Capítulo 21

Coordenadas dimensionales:

Año 8.771 del calendario zyonista (Hace 153 años)

Erebus

Región de Acies

Chronos Complex, Phobia Aegis


- Camina- Ordenó el soldado de Clase Terror.

A pesar de lo aterrada que se sentía, casi hasta el punto de congelarse por el miedo, Satsuki obedeció y aligeró el paso, recorriendo aquel largo y siniestro pasillo por el que la escoltaban. Dos soldados de Phobos se mantenían un par de pasos por detrás suya, sosteniendo aquellos enormes rifles de asalto. Satsuki había visto lo que aquellos hombres y mujeres de armaduras negras les hacían a los prisioneros que no cooperaban. Aunque sentía auténtico pavor ante lo que Prometheus Labs tuviese preparado para ella, los dos soldados que la escoltaban eran la amenaza más inmediata a la que temer y eran realmente buenos motivando su obediencia. Podía escuchar los pesados pasos de las botas de aquellas armaduras contra los paneles de oricalco del suelo. Aunque no le estuviesen apuntando directamente con sus armas mientras caminaban, Satsuki casi podía sentir aquellos fríos cañones presionando contra su espalda, dejándose llevar por la sugestión. No se habían molestado en esposarla ni reducirla de ninguna manera; sabían que no sería necesario. No había nada que una mujer completamente desarmada y ataviada tan solo con uno de aquellos uniforme de prisionera de color gris claro pudiera hacer contra dos Clase Terror armados hasta los dientes y embutidos en sus armaduras; y si salía corriendo al llegar a una bifurcación, no se lo pensarían dos veces antes de disparar a matar. Tenían sujetos de prueba de sobra, podía permitirse acribillar a disparos a alguna si con ello daban ejemplo al resto.

Así no era como se suponía que deberían haber salido las cosas. Desde que era una adolescente, Satsuki siempre había dicho que quería dejar los territorios periféricos e irse a vivir a Phobia Aegis. Sí, la provincia estaba superpoblada, la atmósfera estaba contaminada y la tierra había quedado completamente marchita y desprovista de vida en miles de kilómetros alrededor de la capital. Sin embargo, como alguien que había conocido de primera mano las incursiones de los muchos enemigos de la organización en las provincias costeras de Phobos, Satsuki había vivido toda su vida con miedo a la guerra. No era extraño que los disparos de las armas antiaéreas o los sistemas antimisil la despertasen en mitad de la noche, ni tampoco era infrecuente que gente que conocía se alistase al ejército y nunca volviese a verlos ni a saber qué fue de ellos. En aquella situación, mudarse a la capital parecía la opción más segura. Ni siquiera Zyon tenía en aquel momento los medios para lanzar un asalto directo contra Phobia Aegis. Los inconvenientes de la vida en la capital no serían gran cosa comparados con la seguridad y las posibilidades que aquella provincia ofrecía.

Sin embargo, no resultaba fácil ni barato realizar un viaje de más de doscientos mil kilómetros hasta Phobia Aegis. Desde que terminó su Formación Corporativa Obligatoria, Satsuki había aceptado toda clase de trabajos temporales para las empresas locales y había hecho cuánto estaba en su mano por ahorrar los créditos que le permitirían costearse el viaje. Una vez en Phobia Aegis, ya buscaría el modo de pagar el viaje a su madre y sus hermanos. Phobos Prime era el punto de encuentro de las megacorporaciones más poderosas de toda Acies; las posibilidades laborales eran prácticamente infinitas. Aunque, académicamente hablando, Satsuki no se considerase a sí misma brillante, lo cierto era que había completado su formación sin muchos problemas, había demostrado ser relativamente hábil en algunas labores administrativas, y no se le daban mal la gestión logística ni la cartografía. Si lograba destacar en alguno de aquellos campos, quizás podría incluso aspirar a trabajar para la Administración Central de Phobos, lejos del peligro que implicaban el ejército y la industria. Todo lo que tenía que hacer era mantenerse a salvo, ser todo lo competente que pudiese y buscar la forma de llegar a Phobia Aegis.

A medida que los años habían ido pasando, la situación no había sido demasiado prometedora para ella. Phobos rara vez construía instalaciones importantes cerca de territorio fronterizo, de modo que la mayoría de empleos disponibles en aquellas zonas pertenecían al sector primario. Naturalmente, las flotas pesqueras que cazaban a la megafauna argusiana siempre estaban abiertas a contratar nuevo personal para reemplazar las bajas que sufrían por culpa de los monstruos marinos y los piratas, y las explotaciones mineras de la HEC siempre recibían con las manos abiertas a nuevo personal prescindible. Sin embargo, las centrales administrativas que las corporaciones erigían en los territorios más alejados de la capital rara vez contrataban a la población local. En la mayoría de casos, aquellas empresas solían enviar a sus propios burócratas desde Phobia Aegis, y las pocas veces que requerían apoyo extra para gestionar la actividad corporativa en el territorio, solían ofrecer trabajos temporales y dudosamente remunerados. A efectos prácticos, a sus veintiún años de edad, Satsuki apenas había podido ahorrar una pequeña fracción del coste total de aquel largo viaje.

En aquella situación, resultaba fácil perder la esperanza. Todo lo que Satsuki había querido era poder vivir sin el constante miedo a la muerte que Acies tenía reservado para todos sus habitantes. Solo quería haber podido irse a dormir por las noches sin miedo a que la despertasen las alarmas de bombardeo, o que cuando las noticias hablasen de presencia kaiju en la costa, aquellas monstruosidades estuvieran a cientos de miles de kilómetros de ella. Sin embargo, una vida larga y libre de horrores parecía ser un sueño demasiado ambicioso. Algo que una joven como ella, sin contactos ni recursos, sencillamente no merecía.

Con cada vez menos opciones, Satsuki se había comenzado a plantear trabajar en la industria pesada. Era un oficio peligroso; no en vano, le había costado la vida a su padre cuando ella apenas tenía seis años, pero al menos podría trabajar durante periodos más largos, sin depender de abusivos contratos temporales. Sin embargo, antes de que aquella joven se presentase en los astilleros locales para pedir empleo, una noticia llegó a sus ingenuos oídos. Prometheus Labs había construido una nueva instalación principal en Phobia Aegis, y necesitaba algunos cientos de miles de empleados de todo tipo para operarla. La demanda de empleados era tal que una legión de representantes corporativos de Prometheus Labs se habían dirigido a todas las provincias de Phobos para reclutar nuevo personal. No había requisitos de formación, tan solo sería necesario pasar un examen médico y Prometheus Labs les costearía el viaje a Phobia Aegis y les impartiría la formación necesaria allí mismo, en Chronos Complex.

En retrospectiva, Satsuki sabía que debería haber sospechado. Había demasiadas cosas que no tenían sentido en aquella oferta. Pensar que, de la nada, Prometheus Labs construiría otro complejo del tamaño de Icarus Rest y que correría con los gastos de viaje de tantísimas de personas hasta Phobia Aegis para dotar la instalación era ridículo. Tan pronto como superó el chequeo médico, el personal de Prometheus Labs ya no le dejó marcharse. Confiscaron su dispositivo de comunicaciones y ni siquiera le dejaron usarlo para despedirse de su familia. A partir de aquel momento, Satsuki fue tratada como simple mercancía y fue subida a un monorraíl con destino a Phobia Aegis. Las noticias de lo que realmente estaba sucediendo en Chronos Complex no habían llegado aún a las regiones más remotas del territorio de Phobos. Cuando Satsuki no pudo evitar notar que todas las prisioneras eran mujeres, simplemente había asumido que les habían separado por sexos en los vagones, ignorando completamente que ningún candidato masculino había superado aquel falso examen médico.

No había pasado demasiado tiempo en su celda, comparado con las seis semanas que había durado aquel viaje en tren. El personal de Prometheus Labs no les decía nada, pero ninguna de las prisioneras era lo bastante incrédula para seguir pensando que iban a trabajar para aquella corporación. Era obvio que eran sujetos de prueba obtenidos de forma ilícita, y estaban destinadas a experimentación con humanos. Durante todo aquel tiempo, Satsuki realmente lamentó no haberse alistado al ejército, a una flota pesquera o haberse ido a vivir al interior de una mina de oricalco. Su búsqueda personal de paz y seguridad la había acabado llevando a una de las situaciones más horribles que se le podrían haber ocurrido. Día tras día, en el bloque de celdas, veía cómo los soldados y el personal científico hacían viajes para elegir candidatas y llevárselas a alguna parte. Fuera lo que fuera lo que les hiciesen, nunca les llevaba demasiado tiempo, ya que era cuestión de minutos que volvieran a por otra. Naturalmente, nunca las traían de vuelta.

Finalmente, su turno había llegado. Por más que Satsuki suplicó y por más que sus llorosos ojos marrones dedicaban una mirada de horror a los dos soldados con armaduras negras que abrieron la puerta de su celda, nada parecía que la fuera a salvar de aquel ominoso destino. El bloque de celdas en que se encontraba había estado completamente aislado del resto del complejo, y no había tenido noticia alguna de qué sucedía a las mujeres que se llevaban. Preguntar al personal de Prometheus Labs era inútil. En el mejor de los casos, no respondían; y ante la insistencia o los insultos, los soldados de Clase Terror no dudaban en responder con violencia física. A efectos prácticos, cuando la sacaron de aquella claustrofóbica habitación en la que la habían mantenido por varios días y la obligaron a abandonar el bloque de celdas, Satsuki se dirigía hacia lo desconocido. Sin embargo, aunque fuera completamente ignorante de su propio destino, no podía evitar sentirse como si estuviera en el corredor de la muerte. Se sentía como si aquella pudiese fácilmente ser la última media hora de su vida.

Los soldados la guiaron por un largo y excesivamente amplio pasillo, tan ancho y con un techo tan alto que parecía diseñado para el tránsito de vehículos. La instalación parecía ser mucho más grande de lo que Satsuki había pensado cuando la encerraron allí. Sin embargo, a pesar de su tamaño, no había una gran cantidad de personal, como sí era el caso en instalaciones principales como Icarus Rest o Hephaestus Pride. Aquellos largos corredores estaban casi desiertos. Satsuki alcanzaba a escuchar más pasos haciendo eco en la distancia, como si las bifurcaciones de aquel corredor condujesen a otros pabellones o bloques de celdas donde más soldados transportasen prisioneras a alguna parte. El aire estaba viciado, y a pesar de la habitual pulcritud de las instalaciones de Phobos, se podía apreciar un leve olor a podredumbre. Era como si la mismísima muerte se pasease por aquellos pasillos y, aunque no pudiese verla, Satsuki alcanzase a oler su fétido aliento como si la tuviese justo delante.

Su mente divagó durante unos minutos sobre cuál podría ser la procedencia de aquel hedor, que parecía ir intensificándose cuánto más la hacían caminar hacia alguna parte. Sin embargo, la truculenta respuesta a sus preguntas no tardó en llegar. Casi diez minutos después de abandonar el bloque de celdas, Satsuki alcanzó a escuchar lo que parecía ser el motor de un vehículo. Poco después, unas luces en la distancia revelaron que estaban a punto de cruzarse con lo que parecía ser un camión, que utilizaba aquel amplio pasillo como si fuese una carretera, algo completamente normal en aquella clase de instalaciones. En realidad, el pasillo era lo bastante ancho como para que tres o cuatro de aquellos vehículos hubieran podido circular en paralelo. Cuando el camión pasó junto a ella y los soldados que la escoltaban, el olor se volvió insoportable, y Satsuki alcanzó a contemplar con horror lo que transportaba. La parte trasera de aquel vehículo, similar a la cubeta de un volquete, estaba cargada con cientos de cuerpos humanos desnudos y ensangrentados. Aunque Satsuki no tardó en apartar la mirada, aterrorizada por lo que había visto, le pareció que los cuerpos de todas aquellas prisioneras estaban hinchados y deformados. Muchas de ellas parecían haber reventado sus propias cavidades corporales desde dentro, y sus inflamados órganos internos se mezclaban con los de otras formando una suerte de lodo carmesí dentro de aquella enorme cubeta, que probablemente las transportaba sin miramiento alguno hacia una instalación de reciclaje de nutrientes.

Satsuki ya había sentido auténtico pavor antes de ver lo que le esperaba, pero ahora que lo había visto, aquella joven rompió a llorar y se volvió hacia uno de los soldados que la acompañaban. Sabía que los dos Clase Terror que la escoltaban no dudarían en ejecutarla si no cooperaba, pero llegados a aquel punto, no perdía nada por intentar algo. Si se limitaba a obedecer y continuar caminando hacia donde quiera que la estuvieran llevando, ella no tardaría en convertirse en otro cadáver hinchado que sería triturado en un procesador de soylent.

- Por favor...- Rogó Satsuki en voz baja, sin ni siquiera saber qué más decir.

- ¡Camina!- Ordenó de nuevo uno de los soldados, en tono autoritario, mientras apuntaba su rifle hacia ella- No voy a repetirlo.

- No puedo...- Insistió Satsuki, con un fino hilo de voz- Por favor... me van a matar.

El soldado que le apuntaba con su rifle, orientando el cañón del arma directamente a su rostro, dio un paso al frente. Las botas de su armadura retumbaron enérgicamente por todo aquel vacuo pasillo de paneles de oricalco. Satsuki retrocedió instintivamente, con sus llorosos ojos fijos en el cañón del arma.

- ¿¡Qué tal si te mato yo ahora mismo!?- Gritó el soldado, con una voz ligeramente distorsionada por culpa del casco de su armadura- ¿Prefieres eso, hija de puta?

Antes de que aquel hombre sintiera la tentación de apretar el gatillo y terminase por obedecer a su propio impulso, su compañera se acercó a él y le forzó a bajar el arma, apoyando su propia mano sobre aquel pesado rifle y empujando hacia abajo. El primer soldado no opuso resistencia cuando su compañera trató de tranquilizarlo.

- Cálmate tío, no quiero que nos descuenten otra- Le dijo una apática voz femenina desde el interior de la otra armadura.

El Clase Terror que había tenido la explosión de agresividad dejó salir un largo suspiro, y pocos segundos después bajó el arma. Su compañera, que probablemente acababa de impedir que aquel hombre le disparase, indicó a Satsuki con un gesto de su mano que continuase caminando. Aunque por nada en el mundo quería llegar a donde la estuvieran conduciendo, Satsuki no tuvo agallas para seguir oponiendo resistencia y obedeció, dándose la vuelta y volviendo a mover las piernas.

Tras varios minutos más caminando a punta de rifle de asalto, Satsuki acabó encontrándose a sí misma frente a una compuerta de oricalco de doble hoja, de aproximadamente seis metros de altura y cinco de anchura. No había nada parecido a ningún cartel que le indicase qué era aquella habitación a la que estaba a punto de entrar. Tan solo el ominoso logotipo de Prometheus Labs y el número 04 se encontraban grabados en aquellas compuertas. Tras ordenar a Satsuki que no se moviese de allí, uno de los dos soldados se acercó a pulsar un botón junto a la puerta que emitió un estridente sonido similar a un timbre. Mientras lo miraba, la prisionera no pudo evitar notar la presencia de un segundo botón de timbre situado a mayor altura, justo sobre el que su escolta había pulsado. Estaba demasiado alto en la pared como para que ningún humano fuera capaz de alcanzarlo sin ayuda de unas escaleras. No era la primera vez que veía aquella clase de interfaces de usuario redundantes, parecían estar por todo el complejo. Satsuki tenía una vaga sospecha de para qué servían, y pensar en ello aumentaba aún más sus niveles de ansiedad.

Después de que sonase el timbre, ambos soldados guardaron distancia con la puerta, y Satsuki tuvo que esperar casi un minuto hasta que por fin alguien abrió aquella compuerta desde el otro lado. Las pesadas planchas de oricalco que actuaban como las hojas de la puerta comenzaron a desplazarse lateralmente, revelando una imponente figura que se encontraba en el umbral. Satsuki desobedeció la orden de permanecer quieta y no pudo evitar retroceder algunos pasos, alarmada, al tiempo que se le escapaba un leve grito. Una Banshee de Phobos le miraba con cierta condescendencia desde el umbral de la puerta, clavando aquellos siniestros ojos rojos en ella. Satsuki nunca había visto en persona a una Banshee, y nunca había estado tan cerca de ningún supersoldado de Phobos. Aquella siniestra mujer vestía una larga bata de laboratorio gris hecha a medida, por debajo de la cual sobresalían los tentáculos de color amoratado que reemplazaban a sus piernas. Su cabello era de color oscuro, recogido en una larga coleta que caía a su espalda. Colgada de su cuello, había una tarjeta de identificación con el logotipo de Prometheus Labs que la identificaba como la Doctora Rheia.

La Banshee dedicó una fugaz mirada a los soldados que habían escoltado a Satsuki desde el bloque de celdas hasta aquella puerta.

- Gracias, yo me encargo desde este punto- Dijo la Dra. Rheia.

No fue necesario que aquella supersoldado lo dijese dos veces. Quizás fuese porque tuviesen miedo de aquella Banshee, o quizás por nada del mundo quisieran poner un pie dentro de aquella habitación, pero tan pronto como la científica les dio permiso, ambos soldados se apresuraron a caminar a paso ligero en la misma dirección por la que habían llegado hasta allí. A pesar de sentirse abrumada por su propio miedo, Satsuki no había pasado por alto lo tensos que aquellos dos soldados habían estado durante todo el camino. Cuando se marcharon, Satsuki casi se atrevió a echarlos de menos durante unos segundos. Sí, habían sido dos soldados de Phobos que la habían llevado hasta allí en contra de su voluntad y uno de ellos había estado incluso a punto de dispararle, pero al menos no eran una mujer de cinco metro de altura con garras y tentáculos que la miraba como si fuese más carne para el matadero.

- Pasa dentro- Le indicó la Banshee, con una sonrisa en los labios.

Satsuki volvió a quedarse congelada donde estaba. Aquella compuerta que había delante suya era lo bastante grande como para que un tanque Virus pudiese pasar por allí, pero la supersoldado que había frente a ella casi la cubría por completo. Sus ondulantes tentáculos se esparcían a su alrededor de forma inquietante, como si fueran una especie de enredadera de carne. Pasar cerca de aquellos tentáculos era algo que le daba escalofríos con solo pensarlo. Al verla dudar, la Dra. Rheia se deslizó ligeramente hacia su derecha sobre aquellos tentáculos, situándose a la izquierda de Satsuki. La Banshee se encorvó ligeramente y dio un gentil toque en la espalda a Satsuki, invitándola a pasar dentro. La quitinosa y afilada mano de aquella Banshee provocó que Satsuki se estremeciera cuando la notó en su espalda. Aunque aquel toque resultase casi amable, tenía la delicadeza de una guillotina industrial. Parecía como si aquellos quitinosos dedos, cada uno casi del tamaño de su brazo, pudieran partirla en dos por accidente si la Banshee no hacía grandes esfuerzos por controlar su propia fuerza física.

Antes de que tuviesen que repetírselo de forma menos amable, Satsuki respiró hondo y comenzó a caminar hacia el umbral de la puerta. Al otro lado, alcanzaba a ver una amplia y vacua estancia, pobremente iluminada por aquellas luces de neón rojas, a excepción de su zona central, donde la iluminación era más intensa. Una vez accedió al interior, Satsuki pudo oír cómo la Banshee volvía a deslizarse sobre sus tentáculos para seguirla, y acto seguido cerraba la compuerta cuando ambas estaban dentro. A continuación, la supersoldado utilizó su telequinesis para sacar del bolsillo de su bata lo que parecía ser un ordenador de mano, donde comenzó a consultar datos.

- Sujeto... Satsuki Aldrich. Veintiún años. Altura, un metro setenta y dos. Peso, cincuenta y tres kilogramos, al momento de la adquisición. Historial clínico limpio- Leyó en voz alta la Banshee- ¿Es eso correcto?

Aquel remarque a la hora de leer su peso hizo que Satsuki sintiera aún más resentimiento del que ya había estado sintiendo. Desde que la subieron a aquel tren hasta que finalmente la sacaron de su celda para traerla allí, tanto a ella como a las otras prisioneras solo les habían dado dos barras de soylent de cien gramos por día. Resultaba evidente que habían estado pasando hambre y que había perdido peso desde que la habían secuestrado. Sin embargo, aquellos datos que la Banshee había leído se correspondían con sus resultados en aquel falso examen médico por el que la habían hecho pasar. Sin embargo, la prisionera se abstuvo de hacer ningún comentario al respecto. En aquel momento, los molestos sonidos que emitía su castigado estómago eran el menor de sus problemas, y no había forma de que unas quejas mejorasen su situación.

Por un instante, Satsuki estuvo tentada de intentar mentir. Quizás podría haberse hecho pasar por otra persona o podría haberse inventado padecer alguna enfermedad; cualquier cosa que le permitiera abandonar aquel lugar. Sin embargo, resultaba evidente que aquella siniestra científica tenía en su ordenador todos los resultados de las pruebas médicas que Prometheus Labs le había hecho. E incluso si lograse hacerla creer que la identidad era errónea o que había falseado las pruebas para ocultar alguna patología, lo más probable era que aquello provocase su ejecución inmediata. No había forma de que Prometheus Labs fuese a dejarla marchar sin más. No después de haberla llevado allí y que ella hubiese visto todo lo que había visto.

- Sí... Soy yo- Respondió Satsuki, con resignación.

- El Doctor Asatur te atenderá en seguida- Le informó la Dra. Rheia.

Satsuki sintió cómo se le hacía un nudo en su hambriento estómago al escuchar aquel nombre. Dentro del territorio de Phobos, no había nadie que no conociese aquel nombre. El Dr. Asatur era la mano derecha del Dr. Moebius, fundador de Prometheus Labs. Era una figura bastante polémica dentro de las altas jerarquías de Phobos. Se decía mucho que era un genetista realmente brillante, pero nadie era capaz de atribuirle la autoría de ningún avance significativo en el campo de la genética. Sin embargo, seguía siendo el Científico Jefe de Prometheus Labs, lo que significaba que tenía el control absoluto de aquella megacorporación durante los largos periodos de sueño en cámara de estasis por los que pasaba el Dr. Moebius. Un gran poder que no parecía ser capaz de respaldar con ningún mérito reconocible. Las voces más conspiranoicas decían que llevaba varias décadas trabajando en un único proyecto que Prometheus Labs mantenía oculto incluso de su propio personal ejecutivo. Otros, considerándose más racionales, simplemente decían que su reputación era inmerecida y que el Dr. Moebius no tardaría en reemplazarlo. Cualquiera que fuera la verdad sobre aquel asunto, Satsuki se temía que estaba a punto de tener la mala suerte de descubrirlo.

En el centro de la habitación, donde la iluminación era mucho más intensa, Satsuki alcanzó a distinguir vagamente la silueta de una especie de mesa de operaciones metálica que se encontraba firmemente fijada a los paneles de oricalco del suelo. Aquella mesa con forma de camilla tenía una base robusta, y parecía disponer de algunos servomotores que le permitirían moverse y cambiar de posición. A su alrededor, se encontraba una gran cantidad de maquinaria que Satsuki no lograba identificar. Parecía tratarse de una combinación entre equipo quirúrgico e instrumentos de medición, pero no eran como nada que ella hubiese visto nunca en ninguna de las clínicas de Phobos que había visitado a lo largo de los años.

Un toque en su espalda por parte de la mano derecha de la Banshee le indicó que caminase hacia aquella mesa. Aquellos dedos se sentían como cuchillos presionando contra su uniforme de prisionera, sin hacer la suficiente presión como para herirla, pero más que capaces de reducirla a jirones de carne si le daba motivos para ello. Cuando se había encontrado bajo custodia de aquellos dos soldados de Clase Terror, Satsuki se había atrevido a confrontarlos durante un momento. Resultaban escalofriantes, pero al menos sabía que eran humanos. Sin embargo, aquella Banshee a cuyo cargo había quedado no le transmitía ni remotamente aquella misma sensación. De alguna forma, su nefasta situación aún había encontrado el modo de empeorar. Era imposible que un monstruo como aquella mujer pudiese empatizar lo más mínimo con su situación. Satsuki estaba segura de que aquellos quitinosos dedos ya habían conducido a miles de mujeres como ellas a una terrible muerte como la que habían sufrido todos aquellos cuerpos que había visto ser transportados en aquel corredor. Y, a pesar de todo, la Banshee seguía manteniendo aquella condescendiente sonrisa en sus labios, como si aquello no fuese más que otro día de trabajo normal para ella. A pesar de aquella sonrisa y de aquella falsa amabilidad, cuando Satsuki recibió aquella instrucción por parte de la supersoldado, no se atrevió a contradecirla y comenzó a caminar hacia el centro de la habitación.

Con cada paso que daba, Satsuki podía sentir cómo el nudo en su vacío estómago se volvía más opresivo. Se sentía como si estuviese caminando hacia su propia muerte. La habitación era espaciosa, y el camino desde la puerta hacia aquella mesa de operaciones no debía de ser de menos de treinta metros. Cuánto más cerca estaba de toda aquella maquinaria quirúrgica que rodeaba a la silla, más detalles alcanzaba a apreciar de ella y mayor era su sensación de angustia. Era como si todos aquellos instrumentos fueran las mismísimas garras de la muerte, a punto de descuartizar su carne y arrancarle aquella vida que tanto se había empeñado en conservar. Conforme más se acercaba, más aumentaba su angustia, hasta el punto de casi atreverse a darse la vuelta y confrontar a la Banshee que la seguía. Sin embargo, solo el inhumano sonido que emitían aquellos tentáculos al deslizarse sobre el metálico suelo mientras la supersoldado la seguía era suficiente para disuadirla de intentar encararse con aquella mujer.

- Desnúdate completamente y túmbate sobre la mesa- Le indicó la Banshee cuando ambas se encontraron junto a ella- Deja tu uniforme con el resto.

En circunstancias normales, aquella habría sido una instrucción que Satsuki habría recibido con muchísimo recelo en una instalación médica de Phobos. Sin embargo, había visto aquellos cuerpos desnudos siendo transportados, y no le había costado imaginarse que en algún momento le ordenarían que ella también se desnudase. Junto a la mesa de operaciones, la prisionera alcanzó a ver un contenedor en cuyo interior parecía haber docenas, o quizás cientos, de aquellos uniformes grises con el logotipo de Prometheus Labs. Todos ellos estaban visiblemente arrugados, y algunos de ellos tenían algunas manchas de color granate, de aspecto reseco. Resultaba evidente que la amabilidad de la Dra. Rheia era completamente fingida y que, si ella misma no se quitaba su uniforme, sería la propia Banshee quien utilizase aquellos quitinosos y afilados dedos para desnudarla por la fuerza y tumbarla en aquella camilla.

Incapaz de llevarle a contraria a aquella arma viviente que la seguía de cerca, Satsuki se acercó a aquella siniestra mesa de operaciones y comenzó lentamente a quitarse toda la ropa y arrojarla al contenedor, con el resto. Solo un breve vistazo le permitió notar que la camilla estaba dotada de cierres con los que inmovilizar brazos, piernas y cuello de cualquier "paciente" que se tumbase en ella. Aún sabiendo lo que estaba a punto de sucederle, Satsuki se resignó a su truculento destino y procedió a sentarse sobre la mesa, para a continuación tumbarse boca arriba sobre ella. Su espalda desnuda sintió un intenso escalofrío al entrar en contacto con aquella metálica superficie. Haber sido despojada de su ropa la hacía sentir incluso aún más vulnerable e indefensa de lo que ya se había sentido durante los últimos minutos. Las brillantes luces que había en el techo, justo sobre aquella zona de la habitación, la deslumbraron y le hicieron daño en sus ojos, acostumbrados durante varios días a la penumbra de aquella instalación. Apenas unos segundos después de que su espalda descansase sobre aquella fría y metálica superficie, los cierres de los grilletes de aquella mesa se movieron e inmovilizaron sus muñecas, hombros y tobillos. Satsuki no estaba segura de si aquello había sido un sistema automático o si aquella Banshee había utilizado su telequinesis para inmovilizarla. De un modo o de otro, en aquel momento se encontraba completamente atrapada, incapaz de levantarse de aquella camilla, ni aunque su vida hubiese dependido de ello.

La Dra. Rheia no parecía interesada en darle más explicaciones de las que ya había recibido. A juzgar por la cantidad de prisioneras que habían transportado en aquellos trenes y el ritmo al que los soldados entraban al bloque de celdas a elegir carne que llevar al matadero, era posible que aquella Banshee hubiera realizado aquel procedimiento miles de veces, y hubiera dejado de sentir empatía alguna por las personas que estaban siendo sacrificadas como ganado en aquel laboratorio. En lugar de eso, mientras el cuerpo desnudo de Satsuki permanecía inmovilizado con su cabeza mirando hacia arriba y sus ojos cegados por aquella intensa luz rojiza, la insensibilizada Banshee se limitaba a trastear con el equipo médico y realizar algunas preparaciones, anticipándose a lo que estaba a punto de suceder.

Varios minutos después de que Satsuki fuese inmovilizada en la mesa de operaciones, la puerta de aquella vacua y siniestra estancia volvió a abrirse. En aquella ocasión, el sepulcral silencio de aquella sala se veía interrumpido por unos pasos que se acercaban al centro de la habitación. Satsuki no alcanzaba a ver qué sucedía y no podía mover su cabeza lo suficiente como para intentar enterarse de qué pasaba a su alrededor. Sin embargo, no resultaba difícil imaginarse lo que estaba sucediendo.

- Bienvenido de nuevo, Doctor Asatur- Saludó cortésmente la Banshee.

El Científico Jefe de Prometheus Labs no respondió de inmediato, y en lugar de eso se limitó a recorrer la distancia que le separaba del instrumental médico a un ritmo tranquilo. Desde la distancia, Satsuki alcanzaba a escuchar una respiración pesada, como de alguien que se encontrase realmente exhausto. Conforme aquellos pasos se acercaron y alcanzó a ver una silueta en su visión periférica, la prisionera casi dejó salir un grito de espanto, el cual milagrosamente logró ahogar gracias al nudo que se formó en su garganta. El aspecto del Dr. Asatur era casi más escalofriante que el de aquella Banshee, a pesar de su mucha menor estatura. Su piel era rojiza, casi como si estuviera en carne viva. No parecía ser ni remotamente humano. Su rostro tenía seis ojos de color negro, y su boca era vertical y se encontraba en el centro del rostro. No parecía tratarse de ningún tipo de supersoldado de Phobos, sino de alguna otra cosa de la que Satsuki nunca había oído hablar.

- ¿Está todo preparado?- Preguntó el Dr. Asatur con cierta apatía.

- Todo listo- Respondió la Dra. Rheia.

- Acabemos con esto entonces.

Satsuki no se atrevió a hablar. El Científico Jefe de Prometheus Labs, el hombre, o lo que fuera aquella criatura, que se encontraba inmediatamente por debajo del Dr. Moebius estaba en aquella misma habitación. Aquello era poco menos que encontrarse frente al Comandante Black. En cualquier otra circunstancia, a pesar de lo terrorífica que pudiera resultar la apariencia de aquel científico, habría sido un auténtico honor para cualquier ciudadano de Phobos encontrarse en presencia de alguien tan ilustre. Sin embargo, en aquella situación, aquel otro monstruo sería probablemente su verdugo. Satsuki podía oírlo mientras abría un cajón en uno de los armarios metálicos donde algo importante permanecía guardado bajo llave.

Ni siquiera se molestó en mirarla a la cara o preguntar su nombre. Aquel metamorfo simplemente se acercó a ella sosteniendo un cilindro de cristal que contenía un líquido amarillento y comenzó a utilizar sus escuálidos y nudosos dedos para manipular un teclado situado junto a la mesa de operaciones, el cual parecía controlar la maquinaria quirúrgica. Tras pulsar unas teclas en su interfaz holográfica, un brazo mecánico que permanecía suspendido sobre la mesa comenzó a descender hasta detenerse junto al Dr. Asatur, quien se limitó a abrir un compartimento en el interior de aquella extremidad robótica e introducir en su interior aquel cilindro que sostenía.

- No te muevas- Se limitó a indicarle el Científico Jefe.

Satsuki no respondió, y se limitó a apretar los dientes y cerrar los ojos, preparándose para el dolor. Cuando el Dr. Asatur continuó manipulando aquella interfaz holográfica, aquel brazo mecánico se movió hacia ella, mientras un escáner médico sondeaba su cuerpo desnudo en busca del punto más óptimo donde hundir la aguja que se encontraba en el extremo de aquel brazo mecánico. Tras varios segundos de mantener sus párpados apretados y temblar ligeramente mientras escuchaba los sistemas hidráulicos de aquel mecanismo, Satsuki finalmente sintió cómo una aguja se hundía en su cuello. Al no haber recibido nada parecido a una anestesia, Satsuki pudo sentir cómo aquella gruesa jeringa se clavaba lenta pero firmemente en su yugular. Una intensa punzada de dolor la hizo apretar los dientes con aún más fuerza. Había estado a punto de gritar, pero temía que moverse mientras aquella aguja permanecía clavada en su cuello le hiciera aún más daño. Sin embargo, cuando aquella sustancia que el Dr. Asatur había cargado en el inyector comenzó a ser introducida en su cuerpo, la sensación inicial fue un dolor tan intenso que Satsuki no pudo evitar abrir su boca y vociferar con todas sus fuerzas. Su inmovilizado cuerpo luchó con toda la energía que le quedaba contra los grilletes que la mantenían sujeta en aquella camilla, sin lograr liberarse ni oponer resistencia a la inoculación.

Lo que al principio fue un dolor en el cuello, lentamente iba esparciéndose por todo su cuerpo. Su cabeza sufría una jaqueca indescriptible. Sus extremidades comenzaron a entumecerse. Casi podía sentir sus propios huesos contra su piel. Todos sus órganos se estremecían al ser invadidos por aquel agente intruso en su organismo. Aquel agónico proceso duró varios minutos, durante los cuales el dolor se intensificaba con cada segundo que pasaba y Satsuki no podía parar de gritar e intentar forcejear en vano. Ni siquiera era capaz de articular palabras y suplicarles que parasen. El dolor era tal que su mente no conseguía elaborar un diálogo con el que comunicarse. Era como si toda su existencia se hubiera reducido a aquel tormento, como si Erebus no tuviera nada más reservado para ella que un agónico sufrimiento.

Asatur permaneció varios minutos observando a Satsuki mientras intentaba retorcerse sobre aquella mesa de operaciones, incapaz realmente de cambiar de postura debido a las sujeciones que la mantenían apresada. Aquella era una escena que había contemplado ya más veces de las que quería admitir. Sin embargo, aunque no estuviera dispuesto a compartir las cifras con nadie, había llevado la cuenta de todas las veces que había realizado aquel procedimiento a lo largo de las décadas que había pasado trabajando en la Fórmula Titán. No tenía excusa, se atribuía a sí mismo como asesinato cada uno de aquellos cientos de miles de intentos fallidos, tanto si los había inoculado él como si había sido uno de sus asistentes. Cada uno de los sujetos humanos que habían gritado de aquella forma y agonizado hasta su muerte en una de aquellas salas era responsabilidad suya. No le enorgullecía aquel inhumano procedimiento, pero tenía la esperanza de que aquellos sacrificios pudiesen marcar un antes y un después en la belicosa región de Acies. Tenía la esperanza de que algunas de aquellas mujeres que estaban siendo inoculadas con su fórmula de supersoldado pudiesen vivir para marcar la diferencia.

Sin embargo, aunque algunos de sus asistentes ya habían logrado resultados prometedores con la misma fórmula que él había diseñado, él aún se encontraba buscando un sujeto compatible que inocular con sus propias manos; un éxito que realmente pudiese considerar suyo. Asatur dedicó una mirada inexpresiva a los llorosos ojos de aquella mujer. No la conocía de nada, y era probable que estuviera a punto de verla morir, siendo su muerte otra carga más sobre su conciencia. El tormento al que la estaba sometiendo no se diferenciaba en lo más mínimo de la reacción que habían tenido los otros sujetos a los que había inyectado aquella inconsistente fórmula de supersoldado. Los estudios teóricos que habían llevado a cabo sobre material genético humano decían que la fórmula funcionaba. Sin embargo, en la práctica, resultaba extremadamente difícil encontrar sujetos compatibles. Sabían que no era imposible, pero no habían descubierto ninguna forma de comprobar la compatibilidad de la fórmula antes de inyectarla. Con algunos años más de trabajo, quizás hubiese sido posible encontrar alguna forma de diagnosticar la compatibilidad; sin embargo, el Dr. Moebius exigía resultados. No le habían dejado otra opción que comenzar el programa de inoculación sin importar la extremadamente alta tasa de mortalidad de aquel procedimiento. Mientras miraba a los ojos a aquella agonizante mujer, Asatur no pudo evitar sentir lástima por ella, dándola por muerta como a todas las demás a las que había inoculado antes. Sin embargo, unas palabras de su asistente le despertaron de aquel enfermizo trance en el que se había sumido.

- Respuesta... ¡positiva! ¡Respuesta positiva, Doctor!- Exclamó la Dra. Rheia, haciendo retumbar accidentalmente toda la habitación ante su poderosa voz.

Al principio, Asatur se sobresaltó por el simple hecho de que una Banshee acababa de dejar de salir un leve grito a pocos metro de él y toda la diáfana habitación en la que se encontraban se había estremecido a causa de ello. Sus oídos le pitaron levemente y no pudo evitar sentirse algo conmocionado, aún sin estar seguro de haber oído correctamente lo que su asistente le había dicho. Sin embargo, tan pronto como alcanzó a comprender las implicaciones de las palabras de aquella mujer, el Dr. Asatur apartó la mirada de Satsuki y se apresuró a correr junto a su ayudante, fijando su atención en las pantallas que monitorizaban el estado de la sujeto.

- ¡Déjame ver!- Gritó Asatur.

El metamorfo clavó la mirada de sus seis ojos negros en las lecturas que los numerosos escáneres médicos estaban obteniendo. La Fórmula Titán era extremadamente virulenta con el cuerpo humano. Todas las fórmulas de supersoldado de Phobos provocaban un crecimiento en los sujetos a los que se les inoculaba, aquello era un mal necesario a la hora de provocar cambios en un cuerpo ya desarrollado. Aquel crecimiento artificial era lo que les permitía convertir un cuerpo humano adulto en un nuevo embrión que desarrollaría nuevas características. Obviamente, cuánto más diferente fuese la anatomía del supersoldado en cuestión respecto a un cuerpo humano normal, mayor sería el tiempo de gestación del nuevo feto y mayor sería el tamaño final del supersoldado. Aquella era la razón por la que la estatura de las Banshees era tan pronunciada en comparación con otras creaciones de Prometheus Labs. Sin embargo, si bien aquel crecimiento resultaba estable y controlado con la mayoría de fórmulas de supersoldado, la Fórmula Titán era excepcionalmente inestable comparada con el resto. Aquella ambiciosa mutación era demasiado exigente con el cuerpo humano.

Asatur no perdía detalle observando lo que captaban los escáneres médicos. El corazón de Satsuki latía a ritmo acelerado y aquella mujer estaba hiperventilando. Sin embargo, aquello era probablemente fruto del simple miedo y dolor que estaba sintiendo. Al margen de aquel fútil dolor, los órganos internos de aquella mujer y toda su estructura corporal estaban reaccionando positivamente ante la fórmula. En miles de ocasiones había visto cómo unos órganos o tejidos eran más o menos receptivos que otros. A veces un órgano se hipertrofiaba a un ritmo mucho mayor que el resto, provocando que los otros órganos quedasen aplastados por su crecimiento o incluso que la cavidad corporal reventase desde dentro. En otras ocasiones, era al revés y un órgano no resultaba receptivo ante la fórmula, provocando que ese órgano no creciese junto al resto y su incapacidad de estar a la altura con las necesidades del nuevo cuerpo provocase la muerte del sujeto. Aquellos eran cambios que podían apreciarse casi a simple vista durante los primeros minutos de desarrollo del sujeto tras la inoculación. Sin embargo, aquella mujer que tenía frente a él no era como todas las demás que había visto reventar desde dentro o sufrir un fallo orgánico total en aquella mesa de operaciones. Los órganos de aquella sujeto eran receptivos a la fórmula y los tejidos parecían permanecer estables. Incluso tras dejar pasar varios minutos, ninguno de los primeros síntomas de rechazo a la fórmula era apreciable en los monitores que había frente a ambos científicos.

- Dale anestesia, ¡rápido!- Ordenó Asatur.

La Dra. Rheia se apresuró a utilizar su telequinesis para abrir un cajón de uno de los armarios metálicos que había alrededor de la mesa y extraer una bolsa de líquido. Al igual que Asatur, ella nunca antes había visto un resultado tan positivo con sus propios ojos. Estaba tan poco preparada mentalmente para aquel momento, que casi no sabía cómo actuar. Rápidamente, la Banshee hizo levitar aquella bolsa hasta acoplarla en uno de los brazos mecánicos que había en el instrumental quirúrgico, y a continuación comenzó a utilizar sus propios dedos para manipular una interfaz holográfica junto a la mesa de operaciones. Un nuevo brazo mecánico introdujo una aguja en el brazo de Satsuki, pinchando en el interior del codo y comenzando a inundar su cuerpo con aquel suero anestésico. Satsuki aún gritó y forcejeó durante algunos minutos, pero en seguida sus lamentos comenzaron a atenuarse hasta que se silenciaron. Poco después, aquella atormentada mujer desnuda comenzó a dormir plácidamente sobre aquella fría camilla metálica, que había sido el equivalente a un altar de sacrificios donde miles de mujeres antes que ella habían exhalado su último doloroso aliento. El propio Dr. Asatur abrió un cajón para extraer una sábana de hospital gris con el logotipo de Prometheus Labs, y se apresuró a cubrir a Satsuki con ella. Aún estaba por verse si aquella estabilidad era solo temporal o si finalmente había encontrado él mismo a una candidata viable.

- No quiero hacerme demasiadas ilusiones todavía- Dijo el Dr. Asatur- Pero esta podría ser la buena. Envíala a un tanque de incubación.



Coordenadas dimensionales:

Año 8.972 del calendario zyonista (Presente)

Erebus

Región de Acies

Ciudad de Axork, Ebon Enclave


Recordar sus últimos momentos como humana siempre le provocaba a Satsuki una sensación extraña. Ya había pasado prácticamente un siglo y medio desde que dejó su antigua vida y se convirtió en el monstruo que ahora era. Aun así, aquel viaje en tren, aquellos días encerrada en la celda y aquel tortuoso pasillo en Chronos Complex eran como cicatrices en su memoria. El horror que sintió durante todas aquellas semanas desde que Prometheus Labs la secuestró hasta que finalmente el Dr. Asatur la puso a dormir era algo que jamás lograría olvidar. Aun así, durante años, Satsuki se había atrevido a perdonar a aquel metamorfo por lo que le había hecho. Era cierto que aquellos días siendo una prisionera de Prometheus Labs habían sido la experiencia más angustiosa de su vida, pero tampoco podía negar que ella había salido ganando. Había acudido a Prometheus Labs tratando de huir del miedo que sentía, y resultaba innegable que le habían dado lo que quería. Ser una titán sin duda tenía muchos inconvenientes, pero las ventajas los compensaban con creces. No era ni mucho menos la diosa que en ocasiones había llegado a creerse que era, pero era lo más cercano que alguien como ella podía estar de aquel vanidoso concepto. La región de Acies resultaba mucho menos intimidante cuando la miraba desde arriba y cuando cada paso que ella daba hacía temblar la tierra bajo sus pies. Los mismos ejércitos enemigos que la habían aterrorizado cuando era humana ahora se rendían sin atreverse a luchar tan solo por verla llegar al campo de batalla. El miedo se había convertido en un borroso recuerdo, un sentimiento completamente innecesario en alguien como ella. Sin embargo, a diferencia de lo que le habían asegurado, aquella situación no duró para siempre.

Durante su edad de oro personal, Satsuki no había tenido demasiadas preocupaciones. Hacía todo lo posible por ganarse la aprobación del Comandante Black, y de hecho gracias a su disciplina y profesionalidad había sido la única supersoldado de Clase Titán en lograr ganarse el rango de Comandante; la única en pasar de ser una simple arma viviente a ser una oficial de Phobos. También, aunque no había reunido agallas para volver a ver a su familia después de haberse convertido en titán, Satsuki se había asegurado de que su ciudad natal permaneciese bien protegida y había enviado muchas ayudas económicas a la población local. Seguir avanzando en su carrera como oficial de Phobos y mantener el bienestar de una madre y hermanos a los que le daba vergüenza visitar resultaban preocupaciones triviales, comparadas con el implacable miedo a la muerte que había gobernado su vida desde que tenía uso de razón. Por desgracia para ella, todo cambió con la traición del Dr. Asatur.

La deserción del Científico Jefe de Prometheus Labs fue un punto de inflexión en la vida de Satsuki. Al principio, nadie, ni las titanes, ni el personal ejecutivo de Phobos ni el mismísimo Dr. Moebius parecían saber por qué aquel metamorfo había decidido desaparecer de un día para otro. La Dra. Rheia había sido arrestada e interrogada con dureza al respecto, y ni siquiera la asistente de mayor confianza del Dr. Asatur parecía haber tenido constancia alguna de sus intenciones. Con el paso de los años, Satsuki había logrado pasar página respecto al hecho de que había sido tratada como ganado y logró apreciar a Asatur por todo lo que le había dado en comparación con lo que le había quitado. Incluso no le avergonzaba admitir que había empezado a ver a aquel excéntrico genetista como a una especie de retorcida figura paterna, teniendo en cuenta que hacía demasiados años que no había tenido a nadie más que ocupase aquel rol en su vida. No le importaba demasiado ser vista como una herramienta para destruir a los enemigos de Phobos. Quizás fuese simplemente por haber tenido la suerte de ser compatible con la Fórmula Titán, pero, aunque su único mérito fuese haber ganado una especie de lotería genética, ni el Dr. Asatur ni el Comandante Black la habían tratado mal durante aquellos años. Al menos, no peor de lo que la habían tratado sus antiguos empleadores cuando aún era humana y aceptaba trabajos temporales en centros administrativos de la HEC. Por aquel entonces, la deserción de Asatur la dejó confusa y algo desamparada. Nadie sabía por qué el científico más importante de la organización había decidido desaparecer de un día para otro. Al principio, los esfuerzos de búsqueda por encontrarle no eran demasiado intensos. Quizás el propio Dr. Moebius esperaba que en algún momento Asatur volviese por iniciativa propia. Aquello, naturalmente, fue antes de que se descubriese lo que había hecho y se emitiese contra él la infame orden de captura de prioridad Ultra.

Satsuki prefería no recordar demasiado acerca de aquella etapa de su vida. El factor de expiración de Prometheus Labs era esencialmente un sistema de autodestrucción biológico que se solía implantar en sujetos de prueba y prisioneros. Era una forma de garantizar que, en caso de fuga, ningún sujeto peligroso pudiese sobrevivir fuera de una instalación de Prometheus Labs. Se trataba de una enfermedad artificial altamente configurable, capaz incluso de permanecer latente durante periodos de tiempo de varios años y activarse cuando llegase el momento programado. La corporación tenía regulaciones muy estrictas respecto al uso de aquel sistema de control, y el Dr. Moebius en persona había prohibido su uso en supersoldados de Phobos. El factor de expiración era un sistema de seguridad, y el fundador de Prometheus Labs no estaba dispuesto a permitir que se usase ni como arma ni como herramienta de coacción. Aquello no parecía ser una cuestión de ética, sino más bien algo referente a unos derechos de uso que Moebius no quería compartir con Phobos. En cualquier caso, nadie se esperaba que la desaparición del brillante Científico Jefe se debiera a que había implantado una letal enfermedad degenerativa en cada una de sus creaciones.

Normalmente, cuando el factor de expiración se activaba, le bastaba con apenas unos pocos días para lograr matar al sujeto que debía ejecutar. Sin embargo, el cuerpo de una titán era formidablemente resistente incluso para su propio sistema de autodestrucción implantado. Satsuki recordaba que, desde que las primeras titanes comenzaron a enfermar hasta que finalmente empezaron a morir, pasaron casi tres años. Ella misma tuvo que lidiar con aquella aflicción durante algo más de treinta tortuosos meses. Durante aquella época, Satsuki sintió una desesperación comparable a lo que había sentido cuando era una prisionera de Prometheus Labs, camino del matadero. Había intentado rogar de todas las formas posibles a los científicos de la organización que hicieran lo que fuese necesario para salvarla. Sin embargo, no resultaba sencillo realizar procedimientos médicos en una titán, debido a la extrema durabilidad de sus cuerpos. Además, el factor de expiración contaba con un sistema de encriptación biológico que dificultaba muchísimo encontrar una forma de anularlo. Cuando Satsuki vio morir a sus primeras compañeras sin que los mejores genetistas y médicos de Prometheus Labs fuesen capaces de hacer nada por salvarlas, aquella titán maldijo a su creador con todas sus fuerzas.

Dándose por muerta, Satsuki había caído en la más absoluta desesperación. Durante lo que pensaba que serían sus últimos meses, trató de nuevo de visitar su ciudad natal, solo para darse cuenta demasiado tarde de que había pasado casi un siglo desde que se marchó y no quedaba nadie de su familia con vida, al menos no nadie a quien ella hubiese conocido. Todo apuntaba a que ya no le importaba a nadie; se moriría sola, ahogada en su propia sangre, y ni siquiera había tenido la oportunidad de despedirse de su familia por ultima vez, o de preguntarle a su creador por qué la había traicionado. Como miembro de Phobos y especialmente como supersoldado de Clase Titán, era innegable que había hecho cosas horribles, y sus manos estaban muy manchadas de sangre. Quizás se mereciese lo que le sucedía, y quizás su muerte fuese motivo de celebración para la mayoría de habitantes de Acies. Aun así, desde su propio punto de vista y dejando a sus detractores al margen, no tenía sentido alguno que aquel sufrimiento proviniese de su mismo creador. Ella había sido leal y obediente, había asumido el papel que le habían ordenado asumir. Había sido una Comandante de Phobos ejemplar. Probablemente había trillones de personas en Acies que deseaban lo peor para ella, pero no tenía sentido que fuesen sus propios amos quienes le diesen la espalda de aquella forma.

A pesar de lo nefasta que había llegado a ser su situación, Satsuki había llegado a considerarse afortunada. Era cierto que el último medio siglo no había sido amable con ella, pero al menos seguía con vida, que ya era más de lo que podían decir su familia, sus otras compañeras titanes y, en general, la mayoría de personas que había conocido durante su todos aquellos años. Asatur le había cobrado un precio altísimo a cambio de perdonarle la vida, pero al menos la había salvado de las garras de la muerte. La había librado de aquel dolor y le había permitido seguir adelante con su vida, aunque aquella vida hubiese quedado reducida a ser su marioneta. Sin embargo, incluso aquella segunda oportunidad también era probablemente una mentira. Por más que Asatur lo negase, Satsuki no se creía una palabra cada vez que decía que no le había implantado de nuevo un factor de expiración de Prometheus Labs. Aunque aún no tuviese síntomas, la Comandante Aldrich sabía perfectamente que aquel metamorfo no tenía intenciones de dejarla vivir. No sabía qué había hecho para ganarse su odio de aquella forma, teniendo en cuenta que siempre había sido una marioneta muy obediente, pero era obvio que Asatur no pensaba dejar cabos sueltos, ni siquiera con ella. Solo la estaba utilizando para atacar a Phobos, y cuando terminase de usarla la mataría como ya mató al resto.

Mientras permanecía con los ojos cerrados y sumergida en sus amargos pensamientos, Satsuki dejó salir un largo suspiro. Pocos segundos después, casi como si respondiera a una provocación, el dispositivo de comunicaciones en el cuello de su mono táctico comenzó a emitir un leve zumbido, antes de que finalmente una voz ligeramente distorsionada la sacase por la fuerza de sus propios recuerdos y la hiciese abrir los ojos.

- Llevas mucho tiempo en silencio, Satsuki- Dijo la voz del Dr. Asatur a través del comunicador- ¿Estás bien?

Satsuki frunció el ceño y no respondió inmediatamente cuando el metamorfo que mantenía sujeta su correa le habló. La titán no tenía ni idea de qué esperaba el Dr. Asatur que le respondiera a aquella pregunta. En términos físicos, sí, se encontraba bien. Todas las heridas que le había hecho la Almirante Nakamura ya se habían cerrado, excepto quizás las que le había abierto en el orgullo. Sin embargo, al margen de lo evidente, Satsuki estaba de cualquier forma menos bien. No podía confiar en Asatur y no tenía ni idea de cómo iba a lograr librarse del factor de expiración de Prometheus Labs. Y eso sin contar con que el plan que ambos habían preparado no fracasase y ella acabase muerta a manos de Alisa en los próximos días o incluso horas.

La titán cerró los ojos durante unos segundos y respiró hondo, haciendo su mejor esfuerzo por tranquilizarse y evitar decirle a Asatur lo que realmente pensaba acerca de la situación. En aquel momento, Satsuki se encontraba a algo menos de dos mil kilómetros de donde había sido derrotada por última vez. La ciudad de Axork había sido una de las primeras ciudades importantes que Deimos había logrado quitarle a Phobos, casi cuarenta años atrás. Cuando la provincia de Ebon Enclave había estado en manos de Phobos, Axork había contado con varias instalaciones importantes de Prometheus Labs, donde se llevaban a cabo experimentos que solo podían realizarse en territorios fronterizos, por miedo a que se repitiese el nefasto incidente de Wraith Hollow. Aunque aquellas instalaciones no habían sido de mucha utilidad a Deimos, el simple hecho de lograr arrebatárselas a Phobos había sido considerada una de las primeras grandes victorias de aquella organización. Sin embargo, lo que años atrás había sido una ciudad próspera en pleno proceso de expansión, ahora era poco más que un cascarón vacío.

Desde que el Dr. Asatur había comenzado a trabajar en su plan para eliminar a Alisa, el metamorfo había decidido que Axork se convertiría en el escenario del próximo enfrentamiento contra ella. Durante el incidente de Kubeigh, todo había sucedido de forma repentina y descontrolada, y se habían producido millones de bajas civiles. Alisa había tenido el control de la situación hasta el punto que había podido permitirse el lujo de jugar con su oponente. En aquella otra ocasión, Asatur planeaba que todo fuera diferente, y Satsuki esperaba que aquel metamorfo supiera lo que hacía. Por mucho que había intentado mantenerse en forma, afinar sus reflejos y planear aquel enfrentamiento, la Comandante Aldrich seguía sin tener ni idea de cómo iba a lograr vencer a alguien que ya la había derrotado con tantísima facilidad. No importaba cuánto llevase su cuerpo al límite o afinase sus habilidades con la espada, cuando su enemiga simplemente podía anularla por completo con un mero pensamiento.

- Sí, estoy bien...- Mintió Satsuki- Algo nerviosa, supongo.

Satsuki paseó la mirada por la ciudad a su alrededor, mientras permanecía sentada en el suelo en una plaza con el suficiente espacio abierto como para que ella cupiese sin tener que derribar algunas estructuras para hacer sitio. La mampostería de mármol gris del suelo alrededor de ella se había echado completamente a perder, cediendo y agrietándose bajo su peso. Al principio, mientras permanecía sentada, Satsuki había tratado de acomodarse y apoyar la espalda contra un edificio de unos cien metros de altura. Sin embargo, la estructura de ladrillos y hormigón había resultado ser demasiado frágil y se había derrumbado parcialmente, incapaz de aguantar la presión. Ante aquella situación, la titán se había limitado a clavar su cuchilla psiónica en el suelo de la plaza, frente a ella, y permanecer sentada con las piernas cruzadas mientras mantenía firmemente sujeto en su mano derecha un oscuro cilindro metálico de unos treinta metros de largo y cinco de diámetro que el Dr. Asatur le había entregado.

Aunque los daños colaterales eran algo que la titán había acabado por considerar una consecuencia inevitable de su presencia y había logrado aprender a no darles importancia, al menos en aquella ocasión Satsuki respiraba algo más tranquila al saber que Axork había sido mayormente evacuada en el último mes. A excepción de un reducido número de civiles que se habían negado a marcharse, aquello era prácticamente una ciudad fantasma desde hacía semanas. Las calles estaban desiertas, a excepción de un gran número de vehículos abandonados. Los edificios parecían cáscaras grises desprovistas de vida, con todas sus luces apagadas. No importaba cuántas veces Satsuki mirase hacia las ventanas de cristal de aquellas estructuras, nunca alcanzaba a ver a nadie. Si bien la ciudad no estaba completamente vacía, resultaba evidente que los habitantes que quedasen allí querrían estar lo más lejos posible de ella. Realmente, no podía culparlos, después de su espectacular fracaso a la hora de proteger Kubeigh. Al menos, en aquella ocasión, cuando luchasen en la ciudad y todo quedase nuevamente reducido a ruinas, las bajas civiles serían muchísimo menores, ahora que la mayor parte de la población de la ciudad había sido enviada a Shileek, que ya había sido descontaminada y, debido a los acontecimientos recientes, disponía de espacio de sobra para albergar refugiados.

- Intenta tranquilizarte- Le pidió Asatur- Necesito que estés concentrada. Estamos arriesgando muchísimo con este plan.

- ¿Estamos...?- Preguntó Satsuki, con cierto desdén.

Satsuki apretó ligeramente los dientes, sintiendo rabia e impotencia ante las palabras de aquel metamorfo que permanecía oculto en una instalación subterránea bajo aquella ciudad fantasma. Asatur hablaba como si ambos estuvieran juntos en aquello, como si ambos compartiesen una meta en común; pero la realidad era que ella no era más que un peón sacrificable, un mero escudo de carne para que él se cubriera. Asatur no estuvo en frente de Yersinia Terra, luchando contra las tropas del Comandante Ironclaw, no estuvo en Kubeigh cuando Alisa atacó la ciudad, no estuvo en Brackken cuando la Almirante Nakamura arrasó la flota de Deimos y nunca estuvo allí arriesgando algo junto a ella. Él se limitaba a permanecer oculto como una alimaña bajo una roca, mientras confiaba ciegamente en que el monstruo que había creado fuese lo bastante fuerte como para destruir a sus enemigos.

- Yo estoy arriesgando mi vida por tus planes, otra maldita vez- Refunfuñó Satsuki, incapaz de limitarse a guardar silencio ante aquella ofensa- Pero tú... ¿qué estás arriesgando, Doctor?

- A ti, Satsuki- Respondió al instante el científico- Tú eres lo que me arriesgo a perder si esto sale mal.

- Oh, vaya...

Ante aquellas palabras, Satsuki no pudo evitar dejar salir una risa incómoda. No recordaba haber tenido motivos para reír en muchos años, pero finalmente sus labios se habían curvado en una sarcástica sonrisa y había dejado salir algo de aire por la nariz.

- ¿Qué significa eso, Asatur?- Preguntó Satsuki- ¿Debo entender que te preocupas por mí o que soy tu propiedad?

El canal de comunicaciones permaneció en silencio durante casi un largo minuto, con aquella leve estática aún zumbando en el dispositivo que la titán tenía en el cuello de su mono de nanofibras. Haber logrado hacer sentir incómodo a aquel metamorfo dio a Satsuki una fugaz sensación de satisfacción, como si dejar sin palabras al retorcido hombre que tenía su vida entre sus deformes y nudosos dedos fuese una pequeña victoria. Era una victoria fútil, e incluso contraproducente, pero en cierto modo le resultaba mucho más gratificante que la mayoría de victorias en combate que había obtenido a lo largo de su vida.

- Ahora no es el momento para esto, Satsuki- Acabó finalmente respondiendo el Dr. Asatur, en un tono que no disimulaba cuánto le molestaban aquellas palabras.

- Entonces... ¿cuándo lo será?- Insistió Satsuki, probándose a sí misma qué tan lejos estaba dispuesta a llegar con aquel asunto- Por lo que sé, podría morirme dentro de otros cincuenta años, al final de esta semana o quizás en las próximas horas... ¿Cuándo será el momento? ¿Cuándo me muera y deje de ser un problema sin resolver para ti?

Un borboteante sonido, realmente difícil de describir, resonó a través del canal de comunicaciones. Aunque no había forma de estar segura de ello, Satsuki asumió que aquello que oía era aquel metamorfo suspirando a través de su deforme tráquea.

- ¿Aún sigues dándole vueltas al factor de expiración?- Preguntó Asatur, aún notablemente molesto por el rumbo que había tomado aquella conversación- Ya han pasado casi cincuenta años desde que te lo quité.

- No soy estúpida, Asatur- Respondió Satsuki, con resentimiento.

Nuevamente, el canal de comunicaciones enmudeció durante algunos segundos. Satsuki no estaba segura de si el Dr. Asatur estaba eligiendo cuidadosamente las próximas palabras con las que trataría de manipularla, o si sencillamente estaba considerando cerrar el canal de comunicaciones para no tener que admitir sus propios pecados. Desde que se habían reencontrado en Karmash, tras la deserción del antiguo Científico Jefe de Prometheus Labs, Satsuki siempre había sido extremadamente cuidadosa a la hora de tratar con aquel metamorfo. Incluso durante todos aquellos años que lo dio por desaparecido, nunca se atrevió a contrariar sus instrucciones o hablar abiertamente con nadie de lo mucho que lo odiaba. Incluso antes de que sus sospechas se confirmasen, la titán ya había asumido que su vida seguía estando en las manos de su creador. Sin embargo, las desagradables manos de aquel metamorfo ya no eran las únicas que mantenían agarrada su atormentada alma.

Lo cierto era que el factor de expiración de Prometheus Labs había pasado de ser la única amenaza para su vida a convertirse simplemente en una más. Se encontraba en aquella ciudad aguardando para tender una trampa aquella la mujer que ya la había derrotado de forma humillante, a punto de librar una batalla que realmente no esperaba ser capaz de ganar. Incluso las propias máquinas de guerra de Phobos ya parecían estar dejándola atrás. Había cada vez más cosas a parte de aquella enfermedad artificial que podrían acabar con su vida en cualquier momento. Incluso con el factor de expiración de Prometheus Labs dentro de su cuerpo, había muchísimas posibilidades de que no viviera el suficiente tiempo como para sufrir de nuevo sus efectos. En aquellas circunstancias, aunque sabía que en algún momento necesitaría arrastrar de nuevo por el suelo el poco orgullo que le quedaba para suplicar al Dr. Asatur que la curase de nuevo, tampoco quería morir sin atreverse a echarle en cara al metamorfo todo lo malo que le había hecho.

- Lo hiciste una vez ¿Por qué no lo harías una segunda?- Continuó Satsuki- Tú mismo me lo dijiste. Cuando las titanes cumpliésemos nuestro propósito, sería necesario deshacerse de nosotras... ¿Por qué iba a ser diferente ahora?

- En aquella época tuve que tomar decisiones difíciles- Admitió Asatur, con cierto pesar- No estoy orgulloso de la mayoría de ellas. Tengo mucho de lo que arrepentirme.

A pesar de todos los años que habían pasado desde aquella conversación con el Dr. Asatur en Karmash, Satsuki aún recordaba la frialdad y el desdén con los que el metamorfo le había hablado. La naturalidad con la que le había explicado la necesidad estratégica de deshacerse de ella y de sus compañeras demostraba que Asatur no era mejor que aquellos demonios corporativos a los que tanto ansiaba destruir. En aquel momento, medio siglo atrás, el hecho de que Satsuki le hubiera reprochado lo que había hecho no parecía ser más que una inconveniencia menor para aquel metamorfo, una mera situación incómoda que no tardaría en olvidar una vez que ella estuviera muerta como el resto. En sus palabras no había nada que indicase que tomar aquella decisión había sido difícil para él, y por supuesto no había rastro alguno de arrepentimiento. Ni lo había por aquel entonces, ni lo había medio siglo después.

- Ojalá las cosas hubieran podido ser de otra forma, Satsuki- Dijo Asatur, al tiempo que volvía dejar que un largo suspiro se oyese a través del comunicador.

- ¡No me vengas con esas, Asatur! Ambos sabemos que todo ha salido exactamente como tú querías que saliera- Protestó Satsuki al instante, dejando salir aquellas osadas palabras que en otras circunstancias se habría limitado a reprimir- Mi vida nunca ha sido exactamente una prioridad para ti.

Satsuki notó cómo su corazón latía más deprisa y su respiración se aceleraba. Aunque sentía una sensación de liberación al dejar salir aquellas palabras, no podía evitar sentirse incómoda ella misma al hablar. Era como si cada palabra fuese una espina profundamente clavada en sí misma, que dolía mientras permanecía clavada, pero también seguía doliendo al arrancarla. Al mismo tiempo, a pesar de sentirse aliviada al descargar su frustración contra el hombre que la atormentaba, no se deshacía por completo del miedo a las consecuencias de sus palabras. A pesar de que parecía tenerlo todo en contra, Satsuki aún seguía siendo lo suficientemente ilusa como para aferrarse a la posibilidad de sobrevivir a todo lo que se le venía encima. Si no moría a manos de Alisa, el ejército de Phobos ya había demostrado de todas formas tener armas capaces de herirla o incluso matarla. Y si no era el ejército de Phobos quien la mataba, entonces seguía siendo aquel metamorfo quien tendría la última palabra sobre su vida o muerte. Sin embargo, la Comandante Aldrich no era lo suficientemente optimista como para creer que Asatur estaba pensando si dejarla vivir o no. La titán sabía perfectamente que aquel retorcido científico había tomado la decisión hacía muchos años, y aunque sus palabras dijesen lo contrario, nunca había realmente cambiado aquella decisión.

- Tú me quieres muerta, ¿verdad?- Le preguntó Satsuki, diciendo sin tapujos lo que llevaba años pasándosele por la mente- Simplemente no quieres que me muera antes de cumplir con mi parte en tus planes.

- ¡Tú no eres quien para reprocharme nada, Satsuki!- Le espetó finalmente el Dr. Asatur, perdiendo la paciencia- ¡Todo lo que tienes me lo debes a mí! Sin mi Fórmula Titán nunca habrías sido nadie, si no te hubiese salvado la vida hubieras muerto como un animal enfermo y si yo no te hubiese dado un propósito seguirías masacrando a miles de inocentes por orden de Black...

Casi sin darse cuenta, como un simple acto reflejo, Satsuki apretó los dientes con rabia y golpeó el suelo de aquella plaza en la que estaba sentada con su puño izquierdo, causando que todas las estructuras a su alrededor se estremecieran y la mampostería se agrietase aún más en un centenar de metros a la redonda de su posición. Aunque el laboratorio de Prometheus Labs en el que se encontraba Asatur era una instalación subterránea situada a unos doscientos metros bajo aquella ciudad, el golpe produjo un estruendo que resonó por buena parte de la ciudad, y probablemente se transmitió levemente a través del terreno. Si bien aquel golpe no era más que una consecuencia de su frustración y no había sido su intención provocar un pequeño seísmo que sacudiese aquella instalación, era probable que el temblor hubiera sido perceptible desde allí abajo. O, al menos, el Dr. Asatur enmudeció en el preciso instante en que el puño de la Comandante Aldrich impactó contra aquel maltrecho suelo.

- ¡Que suerte la mía!- Gritó Satsuki, malhumorada- ¡Ahora puedo matar en tu nombre en lugar de en el de Black! Mucho mejor, ¿verdad?

La desagradable respiración del metamorfo se había acabado por acelerar, y era perfectamente audible a través del canal de comunicaciones. La habitual calma y frialdad del Dr. Asatur había desaparecido por unos instantes. Sin embargo, Satsuki podía escuchar largas inhalaciones y exhalaciones de aire por parte del metamorfo, como si estuviera haciendo lo posible por respirar hondo y calmarse.

- Vamos a tranquilizarnos, Satsuki- Dijo el Dr. Asatur, recuperando forzosamente su habitual serenidad- Nos guste o no, estamos juntos en esto. Ya no hay vuelta atrás. Necesitamos que este plan funcione o de lo contrario... se acabó para nosotros.

Satsuki cerró los ojos y también respiró hondo. Cuando los abrió de nuevo, la titán centró su atención en el grisáceo cielo erebiano sobre su cabeza. Ya había atardecido, y en pocas horas anochecería. Por el momento, la ciudad de Axork permanecía en calma, pero aquella era solo la calma que precedía a la tormenta. La Comandante Aldrich sabía perfectamente que ella misma era el objetivo de la titán enemiga, y que era probable que su ubicación se hubiese visto comprometida. Ya había resultado difícil de por sí lidiar con los espías cuando Deimos se encontraba en su mejor momento, y ahora que la organización atravesaba la mayor crisis de su historia, Satsuki no dudaba que había ojos y oídos por todas partes. Tan pronto como el Comandante Black diese la orden, Alisa probablemente se dirigiría en línea recta hacia aquel lugar, sabiendo perfectamente dónde se encontraba. Satsuki no tenía ni idea de por qué Phobos se estaba tomando tanto tiempo para mover ficha, polo era cuestión de tiempo que aquella otra titán se presentase allí para romper sus retorcidas promesas y acabar lo que empezó.

- Se acabó para mí- Le corrigió Satsuki, algo más calmada- De hecho, por lo que sabemos, Alisa podría venir aquí en cualquier momento... ¿Cómo es que aún no te has ido de Axork?

- Esta vez no me marcho, Satsuki- Respondió Asatur, manteniendo el tono de voz calmado que había logrado recuperar- No puedo dejar nada al azar. Tengo que quedarme y asegurarme personalmente de que el inhibidor funciona.

En aquel momento, Satsuki hubiera deseado tener al Dr. Asatur delante en lugar de encerrado en aquel complejo subterráneo, doscientos metros bajo ella. Le habría gustado poder expresar su condescendencia con algo más que simples palabras enviadas a través de su dispositivo de comunicaciones y distorsionadas por la estática.

- Vaya, ¿significa eso que, si yo me muero, morimos los dos?- Preguntó Satsuki, con cierto deleite ante aquella situación.

- Supongo que sí, Satsuki- Respondió el metamorfo- Así que espero que no te mueras y que el inhibidor funcione. Recuerda que, para asegurarnos, hay que usarlo a muy corto alcance. De lo contrario el efecto podría atenuarse, y dudo que tengamos una segunda oportunidad.

Satsuki volvió a dedicar una mirada indiferente al cilindro metálico negro al que se aferraba con su mano derecha, el cual no había soltado en varias horas. No le sorprendía demasiado tener que arriesgar su vida en un plan que rozaba el suicidio, teniendo en cuenta que ni siquiera estaban seguros de que el inhibidor psiónico fuese a funcionar en Alisa. Para bien o para mal, ya se había hecho a la idea de que al Dr. Asatur no le preocupaba lo que a ella pudiera pasarle. Sin embargo, el hecho de que el metamorfo fuese a quedarse en Axork era algo que sí la sorprendía. En las últimas semanas, Satsuki había dado por hecho que, si ella moría, Asatur se habría limitado a desaparecer y ocultarse de nuevo, como ya lo había hecho en Karmash. Quizás aquello pusiese fin a sus ambiciones de destruir Phobos, o quizás le motivase a recurrir de nuevo a la Fórmula Titán y encontrar a una nueva marioneta. En cualquier caso, había asumido que ella era prescindible y que Asatur no dudaría en sacrificarla para lograr sus objetivos. El hecho de que el científico fuese a quedarse en la ciudad durante el inminente enfrentamiento era algo que rompía sus expectativas. Sin embargo, aquello en realidad no cambiaba demasiado la situación. Su opinión sobre el Dr. Asatur no iba a cambiar solo porque el metamorfo decidiese asumir un riesgo calculado. Al fin y al cabo, todo aquello seguía formando parte de sus ambiciones; no era ningún gesto de buena voluntad hacia ella.

- Se me ocurren tantísimas formas en las que esto puede salir mal...- Murmuró Satsuki, aún con la mirada de sus ojos rojos aún puesta en el cilindro.

- Entonces más te vale pensar una forma de...

Asatur se calló de repente y no llegó a terminar aquella frase. Aquel silencio espontáneo hizo que Satsuki sintiese un leve escalofrío. Aquel metamorfo no era la clase de persona que acostumbraba a quedarse con la palabra en la boca, ni siquiera aunque estuviese trabajando en algo importante al mismo tiempo que hablaba. Algo no iba bien en aquella instalación subterránea.

- ¿Qué pasa?- Preguntó la Comandante Aldrich.

- Un momento, Satsuki- Se limitó a responder el científico.

Tras pronunciar aquellas palabras, el Dr. Asatur permaneció en silencio durante lo que parecieron ser varios minutos. Satsuki se puso de nuevo en pie, incapaz de seguir sentada mientras los nervios volvían a apoderarse de ella. Definitivamente, algo no iba bien, y en cualquier momento su comunicador volvería a zumbar con la voz de aquel metamorfo diciéndole lo que no quería oír. Casi como acto reflejo, Satsuki se cambió de mano aquel cilindro para dejar su mano derecha libre y desclavó con ella del suelo su cuchilla psiónica. Sus dedos se aferraron con fuerza a la empuñadura de aquel arma, aún recordando lo que le había pasado la última vez que cometió el error de soltarla. Mientras sostenía la cuchilla psiónica en una mano y el cilindro en otra, Satsuki comenzó a caminar de forma errática y algo paranoica por sus alrededores, aunque sin alejarse demasiado del punto donde se encontraba. Cada paso que daba hacía que el asfalto crujiese bajo sus botas. No le preocupaba causar daños a aquella ciudad, y menos después de que el Señor Taggart se hubiese encargado de gestionar la evacuación casi un mes atrás. Después de lo que había sucedido en Kubeigh, Satsuki sabía que Axork estaba condenada a ser reducida a escombros desde el simple momento en que Asatur la había elegido como lugar para aquella batalla. Sin embargo, sí que le preocupaba que Alisa la pillase por sorpresa y pusiese patas arriba el plan que habían elaborado contra ella.

Satsuki continuaba girando sobre sí misma de forma brusca, paseando la mirada por el horizonte y vigilando el cielo. La titán mantenía el oído atento ante cualquier sonido que proviniese de su comunicador o cualquier cosa que pudiese oír a su alrededor que pudiera indicarle que su enemiga se acercaba. Sin darse cuenta, acabó alejándose algunos pasos del lugar donde se encontraba, adentrándose en una parte de la ciudad que aún no había sido dañada y provocando los primeros destrozos cuando sus botas sísmicas se encontraron con aquellas frágiles estructuras. Lo cierto era que, a pesar de ser una ciudad que llegó a albergar instalaciones importantes de Prometheus Labs, Axork apenas tenía estructuras que siguieran el característico patrón arquitectónico de Phobos. Quizás los experimentos que se llevasen a cabo en aquellos complejos subterráneos fuesen lo suficientemente volátiles como para que Prometheus Labs considerase demasiado arriesgado invertir en modernizar la ciudad, o quizás simplemente el Dr. Moebius no quisiera que los ejecutivos de Phobos metiesen las narices en lo que se hacía allí y todo fuese una simple cuestión de discreción. De un modo o de otro, la ciudad no tenía apenas edificios de oricalco y estaba compuesta casi completamente por estructuras cuyas azoteas apenas le llegaban a Satsuki a la altura de las rodillas, y ni un solo edificio en toda Axork parecía sobrepasar su cintura. En aquella situación, la visibilidad era buena y el entorno era lo suficientemente frágil como para que aquellos edificios no obstaculizasen sus movimientos durante el combate.

Después de varios minutos más de silencio en el canal de comunicaciones, la titán acabó perdiendo la paciencia y gritándole a su propio comunicador.

- ¡Dime algo, Asatur!- Gritó Satsuki- ¿Qué está pasando?

El comunicador permaneció emitiendo un leve zumbido durante unos segundos, pero en seguida el Dr. Asatur se apresuró a responder.

- Estoy tratando de confirmarlo, pero me informan que hemos perdido contacto con varios de nuestros puestos de observación en lo que queda de Yersinia Terra- Le informó Asatur- Aproximadamente cuatro mil kilómetros al norte-noreste.

Satsuki se volvió al instante a mirar en la dirección que Asatur le había indicado, mientras mantenía vigilados los cielos. Su respiración volvió a acelerarse, y su corazón golpeaba con fuerza dentro de su pecho. La mano que sostenía su cuchilla psiónica comenzó a temblar levemente. En aquel momento, su mente era un caos. Su atención alternaba entre vigilar el horizonte y recordar todo lo que había sucedido cuando se enfrentó a su enemiga en Kubeigh. La diferencia de poder entre ambas era insalvable, no había forma de que ella pudiera ganar en un enfrentamiento directo. Si el prototipo de inhibidor que Asatur había finalizado a contrarreloj no funcionaba, sería su fin.

Se ha perdido contactocon un destacamento completo, trescientos kilómetros al sur del últimoencuentro- Informó de nuevo Asatur- Es imposible que sea casualidad. Prepárate,se dirige hacia aquí.

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