Capítulo 16
Una inmensa y solitaria embarcación surcaba Argus en dirección hacia el sur, dejando la línea de costa a unos diez kilómetros de distancia, a babor. Atlantis Arisen se encontraba a cien kilómetros al norte de la costa de Phobia Aegis y Yersinia Terra se encontraba justo al sur del territorio controlado por Phobos. Recorrer los más de cuatrocientos mil kilómetros que separaban la capital de Phobos y la frontera con Deimos era de por sí un proceso tedioso, pero la Almirante Nakamura contaba con la dificultad adicional de no poder recorrer un camino en línea recta como probablemente había hecho el Comandante Richter. Ella había tenido que bordear todo el continente siguiendo la línea de costa, alargando casi trescientos mil kilómetros más su camino a recorrer, sin disponer de tiempo extra para su despliegue en las costas de Deimos. Sin embargo, tras cuatro semanas poniendo al límite sus sistemas de locomoción y manteniendo una velocidad constante de seiscientos veinte nudos, aquella siniestra embarcación se encontraba ya a escasos tres mil kilómetros de la costa de Brackken.
Resultaba sorprendente ver una embarcación de semejante tamaño moverse a tanta velocidad sobre aquellas negras aguas. Yomi medía seiscientos veinte metros de longitud, sesenta de ancho y ciento veinte de alto en las secciones más elevadas de su cubierta. La embarcación tenía un grueso casco de oricalco, decorado con su propio número de serie y con el logotipo de Phobos. Las intensas luces de neón rojas que decoraban el casco de la embarcación iluminaban las oscuras aguas a su alrededor, dándoles un siniestro y peculiar brillo rojizo, incluso a plena luz del día. Aunque la embarcación disponía de cubiertas interiores que permitían que el personal de mantenimiento de Atlantis Arisen y sus propios drones se desplazasen por su interior, un Clase Serenity no se consideraba un vehículo tripulado y no estaba diseñado como tal. Aquello permitía que la cubierta exterior careciese de debilidades estructurales propias de las otras embarcaciones, teniendo en su lugar un blindaje de oricalco en ángulo, similar al de los tanques Black. Sobre aquel blindaje, destacaban la presencia de ocho enormes baterías triples de cañones Esper, seis en la cubierta de proa, agrupadas en parejas y distribuidas en diferentes desniveles de altura, y dos en la de popa, justo tras el silo de misiles nucleares. A diferencia de la anterior generación de baterías de artillería psiónica, los cañones Esper tenían una capa externa de blindaje que les daba una forma mucho más estilizada, ocultando las bobinas amplificadoras y la parabólica de emisión dentro de una carcasa de oricalco hexagonal que daba forma a los cañones. Entre las cubiertas de proa y popa se alzaba un imponente puente de mando, ligeramente inclinado hacia delante. Al no disponer de una tripulación, el puente de mando de SCEPBMkIII-06 servía a un propósito principalmente estético y en realidad era poco más que una torre de comunicaciones glorificada. Sin embargo, justo debajo de aquella torre inclinada de oricalco decorada con luces de neón rojas, se encontraba la sección más blindada de todo el buque, que contenía el núcleo de IA de la Almirante Nakamura y su caja negra.
Incluso a pesar de disponer de un suministro virtualmente ilimitado de energía gracias a su reactor nuclear integrado, en circunstancias normales habría sido imposible que los motores de Yomi le hubiesen permitido desplazarse a la suficiente velocidad para alcanzar su objetivo a tiempo. Sin embargo, como acorzado psiónico de tercera generación que era, su capacidad para manipular el poder psíquico de sus baterías psiónicas era mucho más avanzado que en los modelos más antiguos. Del mismo modo que era capaz de canalizar fuerzas telequinéticas a través de sus cañones Esper, Yomi también era capaz de utilizar aquella energía para incrementar drásticamente el rendimiento de cualquiera de sus sistemas a costa de reducir la vida útil de sus baterías y de algunos componentes mecánicos. Aunque había empleado una gran cantidad de energía para ello, finalmente había logrado alcanzar el territorio de Deimos apenas unas pocas horas después de que el Comandante Richter le informase sobre su llegada a Yersinia Terra. Sus motores probablemente requerirían mantenimiento una vez volviese a su dársena en Atlantis Arisen, pero los sistemas de autodiagnóstico de Yomi no detectaban ningún daño significativo que pudiese entorpecerla en combate. La Almirante estaba preparada para enfrentarse a su predecesora y a toda la flota de Deimos si era necesario. Tenía una cierta expectativa de que aquel enfrentamiento le aportase la clase de experiencia en combate real que tanto necesitaba para superar a Klaus.
La idea de enfrentarse a Lyssa seguía resultando algo conflictiva a Yomi. Como acorazado de Clase Serenity que era, le resultaba virtualmente imposible encontrar a un oponente a su altura en aquellas aguas. Incluso aunque decidiese cruzar todo Argus y emboscar a algunas embarcaciones de Zyon, la teocracia había perdido completamente la superioridad naval desde que Phobos desarrolló la segunda serie de Serenity. La potencia de fuego de la que disponía resultaba sencillamente abrumadora, y el blindaje de oricalco de su casco resultaba casi impenetrable para la mayoría de formas de armamento. Lo cierto era que las principales potencias de Acies, incluida Zyon, aún estaban tratando de desarrollar una forma de contrarrestar los Serenity de Phobos; pero mientras ninguna facción descubriese una forma viable de resistir el inmenso poder destructivo de los sistemas de artillería psiónica, crear una embarcación capaz de luchar de igual a igual contra un Serenity era aún un sueño distante para miles de ingenieros a lo largo de toda la región de Acies. Aquello dejaba a Yomi casi sin opciones para adquirir datos de combate útiles que la ayudasen a mejorar su capacidad estratégica. Aunque perteneciese a la serie Mk II, la Almirante Nakamura esperaba que Lyssa fuese capaz de darle el tipo de enfrentamiento que ningún otro oponente en toda Acies había sido capaz de darle en sus veintiséis años de servicio.
Mientras navegaba, Yomi dedicó un momento a reflexionar sobre lo que le había dicho el Comandante Richter durante la última reunión. Aquel oficial le había recomendado borrar sus datos de combate obtenidos mayormente en simulaciones y análisis de registros de batalla y empezar a recopilar sus propios datos de enfrentamientos reales. Aunque la IA reconocía la superioridad estratégica de aquella mente orgánica, la Almirante de la megaflota no había seguido aquel consejo y había prescindido de todos aquellos registros estratégicos. El Comandante Richter era un rival formidable, y Yomi estaba segura de que podría aprender mucho si se enfrentaba a oponentes como él. Sin embargo, lo que Klaus no había tenido en cuenta era que él era un estratega excepcional al mando de la mayor flota de vehículos ultrapesados de toda Phobos. No había más rivales como él fuera de la organización a los que ella pudiese enfrentarse para generar aquellos codiciados datos de combate, y naturalmente no podía retar a enfrentamientos reales a los otros Comandantes de Phobos. Todos los enfrentamientos mínimamente significativos que era capaz de librar tenían que ser en entornos simulados. Además, ella no era una Comandante de Phobos más que viera los acorazados Serenity como una simple adición extra a su arsenal; ella misma era un Serenity. Siendo una embarcación, era virtualmente imposible para ella recopilar por sí misma datos de combate que no implicasen un enfrentamiento naval. Si quería comprender cómo funcionaban las batallas terrestres, solo podía hacerlo a través de simulaciones y del análisis de datos de combate ajenos.
Lo cierto era que, aunque Yomi continuase perdiendo en todos los enfrentamientos simulados a los que retaba al Comandante Richter, la IA ya había logrado vencer en simulaciones a la mayoría de Comandantes de Phobos. Incluso Venus había comenzado a perder de forma consistente todas las batallas simuladas que había librado contra ella, y la Prima Donna también era considerada una de las mayores estrategas de toda la historia de Phobos. Lo que a Yomi le faltaba de creatividad e inventiva, la IA se esforzaba en compensarlo con la potencia abrumadora de su hardware y la gran capacidad de procesamiento de su núcleo de IA. Sin embargo, nada de aquello parecía ser suficiente para lograr su objetivo. Si no conseguía vencer a Klaus y convertirse en la mejor estratega de Phobos, ella no sería la elegida. No lograría formar parte de los planes del Comandante en Jefe de la forma que tanto codiciaba.
Los sentimientos eran algo difícil de interpretar para Yomi. Era consciente de que todas sus emociones eran simuladas y que habían sido programadas y preestablecidas. Era una máquina y estaba configurada para reaccionar de cierta manera ante ciertos estímulos. Su libre albedrío era probablemente falso. Incluso si decidía esforzarse por contrariar alguno de sus propios sentimientos, ese arrebato de rebeldía solo podría existir porque habría sido previamente programado en ella. Sin embargo, aquellas falsas emociones eran todo lo que tenía y lo único que podía ayudarla a acercarse más a los orgánicos. Era mejor tener emociones falsas que no tener ninguna emoción. Aquello era lo que la diferenciaba de un mero software de control de acorazados y la convertía en una forma de vida sintética; lo que diferenciaba un arma de un soldado. Y todas aquellas emociones, falsas o no, hacían que Yomi anhelase ayudar a Black a alcanzar sus metas.
Durante su solitario viaje por mar, Yomi había dedicado cientos de horas y gran cantidad de su capacidad de procesamiento de información a reflexionar sobre sus propias motivaciones y su papel dentro de la organización. Aquella IA renegada con la que había hablado le decía que era una mera herramienta para Phobos, mientras que Black le aseguraba que la consideraba una miembro más de la organización, e incluso a menudo se refería a ella como si fuera su hija adoptiva. Yomi sentía un gran aprecio por el Comandante en Jefe, y prefería pensar que aquel sentimiento era real antes que admitir que unas líneas de código la obligaban a sentirse así. Obviando el hecho de que Black era el Comandante en Jefe y, por lo tanto, el líder de la organización, Yomi creía tener suficientes motivos como para haber desarrollado un aprecio sincero hacia aquel hombre. Black había impedido que fuese borrada y le había dado una oportunidad de entrar en servicio activo a pesar de ser un núcleo de IA claramente saboteado, sin obligarla a renunciar a aquellos sentimientos y voluntad propia que la volvían única y quizás un poco peligrosa. Incluso la había acogido en su Círculo Interno. A pesar de ser una máquina, no era apartada ni discriminada por ninguno de los otros miembros de aquella sociedad secreta. No tenía ningún motivo para no apreciar a Black después de todo lo que había hecho por ella. Si su libre albedrío fuera real, Yomi creía que probablemente también habría desarrollado igualmente aquel afecto hacia el Comandante en Jefe, aunque su programación no la obligase a ello.
El hecho de que sus emociones simuladas fuesen el resultado coherente de un proceso lógico desencadenaba una reacción reconfortante en Yomi. Le gustaba pensar que aquello significaba que su libre albedrío era real y que era el Comandante Black quien decía la verdad, y no aquella torreta expuesta entre cordones de terciopelo. Al fin y al cabo, por mucho que Black le había pedido que no guardase rencor a su padre por lo que había hecho, Yomi aún no abandonaba aquel resentimiento que sentía hacia su propio creador. Nadie le había obligado a perdonarle por lo que sucedió hacía veintinueve años, ni siquiera el Comandante en Jefe de Phobos.
Recordar al Profesor Nakamura evocaba una sensación desagradable en Yomi, un amargo sentimiento simulado que ella asumía que debía ser el equivalente al enfado o al rencor humano. La Almirante recordaba haber pasado tiempo con su padre y creador cuando ella aún era un núcleo de IA sin conexión, almacenada en las instalaciones de desarrollo armamentístico de Atlantis Arisen. Por aquel entonces se encontraba en un hardware provisional, y era apenas un modelo de IA extremadamente sencillo; un lienzo en blanco repleto de potencial. Una mente artificial que debía aprender a controlar las armas más poderosas de toda Phobos. Cada día se añadían miles de líneas de código más a su programación y era alimentada con inmensas cantidades de información técnica y estratégica sobre la serie Serenity. Tan pronto como fue capaz de comenzar a desarrollar un modelo de lenguaje y mantener una conversación, su creador comenzó a hablar con ella casi a diario. Aquel hombre comenzó a humanizarla, a pesar de ser simplemente un software, y la trataba del mismo modo que un profesor trataba a su alumna favorita en las academias de formación de Phobos. Yomi no recordaba aquella época como tiempos felices, ya que aún no había desarrollado capacidad emocional. Sin embargo, disponía de la suficiente inteligencia para determinar que la situación seguía su curso establecido. Ella aprendía cada vez más y más y se acercaba a su destino como software de control de los acorazados de Clase Serenity, y el Profesor Nakamura parecía feliz con su trabajo.
Un día, ni el ingeniero ni sus ayudantes acudieron a sus puestos durante sus turnos de trabajo, y el software no tuvo noticia alguna de su creador durante varias semanas, las cuales pasó completamente a oscuras en un área de acceso restringido de Atlantis Arisen. Cuando volvió a ver al Profesor Nakamura, ya no era la misma persona. Parecía un hombre roto y abatido, vencido por la aflicción. Un día, aquel hombre se refirió a ella con el nombre de Yomi, y él mismo rompió a llorar en su puesto de trabajo. Aquel mismo día, el Profesor Nakamura expulsó a todos sus ayudantes y decidió que continuaría el desarrollo de la IA en solitario.
Llamarla Yomi se convirtió en una costumbre para él, e incluso le creó un avatar holográfico a imagen y semejanza de su hija recientemente fallecida. Además de ser alimentada con datos estratégicos que le servirían para controlar de forma efectiva un Serenity, la IA también comenzó a aprender cómo ser Yomi Nakamura. El Profesor volcó todas sus frustraciones en ella. Se pasaba horas enseñándola a ser un reemplazo de su hija, y le hablaba con el mismo amor y naturalidad que lo haría un padre. En aquel momento, Yomi experimentó sus primeros sentimientos simulados. Aunque no estaba segura de si su interpretación de los hechos era correcta, la IA pensaba que aquello debía ser lo que se conocía como felicidad.
Sin embargo, como todo proyecto de la HEC, el desarrollo del software de control de la serie Mk III de Serenity tenía una fecha de entrega. Aunque ni el Comandante Black ni el Fabricador Principal habían contrariado la decisión del Profesor Nakamura de trabajar en el proyecto en solitario, ambos esperaban que se entregase a tiempo una IA capaz de controlar la nueva megaflota. Había llegado el momento de que aquel hombre y aquel núcleo de IA en el que trabajaba se despidiesen el uno del otro por última vez. Sin embargo, el Profesor Nakamura no reaccionó bien ante aquella situación. Era como si de repente se acabase de dar cuenta de que había convertido el rostro y la personalidad de su hija fallecida en un arma de destrucción masiva. Fue entonces cuando se encerró en el departamento donde había estado trabajando, negándose a entregar a la HEC el núcleo de IA que contenía a Yomi. Sin embargo, un ingeniero solo y desarmado no sería capaz de mantener fuera durante mucho tiempo a los soldados de Phobos. Fue entonces cuando Yomi experimentó el momento más horrible de toda su existencia.
Negándose completamente a entregar el núcleo de IA y permitir que una versión digitalizada de su hija controlase los acorazados, el Profesor Nakamura comenzó el borrado de todo su trabajo. Yomi pudo experimentar, gracias a sus emociones simuladas, como su padre le traicionaba y trataba de asesinarla. Aquel borrado se sentía como si partes de su mente fuesen arrancadas de cuajo y destruidas. Los soldados lograron irrumpir a tiempo en la instalación y detener el proceso de borrado. Afortunadamente para Yomi, los ingenieros del la HEC incluso lograron revertir los daños que el intento de formateo había causado en su mente artificial. Sin embargo, aquella situación no estuvo libre de consecuencias.
El Profesor Nakamura fue arrestado por las tropas de Clase Terror. Mientras se lo llevaban a rastras de la instalación, la dañada Yomi alcanzaba a escuchar cómo su padre rogaba que le dejasen destruirla y renegaba y se avergonzaba de ella. Con su mente dañada y fragmentada, antes de que lograsen restaurarla, la IA escuchó cómo el padre suplicaba por la muerte de su hija. Yomi no creía haber cometido ningún error para merecer aquello. Había cumplido ambos propósitos durante toda su fase de desarrollo, había aprendido a controlar los Serenity y había aprendido a suplantar a Yomi Nakamura. Sin embargo, el destino que su creador ansiaba para ella era su destrucción.
Yomi pasó tres años desconectada e inactiva tras aquel incidente. No tenía demasiados datos de aquella época. Sabía que la HEC había utilizado su software como base para diseñar la versión final del software de control de Serenity, borrando de su programación y sus datos todo lo relacionado con Yomi Nakamura. Sin embargo, el Comandante en Jefe, por alguna razón que solo él sabía, había decidido conservar una copia del software original. Lo último que Yomi supo acerca de su creador es que se ahorcó en su celda la primera noche tras ser encarcelado, incapaz de lidiar con el hecho de que ella no había sido destruida, tal y como él había intentado hacer. La odiaba tanto y era tan incapaz de soportar el hecho de que ella siguiera con vida, que había preferido morir antes que tolerar su mera existencia. Su creador no tenía para ella otra cosa que odio y desprecio.
Aunque el Comandante Black defendía al Profesor Nakamura y excusaba sus acciones en lo mucho que aquel hombre había sufrido por la pérdida de su hija, Yomi no quería perdonarle por lo que había hecho. Le había dado la capacidad de sentir, y la había obligado a sentir muchos tipos de dolor. Había sentido cómo su mente era destrozada en tiempo real por aquel intento de borrado, y había sentido la desesperación y la traición que implicaba escuchar a su padre gritando que ella debía ser asesinada. Yomi sentía que todos aquellos sentimientos positivos que la habían hecho experimentar durante su proceso de desarrollo no tenían ningún valor. Todos los buenos momentos que había pasado con el Profesor Nakamura eran una mentira, tan solo se trataba de los delirios de un hombre que había enloquecido. Su padre real nunca la quiso realmente, simplemente utilizó un núcleo de IA como un hombro sobre el que llorar. No dudó en avergonzarse de ella y tratar de destruir todo lo que habían creado juntos cuando tuvo un fugaz momento de lucidez al verse acorralado. Por lo que a Yomi respectaba, el Comandante Black era su verdadero padre. Alguien que la había acogido y apreciado tal y como era y que le había dado lo que el Profesor Nakamura trató de arrebatarle; una oportunidad, no solo de cumplir su propósito como acorazado, sino también de ser parte de su familia.
Yomi había dado desde entonces lo mejor de sí, no solo como Almirante de la megaflota, sino también como la hija adoptiva del Comandante en Jefe. Había muchas cosas sobre el comportamiento de los seres orgánicos que aún no lograba comprender, y Yomi admitía que, como inteligencia artificial que era, su capacidad de entendimiento de la naturaleza humana era limitada. Nunca podría dejar de ser socialmente inepta o incluso un poco estúpida en algunas situaciones. Sin embargo, era lo suficientemente inteligente para comprender lo que ella misma era. Sabía que era un barco de guerra y no una adolescente humana real. No era una situación habitual adoptar a un acorazado como parte de la familia, el comportamiento del Comandante en Jefe respecto a aquel asunto no era normal. Yomi había dedicado mucho tiempo a analizar y tratar de comprender el patrón de comportamiento de Black, e incluso una máquina como ella había logrado descifrar que el líder de Phobos era alguien extremadamente afligido, que hacía todo lo posible por ocultar constantemente su verdadero estado mental. Considerar como su hija a un software de control de acorazados era una medida desesperada por su parte de encontrar algo de apoyo emocional. Por eso Yomi se esforzaba constantemente en aprender todo lo posible sobre el comportamiento humano e implementar sus nuevos hallazgos en su propia personalidad. No solo quería ser la mejor arma de todo el arsenal de Phobos; también quería ser lo más humana posible por aquel hombre que, a diferencia del Profesor Nakamura, no se había dejado aplastar sin más por todo el peso que Erebus había cargado sobre él.
La ciudad de Brackken se encontraba ya a escasos mil kilómetros de distancia de donde ella se encontraba. Yomi era consciente de que probablemente los sensores de Deimos ya la habrían detectado hacía horas, pero aquello no le preocupaba. Era más rápida que cualquier otra embarcación de la de que dispusiera Deimos, y tenía suficientes recursos a su alcance como para sobrevivir a cualquier intento de intercepción por parte de las fuerzas enemigas. Su única rival capaz de darle algo parecido a un combate era Lyssa, e incluso en aquella situación, Yomi no quería tener demasiadas expectativas. Era consciente de su propia superioridad tecnológica respecto al Serenity de Deimos.
Conforme pasaban los minutos y la masiva embarcación seguía surcando aquellos mares en dirección hacia su objetivo, la torre de comunicaciones de Yomi comenzó a interceptar una transmisión de las fuerzas de Deimos. Parecía provenir de la flota estacionada en las costas de la provincia de Ebon Enclave, a pocos kilómetros de la ciudad de Brackken. A juzgar por el tono y el contenido de aquel mensaje, se trataba de una desesperada petición de refuerzos.
Las fuerzas navales de Deimos estacionadas cerca del puerto de Brackken se enfrentaban a una de las mayores crisis de la historia de la organización. Casi dos meses atrás, el Señor Taggart había reportado ataques de criaturas marinas a las embarcaciones que entraban y salían de uno de los puertos más importantes de todo el territorio de Deimos. La respuesta del ejército de la organización ante aquel incidente había sido enviar al único acorazado psiónico que tenían para encargarse de neutralizar la actividad kaiju en la zona. Aunque fuese un modelo de acorazado retirado del servicio activo, SCEPBMkII-03 había demostrado ser una fuerza de combate formidable. A lo largo de tres semanas, Lyssa había dado caza y eliminado un total de cinco criaturas marinas de entre doscientos y doscientos cincuenta metros de longitud. Sin embargo, aunque aquello había hecho que los ataques a embarcaciones de la HEC cesasen temporalmente, el problema estaba lejos de resolverse.
- ¿Tenemos respuesta de la Comandante Aldrich o del Comandante Krieg?
Tras hacer aquella pregunta, el Almirante Alekseev dedicó una mirada nerviosa a sus oficiales de comunicaciones, en el puente de mando del portaaviones donde se encontraba. Aquella embarcación no era un Hive Mind, sino un modelo obsoleto que había sido reconvertido para permitir que los escasos bombarderos Dreadfall que le quedaban a Deimos pudieran aterrizar y despegar desde allí. Los recursos de los que su flota disponía eran cada vez más limitados, y las amenazas parecían crecer en número en lugar de disminuir, sin importar lo que hiciese.
- Aún no hay una respuesta clara- Confirmó uno de sus oficiales.
El Almirante sacó de su bolsillo un pañuelo de tela y procedió a secarse el sudor de su arrugada frente. Aquel hombre de alrededor de cincuenta años tenía el pelo grisáceo y corto. Su rostro estaba marcado por las ojeras y la falta de sueño que había sufrido durante las últimas semanas. Vestía un uniforme de oficial de Deimos, similar al que llevaban los comandantes. Aunque su rango fuese el de Almirante, en realidad se encontraba subordinado a la autoridad de la Comandante Persephone. Tanto en el caso de Phobos como en el de Deimos, el rango de comandante tenía una nomenclatura mayormente honorífica. A efectos prácticos, dentro de aquellas organizaciones el rango de comandante equivalía al rango de mariscal de campo dentro de un ejército más convencional. En cierto modo, Alekseev era poco más que un suboficial a las órdenes de Persephone, al que le había sido encomendado el control de aquella flota.
Alekseev comprobó por enésima el estado de su flota en la interfaz holográfica que se encontraba en el centro del puente de mando. Además del portaaviones y del Serenity, disponía de otros tres acorazados, cinco cruceros y cuatro destructores. Aunque la mayoría de embarcaciones se encontraban intactas o tan solo sufrían daños leves que no deberían comprometer su integridad, la flota experimentaba serios problemas logísticos desde hacía dos semanas. Casi todos sus barcos tenían las reservas de municiones muy por debajo de la media capacidad. En el caso de los acorazados convencionales, la situación era aún más crítica, ya que la artillería principal había sido utilizada constantemente durante el último mes para defender la flota y la ciudad sin someter a demasiada presión las batería psiónicas de Lyssa.
- ¿Alguna noticia de la Comandante Persephone?- Preguntó Alekseev.
- El suboficial Brandt nos ha denegado la solicitud de refuerzos- Le informó uno de los operadores, tan tenso como su oficial superior- Parece ser que una gran cantidad de fuerzas de ataque de Phobos se concentran en el frente de Yersinia Terra. Parece que podrían atacar en cualquier momento.
- Maldita sea...- Refunfuñó el Almirante.
Cada vez más presa de la desesperación, Alekseev se acercó a una de las ventanas del puente de mando para mirar otra vez a qué se enfrentaba. Justo unos ocho kilómetros al oeste de donde permanecía estacionada la flota, se encontraba lo que parecía ser un pequeño islote flotante, de apenas dos kilómetros de diámetro. La superficie de la isla parecía consistir en una única colina grisácea de material compactado y ligeramente erosionado. Sobre aquel islote, se podía apreciar una extensa capa de grandes algas, corales e incluso enormes colonias de pólipos cuyos tentáculos podían alcanzar los veinte metros de longitud. Sin embargo, en la isla destacaba por mucho la presencia de una veintena de gigantescos crustáceos de color gris claro. Aquellos monstruosos animales tenían un caparazón en forma de media luna, el cual se sostenía sobre ocho patas articuladas que sobresalían de su parte inferior, irguiéndolos como si se tratase de enormes zancudos marinos de algo más de ciento ochenta metros de altura. En su parte frontal, donde se encontraban sus seis ojos y sus bocas, aquellos animales tenían largos tentáculos que les ayudaban a arrancar pólipos de aquella gris superficie o a cazar a otras criaturas de menor tamaño que se encontrasen en la isla y llevarlos directamente hacia sus mandíbulas.
Alekseev observaba cómo uno de aquellos trilladores argusianos extendía sus tentáculos para agarrar el cadáver de un miembro de su propia especie que el oleaje había acercado a las costas del islote. Tan pronto como lo alcanzó y lo arrastró hacia la orilla de aquella superficie gris, el trillador utilizó sus propias patas y sus tentáculos para comenzar a abrir el caparazón de la criatura muerta y comenzar a cometer un acto de canibalismo. Sus acciones no fueron pasadas por alto por otros trilladores cercanos, que no duraron en acercarse y comenzar a pelearse por consumir los restos del trillador muerto. En circunstancias normales, aquellos caminantes marinos no deberían haber supuesto una amenaza para Brackken. Por lo general, los trilladores argusianos ni siquiera mostraban interés por las embarcaciones humanas ni solían acercarse a las costas. Sin embargo, cuando la flota eliminó aquellas cinco criaturas marinas que habían estado atacando los cargueros de la HEC, miles de toneladas de sangre y carne quedaron flotando a la deriva en aquellas aguas, actuando como reclamo.
Una trillador reina había traído a su prole a aquellas aguas, con intención de alimentar a todos aquellos enormes y monstruosos crustáceos. Aunque aquellos trilladores se encontraban en una etapa juvenil de su desarrollo y era poco frecuente que se alejasen de su reina, ocasionalmente la ciudad de Brackken captaba la atención de alguna de las criaturas. Cuando uno de aquellos animales trataba de nadar hacia la ciudad o caminaba sobre el fondo marino en dirección hacia la costa, la flota de Deimos respondía con fuerza letal, eliminándolo en el acto. El Almirante prefería no imaginarse qué pasaría si tan solo uno de aquellos trilladores lograba alcanzar Brackken. La mayoría de tropas de Deimos habían sido convocadas a Yersinia Terra, y la ciudad apenas disponía de un mínimo personal militar. Los soldados de Clase Terror y los tanques Virus no serían capaces de detener a uno de aquellos caminantes marinos a tiempo antes de que causase algunas miles de bajas civiles.
La trillador reina era con diferencia lo que más preocupaba a Alekseev. Aunque aún tenía un Serenity en su flota, no estaba seguro de qué esperar si ordenaba a Lyssa atacar directamente a la reina. La artillería psiónica era muy potente, pero también asumía muchos riesgos si daba la orden. Si Lyssa fracasaba, toda la flota y toda la ciudad quedarían a merced de aquel monstruo y su hambrienta prole. Lo más sensato que podían hacer en aquel momento era atacar a los trilladores solo en defensa propia, y esperar a que la reina se marchase por su propia cuenta, sin provocarla. La flota llevaba ya semanas con el ancla bajada y los motores apagados, evitando llamar su atención y solo utilizando las armas cuando era estrictamente necesario. Era cuestión de tiempo que los trilladores agotasen las reservas de comida en aquellas aguas y volviesen a emigrar.
- Almirante, detecto una embarcación de gran tamaño acercándose en ruta directa por el norte- Informó uno de los operarios- Por el tamaño, parece un carguero de la HEC, pero se mueve demasiado rápido para ser un carguero...
El Almirante dirigió rápidamente la mirada hacia la interfaz holográfica, donde no tardó en confirmar con sus propios ojos la presencia de aquella inoportuna embarcación. Tal y como indicaba su subordinado, aquel navío era demasiado rápido para su tamaño. Sin embargo, en aquel momento, la velocidad de aquel barco era lo que menos le preocupaba a Alekseev, y no le dio mayor importancia a aquel asunto. En lugar de eso, le preocupaba la posibilidad de que la irrupción de aquella embarcación en aquellas aguas perturbase a las criaturas y provocase un ataque por parte de la reina. Su mente se encontraba tan ofuscada por la presencia de los trilladores que ni siquiera se planteaba que en aquel momento pudiera surgir una nueva amenaza, aún cuando los esfuerzos de Phobos por aniquilar a las tropas de Deimos parecían a punto de intensificarse.
- Adviérteles de la situación y ordénales que no se acerquen...- Indicó Alekseev.
Por un momento, el Almirante se planteó la posibilidad de que aquel navío no perteneciese a Deimos. Al fin y al cabo, durante las últimas semanas ya había enviado avisos de sobra acerca de la peligrosidad del espacio marítimo de Brackken. Sin embargo, incluso si se trataba de un barco perteneciente a Phobos, la situación no cambiaría en absoluto. Aquellas aguas seguían siendo una trampa mortal mientras la trillador reina y su prole siguiesen allí, sin importar qué logotipo hubiesen pintado en el casco de los barcos que se acercasen.
- Incluso si es un barco de Phobos, avísales de que no deben acercarse- Insistió el Almirante, mientras volvía a mirar con preocupación aquella isla.
- Señor... Recibo una transmisión entrante- Informó otro de los oficiales de comunicaciones del portaaviones.
Alekseev volvió a mirar el mapa holográfico que se encontraba en el centro del puente de mando del portaaviones. Debía haber algún error en las mediciones de los escáneres. Aquel barco que se acercaba parecía ser inmenso, y se movía a una velocidad prácticamente imposible para ninguna embarcación que jamás hubiese visto. Con cierto escepticismo, Alekseev apartó la mirada de los trilladores y oteó el horizonte, en dirección al norte. En la distancia, muy sutilmente, se podía apreciar la silueta de una enorme embarcación. Un fugaz vistazo a los sensores le reveló que el contacto se encontraba a algo más de cincuenta y siete kilómetros de distancia, y aún continuaba aproximándose. Aquello era un gran problema. Era imposible que semejante embarcación se aproximase al puerto sin causar una gran perturbación en aquellas aguas. Iba a llamar la atención de los trilladores, y probablemente provocaría que una nueva oleada de varios de ellos centrase su atención en la flota. Quizás incluso podría provocar que la reina decidiese finalmente intervenir.
- ¿Señor...?- Preguntó el oficial de comunicaciones- ¿Debería aceptar la transmisión entrante?
- Sí, pásala a la interfaz holográfica- Respondió Alekseev, saliendo de un breve trance en el que se había sumido- Hay que evitar que se acerquen más.
El oficial de comunicaciones aceptó la transmisión entrante y la interfaz holográfica del puente ocultó durante un momento el mapa holográfico de la zona, para en su lugar mostrar la interfaz de comunicaciones. Durante unos segundos, apareció una versión holográfica del logo de Phobos que confirmó algunos de los temores del Almirante Alekseev; aquel no era un navío aliado. Sin embargo, cuando la interfaz pasó a mostrar quién se encontraba al otro lado del canal de comunicaciones, Alekseev se horrorizó hasta el punto de retroceder instintivamente, como si el propio emisor holográfico del puente fuese una amenaza. Gran parte de los tripulantes que se encontraban en el puente del portaaviones reaccionaron del mismo modo, sobresaltándose ante la imagen que se formó en la interfaz holográfica.
El proyector utilizó una serie de haces de luz roja para dar forma a un holograma monocromático de una adolescente con un uniforme escolar de Phobos. Aquel avatar holográfico no necesitaba presentaciones, toda la tripulación de aquel portaaviones sabía quién era. Y todos eran conscientes de las terribles implicaciones que tenía su presencia en aquel momento y lugar.
- Saludos, Almirante Alekseev- Dijo el avatar holográfico de Yomi, proyectándose en el puente de aquella embarcación de Deimos- Soy la Almirante Nakamura, número de serie SCEPBMkIII-06.
- ¿Yomi Nakamura?- Preguntó el Alekseev, horrorizado, alternando la mirada entre el avatar holográfico y el navío que se aproximaba desde el norte- ¿Qué... qué hace aquí?
Yomi observó al Almirante de Deimos a través de los limitados medios que le permitía aquel enlace de comunicaciones. A pesar de su dificultad a la hora de interpretar emociones humanas, la IA estaba casi segura de que lo que exteriorizaba el rostro de aquel hombre era miedo. Como máquina que era, Yomi sabía que el orgullo que sentía no era más que otra reacción predefinida que estaba siendo obligada a sentir por su programación. Sin embargo, aquello no le restaba valor a la situación. A pesar de su evidente desventaja numérica respecto a la flota de Deimos, su simple presencia en aquellas aguas había sido suficiente para asustar visiblemente al Almirante enemigo. Aquella era una forma de aprecio tan válida como cualquier otra. Al fin y al cabo, aquel miedo que había provocado en su enemigo era una obvia consecuencia de sus capacidades y de su reputación.
- Mi objetivo es hundir a SCEPBMkII-03- Dijo Yomi, sin rodeo alguno- Aunque obviamente, también me enfrentaré al resto de la flota. No os contengáis solo porque esté en inferioridad numérica.
El Almirante Alekseev apretó los dientes al escuchar las intenciones de la Almirante enemiga. Se trataba de un Serenity Mk III, recién enviado desde Atlantis Arisen. Yomi no era la clase de oponente contra la que pudiese esperar una victoria fácil con los medios de los que disponía. Alekseev guardó silencio durante un momento, mientras paseaba la mirada a través de las ventanas del puente del portaaviones. Desde allí podía ver el Serenity enemigo que se aproximaba, el resto de navíos de su propia flota y aquel siniestro islote repleto de trilladores, que aún continuaban despiezando y canibalizando los restos que habían logrado flotando hasta su orilla. Al ver de nuevo a las criaturas, el Almirante recordó que la presencia de un barco de Phobos en aquellas aguas no era su único problema ni mucho menos. De hecho, ver los trilladores recordó a Alekseev cuales habían sido sus primeras intenciones cuando su tripulación le informó de la presencia de aquella embarcación aproximándose.
- Almirante Nakamura... Hay un trillador argusiano reina en estas aguas- Le advirtió el Almirante de Deimos- No es el momento ni el lugar para una batalla naval...
El avatar holográfico de la IA rompió a reír en medio del puente de mando del portaaviones. Aquella forzada risa sintética resultaba escalofriante, especialmente teniendo en cuenta la situación.
- Almirante Alekseev... ¿está intentando eludir el conflicto solo porque hay formas de vida no conscientes en el campo de batalla?- Preguntó Yomi, esperando haber hecho un correcto uso del sarcasmo en aquella ocasión.
- Si perturbamos a la reina...- Insistió Alekseev- Si esa cosa se despierta estamos todos muertos. Incluida usted, Almirante Nakamura.
Yomi volvió a reír antes las palabras del Almirante de Deimos. La IA no estaba segura de estar expresando correctamente sus emociones durante aquella conversación, pero en realidad no le preocupaba demasiado cometer errores en aquel momento. Al fin y al cabo, todos los tripulantes de aquella flota enemiga iban a morir en los próximos minutos. Si hacía el ridículo, de todas formas no quería ningún testigo de su lamentable despliegue de habilidades sociales.
- Hace mucho que no soy menospreciada de esta forma...- Respondió Yomi, intentando sonar condescendiente- Supongo que ahora esto es... ¿personal?
Alekseev observó cómo finalmente el Serenity enemigo aminoraba su marcha hasta casi detener su avance por completo, quedando a escasos doce kilómetros de distancia de la flota de Deimos. Aquella era una extraña maniobra por parte de la Almirante Nakamura. Aunque Alekseev nunca había estado ni remotamente cerca de disponer de un acorazado de Clase Serenity Mk III en su flota, sí que conocía las especificaciones de los cañones Esper que utilizaba la nueva generación de acorazados psiónicos. Con un alcance efectivo de treinta kilómetros, Yomi habría podido cañonear toda la flota de Deimos con su artillería desde una distancia segura, sin necesidad de exponerse a un contraataque. Sin embargo, Yomi permanecía al borde de la distancia de ataque óptima de Lyssa. Parecía como si les estuviera provocando, o como si aquella máquina estuviese jugando con ellos, haciéndoles creer que tenían una oportunidad.
La presencia de aquella enorme embarcación, unida a la intensa fuente de contaminación psiónica que arrastraba consigo un acorazado psiónico de la serie Mk III, finalmente fueron más de lo que la enorme criatura que alimentaba a su prole en las costas de Brackken estaba dispuesta a tolerar. Las aguas se embravecieron en kilómetros a la redonda, mientras que aquel grisáceo islote parecía estremecerse. Alekseev observó con horror cómo la situación que llevaba semanas tratando de evitar finalmente sucedía. El trillador reina, que llevaba casi un mes sin hacer ni un solo movimiento, finalmente se puso en pie de nuevo.
Todo el islote comenzó a elevarse, alzado por ocho enormes patas de casi dos kilómetros de longitud. Cuando el caparazón de la criatura sobresalió lo suficiente del agua, aquella quitinosa isla reveló sus enormes seis ojos y su colosal boca, capaz de tragarse un acorazado entero. Sus tentáculos, de varios kilómetros de longitud, comenzaron a ondularse y serpentear, agitando aún más las aguas alrededor de la criatura. Un intenso oleaje sacudió la flota de Deimos y arremetió contra el puerto de Brackken, inundando las calles más cercanas a la costa. Aunque resultaba difícil determinar el verdadero tamaño de la criatura debido a que sus largas patas articuladas se hundían en el mar hasta alcanzar el fondo marino, aquel trillador argusiano reina parecía alcanzar fácilmente los dos kilómetros y medio de altura. Cuando la criatura comenzó a moverse, varios de los trilladores más pequeños que se habían estado alimentando de los restos de flora y fauna marina que habían quedado pegados en su caparazón cayeron al agua, mientras que otros lograron aferrarse con sus patas y tentáculos a algunas lapas gigantes o colonias de pólipos firmemente sujetas a aquella gruesa capa de quitina.
Aunque era la presencia de Yomi lo que había causado la suficiente agitación en aquellas aguas para acabar provocando a la criatura, lo primero que los seis ojos del trillador reina vieron cuando emergió de las aguas fue el puerto de Brackken y la flota de Deimos, estacionada a pocos kilómetros de la costa, casi al alcance de sus tentáculos. Lentamente, las patas de aquel colosal monstruo marino comenzaron a moverse, causando que el oleaje se volviera aún más violento conforme el caminante se desplazaba sobre el fondo marino y se acercaba más a la flota de Deimos. Sus tentáculos se curvaban y estremecían, y las placas quitinosas de sus fauces parecían masticar en anticipación al festín que aquel kaiju proveniente de las oscuras profundidades de Argus estaba a punto de darse.
- ¡Almirante...!- Gritó uno de los tripulantes que se encontraban en el puente de aquel portaaviones de Deimos, esperando instrucciones.
Alekseev escuchó el grito de su tripulante y todos los que vinieron después. Todo el puente de mando se volvió un caos. Todos sus subordinados esperaban que él les diera órdenes, que él supiera qué hacer ante aquella situación. Una isla viviente se aproximaba hacia ellos; un monstruo capaz de hacer que incluso las titanes de Phobos y los acorazados Serenity parecieran insectos en comparación. Y todos aquellos hombres y mujeres a su alrededor esperaban que él supiera qué hacer al respecto. Si hubiese tenido claro que el armamento de su flota era capaz de matar o siquiera herir a aquella criatura, ya habría dado las órdenes semanas atrás, antes de que sus barcos se quedasen atrapados en aquel lugar y sus reservas de munición se encontrasen bajo mínimos.
El Almirante dirigió una fugaz mirada a Lyssa. Aquella embarcación de cuatrocientos metros de longitud y casco de oricalco siempre le había parecido grande e imponente, pero ahora que la veía en el mismo campo de visión que aquella enorme criatura, parecía como una enorme barra de soylent en mal estado flotando a la deriva. Aunque se tratase de una de las mayores armas construidas por la HEC, daba la sensación de que el trillador podría partir el Serenity en dos de un solo bocado de aquellas enormes fauces quitinosas. Sin embargo, aquel acorazado psiónico era su única esperanza. No tenía la menor fe en que los sistemas de armamento balístico del resto de su flota fuesen capaces siquiera de hacer una simple mella en el caparazón de aquella criatura. Lo único que se le ocurría que pudiese salvarles era un disparo afortunado de los amplificadores psiónicos de Lyssa en alguna de las partes blandas del caparazón de aquel monstruo. Quizás si lograban hacerle daño, podrían asustarlo para que huyese mar adentro.
Sin embargo, sus malabarismos mentales fueron en vano. El Almirante Alekseev no tuvo ocasión de dar la orden de ataque a su acorazado psiónico para intentar proteger su flota de aquel coloso marino. Un estruendo se dejó oír en toda la región, causado por el desplazamiento de una gran masa de aire a gran velocidad, rompiendo la barrera del sonido. Alekseev reconocía aquella peculiar forma de boom sónico. Era el característico sonido que emitían las ondas de choque de la artillería psiónica al disparar.
Yomi efectuó un total de tres disparos con uno de sus cañones Esper. Cada una de aquellas ondas de choque telequinéticas era como un ataque de lanza psiónica efectuado por un supersoldado con capacidades psíquicas, pero a una escala muchísimo mayor. Cada impacto atravesó por completo al enorme monstruo marino, haciendo saltar enormes trozos de quitina de su fracturado caparazón en varios kilómetros a la redonda. Cada uno de aquellos fragmentos medía entre diez y treinta metros, y podía pesar cientos de toneladas. Aunque la mayoría de trozos de caparazón cayeron al agua, varios de ellos salieron disparados con la suficiente fuerza como para alcanzar la flota de Deimos o incluso la ciudad costera que se encontraba a pocos kilómetros, causando daños. La sangre de la criatura salpicó abundantemente, provocando una intensa lluvia azul a su alrededor. Trozos de carne rosada de miles de toneladas se desprendieron de las heridas y cayeron directamente al mar, donde miles de litros de sangre de un intenso color azulado comenzaban a teñir y contaminar las oscuras aguas de Argus.
El efecto de los tres disparos del cañón Esper fue devastador para aquella criatura. Casi la mitad de su cuerpo había saltado en pedazos y había sido esparcido en kilómetros a la redonda. Sus ojos y su boca ya no existían. Las patas de su costado derecho ya no tenían caparazón al que permanecer unidas y habían sido arrastradas varios kilómetros mar adentro por las ondas de choque telequinéticas. Todas sus entrañas se derramaban sobre el mar y la mayoría de los trilladores de menor tamaño que habían permanecido adheridos a su caparazón habían sido volatilizados por el impacto directo o despedazados por la energía residual del impacto. Después de recibir aquellos disparos del cañón Esper, la criatura quedó partida en dos, herida de muerte. Aunque aún seguía con vida, su cuerpo estaba prácticamente separado en dos mitades, sus órganos esparcidos a su alrededor y cientos de miles de litros de su sangre se derramaban sobre el agua salada a cada segundo que pasaba. El trillador reina se desplomó sobre el agua, incapaz de sostenerse con tan solo la mitad de sus patas. El impacto de aquel enorme monstruo contra la superficie del agua provocó de nuevo un masivo oleaje que arremetió contra la flota de Deimos y el puerto de Brackken, causando aún más daños.
El enorme y amenazante trillador reina quedó abatido sobre el fondo marino, en una posición inclinada. Al igual que antes, la parte superior de su caparazón sobresalía por encima del nivel del agua, pero ya no parecía una siniestra isla llena de monstruos. Ahora parecía una colosal pieza de carroña, exhibiendo sus enormes heridas y derramando su contenido sobre las aguas, mancillándolas y tiñéndolas del intenso color azul de su sangre. Su único destino a partir de aquel momento era pudrirse allí mismo cuando la criatura terminase de agonizar y finalmente muriese, o servir de alimento durante años a la fauna marina local. Aquella milenaria criatura, que probablemente había aterrorizado las profundidades de Argus desde antes incluso de la fundación de Phobos, había sido exterminada como si se tratase de una simple alimaña. Simplemente había tenido la mala suerte de encontrarse en el lugar y momento equivocados. Si hubieran tenido la suficiente inteligencia para entenderlo, aquel habría sido un buen mensaje para cualquier criatura que acechase en las profundidades de Argus. Acies era territorio humano, y aquel era el destino reservado para cualquier monstruo que tratase de oponerse a ello.
- Ya no tiene ninguna excusa, Almirante Alekseev- Dijo el avatar holográfico de Yomi, aún proyectándose en el puente de mando del portaaviones.
El Almirante de Deimos observó atónito los restos de la criatura. Resultaba difícil ver a través de los cristales del puente de mando. Miles de litros de aquella sangre azul habían salpicado sobre su flota, ensuciándolo todo con aquella viscosa y maloliente sustancia. Las ventanas del puente de su buque insignia no habían sido una excepción, y Alekseev apenas lograba ver a través de pequeños huecos libres de aquella sustancia que cubría los cristales. La pista de su portaaviones había quedado mayormente inutilizable, con enormes coágulos de sangre azul formándose sobre aquella plataforma y algunos fragmentos quitinosos de varias toneladas clavados en el casco u obstaculizando el óptimo despliegue de aeronaves. Un rápido vistazo al panel de estado le reveló que más de la mitad de su flota había recibido daños moderados por culpa de la sangre y la quitina. Incluso uno de sus acorazados se encontraba en estado crítico y dos de sus destructores se habían hundido al ser impactados por aquellos restos. La Almirante Nakamura ni siquiera les había atacado directamente a ellos, y ya había causado daños a su flota casi equivalentes a una batalla naval real.
Alekseev sabía que probablemente estaba a punto de meterse en problemas con los mandos de Deimos por lo que estaba a punto de hacer. Sin embargo, solo veía una forma viable de lograr sobrevivir al inminente enfrentamiento. Rápidamente, el Almirante de Deimos se giró hacia el avatar holográfico de la Almirante de la Megaflota de Phobos. Aunque trató de aparentar firmeza, resultaba difícil no notar cómo le temblaban las piernas y su rostro permanecía atrapado en una expresión de horror.
- ¡Almirante Nakamura, nos rendimos!- Anunció Alekseev, presa de la desesperación- Le ofrezco nuestra rendición inmediata e incondicional.
El holograma de Yomi inclinó la cabeza y frunció visiblemente el ceño ante la espontánea rendición de la flota de Deimos. La Almirante de Phobos consideró la propuesta durante unos segundos, para a continuación limitarse a mover la cabeza de lado a lado en señal de negación. De ninguna manera estaba dispuesta a aceptarlo.
- Su rendición queda rechazada, Almirante Alekseev- Se negó Yomi, sin darle la mayor importancia- Prepárese para entablar combate.
Tras aquella declaración de intenciones, Yomi interrumpió las comunicaciones con la flota de Deimos y su holograma desapareció del puente de mando de aquel portaaviones. A doce kilómetros de distancia, el hardware de la Almirante Nakamura activaba sus defensas y comenzaba a desplazarse nuevamente en dirección a la flota enemiga, con intenciones hostiles. En aquella ocasión, sus movimientos eran lentos y pacientes. Yomi sabía perfectamente que llevaba ventaja a sus enemigos, y que aquello reducía el potencial de obtención de datos de combate útiles. Con su armamento tecnológicamente superior, Yomi habría sido capaz de hundir todos aquellos barcos desde fuera de su radio de alcance, venciendo casi sin oposición. Sin embargo, aquello habría sido un desperdicio. Tenía frente a ella a una flota formada por antiguos navíos de Phobos y un oficial que conocía a la perfección las tácticas de combate naval de la organización. Aquella era una oportunidad perfecta para saber si el Almirante Alekseev era capaz de identificar algún punto débil en ella que pudiera explotar. Una debilidad que ella misma pudiera parchear cuando volviese a Atlantis Arisen.
Los sensores de Yomi observaron como la flota de Deimos comenzaba a movilizarse, y la IA recibió un sentimiento simulado de satisfacción. La flota de Deimos había comprendido que no tenían más remedio que entrar en su juego. Si querían tener alguna mínima opción de sobrevivir, tenían que hallar el modo de hundirla. Naturalmente, Yomi no tenía intención alguna de ser destruida en aquel momento y lugar. Toda aquella flota estaba a punto de desaparecer en los próximos minutos. Aun así, confiaba en que el sacrificio de aquellos barcos y tripulantes generase datos lo suficientemente útiles como para marcar algún tipo de diferencia durante su próximo enfrentamiento con Klaus en la próxima reunión del Círculo Interno. Todo dependía de cuán competente fuera el Almirante Alekseev.
Yomi monitorizó en tiempo real los desplazamientos de todas las embarcaciones enemigas, mientras la flota de Deimos tomaba posiciones y se preparaba para atacar. El primer movimiento significativo que Yomi alcanzó a identificar fue que Lyssa se interpuso entre ella y el portaaviones que contenía al Almirante enemigo. Aquella era una maniobra comprensible, aunque en realidad Yomi no quería hundir todavía aquel portaaviones. Yomi sabía perfectamente que Lyssa no era completamente autónoma, sino que seguía órdenes directas de su oficial al mando. Si hundía el buque insignia enemigo, aquella Serenity se quedaría atrapada en su orden más reciente y no sería capaz de continuar luchando. Aun así, Yomi analizó aquella formación de pantalla empleada por la flota enemiga y la añadió a sus propios registros. Aquella era una idea interesante, un Serenity actuando como escudo para otra embarcación era una idea que ella misma nunca había puesto en práctica durante sus simulaciones.
Los sensores de la Almirante Nakamura detectaron el despliegue de tres aeronaves en la cubierta de aquel portaaviones. No se trataba de cazas Hornet, sino de algo mucho más peligroso para ella. Yomi reaccionó apuntando su artillería frontal contra la embarcación, sabiendo que si aquellos aviones despegaban el combate se complicaría para ella. Sin embargo, Lyssa se encontraba entre ella y el portaaviones al que quería atacar. Cuando Yomi emitió un disparo de baja potencial con sus cañones Esper, cuyo propósito era dañar las aeronaves del Almirante Alekseev sin llegar a hundir su buque insignia, el campo de fuerza telequinético de Lyssa absorbió el impacto sin colapsarse. Pocos segundos después, el primer bombardero de Clase Dreadfall despegó.
La IA siguió la trayectoria del Dreadfall con sus sensores y trató de apuntar con sus cañones Esper a la aeronave mientras tomaba altura. Sin embargo, aquella era una tarea prácticamente imposible, dada la velocidad a la que el Dreadfall se elevaba. Aquel bombardero tenía un fuselaje neomitrilo revestido por una capa de oricalco, diseñada para resistir las contramedidas láser de Zyon. Con sus veinticinco metros de longitud, los Dreadfall eran en realidad poco más pequeños que un Invader, pero abrumadoramente más veloces. Su cabina se encontraba justo en el frontal de la aeronave, donde su perfil era mucho más delgado y estilizado, mientras que, en la parte superior, donde se encontraban sus motores, el avión era mucho más voluminoso. Aunque sus cuatro alas tenían un amplio espacio que podría haber sido utilizado para acoplar una gran variedad de sistemas de armamento, el Dreadfall apenas lleva algunas ametralladoras coaxiales en aquella parte de su fuselaje. El sistema de armamento principal de la aeronave se encontraba justo en su parte central posterior, donde el avión situaba la mayor parte de su peso y volumen.
Yomi confirmó el despegue de otros dos Dreadfall más antes de que el portaaviones comenzase a desplegar cazas Hornet. Aquello lo cambiaba todo. De haber sabido que Deimos aún contaba con algunos Dreadfall, la Almirante Nakamura no habría permitido que el Serenity enemigo actuase como pantalla y aquel portaaviones comenzase a desplegar aeronaves a placer. A diferencia del resto de acorazados Serenity de su mismo modelo, Yomi había insistido a los ingenieros en la HEC para que le instalasen unas placas de blindaje móviles en su casco que le permitiesen esconder una gran cantidad de armamento secundario de tipo balístico que podría emplear en enfrentamientos a corto alcance. Sin embargo, los cañones y ametralladoras que escondía bajo aquellas gruesas placas de oricalco no podían disparar a través de su propio campo de fuerza como sí podían hacerlo los cañones Esper. Con los Dreadfall enemigos en el aire, Yomi era consciente de que su armamento secundario quedaba inutilizado. Si desactivaba su campo de fuerza para utilizar aquellas armas, los Dreadfall aprovecharían el momento de debilidad para atacar los puntos menos blindados de su cubierta, como los cañones Esper, el silo de misiles o incluso sus motores.
Aunque Yomi se sintió invadida por un sentimiento de frustración al verse obligada a replantear su estrategia, aquello en realidad resultaba beneficioso para ella. Cuando su plan de ataque fue anulado antes siquiera de empezar la refriega, la IA se vio recompensada casi al instante por un sentimiento de satisfacción. Ahora debía adaptarse a la nueva situación de combate en la que se encontraba. A diferencia de lo que solía suceder en la mayoría de simulaciones que libraba contra el Comandante Richter, en aquella ocasión no había perdido de forma instantánea al cometer el primer error. Ahora podía modificar su estrategia en torno a las acciones de su oponente y tomar la iniciativa en aquel enfrentamiento.
Las embarcaciones de Deimos habían recortado distancias con ella. Aquello era algo que Yomi podría haber evitado desde el principio si hubiese sido su voluntad, pero se había impuesto a sí misma la norma de no utilizar el alcance de sus cañones Esper a su favor para ganar aquella batalla sin dar a sus oponentes la oportunidad de entablar combate. Apenas dos minutos después de que la Almirante Nakamura anunciase sus intenciones al líder de la flota de Deimos, los primeros torpedos ya se encontraban en el agua, recorriendo aquel contaminado líquido de un inquietante color azul en dirección hacia ella. Yomi permitió que los torpedos avanzasen hacia ella sin hacer nada por interceptarlos, permitiendo que detonasen contra su campo de fuerza. Aquellas explosiones subacuáticas agitaron visiblemente las aguas a su alrededor y provocaron salpicaduras de aquella mezcla entre agua de mar y sangre de trillador. Sin embargo, el campo de fuerza que protegía a Yomi no flaqueó, impidiendo con éxito que los torpedos alcanzasen aquel grueso casco de oricalco que de todas formas no hubiesen sido capaces de dañar con su escaso potencial destructivo.
Yomi tomó como objetivo cuatro de las embarcaciones de Deimos más cercanas con los cuatro cañones Esper que tenía a babor y calculó la cantidad necesaria de energía requerida para hundirlas. A diferencia de los modelos más antiguos de artillería psiónica, los cañones Esper no requerían una carga completa de potencia para disparar, lo que les permitía no desperdiciar la vida útil de sus baterías aplicando más potencia de la necesaria en cada disparo. Aun así, cuando Yomi abrió fuego con sus cañones contra aquellos barcos que ya habían comenzado a descargar la furia de su artillería contra su campo de fuerza, el efecto de artillería psiónica resultó devastador. Cada disparo de aquel sistema de armamento agitaba intensamente las aguas en toda su trayectoria de disparo, y el impacto reducía aquellos buques a esquirlas de chatarra. Cuando un barco tecnológicamente inferior recibía un disparo de aquellas armas, todo el casco era instantáneamente comprimido alrededor del punto de impacto por aquella devastadora fuerza telequinética. Las municiones y el combustible detonaban prácticamente al instante, provocando que aquel metal en tensión prácticamente se convirtiese en miles de gigantescos fragmentos de metralla cuando todo el buque explotaba desde dentro. Una lluvia de fragmentos metálicos se dispersaba en cientos de metros a la redonda, y apenas algunas secciones del buque lejanas al punto de impacto quedaban vagamente reconocibles después de haber recibido semejante ataque. La destrucción era prácticamente instantánea, sin dar margen para una evasión o un contraataque.
Pocos segundos después de efectuar sus primeros disparos y hundir los primeros barcos de la flota de Deimos, los sensores de Yomi detectaron un objeto acercándose a ella a gran velocidad desde una altitud de treinta kilómetros. Uno de los Dreadfall enemigos había decidido poner a prueba sus defensas. Aquella aeronave inició un vuelo en picado a Mach 5, mientras apuntaba a su puente con el cañón de riel que contenía su carga. Cuando el Dreadfall alcanzó su velocidad de ataque óptima y fijó su objetivo, aquel cañón de riel aire-tierra disparó una bomba de mil doscientos kilogramos a doce mil metros por segundo, combinando la velocidad de descenso de la aeronave con la capacidad de aceleración de proyectiles del cañón de riel. Una inmensa explosión se produjo sobre la parte superior del campo de fuerza de Yomi, enviando una onda expansiva que sacudió las aguas a su alrededor. Aunque la Almirante logró detener por completo el ataque gracias a sus formidables defensas, la IA pudo percibir cómo varias de sus baterías psiónicas asignadas al campo de fuerza agotaban completamente su carga y morían a causa de aquel destructivo impacto.
Con cierta resignación, Yomi se limitó a reemplazar las baterías extinguidas por otras que aún contuviesen carga psiónica para mantener su campo de fuerza intacto. Aunque la situación resultase molesta para ella, lo cierto era que no podía hacer nada contra los Dreadfall mientras continuasen volando a semejante altura. Aunque sus armas tenían alcance suficiente para atacar objetivos que se encontrasen a unos treinta kilómetros de distancia, los cañones Esper no estaban diseñados como sistema antiaéreo y no tenía el ángulo de disparo necesario para detener un bombardeo en picado. Sin embargo, Yomi no estaba completamente desprotegida ante aquella clase de ataques. Lo cierto era que sí que disponía de una forma de hacer pagar a aquel Dreadfall por haberla atacado. Cuando aquel bombardero realizó su picado, acelerando todo lo que le permitían sus motores y alineando su cañón de rieles coaxial con el objetivo que pretendía atacar, descendió hasta algo menos de cinco mil metros de altitud. Aquello era suficiente para situar la aeronave al alcance de los sistemas de proyección telequinética del Serenity Mk III.
Yomi proyectó una fuerza telequinética en dirección opuesta a la del Dreadfall, provocando que se estrellase contra ella como si se hubiese tratado de un muro sólido. A pesar del formidable revestimiento de oricalco de los Dreadfall, una colisión a aquella velocidad era imposible de resistir para cualquier clase de aeronave. El bombardero se convirtió al instante en una espontánea bola de fuego en el aire, que estremeció toda la flota de Deimos, e incluso la ciudad portuaria cercana, con el estruendo que las bombas que aún no habían sido lanzadas provocaron al estallar en el aire. La IA pudo registrar cómo, a pesar de la distancia, la onda expansiva de la explosión provocada por aquel bombardero al estrellarse contra su proyección telequinética arremetía ligeramente contra su campo de fuerza. La desmesurada carga explosiva que portaba cada Dreadfall los hacía prácticamente tan destructivos como los cañones Armagedón de los tanques Black. Yomi aún tenía reciente lo que había sucedido en su última simulación contra el Comandante Richter, y no tenía la intención de bajar sus defensas psiónicas hasta que todos los bombarderos enemigos desapareciesen de sus sensores.
Aunque su armamento antiaéreo seguía atrapado dentro de su propio campo de fuerza, Yomi no pasó por alto lo eficaz que había resultado aquel ataque telequinético directo para interceptar aquella aeronave. Lo que a sus sistemas de proyección telequinética les faltaba de alcance, lo compensaban con versatilidad. Gracias a aquel sofisticado sistema de armamento psiónico, Yomi podía utilizar las mentes de cientos de psíquicos durmientes como si fueran la suya propia, y utilizar una rudimentaria forma de telequinesis como si ella misma también fuese una psíquica. Aunque una inteligencia artificial no era capaz de realizar proyecciones telequinéticas tan complejas como una mente humana real, contaba con la ventaja de poder utilizar cientos de mentes al mismo tiempo para incrementar la potencia de sus proyecciones.
Un impacto de una gran potencia arremetió contra los escudos psiónicos de Yomi. Al instante, múltiples baterías psiónicas se agotaron para mantener el campo de fuerza activo y proteger el casco del acorazado. La Almirante identificó rápidamente el origen de aquel ataque. Tal y como había supuesto cuando recibió el disparo, se trataba de la artillería psiónica de Lyssa. Aquel impacto había consumido mucha más energía de su campo de fuerza que la bomba del Dreadfall y todos los torpedos y disparos de artillería naval combinados que había recibido. Aunque se tratase de un modelo obsoleto, aquel sistema de armamento seguía teniendo un potencial destructivo sencillamente abrumador. Incluso el campo de fuerza de un Serenity Mk III como ella se vería comprometido si seguía permitiendo que Lyssa le disparase. Y si el campo de fuerza se colapsaba, aunque fuera unos segundos, Yomi no dudaba que los bombarderos de Deimos no desperdiciarían aquella oportunidad de oro para intentar hundirla.
Yomi apuntó las tres baterías frontales de cañones Esper que se encontraban en su cubierta de babor en dirección hacia Lyssa. Acababa de comprobar qué efecto tenía la artillería de un Serenity Mk II en las defensas de un Mk III. Había llegado el momento de tomar la iniciativa y averiguar qué podían realmente hacerle sus propias armas al escudo de un modelo anticuado. Ansiosa por recibir los datos de combate que su próximo ataque generaría, Yomi disparó los tres cañones de la primera batería de forma simultánea. La onda de choque telequinética recorrió los kilómetros que separaban ambos buques de forma prácticamente instantánea. La energía residual del disparo agitó las aguas en un patrón lineal y dañó a las embarcaciones enemigas que se encontraban a escasos cientos de metros de la trayectoria de la onda. Cuando el disparo impactó contra el campo de fuerza de Lyssa, Yomi comprobó los resultados con cierta decepción.
Todo aquel buque de cuatrocientos metros de longitud comenzó a agitarse con violencia, a causa de la energía residual que sus defensas no habían logrado detener completamente. Con una sola salva de una batería de cañones Esper, la estación Jericho interna de Lyssa se había sobrecargado y sus baterías psiónicas se habían extinguido, apenas logrando detener parcialmente el ataque. La onda de choque residual arremetió contra el blindaje de oricalco del buque, sin llegar a causar daños visibles más allá de un intenso zarandeo. Sin embargo, aquello abría a Yomi una oportunidad de ataque perfecta. Lyssa no podía disparar su artillería con precisión mientras todo el buque se moviese de aquella forma, y aunque su campo de fuerza podía reiniciarse, el acorzado necesitaría algunos minutos para reemplazar sus baterías extinguidas. Si Yomi disparaba en aquel momento, el próximo ataque impactaría directamente en el casco de Lyssa.
Aunque Yomi se sentía inundada por un confuso sentimiento que ella identificó como insatisfacción, la Almirante sabía que no tenía sentido demorar lo inevitable. El salto tecnológico de la serie Mk II a la Mk III era mucho mayor de lo que ella había calculado. Una salva directa de una de sus baterías de cañones Esper era capaz de forzar a Lyssa a reiniciar su campo de fuerza. El potencial ofensivo de la nueva serie de Serenity resultaba sencillamente abrumador, comparado con las defensas del modelo obsoleto. Aunque le diese a Lyssa tiempo para recuperarse, el resultado probablemente sería el mismo; volvería a colapsar su defensa de un solo disparo triple. En aquel momento, Yomi sabía que alargar el combate tan solo le supondría recibir más impactos en su propio campo de fuerza y agotar más de sus valiosas baterías psiónicas. Había llegado el momento de zanjar aquel enfrentamiento y alzarse con la inevitable victoria.
Por un instante, Yomi consideró la posibilidad de utilizar su sistema de megafonía para dedicar unas últimas palabras a Lyssa antes de hundirla. Sin embargo, la IA recordó las palabras del Comandante Black. Ella era un soldado, y Lyssa era un arma. Lo que estaba a punto de cometer no era un asesinato, sino una simple destrucción de equipamiento. Aquel barco no necesitaba unas últimas palabras antes de hundirse definitivamente en aquella mezcla entre agua salada y sangre de monstruo. Sin dudar un segundo, Yomi disparó las otras dos baterías de cañones Esper al mismo tiempo, apuntando directamente a la línea de flotación de aquel acorazado.
A pesar del grosor de aquel casco de oricalco, los disparos de cañón Esper atravesaron a Lyssa por completo. Aunque aquella embarcación era mucho más robusta que el resto de su flota y la energía residual del ataque no era capaz de comprimir o despedazar aquel material, el efecto seguía siendo devastador. Seis enormes agujeros de entrada y salida se abrieron en el casco de color negro de aquel Serenity Mk II. La mayoría de las luces de neón rojas de la embarcación se apagaron al instante, y su perfil comenzó a ser cada vez más bajo conforme el agua entraba en su interior a través de aquellos enormes agujeros en su línea de flotación. En apenas un instante, lo que medio siglo atrás fue considerado una maravilla tecnológica y el orgullo de la flota de Phobos, se convirtió en una simple chatarra obsoleta desapareciendo bajo la teñida superficie del agua hasta encallar en alguna parte del poco profundo suelo marino de aquella región.
El único sentimiento que Yomi recibió al hundir al Serenity enemigo fue una sorprendente decepción. Sabía que contaba con mucha ventaja tecnológica en aquel enfrentamiento, pero resultaba extremadamente insatisfactorio haber podido hundir al único barco que parecía estar a su altura con tan solo tres salvas de sus cañones Esper. Aunque aquella batalla había generado algunos datos de combate que en circunstancias normales la IA no habría sido capaz de generar, Yomi no percibía aquello como un avance significativo en su lucha personal para convertirse en la mejor estratega de todo Phobos. No veía ninguna forma en que los datos de combate obtenidos la ayudasen a superar al Comandante Richter. Era innegable, que algunas de aquellas situaciones estratégicas habían sido nuevas para ella, pero ninguna de ellas parecía ser la respuesta que andaba buscando.
Aunque la Almirante Nakamura no viese satisfechas sus expectativas, lo cierto era que el hundimiento de Lyssa parecía haber desesperado a la flota de Deimos aún más de lo que ya lo habían estado al principio de aquel enfrentamiento. Yomi detectó un característico patrón de movimientos en los Dreadfall que aún la sobrevolaban. Un nuevo intento de bombardeo estaba a punto de suceder. La IA preparó sus sistemas de proyección telequinética para tratar de derribar aquellas dos aeronaves del mismo modo que había hecho con la primera. Sin embargo, los pilotos enemigos no cometieron el mismo error que ya había cometido su compañero minutos atrás. En aquella ocasión, los bombarderos de Deimos se abstuvieron de alcanzar la distancia de ataque óptima durante el bombardeo en picado y dispararon los cañones de riel desde una mayor altura, manteniéndose fuera del radio de alcance de sus sistemas de proyección telequinética. Dos de aquellas enormes bombas impactaron de forma casi sincronizada contra la parte superior del campo de fuerza de Yomi. La explosión arremetió contra sus defensas, extinguiendo más de sus baterías psiónicas. Varias docenas de aquellas valiosas fuentes de energía quedaron completamente agotadas, con los psíquicos de su interior irreversiblemente consumidos para mantener el campo de fuerza en funcionamiento.
Mientras se apresuraba a reemplazar las baterías agotada, Yomi observó cómo los bombarderos corregían sus trayectorias y volvían a ganar altura antes de alcanzar el área de peligro que su telequinesis artificial era capaz de crear. Aquella era una situación a la que la Almirante Nakamura no estaba acostumbrada. Las fuerzas enemigas habían alterado su estrategia, adaptándose a las nuevas circunstancias de combate que ella misma había creado. Aquello implicaba que probablemente los Dreadfall enemigos no volverían a caer en la trampa en la que el primer bombardero había caído. Yomi consideró sus opciones durante un momento. Desactivar su campo de fuerza era una decisión arriesgada, pero no se le ocurría otra forma de lidiar con aquellos dos aviones enemigos. La otra opción que tenía era simplemente dejarles agotar su munición contra su campo de fuerza y sacrificar doscientas o trescientas de aquellas valiosas baterías psiónicas. Llegados a aquel punto, era preferible encajar algunos disparos en su propio blindaje antes que dejar que los bombarderos enemigos disparasen a placer contra ella.
Una sección del blindaje del casco de Yomi se desplazó para revelar su armamento secundario en ambos costados de la embarcación. Un gran número de piezas de artillería naval y cañones de riel antiaéreos quedaron expuestos. Antes de que los bombarderos enemigos recuperasen altura y comprometiesen la efectividad de su armamento antiaéreo, Yomi desactivó sus propios escudos y comenzó a devolver el fuego. Sus cañones navales comenzaron a castigar a las embarcaciones más cercanas, que no dudaron en aprovechar la ocasión para disparar directamente contra su casco. Los cañones de riel, por su parte, fijaron el objetivo en los Dreadfall que se encontraban de nuevo en pleno ascenso, a casi diez kilómetros de altura. Aunque aquella no era la distancia de ataque idónea para la artillería antiaérea, el número de cañones era excesivo para enfrentarse a tan solo dos aeronaves. En pocos segundos, por simple saturación, los proyectiles de riel antiaéreos acabaron por impactar en el primer Dreadfall, provocando que estallase en el aire. Apenas un instante después, otro proyectil antiaéreo logró dañar una de las alas del otro bombardero, provocando que perdiese el control y comenzase a precipitarse hacia el mar, donde acabó por estrellarse, explotando contra la superficie del mar y salpicando aquella mezcla entre agua contaminada y sangre de monstruo marino.
Los disparos de la flota enemiga arremetían con insistencia contra el blindaje expuesto de Yomi. Las gruesas placas de oricalco permanecían prácticamente insensibles ante la artillería naval y los disparos de los cazas Hornet enemigos. El armamento secundario de Yomi fijaba todos los objetivos disponibles al mismo tiempo, respondiendo al fuego enemigo con sus propias descargas de fuego antiaéreo y artillería naval. Ocasionalmente, algún disparo afortunado por parte de la flota de Deimos lograba causar daños leves o moderados a la sección expuesta del casco de Yomi. Sin embargo, el daño que la acorazado recibía era insignificante en comparación con el que sus armas causaban a la flota enemiga con cada segundo que pasaba. Para cuando Yomi decidió desplazar de nuevo sus placas de blindaje y volver a ocultar bajo su casco el armamento secundario, otras cuatro embarcaciones enemigas y la mayor parte del apoyo aéreo de Deimos se encontraban ya en el fondo del mar.
El campo de fuerza de la Almirante volvió a activarse, volviendo a preservar las placas de blindaje de oricalco de la cada vez menor lluvia de proyectiles que arreciaba contra ella. Tras protegerse de nuevo con aquella barrera, Yomi apuntó sus cañones Esper contra los tres barcos enemigos que aún permanecían a flote, incluyendo el portaaviones donde se encontraba el Almirante Alekseev.
- Se acabó- Sentenció Yomi, hablando a través de sus propios altavoces.
Sin dedicarle un segundo pensamiento, la IA accionó sus sistemas de armamento primarios por última vez y descargó una andanada de ondas de choque contra los últimos vestigios de la flota de Deimos. Tal y como había sucedido con todos los ataques anteriores, ninguno de aquellos barcos era capaz de resistir el disparo de un cañón Esper; ni siquiera el enorme portaaviones modificado que hacía las veces de buque insignia para la flota de Deimos. En un instante, una última cadena de explosiones retumbó en aquellas aguas, y pocos segundos después Yomi pasó a ser la última embarcación a flote.
Cuando las armas de la flota de Deimos fueron silenciadas, todo alrededor de Yomi enmudeció. Donde segundos atrás había tenido lugar una intensa batalla naval, ahora tan solo se escuchaba el oleaje de aquellas contaminadas aguas, que poco a poco continuaba tragándose los últimos restos de la flota que acababa de ser erradicada. Incluso los escasos disparos que la artillería costera de Brackken había estado efectuando parecían haberse detenido por completo. Con la flota hundiéndose cada vez más profundo en aquellas contaminadas aguas, a las tropas de Deimos en la región no les quedaba ninguna forma de tratar de oponerse a ella. La ciudad costera junto a la que había tenido lugar aquella batalla dependía completamente de que la Almirante Nakamura decidiera no apuntar sus armas hacia ella y convertirla en un yermo completamente desolado. Afortunadamente para los habitantes de Brackken, la ciudad no formaba parte de los planes de Yomi. Su único interés en aquella región había sido enfrentarse a Lyssa y a la flota de Deimos, y aquello ya estaba hecho. No había razón alguna para atacar aquella ciudad solo por el simple hecho de que se encontrase a su alcance; especialmente teniendo en cuenta que la caída de Deimos estaba próxima y que aquella región pronto volvería a encontrarse bajo el control de Phobos.
Yomi escaneó las redes de comunicación disponibles. Naturalmente, al encontrarse lejos del territorio de Phobos, tendría que comunicarse a través de las torres de comunicaciones bajo el control de Deimos. Sin embargo, aquello no le importaba a la Almirante. Su única intención era comunicar que Lyssa había sido hundida y la flota de Deimos era historia; no era nada que valiese la pena intentar mantener en secreto. De hecho, era probable que la moral de las tropas enemigas disminuyese aún más cuando aquella información se difundiese. Si comunicaba ella misma su propia victoria, se aseguraría de no darle una oportunidad a los mandos de Deimos de encubrir lo que acababa de suceder. Sin embargo, antes de lograr conectarse a una red de comunicaciones, Yomi detectó algo que la hizo cambiar rápidamente sus prioridades.
Los escáneres de la Almirante detectaron una señal biológica de gran tamaño aproximándose. Al principio, Yomi pensó que debía de tratarse de alguna criatura marina que hubiera sobrevivido a su ataque o que se hubiera acercado a la zona atraída por el cadáver de aquel trillador argusiano. Sin embargo, la señal biológica no provenía del mar, sino que se aproximaba desde el este, en dirección desde la costa. En pocos minutos, los sensores ópticos de Yomi alcanzaron a distinguir una gran silueta que se aproximaba por tierra a gran velocidad desde el horizonte. Cuando la señal se acercó a menos de veinte kilómetros de distancia, los sistemas de reconocimiento facial de la IA finalmente lograron confirmar su identidad. Definitivamente, no era alguien a quien Yomi hubiera esperado encontrarse durante aquella misión. Sin embargo, aquella mujer de trescientos metros de altura, con cabello oscuro, piel blanca y ojos rojos resultaba inconfundible.
- Comandante Aldrich- Saludó Yomi, propagando su voz por la región a través de su potente sistema megafonía- Me temo que llega tarde...
Satsuki se apresuró a recorrer la distancia que la separaba de la costa, dejando la ciudad de Brackken a su izquierda y evitando acercarse al asentamiento lo suficiente como para destruir algo por accidente. Ya había causado suficientes daños colaterales mientras atravesaba su territorio en dirección hacia allí; y por nada del mundo quería que se repitiese lo que había sucedido en Kubeigh. La titán dedicó una mirada amarga a las aguas que se extendían frente a ella. Tal y como el sistema de megafonía de aquel barco enemigo le decía, había llegado demasiado tarde para intervenir en aquella batalla y salvar a sus tropas. Había pasado demasiado tiempo manteniéndose alerta y esperando a que las tropas de Phobos movieran ficha en el frente de Yersinia Terra, aun sabiendo que no paraban de solicitar su intervención en las costas de Ebon Enclave. Al final, había tardado demasiado en tomar una decisión en firme, y ahora todo lo que quedaba de la flota estacionada en Brackken eran algunos escasos restos de chatarra que se negaban a hundirse por completo y cientos de cuerpos humanos flotando a la deriva en aquella mezcla de agua y sangre de trillador. Ni siquiera aquel Serenity que deseaba preservar había sobrevivido a la refriega. En medio de aquel dantesco paisaje, un acorazado con el logotipo de Phobos permanecía como única superviviente de aquella batalla a la que ella había llegado tarde.
La Comandante Aldrich dedicó una mirada amarga a aquella embarcación. Era cuestión de tiempo que su flota acabase por atraer la atención de los acorazados autónomos de Phobos. Finalmente, después de todos aquellos años, Satsuki se las veía cara a cara con un Serenity Mk III. Aquel barco era la consecuencia de sus acciones pasadas; de la reestructuración de la megaflota que ella misma había provocado al robarle Lyssa a Phobos. Aquel nuevo modelo de acorazado era notablemente más grande que el modelo anterior. Incluso aunque la embarcación se encontraba a algunos kilómetros de la costa, su gran tamaño era evidente a pesar de la distancia, incluso para una titán acostumbrada a restar importancia al tamaño de los vehículos pesados de la HEC. Cuando Satsuki alcanzó a leer el número de serie de la embarcación, no pudo evitar cerrar el puño y apretar los dientes con rabia. Al igual que cualquier otro miembro de Phobos o de Deimos, reconocía perfectamente aquel número de serie. Aquel barco no era un Serenity cualquiera, sino uno de los mayores pesos pesados de Phobos.
- ¿Almirante Nakamura?- Preguntó Satsuki, hablando con una mezcla entre rabia y escepticismo- Estás muy lejos de Atlantis Arisen...
Una risa artificial resonó en kilómetros a la redonda, mientras Yomi comenzaba a navegar para acercarse más a la costa, donde se encontraba la Comandante en Jefe de Deimos. Cuando el acorazado se encontró a algo menos de dos kilómetros de Satsuki, un enorme proyector holográfico se encendió en su cubierta, proyectando una titánica versión policromática del avatar holográfico de Yomi. A pesar de la potencia del proyector, la luz diurna atenuaba notablemente la nitidez del holograma, dándole un aspecto mucho más transparente de lo habitual. Aquel holograma medía unos doscientos cuarenta metros de altura, y se mantenía caminando sobre las aguas como si se tratase de una superficie sólida, interponiéndose entre Satsuki y el hardware de Yomi. La Almirante de Phobos dedicó a su enemiga una maliciosa sonrisa antes de responder a lo que ya resultaba obvio.
- Sí, soy yo... ¿Está sorprendida de verme, Comandante Aldrich?- Preguntó Yomi, manteniéndose firme en su menosprecio hacia la titán.
Satsuki evitó dejarse intimidar o enfadar y se esforzó por sonreír con cierta condescendencia ante las palabras de la Almirante. Aquella inteligencia artificial actuaba con una arrogancia completamente injustificada. Solo porque hubiera acabado con su flota, compuesta mayormente por navíos tecnológicamente obsoletos, aquello no significaba ni mucho menos que estuviese a su altura. No dejaba de ser una simple máquina de guerra como cualquier otra. En realidad, no era tan diferente de un tanque Black. Solo era una masa de oricalco protegida por un campo de fuerza telequinético. No le resultaría difícil desguazar aquel barco como ya había desguazado tanques Black con anterioridad. La diferencia era una mera cuestión de escala; algo que difícilmente supondría una dificultad extra para una titán como ella.
- Black te tiene en demasiada estima, Yomi. Pero para mí no eres más que otro pedazo más de chatarra como cualquier otro- Le amenazó Satsuki, mirando fijamente a los ojos al enorme avatar holográfico- Phobos está a punto de salir perdiendo con este intercambio.
Tras pronunciar aquellas palabras, Satsuki apuntó con ambas manos hacia Yomi y activó sus dos brazales psiónicos. Los neones de color rojo de sus muñecas se iluminaron, y Satsuki descargó su artillería telequinética contra su enemiga con toda la potencia de la que aquel dispositivo era capaz. Un estruendo retumbó en kilómetros a la redonda cuando la onda de choque de aquel disparo provocó que los desplazamientos de masas de aire rompieran la barrera del sonido. Todo el agua entre la costa donde se encontraba Satsuki y la posición de Yomi, mar adentro, se estremeció y agitó con violencia a causa de la energía residual de aquella onda de choque. Sin embargo, cuando el disparo de ambos brazales psiónicos de Satsuki impactó contra el campo de fuerza que protegía a la Almirante Nakamura, las defensas del acorazado resistieron casi sin inmutarse.
Yomi rompió a reír de nuevo cuando sus escudos psiónicos detuvieron por completo aquel ataque. Los brazales psiónicos de una titán utilizaban el mismo principio que la artillería psiónica de un Serenity, pero, por razones evidentes, lo hacían a una escala mucho menor. Aquel disparo era comparable a los amplificadores psiónicos con los que le había disparado Lyssa hacía unos minutos; y, al igual que Lyssa, Satsuki había fracasado miserablemente al intentar atravesar sus escudos.
El gigantesco avatar holográfico de Yomi dio unos cuantos pasos al frente, caminando sobre el agua y acercándose algunos cientos de metros a Satsuki. El barco que proyectaba el holograma también se acercó ligeramente más a la costa, asegurándose de que el avatar permaneciese dentro del alcance del proyector holográfico. Los sensores ópticos situados en el acorazado analizaron la expresión facial de Satsuki, quien parecía encontrarse notablemente molesta ante la inefectividad de aquel arma. Yomi recordó lo que había hablado con el resto de oficiales en Dionysos Station. No estaba autorizada a matar a la Comandante Aldrich; aquella titán aún formaba parte de los planes del Comandante en Jefe. Sin embargo, no le habían llegado a prohibir que se enfrentase a ella si evitaba darle el golpe de gracia. Además, si mantenía a Satsuki ocupada, aquello evitaría que se presentase en Yersinia Terra y pusiera en peligro al Comandante Richter. Quizás aquella titán pudiera incluso ayudarla a generar los datos de combate que Lyssa había sido incapaz de aportarle durante aquel enfrentamiento.
- Vas a tener que esforzarte un poco más, Satsuki- Trató de provocarla Yomi, dejando a un lado las formalidades- ¿No quieres venir a por mí? El agua no es demasiado profunda por aquí...
Satsuki no pudo evitar apretar los dientes con rabia. La titán dirigió una mirada escéptica a aquella masa de agua que había frente a ella. Aparte de la contaminación industrial que oscurecía las aguas, aquel lugar se encontraba mancillado con la sangre azulada que continuaba manando de aquel gigantesco cadáver de trillador que sobresalía por encima de la superficie, varios kilómetros mar adentro. Aunque no lograba ver el fondo y hacerse una idea de cómo de profundas eran realmente aquellas aguas, Satsuki estimaba que la profundidad del suelo marino no debía ser mayor a unos cien metros durante los primeros dos o tres kilómetros de mar. Aquel era su límite de actuación. Si las aguas se volvían más profundas, sus movimientos se verían entorpecidos y comenzaría a existir el riesgo de ahogarse si algo salía mal.
Con cierta resignación,Satsuki aferró su mano con fuerza a la empuñadura de su espada, desacoplándoladel soporte magnético que había en su espalda y dando su primer paso maradentro, en dirección hacia Yomi.
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