki no desperdició un solo segundo preguntándose qué pasaba en el interior de la cabeza de Alisa. Había tratado de acercarla todo lo posible a la posición marcada, o al menos todo lo posible a dónde ella pensaba que se encontraba la posición que había marcado antes de que Axork quedase reducida a escombros. Sabiendo que no podría moverse más y que no podría acercar más a Alisa al inhibidor sin poner de nuevo todo el plan en peligro, Satsuki se apresuró a hablar a su comunicador.

- ¡Ahora, Asatur!- Indicó Satsuki.

Con su espalda presionada contra aquella devastada superficie que minutos atrás había sido una ciudad, Satsuki percibió al instante cómo algo se estremecía cientos de metros bajo tierra. La maquinaria se había puesto en marcha. Cuando había recibido aquella indicación, Asatur no se demoró un solo segundo en ejecutar su parte de la estrategia. La instalación subterránea probablemente ya había recibido daños a causa de los seísmos, por lo que era cuestión de tiempo que Asatur activase el inhibidor sin esperar a recibir su señal, como una medida desesperada antes de que la base fuese destruida. Sin embargo, aquel era el momento perfecto para atacar. El metamorfo no había parado de insistir en lo importante que era que Alisa estuviese lo más cerca posible para garantizar el efecto del arma. En aquel momento, con Alisa arrodillada y con su campo de fuerza desactivado, aquella titán estaba casi doscientos metros más cerca de la previsión más optimista posible y más vulnerable de lo que la Comandante Aldrich se habría atrevido a desear.

Al encontrarse construida a doscientos metros bajo tierra, incluso si aquella máquina era capaz de emitir algún sonido, Satsuki sabía que era improbable que llegase a recibir ninguna confirmación auditiva de que el inhibidor se había activado con éxito. Sin embargo, la titán recibió una desgarradora señal sonora mucho más obvia de lo que había esperado. No hubo tiempo de que Asatur le llegase a confirmar que había recibido su mensaje, ni tampoco de que Alisa le preguntase qué estaba haciendo. Apenas un segundo después de que Satsuki pronunciase aquellas palabras en el micrófono de su comunicador, Alisa dejó escapar un desgarrador alarido de dolor que retumbó en todo el asolado yermo que las rodeaba a ambas.

Alisa retrocedió instintivamente. Su vista se nubló y sus oídos comenzaron a percibir un agudo pitido. Se sentía cómo si miles de agujas se clavasen en el interior de su cráneo, provocándole la migraña más dolorosa e insoportable que había sentido en toda su vida, incluso peor que cuando ella misma había tratado de llevar sus poderes psíquicos al límite. Algo se introducía en su cabeza y causaba estragos en el interior de su mente. Su sistema nervioso recibió una sobrecarga sensorial, causando que todo su cuerpo sintiese escalofríos y sus extremidades temblasen de forma espasmódica. No fue capaz de mantener aquella postura, sosteniendo a Satsuki en su regazo, y la Comandante Aldrich se escurrió de entre sus manos y se puso rápidamente en pie frente a ella. Sabiendo lo que le esperaba, Alisa trató de proyectar de nuevo un campo de fuerza con el que protegerse. Sin embargo, era incapaz de concentrarse. Era como si nunca en toda su vida hubiese utilizado aquellas habilidades extrasensoriales, como si aquella migraña le hubiese hecho olvidar todo lo que había aprendido sobre sus propias capacidades psiónicas a lo largo de los años. Cuando la bota de Satsuki se dirigió hacia ella, todo lo que Alisa fue capaz de hacer fue cubrirse torpemente con sus temblorosos brazos.

Satsuki pateó con fuerza a Alisa, quien a duras penas lograba mantener el equilibrio en aquella posición arrodillada. Temiendo enviarla fuera del radio de acción del inhibidor, Satsuki se moderó en el uso de su fuerza y golpeó con la suficiente contundencia para derribarla sin enviarla volando a varios kilómetros de distancia. La sensación al propinar aquella patada a Alisa no se sentía como golpear algo vivo. El cuerpo de aquella otra titán apenas había sido capaz de reaccionar ante el inminente golpe, y Alisa ya había comenzado a gritar desde el instante en que el inhibidor se había activado, por lo que resultaba difícil saber a ciencia cierta si aquel golpe le había supuesto alguna diferencia a su sufrimiento. La patada de Satsuki provocó que Alisa cayera sobre su costado derecho, donde continuó retorciéndose de dolor en posición fetal.

- ¡Joder! Qué... ¿¡Qué me está... pasando!?- Preguntó Alisa, entre gritos.

Ahora que volvía a encontrarse en pie y se había recuperado de la conmoción que le habían causado todos los golpes que había recibido, Satsuki pudo finalmente mirar a su alrededor, orientarse y determinar su posición en las ruinas de Axork. Había errado la posición óptima para activar el inhibidor psiónico subterráneo por un margen de apenas unos cuatrocientos metros. Aunque resultaba difícil determinar el efecto que aquel prototipo habría tenido en Alisa a una distancia mayor, el hecho de que Alisa se hubiese arrodillado probablemente había acercado su cabeza más al radio de acción óptimo del inhibidor. Era posible que aquel gesto por su parte hubiera marcado la diferencia entre caer en la trampa que le habían preparado o que el verdadero as en la manga de Deimos hubiese acabado fracasando como ya lo había hecho todo lo demás.

Satsuki no estaba dispuesta a asumir más riesgos de los estrictamente necesarios. Rápidamente, se apresuró a agarrar a Alisa de una de sus piernas y tirar de ella, arrastrándola más cerca del epicentro del área de efecto del inhibidor psiónico, justo sobre el lugar bajo el que se encontraba aquella instalación subterránea de Prometheus Labs. Una vez la colocó justo dónde quería tenerla, Satsuki la forzó tumbarse boca arriba y situó su bota derecha sobre el vientre de Alisa, haciendo presión e inmovilizándola en aquella posición. Poco a poco, Alisa estaba comenzando a dejar de gritar, pero al situar su bota contra su cuerpo, Satsuki pudo notar cómo de acelerada era su respiración y cómo todo su cuerpo temblaba de forma exagerada.

- Qué... ¿Qué me has hecho, Satsuki?- Preguntó Alisa con un fino hilo de voz, hablando con dificultad.

Satsuki no respondió inmediatamente a la pregunta de Alisa. En lugar de eso, la Comandante en Jefe de Deimos dedicó un momento a contemplar el angustiado rostro de aquella otra titán. Sus ojos estaban inyectados en sangre, y las venas en su cuello y rostro se habían vuelto extremadamente visibles a través de su piel. Había comenzado a sangrar exageradamente por la nariz, aunque Satsuki no estaba segura de si era culpa del inhibidor o del golpe que le había dado para derribarla. En aquel momento, las tornas finalmente habían cambiado. Tenía a Alisa completamente a su merced. Aquella otra titán no solo no podía utilizar su telequinesis, sino que tampoco era capaz de realizar las funciones motoras de su propio cuerpo con normalidad. Respiraba con dificultad, era prácticamente incapaz de controlar sus propias extremidades y a Satsuki no le habría incluso sorprendido que se hubiera orinado encima dentro del traje.

En aquel momento, Satsuki no tenía su espada en las manos, pero ni siquiera la necesitaba. Le resultaría extremadamente fácil matar a Alisa a golpes. Podría aplastar su caja torácica o machacar su cráneo bajo su bota, podría romperle el cuello, o podría incluso utilizar las cuchillas de obsimantita de sus guantes para abrirle el pecho y arrancarle el corazón con sus propias manos. Las posibilidades resultaban casi abrumadoras. Sin darse cuenta, Satsuki dibujó una maliciosa sonrisa en sus ensangrentados labios mientras sus ojos se cruzaban con los de la otra titán.

- ¿De verdad pensabas que soy tan idiota como para enfrentarme a una psíquica con una aguja?- Preguntó Satsuki, con desdén- Aquel inyector no era más que un señuelo.

Alisa continuó jadeando en el suelo, dejando escapar algún ocasional quejido mientras procesaba aquella información. La migraña que sentía hacía que le costase pensar. El dolor se volvía algo más tolerable a medida que su cuerpo se acostumbraba a él, o quizás simplemente estaba perdiendo la capacidad de sentirlo. Alisa no sabía realmente qué era lo que le estaba haciendo aquel inhibidor a su cuerpo. Sus brazos y piernas poco a poco iban dejando de realizar movimientos involuntarios, pero aquello no significaba que ella estuviese recuperando el control de ellos. Una sensación extrema de parestesia se había adueñado de prácticamente la mitad de su cuerpo.

En aquella situación, con sus capacidades psiónicas neutralizadas, su cuerpo prácticamente paralizado y atrapada bajo la bota de su enemiga, Alisa no pudo evitar sentirse como una estúpida. Sabía que la Comandante Aldrich tenía siglo y medio de experiencia en combate, estrategia y liderazgo. Satsuki no podía haber recurrido a una estrategia tan patética y desesperada como haber puesto su vida en manos de aquel inyector, que podría haber fácilmente acabado destruido durante el combate y que jamás habría sido capaz de atravesar un campo de fuerza. En lugar de pensar que su enemiga estaba tan desesperada como para recurrir a una estrategia tan condenada al fracaso, debería haber asumido que se trataba de una trampa. Sin embargo, había estado tan convencida de que aquel combate había terminado antes incluso de empezar, que ni siquiera se había planteado que Satsuki no habría tenido ninguna razón para esperarla allí y aceptar el enfrentamiento si no sabía que contaba con al menos una posibilidad razonable de lograr vencer. Había cometido el arrogante de error de subestimar precisamente a la persona a la que más idolatraba y que mejor conocía en todo Acies. A pesar de que nada de lo que había visto tuviera sentido, a pesar de que la más que competente Satsuki Aldrich estuviese actuando como una necia, nada de aquello le había hecho arquear la ceja. Nada la había hecho sospechar que algo se estaba cocinando a sus espaldas. Y aquel error estaba a punto de costarle la vida.

- Joder- Refunfuñó Alisa, dejando salir un dolorido y resignado suspiro- Soy una puta estúpida...

- Ya no te diviertes tanto, ¿verdad?- Preguntó Satsuki, con malicia.

Satsuki aumentó la presión de su bota contra el vientre de Alisa, hundiendo ligeramente el tacón en su estómago. Alisa contorneó el rostro ligeramente en una expresión de dolor, pero en aquella ocasión no gritó, ni tampoco parecía interesada en gemir de placer. Satsuki no estaba segura de hasta qué punto el inhibidor iba a ser efectivo en Alisa. Naturalmente, Asatur lo había probado en sujetos vivos y sabía que, además de causar una fuerte interferencia psiónica, también provocaba parálisis temporal durante todo el tiempo que durase la exposición a la máquina. Por razones evidentes, no habían podido confirmar que el efecto fuese a ser igual de potente en algo tan grande como una titán. Sin embargo, el simple hecho de ver a Alisa tumbada sobre aquella superficie compactada de escombros, con una expresión angustiada en su rostro y completamente incapaz siquiera de forcejear, confirmaba con creces la eficacia de aquel prototipo. A pesar de haber tenido que trabajar a contrarreloj y con recursos tan limitados, aquel viejo metamorfo aún seguía haciendo justicia a su antiguo cargo como Científico Jefe de Prometheus Labs.

- Dime, ¿quién es la muñequita indefensa ahora?- Continuó Satsuki, aumentando aún más la presión que ejercía con su bota sobre el cuerpo de Alisa.

- ¡Nada de juegos, Satsuki!- Gritó el Dr. Asatur desde su comunicador- No te arriesgues, ¡mátala de una maldita vez!

La Comandante Aldrich frunció el ceño ligeramente al escuchar las palabras del doctor. Aquel era un momento importante para ella. Tras haber estado acumulando fracaso tras fracaso y tras haber visto su reputación destrozada, finalmente había vuelto a saborear la victoria y tenía a la enemiga que tanto la había denigrado y humillado retorciéndose bajo su bota. Ella nunca había destacado por ser especialmente sádica ni cruel, pero la rabia y frustración que había estado acumulando durante los dos últimos meses la habían llevado a querer saborear aquella victoria que tanta sangre, sudor y lágrimas le había costado. No se trataba solo de satisfacción personal; tenía que dar ejemplo. Cualquier cosa que sucediera allí en aquel momento, llegaría hasta Phobos Prime, o incluso a toda Acies. Ejecutar a Alisa enviaría a todos los que la menospreciaban y se burlaban de ella tras lo sucedido en Kubeigh el recordatorio de quién era la Comandante Satsuki Aldrich.

Por un momento, Satsuki estuvo tentada de activar el emisor de su bota sísmica y proyectar toda la descarga de energía contra el vientre de Alisa. Dependiendo de cómo de resistente fuese realmente el cuerpo de aquella otra titán, podría desde licuarla por dentro hasta hacerla reventar en una explosión de sangre, órganos y trozos de carne. Averiguarlo resultaba bastante tentador, teniendo en cuenta la inquina que había estado acumulando hacia ella durante el último mes. Sin embargo, algo en su visión periférica no tardó en captar la atención de Satsuki. Parcialmente cubierta por una fina capa de escombros, a escasos ochocientos metros de donde ella se encontraba, podía ver su cuchilla psiónica, prácticamente llamándola.

Aunque le costó un poco decidirse a alejarse de Alisa, Satsuki finalmente levantó el pie que había mantenido presionando el vientre de su enemiga vencida. Por mucho que Asatur la apresurase, lo cierto era que no había ninguna prisa, el inhibidor podía seguir funcionando todo el tiempo que necesitasen, aquella titán no iba a ir a ninguna parte. Con decisión, Satsuki se alejó unos pasos de Alisa y se agachó para recuperar su espada, tomándose un momento para sacudir el polvo de ella. Si realmente quería mandar un mensaje a todo Acies con aquella ejecución, aquella parecía la manera más apropiada de hacerlo. Aquella espada había intentado desesperadamente alcanzar a Alisa en dos enfrentamientos diferentes. Había llegado el momento de que carne y metal finalmente se encontrasen. Sosteniendo el arma en la mano derecha, Satsuki se giró de nuevo hacia Alisa, quien aún permanecía en el suelo y apenas era capaz de mover ligeramente el cuello para seguirla con la mirada mientras recuperaba aquel filo.

- Entonces... Supongo que se acabó para mí- Dijo Alisa, hablando en un tono sorprendentemente relajado para la situación en que se encontraba- Ya soy fiambre, ¿verdad?

- ¿Tú qué piensas, Alisa?- Preguntó Satsuki, con frialdad.

Con cierta dificultad, Alisa dejó salir una leve risa, para a continuación enderezar el cuello y quedar completamente boca arriba, mirando hacia el oscuro cielo erebiano sobre ella. Cuando Satsuki comenzó de nuevo a caminar en su dirección, incluso a pesar del pitido que sus oídos seguían percibiendo, Alisa alcanzó a escuchar sus pisadas sobre aquella crujiente superficie de asfalto, acero y hormigón. En apenas un par de segundos, la figura de la Comandante Aldrich volvió a entrar en su campo visual, cerniéndose sobre ella. Su figura era elegante e imponente, especialmente viéndola desde el nivel del suelo. Incluso a pesar de su rostro a medio limpiar, su cabello despeinado y los daños que había sufrido su mono de nanofibras, seguía teniendo un aspecto magnífico mientras aquellos ojos rojos la miraban con malicia desde arriba. Al menos desde su punto de vista, Alisa sabía que Satsuki siempre se vería magnífica. Si aquello era lo último que vería antes de su ejecución, al menos le alegraba poder atesorar aquella última imagen.

- Bueno... Si tengo que morir...- Comenzó a decir Alisa, con una forzada sonrisa en su ensangrentado rostro- Al menos me alegra que seas tú quién lo haga...

Satsuki apretó con fuerza la empuñadura de su espada, mientras continuaba clavando la mirada en el maltrecho rostro de Alisa. Sus venas se transparentaban formando un patrón reconocible de líneas azules, especialmente en el cuello y alrededor de sus cuencas oculares. Su nariz seguía sangrando, y aquel fluido carmesí había llegado hasta su boca y caía hacia ambos lados por sus mejillas. Sus temblorosos labios estaban curvados en una sonrisa. Aquellos ojos enrojecidos, inyectados en sangre y visiblemente irritados, habían comenzado a llorar visiblemente.

- ¡Siento haberlo arruinado todo, Satsuki!- Se lamentó Alisa, gritando entre sollozos- Espero... Espero que algún día puedas llegar a perdonarme... Siento que tengas que recordarme así...

A pesar de la saturación sensorial que estaba experimentando a causa de aquella máquina que habían utilizado contra ella, Alisa aún fue capaz de sentir un escalofrío cuando vio a Satsuki girar la espada hacia abajo y sostener la empuñadura con ambas manos. Sabía que no había nada que ella pudiera decir que fuera a hacer que Satsuki le perdonase la vida. No le guardaba rencor por ello, entendía por qué aquella mujer la quería muerta. Había demostrado ser una amenaza para ella, y había hecho méritos de sobra para ganarse su desprecio. Con aquellas compulsivas disculpas, realmente Alisa no esperaba conseguir que Satsuki la dejase vivir. Solo quería ser capaz de algún día ganarse su perdón, que la mujer por la que sentía tanta fascinación no la recordase eternamente como al monstruo que era. No iba a pedirle que no la matase, sabía que aquello sería pedir demasiado; pero Alisa no dudaría en seguir hablando mientras aún le quedase aliento para decirle a Satsuki lo que realmente sentía respecto a aquella situación. Aunque fuera de forma póstuma, quería que algún día fuese capaz de olvidar sus atroces actos y llegase a perdonarla.

- Al menos... Me alegra haber fracasado- Dijo Alisa entre jadeos- Me alegra que al menos tú puedas vivir... Al menos no he arruinado también eso.

Satsuki alzó la espada ligeramente, preparándose para hacerla descender sobre el indefenso cuerpo de Alisa, apuntando a su corazón. Aquella titán se estremeció y cerró los ojos al instante, apretando con fuerza sus párpados.

- Joder, esto no es como me lo imaginaba- Admitió Alisa- Tengo miedo, Satsuki...

- Entonces ahora sabes lo que se siente- Respondió Satsuki con impasividad.

Finalmente, los roles habían terminado de revertirse. Unos minutos atrás, Satsuki sabía que Alisa había estado a punto de atravesar su corazón con una lanza psiónica. Ahora era ella quien apuntaba al corazón de su enemiga con su espada. Un solo movimiento de sus brazos y todo terminaría. Una estocada y volvería a ser la única titán en toda la región de Acies. Aún no sabía cómo había sido Phobos capaz de encontrar a una sujeto psiónica compatible con la Fórmula Titán, pero no había duda de que Alisa debía ser una entre billones, o quizás incluso entre trillones. Phobos no lograría volver a crear a una como ella. Su muerte probablemente implicaría que volviesen a clausurar Chronos Complex. La única razón por la que Alisa había sido capaz de vencerla era por sus capacidades psiónicas, no había forma de que ninguna titán recién creada fuese a ser capaz de volver a superarla en un futuro. Con su muerte, Satsuki sabía que volvería a ser una vez más la única humana en un mundo de insectos, tal y como se había sentido cada día durante el último medio siglo.

Satsuki continuó recorriendo con la mirada el cuerpo de Alisa mientras se preparaba para darle el golpe final. Aquella retorcida mujer había frivolizado el dolor y la muerte, pero aquella fachada parecía haberse desmoronado finalmente y había revelado lo que se ocultaba tras ella. Ahora que la muerte finalmente se cernía sobre ella, tenía miedo. El mismo miedo acuciante que ella misma había experimentado durante prácticamente toda su vida, desde que perdió a su padre en un accidente industrial y descubrió de primera mano qué era la muerte. A lo largo de los años, aquel miedo a la muerte no había hecho otra cosa que encontrar formas de volverse más cercano y más extremo. Cuando la llevaron a Chronos Complex para inocularla con una fórmula de supersoldado potencialmente letal, cuando el factor de expiración de Prometheus Labs casi la marchita hasta morir, o cuando la propia Alisa la venció en combate por primera vez; el miedo siempre encontraba oportunidades para volverse más poderoso. Aquello era algo que Alisa había aprendido por las malas, y demasiado tarde.

Satsuki respiró hondo. Pensar en sus propios miedos hacía que su mente se perdiese en un laberinto de angustia. Si tuviese que pensar en el momento de mayor pánico de toda su vida, sin duda su estancia en Chronos Complex fue la peor experiencia que le había tocado vivir. Sabiendo la peculiar forma de ser y actuar de Alisa, Satsuki se preguntaba si aquella otra mujer habría sentido lo mismo cuando la llevaron a través de aquellos interminables pasillos, oliendo la muerte y descomposición de aquellas candidatas que no habían sido tan afortunadas. Se preguntaba cómo se habría sentido Alisa cuando la pusieron en aquella camilla y le inyectaron aquella fórmula que por un momento la hizo envidiar a las que ya habían muerto. Era imposible que hubiera sido capaz de disfrutar de aquello, por muy retorcida que fuese su mente. Incluso si Prometheus Labs había sido más amable con ella de lo que lo había sido con las candidatas a supersoldado de Clase Titán ciento cincuenta años atrás, era imposible que nadie hubiese sido capaz de pasar por aquel horror sin que dejase unas profundas cicatrices en sus recuerdos.

- ¿La has matado ya?- Preguntó el Dr. Asatur desde su comunicador- ¿¡Qué estás haciendo, Satsuki!?

Escuchar al Dr. Asatur apresurándola una vez más hizo fruncir el ceño a Satsuki. Si tenía que escoger a cuál de los dos odiaba más, sin duda odiaba más al antiguo Científico Jefe de Prometheus Labs. Quizás Alisa la hubiese hecho pasar por una mala experiencia cuando la derrotó en Kubeigh, pero el Dr. Asatur había sido el principal artífice de todas las desdichas de su vida. Al menos Alisa no la quería muerta. Aquella otra titán estuvo dispuesta a enfrentarse ella sola a todo Phobos Prime para no tener que rematarla cuando la venció en Kubeigh. Y Satsuki no había pasado por alto el hecho de que, en aquella segunda ocasión, Alisa también había decidido en el último momento perdonarle la vida y no matarla, incluso sabiendo las consecuencias que tendría para ella fallarle al Comandante Black por segunda vez.

La titán dejó salir un largo suspiro. Estaba a punto de matar a la única persona en todo Acies que, a su retorcida manera, la amaba. Y estaba a punto de hacerlo mientras alguien que la quería muerta la instigaba a ello. Obviamente, que Asatur le pareciera aún más despreciable que Alisa, no significaba automáticamente que Alisa estuviera libre de culpa. Aquella mujer era una sociópata que disfrutaba matando, que había abusado de ella y que era demasiado poderosa para su propio bien. Sin embargo, la situación no era ni completamente blanca ni completamente negra en aquel momento, era un tono de gris que Satsuki aún no lograba identificar. Solo había una cosa que estaba clara. Una vez que aquella espada descendiese, ya no habría vuelta atrás. Para bien o para mal, todo aquello habría terminado. Con un firme movimiento de sus brazos, Satsuki hizo descender su cuchilla psiónica sobre Alisa.

A pesar de que aquel momento sucedió en apenas una fracción de segundo, Alisa casi pudo sentir aquel movimiento de Satsuki como si hubiese le hubiese tomado horas llevarlo a cabo. Incluso con sus ojos cerrados, la titán fue capaz de saber en qué momento exacto la Comandante Aldrich finalmente había decidido darle el golpe de gracia. Su cuerpo estaba tan entumecido a causa del inhibidor psiónico que Alisa ni siquiera fue capaz de sentir una nueva punzada de dolor cuando la cuchilla se hundió en su pecho. Todo lo que logró notar fue el estridente sonido de la punta de la espada alcanzando el suelo y hundiéndose algunos metros en aquella confusa capa de acero y hormigón. Sabiendo que era su último instante de vida y que aquella sería su última oportunidad para verla, Alisa abrió lentamente los ojos una última vez para contemplar el pálido rostro de la Comandante Aldrich mientras la vida la abandonaba.

Los ojos de Satsuki fueron lo primero que captó la atención de Alisa. El rostro de aquella titán ya no parecía mostrar malicia, sino remordimiento e incertidumbre. Satsuki parecía realmente afligida por lo que había hecho. Los labios le temblaban, y estaba evitando mirarla a ella directamente a los ojos. Su postura al sostener aquella espada descendente con ambas manos también resultaba extraña. Todo su cuerpo estaba inclinado sobre la cuchilla psiónica, utilizando su empuñadura como punto de apoyo ahora que la espada se encontraba clavada en el terreno. Sin embargo, aunque le tomó demasiado tiempo darse cuenta de lo que realmente había sucedido, Alisa acabó reparando en lo que Satsuki había hecho. La hoja de su cuchilla psiónica no había atravesado su pecho entregando finalmente aquel golpe de gracia. Aquel filo se encontraba clavado en el suelo a escasos cuatro o cinco metros de su cuello, pero no había llegado a entrar en contacto con su cuerpo. Satsuki no había llegado a apuñalarla.

- ¿Satsuki...?- Preguntó Alisa, confundida.

- ¡Cállate, Alisa!- Le gritó Satsuki, en conflicto consigo misma- No tientes a la suerte, aún no he decidido qué voy a hacer contigo.

- ¿¡Qué coño estás haciendo, Satsuki!?- Vociferó Asatur por el comunicador, iracundo- ¡Mátala de una puta vez!

Satsuki desclavó su espada del suelo y volvió a sostenerla solo con su mano derecha. A continuación, respiró hondo una vez más y dio un par de pasos para alejarse de Alisa, dándole la espalda. La pregunta del Dr. Asatur no era algo que pudiera simplemente responder sin más. Ni siquiera ella misma estaba segura de qué estaba haciendo. Sabía que no matar a Alisa era una idea horrible, pero al mismo tiempo sentía miedo ante la idea de matarla sin más. A pesar de todo lo que le había hecho, seguía siendo la única persona que podría entenderla ella, y quizás la única persona a la que ella podría entender. En cierto modo, ambas habían sido víctimas de aquel metamorfo, y ambas habían sido marionetas del Comandante Black. No estaba dispuesta a perdonarla sin más por lo que le había hecho en Kubeigh, al menos no por el momento. Sin embargo, tras casi medio siglo de soledad, después de que el Dr. Asatur asesinase a todas sus compañeras, Alisa era lo más parecido a una igual que tenía. Incluso tratándose de ella, la idea de matarla y volver a ser la única titán de todo Acies le resultaba desesperanzadora.

- Asatur...- Murmuró Satsuki, hablando al comunicador.

- ¿Qué quieres ahora? ¡Estás arruinando todo el plan!- Le respondió el metamorfo.

- Quiero... renegociar nuestro acuerdo- Propuso Satsuki, esforzándose por sonar más convencida de sus propias palabras de lo que realmente estaba.

Un distorsionado gruñido gutural fue la única respuesta que Satsuki recibió ante su propuesta. La titán esperó durante unos segundos para ver si el metamorfo se oponía instantáneamente a su petición; pero, para su sorpresa, Asatur parecía al menos estar dispuesto a dejarla explicarse.

- Phobos es demasiado grande para caer sin más. Incluso si luchamos durante otros cien años, no lograremos nada. Por cada territorio que les quitamos, ellos se expanden diez veces más- Se explicó Satsuki, tratando de mostrar convicción en su tono de voz- Si no somos capaces de destruir Phobos, confórmate con ver caer a Black.

Satsuki guardó silencio durante unos segundos, pensando que probablemente el Dr. Asatur tendría mucho que objetar ante su plan. Sin embargo, al recibir más silencio como respuesta, la Comandante Aldrich decidió seguir hablando.

- Iré a Phobia Aegis y me encargaré personalmente de destruir la Administración Central de Phobos...

- ¡Satsuki, no!- Interrumpió Alisa, detrás suya- Eso es...

Al escuchar de nuevo la voz de Alisa, Satsuki se giró hacia ella con un movimiento y alzó la espada, situando la punta de su filo a escasos metros del rostro de aquella otra titán, que guardó silencio al instante.

- ¡Cállate!- Le gritó de nuevo Satsuki- ¡Aún estoy a tiempo de rajarte la yugular!

Alisa miró la punta de la espada con sus ojos inyectados en sangre durante unos segundos, para a continuación suspirar y apartar la mirada, sin que sus labios pronunciasen una sola palabra más. Tras asumir que no volvería a molestarla, Satsuki apartó la cuchilla de su cara y volvió a darle la espalda, retomando su negociación con el metamorfo.

- Si sale bien, podrás reemplazar al Dr. Moebius por la fuerza y hacerte con el control de Prometheus Labs- Continuó Satsuki- En el peor de los casos, al menos esto debería causar mucho más daño a Phobos que seguir asaltando territorios fronterizos durante otros cincuenta años.

- ¿Y qué pasa con esa otra titán? Sabes perfectamente que es demasiado peligrosa para dejarla con vida- Preguntó finalmente Asatur, rompiendo su silencio.

De forma casi inconsciente, Satsuki dibujó una sonrisa en sus ensangrentados labios. No sabía cómo iba a reaccionar su creador ante aquella propuesta, pero el hecho de que su primera pregunta estuviese relacionada con qué hacer con Alisa debía significar que lo que había escuchado hasta ahora no le parecía del todo una mala idea.

- Alisa no es más que otra marioneta del Comandante Black, igual que todos lo hemos sido en algún momento- Respondió Satsuki- No puede moverse mientras dejemos el inhibidor activado. Podemos decidir qué hacer con ella cuando todo esto termine.

- ¿Y qué pasa si fracasas?

- Bueno, tú me querías muerta de todas formas, ¿no?- Respondió Satsuki, con cierto sarcasmo.

Un largo y antinatural suspiro llegó a oído de Satsuki a través del comunicador. La titán dudó durante un momento si decirle al Dr. Asatur lo que esperaba a cambio de cumplir con su parte de aquella nueva propuesta. Si todo salía cómo ella planeaba, no necesitaría realmente la cooperación de aquel metamorfo para lograr su verdadero objetivo. Sin embargo, aquel genetista definitivamente no era alguien a quien quisiese tener como enemigo, al menos no hasta que pudiera garantizar su propia supervivencia. A pesar de sus dudas, la Comandante Aldrich decidió expresar sus demandas.

- A cambio de esto quiero que me libres de una vez por todas del factor de expiración de Prometheus Labs- Pidió Satsuki, con firmeza.

- ¿Cuántas veces tengo que decirte que ya te lo quité?- Preguntó Asatur, molesto.

- Entonces quiero que me lo demuestres- Insistió Satsuki- Unas pruebas médicas, con alguien de Prometheus Labs en quien yo pueda confiar como testigo.

Una desagradable y entrecortada risa se abrió paso a través del canal de comunicaciones para acabar llegando a oídos de la Comandante Aldrich.

- ¿Alguien de Prometheus Labs en quién puedas confiar?- Preguntó Asatur, con desaire- ¿Y quién vendría a ser? ¿Agatha?

Durante una fracción de segundo, Satsuki estuvo a punto de dejar que el nombre de la Dra. Rheia saliese de sus labios. Sabía a ciencia cierta que aquella Banshee seguía con vida en algún lugar. Prometheus Labs la había despedido y arrestado, culpándola de no haber sido capaz de impedir la deserción del Dr. Asatur. Sin embargo, la ley de Phobos no contemplaba la ejecución salvo en casos absolutamente inevitables. Lo más probable era que aquella desafortunada científica se encontrase en un campo de trabajos forzados de la HEC. Si jugaba bien sus cartas, podría tratar de localizarla y sacarla de allí. Aquella mujer tenía razones de sobra para odiar al Dr. Asatur, y suficiente conocimiento sobre la fisiología de una supersoldado de Clase Titán como para supervisar aquellas pruebas médicas. Sin embargo, para Asatur su antigua asistente era, sin duda, un cabo suelto. Si la mencionaba, aquello solo serviría para recordarle al metamorfo que debía de asegurarse de deshacerse de ella lo antes posible.

- Encontraré a alguien que me odie menos que Agatha- Respondió Satsuki- ¿Estás de acuerdo entonces?

La respuesta del Dr. Asatur no fue inmediata. El dispositivo de comunicaciones en el cuello de su indumentaria hizo llegar a Satsuki una serie de refunfuños inentendibles. No fue hasta casi un minuto después que la voz del metamorfo fue claramente comprensible y parecía decir algo con propósito.

- No me gusta esta idea. Es muy arriesgada y precipitada- Sopesó el científico- Sin embargo, no puedo negar que nuestros logros durante los últimos cuarenta y ocho años han sido... decepcionantes.

- En algún momento, Black acabará consiguiendo borrarnos del mapa a los dos- Le insistió Satsuki- Si vamos a caer, ¿no prefieres al menos que caiga con nosotros?

El desprecio que aquel metamorfo sentía por el Comandante en Jefe de Phobos no tardó en vencer en aquel conflicto interno que el Dr. Asatur estaba experimentando. Aunque resultaba evidente que su meta inicial era mucho más ambiciosa que simplemente restructurar la Administración Central de Phobos por la fuerza y, con un poco de suerte, recuperar el control de Prometheus Labs, aquel podría ser un logro que actuase como escalón para poder alcanzar sus verdaderos objetivos en un futuro. No podía negar que Satsuki tenía razón. Podían quedarse allí al sur del territorio de Phobos otros cincuenta o cien años y apenas lograr arrebatarles algunos territorios exteriores, todo ello mientras el Comandante Black preparaba a su próxima Alisa, quien quizás tuviese más éxito que la anterior a la hora de destruir Deimos. Tiempo atrás, no le habría importado invertir cientos de años en aquel ambicioso plan de destruir Phobos. Había sido suficientemente ingenuo para pensar que tenía todo el tiempo del mundo y una marioneta invencible de cuyos hilos tirar. Pero las últimas seis semanas le habían demostrado que ninguna de aquellas dos premisas era cierta. Habían estado actuando a contrarreloj y ni siquiera lo habían sabido.

- Está bien- Aceptó finalmente el Dr. Asatur.

- Entonces dejo a Alisa a tu cargo y salgo inmediatamente en dirección a Phobia Aegis- Sentenció la Comandante Aldrich.

Satsuki volvió a colocar su cuchilla psiónica en el soporte magnético de su espalda, al tiempo que se giraba hacia el norte. Con una previsión optimista, en el mejor de los casos, podría llegar a Phobia Aegis en un par de días si corría hacia allí en línea recta y evitaba hacer ninguna parada. Obviamente, aquella estimación no era realista; para ella era imposible llegar hasta el corazón del territorio de Phobos sin ser detectada e interceptada. Las tropas de la organización harían todo lo posible para impedirle alcanzar la capital. Tendría que abrirse paso combatiendo durante la mayor parte del camino, y si bajaba la guardia, quizás incluso lograsen eliminarla. Aunque Alisa estuviese fuera de combate y ya no fuese un obstáculo, su enfrentamiento contra la Almirante Nakamura le había servido de advertencia. Phobos disponía de otros medios para matarla, no podía seguir asumiendo que era invencible. Sin embargo, aquella era una situación que empeoraría con el tiempo. Cuánto más avanzase la tecnología armamentística de Phobos con el paso de los años, más abajo en la cadena alimenticia pasaría a estar ella. Si iba a hacerlo, era mejor hacerlo inmediatamente. Phobos probablemente no esperaría un contraataque tan rápido y directo justo después de que el frente de Yersinia Terra hubiese caído, la flota se hubiese hundido y Alisa hubiese sido tomada prisionera a duras penas.

- Satsuki...- Volvió a llamar Alisa desde el suelo, a algo más de quinientos metros a su espalda.

- Ya hablaremos cuando vuelva, Alisa- Interrumpió Satsuki, con severidad y firmeza- Cuando todo esto termine, ya veré qué hago contigo.

Sin darle tiempo a Alisa de responder, Satsuki comenzó a marchar en dirección al norte. Tomaría un breve desvío para reaprovisionarse en uno de sus alijos de equipamiento, cerca de la frontera, y entonces se adentraría hacia el territorio de Phobos dejando tras de sí un larguísimo rastro de destrucción a su paso mientras iba directa a por el mismísimo Comandante Black.

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