Capítulo 20

Satsuki se apresuró a escupir una bocanada de aquellas contaminadas aguas y volvió a ponerse en pie mientras jadeaba. La boca le sabía a una desagradable mezcla entre sangre y sal, con un sucio regusto a algún vertido químico que no era capaz de identificar por su mero sabor. Su agujereado mono de nanofibras se encontraba teñido en su mayor parte de un tono ligeramente azulado. Aquella repugnante sangre de trillador que se mezclaba con el agua había resultado ser mucho más viscosa de lo que parecía a simple vista. Incluso estando diluida por el agua de mar, aquella sustancia seguía ensuciando todo lo que tocaba. Aquellas manchas azules habían salpicado ligeramente a su pálido rostro, y su cabello se encontraba empapado y enmarañado. Aunque no tenía tan mal aspecto como lo había tenido tras perder aquel enfrentamiento contra Alisa varias semanas atrás, la Comandante Aldrich definitivamente no se encontraba en su mejor momento.

La titán se aferró a su espada con ambas manos y continuó respirando a un ritmo acelerado, esforzándose por escupir todo lo que pudiera de aquel asqueroso líquido que le había entrado en la boca. Donde se encontraba, las aguas no debían tener más de cien o ciento veinte metros de profundidad, pero aquello no le había impedido acabar sumergiéndose por completo en ellas tras ser derribada una y otra vez. Aunque su prodigioso metabolismo se apresuraba a estabilizarse y regenerar cualquier daño interno que su carne hubiera podido resistir, lo cierto era que todo el cuerpo le dolía. Por más que odiase admitirlo, la Almirante Nakamura había resultado ser una enemiga mucho más formidable de lo que ella había dado por hecho. Cuatro horas atrás, cuando comenzó a arremeter contra ella, había supuesto que no sería demasiado diferente de destruir un tanque Black. Sin embargo, no podría haber estado más equivocada.

- De nuevo en pie...- Elogió Yomi, simulando cierta condescendencia.

La Comandante en Jefe de Deimos miró con resentimiento a aquel enorme acorazado que navegaba en círculos a su alrededor. Ambas se encontraban a algo más de dos kilómetros de la costa. Satsuki había intentado mantenerse alejada de Brackken, sin llegar a adentrarse tanto en el mar como para que el agua le llegase a la cintura y le impidiese por completo moverse con un mínimo de agilidad. Sin embargo, a pesar de las precauciones que había intentado tomar, había sido prácticamente imposible preservar de todos los daños aquella ciudad costera que había intentado proteger. Durante casi cuatro horas, ella había atacado a la Almirante de Phobos con todo lo que tenía, y aquella máquina no había dudado en responder con contundencia. Ambas habían realizado disparos de artillería psiónica que habían causado ondas de choque y estremecido las aguas con gran violencia. Algunos disparos de los cañones Esper que Satsuki había logrado esquivar habían seguido su trayectoria hacia tierra firme, remodelando violentamente el paisaje. Todas las áreas cercanas a la costa habían quedado prácticamente inundadas por el oleaje que los movimientos de ambas y las ondas de choque residuales de los ataques habían causado. Los disparos de artillería psiónica prácticamente habían desintegrado parte de la línea de costa, provocando seísmos en kilómetros a la redonda y creando nuevos accidentes geográficos donde Argus le ganaba algo de terreno a la provincia de Ebon Enclave.

Naturalmente, la ciudad de Brackken se había visto afectada por el cataclismo que la titán y la IA estaban causando al combatir de aquella forma tan cerca de la línea de costa. Varias olas gigantes habían devorado por completo el puerto de la ciudad y los edificios más cercanos a la orilla. Casi todas las calles de la ciudad habían quedado inundadas, y aquella mezcla de agua y sangre de trillador había arrastrado estructuras, vehículos y personas por igual. Aquellas estructuras de cemento y ladrillos no habían sido mucho más resistentes que un castillo de arena cuando el agua había arremetido contra ellas, como si el mar estuviese furioso y resentido al ser perturbado por aquel conflicto.

Aquel viscoso líquido azul se había impregnado en todo, tiñendo gran parte de la desolada ciudad de aquel color. Los disparos de artillería psiónica errados por los cañones Esper de Yomi habían, en el mejor de los casos, causado algunos patrones lineales de destrucción en el paisaje urbano. En el caso más extremo, un disparo de alta potencia contra la línea de costa había dividido la ciudad entera en dos mitades separadas por un azulado, tóxico y maloliente canal. Aunque la Almirante de Phobos no tomaba la ciudad como objetivo directamente, no parecía contenerse en sus ataques solo por el posible daño colateral que pudiesen causar. Al principio del combate, cuando Satsuki aún daba por hecho que Yomi sería una enemiga fácil de destruir, la titán pensaba que había llegado a tiempo de vengar a su flota y evitar que aquella ciudad se sumase a la lista de bajas de Deimos. Sin embargo, ya no había margen para el optimismo. Resultaba evidente que los daños eran catastróficos. Incluso si la destrucción se detuviese en aquel preciso instante y el agua lentamente volviese al mar, la sangre de trillador probablemente dejaría el área inhabitable durante algunos años. Una vez más, sus intentos por salvar una ciudad habían terminado con la ciudad en ruinas y millones de pérdidas humanas.

Cada vez que se ponía en pie y lo intentaba de nuevo, Satsuki tenía menos y menos expectativas de lograr hundir aquel barco. Sabía que los acorazados de Clase Serenity tenían un campo de fuerza mucho más formidable que el de un tanque Black, pero aun así la titán había esperado ser capaz de colapsarlo de unos pocos golpes. Sin embargo, llevaba horas levantándose, atacando, fracasando y siendo derribada de nuevo. En las raras ocasiones en las que sus puños, botas o espada lograban impactar contra la barrera que protegía a la Almirante de Phobos, el campo de fuerza siempre resistía sin inmutarse. Satsuki no podía evitar recordar lo que sintió al tratar de atravesar el campo de fuerza de Alisa; era como si cuando aún era humana se hubiese obsesionado con atravesar un panel de oricalco a puñetazos. Solo lograba darse de bruces una y otra vez contra un imposible. Aunque sabía que cada golpe con éxito contra el campo de fuerza probablemente extinguía varias de las baterías psiónicas de Yomi, resultaba imposible para ella saber de cuántas baterías disponía aquella máquina y cuántas horas más podría mantener el ritmo. Incluso a pesar de su prodigiosa resistencia y fisiología sobrehumana, Satsuki notaba que poco a poco el cansancio y el dolor le iban haciendo mella.

- Adelante- La invitó Yomi, cediéndole de nuevo la iniciativa a su adversaria.

Satsuki apretó los dientes y se aferró con más fuerza a la empuñadura de su espada. Tras aquel enfrentamiento tan largo, ya había agotado con creces las baterías psiónicas de su espada y sus brazales. Lo único que le quedaba era recurrir al combate cuerpo a cuerpo. No tenía ningún motivo para pensar que la misma estrategia que le había estado fallando todas las veces anteriores le funcionaría en aquel momento, pero era la única opción que tenía. Si no lograba hundir a la Almirante Nakamura, entonces todas las pérdidas que Deimos había asumido habrían sido en vano. Cada vez le quedaban menos recursos, menos efectivos y menos confianza en ella por parte de sus subordinados. No podía permitir a Phobos salir indemne de aquel ataque contra su flota; no podía permitirse perder otra vez después de haber sido derrotada de forma tan humillante por Alisa en su anterior enfrentamiento. Aquel no era solo un combate para hacer que Phobos le rindiese cuentas por haber hundido su flota. Era un enfrentamiento para salvar su propia reputación como titán y rComandante; para recuperar el miedo y el respeto que un día fueron suyos. Quizás no lo hacía tanto de cara a sus subordinados, que seguían temiéndola y mostrando respeto a pesar de todo, como de cara a sí misma. Tenía que lograr demostrarse que la legendaria Comandante Aldrich seguía siendo algo más que un simple juguete roto. En aquel combate, el verdadero premio no era hundir aquel Serenity Mk III, sino aplicarle un parche a su dañada autoestima.

Desoyendo a su propio sentido común, que le advertía sobre lo mala que era aquella idea, Satsuki se lanzó de nuevo al ataque contra Yomi, cargando contra ella. Aunque el nivel del agua le llegaba hasta la mitad del muslo, la líder de Deimos tenía la suficiente fuerza física como para que el efecto ralentizador en sus movimientos de aquel volumen de agua fuese mínimo. El mar a su alrededor se embraveció con violencia mientras ella embestía contra la embarcación enemiga, sosteniendo su filo con ambas manos para tratar de poner la mayor cantidad de fuerza posible en cada golpe. La resistencia de aquel campo de fuerza no podía ser infinita, tarde o temprano tenía que acabar colapsándose. Si ponía más fuerza en cada impacto, lograría extinguir más baterías cada vez que lograse golpear las defensas de su oponente.

Los sensores ópticos de Yomi percibieron los movimientos de la titán, y la IA calculó su trayectoria de movimientos más evidente. A pesar de la desventaja que implicaba para ella luchar en el agua, Satsuki era lo bastante rápida para recorrer varios kilómetros en apenas unos segundos y era capaz de reaccionar con la suficiente agilidad para evitar los disparos de los cañones Esper si podía ver venir los ataques. Aunque no era la clase de oponente que Yomi ansiaba, era innegable que aquella titán era muy superior a cualquier otra unidad enemiga con la que se hubiera enfrentado desde que había entrado en servicio activo. La Almirante no lo exteriorizaba, pero lo cierto era que, tras cuatro horas de combate, Satsuki la había hecho perder algunos miles de baterías. Sus niveles energéticos no se encontraban comprometidos, pero aquel enfrentamiento había cruzado el umbral de lo rentable hacía varias horas.

Yomi apuntó a la Comandante Aldrich con una de sus baterías psiónicas y luego utilizó otras dos para apuntar a posiciones aparentemente aleatorias alrededor de su posición. Cuando el primer cañón Esper disparó una onda de choque telequinética contra Satsuki, la titán logró distinguir un patrón y anticiparse al disparo, desviándose ligeramente hacia su izquierda para evitar el impacto. Sin embargo, ella no era la única que había aprendido sobre su enemiga durante aquel largo enfrentamiento. Cuando los sensores ópticos de Yomi detectaron el movimiento evasivo por parte de Satsuki, la Almirante abrió fuego con las otras dos baterías de cañones Esper, aprovechando aquel momento de vulnerabilidad en el que la titán no sería capaz de evadirla.

Satsuki apretó los dientes y dejó escapar un gruñido a causa del dolor. Aunque la mayoría de armas creadas por el ser humano fuesen inocuas contra ella, aquellos cañones Esper estaban completamente a otro nivel. Aquel fuego de supresión por parte de Yomi logró tres impactos contra ella en el vientre y muslo y brazo izquierdos. La onda de choque telequinética de aquellos disparos le recordaba al efecto de las lanzas psiónicas de Alisa, aunque a menor intensidad. Aunque no tenían la potencia suficiente para atravesar su cuerpo de punta a punta del mismo modo que los ataques telequinéticos de aquella otra titán, los cañones Esper sí que eran capaces de abrir agujeros en su mono de nanofibras y hacerla sangrar. En un cuerpo humano normal, aquello habría sido el equivalente a recibir un disparo de bajo calibre que, en el mejor de los casos, habría resultado incapacitante; si no directamente letal. Sin embargo, Satsuki no había dejado de ser una supersoldado por el simple hecho de que invulnerabilidad se hubiera visto comprometida. Seguía siendo necesario algo más que unos cuantos agujeros en su carne para detenerla.

Ignorando el dolor que le producían aquellas heridas abiertas, Satsuki sostuvo su espada solo con la mano derecha, para evitar que su herido brazo izquierdo la entorpeciera. Sin perder el equilibrio por culpa de la herida de su muslo, Satsuki logró finalmente tener a Yomi al alcance de cuerpo a cuerpo. Sabiendo que aquella situación no duraría demasiado, la titán propinó una potente estocada contra el campo de fuerza, que no logró hacerlo ceder. A pesar de aquel dolor de su brazo izquierdo, la desesperada titán volvió a sostener aquella cuchilla psiónica descargada con ambas manos y logró propinar una serie de tres golpes rápidos contra el impenetrable campo de fuerza antes de que la almirante hiciese algo para defenderse aquel asedio.

Antes de que Satsuki pudiese seguir castigando su campo de fuerza, Yomi acumuló energía en un dispositivo discretamente situado en la sección inferior de su casco, por debajo de la línea de flotación. A continuación, la Almirante emitió una potente nova telequinética radial que repelió con violencia todo cuanto se encontraba a su alrededor. Millones de toneladas de agua fueron violentamente desplazas en todas las direcciones, formando un nuevo maremoto y provocando que un enorme tsunami castigase aun más la costa y la ruinosa ciudad cercana. Satsuki salió lanzada por los aires como una muñeca de trapo. La potencia de aquella nova fue tal que la titán recorrió varios kilómetros a causa del lanzamiento y acabó estrellándose contra la línea de costa, a algo menos de medio kilómetro del límite de la ciudad.

A pesar de aquel brutal impacto contra tierra firme, Satsuki reaccionó poniéndose rápidamente en pie y recuperando la verticalidad casi al instante. Yomi utilizó sus escáneres biológicos para sondear a su enemiga. Aunque apenas hacía unos segundos que había logrado herirla gracias a sus disparos, las heridas se regeneraban rápidamente, y no parecía que se hubiera fracturado huesos o abierto nuevas heridas al estrellarse contra la costa de forma tan violenta. La resistencia de aquella mujer era prodigiosa. El emisor de novas psiónicas era un arma diseñada para acabar con flotas enteras de un solo ataque, y era sobradamente capaz de despedazar de un solo impacto a monstruos marinos mucho más grandes que una supersoldado de Clase Titán. Sin embargo, aunque no resultase tan colosal e imponente como un trillador reina, Satsuki había demostrado ser muchísimo más fuerte y resistente que cualquier kaiju que la IA hubiese enviado al fondo del mar. Aquella era la diferencia entre un mero monstruo erebiano y una supersoldado creada por el genetista más brillante de la historia de Prometheus Labs.

Aunque se hubiese vuelto a poner en pie, Satsuki respiraba a un ritmo cada vez más acelerado y le costaba mantener una postura erguida por culpa de la herida de su muslo. Los dedos de su mano derecha se aferraban con cada vez menos fuerza a la empuñadura de su espada, la cual era un milagro que no se hubiese escapado de su agarre y hubiese acabado perdida en aquel contaminado mar por culpa de la nova psiónica. La mano izquierda de Satsuki se palpaba la herida abierta del vientre, la cual continuaba sangrando y supurando aquella sustancia negra que su cuerpo generaba al regenerar heridas. Era innegable que aquellas heridas no representaban un verdadero riesgo de muerte para alguien como ella, pero aun así Satsuki no estaba acostumbrada a sangrar. El dolor era una sensación prácticamente nueva para ella, así como lo era el peligro ante una enemiga capaz de herirla. Mientras permanecía en pie junto a la costa, observando el devastado paisaje a su alrededor y esperando a que su respiración se estabilizase y sus heridas dejasen de sangrar, Satsuki no pudo evitar dudar. Volver a adentrarse en el mar y arremeter de nuevo con la Almirante Nakamura era una opción cada vez menos tentadora, especialmente conociendo de antemano cuál sería el resultado.

Una vez las revueltas aguas comenzaron a estabilizarse tras la nova psiónica, Yomi navegó hasta situarse a algo más de un kilómetro y medio de la costa, justo frente a la Comandante Aldrich. A continuación, aquel acorazado volvió a activar su proyector holográfico y aquella gigantesca réplica del avatar de Yomi volvió a materializarse a unos quinientos metros de la titán.

- Hay algo que no entiendo- Dijo Yomi, mientras los brillantes ojos rosas de su avatar se cruzaban con los ojos rojos de la titán.

Satsuki sintió de nuevo un leve escalofrío al ver aquel avatar holográfico. A lo largo de su vida, Satsuki había contemplado muchos horrores, e incluso le avergonzaba admitir que había sido la responsable de buena parte de ellos. Sin embargo, incluso para alguien como ella, había algo que la inquietaba en aquel avatar holográfico. No era la primera vez que veía una inteligencia artificial y no era la primera vez que se encontraba con el avatar de una mente compuesta enteramente por líneas de código. Sin embargo, que una masa flotante de oricalco de más de seiscientos metros con suficiente armamento para aniquilar un continente entero se hiciera pasar por una adolescente humana, intentando imitar de aquella forma su aspecto y su comportamiento, era algo que Satsuki encontraba de mal gusto. Y el hecho de que aquella máquina intentase tener un trato más personal con ella imitando su tamaño de aquella forma con su avatar holográfico resultaba casi una burla. Sin embargo, resultaba innegable que Yomi prácticamente llevaba ya cuatro horas jugando con ella de todas formas, y Satsuki se encontraba demasiado cansada, dolorida y malhumorada como para lanzarse sin más al ataque otra vez más. Si hablar con aquella máquina la hacía ganar algo de tiempo para que sus heridas se recuperasen, aquel era un precio que la titán estaba dispuesta a pagar.

- ¿Qué quieres?- Preguntó Satsuki, a regañadientes.

El avatar holográfico sonrió, tratando de exteriorizar satisfacción ante el hecho de que la Comandante Aldrich accediese a hablar con ella. Satsuki, por su parte, sintió un profundo desagrado al ver aquella figura translúcida curvar sus labios en una falsa sonrisa. Había algo en los movimientos y expresiones faciales de aquel avatar holográfico que la hacían sentir aún más artificial y forzosamente expresiva en comparación con el holograma de un humano real a través de un canal de comunicaciones.

- Los orgánicos despreciáis el dolor, ¿verdad?- Preguntó Yomi, con genuino interés- ¿Por qué seguir luchando entonces una batalla que no puedes ganar? ¿Por qué sigues sangrando por una causa perdida?

Satsuki frunció el ceño ante la pregunta. No estaba segura de si aquella máquina se lo preguntaba en serio, o era una peculiar forma de intentar burlarse de ella. Aquellas desesperadas arremetidas para tratar de atravesar su campo de fuerza y alcanzar el casco de oricalco no eran una forma de entregarse voluntariamente a sí misma a un mundo de dolor y frustración. Su desesperación estaba justificada. El verdadero dolor no era lo que le causaban aquellos disparos de cañón Esper, sino las promesas de sufrimiento y muerte que le esperaban si fracasaba. Quizás aquella máquina creyese ser una enemiga formidable, y de hecho lo fuese. Sin embargo, el mayor enemigo que Satsuki tenía ni siquiera formaba parte de Phobos. La mayor amenaza para su propia vida no eran un Serenity Mk III, y ni siquiera una titán psiónica. Su verdadero enemigo vivía dentro de su propia carne y fluía por sus venas. Todos aquellos desesperados intentos por destruir a la Almirante de Phobos, aún a costa de castigarse a sí misma con aquel dolor, eran un intento de complacer al metamorfo que tenía su vida en sus manos.

No había forma de explicarle a aquella máquina, incapaz de dar al concepto de mortalidad la importancia que merecía, lo que significaba para ella aquel enfrentamiento. Era imposible que la Almirante de la Megaflota entendiese que, aunque ella fuese una titán, hacía ya medio siglo que se sentía como un insecto atrapado bajo la suela de una bota. Todo atisbo de esperanza que había sentido en todos aquellos años había sido una farsa. Las exigencias que se habían depositado en ella seguían siendo demasiado pesadas, incluso para alguien como ella. El precio por fallar era la muerte, y el premio por cumplir con su misión era, en el mejor de los casos, completamente incierto. Llegados a aquel punto, Satsuki no esperaba recibir recompensa alguna por ninguno de sus logros, pero asumía que sería castigada por sus fracasos. El Dr. Asatur había fingido sentir compasión por ella, pero no era más que otra de sus mentiras. En el pasado, ella había sido capaz de perdonar a su creador por los horrores que sufrió en Chronos Complex y comenzar a verlo como una figura paterna. Pero lo cierto era que su verdadera familia llevaba muchos años muerta y Asatur no era su padre, sino más bien su amo. Un amo de palabras amables que no hacían justicia a su cruel forma de ver el mundo. Satsuki frunció el ceño visiblemente. Su creador la quería muerta, y aquello era algo de lo que no estaba dispuesta a hablar con aquella máquina, que hacía preguntas cuya respuesta jamás sería capaz de entender.

- No lo entenderías- Respondió Satsuki, con desdén- ¿Cómo iba alguien como tú a saber qué es el dolor? Ni siquiera estás viva, para empezar.

El avatar holográfico de Yomi dibujó una expresión decepcionada en su traslúcido rostro. Si hubiese tenido sentimientos reales, se habría sentido herida por aquellas palabras. Sin embargo, era cierto. El verdadero dolor era algo reservado para las formas de vida orgánicas. Todo lo que ella podía experimentar era una mera aproximación que no iba más allá de un sentimiento simulado, desencadenado por un flujo de metadatos arbitrariamente considerados negativos. Era algo que para ella era tal real como cualquier otra sensación que pudiese experimentar, pero que nadie además de ella sería capaz de comprender. Las otras máquinas que había conocido no experimentaban los mismos procesos que ella, y los orgánicos con los que se relacionaba nunca reconocerían un flujo de datos preconfigurado como una verdadera respuesta emocional. Aquello era algo que la Almirante había terminado por aceptar como parte de su propia realidad y contra lo que no trataba de luchar.

- Supongo que tienes razón- Respondió Yomi, tratando de transmitir una cierta apatía en su tono de voz.

Yomi evaluó sus opciones. Conocía la importancia de la Comandante Aldrich dentro de los planes del Comandante Black. Aunque sabía que aquella titán era difícil de matar, había evitado durante todo aquel enfrentamiento atacar a sus puntos vitales. Ni ella ni nadie sabía lo que le pasaría a una titán si su cerebro o su corazón eran destruidos; era una situación para la que sencillamente no existía ningún precedente. Por eso había evitado realizar cualquier disparo que pudiese derivar en un golpe letal contra la titán. Sin embargo, la propia Comandante en Jefe de Deimos parecía estar dándose cuenta de la futilidad de sus propios esfuerzos. El tiempo pasaba, y la carrera armamentística entre Phobos y Zyon no se detenía. Las titanes fueron el mayor logro de la organización siglo y medio atrás, pero la nueva generación de acorazados psiónicos había demostrado estar muy por encima de la mera fuerza física. Sin embargo, aunque se enfrentase a una enemiga a la que podría considerar obsoleta, Yomi no podía tratar a Satsuki como había tratado a Lyssa. El Comandante Black necesitaba que siguiera viva un poco más.

Mientras Yomi planificaba una estrategia para mantener bajo presión a su enemiga durante algo más de tiempo sin llegar a poner en peligro su vida, la Almirante de Phobos comenzó a recibir una transmisión entrante en su centro de comunicaciones interno. En el interior de aquel Serenity Mk III, muy lejos de los oídos indiscretos de la Comandante en Jefe de Deimos, aquella IA estableció un enlace de comunicaciones con otro oficial de Phobos. El canal de comunicaciones no era seguro, pero llegados a aquel punto, ni siquiera era necesario. De hecho, era probable que resultase más dañino para sus enemigos recibir aquel mensaje que permanecer ignorantes ante la nefasta situación en la que se encontraban.

- ¿Yomi? Klaus al habla- Anunció el Comandante Richter en el canal de comunicaciones.

Durante todo su enfrentamiento con la Comandante Aldrich, Yomi había permanecido atenta a los canales de comunicaciones de Deimos y había interceptado todas las transmisiones que sus sistemas le habían permitido. Había hecho lo posible por permanecer informada sobre el estado de la invasión en Yersinia Terra. Aunque el Comandante Richter había desplegado tanques Echo en el campo de batalla para estar preparado en caso de que Satsuki hubiese decidido elegir otro objetivo y defender la frontera, la Almirante ponía en duda la eficacia de aquellos vehículos contra una titán, especialmente después de haber luchado contra una durante varias horas. Lo cierto era que había sido una situación bastante favorable para las tropas de Phobos que la Comandante en Jefe de Deimos hubiese priorizado defender su flota sobre defender el límite del territorio. Aun así, aunque eliminando de la ecuación a la Comandante Aldrich las probabilidades de éxito de las tropas de Deimos eran prácticamente nulas, siempre quedaban variables en una situación de combate real que no podían simularse ni calcularse. La única forma de saber qué estaba pasando realmente era recibir informes de situación e interceptar transmisiones enemigas.

Recibir aquella comunicación entrante por parte del otro oficial de Phobos prácticamente confirmaba lo que la IA había calculado respecto a aquella invasión. Las tropas de Deimos se habían visto superadas en número, tecnología, logística y estrategia. No había forma alguna de que pudieran ganar aquella batalla. En realidad, sin la intervención directa de la Comandante Aldrich, era casi imposible que las tropas de Deimos pudiesen resistir en un enfrentamiento directo contra las de Phobos. Aquel era un conflicto que en circunstancias normales habría sido zanjado muchos años atrás.

- ¿Has terminado ya, Klaus?- Preguntó Yomi, sin molestarse en preguntar si la batalla había sido un éxito.

- Sí, ya hemos terminado- Le confirmó Klaus- El frente de Yersinia Terra ha caído. Sin el cordón defensivo, la provincia entera será nuestra en cuestión de horas.

- ¿Has podido capturar a la oficial enemiga que querías?

Ante aquella pregunta, el canal de comunicaciones permaneció en silencio durante unos segundos. En el centro de comunicaciones interno de Yomi, sus sensores ópticos observaban un proyector holográfico que proyectaba una traslúcida versión en tonos de rojo de la figura del Comandante Richter, mientras que su propio avatar holográfico era enviado al centro de comunicaciones del Magnus Bellum. Aquel oficial no parecía desprenderse de su habitual aspecto cansado y la expresión agria de su rostro, pero el sistema de reconocimiento facial de los sensores de Yomi alcanzaban a distinguir lo que parecía ser una muy sutil curvatura en sus labios, casi como si sin darse cuenta aquel oficial estuviera sonriendo.

- Sí, la Comandante Persephone está bajo nuestra custodia- Le respondió Klaus, manteniendo su habitual seriedad- La operación ha cumplido todos sus objetivos. Podemos considerarla un éxito rotundo.

Yomi no respondió ante aquellas palabras, pero realizó un intento de comunicación no verbal haciendo que su avatar holográfico al otro lado del canal de comunicaciones tratase de sonreír con amabilidad. Como era habitual en ella, el gesto no fue nada sutil, y el rostro de aquel holograma se desfiguró en una exagerada mueca que parecía sonreír con malicia. El Comandante Richter no reaccionó de ninguna manera ante la inquietante expresión facial de aquella adolescente holográfica. Estaba demasiado exhausto después de toda aquella operación y estaba demasiado acostumbrado a tratar con Yomi como para dejarse sorprender porque aquel avatar volviese a caer en el valle inquietante.

- Ya puedes desentablar combate- Le indicó Klaus- Nuestra presencia aquí ya no tiene nada que aportar.

La Almirante evaluó las implicaciones de una acción así por su parte. Era cierto que aquel combate ya era un malgasto de baterías psiónicas y que, en principio, su único propósito tras hundir a Lyssa era mantener ocupada a la titán y ganar tiempo para las tropas del Comandante Richter. Sin embargo, resultaba difícil de predecir lo que sucedería si privaba a la Comandante Aldrich de algo contra lo que seguir embatiendo una y otra vez.

- Si exfiltro ahora, la Comandante Aldrich podría decidir dirigirse hacia Yersinia Terra- Sugirió Yomi, exteriorizando un simulado escepticismo.

- Que lo haga- Respondió Klaus, restando importancia al asunto- Para cuando llegue, yo ya no estaré aquí. Voy a dejar Yersinia Terra en manos de suboficiales.

- Phobos podría perder entonces todo el territorio que se ha conquistado hoy- Le recordó la Almirante- ¿No resultaría contraproducente?

El Comandante Richter rio por lo bajo ante aquella afirmación.

- ¡Que venga la Comandante Aldrich y reclame de nuevo este maloliente lodazal para sí misma! Yo ya tengo lo que vine a buscar- Dijo el oficial- Este territorio acabará de todas formas en manos de las corporaciones cuando Deimos finalmente caiga. Es solo cuestión de tiempo.

- Entiendo- Respondió Yomi, haciendo que su avatar asintiese con un exagerado y antinatural movimiento vertical de su cabeza- En ese caso, pongo rumbo de nuevo a Atlantis Arisen.

- Buen viaje- Respondió el Comandante Richter- Klaus fuera.

Tras aquella abrupta despedida por parte del oficial, el canal de comunicaciones se cerró y el rojizo holograma desapareció de aquel proyector que acaparaba la atención de los sensores ópticos internos de Yomi. Como era costumbre, Yomi admiraba la capacidad del Comandante Richter para ir siempre un paso por delante respecto a cualquier conclusión a la que su mente artificial fuese capaz de llegar. Aquel oficial tenía razón, el objetivo de ellos dos nunca había sido realmente tomar parte en la invasión a Deimos y garantizar que la organización fuese finalmente destruida. Cada uno había tenido un objetivo específico en mente. Con Lyssa hundida en aquellas contaminadas aguas y la Comandante Persephone capturada, ninguno de los dos tenía más motivos para seguir allí. Tenía mucho más sentido hacerse a un lado y permitir que el itinerario planeado por el Comandante Black siguiese según lo previsto.

La Almirante Nakamura analizó por última vez a la Comandante Aldrich con sus sensores ópticos externos. No parecía que la titán estuviese prestando atención a los canales de comunicaciones de Deimos en aquel momento, ni tampoco era probable que sospechase siquiera que los acababa de utilizar para hablar sobre ella. En cualquier caso, no tenía autorización para eliminar a aquella mujer, ni tampoco era necesario que siguiese actuando como señuelo. Como el Comandante Richter le había dicho, ya no tenía nada más que aportar a aquel conflicto.

- Me retiro- Anunció Yomi, a través de su sistema de megafonía.

Satsuki le dedicó una amarga mirada al avatar holográfico gigante que caminaba sobre las aguas frente a ella, y luego miró una última vez a aquel enorme acorazado negro con luces rojas que flotaba sobre las aguas a casi dos kilómetros de ella. Quería decir algo respecto a lo que acaba de escuchar, pero ni siquiera estaba segura de qué responder que no la dejase aun más en evidencia. Aquella retirada por parte de su enemiga casi parecía una burla final. No había sido capaz de salvar su flota, no había podido tampoco salvar la ciudad de Brackken y no había sido capaz de eliminar a la oficial enemiga que había causado todo aquello. Había sido una derrota total, y tras habérselo arrebatado todo, su enemiga anunciaba su propia retirada, casi como si ella no fuese siquiera merecedora de su tiempo; como si hubiese logrado aburrir a una máquina.

Aunque le molestase, lo cierto era que no había nada que ella pudiera hacer para impedir aquella retirada, y en el fondo casi se sentía aliviada de no tener que adentrarse una vez más en aquellas asquerosas aguas para intentar de nuevo atravesar aquel campo de fuerza. En realidad, ella misma habría escapado tierra adentro hacía horas si no hubiera tenido demasiado miedo de las consecuencias, si no supiera que el Dr. Asatur seguía observando y juzgando cada uno de sus movimientos.

- ¿Así sin más? ¿Piensas largarte como si nada?- Preguntó Satsuki, tratando de aparentar una firmeza y voluntad que en aquel momento no tenía.

- Nuestro enfrentamiento está estancado, y mi presencia se requiere ahora mismo en otro lugar- Mintió Yomi, utilizando al azar una de las excusas que había memorizado a lo largo de los años- Quizás algún día nos volvamos a ver, si sobrevives.

El proyector holográfico que se encontraba en el casco de Yomi se apagó, y el avatar holográfico que había estado utilizando para comunicarse con la Comandante en Jefe de Deimos finalmente desapareció. Al desvanecerse aquella enorme figura de luz, toda el área alrededor de la costa quedó visiblemente más oscura. Con las instalaciones de suministro eléctrico de Brackken dañadas por la inundación y los disparos de artillería psiónica, toda la ciudad y sus alrededores habían quedado a merced de la oscuridad de la noche, y aquel enorme avatar holográfico había sido la principal fuente de luz en aquella zona. Cuando aquella figura traslúcida policromática se desvaneció, todo quedó cubierto por un manto de tinieblas, como si la función hubiese concluido y aquel espectáculo de luces y destrucción finalmente hubiese terminado.

Los potentes motores del Clase Serenity hicieron virar a Yomi rumbo hacia el norte. Para alcanzar a tiempo el territorio de Deimos había tenido que forzar aquella maquinaria y sometido sus baterías y sus componentes a un esfuerzo adicional. En el camino de vuelta, contaba con algunos miles de baterías menos y no tenía la presión de tener que llegar a Atlantis Arisen dentro de un plazo específico. Aquella travesía podía durar varios meses, y probablemente lo haría. Al no contar con tripulación y disponer de un reactor interno que le proporcionaba un suministro eléctrico virtualmente ilimitado, la IA no necesitaría hacer escala en ningún puerto de la HEC durante su viaje; podía hacer todo el camino de vuelta a su dársena de una sola vez. Aunque el enfrentamiento con Lyssa no había estado a la altura de sus expectativas y no había podido darlo todo durante su escaramuza contra la Comandante Aldrich, lo cierto era que aquel encuentro había generado unos datos de combate realmente inusuales. Durante todos aquellos cientos de miles de kilómetros de travesía, Yomi tenía la intención de analizar en detalle todos aquellos datos y ejecutar simulaciones de combate virtuales contra sí misma o contra cualquier oficial de Phobos que aceptase entrar a un canal de comunicaciones con ella.

Incluso si el viaje era largo, encontraría alguna forma de no convertirlo en tiempo perdido. El elevado consumo de baterías que había necesitado, la encerrona en la que se encontró por culpa de los bombarderos Dreadfall y los excesivos daños colaterales que había ocasionado su enfrentamiento contra aquella titán le indicaban que aún había muchísimo margen de mejora en su manera de entablar combate. Aquellos eran defectos que tenía que aprender a corregir si algún día quería vencer al Comandante Richter y alzarse como la mejor estratega de todo Phobos. Si realmente quería cumplir su objetivo autoimpuesto de formar parte del plan del Comandante Black, tenía que probar que era algo más que un software defectuoso instalado en el hardware más potente que jamás se había construido en la región de Acies.

Satsuki observó con resentimiento como aquella embarcación comenzaba a navegar hacia el norte. Pese a su inmenso tamaño, el acorazado era realmente veloz, incluso sin sobrecargar sus motores. En pocos segundos, aquellas luces rojas que decoraban su casco, dándole un aspecto ominoso y casi terrorífico, se alejaban cada vez más en el horizonte, hasta perderse en la noche. Cuando perdió de vista aquellas luces, lo primero que Satsuki hizo fue retroceder instintivamente para alejarse de la orilla, poniendo más distancia entre aquel asqueroso mar y ella. Una vez más, la titán trató de escupir para librarse de aquel sabor a contaminación industrial y sangre de trillador. Su prodigioso metabolismo de supersoldado era lo único que impedía que se desplomase sobre sus propias rodillas, fruto del dolor y el cansancio acumulado durante horas. Incluso si su cuerpo resistía, su mente se encontraba al borde del colapso.

Siempre había sentido una sensación de angustia al luchar en el agua. Argus parecía una trampa mortal capaz incluso de tragarse una titán entera y sumergirla para siempre en sus oscuras aguas. Aunque la megafauna que habitaba aquel vasto océano no era rival para alguien como ella, aquellos monstruos marinos contaban con demasiada ventaja al luchar en aquel entorno. Siempre que lo había podido, Satsuki había evitado aquellos enfrentamientos. Cuando decidió hacer caso omiso de las señales de peligro que le enviaba su cerebro al adentrarse en la orilla, había dado por hecho que la Almirante de Phobos no iba a arrastrarla hacia el fondo del océano. Si bien Yomi realmente no la había arrastrado a las profundidades de Argus inmovilizada dentro de una masa de tentáculos, sí que la había hecho acabar sumergida en aquellas aguas más veces de las que se había molestado en contar. En realidad, no necesitaba ser arrastrada a varios kilómetros de profundidad para ahogarse. Le habría bastado con recibir heridas lo bastante graves como para no poder levantarse y ser derribada donde la costa tuviese la suficiente profundidad, y su muerte habría sido tan patética como ella se consideraba en aquel momento.

Satsuki observó el estado en que se encontraba la ciudad de Brackken. La ciudad se encontraba dividida en dos por un disparo de la artillería psiónica de Yomi que había demostrado ser mucho más potente que el resto. No solo los edificios y las personas habían desaparecido, también el propio terreno parecía haber sido pulverizado por aquella emisión de fuerza cinética, prácticamente remodelando la costa. Resultaba evidente que aquella máquina no la había tratado con toda la dureza que podría haberla tratado. No era tan estúpida como para no darse cuenta que Yomi había estado regulando la intensidad de sus disparos para no matarla. Aquello provocó que Satsuki sintiese un escalofrío por todo el cuerpo. No había ninguna razón para que aquella inteligencia artificial decidiese por iniciativa propia dejarla vivir, aquello tenía que ser una orden que había recibido. Lo único en lo que Satsuki podía pensar era que al Comandante en Jefe de Phobos no le bastaba con verla muerta. Black quería que fuese Alisa quien se encargase de ella.

Con un pulso tembloroso, Satsuki volvió a colocar por fin su espada en el acople magnético de su espalda. Durante horas, había apretado sus dedos con todas sus fuerzas por miedo a perder su espada durante el enfrentamiento. No podía evitar sentir pánico ante la idea de que su arma se hundiese en aquel pútrido mar, y no lograba olvidar lo que había sucedido cuando perdió su espada durante el enfrentamiento contra Alisa. Por mucho que su cuerpo sufriese, Satsuki se había aferrado a aquella empuñadura como si aquel agarre fuese lo único que la separaba de una caída a un abismo infinito. Ahora que su respiración se normalizaba y el efecto de la adrenalina en su cuerpo se atenuaba, sus manos se sentían doloridas y entumecidas. Aunque su cuerpo había regenerado las heridas que los disparos de Yomi habían abierto en su carne, el cansancio y el dolor se quedaban con ella, al igual que aquella mezcla entre sangre propia y sangre de crustáceo que manchaba las nanofibras de su dañada indumentaria.

Aún sin terminar de escoger las palabras que estaba a punto de pronunciar, Satsuki se llevó la mano al cuello de su maltrecho mono táctico. Cuando confirmó que su dispositivo de comunicaciones funcionaba, no pudo evitar sorprenderse. Era cierto que el equipo de combate para titanes se diseñaba de forma que fuese lo más resistente posible, y que la mayoría de su equipamiento podía seguir funcionando incluso después de ser expuesto a una explosión nuclear. Sin embargo, había sido golpeada durante horas por aquellas proyecciones cinéticas y había sido sumergida una y otra vez en aquellas aguas. Después de aquella batalla, incluso una de sus botas parecía haber sufrido daños y no estaba acumulando carga cuando caminaba. Sin embargo, su dispositivo de comunicaciones permanecía mayormente intacto. Aunque Satsuki no dudaba que el amo que sostenía su correa tenía ojos y oídos por todas partes, la titán no tenía excusas para no ponerse en contacto con él ahora que, para bien o para mal, todo había terminado.

- ¿Asatur?- Dijo Satsuki, al tiempo que abría el canal de comunicaciones.

Un sonido de estática fue su única respuesta durante un momento. Aunque el comunicador de su traje aún funcionaba, sí que parecía haber sufrido algunos daños durante aquel encuentro. Sin embargo, seguía siendo lo bastante funcional como para permitir que, pocos segundos después, la voz de aquel metamorfo se dejase oír a través del canal de comunicaciones.

- Te recibo, Satsuki- Le confirmó la voz al otro lado.

- La Almirante Nakamura ha escapado- Informó Satsuki, mientras dejaba salir un suspiro- Supongo que esto cuenta como fracaso.

El canal de comunicaciones permaneció en un silencio incómodo durante unos segundos. Satsuki no sentía especial interés por ponerse en la piel de aquel metamorfo y tratar de comprender su retorcida forma de pensar, pero en aquella ocasión no podía evitar preguntarse qué se le estaría pasando por la cabeza. Ella misma se había creído ser invencible durante prácticamente un siglo y medio, y tan solo hacía apenas un mes que aquella ilusión de invencibilidad se había desvanecido. La situación no era diferente para el Dr. Asatur. Aquel genetista renegado realmente había considerado que ella era su carta de triunfo para destruir Phobos y que nada que la organización enviase contra ella la podría detener. Sin embargo, ya la habían puesto en evidencia por segunda vez. Ninguno de los dos había resultado ser tan especial como se habían creído. Phobos sencillamente había seguido adelante sin ellos.

- Intervenir en esa batalla ha sido un error- Declaró Asatur, con desdén- En este momento no podemos permitirnos asumir más riesgos innecesarios.

- Con cada pérdida que asumimos, la situación empeora- Le recordó Satsuki- Ahora no tenemos el Serenity. Y no me cuesta imaginar qué habrá sucedido en el norte.

Satsuki dedicó un momento a pensar en el límite del territorio. No podía estar en dos lugares al mismo tiempo, y se había visto obligada a escoger entre defender la flota y tratar de preservar aquel Serenity Mk II, o apoyar a sus tropas en Yersinia Terra. En principio, había esperado enfrentarse a monstruos marinos, no a la Almirante Nakamura. Aunque aquella había sido una buena oportunidad de tener a su alcance a un peso pesado de Phobos, teniendo en cuenta cómo había barrido el suelo con ella, la Comandante Aldrich no podía estar más descontenta con la decisión que ella misma había tomado.

Según había escuchado a través de su comunicador mientras se dirigía a Brackken, una gran fuerza de ataque de Phobos se había reagrupado para atacar las fortificaciones al cargo de la Comandante Persephone. No necesitaba un informe completo de situación para saber que sus tropas en el norte ya debían de haber sido aplastadas. Debería haberse dirigido allí en lugar de a la costa. Al fin y al cabo, cada vez que se las tenía que ver con una rival a su altura, acaba derrotada y humillada. Parecía que la gran Comandante Aldrich no era tan buena como ella misma se había estimado. Solo era buena pisoteando insectos. Lo único que se le daba bien era aniquilar a enemigos que de entrada no tuviesen ninguna oportunidad real contra ella. Pensar en todo el autoengaño al que se había estado sometiendo a si misma durante tantos años hizo que Satsuki apretase inconscientemente sus entumecidos puños, dejándose llevar por la rabia e impotencia del momento.

- Voy a reabastecerme y dirigirme al norte- Dijo Satsuki, sin molestarse en disimular su resentimiento- Quizás no sea tarde para...

- No, ya no podemos asumir más riesgos- Le denegó Asatur- Black enviará de nuevo a Alisa contra nosotros en cualquier momento.

- ¿Entonces...?

La estática zumbó de nuevo durante unos segundos. Aquel silencio de radio confirmaba a Satsuki algo que llevaba tiempo sospechando. El Dr. Asatur tampoco sabía realmente qué hacer en aquella situación. Era probable que gran parte de las decisiones que aquel metamorfo había tomado en el último mes las hubiera tenido que tomar al momento, sobre la marcha. Aquello era, sin duda, una medida extrema para un cretino manipulador que estaba acostumbrado a planificar siempre todo hasta el más mínimo detalle. Casi sin darse cuenta, Satsuki acabó dejando salir una leve risa condescendiente, no lo bastante audible como para destacar por encima de la estática que emitía aquel dañado dispositivo de comunicaciones de su traje.

- A partir de ahora, es demasiado peligroso que te alejes de Axork. Reagrúpate conmigo lo antes posible en la ciudad- Sentenció el metamorfo- Si no lo tenemos todo meticulosamente preparado para cuando ella llegue, perderemos nuestra única oportunidad.




Las naciones que trataban de mantener su independencia y soberanía cerca del límite del territorio de Phobos siempre eran conscientes de que no podrían resistir para siempre. La organización no tenía interés en comerciar por nada que pudiera fácilmente obtener por la fuerza. Resultaba completamente inútil negociar tratados comerciales o llegar a acuerdos sobre los territorios. Cualquier condición que tratasen de imponer sería sencillamente ignorada por las megacorporaciones, que no dudarían en utilizar su superioridad numérica y tecnológica para atacar sin siquiera molestarse en muchas ocasiones de enviar una declaración de guerra formal.

Un sentimiento habitual en los ciudadanos de naciones que se encontraban a varios miles de kilómetros de la frontera con Phobos era confiar en poder terminar de vivir sus vidas antes de que las corporaciones decidiesen que los recursos y mano de obra de aquella región resultaban lo suficientemente rentables como para organizar una invasión. En los países que compartían frontera con Phobos y podían ver en la distancia una pesadilla industrial ensamblada por la HEC o las tropas de Terror Ballistics patrullando el límite del territorio, la reacción era mucho más desesperada. Las crisis migratorias en dirección opuesta a la alianza corporativa eran prácticamente inevitables. En la mayoría de casos, los países receptores de inmigrantes hacían lo posible por cerrar las fronteras y evitar la crisis demográfica. Una densidad de población elevada era tan buen reclamo para Phobos como el descubrimiento de un yacimiento de oricalco. Aquello a menudo desembocaba en conflictos bélicos antes incluso de que los soldados con armaduras negras aparecieran en el horizonte.

La asimilación de nuevos territorios era, por lo general, un proceso rápido. La mayoría de Comandantes de Phobos daban por sentada la victoria debido al exceso de medios del que disponían para hacerse con ella, de modo que solían competir entre ellos por lograr una mayor eficiencia en lugar de simplemente acumular victorias. Por lo general, las potencias rivales que no se rendían incondicionalmente recibían una blitzkrieg de tanques Virus, soldados de Clase Terror y supersoldados, los cuales rara vez necesitaban apoyo adicional por parte de tropas más especializadas. Ninguna potencia externa a Phobos estaba ni remotamente cerca de lograr lo que Prometheus Labs había conseguido con sus supersoldados, los cuales fácilmente abrumaban a cualquier tropa de élite extranjera. Los enemigos de la organización que no se rendían antes siquiera de empezar a combatir, solían hacerlo rápidamente cuando probaban al ejército de Phobos en sus propias carnes. Y si no era así, la mayoría de Comandantes no tenían problemas en reducir una ciudad o dos a un yermo inerte y ceniciento con el que dar ejemplo. En aquella ocasión, sin embargo, el despliegue de tropas por parte de la organización estaba resultando mínimo. Tres semanas atrás, la ciudad de Klidrath se había encontrado a casi seis mil kilómetros de la frontera con la provincia de Crimson Megalith, perteneciente a Phobos. Sin embargo, en aquel momento se había convertido en un territorio fronterizo.

Alisa aterrizó sin consideración alguna sobre un área edificada a unos tres kilómetros del centro de la ciudad, pulverizando bajo su tamaño y peso varias docenas de bloques de viviendas. La violencia del impacto fue tal que toda la ciudad se estremeció, y la onda expansiva que aquella colisión contra el suelo provocó causó que un gran número de estructuras cercanas al punto de aterrizaje se desmoronasen como si acabasen de ser demolidas. Al estruendo del golpe no tardaron en sucederlo los sonidos habituales de una ciudad sumida en el caos. Los edificios se desmoronaban, la gente gritaba de rabia y pánico, los vehículos colisionaban entre sí mientras realizaban temerarias maniobras para alejarse del epicentro de aquella destrucción repentina. Durante los primeros segundos de aquella confusa catástrofe, nadie sabía que estaba pasando. El primer pensamiento colectivo era que Phobos finalmente había empezado a bombardearles con artillería. Sin embargo, cuando la nube de polvo de escombros que se había levantado a causa del impacto se disipó ligeramente y la colosal silueta de Alisa fue claramente visible desde cualquier parte de la ciudad, los ciudadanos de Klidrath pasaron del pánico repentino a la auténtica desesperación.

Sin pararse un momento siquiera a preguntarse a cuánta gente inocente acababa de matar con su aterrizaje, Alisa comenzó a caminar sin más en dirección hacia el centro de la ciudad. La titán no trató de encontrar ninguna calle lo suficientemente ancha como para poder caminar en dirección hacia su objetivo. Los daños colaterales no eran algo que le preocupase, siempre que se mantuvieran dentro de lo razonable. Klidrath era la clásica ciudad tecnológicamente obsoleta que aún no había recibido el frío toque de oricalco de la HEC, y prácticamente todas las estructuras estaban hechas de cemento y ladrillos, rara vez superando los treinta o cuarenta metros de altura. Aquello no les suponía ningún reto a sus botas blindadas, podía abrirse camino en línea recta aplastando cualquier obstáculo a su paso, ya fuesen edificios, vehículos o personas. Al caminar Alisa prácticamente abría un profundo corte en el paisaje urbano de aquella población.

La titán no tardó en localizar un edificio en el centro de la ciudad que se alzaba hasta los casi ochenta metros de altura y destacaba sobre el resto. La construcción era más elegante y ornamentada que el resto de la ciudad, con una fachada enyesada de color blanco y algunas banderas que Alisa no reconocía colgando de ella. No era la primera vez que procedía de aquella manera. Su representante corporativo asignado por la Administración Central de Phobos se había puesto en contacto con el gobierno de aquella provincia independiente y les había dicho que enviaría a alguien para negociar la adquisición de Klidrath y de las ocho poblaciones rurales dependientes de ella por parte de la HEC. Lo que su representante no había mencionado era que la negociadora sería una supersoldado de Clase Titán.

Alisa continuó abriéndose paso sin consideración alguna a través de la ciudad. Aterrizar justo en la plaza del ayuntamiento de forma más suave y sin causar daños, obviamente, era una opción que podría haber empleado, tanto en aquella ciudad como en todas las anteriores que había estado invadiendo durante el último mes. Sin embargo, en las escasas ocasiones en las que había tratado de evitar daños a las ciudades y bajas civiles, Alisa había descubierto, para su sorpresa, lo fácil que resultaba que los gobernantes enemigos la subestimasen. Aunque la Administración Central descontaba una mayor o menor cantidad de su deuda en función del valor estimado del personal e infraestructuras que entregase intactos a Phobos, la titán había acabado por aprender que algo de destrucción era bueno para el negocio. Los detractores de la organización eran mucho más propensos a aceptar la rendición incondicional si primero causaba algo de caos en sus preciadas capitales. Y, en realidad, Alisa lo prefería también de aquella manera.

Cuando empezó a trabajar para pagar su deuda con la Administración Central, Alisa había asumido que mantener el itinerario que su representante corporativo le había diseñado acabaría por convertirse en un descenso a la monotonía. Si atacaba tantas ciudades en un horario tan ajustado, algo que había sido especial para ella acabaría convirtiéndose en una mera tarea rutinaria y repetitiva. Sin embargo, aunque llevaba ya cinco semanas conquistando para Phobos una media de ocho ciudades diarias, Alisa se sorprendió a sí misma disfrutando de aquello, incluso a pesar de la insistente repetición de aquella actividad. Seguía disfrutando aquella sensación crujiente bajo sus botas al destruir todo lo que se cruzase en su camino, seguía disfrutando los gritos de pánico a su alrededor, y seguía disfrutando la expresión aterrada en los rostros de los líderes enemigos que negociaban con ella. Amaba ser el centro de atención de aquella cruel forma. Cada vez que lo hacía, no podía evitar sentirse reconfortada al recuperar su rol como cazadora que le había sido arrebatado cuando el Comandante Black barrió el suelo con ella en Timeo Atrium. Al mismo tiempo, no podía evitar compararse a sí misma con la Comandante Aldrich y fantasear con aquella época dorada en la que todas las titanes habían estado vivas y en servicio activo.

Pensar en Satsuki le traía recuerdos agridulces. Por un lado, aquella noche que pasó en Kubeigh fue la mejor noche de toda su vida, y nunca iba a olvidar todo lo que sintió. Sin embargo, Alisa había comenzado a sentir remordimientos por lo que hizo. Cuanto más se enfriaban las cosas y más distante era aquel recuerdo, más formas se le habían ido ocurriendo a Alisa en las que podría haber gestionado aquella situación de mejor manera. Si tan solo hubiera sabido antes lo que sabía ahora, hubiera hecho cualquier cosa con tal de haber podido evitar enfrentarse a Satsuki y a Black. Si hubiese sabido todo lo que estaba por suceder, habría propuesto a Satsuki que se fugasen juntas lo más lejos que pudieran de Phobos y de Black. Pero había estado lo suficientemente ebria de poder como para tomar las peores decisiones posibles. Ahora Satsuki la odiaba, y el Comandante Black desconfiaba de ella y la mantenía atada en corto. Realmente, no sabía cómo iba a abordar aquella situación. Era solo cuestión de tiempo que tuviese que verse las caras de nuevo con Satsuki, y no sabía qué hacer cuando lo inevitable sucediera. Aunque su punto de vista de la realidad estuviese algo distorsionado, Alisa no era lo suficientemente estúpida como para desobedecer de nuevo a Black. Pero tampoco se veía a sí misma mentalmente preparada para asesinar a Satsuki.

La titán dejó salir una leve risa nerviosa. Al menos mientras permaneciese ocupada pagando su deuda con la Administración Central, no la enviarían a matar a la Comandante Aldrich. Alisa no había recibido demasiadas noticias sobre Satsuki desde que había comenzado a trabajar para aquellas megacorporaciones, siendo enviada prácticamente al extremo opuesto del territorio de Phobos. Había logrado sonsacarle a su enlace con la Administración Central que la invasión del territorio de Deimos se había intensificado considerablemente desde la semana anterior y que varios pesos pesados de Phobos se habían dejado ver por el campo de batalla. Resultaba un poco decepcionante para ella que no la hubiesen esperado para aquello. Sin embargo, aquello no preocupaba a Alisa. No dudaba que su admirada Comandante Aldrich sería capaz de lidiar con cualquier cosa que Phobos le enviase. A excepción, claro estaba, de ella misma.

El sonido de una explosión a sus pies sacó a Alisa de sus propios pensamientos y la envió de vuelta a la tarea que en aquel momento tenía entre manos. La titán comprobó sus alrededores para encontrar la causa de aquella detonación. Aunque apenas había sentido nada, creía haber recibido el impacto de un obús en la espinilla derecha. Era algo que no podía confirmar, ya que no había estado prestando atención y el impacto no había dejado marca alguna en las nanofibras de su mono táctico. Sin embargo, a escasos seiscientos metros por delante suya, en una de las avenidas principales que conducían a la plaza del ayuntamiento, Alisa alcanzó a divisar una formación en hilera de ocho carros de combate que parecían tener la intención de actuar como bloqueo.

Alisa no pudo evitar sonreír ante aquella situación. El cañón de uno de aquellos tanques humeaba ligeramente, pero siendo ocho vehículos, solo uno de ellos se había atrevido a disparar. Era como si solo una de aquellas tripulaciones hubiera sido lo bastante ilusa como para no ver la futilidad de aquel acto. Aquellos blindados eran algo más grandes que los tanques Virus de Phobos, pero saltaba a la vista que la artillería de la que disponían no estaba a la altura de un cañón Chimera, el cual de por sí también habría sido inútil contra ella. Aquel bloqueo probablemente se había montado hacía horas, cuando el gobierno de la ciudad fue informado sobre la llegada de un negociador de Phobos, probablemente fruto de la desconfianza. Aunque en realidad no se encontrasen en su camino en línea recta hacia el ayuntamiento de la ciudad, Alisa no dudó en desviarse ligeramente para interponerlo en su trayectoria.

La distancia que la separaba de aquella formación de blindados era poco más que cuatro o cinco pasos para ella. No había forma de que lograsen retirarse antes de que la titán se les echase encima. Alisa evitó mirarlos directamente y simplemente caminó a través de aquel bloqueo militar como si hubieran estado en su camino por simple azar. Cuando se trataba de mobiliario urbano o de coches y demás vehículos civiles, la sensación al aplanarlos bajo la gruesa suela metálica de sus botas resultaba insatisfactoria y casi imperceptible. Pero cuando su bota se posaba sobre un vehículo blindado, podía notar cómo aquella masa de metal sólido era compactada bajo su peso y cómo el vehículo machacado se hundía en el crujiente asfalto bajo sus pies. Alisa no estaba segura de si habían sido dos o tres los vehículos que habían quedado reducidos a chatarra deforme bajo su bota. No quería mirarlos directamente y que pareciera que le importase o que lo hubiera hecho a propósito. Parte de su show personal consistía en no dar importancia alguna a aquella devastación que estaba causando a su paso. No quería que los líderes enemigos con los que debía negociar pensasen que aquello había sido un ataque premeditado. Aquello era simplemente ella caminando hacia el punto de reunión. Aún no la habían visto intentando hacer daño, y por su bien y el de su ciudad, era mejor que no le diesen razones para ello.

Unos pocos pasos más, sintiendo cómo la suela de sus botas hundía estructuras bajo su peso y dejaba profundas huellas en el crujiente asfalto, acabaron finalmente por cubrir la distancia que separaba a Alisa de la plaza del ayuntamiento, donde su representante había acordado que ella se reuniría con el gobierno local. La plaza era un área despejada de unos quinientos por quinientos metros, lo suficientemente diáfana como para que ella pudiera entrar sin tener que abrirse paso a través de más edificios. A pesar del poco tiempo que le había llevado alcanzar aquel lugar desde que aterrizó en la ciudad, Alisa comprobó con cierta decepción que el lugar había sido casi completamente evacuado. El personal militar se había apresurado a improvisar rutas de evacuación para los civiles, y apenas quedaban en la plaza algunos cientos de personas que se agolpaban en la entrada a las calles colindantes que permitían abandonar la plaza. Lo único que se interponía en su camino hacia el ayuntamiento era un improvisado cordón militar, con más vehículos blindados y algunos cientos de soldados de infantería que habían fortificado el edificio y montado emplazamientos de armas pesadas.

Alisa ignoró la presencia militar en la zona y dio un par de pasos más al frente. Cuando había caminado por las calles de la ciudad, el asfalto no había sido lo suficientemente firme como para resistir su peso, y cada paso que había dado prácticamente había abierto un socavón con la forma de sus huellas. En aquella plaza, la situación no era demasiado diferente para ella. El suelo estaba pavimentado con una mampostería de ladrillos blancos que resultaba tan frágil como el asfalto. A su paso, la plaza central de la ciudad se agrietaba y hundía, quedando casi irreconocible. Alisa reparó en la presencia de una estatua de mármol en pleno centro de la plaza, alineada con las escaleras de la fachada del ayuntamiento. La estatua representaba lo que parecía ser un líder militar cabalgando un pseudoraptor. Aquella montura de guerra llevaba puesta una armadura ceremonial, y el uniformado oficial que la cabalgaba sostenía un sable en una mano y una pistola en la otra. Por el momento, Alisa se detuvo antes de llegar a causar daños a aquel monumento y finalmente clavó la mirada de sus brillantes ojos rojos en la fachada del ayuntamiento. A pesar de que cientos de armas le apuntaban desde aquel edificio, nadie había abierto fuego aún contra ella, por lo que Alisa se limitó a ignorar a todos aquellos hombres y mujeres armados que prácticamente estaban suplicando ser aniquilados.

- Soy Alisa Pavlova, soldado y representante de Phobos- Se presentó cortésmente Alisa, mientras hacía su mejor esfuerzo para mantener la seriedad y no reírse mientras trataba de imitar a la Comandante Aldrich- Tengo una cita programada con la gobernadora Kovac.

Tras pronunciar aquellas palabras, Alisa trató de dibujar una sonrisa amable en su despigmentado rostro. Su falsa amabilidad era, obviamente, imposible de creer después de que en su camino hacia aquella plaza hubiera causado algunos miles de bajas civiles. Sin embargo, todos aquellos soldados que fortificaban la posición frente a la sede del gobierno de la ciudad se mantenían en silencio, como si nadie se atreviese siquiera a cuestionar sus métodos o sus intenciones. Las reacciones eran muy variadas. Algunos permanecían tan inmóviles como la estatua del centro de la plaza, congelados por el miedo. Otros habían soltado las armas y abandonado sus puestos para huir en dirección a la ciudad o hacia el interior del ayuntamiento, quizás confiando en que los refugios subterráneos les protegiesen. Los tanques que había apostados frente a las escaleras y alrededor de la plaza también permanecían en silencio. No solo no disparaban, tampoco parecía que las tripulaciones se atreviesen siquiera a apuntar las torretas de los vehículos en su dirección general.

Alisa mantuvo también la posición y aguardó con paciencia. Era obvio que la gobernadora no esperaba a una titán, y en ningún momento se le había pasado por la cabeza reunirse con la representante de Phobos en medio de la plaza. Si realmente había tenido algo preparado para ella, habría sido en alguna habitación dentro de aquel edificio. Aquello, obviamente, asumiendo que no la hubiesen escoltado ya hacia un búnker antinuclear en los niveles inferiores de aquella estructura. Era razonable darle al menos cinco minutos para salir de allí antes de impacientarse tanto como para acabar arrancando aquel edificio de sus cimientos y abriendo aquel refugio como una lata de conservas.

Tal y como la titán había asumido, una mujer trajeada no tardó en salir al exterior por la puerta principal, acompañada de lo que parecían ser un grupo de funcionarios o guardaespaldas, todos ellos vistiendo trajes de color gris oscuro. Alisa no dudó en revisar visualmente de arriba abajo a aquella mujer, que permaneció en la parte superior de las escaleras de mármol que conducían a la puerta del ayuntamiento. Debía de estar rozando los cincuenta, pero se conservaba bien. Tenía el cabello rubio, largo y ondulado, y los ojos de color azul claro. Debido a la ausencia de una densa contaminación atmosférica que bloquease gran parte de la luz emitida por la atmósfera erebiana, aquella mujer no padecía la palidez crónica que solían tener casi todos los habitantes del territorio de Phobos. Casi inconscientemente, Alisa se mordió ligeramente los labios. Aquella humana definitivamente no era su tipo, no se parecía en nada al arquetipo de mujer que la obsesionaba. Aun así, si ella misma hubiera medido algunos cientos de metros menos, no le habría importado pasar una dolorosa noche con ella.

- Gobernadora Kovac...- Saludó Alisa, dejando a un lado sus sucios pensamientos y realizando un saludo formal.

- Tú... ¿tú eres la representante de Phobos?- Preguntó la gobernadora, horrorizada.

Alisa no pasó por alto como aquella mujer miraba nerviosamente al alrededor, comprobando los daños en la plaza del ayuntamiento y en la ciudad. Su miraba acabó clavándose finalmente en las botas blindados de la titán. Aunque parte de sus suelas se encontraban hundidas en el frágil terreno, era difícil que las características manchas rojas que tendían a formarse en aquellas botas quedasen completamente ocultas por el hundimiento del pavimento de aquella plaza. Quizás aquella mujer no hubiese nacido en el corazón de Phobia Aegis, pero contemplar aquella escena la hizo palidecer como si hubiese pasado toda su vida allí.

- Espero estar a la... altura de sus expectativas- Respondió Alisa, con una maligna sonrisa en sus labios.

La gobernadora no respondió, tan solo movió el cuello hacia atrás para tratar de mirar el rostro de la titán que le estaba hablando. Todo el cuerpo le temblaba, y no parecía que le salieran las palabras. Aquel titubeo por parte de la mujer al mando bastó para que su autoridad finalmente fuese puesta en cuestión y varias docenas más de soldados desertaran. En apenas unos minutos, sin que hubiese sido necesaria acción alguna por su parte, Alisa había visto cómo la presencia militar en la plaza se había reducido hasta casi la mitad.

- He venido a negociar la adquisición de Klidrath y todos sus territorios asociados por parte de Phobos- Anunció Alisa.

- Esto es... una invasión sin declarar... ¡Esto es un acto de guerra!- Se quejó la Gobernadora de Klidrath.

Tras recibir exactamente la reacción que esperaba, Alisa mantuvo su falsamente amable sonrisa en sus labios y dio un paso más al frente, en aquella ocasión descansando todo el peso de su bota sobre aquella estatua del centro de la plaza, reduciéndola a gravilla y fusionándola con el resto del crujiente suelo sobre el que caminaba. Aquel simple paso al frente por su parte fue suficiente como para que aquella mujer y gran parte de los soldados que aún quedaban frente al ayuntamiento se encogieran de pavor y se apresuraran a retroceder algunos pasos. Resultaba casi adorable ver cuánto miedo le tenían, teniendo en cuenta que aún no había empezado a darles motivos reales para temerla.

- Esto no es una invasión, gobernadora. Le puedo asegurar que mis intenciones no son hostiles... - Insistió Alisa.

Sabiendo lo que estaba a punto de hacer en aquel momento, Alisa trató de mantener el control y no reírse, para no romper su fachada calmada. Sin embargo, no era capaz de contenerse por completo y no pudo evitar dejar salir una leve risa condescendiente mientras extendía su mano derecha en dirección hacia un área intacta de la ciudad.

- Si fuera hostil, la situación se parecería más a esto- Continuó la titán.

Sin pensárselo dos veces, Alisa emitió una onda telequinética en forma de cono en la dirección hacia la que apuntaba con su mano. Era una proyección de fuerza sencilla, apenas un simple empujón. Sin embargo, debido al tamaño de su cerebro y la cantidad de fuerza cinética que era capaz de proyectar a través de sus pensamientos, el resultado fue cataclísmico. Aquella oleada de fuerza barrió todo a su paso en un patrón cónico, empezando estrecho y abriéndose cada vez más y abarcando un área mayor a medida que la proyección telequinética recorría algunos kilómetros. Un sector circular entero de la ciudad desapareció en apenas una fracción de segundo. Miles de edificios fueron arrastrados por aquella monstruosa onda de choque, reducidos a escombros y lanzados a docenas de kilómetros en la dirección de la onda, como una lluvia de metralla que castigó los alrededores de la ciudad. Donde antes había estado parte de la metrópolis, ahora solo quedaba un gigantesco triángulo de terreno compactado, sin rastro alguno de que el área alguna vez hubiera estado edificada.

Resultaba difícil, o prácticamente imposible, estimar cuántos cientos de miles de bajas civiles había causado aquella impulsiva acción por su parte. Alisa era consciente de que la ciudad se devaluaría más cuantos más daños le causase, y su enlace con la Administración Central de Phobos probablemente volvería a reñirla si se le iba la mano con la destrucción. Cuando seguía aquel procedimiento para intimidar a los gobiernos locales, la titán evitaba en la medida de lo posible que los daños a la población y las infraestructuras superasen el diez por ciento del valor total de la ciudad. En la mayoría de casos, aquello solía ser suficiente para coaccionar a los líderes políticos locales, mantener contento a su representante corporativo y permitirse a sí misma dar un poco de rienda suelta a sus retorcidas fantasías de poder.

Alisa apartó la mirada de la devastación que acaba de causar y volvió a centrar su atención en la gobernadora. Ahora que el cielo de la ciudad había sido cubierto por una nube de polvo de escombros, las afueras eran claramente visibles en línea recta desde la plaza del ayuntamiento y un pequeño porcentaje de la población había sido obliterada, aquella mujer era más consciente de en qué posición se encontraba. La líder política de Klidrath temblaba visiblemente, mientras mantenía los ojos abiertos como platos y la mirada fija en la catástrofe que había asolado en apenas un segundo varios distritos enteros de la ciudad. Era como si sus peores pesadillas acabasen de hacerse realidad. No importaba si era una gobernadora honesta que se preocupase por el daño irreparable que acababan de sufrir sus ciudadanos o si era déspota dispuesta a utilizarlos a todos como escudo. Alisa sabía perfectamente que por una u otra razón, aquella mujer estaba a punto de seguirle la corriente y aceptar cualquier acuerdo que ella le propusiera, sin importar todo lo abusivo que pudiera llegar a ser.

- Entonces, ¿quiere oír nuestras exigencias para que podamos evitar una invasión real, Gobernadora Kovac?- Preguntó Alisa, actuando con naturalidad- Por su bien y el de sus ciudadanos...

Aquella mujer tardó varios segundos en reaccionar. Todo su cuerpo seguía temblando visiblemente. Tanto sus tropas como los funcionarios que la habían acompañado finalmente rompían filas. Alisa alcanzó a escuchar algunos disparos de fusilería, ataques que probablemente iban dirigidos contra ella por parte de algunos soldados que se habían dejado llevar por la temeridad y la rabia. Sin embargo, aquellos ataques eran tan inocuos que la titán ni siquiera se molestó en prestarles atención. Pocos segundos después, los fogonazos de las armas dejaron de verse y los disparos dejaron de oírse, como si aquellos inconscientes acabasen de confirmar lo que era estúpidamente evidente y hubieran decidido unirse a la deserción en masa. Incluso las tripulaciones de algunos tanques habían comenzado a abandonar sus vehículos y huir de la plaza, presas del pánico. Un pánico que les impedía comprender que, en realidad, no había ningún lugar seguro en aquella ciudad si las negociaciones fallaban. En aquel momento, las vidas de todos los habitantes de aquella ciudad estaban en manos de su aterrada gobernadora.

- S... sí...- Se limitó a responder Kovac, casi incapaz de pronunciar las palabras.

- Phobos demanda la rendición incondicional de sus fuerzas militares y una transferencia completa de poderes. La ciudad de Klidrath y todos los territorios que le pertenecen serán anexionados a la provincia de Crimson Megalith- Explicó Alisa, repitiendo una verborrea que la habían obligado a memorizar- ¿Cederá ante estas razonables exigencias?

- Cla... claro- Aceptó al instante la gobernadora, hablando con un fino hilo de voz, demasiado aterrada como para quejarse de aquellas condiciones.

Alisa volvió a realizar una reverencia formal cargada de falsa amabilidad.

- Me alegra que hayamos podido llegar a un entendimiento- Dijo la titán, guiñando el ojo con falsa complicidad a la gobernadora- En breve acudirán a Klidrath un contingente militar de Phobos y una delegación corporativa. Confío en que les dará una bienvenida adecuada para que no sea necesario que yo tenga que volver a visitar la ciudad...

Después de aquella última explicación, Alisa se limitó a dar la espalda a la gobernadora y caminar algunos pasos en dirección contraria al ayuntamiento, causando aún más daños al maltrecho suelo de aquella plaza. No necesitaba confirmar que aquella mujer había entendido sus instrucciones o que estaba conforme con ellas. Su autoridad como gobernadora de Klidrath prácticamente ya no existía. No había un solo alma en aquella ciudad en aquel momento que no pensase en otra cosa que no fuera en cómo evitar ser aniquilado. Cuando las tropas de Phobos llegasen a la ciudad para formalizar la transferencia de poderes y asumir el control, nadie se atrevería a contrariarles ni a ellos ni a los ejecutivos de Phobos usurparían el poder.

Tras caminar distraídamente durante unos segundos, recorriendo en dirección opuesta el rastro de destrucción que había causado para llegar hasta allí, Alisa se llevó la mano al cuello de su mono táctico, para a continuación activar su comunicador. Había llegado el momento de informar sobre el éxito de aquellas cuestionables negociaciones y que su representante corporativo le asignase un nuevo objetivo. Apenas era mediodía, de modo que Alisa aún esperaba tener que repetir lo que había hecho tres o cuatro veces más a lo largo del día.

- ¿Señor Nguyen?- Habló Alisa a su comunicador.

La titán apenas tuvo que esperar unos segundos para recibir respuesta. Sabía perfectamente que su enlace con la Administración Central de Phobos se pasaba prácticamente el día entero en su oficina, pendiente del comunicador y de los dinámicos mapas holográficos. Toda aquella operación que estaban realizando entre los dos probablemente le había permitido firmar la anexión de algunos cientos de ciudades con su propio nombre. A aquel ejecutivo de Phobos le había tocado una especie de lotería corporativa cuando Comandante Euryale le asignó como su representante corporativo.

- Te recibo, Alisa- Respondió una cansada voz masculina al otro lado- ¿Tienes un informe para mí?

- El gobierno local ha accedido a nuestras exigencias... voluntariamente. Otra ciudad más para nosotros- Le informó Alisa.

- Entendido- Le confirmó el ejecutivo- Marco la ciudad en el mapa como anexionada y doy luz verde a las fuerzas de ocupación.

- ¿Me envías las coordenadas y datos del siguiente objetivo?- Preguntó la titán.

Durante unos segundos, Alisa no obtuvo respuesta. Al tratarse de un comunicador por radio y no disponer de un proyector holográfico, no era capaz de ver lo que su interlocutor estaba haciendo, pero la titán asumía que aquel hombre debía estar actualizando el estado de la adquisición de Klidrath en su interfaz holográfica. Quizás dispusiera también de un segundo comunicador con el que dar autorización a las fuerzas militares de Phobos para irrumpir finalmente en el territorio de aquella pequeña nación fronteriza. En cualquier caso, dada la distancia que la separaba de Phobia Aegis y la mala calidad de señal cuando se empleaba un número excesivo de torres de repetición, era frecuente que las comunicaciones a largo alcance experimentasen notables problemas de latencia. Era un problema que, sencillamente, no se podía evitar. Con el vasto tamaño de la región de Acies y la tecnología de la que se disponía, no había ninguna forma mejor de permanecer en contacto que mantenerse dentro del alcance de aquellas torres y confiar en que la señal no se perdiese por el camino.

- No hay siguiente objetivo, Alisa- Le respondió el Señor Nguyen.

- ¿Cómo dices?- Preguntó Alisa, arqueando la ceja.

- Tu deuda con la Administración Central de Phobos ha quedado saldada.

Para su sorpresa, Alisa sintió cómo se le encogía el estómago. En cualquier otra circunstancia, le habría alegrado saber que aquella especie de castigo que el Comandante Black le había impuesto quedaba finalmente levantado. Sin embargo, aquella supuesta penalización era precisamente lo que la había mantenido alejada de su misión principal durante casi cinco semanas. Si el Señor Nguyen no seguía siendo quien la mantuviese atada en corto, aquello significaba que volvería a ser el Comandante en Jefe de Phobos quien sostuviese su correa. Y Alisa sabía perfectamente a quién le ordenaría atacar.

La titán entró en pánico tan pronto como recibió aquella noticia. Su latidos y su respiración se aceleraron. No había olvidado su compromiso con el Comandante Black. Morder la mano que le daba de comer ya le había salido terriblemente mal en una ocasión. Si volvía a fallar al Comandante en Jefe, la titán no dudaba que acabaría convertida en raciones de soylent. Black había sido paciente con ella y le había concedido una segunda oportunidad, pero Alisa sabía perfectamente que no habría una tercera. Debía cumplir con su parte del trato y matar a la Comandante Aldrich, o sería su propia vida la que estuviera en peligro. Y aquel momento, que tan feliz había estado de posponer durante más de un mes, finalmente llamaba de nuevo a su puerta. Era cuestión de horas, o quizás incluso de minutos, que el Comandante Black en persona la llamase para exigirle aquella sangre que le debía. La sangre de aquella mujer que era el centro de sus obsesivos y enfermizos pensamientos en todo momento.

- ¿Estás seguro de eso? La última vez que lo consulté aún faltaban más de veinte trillones- Preguntó Alisa, intento que no sonase como una queja.

- Aquello fue hace dos semanas- Le recordó el representante corporativo- Además, parece que se han corregido algunos errores de tasación en cuanto a los activos entregados como pago.

Alisa permaneció inmóvil, con la mirada perdida en el infinito. Recordaba con extrema vividez sus últimos minutos con Satsuki. Aquella otra titán se encogía ante el mero roce de sus dedos contra su piel y se acobardaba ante sus palabras. Le evitaba el contacto visual y la trataba como al monstruo que en fondo Alisa sabía que era. No podía culparla. Habiéndose hecho a la idea de que la mataría como al resto, la había tratado como un juguete de usar y tirar. Y, sin embargo, había tenido la audacia de prometerle que no volvería a hacerle daño y que las dos serían felices juntas. Una promesa que, obviamente, no podría mantener. La próxima vez que se encontrasen, tendría que matarla. Alisa recordó aquellas imágenes que aún quedaban grabadas a fuego en su mente. Satsuki estaba en el suelo, desnuda y vulnerable, mientras ella se disponía a ejecutarla a sangre fría. El simple hecho de pensar en ello hacía que a Alisa se le subiese un nudo a la garganta. Realmente se encontraba ante la espada y la pared.

Una fugaz idea se le pasó por la cabeza a aquella confusa y frustrada titán. Alisa dirigió una mirada resentida a sus alrededores. Afortunadamente para ella, aún no se había llegado a marchar de Klidrath antes de comunicarse con el Señor Nguyen. Aun existía un cierto margen para terribles imprevistos. Sin pensárselo demasiado bien y dejándose llevar por un impulso, Alisa provocó una brutal deflagración telequinética omnidireccional con ella misma como epicentro. El terreno que pisaba se zarandeó y agrietó, completamente compactado por las monstruosas fuerzas telequinéticas que actuaron sobre él. El resultado de aquella detonación psiónica fue prácticamente el mismo que si hubiese detonado una cabeza nuclear en el centro de la ciudad. No hubo un destello ni un hongo nuclear, pero en apenas una fracción de segundo, todo se redujo a la más absoluta nada.

Del mismo modo que había hecho desaparecer varias ciudades pertenecientes a Deimos, la poderosa mente de aquella titán borró completamente Klidrath de la existencia. Todo lo que había en un radio de unos treinta kilómetros a su alrededor fue completamente aniquilado por aquella onda telequinética, dejando solo tras de sí una inmensa superficie de terreno aplanado y compactado que superaba ampliamente el tamaño que había tenido la ciudad. No quedaba prácticamente rastro alguno de que allí en algún momento hubiera habido un asentamiento humano. En apenas una fracción de segundo, todo lo que quedó fue un cráter de casi doscientos metros de profundidad, formado por una superficie gris uniforme que apenas era perturbada por algunas grietas en el zona cercana al epicentro de aquella explosión telequinética. La gobernadora con la que había estado negociando, los militares que habían desertado y millones de civiles inocentes habían sido obliterados sin ni siquiera tener tiempo de saber qué estaba sucediendo. Sin embargo, aquel era un sacrificio que Alisa estaba gustosamente dispuesta a asumir si con ello podía intentar posponer algo más de tiempo el momento en que tendría que matar a Satsuki.

- ¡Señor Nguyen, Señor Nguyen!- Gritó Alisa a su comunicador, tratando de parecer sorprendida y sobresaltada- Acabo de tener un accidente y... ¡sin querer he destruido toda la ciudad!

- ¿Qué?- Preguntó el ejecutivo, incapaz de procesar tan rápidamente algo tan repentino como lo que acababa de escuchar.

Alisa respiró hondo y se esforzó por que su reacción resultase genuina, dándose a sí misma unos segundos para fingir que no lo había maquinado todo de antemano, antes de destruir a propósito toda la ciudad.

- ¡Lo siento! No sé que ha pasado... He perdido el control de telequinesis durante apenas un momento y... todo ha quedado destruido- Continuó Alisa.

Lo único que la titán recibió a través del comunicador fue un largo silencio. Por un momento, Alisa sintió como un escalofrío le recorría la espalda. Lo terribles que resultaban sus actos no le preocupaba. Sin embargo, no recibir respuesta hacía que se preguntase si la comunicación se había interrumpido o si el Señor Nguyen estaba haciendo algo o hablando con alguien más.

- ¡De verdad que lo siento!- Insistió Alisa, hablando con el comunicador sin obtener respuesta- Trabajaré para compensarlo. Les devolveré diez veces lo que valía esta ciudad, ¿de acuerdo?

La titán permaneció casi un largo minuto a solas en medio del devastado paisaje que acababa de crear a su alrededor, rodeada tan solo de silencio y cadáveres, sin obtener respuesta. Para cuando su representante corporativo por fin le habló de nuevo, Alisa escuchó lo último que habría querido oír.

- La Administración Central de Phobos ha decidido pasar por alto este desafortunado incidente- Respondió el ejecutivo- Permanece a la espera. El Comandante en Jefe Black se pondrá en contacto contigo con nuevas órdenes.

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