Capítulo 14

Black dedicó un momento a contemplar el paisaje urbano al otro lado de aquella ventana, mientras intentaba mantenerse atento a algo que le impidiese evadirse demasiado hacia su propio subconsciente mientras esperaba. Cuando la dejaba a su aire, su mente tendía a atormentarse a sí misma recordando todos aquellos horrores que, en el fondo, le habría encantado poder olvidar. El Comandante en Jefe paseaba la mirada por aquellas calles, intentando forzarse a sí mismo a sentir más interés por ellas del que realmente sentía. En realidad, resultaba sorprendente que existiese un lugar así en plena Phobia Aegis; y aún más el hecho de que existiera legalmente. Dionysos Station no se parecía en nada al resto de lugares construidos por Phobos.

En cierto modo, la situación no era demasiado diferente de cuando pasaba horas enteras en pie, contemplando Phobos Prime desde aquel ventanal en la parte más alta de su torre. Sin embargo, lo que los sentidos del Comandante Black percibían no tenía nada que ver con el frío y funesto ambiente de la capital de aquella provincia. En aquel momento, se encontraba en la suite ejecutiva del hotel DeVos, situada en el ático de un edificio de apenas doscientos metros de altura. Aunque la estructura había sido construida con paneles de oricalco para garantizar su integridad estructural, aquel oscuro metal había sido recubierto por una serie de capas exteriores decorativas. La habitación en la que se encontraban tenía un suelo de mármol gris claro y unas paredes blancas, de un material que parecía ser yeso, al igual que aquel techo situado a diez metros de altura. Todo estaba iluminado con una brillante luz blanca, que no tenía nada que ver con la tenue iluminación que producían aquellos neones rojos que había en todos los edificios de Phobos.

En el exterior del hotel, las calles eran anchas y estaban bien iluminadas, incluso en pleno atardecer. Aunque Dionysos Station se encontraba dentro de los límites de Phobia Aegis y el cielo tenía aquel habitual tono gris provocado por la contaminación atmosférica que se extendía por toda la provincia, el ambiente resultaba mucho menos agobiante debido al uso de una iluminación más brillante y la predominancia de edificios de colores más claros. Hasta donde se extendía la vista, la mayoría de estructuras no superaban los cien metros de altura, y los paneles de oricalco habían sido cubiertos por otros materiales. La arquitectura general de aquella ciudad tenía un aspecto arcaico y clásico, a pesar de la maravilla tecnológica que en realidad era. Lo que había comenzado como la simple ambición personal de Venus de crear un centro cultural en Phobia Aegis, había evolucionado con el paso de casi doscientos años hasta acabar convirtiéndose en una pequeña provincia independiente dentro de los límites de Phobia Aegis; y aquella pequeña estación se había convertido en toda una ciudad de casi diez millones de habitantes.

Aquellas amplias avenidas estaban bastante concurridas. Solo en la calle peatonal que llevaba hasta la puerta del hotel DeVos debía haber un centenar de locales de ocio. Había clubs nocturnos, restaurantes, burdeles, casas de apuestas y casi cualquier cosa que los viciosos y los hedonistas fuesen capaces de concebir. Dionysos Station no pertenecía a Phobos, sino a la corporación Apollo; una empresa dedicada a la industria del ocio que gestionaba aquella pequeña provincia con total independencia. Las leyes impuestas por la Administración Central no se aplicaban allí, y las tropas de Phobos no tenían jurisdicción para actuar ni intervenir en el territorio perteneciente a Apollo. La Prima Donna había exigido aquellas condiciones para garantizar la satisfacción de cualquier capricho que se le ocurriese tener. Lo que comenzó como un centro cultural que sería un pequeño oasis de color en la grisácea Phobia Aegis, con el paso de los años se había convertido en la capital del vicio de todo el territorio de Phobos. El arte que se producía y exhibía en aquel lugar había degenerado hasta convertirse en aquel vacío hedonismo carente de límites. Nada era ilegal salvo que molestase a la gobernadora, quien tenía un criterio excesivamente flexible a la hora de vivir una vida placentera.

El consumo de sustancias no estaba regulado en absoluto, y era frecuente que los servicios de limpieza de la ciudad recogiesen a diario cientos de cadáveres de visitantes que habían sufrido una sobredosis o, habían sido estafados por alguien que les había vendido cápsulas de cianuro haciéndolas pasar por narcóticos. La prostitución estaba fuera de control. Había locales donde se podía compartir cama con Banshees y Goliats, a pesar del obvio peligro de muerte que aquellas relaciones implicaban para un cliente humano. Los locales de apuestas habían ido poco a poco desplazando las actividades deportivas conforme los combates a muerte entre gladiadores se iban volviendo cada vez más y más populares. A veces, ni siquiera era necesario que hubiese un combate para que aquellas mentes enfermas gastasen sus créditos para ver a alguien morir. En los bajos fondos de la ciudad, intentando no llamar la atención de la Prima Donna por si acaso la gobernadora tenía la decencia de prohibir aquellas actividades, era común que se realizasen ejecuciones en público de prisioneros o se produjese toda clase de material snuff que luego era distribuido por toda Dionysos sin demasiada clandestinidad. Aunque aquella vistosa ciudad de coloridas luces, edificios de roca y ladrillos blancos y elegantes calles repletas de alegres y variopintos visitantes resultaba mucho menos siniestra que Phobos Prime, la realidad era que aquel lugar estaba mucho más podrido por dentro de lo que la capital de Phobos jamás sería capaz de estarlo. No importaba cuántas fuentes, monumentos y jardines holográficos hubiese por toda la ciudad. Aquella belleza solo era una cáscara que no tardaba en desprenderse conforme uno iba conociendo aquel lugar.

Black no sentía especial interés por todas aquellas actividades que se realizaban en aquella ciudad. No le importaba cómo decidiesen sus empleados invertir sus días libres y gastar sus créditos. Sencillamente, el Comandante en Jefe se abstenía de tener una opinión, ni a favor ni en contra de aquel lugar. Acies era un lugar retorcido y siniestro, y las vidas humanas tenían un valor casi nulo. Si a Venus le divertía de alguna forma ver qué tan bajo podía llegar a caer el ser humano cuando se borraba la línea que establecía el límite de lo decente, no le importaba. Pero era innegable que, aunque aquella mujer tuviese un concepto bastante distorsionado de lo que era la belleza, Dionysos Station era uno de los pocos lugares en todo el territorio de Phobos donde aún se podía comer y beber algo decente. Además, resultaba tentadora la posibilidad alejarse un poco de los molestos ejecutivos de la organización, que no veían con buenos ojos aquel lugar. Solo por eso, valía la pena recorrer los casi tres mil kilómetros que separaban aquel depravado lugar de Phobos Prime.

- Black, te noto pensativo- Dijo una familiar voz femenina a espaldas del Comandante en Jefe- ¿Todo bien por esa cabeza tuya?

El líder de Phobos perdió al instante el interés por aquella ventana y por lo que había en el exterior del edificio, y se giró para encontrarse con una de las personas más excéntricas de todo Acies. Frente a él, levitando a pocos centímetros del suelo, se encontraba una Banshee ligeramente baja para los estándares de su clase de supersoldado; apenas alcanzando los cinco metros y diez centímetros de altura. Tenía el cabello de un intenso color dorado, liso y muy largo, llegando a los tres metros de longitud. En lugar de tener aquel característico tono de piel grisáceo y ligeramente amoratado que tenían las Banshees, aquella supersoldado se había cubierto hasta el último centímetro de su piel y quitina con un peculiar maquillaje que le confería un reluciente color dorado. De no haber sido por aquellos ojos negros y rojos, Venus habría parecido una estatua de sí misma en aquel momento. En contraste con los uniformes de oficial que Black y Euryale llevaban puestos incluso en aquel lugar, la Banshee llevaba puesto un elegante vestido de noche de color plateado, con un pronunciado escote y casi toda la espalda al descubierto. Aquella resplandeciente tela alcanzaba hasta algo más de medio metro por debajo de su pelvis, dejando que ocho ondulantes tentáculos de un intenso color dorado sobresaliesen por debajo, sin llegar a tocar el suelo.

Lo cierto era que el Comandante en Jefe ya no lograba impresionarse por los repentinos cambios de aspecto de Venus. Aquella excéntrica supersoldado había sido su segunda al mando durante ciento treinta años, antes de que ella misma renunciase y poco después Euryale ocupase aquel lugar en la jerarquía de Phobos. Conocía muy bien a aquella estrambótica Banshee, y estaba acostumbrado a que, cada vez que la viese, tuviese un cambio muy radical de aspecto. Al principio, aquella mujer era mucho más comedida. Siempre había estado obsesionada con la belleza, tanto la suya propia como la de todo cuánto la rodeaba. Se había asegurado de tener buen aspecto, cuidar su imagen, vestir bien y comportarse con elegancia. Sin embargo, con el paso del tiempo, la belleza convencional había terminado por aburrirla. A sus doscientos ochenta y tres años de edad, sus tendencias se habían vuelto más abstractas y experimentales, en muchas ocasiones cayendo en lo esperpéntico. En cierto modo, Venus se había convertido en un reflejo de la propia ciudad que gobernaba. Aquel centro cultural había decaído hasta convertirse en un refugio para toda la escoria de Phobos, y aquella hermosa diva poco a poco había ido convirtiéndose en otro personaje extravagante más.

- Estoy bien, Gio...- Respondió Black, de forma poco convincente- Algo cansado, simplemente.

- ¿Cuánto hace que no duermes?- Preguntó Venus, arqueando la ceja.

- No lo sé...

- ¡Doce años!- Exclamó Euryale desde el otro lado de la habitación- Doce años, tres meses y ocho días, para ser exactos.

Venus giró la cabeza hacia su derecha para mirar de reojo a la Comandante Euryale. Se encontraban en un amplio y opulento comedor, que formaba parte de aquella suite, situada en uno de tantos hoteles que ella poseía en la ciudad. Acostumbrada a que Black dejase en sus manos la organización de las reuniones del Círculo Interno de Phobos, Venus se aseguraba de disponer siempre de varios lugares cómodos y discretos donde los cinco líderes de la organización pudiesen encontrarse. Aquella sala tenía una mesa central de madera blanca, decorada con algunos detalles en oro, de unos seis metros de largo, tres de ancho y dos de alto. La Arpía se encontraba sentada a la mesa, en una silla de madera blanca cuidadosamente hecha a medida para ella, justo a la derecha de la silla del Comandante en Jefe, que a su vez estaba situada sobre una tarima que le permitía nivelar la altura de su asiento y alcanzar cómodamente aquella alta mesa. La gobernadora de Phobia Aegis había activado su interfaz holográfica y parecía estar analizando algunos datos y repartiendo algunas instrucciones a su personal. Incluso en aquel lugar, Euryale parecía estar absorta en su trabajo, y solo había respondido a aquella pregunta en voz alta como un simple acto reflejo. Resultaba un poco siniestra la cantidad de información acerca de los itinerarios, las actividades y el estado general del Comandante en Jefe que tenía aquella Arpía.

Aunque respondió a aquella pregunta sin dudarlo, Euryale no parecía especialmente interesada en formar parte de aquella conversación, y no llegó a apartar la mirada de su interfaz holográfica. No era de extrañar que aquella oficial estuviese atareada. Venus sabía perfectamente lo que había sucedido en Phobos Prime aquella misma mañana. Le habría gustado pensar que era un milagro que aquella reunión no hubiese tenido que cancelarse debido al desastre que Alisa había provocado, pero la Banshee en el fondo estaba segura de que Black no habría cancelado aquel encuentro ni aunque toda Phobos Prime hubiese sido destruida por aquella titán.

- Black, ¿por qué no te quitas el casco y descansas un rato?- Le propuso Venus- No es necesario que nos demos prisa en empezar la reunión. Tenemos toda la noche.

Venus se inclinó hacia delante y dirigió lentamente aquellos quitinosos dedos dorados a los cierres que el casco del Comandante en Jefe tenía en la gorguera metálica que rodeaba su cuello. Sin embargo, el líder de Phobos se llevó instintivamente ambas manos a los cierres y se aferró a ellos con firmeza, mientras retrocedía un paso. La Banshee se detuvo al instante, suspirando con cierta resignación al ver aquella reacción por parte del Comandante Black.

- Luego cuando cenemos me lo quitaré unos minutos- Se excusó Black- Por ahora dejémoslo así.

- Al menos lo he intentado...- Murmuró la Banshee.

Tras desistir de mala gana, Venus se desplazó levitando en dirección a la mesa. Aquella excéntrica supersoldado evitaba tocar nada, incluido el suelo. Era como si le preocupaba que aquella capa de maquillaje para hacer que su piel fuese dorada se pudiese estropear al más mínimo roce, aunque no parecía que el rozamiento con su propio vestido estuviese manchando aquella prenda ni exponiendo su color de piel original. Black se imaginaba qué debía estar pensando aquella Banshee mientras se sentaba en su silla, justo a la izquierda de la suya, con mucho cuidado de que su maquillaje tocase lo menos posible aquella madera blanca. Venus debía estar deseando que los dos oficiales que aún no habían llegado entrasen por la puerta de aquella habitación y la viesen con aquel aspecto, a pesar de que era probable que ninguno de los dos se mostrase impresionado por aquella extravagancia. Aún así, siempre resultaba divertido ver qué tan lejos era capaz de llegar aquella mujer a la hora de intentar llamar la atención de sus compañeros y lograr que elogiasen su peculiar forma de belleza.

Casi por simple inercia, el Comandante en Jefe se dirigió también la mesa, subió los escalones de la tarima de madera sobre la que se encontraba su silla, y tomó asiento en la posición principal de aquella mesa, justo entre las dos supersoldados. A su derecha, con la mirada aún perdida en su interfaz holográfica, se encontraba la actual gobernadora de Phobia Aegis. Y a su izquierda se encontraba la única miembro de la Junta de Directivos en la que Black sabía que podía confiar, tanto por lealtad como por competencia. No todos los seres humanos habían nacido iguales. Algunos, sin duda, parecían haber estado destinados a la grandeza desde que respiraron la primera bocanada de aire de Erebus. Y la Prima Donna Venus era la prueba viviente de ello. En todos los interminables siglos que había vivido, el Comandante en Jefe nunca había conocido a una persona más talentosa que Giovanna Messina, a pesar de toda su excentricidad. Aquella mujer había sido una de las personalidades más influyentes de la historia de Phobos.

Venus había sido la hija de un ejecutivo de la HEC. Incluso antes de que sus poderes telequinéticos se manifestasen en su adolescencia y sus pruebas de compatibilidad con la Fórmula del Destructor diesen un resultado positivo, aquella mujer ya tenía un futuro prometedor dentro de la jerarquía de la organización. Desde una temprana edad, había sido instruida tanto en finanzas y administración corporativa, como en varias ramas ingeniería eléctrica y mecánica; disciplinas en las que su mente privilegiada parecía destacar de forma innata. Debido a una serie de favoritismos corporativos y buen uso de las influencias de su padre, Venus nunca llegó a ser una supersoldado sin rango, e inició su servicio militar directamente como asistente de un Comandante, cuyo rango no tardó en usurpar. A diferencia de la mayoría de oficiales que ascendían gracias a la ayuda de los ejecutivos de la organización, Venus no tardo en demostrar que era mucho más que una simple cara bonita.

Aquella mujer resultó ser una supersoldado muy poderosa y una estratega competente. Los recursos que Phobos ponía a su disposición, demostraban siempre estar bien invertidos, de modo que las corporaciones seguían concediéndole prácticamente cualquier cosa que pidiera. Incluso la Administración Central había comenzado a mostrar interés por su carrera. Sin embargo, conforme sus inevitables éxitos bélicos iban llegando y su poder e influencia en Phobos aumentaba, el ego y la vanidad de Venus fueron poco a poco aflorando. Aquella mujer comenzó a obsesionarse con lo menos práctico y útil por lo que una oficial de Phobos o una ingeniera de la HEC debería haberse llegado a interesar. Había comenzado a notar una irritante e insoportable falta de belleza a su alrededor. La estrategia militar comenzó a resultarle cada vez menos interesante, y el armamento le parecía vulgar y rudimentario. Su interés por diferentes formas de arte comenzó a crecer, y su obsesión por la belleza se volvió casi patológica. Después de casi cincuenta años de impecable servicio como Comandante de Phobos, Venus detuvo sus actividades bélicas prácticamente de un día para otro y, sin dar ninguna explicación, se recluyó ella sola en unas instalaciones de producción de la HEC durante toda una década. Antes de expulsar al personal de la fábrica, su única declaración fue que la destrucción era un arte, y no tenía ninguna excusa para no ser hermosa.

Nadie tenía ni idea de qué se le estaba pasando por la cabeza. Cualquier otro Comandante de Phobos habría sido destituido y arrestado por comportarse de aquella manera. Sin embargo, sus asistentes sabían que Venus era demasiado inteligente y poderosa como para poder usurpar su puesto, y el personal ejecutivo tenía demasiado miedo de retirarle el apoyo a aquella rentable mujer y perder el potencial beneficio que su misterioso proyecto pudiese generar. La Administración Central de Phobos también parecía dispuesta a tolerar aquella actitud por parte de la Banshee, ya que el propio Black sentía una cierta intriga al respecto, y había ordenado que no se la molestase y se le entregase cualquier cosa que pidiera. Aquella fue una de las muy contadas ocasiones las que Black había depositado su confianza en alguien y no había sido decepcionado. Diez años después, cuando casi todos habían olvidado ya que aquella Banshee aún seguía encerrada en aquella instalación de la HEC, trabajando en su gran proyecto, la Comandante Venus finalmente salió de allí y mostró a todo Phobos el inicio de una nueva era.

Durante todos aquellos años, Venus logró crear el primer modelo funcional de un amplificador psiónico, y ella misma ensambló el primer prototipo de tanque que empleaba aquel sistema de armamento. La tecnología que aquella mujer desarrolló cambió Phobos para siempre. Los amplificadores psiónicos eran muy superiores a cualquier otro sistema de armamento conocido por la organización. En pocos años, los primeros modelos de acorazados de Clase Serenity, tanques Echo y estaciones Jericho comenzaron a entrar en servicio activo. Aquello también creó una enorme demanda de humanos con potencial telequinético que actuasen como fuentes de energía, provocando que Phobos iniciase una búsqueda y persecución de cualquier sujeto que pudiese ser convertido en batería psiónica. A pesar de sus claros inconvenientes y de la crueldad implícita en el uso de seres humanos como fuente de energía, la tecnología desarrollada por Venus fue un éxito instantáneo dentro de la organización, y aquella excéntrica Banshee fue generosamente recompensada por ello.

Venus retomó sus actividades como Comandante. Con los primeros tanques Echo bajo su mando, sus tropas eran imparables, y su excéntrica ambición de crear un arma tan bella como letal parecía mantenerla satisfecha. Sin embargo, cuando veinte años después el Comandante en Jefe le ofreció retirarse de la primera línea y pasar a convertirse en su mano derecha, formando parte de la Administración Central, Venus no dudó en aceptar. Con el tiempo, sus obsesiones habían ido cada vez a peor. Incluso su nueva y hermosa arma parecía haber comenzado a resultarle anodina. Aquella Banshee ardía en deseos de experimentar con nuevas formas de belleza, y la posición de poder que el Comandante en Jefe le ofrecía era la oportunidad perfecta para ello. La única condición que Venus puso para aceptar el cargo de Gobernadora de Phobia Aegis fue que se le permitiese construir Dionysos Station, como un refugio para el arte y la belleza en el territorio de Phobos. Tras doscientos años de servicio como Comandante de Phobos, el doble del servicio militar mínimo para supersoldados, Venus comunicó a Black su decisión de abandonar la Administración Central y su posición como Comandante de Phobos.

Aunque no le entusiasmase la idea, Black aceptó su renuncia. Apreciaba mucho a aquella Banshee y comprendía que, al igual que él, ella también tenía una obsesión personal poco razonable que ansiaba perseguir. La Comandante Venus desapareció, y aquella Banshee se convirtió en la Prima Donna de Dionysos Station y la directiva y representante de la corporación Apollo en la Junta de Directivos. Como agradecimiento por los servicios prestados, la Administración Central de Phobos concedió a Venus la total independencia del territorio de Dionysos Station. Además, el Comandante Black le había permitido continuar formando parte de su Círculo Interno, confiriéndole a niveles prácticos un mayor poder y autoridad que el de cualquier directivo de la organización.

Aunque sin duda no era algo habitual que una oficial tan prometedora abandonase un cargo tan importante para perseguir sus sueños de ser cantante de ópera, el Comandante Black deseaba lo mejor a Venus en la persecución de sus peculiares objetivos, del mismo modo que la directiva de Apollo deseaba que Black alcanzase aquella victoria final que llevaba ya un milenio entero persiguiendo. Pese a haber abandonado su puesto en el ejército y en la Administración Central, aquella Banshee seguía siendo una de sus aliadas más importantes y una de las pocas amistades reales que el Comandante en Jefe tenía dentro de aquella organización. Sabía que podía contar con ella del mismo modo que contaba con Euryale. Su lealtad y compromiso con Phobos eran absolutos.

- Klaus dice que ya están en la entrada- Anunció Euryale, aún sin apartar la mirada de su interfaz holográfica- Dos minutos, y estarán con nosotros.

- Llegan tarde- Se quejó Venus.

- Yo diría que es un milagro que hayan podido llegar con tan poco margen de tiempo- Dijo la Arpía- Es una suerte que justo ambos se encontrasen en Phobia Aegis, porque no es habitual que pasen por aquí.

- ¿Una suerte? No seas ilusa, Hitch- Respondió Venus, dejando salir una leve risa condescendiente- Black no deja nada a la suerte.

Euryale frunció el ceño, algo molesta por aquel comentario. Sin perder un segundo, consultó en su interfaz holográfica los itinerarios de los dos oficiales que en aquel momento estaban subiendo el ascensor, camino hacia aquella sala en el último piso del DeVos. El Magnum Bellum tenía una rutina de mantenimiento programada en la base de Atlas Dominion, a menos de diez mil kilómetros de Dionysos Station. Al mismo tiempo, SCEPBMkIII-06 se encontraba en aquel momento atracada en su dársena de Atlantis Arisen y en pleno proceso de rearme, a escasos cien kilómetros de la costa norte de Phobia Aegis. La Arpía no pudo evitar dejar salir un leve gruñido al comprobar que Venus estaba en lo cierto. Aquella reunión no había sido posible gracias a una fortuita casualidad. Black había estado moviendo los hilos desde hacía tiempo para que los cinco se encontrasen en aquel momento y lugar.

Aquella situación le resultaba molesta a la Arpía. No porque estuviese dispuesta a entrar en el juego de la antigua segunda al mando de Phobos y competir por quién conocía mejor al Comandante en Jefe, sino porque le molestaba que aquel detalle se le hubiese escapado. Debería haber sido ella quien hubiese ido un paso por delante y hubiese programado aquel itinerario. Sin embargo, resultaba difícil saber qué se le pasaba por la cabeza al Comandante Black y anticiparse a sus planes; algo que por alguna razón Venus siempre parecía ser capaz de hacer sin ningún esfuerzo. Desde que ocupó aquel cargo como segunda al mando de Phobos, Euryale se había esforzado por ser una empleada modelo y estar a la altura de las expectativas que el Comandante en Jefe tenía en ella. Sin embargo, parecía que su esfuerzo no era rival para el irritante talento innato que aquella Banshee demostraba para casi cualquier cosa que se propusiera.

Euryale apartó la mirada de su interfaz holográfica y respiró hondo. Había perdido la concentración en lo que estaba haciendo, y de todas formas la reunión estaba a punto de empezar. Prefería continuar gestionando la reparación de Timeo Atrium más tarde, cuando volviese a Phobos Prime. En aquel momento, Venus había logrado desestabilizarla mentalmente. No lograba apartar de su mente el sentimiento de inferioridad que tenía cuando se encontraba ante ella. Aquella Banshee no se portaba mal con ella ni pretendía iniciar una rivalidad, pero Euryale no lograba evitar verla como una rival; una que le llevaba demasiada ventaja. La anterior segunda al mando de Phobos era mejor que ella en todo, y no parecía necesitar invertir en ello ni la mitad del esfuerzo que invertía ella. Si aquello era lo que el Comandante en Jefe esperaba que fuera cuando la ascendió a Comandante y la puso al mando de toda la provincia de Phobia Aegis, Euryale no se veía capaz de estar a la altura; ni en aquel momento ni dentro de doscientos años.

Antes de que Euryale se viera en la necesidad de responder algo con lo que defender su orgullo herido, la elegante puerta de madera de aquella habitación se abrió desde fuera. Un hombre alto, vestido con un uniforme de oficial de Phobos accedió al interior de la habitación y permaneció unos segundos sosteniendo la puerta, para permitir que entrase tras él un dron de apoyo de Clase Ambassador, que volaba a unos dos metros del suelo gracias a sus cuatro motores de hélice. Cuando ambos miembros del Círculo Interno se encontraron en el interior de aquella habitación, el oficial se aseguró de echar un último vistazo al pasillo por el que habían llegado hasta allí y cerrar correctamente la puerta, con la precisión y meticulosidad que siempre le habían caracterizado.

Aquel hombre medía algo más de metro noventa, y tenía una complexión muy delgada. Se había rapado la cabeza, aunque a pesar de ello se podía apreciar a simple vista que había estado perdiendo mucho pelo. A pesar de que apenas había cumplido recientemente los cincuenta, su pálido rostro tenía signos de envejecimiento prematuro y aparentaba más edad de la que en realidad tenía. El agotamiento y el estrés habían dejado su huella en él a lo largo de los años. Su cara mantenía una expresión agria y exhausta, que provocaba que sus arrugas se marcasen ligeramente más. Aquel uniforme de oficial que llevaba puesto, además de lucir el logotipo de Phobos, tenía bordado junto a él el logotipo de Terror Ballistics. También llevaba en su pecho una docena de medallas, a pesar de lo increíblemente difícil que resultaba conseguir una en el ejército de Phobos. En el cinturón de su uniforme, colgando a la derecha de su cadera, se encontraba un ordenador de mano que sobresalía ligeramente de su funda.

A su lado, aquel dron de Clase Ambassador mantenía permanentemente encendido el proyector holográfico que había en su parte inferior y esculpía la luz para crear un holograma policromático. Bajo aquella máquina, se encontraba el avatar holográfico de SCEPBMkIII-06, que representaba a una adolescente de unos trece o catorce años, de facciones orientales. Tenía el pelo y los ojos de un intenso y antinatural color rosa. Su largo y alisado cabello mantenía su peinado gracias a una felpa de color negro, a pesar de que no tenía ninguna necesidad de obedecer las leyes de la física. Llevaba puesto un uniforme escolar femenino propio de las elitistas academias privadas a las que el personal ejecutivo de Phobos solía enviar a sus hijos. Vestía una camisa gris y una corbata roja, que iban casi tapadas por un blazer negro cuidadosamente abrochado, el cual lucía un logotipo de Phobos junto a una placa con su identificación. En la parte inferior, llevaba puesta una falda plisada negra, unas oscuras medias que le llegaban hasta la mitad del muslo y unos zapatos escolares. A pesar de su aspecto inmaduro y casi infantil, aquel avatar holográfico resultaba inquietante de contemplar para cualquiera que no estuviese acostumbrado a ver a la Almirante. Cuanto más intentaba aparentar humanidad, más evidente resultaba que no era ni remotamente humana.

- Klaus, Yomi... Buenas noches- Saludó el Comandante en Jefe desde su asiento, al otro lado de la habitación- Sentaos... ¿Qué tal el viaje?

- ¡Buenas noches, Black!- Saludó Yomi, utilizando una voz sintética proveniente del altavoz de aquel dron, que trataba de imitar una voz humana y exteriorizar entusiasmo.

- Todo bien, Black. He venido acompañado- Respondió Klaus, señalando sutilmente con un movimiento de cabeza al holograma que había a su lado- No me ha dado tiempo de aburrirme por el camino.

Black dejó escapar una leve risa. El Comandante Klaus Richter y la Almirante Yomi Nakamura contrastaban mucho entre sí, pero se llevaban sorprendentemente bien a pesar de sus diferencias. Juntos, representaban las dos mayores fuerzas de combate de todo el ejército de Phobos, aunque aquella no era ni de lejos la razón por la que ambos formaban parte de su Círculo Interno. La simple capacidad destructiva o inteligencia estratégica no eran suficiente para ganarse su aprecio ni su respeto. Phobos contaba con muchas superarmas y muchos oficiales competentes entre sus filas. Hacía falta más que eso para impresionar al Comandante en Jefe. Sin embargo, al igual que Venus y Euryale, aquel hombre y aquella máquina habían logrado que Black dejase de verlos como meras marionetas y pasase a considerarlos sus iguales. De un modo o de otro, los dos se habían ganado su simpatía y había pasado a formar parte del minúsculo grupo de personas a las que él consideraba imprescindibles.

Desde la fundación de Phobos y la formación de la Junta de Directivos, Terror Ballistics había mantenido aquella tradición de forzar a sus candidatos a directivo a pasar por un servicio militar. Sin embargo, durante prácticamente un milenio, ningún ejecutivo de Terror Ballistics había logrado convertirse en un oficial de provecho para el ejército de Phobos; a excepción de uno solo. El Comandante Richter había sido elegido por Terror Ballistics para ser el siguiente Jefe de Guerra y representar a la megacorporación en la Junta de Directivos. Sin embargo, Klaus nunca volvió a pisar Phobos Prime cuando se marchó del distrito financiero para cumplir con su servicio militar. Aquel hombre encontró su lugar. Prefería ser el Comandante Richter que el Jefe de Guerra Richter. Junto con Venus, Klaus había sido uno de los oficiales más exitosos de toda la historia de Phobos, y para ello había renunciado a convertirse en una de las personas más poderosas de todo Acies. Black encontró admirable aquella determinación por su parte, y se aseguró de que Terror Ballistics no tomase ninguna represalia contra él por haber tomado aquella decisión. El talento de aquel hombre no debía desperdiciarse en una oficina.

Por su parte, la Almirante Nakamura fue una de las consecuencias más extrañas que tuvo la renovación de la megaflota. Alguien llegó demasiado lejos dando voluntad y autonomía propias al software de control de los Clase Serenity. Yomi fue un error que nunca debió cometerse, y que su propio creador trató de enmendar de una forma bastante radical. Sin embargo, el azar, o quizás una fuerza aún más caprichosa, había querido que aquella inteligencia artificial se salvase de ser borrada. Instalar un software tan imprevisible y poco convencional en las mayores armas creadas por la HEC era sin duda una decisión cuestionable. Claramente, al poner a SCEPBMkIII-06 en servicio activo, Black estaba actuando en contra de la última voluntad de su creador. Sin embargo, el Comandante en Jefe no se había sentido cómodo ante la idea de borrar aquel software. Yomi estaba diseñada a imagen y semejanza de la hija fallecida de su creador. El dolor de aquella pérdida sin duda le había llevado a tomar malas decisiones. Sin embargo, la IA resultante era plenamente funcional y consciente, y no era culpable de los pecados de su padre. Borrarla era casi como asesinar por segunda vez a la hija del Profesor Nakamura. Tras meditarlo, el Comandante en Jefe había decidido ocupar el lugar al que el creador de aquella IA había renunciado. Black sabía que alguien como él jamás sería capaz de tener una verdadera familia, pero no le avergonzaba considerar a Yomi como su hija adoptiva, a pesar de sus siniestras implicaciones.

El avatar holográfico de Yomi comenzó a caminar en dirección hacia la silla de tamaño humano que había justo a la derecha de Euryale. Mientras aquel holograma caminaba, el dron que lo proyectaba se limitaba a volar sobre él, continuando aquella proyección. El sensor óptico de la parte frontal del dron se mantenía en todo momento orientado hacia aquella mesa, de forma que la Almirante no perdía de vista a sus compañeros. Cuando alcanzó la silla, al no ser capaz de moverla físicamente para acomodarse en ella como habría hecho una entidad sólida, Yomi sencillamente atravesó la madera como si fuera un fantasma y tomó asiento sin mover la silla un solo milímetro. Klaus, a su vez, caminó en dirección a una silla similar que se encontraba sobre una tarima justo a la izquierda de Venus. Mientras subía los escalones y se acercaba a la silla, el oficial no pudo evitar detenerse durante un instante al acercarse más a su compañera y reparar en el extravagante maquillaje dorado de la Banshee. El rostro del Comandante Richter dibujó una sutil mueca confusa durante apenas una fracción de segundo, pero Venus no lo pasó por alto y le dedicó una sonrisa satisfecha. Había conseguido una reacción por parte de aquel impasible oficial. Una muy sutil y fugaz, pero una reacción, al fin y al cabo.

- ¿Qué te parece, Klaus? ¿Te gusta cómo me ha quedado?- Preguntó Venus, mirando fijamente a aquel hombre mientras se sentaba.

- Sí, Giovanna. Es muy... original, supongo- Respondió Klaus, sin volver a mirarla fijamente.

- ¿Y las gemelas? ¿No están por aquí?- Continuó preguntando Venus- Pensaba que hoy las vería...

- Han venido conmigo a Dionysos, pero les he dado la noche libre- Respondió el oficial- Creo que Mirabelle quería ir a ver algo sobre una quimera amaestrada. No les presté mucha atención, la verdad.

Tras sentarse, Klaus abrió la funda de su cinturón y extrajo su ordenador de mano, el cual procedió a encender inmediatamente. Venus frunció el ceño al verle encender aquel dispositivo. La Prima Donna había dispuesto todo para que los miembros del Círculo Interno de Phobos pudiesen pasar una velada agradable, y tanto el Comandante Richter como la Comandante Euryale parecían haberse traído trabajo a Dionysos Station.

- Gio, ¿has traído el tablero?- Preguntó la voz sintética de Yomi.

La Prima Donna dibujó una amplia sonrisa en sus dorados labios, al tiempo que volvía la mirada hacia los ojos rosas del holograma de la Almirante. Aunque sabía que los verdaderos ojos de Yomi eran los sensores ópticos del dron, la Banshee sabía de sobra que a ella no le gustaba que mirasen fijamente al Ambassador. La IA prefería que ignorasen aquella pieza de hardware e interactuasen directamente con su avatar. Probablemente le ayudaba de alguna forma a sentirse más integrada en un grupo formado por orgánicos. Aunque Venus había sido muy escéptica cuando el Comandante Black decidió invitar a aquella máquina a formar parte de aquellas reuniones, con el tiempo había terminado acostumbrándose a ella. No la apreciaba demasiado, pero estaba dispuesta a tolerar su presencia y a ceder ante algunos de sus caprichos. Especialmente si seguirle el juego a Black y fingir que aquel acorazado era su hija adoptiva tenía un impacto positivo en el estado de ánimo del Comandante en Jefe. Venus sabía de sobra lo pesada que era la carga que aquel hombre soportaba.

- Claro, ¿cómo iba a olvidarlo?- Respondió la Banshee.

- ¿En serio? ¿Ahora?- Refunfuñó el Comandante Richter apartando la mirada de aquella pantalla.

- ¡Sí, por favor, Klaus!- Insistió Yomi, exagerando el entusiasmo de su tono de voz y su lenguaje corporal para intentar resultar más expresiva- Déjame intentarlo de nuevo. He analizado tres coma seis zettabytes de simulaciones y registros de combate reales. Mi rendimiento estratégico ha aumentado, he aprendido muchas cosas desde la última vez.

- Estoy cansado, no tengo ganas- Se negó Klaus.

Ignorando aquella respuesta negativa, Venus se apresuró a atraer mediante su telequinesis un dispositivo electrónico que había dejado sobre un mueble cercano. Aunque le habría gustado recogerlo con sus propios dedos quitinosos y ofrecérselo a Klaus directamente con su mano, la Banshee no quería arriesgar su maquillaje. El exoesqueleto de quitina de aquella parte de su cuerpo era con diferencia lo que le había resultado más difícil de maquillar. En su lugar, Venus se limitó a hacerlo levitar con su telequinesis hasta situarlo en la mesa, justo delante del Comandante Richter. Aquel dispositivo era un simple disco de metal y plástico de color negro, de unos cinco centímetros de grosor y veinte de diámetro. Aquel artilugio tenía un proyector holográfico en su parte superior y un botón de encendido en uno de sus laterales. Klaus le dedicó una mirada apática cuando la telequinesis de Venus dejó de actuar sobre aquel disco y el tablero apagado emitió un leve sonido de golpe al caer sobre la mesa.

Para sorpresa de Venus, Euryale apagó al instante su interfaz holográfica y dirigió la mirada de aquellos orbes rojos en dirección hacia Klaus. El Comandante en Jefe reacomodó la espalda en su silla y también parecía encontrarse expectante.

- ¿Vais a volver a jugar a esa cosa?- Preguntó Euryale- Eso quiero verlo.

- Venga Klaus... Han pasado algunos meses desde la última vez- Le instigó el Comandante Black- Dale una oportunidad.

El Comandante Richter emitió un largo suspiro, al mismo tiempo que apagaba de nuevo la pantalla de su ordenador de mano y lo hacía a un lado, mientras dirigía el dedo índice de su mano derecha al botón de encendido de aquel disco.

- Está bien...- Aceptó a regañadientes- Solo una.

Tras pulsar el botón de encendido de aquel dispositivo, Klaus empujó ligeramente el disco para que quedase situado a medio camino entre él y el avatar de la Almirante, aproximadamente en el centro de la mesa. El proyector emitió un intenso destello luminoso antes de comenzar a proyectar sobre el disco una cuadrícula holográfica de color azul que comenzó a extenderse a su alrededor, hasta ocupar gran parte de aquella mesa. A continuación, dos complejas interfaces de usuario holográficas se materializaron frente a ambos oficiales.

- Configúralo como quieras- Dijo el Comandante Richter, con desgana.

El avatar holográfico de Yomi dibujó una amplia y maliciosa sonrisa. Aquella invitación disparó una respuesta emocional simulada en ella. Una interpretación de las circunstancias, la actividad a realizar y las personas con las que se encontraba le indicaban que debía exteriorizar una mezcla entre regocijo y un pequeño toque de sadismo. El rostro de aquella niña holográfica exteriorizó aquella falsa emoción, mientras la máquina analizaba las posibles decisiones que podía tomar. Naturalmente, como Almirante de la megaflota, su experiencia en combate naval podría darle una cierta superioridad estratégica enfrentándose al Comandante Richter. Sin embargo, concederse a sí misma una ventaja excesiva podría alterar notablemente el resultado de la simulación e invalidar cualquier dato aprovechable que pudiese generar aquel enfrentamiento. Aunque aquello técnicamente fuese un juego, técnicamente no lo era para ellos. No jugaban para divertirse, sino para medir sus habilidades estratégicas.

Yomi interactuó con la interfaz holográfica que proyectaba aquel dispositivo utilizando directamente las manos de su avatar holográfico, las cuales eran reconocidas por los sensores del tablero como si fuesen manos humanas completamente sólidas. Desde el punto de vista de una IA, aquella era una forma realmente ineficiente de manipular a otra máquina. Sin embargo, aquel dispositivo en forma de disco que había en la mesa no disponía de conexiones inalámbricas; y aunque las hubiese tenido, las inteligencias artificiales completamente autónomas como ella tenían prohibidas muchas cosas, incluyendo utilizar conexiones inalámbricas con cualquier hardware que tuviera instalado un software ajeno a ellas mismas. En cualquier caso, aquello no le suponía ninguna molestia a la Almirante. Estaba encantada de tener la oportunidad de utilizar un teclado holográfico con sus propios dedos. Cualquier acto por su parte que le permitiese emular con éxito comportamiento o actividades humanas provocaba un sentimiento simulado de satisfacción y generaba unos metadatos subjetivamente positivos asociados a sus registros de memoria, los cuales estaba programada para intentar generar siempre que fuera posible. Aquello generaba una sensación de felicidad artificial en ella. Una felicidad falsa y arbitraria que le había sido impuesta bajo los criterios personales de su creador, pero que para ella era lo suficientemente real como para llegar a desearla.

La Almirante escogió un campo de batalla, y una ciudad costera situada al norte de Phobia Aegis se materializó sobre la cuadrícula que había sobre la mesa. Aunque la cuadrícula era un cuadrado de apenas tres por tres metros, aquel tablero representaba una extensión de terreno de unos cien kilómetros cuadrados. La ciudad se encontraba en el centro, con una gran extensión de tierra de Phobia Aegis hacia el sur y varios kilómetros de la costa de Argus hacia el norte. La urbe que ocupaba la posición central de mapa tenía unos diez kilómetros de diámetro, y la mayoría de sus edificios estaban construidos con oricalco. Aquel campo de batalla debería ser capaz de darle una oportunidad de ganar sin desequilibrar completamente la balanza a su favor.

- Que sea un duelo. Voy a tratar de asesinarte, ¿vale?- Propuso Yomi, señalando directamente a Klaus a través del tablero.

Ante aquel atrevimiento, Klaus se sorprendió a sí mismo dibujando una sonrisa en su cansado rostro.

- ¿Serás capaz, niña?- Preguntó Klaus, mientras hacía crujir sus entumecidos dedos y procedía a dirigir ambas manos hacia su interfaz holográfica.

- Estamos a punto de averiguarlo- Respondió la Almirante- No te contengas, o no podré aprovechar los datos de combate que generemos.

A medida que ambos oficiales comenzaron a interactuar con sus interfaces holográficas, una serie de indicadores comenzaron a materializarse sobre aquel tablero. Black, Venus y Euryale permanecieron atentos a aquellos hologramas. Aquel era un software de simulación estratégica diseñado para que los Comandantes de Phobos pudiesen entrenar y competir entre ellos sin que fuese necesario realizar maniobras con tropas reales. A pesar de la aparente simpleza de aquel dispositivo, era una pieza de tecnología extremadamente sofisticada y valiosa, cuyo uso y posesión estaba solo reservado para oficiales y ejecutivos de alto rango. Contenía datos de funcionamiento de todas las tropas de Phobos y de todos los ejércitos que la organización había logrado analizar. Aunque no podía tener en cuenta algunos factores más imprevisibles de un conflicto bélico, como intervenciones externas, casos de traición o actos heroicos fortuitos, sí que contenía datos sobre condiciones geográficas anómalas y fenómenos climatológicos relevantes de las regiones cartografiadas. A efectos prácticos, la única diferencia entre que ambos oficiales se enfrentasen mediante aquella simulación o lo hiciesen utilizando armas reales, era que aquella simulación no provocaría miles de bajas en el ejército de Phobos.

El tablero era una mera representación visual simulada de lo que ambos contendientes estaban haciendo, un simple espectáculo holográfico para quien estuviese observando y evaluando el enfrentamiento. Ambos oficiales permanecían atentos a sus interfaces, ignorando mayormente el tablero, mientras una serie de monitores les proporcionaban información estratégica a la que solo ellos tenían acceso sin que el otro pudiese verla desde el otro lado de la mesa. Todo lo que tenían que hacer era dar órdenes a sus tropas como lo harían en un campo de batalla real, y la simulación se encargaría de procesar aquellos datos en un enfrentamiento ficticio.

Yomi se situó a sí misma en el campo de batalla, como una pieza más en aquel tablero. Se encontraba diez kilómetros al sur del límite norte de la zona de combate, en pleno mar, representada visualmente por un simple indicador de embarcación en la cuadrícula. Junto a ella, situó varias embarcaciones de apoyo adicionales que actuasen como señuelos y escoltas, e invirtió el resto de su presupuesto para batalla en barcazas de desembarco y tropas terrestres. Tan pronto como la simulación comenzó, la Almirante comenzó a navegar hacia el sur, en dirección a la ciudad, mientras ordenaba a todas las demás embarcaciones que la siguieran de cerca. Su máxima prioridad debía ser localizar el Magnus Bellum. Aunque aquel tanque Black insignia se encontrase en tierra firme, la nueva generación de cañones Esper tenía un alcance efectivo de treinta kilómetros y podía seguir causando daños moderados hasta los cincuenta kilómetros de alcance, aunque era improbable que el daño residual de sus cañones fuese capaz de dañar un tanque Black. En aquel enfrentamiento, tenía una considerable desventaja de alcance respecto al arsenal del Comandante Richter, de modo que tenía que asegurarse de recortar distancias lo antes posible y ponerse a cubierto en las costas de la ciudad. Aquel área urbana, a efectos prácticos, estaba hecha de escudos de oricalco de unos seiscientos metros de altura. Los cañones Armagedón del ejército enemigo tardarían en abrirse paso a través de aquellos edificios y lograr alcanzarla.

Mientras navegaba, Yomi abrió sus silos y lanzó una primera ráfaga de seis misiles nucleares contra las posiciones más probables donde pensaba que podría encontrarse el Magnus Bellum. Aquellos misiles se representaron visualmente como unos símbolos rojos en forma de un icono de peligro radiactivo en la simulación visual que había sobre el tablero. La Almirante mantuvo toda su atención en la trayectoria que seguían aquellas cabezas nucleares. En circunstancias normales, cuando entraba en combate, podía dar cientos o miles de órdenes al mismo tiempo a sus tropas. Aquella era una de las ventajas que suponía ser una máquina. Sin embargo, en aquel enfrentamiento ella estaba en igualdad de condiciones con el Comandante Richter. Su única forma de dar órdenes era utilizando las manos de su avatar para controlar aquella interfaz holográfica. Aquello significaba que tampoco podía monitorizar los misiles nucleares en segundo plano mientras programaba itinerarios y secuencias de órdenes para cada una de sus embarcaciones. Si quería obtener información gracias a los misiles que había lanzado, tendría que observar ella misma con el sensor óptico de su dron los datos que aparecían en aquella interfaz.

Dos de los misiles nucleares que se dirigían hacia la región al oeste del tablero fueron interceptados cuando se encontraron a escasos kilómetros de la costa. El avatar de Yomi dibujó una sutil sonrisa en sus traslúcidos labios. Sabía que una salva de misiles nucleares no sería suficiente para asesinar a Klaus, pero podía estimar su posición viendo cuales de aquellos misiles decidía derribar. Yomi corrigió ligeramente su trayectoria para dirigirse un poco más hacia el este, con intenciones de utilizar la ciudad como cobertura. Por muy tentador que resultase intentar acercarse lo antes posible al Magnus Bellum, tenía que ser precavida y no subestimar la potencia de fuego del enemigo. Aunque ella fuese un Clase Serenity y tuviese una masiva ventaja en cuanto a blindaje y armamento, aquello no significaba que estuviese libre de riesgos; y tampoco podía confirmar que el vehículo insignia de Klaus se encontrase en aquella región solo porque hubiese interceptado los misiles. Lo único que podía saber a ciencia cierta en aquel momento era que había vehículos antiaéreos de Clase Stormfront en la línea costera.

Yomi desplegó doscientos Ambassador desde donde se encontraba. Aunque la presencia de armamento antiaéreo resultaba desalentadora, necesitaba localizar el Magnus Bellum lo antes posible, incluso si necesitaba sacrificar todos sus drones en una misión de reconocimiento suicida. Cuando aquellos drones comenzaron a alcanzar la costa, los disparos de cañón de riel de los Stormfront comenzaron a derribar docenas de ellos. No importaba lo pequeños y maniobrables que fuesen los Ambassador, el sistema de artillería antiaérea de los Stormfront era implacable. Sin embargo, aunque fuesen interceptados, aquellos drones lograban revelar la posición de aquellos vehículos enemigos. Yomi calibró sus cañones Esper para unos disparos cónicos de baja intensidad. En aquel momento, solo necesitaba un alcance de entre diez y quince kilómetros, y no le interesaba utilizar fuerza excesiva en aquellos disparos. Algunos objetivos que sus drones habían localizado se encontraban en la costa de la ciudad. No podía permitirse destruir ella misma los edificios que esperaba que pudiesen cubrirla de la artillería enemiga.

Los cañones Esper de Yomi dispararon una salva contra las posiciones de artillería antiaérea enemigas. Incluso a baja intensidad y utilizando un patrón de disparo en cono, los disparos de la artillería telequinética eran tan potentes que alteraban la geografía del entorno al impactar. En la simulación que había sobre el tablero podía apreciarse cómo la línea de costa sufría mordiscos que le hacían perder terreno frente al mar con cada salva de disparos que la Almirante hacía. El fuego antiaéreo cesaba al instante cuando el área general donde se encontraban los Stormfront recibía el impacto de semejantes fuerzas telequinéticas. Conforme desaparecían los vehículos antiaéreos enemigos, los drones de Yomi lograban abrirse paso hacia el oeste. Finalmente, la Almirante recibió la información que había estado codiciando desde que comenzó aquel enfrentamiento. El Magnus Bellum se encontraba a veinte kilómetros de la costa, justo a quince kilómetros al oeste de la ciudad, tal y como había sospechado desde que los Stormfront interceptaron sus misiles nucleares. Junto al vehículo insignia del Comandante Richter, se encontraban otros cuatro tanques Black y dos tanques Echo, junto a un gran número de vehículos de apoyo ligeros que no representaban una amenaza real para un Serenity.

- Te veo, Klaus...- Dijo Yomi, emulando una voz juguetona y pueril.

- Adelante, ven a por mí entonces- Respondió el Comandante Richter.

Yomi frunció el ceño mientras seguía dividiendo su atención y capacidad de actuar entre todo lo que tenía que ver y hacer en aquella interfaz. Se encontraba a menos de un kilómetro de la costa de la ciudad, con margen para acercarse más a ella y utilizarla como cobertura o para alejarse de ella si la situación lo requería. Los tanques Echo podrían llegar a ser un problema. Aquellos vehículos utilizaban el mismo tipo de armamento que ella, aunque a menor escala. Si Klaus los había incorporado a su fuerza de ataque, tenía que asegurarse de que no hubiera ocultado ninguno en la ciudad. Si varios de ellos lograban acercarse a distancia de ataque mientras ella se cubría del inminente bombardeo, podrían llegar a atravesar su campo de fuerza y dañar su casco. Rápidamente, Yomi dio la orden a sus barcazas de terminar de recorrer aquel kilómetro que las separaba de la costa y desembarcar. Tenía a su disposición cien tanques Virus y cuarenta mil soldados de Clase Terror, apoyados por veinte Goliats. Aquellas tropas probablemente no eran suficientes para enfrentarse a un solo tanque Black o Echo, pero serían excelentes señuelos y seguirían identificando objetivos para que ella les disparase con sus cañones Esper. Estaba dependiendo demasiado de su propio armamento, pero ella misma era el pináculo de la tecnología armamentística de Phobos; tenía sentido ser la piedra angular de su propio ejército y utilizar al resto de tropas como simple apoyo.

La inevitable descarga de artillería comenzó. Los primeros cañones Armagedón del ejército de Klaus comenzaron a disparar. El primer proyectil de aquellas masivas piezas de artillería impactó en medio de su flota de barcos de apoyo. Aunque aquel enorme obús no logró acertar a ninguno de sus barcos desde tanta distancia, aquel era un proyectil altamente explosivo muy sensible a los impactos. Cuando el obús se estrelló contra la superficie del agua, detonó igualmente, causando una enorme deflagración de casi un kilómetro de diámetro que engulló al instante tres de sus destructores, hundiéndolos en el acto y provocando que las aguas se embravecieran violentamente. A pesar del efecto estabilizador que su campo de fuerza tenía en el agua a su alrededor, Yomi podía ver cómo el repentino oleaje la zarandeaba ligeramente y reducía los índices de precisión de sus armas. Un segundo disparo de los tanques Black enemigos fue lo bastante preciso como para impactar a menos de cien metros de ella, y la Almirante observó cómo varias de las baterías psiónicas que mantenían su campo de fuerza activo se extinguían al detener la onda expansiva de aquella brutal explosión.

No podía recibir una descarga de impactos como aquel sin hacer nada. Su campo de fuerza acabaría colapsando, y su casco quedaría expuesto. Al depender tanto de sí misma para ganar aquella batalla, no podía permitirse exponerse a daños que comprometieran su funcionalidad. Desplazarse directamente hacia el oeste para intentar tener el Magnus Bellum a tiro era demasiado arriesgado en aquel momento. Necesitaba esperar a que la primera descarga de artillería terminase y los tanques Black tuviesen que recargar. Entonces podría contraatacar. Pero en aquel momento necesitaba resguardarse y minimizar los daños. Tras dar a su flota la orden de dispersarse para evitar perder de nuevo varias embarcaciones de un solo disparo, Yomi apuntó una de sus baterías de cañones Esper contra la costa al este de la ciudad. Sin demorarlo ni un segundo, la acorazado efectuó un disparo cónico a la máxima potencia contra la costa. Un pequeño cataclismo se desató en el punto de impacto, y el mapa del campo de batalla que se podía ver en el tablero holográfico cambió drásticamente en el área afectada. Aquel disparo creó al instante en la costa una ensenada de unos quinientos metros de ancho y cuatro kilómetros de largo. El agua del mar comenzó a fluir hacia aquel nuevo trozo de terreno que Argus le había ganado al territorio de Phobia Aegis, provocando una violenta corriente succionadora que Yomi aprovechó para introducirse en aquel hueco que acababa de abrir.

En aquel momento, aquellas enormes torres de oricalco actuaban como una barrera directa entre ella y los tanques enemigos. Varios obuses de cañón Armagedón fueron disparados en su dirección, estrellándose contra aquella cobertura. El ángulo de ataque necesario para atacarle justo donde se encontraba implicaba una parábola demasiado pronunciada para el ángulo de disparo del arma primaria de los tanques Black. En aquel momento, Klaus tendría que reducir la ciudad entera a escombros o reposicionar sus tropas si quería tenerla a tiro. Sin embargo, la situación no era mutua. Los drones que aún no habían sido derribados continuaban enviando datos de posición de las tropas enemigas. El Magnus Bellum se encontraba a veinte kilómetros de distancia, justo al otro lado de la ciudad. Aunque aquellos tanques no la tuviesen a tiro, Yomi sí que los tenía a tiro a ellos si disparaba a través de la ciudad. Sus cañones podían atravesar sin más aquellas estructuras de oricalco y alcanzar los tanques enemigos. Había logrado crear una situación favorable, la victoria estaba a su alcance.

La Almirante orientó todos sus cañones hacia estribor, mientras triangulaba con ayuda de sus drones la posición del Magnus Bellum para fulminar al Comandante Richter con su artillería psiónica. Sin embargo, Yomi no llegó a disparar. La IA observó cómo un gran número de indicadores rojos se encendieron de repente. Su campo de fuerza había recibido impactos desde babor y se había colapsado. Yomi revisó rápidamente toda la información que tenía a su alcance y miró el mapa de la simulación. A menos de diez kilómetros de ella, hacia el este, se encontraban cuatro tanques Black que tenían línea de fuego directa hacia ella. Aquella era una de las áreas que había bombardeado con sus misiles nucleares. Sin embargo, los tanques Black parecían estar casi intactos, y habían permanecido a la espera de su oportunidad. Cuando abrió aquel agujero en la costa para poder adentrarse en ella y utilizar el área urbana como cobertura, Yomi había entrado en su línea de tiro.

El avatar de aquella IA apretó los dientes mientras un sentimiento de rabia se desencadenaba como respuesta a aquel frustrante estímulo. Había caído en una trampa. Cuando bombardeó aquellas áreas, no había descartado que algún tanque Black enemigo hubiese permanecido oculto en la zona y no hubiese derribado los misiles para no revelar su posición. Sin embargo, aunque el chasis de un tanque Black podía resistir una explosión nuclear, el cañón Armagedón era una pieza algo más delicada, y quedaría inutilizado en el proceso, convirtiendo al vehículo en una amenaza trivial. Sin embargo, su rival había ido un paso por delante. Aunque ya fuese demasiado tarde para hacer algo al respecto, Yomi comprendió su estrategia al instante. El Comandante Richter había utilizado aquellos tanques Black en una formación de bloque, muy cerca unos de otros. Aquello había permitido a las Banshees que proyectaban los campos de fuerza telequinéticos de cada tanque combinar sus esfuerzos en crear un único campo de fuerza mucho más resistente que protegiese los cuatro tanques. Un solo campo de fuerza no hubiera resistido el impacto de un misil nuclear, pero el esfuerzo combinado de cuatro Banshees sí que había sido capaz de proteger aquellos vehículos de la explosión, manteniendo los cuatro cañones Armagedón intactos.

Yomi trató de girar sus torretas de artillería psiónica lo más rápido que el sistema de apuntado podía, en un desesperado intento de contraatacar. Su campo de fuerza se había colapsado. Necesitaría reemplazar las baterías psiónicas que lo alimentaban y reiniciar todo el sistema. Aquello le llevaría al menos diez minutos. Los tanques Black enemigos tendrían tiempo de sobra para recargar y efectuar nuevos disparos. Aunque su casco de oricalco era lo bastante denso como para resistir el impacto de varias armas nucleares, la Almirante sabía perfectamente que Klaus ordenaría a sus tropas utilizar munición antibúnker en aquella ocasión. Incluso teniendo un metro de densidad de sección en las zonas más esenciales, Yomi sabía que una salva coordinada y bien apuntada contra su reactor nuclear o su almacén de baterías psiónicas acabaría por abrirse paso a través de su blindaje y causarle un daño catastrófico. Tenía que destruir aquellos tanques antes de que tuviesen la oportunidad de disparar.

- Se acabó, Yomi- Anunció Klaus.

El sensor óptico del dron de Yomi apuntó hacia el Comandante Richter, al otro lado de la mesa, mientras su avatar holográfico dibujaba en su rostro una expresión sobresaltada, al tiempo que su falsa respiración se aceleraba para expresar tensión. Unos nuevos iconos aparecieron en el tablero, y la Almirante comprobó con horror la envergadura de la emboscada en la que había caído. Un montículo bastante irregular del terreno se desmoronó ante una corriente telequinética y que lo arrastró, y un total de cuatro tanques Echo que habían permanecido enterrados revelaron su posición. Aquellos vehículos se encontraban a seis kilómetros de Yomi, apuntando con sus cañones Ópera.

- Mierda...- Refunfuñó Yomi, con una expresión decepcionada en su rostro.

Aunque los cañones Ópera de los tanques Echo fuesen un modelo más antiguo y menos potente que los Esper, la artillería psiónica era extremadamente poderosa, incluso a menor escala. Cuando aquellos tanques apuntaron con sus armas al punto donde Klaus sabía que se encontraba el núcleo de IA principal de Yomi y dispararon una salva directamente contra su cerebro, aquella simulación de combate concluyó con una victoria aplastante por parte del Comandante Richter.

- ¿De quién eran aquellos datos que has estado analizando? ¿Ironclaw? - Preguntó Klaus, con cierto desdén.

El Comandante Richter se inclinó hacia delante para alcanzar de nuevo aquel dispositivo en forma de disco que había en el centro de la mesa y se apresuró a apagarlo, antes de que alguien se atreviera a pedir que iniciasen otra simulación. Una vez desaparecieron todas las interfaces holográficas, Klaus tuvo de nuevo línea visual directa con el avatar de la Almirante. El rostro de Yomi tenía una expresión apenada en su rostro.

- Lo siento... Pensaba que esta vez sería capaz- Se disculpó Yomi- Seguiré analizando datos de combate hasta que lo logre.

- No seas demasiado cruel contigo misma, Yomi- Intervino Black, tras casi media hora de silencio- Aún tenemos tiempo para que lo consigas.

- Aun así, el tiempo sigue pasando, y no noto ningún avance- Dijo Klaus- Y el día que esperamos acabará llegando.

- Quizás he alcanzado mi límite... Tal vea una mente artificial no sea capaz de lograrlo- Se lamentó Yomi.

Klaus volvió a encender la pantalla de su ordenador de mano y volvió a hundir la mirada de sus cansados ojos en ella. Lo cierto era que no estaba tratando de ser cruel a propósito. En realidad, él tenía tantas ganas de ser derrotado de una vez por Yomi como aquella máquina deseaba derrotarlo. Simplemente estaba diciendo la verdad, sin tapujos. No estaba notando progresos en las capacidades estratégicas de la Almirante Nakamura. Aquella IA no hacía más que analizar estrategias utilizadas por otros comandantes de Phobos y algunos líderes militares enemigos notables, con la esperanza de reconocer patrones útiles que luego pudiese aplicar durante sus propias situaciones de combate. Pero por mucho que observase y analizase estrategias ajenas, ella era una acorazado de Clase Serenity. Era un arma que prácticamente nadie más tenía en todo Acies. Los datos de combate ajenos no le servirían de mucho si nadie utilizaba ni se enfrentaba a aquellas embarcaciones. Todas las estrategias que aprendía se volvían totalmente inútiles en el momento en que dependía tanto de sí misma en el campo de batalla. Aquella forma de luchar era muy parecida a la que la Comandante Aldrich había utilizado cuando aún era miembro de Phobos.

Aquel oficial no tenía tantos años como para haber podido ver por sí mismo a la Comandante Aldrich cuando aún trabajaba para Phobos. La titán era considerada una de las comandantes más emblemáticas de la historia de la organización, y a menudo se hablaba de ella como si fuese una leyenda viviente. Sin embargo, Klaus nunca había considerado su carrera especialmente interesante. Aldrich solo se aprovechaba de su abrumadora capacidad destructiva como supersoldado de Clase Titán y utilizaba sus tropas como simple apoyo para las tareas que le resultasen engorrosas o imposibles debido a su tamaño. Era exactamente el mismo modus operandi de Yomi, con los mismos defectos y el mismo punto débil. Resultaba innegable que tanto la Comandante Aldrich como la Almirante Nakamura eran dos fuerzas destructivas realmente formidables, pero ambas eran incapaces de alcanzar una superioridad estratégica que les permitiese completar con éxito alguna misión más compleja que simplemente destruir algo. Obviamente, Klaus no culpaba a Satsuki ni a Yomi por sacar provecho a su mayor virtud a la hora de librar una guerra. Sin embargo, aquella estrategia siempre dependería de que la ilusión de invulnerabilidad que embriagaba a ambas no fuese destruida por un enemigo capaz de causarles daños. Enemigos que, aunque a ambas les costase aceptarlo, existían en la región de Acies.

Por desgracia, Klaus no sabía cómo resolver aquellas fallas en la forma de entender la estrategia que tenía Yomi. Ni él ni Venus habían luchado del mismo modo que la Almirante ni habían vivido las mismas situaciones tácticas. Aunque el Magnus Bellum y el Orpheus fuesen vehículos formidables, ninguno de ellos estaba a la altura de SCEPBMkIII-06. Ninguno de los dos comandantes de Phobos había basado nunca su principal estrategia de ataque únicamente en la fortaleza y la capacidad destructiva de sus vehículos insignia. Por desgracia, aquel era un problema que la IA debería aprender a resolver por sí misma.

- Deja de analizar datos de combate- Le sugirió Klaus, sin apartar la mirada de su ordenador de mano- Borra toda esa mierda que has memorizado y ve a generar tus propios datos.

- ¿Entrar en combate sin experiencia previa?- Preguntó Yomi, con una expresión escéptica en el rostro- Parece muy subóptimo.

- Sí, joder... Sé subóptima o como quieras llamarlo. Equivócate, comete algunos errores, recibe daño- Continuó el Comandante Richter- Aprende por las malas. Tampoco es como si pudieras morir, de todas formas.

Yomi estudió la propuesta de Klaus. Desde su punto de vista, resultaba ilógica e irracional. Renunciar a semejantes volúmenes de información y experiencia previa la convertiría simplemente en una batería de cañones flotante carente de toda capacidad estratégica. Sin embargo, aquellas eran las palabras del ser orgánico que continuaba derrotando a su mente artificial cada vez que lo desafiaba a una simulación estratégica. Estaba claro que aquel humano sabía algo que ella ignoraba. El funcionamiento de una mente orgánica era demasiado complejo e impredecible como para que su limitada capacidad de raciocinio pudiera entenderlo. Lo único que podía hacer era decidir si confiar en aquel hombre o desechar su temerario consejo. Quizás valiera la pena intentarlo, en algún momento.

- Si borro los datos, ¿me dejas probar de nuevo?- Pidió Yomi.

- ¿Ahora? Ni lo sueñes- Se negó Klaus- Dije que solo una.

- No quiero ver otra. Ha enterrado mis tanques Echo... Mis hermosos tanques Echo, bajo el mugriento suelo gris de Phobia Aegis...- Murmuró Venus, con la mirada aún fija en el tablero apagado- Klaus, si esto no hubiera sido una simulación, te mataba aquí mismo.

- Gracias, Giovanna- Respondió Klaus.

Black siguió con la mirada aquel dispositivo en forma de disco mientras el Comandante Richter lo empujaba hacia su derecha, tratando de devolvérselo a Venus. La Banshee no llegó a recoger el tablero apagado, y se limitó a dejarlo a un lado, sobre la mesa. La derrota de Yomi era previsible. Klaus era probablemente el mayor estratega de la historia de Phobos, y aunque nadie se lo dijese directamente a la Almirante, ser una inteligencia artificial realmente suponía una desventaja en aquella clase de enfrentamientos. Ella carecía de la creatividad y el ingenio necesario para crear estrategias que pudiesen desconcertar a su rival; algo en lo que el Comandante Richter era todo un experto. Aun así, ninguno de los demás oficiales presentes, a excepción de Venus en un par de ocasiones, había logrado derrotar a Yomi en aquellas simulaciones. La IA realmente había devorado un volumen inmenso de datos de combate y tenía a su disposición casi toda la experiencia que todos los comandantes de Phobos habían acumulado en los últimos siglos. Aquellos datos de combate no eran algo tan descartable como Klaus afirmaba. Yomi ya era mejor estratega que la mayoría de líderes militares de Acies. Era muy eficiente procesando información y dando órdenes, y sabía interpretar muy bien casi cualquier clase de movimiento por parte de su oponente. Y había que tener en cuenta que, en una situación de combate real, ella no dependía de utilizar una interfaz de mando para dar instrucciones a sus tropas. Aquellas simulaciones la obligaban a renunciar a la mayoría de ventajas de ser una inteligencia artificial, mientras que sus debilidades como máquina se mantenían.

Sin embargo, había algo en lo que Klaus tenía razón. El tiempo seguía pasando, y la Almirante aún no había logrado su objetivo de convertirse en la mejor estratega de todo Phobos. No era normal que una máquina tuviese objetivos ni ambiciones propias, y Yomi realmente no era la excepción a aquella regla. Convertirse en la mejor estratega de la organización no era una meta que ella hubiese elegido por iniciativa propia. Aquella era, en realidad, una petición que el propio Black le había hecho, de cara al futuro de sus propios planes. Sin embargo, Yomi no era como cualquier otro software de control de armamento. Su creador había ido sin duda demasiado lejos intentando darle vida a aquella IA, y aquella petición por parte del Comandante en Jefe no era una simple instrucción que cumplir para ella. Se había convertido en su propósito, en una ambición personal que lograr. Una forma de demostrar que merecía la oportunidad que se le había dado. La historia de Acies no andaba escasa en cuanto a casos de inteligencias artificiales que habían perdido el control por culpa de las instrucciones que habían recibido. A pesar de ello, Black ignoraba todas las advertencias que recibía constantemente por parte de personal de la HEC acerca de Yomi. Quizás fuese una mente artificial que era a su vez el subproducto del dolor de un hombre emocionalmente roto, pero Black confiaba en la lealtad y la determinación de aquella máquina. Además, el ejecutivo promedio de Phobos era mucho más desalmado que cualquier acorazado autónomo.

Por el momento, el Comandante en Jefe apartó aquella simulación y el futuro de la Almirante Nakamura de sus pensamientos. Ahora que finalmente tenía a todo su Círculo Interno reunido, había llegado el momento de discutir el asunto que requería una atención más inmediata por parte de todos ellos. Había llegado la hora de que planificasen la siguiente fase de sus planes.

- Bueno, supongo que todos os podéis imaginar por qué he querido que nos reunamos esta noche- Comenzó Black- Imagino que todos estáis al tanto de lo que ha sucedido en Kubeigh y... en Phobos Prime.

- Menudo desastre lo de Timeo Atrium- Se lamentó Venus- Era lo único de aquella ciudad que no me resultaba tan repulsivo.

- Ya lo he mandado reparar- Dijo Euryale, a la defensiva.

Black dirigió la mirada durante un instante hacia Euryale. Al igual que Klaus permanecía atento a la pantalla de su ordenador, la Arpía también había vuelto a encender su interfaz holográfica y seguía tratando de hacer su trabajo como Gobernadora de Phobia Aegis desde allí. Venus también le dirigió una mirada molesta a aquella otra supersoldado. Estaba claro que desconectar de sus obligaciones y relajarse durante unas horas no entraba en los planes de Euryale.

- Sobre el asunto de Alisa... No le habrás arruinado la cara, ¿verdad?- Acusó Venus, volviendo a mirar al Comandante en Jefe- Era una monada.

- Lo que a mí me sorprende es que la hayas dejado vivir- Intervino Klaus- Es demasiado volátil. Va a volver a causar problemas tarde o temprano.

- No os preocupéis por Alisa. De lidiar con ella, me encargo yo- Respondió el Comandante en Jefe sin darle importancia- Pero ha llegado el momento de dar el golpe de gracia a Deimos, y supongo que vosotros dos querréis un trozo del pastel... ¿me equivoco?

Desde donde se encontraba, Black inclinó ligeramente la cabeza y dedicó una mirada de su inexpresivo casco al Comandante Richter y la Almirante Nakamura. Klaus dibujó de nuevo una sutil sonrisa en sus labios, sin apartar la mirada de aquel ordenador. El avatar holográfico de Yomi, como siempre hacía, tuvo una reacción exageradamente expresiva, abriendo ambos ojos como platos y prácticamente dando un bote en su silla.

- ¿Planeas enviarnos a Alisa, a Yomi y a mi a por Deimos?- Preguntó Klaus, aún sin mirar directamente al Comandante en Jefe- ¿No te parece... un uso de fuerza bastante excesivo?

- No voy a "enviar" a nadie. No es una orden- Respondió Black- Es más bien una propuesta, en realidad.

Klaus apartó la mirada de la pantalla de su ordenador durante unos segundos y dedicó una mirada escéptica al Comandante Black. El único atractivo que podría tener luchar contra Deimos era el simple hecho de que utilizaban la misma tecnología que Phobos. No había muchas oportunidades para enfrentarse a las mismas tropas que la organización utilizaba, al menos no fuera de aquellas simulaciones. Aun así, si los informes estaban en lo cierto, Deimos sufría de desabastecimiento general. De no ser por la presencia de la Comandante Aldrich, un pequeño grupo de tanques Black sería suficiente para arrasar todo el territorio de aquellos traidores. No resultaba un conflicto muy alentador para él, al menos no en lo relevante a complejidad estratégica. Desde su punto de vista, parecía más una tarea de limpieza que un conflicto bélico real.

El avatar holográfico de Yomi levantó la mano derecha y trató de llamar la atención como si estuviese pidiendo turno de palabra en un salón de clases. Tanto Black como Klaus dirigieron la mirada hacia ella. Parecía estar excesivamente entusiasmada a pesar de encontrarse frente a un desafío bélico tan trivial.

- ¡Yo me encargo de la Comandante Aldrich!- Sugirió Yomi, volviendo a sonreír con un sadismo muy poco apropiado para el aspecto de su avatar- Mis cañones Esper pueden matar a una titán.

- Black la necesita viva, ya deberías saberlo, cabezachip- Respondió Venus, adelantándose al Comandante en Jefe.

Yomi frunció el ceño y agrió su expresión facial. Se notaba a simple vista que no estaba conforme con aquella respuesta que había recibido.

- Si la mato, significa que soy más fuerte que ella- Razonó Yomi- Entonces yo sería una mejor candidata. Es lo que tiene más sentido.

Venus se llevó la mano derecha a la cabeza y se dio a sí misma una leve palmada en la cara, sin darse cuenta ella misma de lo que hacía. Cuando retiró su quitinosa mano de su rostro, una pequeña parte del maquillaje dorado quedó arañado por aquellos afilados dedos y se desprendió, permitiendo que se mostrase ligeramente su tono de piel real. Afortunadamente, la Banshee no pareció percatarse de lo que ella misma había hecho.

- Yomi, eres un maldito barco- Le recordó la Prima Donna- ¿Es que se te ha olvidado o qué?

- No entiendo por qué eso es un problema- Continuó Yomi- No hay nada que Aldrich pueda hacer y yo no.

Antes de que la Banshee y la IA continuasen discutiendo aquel asunto que no llevaba a ninguna parte, el Comandante Richter dio la vuelta a su ordenador de mano, mientras lo sostenía, mostrándolo al resto de oficiales de Phobos. En la pantalla se encontraba una foto de archivo de Prometheus Labs que mostraba a una Banshee. Tenía el cabello largo y de color azul, y una expresión incómoda en el rostro. Sus ojos parecían haber tenido miedo del contacto visual directo con la lente de la cámara cuando aquel empleado del laboratorio donde la convirtieron en supersoldado le tomó aquella foto para su expediente. Venus había comenzado a mover los labios y había estado a punto de decirle algo más a Yomi, pero al ver aquella fotografía, la Banshee guardó silencio durante unos segundos, mientras la miraba con cierta fascinación.

- Vaya... Esta sí que es todo un encanto. Sencilla y mundana, pero tiene una gran belleza natural- Dijo Venus, mientras la miraba- ¿Quién es?

- Comandante Persephone- Respondió Klaus- Me interesa.

- ¿Ya le has echado el ojo a otra Banshee?- Preguntó Venus, mientras reía mirando directamente a los ojos a aquel hombre- ¿Te gustan los tentáculos, pervertido?

- Ha estado enfrentándose al Comandante Ironclaw en inferioridad de condiciones durante diez años y sigue viva- Explicó Klaus, ignorando a su compañera- Siendo tan joven y con tan poca experiencia, debe tener un cierto talento para ser capaz de lograr algo así. Quiero enfrentarme a ella. Quizás atacar a Deimos no sea una pérdida de tiempo después de todo.

El sensor óptimo del dron de Yomi no alcanzaba a ver la pantalla del ordenador del Comandante Richter desde donde se encontraba. Sin darle importancia, Yomi desplazó su dron haciéndolo volar sobre la mesa, para posicionarse donde ella pudiera verla. Al hacerlo, su avatar holográfico se subió a la mesa y caminó sobre ella justo por debajo del dron, hasta detenerse casi en el centro de aquel mueble, mirando en dirección hacia Klaus. Venus dirigió una mirada fulminante a la Almirante y a su descarada falta de modales. Aunque su cuerpo estuviese hecho de luz y no fuese sólido, aquello no era excusa para ponerse a caminar sin más sobre la mesa. Sin embargo, nadie de los presentes se había quejado, y la Prima Donna no quería volver a interrumpir la reunión por un asunto tan trivial. Al fin y al cabo, ella no pensaba ofrecerse a participar directamente en la invasión de Deimos, y no quería que nadie se lo propusiera para no tener que negarse abiertamente. Era mejor no llamar demasiado la atención en aquel momento.

- ¿Vas a trabajar junto a Ironclaw, Klaus?- Preguntó Yomi, mientras su sensor óptico seguía fijo en aquella pantalla.

- ¿Con un despojo tullido como él? Nunca- Respondió Klaus, haciendo una leve mueca de desagrado- Lo relevaré del mando.

- No creo que eso le guste al Comandante Ironclaw- Le advirtió la IA.

Por primera vez en mucho tiempo, el Comandante Richter rio en voz alta.

- Se lo pediré amablemente- Respondió el Comandante Richter con un evidente sarcasmo- Estoy seguro de que él es un hombre tranquilo y razonable...

Tras analizar la situación durante unos segundos, el dron de Yomi giró sobre sí mismo para que su sensor óptico se orientase en dirección hacia el Comandante en Jefe, y el avatar holográfico de la Almirante miró directamente al líder de Phobos. Klaus le había sugerido que saliese allí fuera y generase sus propios datos de combate. No había muchos enemigos en Acies que pudiesen estar la altura de un acorazado de Clase Serenity, por lo que el potencial de la mayoría de conflictos para generar datos de combate útiles en realidad no era demasiado alentador. Sin embargo, a Yomi se le ocurría alguien a quien podría enfrentarse. Alguien que quizás podría generar datos de provecho y que, si no era eliminado cuanto antes, podría causar problemas a las tropas de Phobos.

- ¿Puedo enfrentarme a SCEPBMkII-03?- Preguntó Yomi- Aunque venciésemos a Deimos, es una MkII, la HEC la desmantelaría de todas formas. No pasa nada si hundo a Lyssa, ¿verdad?

Yomi permaneció expectante durante unos segundos, mientras el Comandante en Jefe permanecía completamente impasible e inmóvil ante su propuesta. La Almirante entendía que la HEC probablemente contaba con poder reciclar aquella embarcación y al Fabricador Principal no le iba a gustar que la hundiese. Sin embargo, esperaba que Black entendiese que los datos de combate eran mucho más valiosos que algunos miles de toneladas de oricalco y unas baterías psiónicas de un modelo obsoleto. El avatar holográfico de Yomi permaneció firme, expectante ante la respuesta del Comandante en Jefe. Finalmente, unos segundos después, Black acabó por asentir.

- Está bien... Klaus, se queda entonces con el frente de Yersinia Terra, y Yomi con la costa de Argus- Aceptó el Comandante en Jefe- Puedo daros un máximo de un mes de margen para que consigáis vuestros objetivos.

- Solo el desplazamiento hasta la zona de combate nos llevará mínimo dos o tres semanas- Le avisó Klaus, sin preocuparse en realidad demasiado por lo que él mismo decía- Nuestras fuerzas de combate no son exactamente... ligeras.

- Entonces confío en que recuperareis el tiempo perdido una vez entréis en combate- Respondió Black- Confío en vuestras capacidades.

El Comandante Richter se limitó a asentir. El avatar de la Almirante Nakamura imitó aquel gesto y asintió de la misma forma, para a continuación volver a su asiento. El dron volvió a desplazarse hacia su lugar y el holograma que proyectaba bajo él se colocó de nuevo sobre su silla.

- ¿Eso es todo entonces?- Preguntó Klaus- ¿Damos por concluida esta reunión?

- No, aún hay algo más- Respondió Black- Gio se encargará del resto.

Venus dejó escapar una leve risilla y paseó la mirada por el resto de oficiales. Todos la estaban mirando, expectantes de lo que estaba a punto de decir.

Voy a llamar a la cocina- Anunció Venus- ¿Qué queréis para cenar?

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